Buscar este blog

lunes, 16 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 16 de diciembre. Moby Dick. Silvana Mangano. Ylenia Carrisi.



“Que durante seis mil años –y nadie sabe cuántos millones de siglos antes– las grandes ballenas hayan ido lanzando sus chorros por todo el mar, y salpicando y nebulizando los jardines de las profundidades como regaderas y vaporizadores; y que durante varios siglos pasados miles de cazadores se hayan acercado a la fuente de la ballena, observando esos chorreos y salpicaduras; que todo eso haya ocurrido así, y, sin embargo, hasta este mismo bendito minuto (quince minutos y cuarto después de la una de la tarde de dieciséis de diciembre del año del señor 1851…(¿o era el 52?) siga siendo un problema si esos chorreos son, después de todo, agua de veras, o nada más que vapor; esto, sin duda, es cosa notable”



  Que una novela sea encabezada por una cita sacada a colación es normal… ¡Pero 67! Sin duda “Moby Dick” ha pasado a la historia por ser la novela que más citas introductorias acumula. Tal que parece un entero capítulo introductorio.

Dicen que la novela está ligada a la “burguesía urbana” y al desarrollo de los medios de comunicación de masas. Europa fue pionera. La “novela realista” europea hubiera sido imposible sin el tipo de ciudad que había prosperado, sin esas villas campestres rodeadas de fragantes jardines, sin esas calles empedradas y sus abundantes establecimientos. En la “moderna novela realista” se visualizan las transformaciones del capital y sus efectos sobre los ciudadanos. Las mercancías toman un papel relevante  y las líneas argumentales caben perfectamente en una pequeña ciudad de provincias.

Rusia y Estados Unidos iban a su aire. Gigantes a medio explorar aún no habían consolidado la estructura de clases propia de la época. No existían agradables ciudades de provincia, no existía un funcionariado que fuera digno protagonista de aventuras insulsas. No había aparecido el “héroe moderno”. Son novelas “titánicas”, incapaces de ser recluidas en espacios estrechos. Quiebran las convenciones del “realismo” y dan paso a la “metafísica”. “Moby Dick” no cabe en el Delfinado. “Guerra y Paz  no se aviene con la primorosa y antigua Ruan de Flaubert. (Por cierto, la última entrega de “Madame Bovary” a la “Revue de París” tuvo lugar tal día como ayer, del año 1856).
De momento baste con estos detalles. Tiempo habrá para volver sobre aquella epopeya mortífera  ¿eh, “Hegel”?

Esta mañana, casi primaveral, iremos a la nacional II, a tomar el sol y alguna otra cosilla. Tomamos asiento en “la Farrera”: Unas tostadas para mí y un bocadillo (pequeño) de queso manchego para el “filósofo”. Y una cerveza. Vete preparando el carajillo.

¡Qué felicidad! ¿eh, Hegel? Dan ganas de cantar: “La felicità, lariro lariro / larilo larilo / larilo lalaaa. La felicità…” Y  de sonreír con la sonrisa sonriente de Albano. ¡Qué familia modélica! ¡Cuánta felicidad por metro cuadrado!...si no fuera por lo que fue. Era italiano, de Brindisi; sin embargo vestía pantalones tipo francés: estrechos de culo y un poco anchos de pernera, como mi profesor de psicoanálisis  en la Universidad de Valencia. El tipo perdía todo el crédito cada vez que se agachaba a recoger los trocitos de tiza que dejábamos en sitios estratégicos. Una vez perdió, incluso, el pantalón: se le rasgó (el ruido fue apocalíptico) desde la trabilla del cinturón, hasta la costura de la entrepierna. Fue durante la sesión dedicada al “narcisismo primario”. Pidió una baja por depresión.
Romina vestía faldas largas y amplias; no le importaba que hubiera barro, mierda o lo que fuera. ¡Ella vestía faldas largas!  Era una pareja simpática de verdad y trasmitía optimismo y vergüenza ajena. Si existía la felicidad celestial, ellos eran su encarnación terrestre (si no hubiera sido por lo que fue).



 Y lo que fue ocurrió tal día como hoy, del año 1994, aunque se hiciera notorio y público el día 1 de Enero…por aquello de ¡¡Feliz año nuevo!!

No entraré en las sospechas acerca de la veracidad de la versión “oficial”, pese a que hay puntos más negros que los calzoncillos de mi profesor de psicoanálisis. El cantante, sin embargo, aceptó los hechos tal como le fueron presentados. La madre, no. Y ahí empezó un largo periodo de desavenencias, por decir algo, que se disolvieron en el festival de Perellada a cambio de un buen pellizco.

