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jueves, 21 de febrero de 2013

Propuesta "¡Quién pudiera!" para hoy, 21 de febrero. Marx en París. Diderot.


“Bajo el asfalto (...) el adoquín” ( Bensaïd).
 
“Bajo el adoquín, la playa”…

¿Cuántos adoquines parisinos creen vds. que hicieron falta para construir las 4.054 barricadas de las “jornadas gloriosas” de París? Pues...¡¡8.125.000!! ni más ni menos. Cálculos de Blanqui basándose en las dimensiones del adoquín parisino y los metros cúbicos de las calles que debían ser obstruidas. El adoquín tiene ventajas sobre la granada (mal llamada bomba): es menos peligroso de manejar y, sobre todo, es más barato. ¡La clase obrera no está para tirar el dinero! Los efectos eran parecidos.

¡Patatas y adoquines!: escudo de armas de la clase obrera incipiente: “Sobre un campo de patatas, un recio adoquín bermejo”. 

¿Cuántos harían falta para las barricadas del 48?

Louis Phippe, Louis Egalité, empezó a reemplazarlos por adoquines de madera. Haussmann (“artista demoledor”...¿destrucción creativa?) pavimentó calles y calles. ¡¡En vano!! Todavía quedaron para el Mayo del 68.
Sin embargo las barricadas (que a Baudelaire le parecían mágicas... quizá porque nunca vio cómo eran construidas y las creería llovidas del cielo) tienen en su DEBE que, mitificadas, impidieron el enfrentamiento en campo abierto, cara a cara. Fueron tumbas.

Todo esto en duerme-vela. La cabeza como un adoquín y el perro lanzándome el aliento y golpeando, más rápido de lo normal, la pared con el rabo.

Hoy es un día especial...tiembla el aire; hasta el perro lo nota. El espectro  vuelve a recorrer el mundo y ahora pasa cerca de nosotros, como el meteorito ese que nunca acaba de impactar. Hubo un aviso, sin embargo. ¡¡El fantasma del COMUNISMO!! Al perro se le erizan los pelos. Pero, hombre, si ya nos han quitado lo que nos tenían que quitar. A ti, mientras viva, no te faltará tu plato de comida y tus paseos. Perdona que, a veces, te abandone en casa del vecino... ¡tienes que comprender...!

No hay tiempo que perder. Bufanda blaugrana (¡! ) de siete vueltas y gorro tipo Ignatius. Meteremos una muda (por si acaso) en una bolsa del Condis y llamaremos al taxista habitual. Mientras llega: un vasito de vino (¡qué remedio!) y zumo de apio Tomamos el Vueling de las 6 de la mañana y llegaremos a París sobre las 7’45.

Antes de embarcar nos dará tiempo para tomar un cognac y un croissant para mojar.

Embarcaremos cuando ya estén a punto de poner la cadena en la puerta de embarque. Esperaremos impacientes que la azafata nos ofrezca el periódico y un refrigerio…esperaremos en vano ¡Aquí no dan nada! Así que, antes de que empiecen los temblores, pediremos (pagando) un calvados para despegarnos el croissant del cielo (el único) del paladar.
Le cogeremos el periódico, será La Vanguardia, a nuestro previsor vecino de asiento y haremos, con su permiso, el sudoku. Empezaremos por el difícil. Las turbulencias harán que agarremos por el cuello a la señora del asiento delantero, los gritos crearán un momento de pánico. Nos disculparemos y antes de colocar tres números, habremos llegado a Paris-Orly.

Habremos cargado nuestro i-pod con todas las canciones que hayamos encontrado en el espotifi de Pierre Dupont, poeta y músico que tomó partido por el levantamiento obrero del 48 y cuya amistad con Baudelaire le sirvió a éste para pasar por “revolucionario”...¡¡Baudelaire ese practicante de la metafísica de la provocación!!

Antes de bajar del avión nos arroparemos bien. Sigue haciendo frío en París.
Ya en París (serán sobre las 8’30) nos dirigiremos a la rue Vaneau. Cruzaremos el puente de Solferino y por Bellchasse llegaremos en un plis plas. Entaremos en el café-tabac que hay en la esquina con la rue Babilone (Vilamatas y el dr. Pasavento), nos despojaremos de nuestras prendas de abrigo y pediremos un petit creme y una copa doble de calvá. Pondremos en marcha nuestro i-pod y aguantaremos estoicamente.

