Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta Breton. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Breton. Mostrar todas las entradas

domingo, 2 de febrero de 2014

Propuesta para hoy, día 2 de febrero. "Maison de les amis des livres", "Shakespeare and Company" y "Ulises".


(Asteriscos * remiten a Efemerísticas Razones)

La foto tiene la belleza chispeante de la que hablara Lautremont. Y convulsa, como le gustaba decir a Breton. Marilyn abría el libro al azar, como los santos antiguos, y "echaba suertes". La imagen reúne de forma primorosa la alta y la baja cultura, de tal manera que quien elija se privará de parte del paraíso.


Fue tomada la misma primavera en la que murió, harta del síndrome de Ménière, Adrienne Monnier (1955).

En el París desolado de 1915, el 15 de noviembre y en el 7 de la Rue de l'Odeon, Adrienne Monnier abrió una librería misericordiosa. No hubiera dejado de ser un mera insensatez, como tantas, de no haber sido por lo que fue. "La Maison de les Amis des Livres", se convirtió en Centro de Día (y de noche) de todo el amplio espectro de la inteligentsia parisiense de la época. Allí, mientras Breton leía un número de "Les soirées de París", se le presentó Aragón. De esta manera quedó conformado el comando "los tres mosqueteros". Sin Adrienne Monnier no hubiera existido la Sylvia Beach que conocemos, y sin Sylvia Beach la magna obra de Joyce hubiera sido privada de parte de su áura. Y tampoco sabríamos de la pasión de Valéry por la nuez moscada. La librería cerró en el 51.



Breton: "A.M. ha hecho de su tienda un lugar de encuentro intelectual más atractivo del momento... Las amables pinceladas que puede introducir en la conversación, las oportunidades que le da a la gente joven, e incluso las provocativas maneras de sus gustos: no le faltan cartas de triunfo en las manos".
A. Mannier correspondió, con su deferencia y bondad connatural: "Su belleza no era angelical (graciosa), sino arcangelical (seria)." Bueno, cuando uno sigue leyendo no sabe muy bien en qué consiste esa hermosura...

Fue el sitio al que nunca llegó Vaché: "TE ESTOY ESPERANDO" le escribió Breton (1919). Lo umorístico del caso es que el destinatario había sido encontrado muerto el día de la epifanía, y desde la nada de Nantes pudo haber exigido ¡SOY YO QUIEN TE ESTÁ ESPERANDO, IDIOTA! La carta-collage fue escrita en la librería de la Monnier. La lectura a la que había sido reclamado, no tuvo lugar. (ver Propuesta del 6 de enero).

Jamás había oído aquel nombre, ni el barrio de Odéon me era familiar, pero algo irresistible dentro de mí me atrajo hacia el lugar donde iban a sucederme cosas tan importantes. Crucé el Sena y pronto me hallé en la calle de l’Odéon. Al final de la misma había un teatro que podía recordar a las Casas Coloniales de Princeton y, hacia media calle, en el lado izquierdo se veía una pequeña librería de color gris con las palabras “A. Monnier” encima de la puerta. Contemplé los atractivos libros del escaparate y, escudriñando hacia el interior de la tienda, vi todas las paredes cubiertas de estantes llenos de volúmenes recubiertos de ese brillante papel de celofán con que están forrados los libros franceses mientras esperan, generalmente durante largo tiempo, que los lleven al encuadernador. Aquí y allá había también interesantes retratos de escritores. (...) Adrienne Monnier era una mujer robusta, rubia y blanca como una mujer escandinava, de mejillas sonrosadas y pelo lacio peinado hacia atrás desde la frente. Sus ojos eran muy llamativos, de un azul gris indefinido, ligeramente saltones recordándome a los de William Blake, y su aspecto era el de una persona llena de vida". (Sylvia Beach: Shakespeare and Company).

Claude Roy, que por entonces era casi un bebé, la recordará así:

"monja discretamente budista, era redonda y rústica, vestida con sayal gris y pañoleta de lana cruda, de ojos azules dulcemente obstinados y mejillas como lavadas con jabón de Marsella" (Claude Roy).

Aunque la gloria postrera se postró ante Sylvia, es Adrienne quien la merece en mayor medida. Abeja que libaba de flor en flor. Madre y librera. Santa de la hermandad de los desamparados. Lo que pudo acabar como un turbio y subterráneo duelo* borgiano, se convirtió en una historia de amor y solidaridad que no debe olvidarse. "El día 2 de febrero de 1964, Clara Glencairn murió de aneurisma." y "Marta comprendió que su vida ya carecía de razón."

Sylvia llegó a París, desde USA, en plena guerra, como punta de lanza de la avalancha posterior. Empieza la relación con Adrienne y en el 19 abre, con ayuda de su querida Monnier, su propia librería: Shakespeare and Company. Antes de instalarse en el nº 12 de rue de l'Odeon, frente al hogar-librería de Adrienne, había ocupado el 8 rue Dupuytren, justo donde, en consonancia con los tiempos, se ha instalado un establecimiento de cosmética bio, y antes había sido una lavandería. Así se repartieron el trabajo: una de las letras francesas y la otra de las anglosajonas. La clientela era compartida. Ya que Monnier no pudo abrir una sucursal francesa en la gran manzana, Sylvia abrió una libreria americana en el barrio latino: Todo más fácil y más barato. Fue entonces cuando Satie compuso la "Marche de la Cocagne", himno oficial de los Potassons, como así se decían los clientes de Monnier.



Infórmense Uds. Infórmense.... Yo les ayudo un poco. Potasson: "variedad de la especie humana que se distingue por su gentileza y su forma de entender la vida (...) Cuando los potassons se juntan, todo va bien, todo tiene fácil arreglo, no hay que hacer mucho esfuerzo para divertirse, el mundo es claro, se atraviesa de una punta a otra, de principio a fin, desde las grandes bestias de los orígenes--las hemos visto, estábamos allí-- hasta el fin de los fines, donde todo vuelve a empezar, siempre con ganas y buen humor" (Leon-Paul Fargue).

Heminway, repuesto de su grave percance italiano, llegó a París recién comenzada la década de los veinte. Se instaló en el 74 de Cardinal Lemoine, en una esquina imposible, pero sus verdaderos hogares fueron el 27 de rue Fleury y el 8 y el 12 de la calle del Odeon, "que el viento barría"... El bigotito empezaba a crecer. Y su afición cutre a los toros, también. Gracias a estos ángeles, conoció a Pound, Fitgerard, Joyce... y gracias a la gorda, a Picasso, Miró, Gris... Se quejaba Ernest de la ausencia de restaurantes baratos por su zona. Bueno, pues...¡asunto solucionado! Aquello está atestado de establecimientos hosteleros. Incluso, podría, ahora, escoger entre el "Burro Blanco", frente a su casa y el "Bar Pepe", en la vecina Vaugirard., especializados en paellas y calamares, así como en rabo de toro y casquería variada (por encargo) y, como pueden inducir, establecimientos españoles abiertos en las prodigiosas décadas pasadas, aunque parezcan del neolítico.




