JULES
VALLÈS
A
las cinco de la mañana
Estamos en la gran barricada situada a un
extremo de la calle de Belleville (…) hemos echado a suertes, con el tipo
engalonado que me sustituyó, para ver quién iría a dormir unos instantes. Me ha
tocado a mí, y me tiendo sobre una vieja cama, en el interior de un apartamento
abandonado. He dormido mal. Algunos gusanos que se alimentaban del relleno del
colchón, han reptado, de repente, sobre mi piel …¡realmente tienen mucha
prisa!...
Voy a relevar a mi colega.
Hasta el presente he luchado más contra los
federados que contra los de Versalles. Ahora que sólo queda ya libre este
barrio, que no quedan ya traidores ni sospechosos para juzgar, la tarea es más
fácil. Se trata, tan sólo de resistir por principio, y de colocarse cerca de la
bandera, como los oficiales se acercan al palo mayor, cuando el barco se
hunde…¡¡Yo estoy allí!!
Respondemos a tiros y cañonazos al terrible
fuego que nos dirigen. En las ventanas de la Veilleuse, y en todas las casas de
la esquina, los nuestros han colocado colchones que humean bajo el impacto de
los proyectiles (…)
(hay
un intento, por parte de los “gubernamentales, de parlamentar (a todas luces
una treta) y mientras el intento se desarrolla…)
Se oyen gritos que vienen de Rebeval.
--¿Habrán atacado por detrás mientras el
parlamentario nos distraía?...¡Vingtras…vaya vd. a ver!
--¿Qué sucede?
--Pues que un civil que está entre los
nuestros se niega a hacer lo que le toca.
--Sí! ¡me niego!...¡Estoy en contra de la
guerra! (…) estoy a favor de la paz y en contra de la guerra!...Ni a favor de
ellos, ni a favor de vds….¡Y le reto a que me fuerce a luchar!...
(
¿Ven vds. a qué situaciones conduce lo de “Peace”?...¡Haz el amor, no la
guerra!...Fue fácil convencerlo…Inmediatamente la barricada es tomada…¡¡Sálvese
quien puede!!...y tú…¡vete con el cuento del pacifismo a los de la tricolor!)
(Vallès
consigue salvarse gracias a una valerosa joven que lo hace pasar por enfermero.
Tras muchas peripecias comprometidas, pena de muerte (en ausencia) incluída,
consigue, a través de Bélgica, llegar a Londres, donde residirá hasta la
amnistía de 1880. A su entierro (1885) acudieron más de 50.000 obreros que al
grito de “¡Vive La Commune!” lo acompañaron hasta el Père Lachaise.
HAZAN
El
domingo por la mañana (28 de mayo), la resistencia se reduce al pequeño
cuadrado que forman las calles de Fauburg-du-Temple, la des Trois-Bornes, la
des Trois-Couronnes y el boulevard de Belleville…¿Cuá fue la última barricada
de París?...Para Lissagaray fue la de la calle Ramponeau. Para Louis Michel, la
de Fontaine-au-Roi…
LISSAGARAY
“Durante un cuarto de hora, un solo federado
la defiende (la de Ramponeau). Por tres veces rompe el asta de la bandera de
los de Versalles, que ondeaba sobre la barricada de la calle de París (Rue Belleville). Como premio a su
coraje, el último soldado de la Comuna, consiguió escapar” (la leyenda
afirma que fue el mismo Lissagaray)
LOUIS
MICHEL
“Sobre la barricada ondea una inmensa
bandera roja. Allí están los dos Ferré, están J.B. Clément, Cambon, Varlin,
Vermorel, Champy…La barricada de la calle Saint-Maur acaba de morir, la de
Fontaine-du-Rois se mantiene con obstinación…escupiendo metralla a la cara de los
de Versalles. Se oye la banda furiosa de lobos que se acerca…Los únicos que,
ahora que enmudece el cañón de Père Lachaise, aún se mantienen en pie son los
de la Fontaine-du-Roi. En el momento en el que disparan los últimos cartuchos y
se disponen a marchar… llega una joven de la barricada de Saint-Maur y ofrece
sus servicios. Ellos querían alejarla de este lugar de muerte, pero ella
permaneció a pesar de ellos. A la “ambulancière” de la última barricada y de la
última hora, J-B. Clément dedicará, tiempo después, las canción de “les
Cerises”.
