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viernes, 25 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 25 de noviembre. SEGUNDA SERIE. Alzheimer. Granma. "The Last Waltz".



 (Los asteriscos*, como siempre, remiten a razones efemerísticas)

I
"La mejor herramienta para un rey griego* es una maleta".  Para todos los reyes, diría yo.
II
Y ahí va otro: "Santa Catalina nos libre de la muerte repentina"...
He aquí un dicho dicho a la ligera: pues qué mejor muerte que una muerte súbita. Pero, ya saben, el pueblo ama las rimas fáciles y olvida fácilmente las incomodidades de la agonía. Santa Catalina, a cuya memoria la santa iglesia católica, apostólica y romana, dedica el día de hoy fue un intento de cubrir la sombra gigantesca de Hipatia de Alejandría. Sólo pudo cubrir los pies. La sombra de Hipatia es larga, pues fue largo el atardecer, como salida del pincel de Chirico. Hablando de pinceles… contemplen, analicen… los cuadros de Caravaggio y Gentilleschi… 


En ese intento pusieron sobre sus espaldas, milagrosamente ilesas, la responsabilidad de velar por los filósofos, apologistas, predicadores, teólogos, prisioneros, jóvenes casaderas, barberos y de todos aquellos cuyo quehacer tuviera alguna relación, por lejana que fuera, con las ruedas: carreteros, molineros, afiladores, torneros, hilanderas, ciclistas, alfareros y también de los traperos, cuya relación con las ruedas se me escapa. Súmenle los archivistas, abogados, juristas, bibliotecarios, personas en trance de muerte, estudiantes, maestros, mecánicos, enfermeros y las secretarias y taquígrafos. Añádanle, los conductores, los encargados de hacer girar las ruedas del bingo, los que voltean la rueda de la fortuna...
De tal manera que la sola presencia celestial de Catalina hace inútil cualquier otra intercesión. Los demás santos son redundantes. Catalina es la Chuck Norris del Empíreo.

Quiero suponer que su estampita se balanceaba, rumbo a Las Vegas*, colgada del espejo retrovisor del Gran Tiburón Rojo. “Sympathy forthe Devil”. Comienza el periodismo Gonzo. 1971.

III

―¿Cuál es su nombre de pila?
―Auguste.
―¿Apellido?
―Auguste [debería haber respondido Deter].
―¿Quién es su esposo?

Auguste Deter vacila, y a continuación responde:

―Creo que... Auguste.
―¿Su esposo?
―Oh.
―¿Qué edad tiene?
―51.
―¿Dónde vive?
―¡Oh, usted ya estaba con nosotros!
―¿Es usted casada?
―Oh, estoy muy confundida.
―¿Dónde está usted ahora?
―Aquí y en todas partes, aquí y ahora, no me culpe.
―¿Dónde está?
―Todavía estamos viviendo.
―¿Dónde está su cama?
―¿Dónde debería estar?

Se suspende la sesión, y la mujer almuerza carne de cerdo y coliflor. Sigue la entrevista:

―¿Qué quiere comer?
―Espinacas.
―¿Qué está comiendo ahora?
―Yo solo como patatas, y después rábanos.
―Escriba un cinco [eine Fünf]
―Ella escribe «una mujer» [eine Frau].
―Escriba un ocho [eine Acht].

Ella escribe «Auguste». Al escribir, dice varias veces: «He perdido, por así decirlo».



Esta escalofriante y desoladora conversación, por así decirlo, tuvo lugar tal día como hoy del año 1901, en el Hospital Psiquiátrico de Frankfurt, entre el Dr. Alzheimer y la paciente Auguste Deter. Y así está recogida en los archivos del hospital.
 
Catalinita bendita, tú que todo lo puedes... ¿no podrías hacer algo por estos pobres desgraciados que se hunden en la nada? Mira, me conformaría con que liberaran a sus cuidadores. ¿No podrías comentárselo a Rajoy y a los demás? ¿No? Bueno... ¡ya lo suponía!
 
Se va borrando en orden inverso... hasta llegar a la lisura de las primeras horas.
Eso de "cuchara", "bicicleta", "manzana"... Conseguir hacerte un cigarrillo a la primera, sin que se te olvide nada... ¡ese es el verdadero test!  O sea que si el doctor  hubiera nacido marcado como José Ramón Julio Márquez Martinez* la enfermedad sería conocida como la enfermedad del "pollo frito".