Como ya habrán imaginado Uds. me encuentro a buen recaudo. La elección no ha sido fácil: El "Burro blanco", nada que ver con el burrito blanco ("Nadie") que Zo d'Axa presentó a las elecciones a la Asamblea Nacional en 1898, por el disparatado Montmatre de la época, está frente con frente con el bar "Descartes". Parte de mí, mi parte hispana y cateta (perdonen la redundancia), me empujaba hacia el cuadrúpedo albino; mi parte doctoral, ya casi olvidada, me susurraba que tomara una silla en el establecimiento del pensador. La decisión cayó por su propio peso: el "Burro" abre sólo por las noches. Así que aquí me tienen pasando un frío polar, cubierto de arriba abajo con mis prendas queridas y siendo el hazmerreir de todo el barrio. De nada vale que proclame el motivo de mi visita. Un mamarracho es un mamarracho.

Aquí no sirve nadie.

"Ese día (2 de febrero del año 1922) Sylvia Beach (...), estuvo paseando en París a lo largo del andén de la Gare de Lyon largo rato, inquieta, mientras aguardaba, envuelta por el frío aire de la mañana, la llegada del tren de Dijon. El expreso llegó a las siete en punto de la mañana." (Vila-Matas...pero podrían haberlo escrito Uds. mismos).

Sylvia no esperaba un cargamento de mostaza ni unas botellitas de Borgoña. Corrió hacia el revisor y le arrancó de las manos el paquete que el funcionario no sabía exactamente a quién entregar. Se evidenció que el revisor no había leído a Heminway (ni él ni nadie, por lo demás), pues, de lo contrario, hubiera dado enseguida con la destinataria que:

"Tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos tan vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba hacia atrás partiendo de su hermosa frente y cortaba a ras de sus orejas y siguiendo la misma curva del cuello de las chaquetas de terciopelo que llevaba. Tenía las piernas bonitas y era amable y alegre y se interesaba en ls conversaciones, y le gustaba bromear y contar chismes."

Pellizcó el papel de estraza y un rayo azul egeo se estrelló contra la gigantesca marquesina metálica. Azul y blanco, como la bandera griega. A fin de cuentas algo tenía que ver con todo aquello. Eran los dos primeros ejemplares de ULISES que, Sylvia, contra viento y marea (añádanle la inexperiencia), había decidido editar, y editó... pues cuando una mujer promete ¡cumple! Joyce (que también cumplía (años)) se desayunó con el tremendo tomo encima de la mesa.


Poco a poco la novela se fue convirtiendo en lo que es ahora y B. Shaw, V.Woolf (40 años) que está ocupada en "El cuarto de Jakob", y otros... tuvieron que ir comiéndose sus palabras poco a poco. Algunos años después, Adrienne la editó en francés. Djuna Barnes que había sido enviada a París para entrevistar a Joyce; cuando supo de qué se trataba, no pudo, apabullada, seguir escribiendo... hasta que el 1928 apareció su "Ryder". 


Es el año de "Tierra Baldía" del spengleriano Elliott, de la versión inglesa del "Tractatus", de "Babbit". Fitzgerard (26 años) está con su primera novela. Dos Passos está a un paso de acabar "Tres soldados". Cumming (28 años) convierte su experiencia de guera en "La habitación enorme". Pound (37 años) ya ha dado muestras de su filofascismo y se ha labrado un nombre. Faulkner (25 años) ha publicado algunos relatillos y poemas. Steinbeck (20 años) es demasiado joven. Gide (52 años) tiene en mente "Los monederos falsos". 
Pessoa inicia su correspondencia con Ofelia y Kafka la suya con Milena. Y miren Uds, el premio nóbel se lo concedieron a Juan Ramón Jiménes, poeta y pedorro: "Por la feliz manera en que ha continuado las tradiciones ilustres del drama español". Proust se estaba muriendo y la noticia acabó de hundirlo.

 Kafka, perdido en "El Castillo" e imaginando "Un artista del hambre" (1924), anota en su diario: "Felicidad de estar con la gente". Por la noche, quizás por ese exceso de optimismo: insomnio y pesadillas (o al revés).
...Y Breton, exactamente quince años más tarde, recibe los 1800 ejemplares de su Amour fou, insuficientes para calmar el hambre canina dela areja. la edición vagó por las estanterías durante cuatro penosos años.


Cuando me vengo a dar cuenta son las doce pasadas y estos son capaces de dejarme sin comer. Así que abandono la terraza y paso al interior. Se hace un silencio sepulcral, correspondiendo a lo que parece ser una momia del imperio medio. Una estufa conmemorativa. Mesitas para dos o cuatro. Grandes ventanales... y un cierto contagio de la estética hispana. Se ve que el "Burrito" y la "Casa Pepe" pegan fuerte. Elijo una mesa junto a la cristalera. Cuando me despojo de las prendas de abrigo, me quedo en nada. Los clientes, escasos, contemplan asombrados la transubstanciación. Junto a mí un cúmulo (¿túmulo?) de ropa- vieja-arte povera.

- Soyez bienvenue!- y deja sobre la mesa el libreto.

- Y que lo diga.... ¡un frío que pela!

- Alguna cosa de aperitivo?

- Déjeme que lo piense.

El camarero se mantiene impávido, inmóvil y lápiz en mano... dispuesto a anotar, de forma indeleble, cualquier palabra que, a partir de ahora, salga de mi boca. El silencio se espesa. Mi pedido parece que vaya a hacer época. Los clientes lo recordarán durante todas sus vidas: ¡Yo estuve allí...y lo oí todo!

- ¡Caracoles!... con mostaza de Dijon y una botellita de Borgoña.

Parece que esto le ha hecho daño: Contrae los labios, frunce el ceño, un espasmo le recorre, la punta del lápiz se quiebra...así empezó la primera guerra mundial.

- Bueno, pues lo que Ud. desee...¡y no se hable más!

Se retira y vuelve con un mantelito con la imagen de Descartes que afirma: "como, luego existo", sobre el cual deposita un plato con jamón reseco, salchicha seca, paté del Aveyron, más jamón y pepinillos en vinagre. Una hebra de pasta amarilla une los ingredientes formando un organigrama repulsivo.

- E, voilà. C'est l'assiette Descartes: con su jamón, su paté, sus pepinillos y su mostaza.

¿Estaré soñando? ¿Será posible que ésto esté ocurriendo a dos pasos de la casa de Heminway y en pleno siglo XXI?

- ¿Y el vino?