ELISÉE RECLUS
Toda
la mañana hemos oído tronar el cañón…aún se le oye…¡señal de que no todo está
perdido! El cementerio de Père Lachaise, rodeado de muros altos y y dominando
todo París…con sus múltiples tumbas y capillas es el último punto en el cual se
mantiene la insurrección.
¡Insurrección!...¡Es
el nombre oficial de la derrota…y nosotros mismo lo pronunciamos sin caer en la
cuenta. ¡Todo vencido es fatalmente un insurrecto!
Se
nos cuenta que en el boulevard Prince Eugène y de la plaza de Cateau d’Eau a la
Bastille, la masacre ha sido escalofriante: después de haber tomado el cuartel
los soldados arrojaban por las ventanas a los Guardias Nacionales muertos o
moribundos. Los Ayuntamientos están atestados de cadáveres…¡yacen por todas las
calles!...¡el aire atufa!...Ya se ven manadas de perros con cuartos de hombre
entre sus fauces.
Es
evidente, entre los muertos, la abundancia de viejos…Son los fieles del
48…aquellos que han resistido la influencia insufrible del Imperio y que lo han
sobrevivido.
La
edad legal para formar parte de la Guardia Nacional va de los 20 a los 40 años,
pero en la mayor parte de los batallones, la élite, los más valerosos…están por
debajo o por encima de esos límites. Frecuentemente se veía en las compañías
hombres marchando entre su padre y su hijo. Los más ardientes, los más duros,
casi siempre han sido el abuelo y el nieto…¡Un buen augurio para la Revolución
que vendrá!...(en la que ya se piensa).
Por
la noche.
Père
Lachaise es atacado por los cuatro costados e inundado por las tropas rurales.
Los últimos defensores de la Comuna han sido masacrados.
“Probablemente un periodo histórico acaba de
cerrarse. Uno nuevo comienza. Todo ha acabado para nuestra
generación…destinada, sin duda, a ser espectadora impotente, la víctima
lamentable de una reacción furiosa.
¡Pobre Francia! (…) tus mejores hijos, los
más valientes, los más inteligentes (…) ya no están . Los ociosos y los
explotadores, coaligados, han matado a los trabajadores (…) ¡Qué ruina!
Tras la corrupción bonapartista vino la
cobardía ante los prusianos, después la carnicería contra los
revolucionarios…¿qué seguirá ahora?...¡Qué lúgubre futuro se presenta ante mis
ojos!
(…) Pero no cederemos…¡Somos
inmortales!...nuestros hijos traerán la victoria…y si nuestros hijos son
aplastados, nuestros nietos triunfarán (…)
El viejo mundo está establecido sobre
privilegios de la clase ociosa; el Nuevo se establecerá sobre los derechos del
trabajo.”
(Así
sigue E. Reclus…entre lamentos y esperanzas…¡Cómo profeta de lo inevitable!)
Es
de bien nacidos el agradecimiento. Así que, siguiendo la Rue Roquette,
entraremos en Père Lachaise y siguiendo el muro de la derecha, daremos con “el muro de los federados”, donde fueron
fusilados por decenas los últimos resistentes.
Agradecidos
por haber abierto una brecha en el muro sólido de la historia.
De
paso tomaremos una rosa esplendorosa de los federados, para depositarla en la
losa de los brigadistas franceses en la revolución española. Se oye la música
de “Ma liberté”… ¡entierran a
Moustaki!.
Tocados
(y casi hundidos) bajaremos hacia rue des Pirinées…de camino tomaremos alguna
cosa para quitarnos el helor mortal que nos invadirá y nos dirigiremos a Port
de Lilas.
¡Mañana
será otro día!