Tal día como hoy, del año 1848, apareció al público “El Manifiesto Comunista” (junto a la Biblia, el libro  del que más ediciones se han hecho). Nuestro libro: Siempre nos hemos proclamado comunistas. El comunismo es el futuro, si lo hay. Somos enamorados del materialismo histórico.





 

Marx llega a París por primera vez en otoño de 1843 con su flamante, joven, aristócrata y embarazada esposa, Jenny. Marx también es joven, pero con barba. Tiene un proyecto a medias con Ruge, que es quien lo financia: “Los anales franco-alemanes” (un sólo número…tampoco le saldría muy caro). La familia se instala en el número 23 de esta calle en la que tomamos nuestro calvados. Un tal F.Engels enviará un artículo sobre Economía Política. Impresionó tanto al hegeliano de izquierdas que era, por entonces, Marx, que se puso a estudiar con verdadera pasión a todos los economistas que ahora llamamos neoclásicos.

Circunstancias que no vienen al caso forzaron un traslado de domicilio: al número 38 de esta misma calle. Allí nació su hija Jenny ¡Un primero de Mayo! (como mi perro, todo hay que decirlo). Desde allí mantuvo correspondencia con Feuerbach, con quien arreglaría cuentas posteriormente. Entabló amistad con H. Heine (¡léanlo!) que se enamoró platónicamente de Jenny; se relacionó con Proudhomme (con quien también arreglaría cuentas). Baudelaire siempre quiso una relación estrecha con el socialista utópico, pero éste le mostró una cordial indiferencia.

A estas alturas se nos notará nuestra inquina contra Baudelaire.

Aquí escribió Marx los controvertidos (¿) “Manuscritos” y aquí se empezó a fraguar una amistad indisoluble y decisiva, tanto que todavía hay quien piensa que Marx y Engels era algo así como Ortega y Gaset.

Una empresa americana se encarga, actualmente de alquilar las sencillas habitaciones que ocuparon los Marx, a millonarios turistas americanos, bajo el cutre reclamo de “ciudad de la luz”.

Engels llegó, procedente de Manchester, el 26 de Agosto de 1844. Quedaron en el Café  de la Régence de la Place du Palais Royal. Ese es, pues, nuestro próximo destino. Nos volveremos a poner nuestras prendas de abrigo y calentitos por dentro y por fuera, nos dirigiremos a la rive droit. Esta vez cruzaremos el Sena por el Pont de Carrousel y en cinco minutos estaremos en la plaza du Palais Royal. Aquí no encontraremos ningún café de la Régence. Ni en la rue Saint Honoré. En su lugar: la Oficina Nacional de Turismo de Marruecos.

Nos habrá pasado como aquella vez que fuimos a Berlín a ver la final de la copa de Europa de fútbol que disputaba el Barça... en Roma ¡Ya era extraño que los pasajeros del avión no portaran banderas, ni fetiches alusivos! ¡Extraño que sólo nosotros lleváramos la bufanda de siete leguas (que aún, como se ve, conservo)! ¡Extraño que sólo nosotros entonáramos cánticos!¡Extraño que al llegar a Berlín no encontráramos grupos de culés haciendo el imbécil (para unirnos a ellos)! Acabamos viendo el partido en un restaurante judío frente a la gran sinagoga de Oranienburg.

Pero como dios aprieta, pero no ahoga (¡!) en la calle Baillet, dentro del cuadrado formado por Las calles Pont Nuef, Rívoli, Almirant Coligny y los malecones del Sena, encontraremos un bar Régence que será suficiente para seguir con nuestras conexiones.

Una vida-eco. Muro contra el cual la historia choca y retrocede como eco. Seremos siempre eso. No tendremos vida propia; estaremos a disposición de las hojas del calendario. Como las hojas.

Habrá pasado el medio día. Pediremos un Dry, estilo Buñuel. 

El desaparecido café, frecuentado hasta por Napoleón, fue fundado en 1681: Café du Palais Royal. En 1715 tomó el nombre por el que lo conocemos. Con la “destrucción creativa” de Napoleón III, se trasladó a la Rue Richelieu y en el 54 se instaló definitivamente el Saint Honoré hasta que en 1916, tras convertirse en Restaurant en 1910,  se transformó en la oficina mentada. 

Era el centro mundial del ajedrez (¡no digo más!). Allí reinaba Philidor. Rousseau, perdía continuamente con el maestro y Diderot, a quien su mujer le daba 6 monedas diarias para café con el fin de que saciara sus ansias de ajedrecista, no conseguía ganarle nunca a Rousseau. Diderot no pasó nuca del “jaque pastor”.