La ocupación fue una época terrible. Las libreras hicieron lo que pudieron para que los suyos no pasaran demasiada hambre ni demasiado frío. Monnier publicaba (en la zona sur) crónicas en Le Figaro donde daba cuenta de las penurias. Los libros escaseaban y las colas llegaban hasta el mismo Odeón. Se solicitaban los clásicos patrios, temerosos de que los alemanes los sacaran de circulación.

"¡Querida Sylvia! Gracias a ella, a los amigos que tiene en Touraine, recibimos un conejo casi todas las semanas. Incluso ha conseguido, tras un año de trabajo de zapa, procurarnos un pavo de Navidad."

Sylvia cerró su librería en el 41, por el asunto aquel del alemán que quería que le vendiese un ejemplar del "Finnegan's Wake". Antes de que volviera en plan teutón, Sylvia recogió velas. Cuando el militar apareció, no había ni rastro de lo que había sido una librería. Adrienne lo vio todo desde la cristalera de "Les amis des livres". Sylvia lo pasó mal. Empleó el tiempo en su amor por la Monnier y en poner orden en sus recuerdos.




Veo como el camarero atraviesa la sala con un plato de caracoles humeantes. No soporto más la rechifla. Así que yo también recojo velas y me dirijo a la "Casa Pepe". Tenía pensado tomar un Grand Marnier, pero ¡que se joda el basto!
Cerrada. Mierda. Me dirijo a Champolion y me meto en la Filmoteque. Escojo la sala roja, dedicada a Marylin. Blanco y negro. Clásicos japoneses. Lo ideal para una buena siesta. ¿Saben de dónde el nombre? ¡Del latín!: la hora sexta solar, o sea sobre las dos de la tarde. Cuando me despierto siguen los japoneses cortándose a rodajas.

Sylvia cuenta los combates de la rue Odeon y de cómo Heminway, tras limpiar de alemanes la zona, se dirigió a "liberar la bodega del Ritz".

En 1951 Monnier echa la persiana. Ese mismo año George abre en "Le Mistral" en el 37 de la rue Bûcherie, muy frecuentada desde el principio por americanos notables, entre los cuales, toda la generación Beat que no dudaban en convertirla en dormitorio. Y, ahora, por toda clase de bestizuelas.

En 1955, muere Monnier y Sylvia comienza a escribir sus recuerdos.

En 1962. Muere Sylvia Beach. Y George cambia el nombre a su librería: "Sakespeare and Company". Laure Murat afirma tajantemente que "no tiene nada que ver con la original (...). que no puede considerarse el heredero legal, ni moral ni espiritual de la señora Beach".
El retrato de Shakespeare que luce en el dintel, es el original que pintó Winzer para Sylvia Beach. Sylvia, la hija de George, ya muerto, como es natural, lleva el negocio...¡viento en popa!: café, tentenpié, libros, souvenir, préstamo, biblioteca.... y una hermosísima vista de Notre Dame: "No seas rudo con los visitantes, no vaya a ser que sean ángeles disfrazados." Adrienne los hubiera reconocido a cien leguas, sin necesidad de ese permanente recordatorio.




Me acerco a la Casa Pepe. La cola llega hasta la calle Descartes. Cuando me llega el turno, el caracartón de la puerta empieza a ponerme pegas: que si no he reservado, que si voy solo, que si le voy a joder una mesa, que dónde voy yo con esa indumentaria... Le digo que soy de la zona de Despeñaperros y que siento una nostalgia invencible, y que por la ropa... que no se preocupe que, una vez dentro, me la quitaré y pareceré otro.

-Bueno, por ser de donde es... ¡pero siéntese en aquella mesita que hay al lado del váter!

-Estoy hecho a semejante distinción.

(Parece el día de la marmota*).

Bueno, señores, aquello es impresionante de verdad. Muchas veces hemos empleado el adjetivo demasiado a la ligera. Hay que estar verdaderamente desesperado para una tarde de domingo, o quizás por eso, meterte en ese cúmulo de esencias patrias periclitadas. Una cabeza, apolillada, de toro lo observa todo con atención de muerto. Banderines del Sevilla. Una tremenda foto del Camarón. Banderitas españolas cruzando la estancia a media altura... justo para que te degolles. Jamones colgando con su cazuelita para las chorreras; cencerros, ruedas de carro, fotos, flores de plástico, jarras medievales, sillas de madera maciza, de esas que una vez colocadas no hay dios (?) que pueda moverlas. La barra... ¡Ay! ¡La barra!

Podría decirse, para resumir, que es el negativo (en todos los sentidos) de lo de Monnier. Salvando al Camarón, naturalmente.

A la hora establecida, cuando los clientes están hasta el culo de sangría y paella noctívaga, el que hace de Pepe, vistiendo una camisa blanca sin solapas, medio india, medio inca, se arranca con aquello de "Morena, la de los rojos claveles.....la reina de las mujeres... la del clavel español...", dos guitarristas, de negro, rasgan, uno, la guitarra y el otro, el requinto o guitarrico, denotando su origen aragonés. Todos juntos parecen un plato combinado de blanco y negro. Una rubia alta, delgada, vestido rojo ceñido, se levanta con dificultad y con dificultad, debido a los desperdicios, se lanza sobre Pepe. Pepe la coge por la cintura y empieza a darle vueltas sobre su eje: "Morena... la reina de las mujeres..." Sólo imaginar el paisaje que la rubia verá en sus circunvalaciones, da vértigo. El camarero me trae una Cruzcampo y una guindilla. Así pasan las horas. Al cierre, Pepe, emigrante de los setenta, da rienda suelta a su vena melancólica y nos deleita con un pasodoble de creación propia en que manifiesta su nostalgia y deja constancia de que no todo ha sido un camino de rosas. Y así acaba, de esta forma tan melancólica, acaba la velada.

La Cruzcampo está caliente y la guindilla, fosilizada.

Los del Colegio de Patafísica hubieran fundado, sin duda, su Colegio en esta cueva, en vez de hacerlo en "La Maison de les amis des livres". Lástima que en el 48 el verdadero Pepe aún no hubiera levantado este emporio del mal gusto (y sabor).

A Sylvia Beach

¡Te saludo, oh mi hermana nacida allende el mar!
He aquí que mi estrella se juntó con la tuya,
no fundida en el fuego del primitivo sol,
mas viva, exacta y nueva en su gracia extranjera,
pródiga de tesoros que recogió en su curso.

Atenta a las promesas que en los ojos del hombre
escribe nuestra Madre, cantaba, solitaria,
el brillo y el oriente de diamantes y perlas.
Ocultaba en mi pecho como un pájaro frágil,
la esperanza medrosa que se nutre de mieles.
Consagraba al pudor, cruzados lienzos blancos,
la conciencia naciente bautizada con llantos.
¡Gracias a ti, oh hermana, puedo escapar, ahora,
a esos tormentos, a esas miserias y pesares!
Recobro ya mis fuerzas, y si amo la Noche,
si escruto todavía sus últimos terrores
es para madurar la paz de un día postrero.

