Me
permitirán que empiece el día de forma un poco grotesca (e
insegura). Les aseguro que el día de hoy es uno de los más aciagos,
de los más lúgubres y vergonzosos (no consigo formular
correctamente) de la historia de las “democracias
de postguerra”.
****+ ***** ***** ***** *****
Que
me aspen si logro hacer claro entre los diferentes pueblos germánicos
que se introdujeron en la parte occidental del imperio romano y sus
proezas. Sólo me suena aquello de la “Batalla
de los campos Cataláunicos”
y porque se desarrolló en la Champagne
que, por lo demás, es una región rica en cereales y otras hierbas.
Aquellos pueblos me suenan a especies ornitológicas: Gépidos,
alanos, sármatas, hérulos. Vándalos y sus subconjuntos (silingios,
omanos, buros, varinos, didunos, helvecones, charinos, manimios,
elisios, najarvales…). Godos, visigodos. Suevos, Francos…Todo
esto coincidía con (y causaba) la desintegración de la parte
occidental del Imperio. El papa León I evitó que los hunos dieran
el golpe de gracia. ¿Qué les diría? Lo cierto es que se retiraron
y desaparecieron melancólicamente como neandertales, entre epidemias
y hambrunas.
Me
suena “Gala Placidia”, no tanto por su relación (muy provechosa)
con el visigodo Ataulfo, sino por las atracciones
Caspolino (R.I.P.) que
tanto tuvieron que ver con la detención de Puig Antich. La hija de
Gala, Honoria, también pacificadora, y harta de la santurronería de
la corte, quiso ser raptada por Atila y dejarse ya de abstinencias.
Valentiniano III, su hermano, lo impidió y Atila, enfurecido (algo
así como Chuck Norris anfetamínico), arrasó la ciudad de Aquilea,
la del terremoto.
¿A
qué viene todo esto?, dirán Vds.
–¿A
qué viene todo esto?
–Pues
no lo sé muy bien, pero intentaré salirme airoso.
Asesinado
el emperador, de muerte natural, la sucedió Avito (y el enésimo
saqueo de Roma por Genserico.) ¡¡Basta!! El tal Avito
tuvo que huir, por las razones que fueren, a Arlés y desde allí,
enloquecido y con las orejas intactas, contraatacó. Fue derrotado en
Piacenza. Le perdonaron la vida pero lo castigaron con saña: le
obligaron a tomar el Hábito
y hacerse cargo, tal
día como hoy, del
año 456, del obispado de la ciudad. Al final, por no sé qué
motivo, lo encerraron en su residencia y lo mataron de hambre: ¡Lo
peor que le pueden hacer a un obispo!
¿Ven
Vds.? Una desconsideración con la ortografía puede llevarte al
martirio. “Avito” sí que suena a pájaro. Con ese nombre no
tenía más remedio que acabar de forma afrentosa. ¡Para que después
defendamos la futilidad de la “H”!
Tengo
para mí que los germanos cruzaron el “limes”
cuando constataron la continuada desidia que los romanos adoptaron al
escoger el nombre de sus retoños. ¿Cómo puede un futuro emperador
llamarse “Honorio”?...como
si de la “tasca
Honorio” se tratara;
“Mayoriano”,
como si ejerciera de mayoral de cornúpetas; “Antemio”.
“Avito”
(que suena a complemento vitamínico para aves de corral).
¡Vergüenza! Frente a éstos: “Alarico”,
“Ataulfo”,
“Genserico”,
“Odoacro”…
¿Qué sonoridad! ¡Qué potencia fonética!
¡¡Basta!!
¡Lo
que hay que hacer para poder tomarse unas copitas de cava de la zona
(ya que no “Champagne”)!
Esto de envolver cada gesto, cada paso, con un chascarrillo, es
agotador. A estas alturas creo que ya no hay remedio. Se ha apoderado
de mí una verdadera compulsión que no tiene muy buena pinta. Se
resiente el sueño, el camaderil
solaz. Las relaciones se mustian como las acelgas del Condis. El
huerto se abandona…E incluso el convulsionado mundo pierde
importancia. Así se va configurando, poco a poco, la personalidad
del “intelectual”.