                               

                                   
Aquí tuvo lugar esa inverosímil conversación (¡más de cuatro horas!) entre Diderot, el sensato, y el insensato sobrino de Rameau. Y se dijeron cosas interesantes.
Pues bien, aquí se encontraron Marx y Engels y continuaron su amistad indisoluble en la calle donde habremos tomado los calvados. Nos gustaría leer la carta que envió Engels a Lola Montes.

Las opiniones vertidas en los Anales llegaron a Prusia y de Prusia llegó el “consejo” de expulsión del país. La familia Marx, más Engels, se refugiaron en Bruselas (1945): “La ideología alemana”, “Tesis contra Feuerbach” y, antes, “La sagrada familia”: Arreglo de cuentas definitivo con su pasado de hegeliano de izquierdas. “La miseria de la filosofía”: contra la “Filosofía de la miseria” de Proudhomme: Arreglo de cuentas con el socialismo utópico y sentimental. 

Los lazos con los movimientos obreros se fortalecen. Liga Comunista, para la cual, escriben el “Manifiesto”: en los albores de “la primavera de los pueblos”. Nueva expulsión. El gobierno provisional francés, tras el derrocamiento del rey, lo invita a regresar a Francia. Regresa el 5 de marzo y se instala en la calle Neuve-Ménilmontant, tras pasar algunas noches en el hotel Manchester(¡!) de la calle Gramond. Tiene que empeñar hasta las joyas de la familia (las de Jenny, no las otras). Una corta estancia y vuelven a Alemania (Colonia). Neue Reinische Zeitung.



 Nueva expulsión y nueva vuelta a París, con nombre falso: Ramboz. Se instalan, él, Jenny y ¡cuatro hijos! (uno por año) en dos minúsculas habitaciones de un hotel de la calle de Lille, cerca de lo que es, ahora, el museo de Orsay. Tras la sangrienta derrota de de junio es nuevamente expulsado del país. Ante la amenaza de deportación a lo grande, escribe a Engels y consiguen legar a Londres.

Hasta aquí París.

Habremos visto infinitos escaparates en nuestro deambular prefijado (no somos verdaderos flâneurs). Definitivamente habremos desconectado el i-pod. Todo tiene un límite. Habremos notado, sensibles como somos, la melancolía de las mercancías expuestas. Habremos oído sus dulces reclamos... ¡no nos dejes solas! ¡llévanos contigo! Habremos, también, comprendido su íntima contradicción: quieren y no quieren. Si dejan de ser mercancías, entrarán en el declive del uso y en la rueda de la sustitución. Si siguen siendo mercancías, serán desplazadas por nuevas oleadas de semejantes. ¡Pobre vida la de las mercancías! ¡Ecce mercancía!! Obligadas a dejar de ser lo que son y a abandonar sus bonitos miradores, para poder reproducirse en sus descendientes. Cuando se las adquiere, dan a luz y el fruto de su vientre es acaparado por el padrastro y vuelta a empezar, pero todo ampliado.

El Capitalismo, ese impulso gigantesco que no sólo hizo trizas el sistema feudal, sino que disuelve todo lo sólido: lo convierte todo en mercancía. Pero las mercancías, a veces, se vengan, y se resisten a ser vendidas (realizadas) y se acumulan y se acumulan y mueren de dolores de parto, sin poder dar a luz. Y son arrojadas como desperdicios. También nosotros, como trabajo, somos mercancías y sufrimos el mismo vía crucis: “El Manifiesto”... ¡Esto merece un pernod! e ir pensando en la comida...”El Manifiesto”, decíamos, nos muestra como romper ese círculo infernal.

En fin lo mejor será que Vds. lo lean y saquen sus conclusiones. Nosotros habremos cumplido con lo dicho hasta ahora.

Y de golpe sentiremos una rabia inmensa, incontrolable, que nos hará pillar un taxi (si no lleváramos dinero no hubiéramos salido de casa) y que nos lleve directamente a París-Orly. ¡¿No nos iremos de París sin comernos una crêpe?! Seguro que habrá alguna creperie en el aeropuerto. Con un fifti-fifti (café y copa, que repartiremos entre la tacita y nosotros). Avión. Sudoku de Le Monde. Perturbaciones. Gritos de pánico. Taxista habitual. Pedirle el perro al vecino. Limpiarnos sus  (del perro) lametazos. Paseo nocturno. Espinacas y a dormir. ¡Salud (¿) y revolución!... ¿Y la bolsa del Condis?

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...