Pues bien, Ylenia, hija de Albano y Romina, se había trasladado a Nueva Orleans (sentía predilección por el Misisispi) y no dio señales de vida ni en noche buena ni en navidad. Así que el día de Año Nuevo denunciaron su desaparición. El guardián del Acuario Municipal declaró haber visto cómo una muchacha de las características de Ylenia, se lanzaba al río. ¿Saben Vds. cuántas chicas se lanzan diariamente al río en Nueva Orleans?  Le preguntaron se llevaba falda larga, pues sentía gran aprecio por su madre. El operario dijo que, al caer, la falda se le subió (se le bajó, en realidad) a la cabeza mostrando unas hermosas bragas negras. Tampoco pudo ver, por la misma razón, si llevaba el pelo largo, como su amada madre, o, por el contrario, a lo “garçon” como su odiado padre. De lo dicho se desprendía inexorablemente que se trataba de la hija del dúo. El padre adujo que no era la primera vez y que pasaba por una mala racha alimentada por drogas y demás. La madre adujo que eso era imposible y puso de relieve el odio profundo que sentía la astilla por el palo. Y, además, denunció los palos que le metía su inverosímil verdugo. 

Por aquello días pegaba con fuerza el último álbum de la pareja: “El tiempo de amarse”. Tras los hechos, sellaron el asunto con un “Amor sagrado”, emocionante de verdad.

¿Qué les parecería oír en este preciso momento “¿Dónde estás corazón?” en la magnífica voz de Tito Schirpa? (*)
O bien, para acompañar la marcha de la joven hacia el fondo, cubierto de suicidas, del golfo de Méjico: “Le Chant de ceux qui s'en vont sur la mer” (Saint-Saëns *)

Puestos a hablar de infancias infelices  no podemos olvidar a Somerset Maugham: «hubiera preferido no escribir ni una sola línea a lo largo de su vida.» La literatura «no me ha aportado otra cosa que miseria. Cualquiera que me haya conocido bien ha terminado odiándome. Toda mi existencia ha sido un fracaso». Murió tal día como hoy, del año 1965. Preguntado antes quizás hubiera respondido SÍ a la pregunta sobre la felicidad. Al final, respondió NO. Y es la respuesta definitiva. Su fama se fue eclipsando y de ser uno de los autores mejor pagados ha devenido pasto de librerías de segunda mano y materia prima para encender barbacoas.

Mejor le hubiera ido si se hubiera dedicado a predicador, como era su verdadera vocación…pero ¿imaginan Vds. un predicador tartamudo? La palabra de dios (¿) hubiera sido hecha trizas, sometida a presiones indignas y él mismo, a la rechifla general.

La vida, “Hegel”, da muchas vueltas. Más que tú cuando persigues una hoja otoñal. Es como una gran noria en cuyos compartimentos se esconden la miseria, la alegría, la fortuna, la desgracia, la felicidad, el dolor, la riqueza, la pobreza, la placidez, la amargura…Cuando la rueda se va parando vuelca sobre ti su último contenido…y ese es el que determina la tonalidad de toda la vida. Pero, “Hegel”, no olvides que tú también vas llenando esos depósitos, así que, en cierta manera, determinas el final. Por lo tanto, sé fiero con los canallas; generoso con los generosos; solidario con los que no tienen…

–Y tú no seas pelmazo…Y sé un poco más generoso con mi comida. Y no me pongas más los higadillos, que amargan.

Este arranque de sinceridad e indignación me empuja al Condis. Vamos a hacer una paella por todo lo alto: arroz bomba, conejo y pollo, pimiento rojo, alcachofas y azafrán de verdad. Le diré a la carnicera que quite bien la hiel, para que el arroz no amargue.

Cuando pusieron en mi pueblo “Arroz amargo (ver 21 de septiembre. 2ª serie. Inédita) y vimos en pantalones cortos a Silvana Mangano (*) entendimos, súbitamente iluminados, de qué iba el juego de la censura. El párroco le otorgó un “4” (gravemente peligrosa) y estuvo repitiendo la advertencia desde dos semanas antes de su estreno. Hasta los niños estábamos expectantes. Las mujeres sufrían en silencio y a punto estuvieron de hacer una escena a lo Aristófanes. Que qué tenía esa puta que no tuvieran ellas. Era imposible explicárselo. Así que no se hablaba del tema en su presencia. Sólo cuando vieron los carteles reconocieron lo evidente y se postraron humildes (como si estuvieran fregando el suelo) ante tan deslumbrante belleza. Los hombres la amaron desde el principio, pero, acabada la película, añadieron la estimación y el reconocimiento moral. Las mujeres asintieron resignadas.