Ya nos ve Mediodía una frente a la otra
de pie en nuestros umbrales, al borde de la calle,
suave río de sol que tiene en sus riberas
nuestras dos Librerías.
Tras la labor levanta Mediodía tus manos
y las mías, es hora de almuerzo y de silencios,
y aviva los destellos, en las señas que hacen,
de la llama que esconden aún nuestros países




"Les heures chaudes de Montparnasse", Jean-Marie Drot.

































domingo, 26 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 25, 26 y 27 de enero. Modigliani, Hebuterne, 2ª PARTE.



La casa, por así decir, era una especie de roulotte. Por norma, el WC era común y se encontraba en algún punto del pasillo. Era difícil explicar que aquí, a pesar de la dictadura, la gente había conseguido mear en casa. Pero así era, la verdad. También es cierto que aquí no había tal abundancia de “estudios”, que se hubieran visto reducidos a la condición de pasillo si hubieran incorporado un WC en condiciones. Todo tiene su explicación.

B. abrió la puerta, venía del “común”. Cuando lo vi, su cabeza me pareció un grano de uva tinta en sazón, tal era la grandeza y el color que había tomado lo que ayer pareció un simple golpe. Dijo que no estaba para excursiones y que prefería soportar el sufrimiento a solas. Ni siquiera bajó al tunecino. Preparó una melita y me deseó suerte. Mientras bebíamos el café, puso una canción con letra de Debord sobre el atentado de “Bons Enfants”. Sonaba como un vals rápido y canalla:




“Dans la rue des bons enfants, 
On vend tout au plus offrant. 
Y'avait un commissariat, 
Et maintenant il n'est plus là.
Une explosion fantastique 
N'en a pas laissé une brique. 
On crut qu'c'était Fantômas, 
Mais c'était la lutte des classes.(…)”

Le rogué, puesto que no lo iba a necesitar, que me dejara el chambergo y me fui solo.

–Bonjour, Monsieur le tunicienne.

–Bonjour, Monsieur “espingüin”. ¿Lo de siempre?

Era la segunda vez que apoyaba los codos en su establecimiento. Asentí, sorprendido, con la cabeza. Cuando estaba a punto de admirar su memoria y perspicacia, me acercó un café con leche, cruzó los brazos sobre la barra y se quedó mirándome casi con fruición. Pagué y salí. Por la ventana vi cómo el magrebí se echaba el brebaje al coleto.

Eran las nueve y media de la mañana del sábado 26 de enero (7 de pluvioso, dedicado al Amadouvier) de 1980.  Tenía todo el día por delante. Una fuerza como magnética me arrastró hacia el río y me emp.ujó hacia las entrañas de Montparnasse.

La primavera del 18 París se quedó vacío. Todo el que pudo marcharse, lo hizo. El gran Berta y el hambre atronaban. La siniestra rue Delambre se convirtió en símbolo de la ciudad. Modigliani, Jeanne, y los “suyos”, se largaron a Niza. El clima quizás le hiciera bien y pudiera detener el avance impetuoso de la tuberculosis… Y proporcionar una buena gestación a Jeanne. Apollinaire se quedó y contrajo matrimonio, después contraería la “gripe, dicha, española”. En verano se casaría Picasso, que no tenía necesidad de emigrar a ningún sitio, con la rusa.

Amedeo había conocido a Jeanne hacía un año. Desde entonces “Noix de Coco” (morena, de piel clara y diáfana) sustituiría a la excitable y snob Beatriz Hastings. “Noix de Coco”  tenía 19 años y era como un cachorrillo, tímido y cariñoso. Quería dedicarse a la pintura. Sus padres jamás aceptarían esa decisión y menos que se liara con un pobre pintor italiano y judío. Zborowski, esforzado marchante del pintor, les buscó un estudio vacío en el



8, rue Grande-Chaumièr, en frente de uno de los talleres de Gauguin y en el que habitaba el chileno Ortiz de Zárate. En la cercana rue Joseph-Bara, en el mítico nº 3, tenía el domicilio, siempre abierto, Kiesling con René-Jeanne y también A. Salmon con sus perros. Pascin no hacía mucho que había abandonado las buhardillas para volver a Montmartre. Rembrand Bugatti, escultor y hermano del fabricante de coches, se suicidó allí. En fin, Zborowski y Hanka habían alquilado el primer piso: dos habitaciones con el WC. en algún lugar del couloir. Apollinaire era como si viviera allí.

Nada que ver con  el 27,  de rue de Fleurus.

El cruce del Boulevard Raspail con rue Vavin era la sala de máquinas de ese barco a la deriva: Le Dômme, La Rotonde… y más abajo Le Closerie des Lilas…La Coupole es posterior, no confundamos las cosas. Lo que subsiste hoy día es poco menos que el nombre.

Crucé el río por el puente de Saint Michel. Al llegar al número 35 la fuerza magnética se volvió loca y me hizo girar sobre mí mismo. Junto a lo que ahora es un Marc & Spencer, y en el 80 no recuerdo, existió el bar de la Source. Y en esa fuente fueron manando extrañas construcciones lingüísticas que más debían a la sintaxis del sueño que a la gramática. Allí y en la cochambrosa habitación de Breton en el Hôtel des Grands Hommes, topónimo que sin duda hacía referencia a la grandeza de los enterrados en el Panteón, porque entre aquellos venerables muros no residía nadie que tuviera futuro ni presente, durante las dos últimas semanas de la primavera del año 1919, Breton y Soupault, aún dadaístas, sembraron las semillas de la “última instantánea de la inteligencia europea”: “Les Champs Magnetiques”.




Ya en el primer giro me percaté de la existencia de un bar en la acera de enfrente. Pedí una tortilla francesa y una cerveza de barril. El tipo me miró con cara de pocos amigos, cosa, por lo demás, frecuente en esta hermosa ciudad. Me dijo que las gallinas (“poules”) que surtían al establecimiento eran suecas, que si me daba igual. No entendí la gracia. En realidad no entendí nada de lo que dijo. Yo insistí:

–¡A la francesa!… ¡sin patatas, ni cebolla!

Me senté a una mesa, junto a la ventana y miré el transcurrir de las cosas. Un visillo color hueso prestaba un aspecto un poco antiguo a todo lo que veía. Parecía que miraba al pasado. Llegó la cerveza y un par de huevos fritos con patatas fritas y cebolla caramelizada.

La suegra también se largó a Niza. De ninguna manera iba a dejar a su hijita en manos de esos locos. Jeanne, pues, se hospedó aparte. Allí nació la hija de la pareja, Jeanne (ette). Nació en noviembre. Apollinaire, que le había tomado gusto al vendaje, había muerto dos semanas antes.