IV

¿Es necesario insistir?... pues insisto: A mí el tiempo y el espacio me la refanfinflan. Y como prueba  de lo que digo, les diré que Fidel Castro morirá el 25 de noviembre del año 2016, sesenta años, exactos, después de poner los pies en el Granma, allá frente al puerto de Tuxpan, en la orilla pantanosa de Santiago de la Peña… y tres años, exactos, desde el momento en que acabo de escribir esta frase. Recién empezado el domingo 25, la embarcación, comprada a una empresa americana por el Cuate, puso rumbo hacia el Golfo de Méjico... ¡con destino a Cuba!


Sesenta años exactos separan esta primera navegación de la segunda y definitiva. La primera, según  lo estableció Platón, es aquella en la que los vientos empujan tu barquita y la ponen en orden a la navegación de altura. Los vientos cesan y hay que darle al remo... ¡segunda navegación! Bien. Esta es una imagen poderosa en la que no puedo perder tiempo. Siento que mi corazón se encoje. Me pimplo un carajillo al cincuenta por ciento...
¡Vaya, he olvidado el azúcar!
Lunes, 25 de noviembre del año 2013. La luna, como en aquella noche mejicana, está en la mitad de su recorrido.

Lean Vds. si quieren, la propuesta para el día 2 de diciembre, dedicada al tema.

V

Todo empezó con una conversación de enjundia. Así lo cuenta el rústico y baqueteado Levon Helm.
--Soy Bob Dylan
--Diga usted.
--Bueno, este... eh, ¿qué les parecería tocar en el Holliwood Bowl?
--¿Quién más hay en el cartel?
--Nosotros.
Dejó el teléfono y salió disparado al WC. Acababa el verano del año 1965.




Bob Dylan estaba inmerso en plena "traición eléctrica": En Newport había quedado claro. No habría marcha atrás. Ahora necesitaba una banda estable y con garantías.
Los que se llamarían The Band, habían hecho su aprendizaje con el bullicioso, simpático y rockabilero Ronnie Hawkins, en los cálidos tugurios de la helada Canadá. Como es natural, tomaron el nombre del padre, y, así, como "halcones" (Hawk), se dieron a conocer... y con el roce vino el cariño: podrían sobrevivir sin Ronnie y sin sus multas. No estaba claro, sin embargo, si sobrevivirían, adolescentes como eran, al mandamiento del demonio que Ian Dury había formulado. Pasaron a llamarse "The Levon Helm Sextet", pues habían fichado a un saxofonista (Jerry Penfound), pasando de cinco a seis. Después, ya sin el sexto, fueron "The canadian Squires", siguieron como "Levon and the Hawkins", y retornaron a "The Hawkins"... Levon Helm era el alma y Richard Manuel, el afilado espíritu, destinado a la perdición; Robertson, el animoso; Hudson, "el diferente" y Danko, pese a que era el más alto, el bajo. Su música, a duras penas, se escuchaba desde la puerta del bar de Toronto en el que tocaran. Y sin embargo...."dios (?) escribe ¿recto?, ¿torcido?..." ¿cómo era aquello?... ¡Ya no me acuerdo! ¡Hace tanto tiempo! Alguien escribe, eso parece claro, pero ¿dónde? ¿cómo? ¿con qué? ¿quién lo borra? ¿quién lo lee?...  ¡Santa Catalina, échame una mano!

Y en esas estaban, siete años después, "con el rabo entre piernas" (Danko), cuando se recibió la llamada y la contestó el rústico Levon.

El quinteto decidió que, como avanzadilla, fueran Helm y Robertson. La cosa salió bien y se exigió el contrato de los cinco. Lo que pareció un ultimátum fue, precisamente, lo que Dylan deseaba. Al Kooper abandonó el barco tras lo del Holliwood Bowl al enterarse que la fatídica Dallas estaba anotada en la agenda: "Si allí habían asesinado a Kennedy, ¿qué no le harían a ese tipo?". La división de opiniones y las trifulcas acompañaban al grupo como si se tratara de Curro Romero. Por suerte podían huir en limusina y jet privado. Helm, el rústico, no aguantó el sobresalto de las tijeras y se retiró a una plataforma petrolera del Golfo de Méjico....y Robertson fue poniéndose cómodo. Dylan le inspiraba y llegó a convertirse en "la más impresionante persona autoeducada". En sus correría por el Sur de la nación se había ido impregnando del ritmo machacón, cansino, escueto, arisco... de quien camina hacia las raíces "mitológicas" de los USA, superando la monótona y solitaria tristeza del blues y el "cariño-bailemos-toda -la noche" del rock and roll tradicional. Tampoco el lisérgico "Revolver" le desvió de su camino.
Ahora se trataba de avanzar por el desierto como un vaquero con esperanzas pero, de momento, desorientado. Calzando botas resistentes, como las que Jane Fonda proponía en aquellos días.

Sería un pleonasmo redundante decir que Dylan estaba allí.