 Mi hermano, que, como saben, era el que “echaba el cine”, cortó algunos fotogramas de cuando la “chica” está en el arrozal y se limpia el sudor con el dorso de la mano y las demás, agachadas como si fregaran el suelo, recogen el arroz. Con ese tesoro conseguía yo un suplemento de canela o un trocito más de aquel queso amarillo y redondo que iluminaba nuestras aburridas tardes en la escuela de los “cagones”. Digo yo que cuando llegara la película a Riomalo de Abajo, vecino de Malpartida, sólo sería visible el título y el FIN.
 
Y es que ver, después, a nuestras madres, rodillas en tierra, junto a un caldero de agua pútrida, como ñus abrevando en un charco del Serengueti, y un trapo en la derecha, con el que intentaban sacar brillo a un suelo de barro cocido…era como para ponerse a llorar. Algunas usaban “rodilleras” de guardameta. Las más iban colocando un amasijo de trapos bajo las rodillas. Algunas a pelo. Nada que ver con el culo de la “Mengano” (como empezó a llamársele). Era verdaderamente para ponerse a llorar. Y llorábamos.

Así que cuando Manuel Jalón Corominas (*), desarrolló, a partir de un cubo con rodillos, un artilugio al que Enrique Falcón Morellón (primer vendedor de la empresa) puso el nombre de “fregona”, a nuestras madres se les abrió el paraíso terrenal. Acababa la década de los sesenta cuando hizo aparición en nuestra casa. Por entonces ya nadie se acordaba de culo de la “Mengano”. ¡¡Qué inventen ellos!! Se le hubiera atragantado la proclama al catedrático a la vista de tan hermoso, sencillo y humanitario utensilio. Y no quedó ahí la cosa, también ofreció al universo-mundo la aguja hipodérmica desechable y decenas de baratijas que la memoria colectiva no ha tenido a bien conservar. Era una especie de Melquíades que extrajera de sí mismo las maravillas. 

 



 Ahora nuestras madres, quizás un poco tarde la verdad, podrían lucir su palmito incluso entregadas a las faenas domésticas. Era la época de los “espagueti western” y Fortuna aspiraba a convertirse en la meca de las películas de desiertos y demás. Las víboras y alacranes, daban por hecha la elección y acudieron en masa. Lástima que Tabernas se le adelantara. Allí nuestro ídolo era Lee Van Cleef  (*). De hecho su físico bien podría pasar por ancestro de los actuales “fortuneros”. A mí de este meritorio lo que más me gustó fue “Objetivo: matar”. Le hacía la réplica Tita Cervera. Todo empieza, a falta de hipódromo, en un canódromo (¡¡). La Tita Cervera consigue salir ilesa: a partir de entonces el bueno (en realidad “el malo”) de Lee fue en declive…y Tita Cervera…¡Ya saben Vds.!

 

–Una paella excelente, ¿eh, Hegel?

–Así es. Lástima que no sea aficionado al vino. Me da envidia ver la cara de alegría que pones cuando pimplas. Debe de ser estupendo.

–También tiene sus amarguras, Hegel. A veces es más peligroso que el capítulo 38 de la primera serie de Pokemon (*). Te eleva, te derriba, te sume en la tristeza, te arrebata, te adormece, te impide dormir…Te da vueltas la cabeza. ¿Lo entiendes? ¡Te da vueltas la cabeza! Hay que estar muy acostumbrado para controlar sus efectos  y tenerlo (al vino) como un fiel aliado.

–No…si era por hablar…

PD.
Tal día como hoy (2001), moría en Jerusalén Stefan Heym. Quizás no les suene, pero debería sonarles. Antifascista precoz y cascarrabias hasta el final. Fue muy crítico con la forma en que se consumó la absorción de la RDA por parte de la Alemania Federal, así como con sus conciudadanos que se dejaron seducir por los “marcos de bienvenida”. Le dolieron como puñaladas las corredizas de sus compatriotas hacia el MacDonald más cercano o hacia las tiendas de cosmética de pacotilla. En las elecciones del 94 consiguió un escaño por el barrio de Prenzlauerberg (Berlín) y como miembro más viejo de la Cámara le correspondió a él pronunciar el mensaje de apertura. Dijo lo que no se quería oír. Puso de relieve lo bueno de la sociedad que había sido barrida y se manifestó por un socialismo democrático alternativo al capitalismo que dominaba hasta el tuétano de la nueva nación alemana. Rompiendo la costumbre (por fría que fuese), nadie le aplaudió. Fue la única vez que el diario de sesiones de la Cámara omitió un discurso inaugural. Vio claro el significado y las consecuencias de la “reunificación”.

Hegel” y yo te rendimos el homenaje debido.






















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...