Modi volvió de Niza en Mayo, justo cuando Breton y Soupault pasaban las horas enfebrecidos y sedientos, en “la source”. Por entonces fue cuando encontraron en el café Certa (Pasaje de la Ópera) un buen lugar de reunión. Jeanne volvió de Niza unas semanas más tarde y, por amor nostálgico a la simetría, embarazada.

Volvieron a su estudio de Grande-Chaumière. A pasar hambre.

Breton y Modigliani habían descubierto el sulfuroso resplandor de la poesía de Lautrémont y lo leían a dos voces sentados en un banco de la avenida del Observatorio. Modigliani tosía, se ahogaba. Breton pensaba que era la emoción. Modi sabía que era tisis. Sus años de escultor (con Brancusi), su verdadera vocación (y el hambre), habían acelerado lo que ya, de por sí, iba rápido. La pintura había sido una "imposición médica".
Por un momento se acordó de las tardes pasadas en los bancos gratuitos del Luxemburgo con Ajmátova. Hacía de aquello ocho años y las cosas habían ido a peor, lo que parecía imposible. Ajmátova conservó hasta su muerte el retrato que Modi le hizo. Fue su única propiedad.

Ya saben Vds. lo suficiente acerca de sus miserias y de su aristocrática generosidad, como para extenderme en el asunto. Así que voy directamente al final.



Una noche de enero, del año 1920, Modi sale de la Rotonde con unos amigos. Llueve. El grupo se dirige hacia Tombe-Issoire y se va disolviendo. Modigliani se queda sólo. Su ropa siempre fue elegante, pero escasa y raída. Se tiende en la acera y se duerme. Se levanta y vuelve hacia el león de Denfert, sobre las enloquecedoras catacumbas. Tose. Le Domme y la Rotonde están bajando las persianas. No le apetece ni beber. Apoyándose en las paredes puede llegar al estudio de Grande-Chaumière. Sube corriendo las escaleras y se acurruca junto a Jeanne. Escupe sangre. Jeanne lo acopla en su convexidad e intenta calentar su cuerpo con el poco calor de que dispone… como el gato de Poe.
 
El estudio está repleto de pinturas sin vender. Nadie compra ni a precio de saldo; Zborowski se desvive, sin éxito… Y Jamás se había visto una ternura tal. Jamás tanta hermosura. Jamás un color-carne tan resplandeciente, sin duda fruto de su imaginación: sus modelos pálidos y ascéticos nunca soñaron con un color semejante. Él les prestó la dulzura del melocotón. Él les dio ojos infalibles y cuellos de cisne. Él las tendió en camas que nunca tuvieron. Él las dotó de una felicidad que desconocían. Él las amó, pues todas eran Jeanne.





Fue Ortiz de Zárate quien se decidió a tirar la puerta abajo. Lo que ve es una “Pietá” tristísima y una lobreguez alarmante. Llama a un médico y lo trasladan al (antiguo) Hospital de la Caridad de la rue Jacob. A las 20’45 del 24 de enero, muere. La noticia recorre todo París: pintores, modelos, marchantes, poetas… ¡El príncipe ha muerto!  Así como cuando Jesucristo murió, el día se convirtió en noche, así, ahora, la noche se tornó luminosa. Un fulgor instantáneo iluminó París. El flash aún no estaba inventado, con lo que nos quedamos en la incertidumbre acerca del origen del prodigio.



Kiesling (Alma Mahler no estaba)  sacó la mascarilla mortuoria. Hubo que reparar la cara del muerto. Lipchitz la pasó a bronce.

Jeanne no durmió en el estudio. Vagó por las calles de Montparnasse con el paso lento de las embarazadas. Las manos cruzadas aguantando el peso de la vida. Los ojos vacíos. Era domingo y los domingos la gente se rezaga. Temprano llegó a la morgue del Hospital. La condujeron por pasillos inhóspitos. La colocaron delante de Modi y pidió quedarse sola. Cortó un mechón de su pelo y lo depositó sobre donde creyó que estaba el corazón del padre de sus hijos. Los encargados del depósito declararon que estuvo mucho tiempo. Cuando salió ya había pasado la mañana. Se dirigió al apartamento de su familia, 8, de rue Aymot, por el Pantheon.


Pago y levo anclas. Le digo al camarero que sus gallinas suecas dejan mucho que desear. Cuando salgo, vuelvo la cabeza: está haciendo el baile de los pajaritos. Lo de los camareros es el talón de Aquiles de la Ciudad de la Luz. Me dirijo hacia la rue d’Ulm. Entro en el bar desde donde rememoré la insensatez de Althusser.

Tzara acababa de llegar a París y el  viernes 23 había tenido lugar el primer (y el último) “Viernes de Literature” (Dada): Breton, Soupault, Aragon, Salmon…Tzara. Tzara quería algo fuerte, impactante, que golpeara las cabezas de los biempensantes. De hecho acudieron tenderos de todo “Les Halles” y el “Marais”, atraídos por “La crisis del cambio”, disertación absurda de A. Salmon. Breton tuvo que devolver, de tres en tres, casi todos los francos que con alborozo había recabado.



–¡Hombre! ¿Qué hay de nuevo? ¿Qué nueva desgracia se ha cernido sobre el barrio?... ¿No será Vd. quien las atrae?

–¡Limítese a lo suyo, tabernero!

–Bueno, pues… ¡Vd. dirá!

–Póngame un doble de calvados.

–Mejor le dejo la botella…

Hace una marca para testificar el antes y el después.

Pasó allí toda la tarde y media noche. A las tres de la madrugada se levantó y se lanzó por la ventana…así, sin más. Cinco pisos. Por la mañana un obrero de la construcción la encontró frente al número 8, donde siglos antes se encontraba el cementerio de la “calle de las gallinas” (rue des poules)”.

La recogió y subió, esforzado, con el cuerpo en brazos, preguntando, piso por piso, por la procedencia de la desgraciada. En el 5º abrió un hombre (¿el padre? ¿el hermano?) y le dijo que la llevara al 8 de la rue de Grande-Chaumière, su domicilio. Nunca se supo nada más de esa extraña escena. El albañil depositó el cuerpo en su carretilla y siguió el más triste de los itinerarios. La portera le pidió los papeles. Volvió a empujar la carretilla en dirección a la comisaria de rue Delambre. Le dieron los papeles necesarios. Volvió al estudio. Subió y la depositó sobre la cama. Allí estaban todos. Y la velarán todo el día y toda la noche.



Y amaneció el día 27 de enero, martes y se enterró a Modigliani… ¡como a un verdadero príncipe! 