Tras algunos conciertos, vino "la gira de la traición" de la primavera del 66,  con el Concierto de Manchester como símbolo. Oír el directo da tericia (o tiricia o como se diga...ya me entienden ¿no?)


Después vino "Blonde on Blonde" (sólo Robertson) e inmediatamente después, el ¿accidente? de moto y un nuevo cambio de planteamiento. Dylan, impedido y padre (¿o es lo mismo?) se retira a la idílica Woostock a cuidar de su retoño y de su mujer y en busca de sosiego.

Era otoño. 1966. El óscar de Hollywood fue, oportunamente, para Fred Zinnemann.
Donovan se pasaba a la psicodelia. Zappa irrumpía en contra de la psicodelia. Los Beach Boys maravillaron en su debut. Jefferson Arplane, Mama's and the Papa´s. Por estos lares Black is Black era omnipresente; los Brincos se empeñaron en que bebiéramos champagne y abandonáramos de una vez El Gaitero… y Fraga acababa de salir de aquel baño infame.

Los "Halcones" habían reducido bruscamente la velocidad y la inercia les estaba empujando hacia Toronto. En Nueva York no hacían nada. Como Helm estaba en lo del petróleo, o en el maíz, tanto da, no pudo coger el teléfono. Lo cogió quien más cerca estaba. Era Bob... que si querían que... tal y más cual… Al cabo de unos días, Danko ya se había encaprichado de un destartalado caserón en los prados, llenos de mariposas*, de Woodstock. Todo rosa relajante. Allí se instalaron los tres: Roberston, casado, buscó domicilio conyugal y Levon, como se ha dicho, "estaba en lo del petróleo o en el maíz, tanto da". ¡¡The Big Pink!! 



Por aquellos días, en las afueras de Londres, Barrett ideaba un nuevo nombre para su grupo: "Pink Floyd": por Pink Anderson y Floyd Council, bluesmen de Georgia ("In my mind". Óiganla en la versión de Richard Manuel. Desde que la cantó en la campaña de Lindon Jhonson, georgiano y demócrata él, lo hacía cuando algo llegaba al momento álgido. Una lástima que no aparezca en el disco ni en la película  The Last Waltz. Ronald Reagan, sin embargo, se comería el turrón como gobernador de California)... y tres años antes había aparecido "The Pink Panther". Rosa (Pink) Morena, habiendo triunfado en la Gran Manzana, vuelve a su hogar; mi primo, el de la Belter, encauzó el desastre.



Bueno el caso es que Dylan pasaba allí las horas muertas y entre todos fueron creando un sonido inédito (hay quien dice que fue "el paso del rocanrroll al rock"). Fueron días de amor y mucho rosa...divertidos, fructíferos, relajantes, sorpresivos...


Y así surgieron las "cintas del sótano" y el primer y mejor álbum del grupo aún sin nombre para su nueva andadura: "Music fron Big Pink". Bueno, pues, se pusieron "The Band" y zanjaron el asunto: pues eso es lo que eran, una banda. Loar las bondades (que se dice) del disco es redundar. Hablar de todos aquellos a los que les abrió una vía de escape o, simplemente, de tránsito o, simplemente, una vía, sería una tarea inacabable.
Todos (y cada uno de ellos) eran imprescindibles. Si faltaba Danko, por accidente automovilístico, no se tocaba. Si Manuel, por sus cosas, no se tocaba. Si a Robertson le daba un ataque de pánico escénico y el hipnotizador fallaba, se interrumpía el concierto... La riqueza de sonidos y matices, así como su trabajo vocal era la resultante de diferentes, e intransferibles, fuerzas. Siempre, eso sí, fieles a la máxima de que lo menos es más.

Miren atentamente la carátula del LP y se harán una idea. El dibujo, es obvio, es de Dylan. El jolgorio es compartido.

Allí y así empezó todo. Luego vendría la confirmación ("The Band") e, inmediatamente, el estancamiento. Allí se fraguó ese estilo indescriptible, de fuerza contenida, de tierna aridez, viril, honrado, casi mítico, al servicio de la variedad, que volaba tras la estela de los teclados de Hudson o avanzaba con decisión y esfuerzo siguiendo las baquetas de Levon, con las que parecía practicar de aizcolari. Los falsetes de Manuel te traspasaban..., su piano cantarín… Las voces de Danko y Helm te erizaban. Robertson nunca prodigó sus solos en plan Clapton... (que, procedente del grupo de Mayall, presentaba su supergrupo Cream, en las antípodas musicales y morales de "The Band") aunque siempre le gustó chupar cámara: Se creía el líder.
Y así acabó todo (el resto es silencio (o no me acuerdo)).



















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...