Los marchantes, que también marchaban en pos del catafalco, estaban a la expectativa. Uno de ellos se acercó a Francis Carco y le propuso comprarle los cuadros que poseía del difunto. La fortuna, póstuma, llamando a la puerta. Jeanne miraba incansable el techo del estudio. Al día siguiente, 28 de enero, le tocó el turno a Hébuterne. Furtivamente, casi al amanecer, un miserable coche fúnebre espera en la puerta del 8 rue Grande-Chaumière. Un ataúd más  estrecho de lo “standard”. La escasa familia y al final de la calle, con discreción, “dos taxis y un coche particular: Salmon, Zborowski, Kisling, sus mujeres, y flores blancas”.

La pequeña Jeanne quedó a cargo de la familia de Modi… y en el corazón de todos los amigos.

En Montmartre “Tristouse Ballerinette” y el indefenso “Litrillo” fueron a “coger mejorana por la noche”…aunque no era el tiempo.

Fue el último acto de una tragicomedia irrepetible.

Diez años después Jeanne será trasladada desde Bagneau a Père Lachaise….¡Descansen eternamente en paz!


–No hace falta que midamos, ¿verdad?  Es Vd. una esponja.

–Y Vd…. ¡una hipótesis! (Gracias, Moderna).

Al levantarme vuelco la mesa y su contenido.

–¡ Y con una memoria portentosa!

Compro dos “avec du tout” en un argelino de Saint Martin y me dirijo hacia el Canal.
Subo y cuando abro la puerta me encuentro con B. que va tornando a su color natural, lo sé porque ha abandonado el cárdeno, para introducirse en la zona de los verdes.

–¿Y el chambergo?

–¡Hostia!...¡El calvados…!

Cogimos el coche y fuimos al bar. Aparcamos en la misma acera, allí donde cuando empieza el buen tiempo sacan las mesitas. B. se quedó dentro.

–¡Qué chambergo ni qué chamberga! ¡Vd. iba a capella, a cuerpo gentil, que se dice!

–¡Cómo que qué chambergo!...¡Pues mi chambergo, el que llevaba cuando, en mala hora, entré en este garito!

B. algo oyó. Salió del coche y entró en el local. Los clientes creyeron que el “demonio verde”, había abandonado su residencia habitual de la “Closerie des Lilas”. El camarero mordió la historia y, solícito, sacó el chambergo de debajo de la barra.

–¡Chambergo! ¡Chambergo!,,, ¡Ceci est une veste!

N.B.

“En aquella época cada domingo se repartían premios de poesía. Se habían fundado miles de sociedades con este motivo, y sus miembros vivían espléndidamente, concediendo, a fecha fija, mercedes a los poetas. Pero el 26 de enero era el día en que las grandes sociedades, compañías, consejos de administración, academias, comités jurados, etc., del mundo entero otorgaban lo que habían acumulado. Se entregaban aquel día 8019 premios de poesía cuyo total ascendía a 50 millones 3235 francos con 75.”. Si quieren saber sobre el desenlace del asunto, lean “El poeta asesinado” de Apollinaire, huérfano prematuro.














miércoles, 11 de diciembre de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 11 de diciembre. SEGUNDA SERIE. Musidora y los Surrealistas. El infame Cañero.





Dios (Estado) creó la Idea de “Guerra” y toda su dialéctica interna. La Idea se desplegó y dio a luz a la Idea de “Primera Guerra Mundial”. Los proletarios del mundo la implementaron como historia. La claridad de la Idea se vio enturbiada por las minucias de la materia. Todo estaba previsto en la Lógica, pero Marne reveló como ilusoria la “victoria rápida”… y empezó la guerra de posiciones. ¡Hala! ¡A cavar trincheras! Y cuando estuvieron cavadas y dispuestas para un tiempo indeterminado, surgió el problema de con quién soñar para soportar el aburrimiento, pues la cosa iba para largo. Algo que no estaba previsto en la dialéctica de la Idea.


Esa necesidad recorría el frente. Tampoco las ciudades iban sobradas. La euforia se trocaba en depresión.

Todo esto lo contaba con gracia andaluza “el del tabardo”. Mi asombro no tenía límites ante tanta erudición y profundidad teórica. Las cazallas volaban como ráfagas. El tremendo tres cuartos descansaba, como una res abierta en canal, sobre dos sillas. 

Feuillade se posicionó en la primera fila del Folie Bergères, dijo, oteó la escena y dio con lo que andaba buscando… ¡una verdadera bomba!  




Mientras… André Breton, que se había apuntado en la Escuela de Medicina, hacía de enfermero militar en la Enfermería Municipal de Nantes, descubre a Rimbaud y éste le muestra la teoría de la pasión… y su prima Manon, el bochorno de la práctica.
Apollinaire. Fin de Maintenant... Y recién empezado el 16 conoce a ¡Vaché!, que ha acudido a la Enfermería a curarse una pierna, como Rimbaud. Lo de Rimbaud era tumor. Lo de Vaché, umor




Y, como decía antes, el tal Feuillade, dio con lo que andaba buscando: una mujer de bandera, ágil, misteriosa, valiente, desprejuiciada, inteligente… y dispuesta a vestirse de murciélago. Ideal para dulces sueños y pesadillas de los frentes aliados. Y para hacer llevaderas las tardes ciudadanas. Feuillade, ya conocido por la exitosa serie cinematográfica Fantomas, la contrató para encarnar a Irma Vep (anagrama de “Vampire”). Y así nació la primera vamp de la historia.


Vaché y Breton se aficionaron a lo que podría llamarse el cine-collage: entraban en un cine, veían un trozo de película, salían, entraban en otro, veían otro fragmento y así pasaban las tardes. Si se trataba de una de las diez aventuras de “Vampires” se la tragaban entera. La admiración por Musidora (1889-1957), pues así quiso ser llamada Irma Vep, nacida Jeanne Roques, perduraría siempre. Es claro que Musidora era una gran lectora, entre sus preferidas: Gauthier. "Fortunio" (¿qué si no?) fue su fuente de inspiración.

Vuelto Vaché al frente, Breton siguió frecuentando a Musidora, esta vez con Aragon y Soupault (“los tres mosqueteros”, como los calificó, en un arranque de inspirada fantasía, Valéry). Para él, personificaba una mezcla de sexualidad y muerte que pronto recibiría el nombre de “erotismo” (o “morbo”)… En la estela de la americana Theda Bara o de la mismísima Tristouse Ballerinette.

 Musidora es en verdad la mujer moderna… La figura que representa es lo opuesto a la conciencia.” (A.B.) “Es la fealdad y la belleza; es como todo lo que amamos hoy día” (G.A.) “La décima musa” (L.A.)

Esa mezcla de sexualidad, novedad, misterio, peligro y transgresión, se convertiría en la misma base del concepto surrealista del amor y en la directa inspiración de Última de las Creaciones Dadá, aportación de Breton a una de las provocadoramente aburridas, por previsibles, sesiones Dadá-París. Era octubre del 16. 

Si miran en la Wiki, podrán ver los 10 episodios y concluirán por Udes. mismos. La que va vestida con leotardos negros y que sobrevuela la escena en los momentos más insospechados… ¡esa es!

Musidora no se conformó con eso, siguió con la dirección, la producción, la escritura, la escultura, la pintura… 

… Y mientras tanto, déjeme que le cuente, dijo echándose al coleto la enésima copa de cazalla, la tal Musidora tuvo una aventura o un romance, como lo llamábamos, con un personaje siniestro, con un hijoputa redomao que quiso, al final de su vida, ponerse a bien, también, con la corte celestial y regaló, o cambió, qué sé yo, unas tierras al Ayuntamiento. Y aquí estamos. ¿Cómo se prendó del señorito?... ¡Pues, no lo sé! Pero sé otras cosas…

–¿Qué edad me echa Ud.?–Preguntó de sopetón.

–Así, después de comer y con las cazallas, pues… unos sesenta y cinco pasaditos.

–Dio en el clavo: 74 y medio. Nací en el 38.

–El medio pa los burros ¿n’est-ce pas?

–¡Pues, sí! ¡Pues, eso! Con la edad que tengo he visto muchas cosas y las que no he visto me las contó mi padre y mi abuelo, que trabajaron para esa bestia en su finca de Viñuela…  y antes.

El señorito era Antonio Cañero, continuó. Nació en el número 31 de la calle Puerta Osario, nada… a cuatrocientos metros del Cristo de los Faroles, el 1 de enero de 1885; su padre, Manuel, era un militar de cierta importancia y se dedicaba a los caballos, algo que esta gente lleva en la sangre. Todos los hijos fueron caballistas. Estoy por decir que todos salieron con un belfo un poco equino. Nosotros también teníamos animales, no crea: una yegua y un burro, pa las faenas del campo n'est-ce pas? Lo suyo era otra cosa.

El tal Antonio, que era el más pequeño de los hijos, fue siempre un mimao. Y quizás por eso siempre mostraba tanta corajina cuando le llevaban la contraria. Se aficionó a los toros (y al ejército) y a punto estuvo de quedarse sin piernas, precisamente por los años en que Musidora triunfaba como Irma Vep. Por mí como si se hubiera muerto. Pero no se murió, no. El ejército lo aceptó. Y hacía las dos cosas. Y supo, con el tiempo, conjugarlas, como ya verá Ud.






Como el toreo a pie no le iba bien, es más, amenazaba su vida, se pasó al rejoneo. Por entonces Musidora, enamoradas del sur (aunque para nosotros sea norte) estaba dirigiendo, produciendo y actuando en el País Vasco. Nada, una película de carlistas, La capitana alegría, ella muere al final. Lo curioso es lo gran caballista que era. Como he dicho, le gustaba el sur, así que se fue a Andalucía a rodar películas de toros y tal… y así, supongo, fue como conoció a Antonio. Las películas no están nada mal, no crea. Pero ver a la bestia parda de Antonio actuando, porque Musidora le convenció de que valía pa eso…, es que te dan ganas de pegarle fuego a la pantalla. 




Hizo dos películas, Sol y sombra… que no sé si se refiere a las circunstancias del redondel o al mejunje mañanero, al que supongo aficionado al funesto Antonio, que, por cierto, hacía de galán… ¡galán! El éxito de la película la animó a rodar el documental-ficción, pionero, Tierra de toros, rodada en las fincas del susodicho (y del Lagartijo, apodado El Califa)… y con los caballos del mismo. Él, por entonces, ya era una figura del rejoneo moderno, vanguardista. Los dos estaban en la cresta de la ola. Triunfadores (¡22 festejos en el 22 y 60 en el 24!). Amantes. Hasta que el hijoputa abandonó a la mujer por una princesa rusa… ¡princesa rusa!… habría que ver qué princesa rusa era esa, cuando, como Ud. sabe, los bolcheviques habían liquidado a la realeza. ¡Princesa rusa! Musidora lo pasó mal. Pues al abandono le acompañaba la penuria. 



–¿Y cómo era eso del rejoneo moderno, vanguardista?– pregunté con una cierta aprensión, pues veía que su discurso podría alargarse hasta la cena.

–Pues, mire Ud. – Miré y continuó. Lo que me contó fue más o menos lo siguiente:

Antes de Antonio se rejoneaba al estilo portugués, dijo. Antonio introdujo el estilo andaluz, con traje campero y sombrero cordobés. Implantó los tres tercios, normales en el toreo a pie; poner las banderillas a dos manos desde el caballo; matar con estoque desde el caballo (y si no lo conseguía, remataba la faena pies en tierra y acababa con el animal a sablazo limpio). 

Ha sido escrito: “Nadie antes que él supo unir la gracia majestuosa de la jineta con la valerosa gallardía del lance taurino”.

Está de más decir que hizo las Américas, los Portugales y las Francias. El trabajo se le amontonaba, así que pidió la retirada del ejército. ¡Ay! ¡Ay!

El rejoneo, sabe Ud. ha sido cosa de señoritos sin alma. Las garrochas siempre se han usado, pero eran para conducir al ganado… ¡no para matarlas! El rejón es otra cosa, es algo vanguardista, moderno. Casi de la escuela de Stanislavski. Cuando mi padre me contaba los destrozos que hacía, sólo ensayando, en las pobres reses, me comían los demonios.



A todo esto, la llegada del cine hablado, acabó con Musidora… ¡lo que le faltaba a la pobre! Por suerte era valiente e instruida no un bruto como Antonio… aunque de algo cojearía ella cuando pudo enamorarse de ese malafollá. Así que se pasó a la pluma. Y no lo hacía mal. Quizás influyera su amistad, ¿qué digo amistad? ¡faternidad!, con Colette, a quien, por cierto, enseñó a nadar. Bueno, este detalle no viene mucho a cuento, pero fue así. Fue cuando la guerra aquella que ha aparecido al principio. Las dos y la Moreno vivían en una especie de falansterio femenino, demasiado avanzado para la época.


Bueno, pues eso, que la llegada del cine sonoro le dio la puntilla… ¡y los años! Ya no estaba para ir con esas mallas apretás.

Aun así, fíjese Ud., sus amigos surrealistas pensaron en ella y escribieron para ella una especie de sainete El tesoro de los jesuitas con el que querían homenajear (mujenajear) a su “décima musa”: Aventuras, alguna muerte, ambiente vintage… y tal. Ensayaron y ensayaron, incluso en el hotel donde se hospedaba Musidora, pero todo quedó en un proyecto. Todos los personajes tenían como nombre anagramas de “Musidora”.

Que cuándo ocurrió eso. Pues, ya le digo, en el 28, cuando lo del sonoro y tal. Aquel verano sería inolvidable para Aragon. Suerte tuvo el burócrata. Fue, siguiendo a su novia, a Venecia, pero ella se largó (y ¡bien que hizo, creo!) con el pianista negro del establecimiento. Y, al mismo tiempo, en París, un amigo al que había encargado vender un Braque para sufragar los gastos, lo vendió; sí… pero se quedó con el dinero y se fue en pos de una tía. A Aragon sólo le quedaba dinero para un tubo de barbitúricos. Se los zampó, y, cuando estaba a punto de exhalar el último aliento, en prosa, lo descubrieron y lo devolvieron a la vida. Cuando volvió a París, destrozado sentimental y económicamente, se juntó con Breton, que tampoco estaba para echar cohetes, e idearon la cosa. Al final Musidora aún tuvo un poco de suerte. La colocaron en la Cinématéque Française, n’est-ce pas?

–¡Ud. me apabulla!

–¿Apabullar? ¡Ahora verá Ud. lo que es apabullar! Recuerde que ha sido Ud. quien me ha preguntado y pedido explicaciones. Yo iba tan tranquilo a tomarme una cañita a la plaza cuando he oído que me llamaba. N’est-ce pas?

–Y ese toque afrancesado?

–¡Ná! Restos de las vendimias.

–¡Mozo! ¡Tráiganos otra botellita!

-- Agárrese fuerte a la silla, porque lo que viene es la hostia.

Viendo llegar la magna oportunidad de dar un paso más en el rejoneo moderno, vanguardista y, coincidiendo con su retirada de los ruedos, pidió reingresar en el ejército. Lo hizo con el grado de teniente de caballería, como era natural. 

Ha sido dicho: "Al Algabeño y a Cañero los he visto yo tirotear con fusiles de montería a los presos de la cárcel de Antequera, donde yo estaba de guardia..."  Bueno del Algabeño no hablemos… ¡era mucho peor! 

Tirotear entra dentro de lo comprensible; si de tirotear a presos se trata, la cosa se hace más difícil, pero lo que le contaré supera todos los límites de la crueldad, sólo comparable con la que implementaron, ¿se dice así?, los nazis. Pero Cañero fue pionero.


Cañero y su batallón que, por cierto, recibió todo el armamento e impedimenta del mismísimo Queipo de Llano, recorrían los campos al amanecer rejoneando virilmente a todo aquel sobre cuyo nombre hubiera recaído una sombra de sospecha de rojo. Cañero demostró su experiencia. Hasta el culo de sol y sombra y de cocaína. Sólo pensar en el ruido de las monturas se me ponen los pelos de punta. Entraban a las casas de campo, sacaban a sus moradores y entre todos los lanceaban como al toro de Tordesillas. En Baena, haciendo honor a su segundo apellido, se empleó a fondo y su recuerdo perdurará por los siglos de los siglos.

 ¡Dele dios (¿) mal galardón! 

 “Guardias rurales, aperadores de fincas, señoritos aficionados a la equitación.” 

Como la Cruzada de Pedro el Ermitaño. Aquellos años las rapaces engordaron.
Paulino Uzcudun hacía otro tanto por las costas vascas.
Después se integraron en el batallón Gran Capitán formado por "falangistas, jóvenes de acción popular y otras procedencias oligárquicas".

Vamos un genocidio en toda regla.
Todo lo que le cuento de este hijoputa lo tiene escrito Moreno Gómez.

... Seguía en la cresta de la ola. Héroe nacional. El corazón, cosa rara, empezó a fallarle y se retiró a su finca de Viñuela. De esta manera el mundo se enteró de que Antonio tenía corazón. Aun así ejerció como concejal en el ayuntamiento de Córdoba. 


Viéndose con un pie en el estribo, y siguiendo ancestrales costumbres, se preparó para bien morir. Entre unas donaciones de tierras que hizo al obispo Fray Albino y unos arreglos que consiguió con el ayuntamiento, se empezó a construir el barrio, éste, que lleva su nombre. Acudieron familias desheredadas, humildes de la tierra y, poco a poco, fueron habitando las casas sociales. Antonio murió antes de ver florecer el barrio. Estaban con los desmontes y movimientos de tierras. Murió el invierno del 52 y a su entierro solo asistieron los cuatro caballos enjaezados que conducían el vehículo y los curas de San Lorenzo. ¿Qué quiere? ¡Así es la cosa! Y seguramente los caballos irían obligados o engañados. Es en estos casos cuando echo en falta la existencia de dios (¿).
Para más mortificación, el ayuntamiento de Córdoba, presidido por Herminio Trigo de Izquierda Unida, bautizó la plaza del barrio con el nombre del verdugo. 


–¿Y la gente qué dice?
–Pos hay de todo. Hay algunos que vomitan por las esquinas, hay otros que están contentos y otros que prefieren no remover la mierda, dicen. Pero, vamos algo se va haciendo. El otro día, sin ir más lejos, hicieron limpieza en el Museo Taurino. De todas maneras el barrio es un barrio popular, como Ud. mismo ha podido comprobar y, es más, ha sido decisivo en la elección y mantenimiento de ayuntamientos de izquierdas. Nosotros mismos hemos tenido que acabar de poner en marcha los servicios que dejaron sin acabar. Y le digo más, fuimos los primeros en crear una asociación de vecinos, pero de las de antes, ¿eh?

El tabardo se había dormido de forma trágica. Parecíamos el contenido de sus sueños. En un momento determinado mi compañero pidió la cuenta:
–¡Niño! Si se debe algo dilo, que ya pagará aquí el guiri.
–¿Guiri? Pero… si soy de Barcelona.
–¡Pues eso!
Era noche cerrada cuando salimos de la bodega. Brillaban las estrellas; sin embargo el suelo de pavés estaba húmedo y brillaba con brillo mate, como de navaja tras cortar una loncha de jamón serrano. Nos despedimos delante del tonelete. Yo me dirigí a la plaza y mi contertulio, embutido en el tremendo tabardo, se fue en dirección contraria, siguiendo la calle de Lázaro Navajas.
En la plaza esperaban mis Custodios. Silleta de la reina y… ¡a casa! Cuando sobrevolábamos Albacete, Chiara, señalando con uno de sus preciosos dedos un puntito brillante, dijo: ¡Mirad!... ¡La estrella de Sam Cooke!




         Cañero,
ya que has caído tan bajo,
ponle una moña a Cascajo
en lo alto del lucero.
Entre los cuernos fascistas
Cañero rejonea.
Entre cornudos de pista
la jaca caracolea.
Capitán de chulería,
señorito picador,
si afino la puntería,
no habrá rejoneador.
Llena las calles de Córdoba
con regodeos de los finos;
fascistas de a caballo
entre escuadrón de asesinos.
Majadero de cuatro patas,
caballista de tronío,
comandante de las ratas,
traidor de mucho sonío.
Todo lo debes al pueblo;
hasta tu nombre, Cañero.

Prepárate a devolverle
nombre y vida, majadero.


Pepe Tito, uno de Caballería, Venceremos, Jaén, 30-8-36).

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...