Hoy
es un día apropiado para zamparse unos calamares “a
la romana” (con
limón de Murcia, naturalmente). Voy a la “lonja”
de Monsolís (“Mongat
Nord”, si van en
ferrocarril) y espero que coloque las “platas”
tomando una cerveza en el bar de enfrente. Ruego a dios que no esté
el chino de siempre. Los chinos tienen unos reflejos metafísicos.
Antes de que el “¡YOOOO!”
reglamentario pase de mi cabeza a la lengua, ya ha tenido tiempo de
decir su nombre completo y hasta el destino que le espera al
cefalópodo. Y se larga, el muy cabrón, sin decir ni adiós, con su
presa bajo el sobaco.
Ha
habido suerte. Sólo había jubilados lentos y amodorrados bajo este
templado sol de octubre. Esperan la morralla. De vuelta paso por el
condis y me hago con una botellita de verdejo y un cuarto de
mejillones. Comida perfecta, como corresponde a este “Veranillo
de los Arcángeles”
que, los prosaicos, denominan de “san
Martín” o “san
Miguel”
y los poetas primerizos y rústicos: “de
los membrillos”.
Acompáñenlos con un poco de Mahonesa (*)
Aunque
vean medias sandías envueltas en celofán a precios de saldo, ni se
les ocurra catarlas. Recuerden el destino de John Reed. De vuelta del
Primer Congreso
de las Naciones
Oprimidas
de Oriente
(¿PC? ¡NOO!) celebrado en Dagastan, compró una sandía roja como
su apellido y la mordió con tanta pasión como puso Eva en su
mordisco. El resultado fue parecido: unas fiebres tifoideas lo
llevaron a la tumba en dos días. Era el 17 de octubre del año 1920.
Al año siguiente Dagastan sería incorporado
a la URSS. Su muerte estremeció
al mundo unos cuantos
días...¡no sé exactamente cuántos!
(¿Recuerdan
Vds. aquel poema de Edgar Lee sobre Taylor, el diácono, cuya muerte
fue atribuida por sus feligreses a las traidoras sandías, pero que,
en realidad, había muerto de una cirrosis acumulativa? )
La
mañana del 17 de octubre del año 1968, después de que las
elecciones de junio echaran agua sobre los rescoldos de mayo, fui
expulsado, DEFINITIVAMENTE, de los escolapios. Aquellos días
circulaba (yo) por entre las desmochadas palmeras, la maleta siempre
dispuesta, sin encontrar acomodo definitivo en ningún aposento de la
institución educativa. Sabía que se tramaba mi destrucción. Los
curas jugaban y me iban cambiando cada día de lecho. Querían sangre
antes del golpe postrero. ¿Raro? ¡No me hagan contarles a Vds. de
lo que son capaces esos cuervos!
Y
a mí aquello me gustaba. Me imaginaba como Rimbaud en Oriente.
Esperaban de mí una muestra de arrepentimiento, tras la cual
expulsarme como a un perro que se humilla y te lame, aún incluso,
cuando lo estás apaleando. Sádicamente. Yo no pertenecía a aquella
raza. Yo tenía una gota de la estirpe de Lilith. Así que cuando me
lo comunicaron, saqué un paquete de “46”
que llevaba en el bolsillo, contraviniendo toda norma. Saqué un
cigarrillo, me lo puse en los labios, lo prendí y los miré con los
ojos entornados (por el humo) y entre convulsiones logré articular:
“¡Ahora ya puedo
fumar sin esconderme!”. La
música de aquellos días era la “Gran
Polonesa” y la
polonesa “Heroica”
de Chopin. Alguien tenía un tocadiscos a pilas y no sé cómo
conseguí ese “single”.
Oía a Chopin en todo tiempo y, como era a pilas, en todo espacio.
Pues
bien, tal día como
hoy, del año 1849,
moría en París (¡Plaza Vêndomme!También el padrastro de
Baudelaire murió en esta plaza y tampoco fue guillotinado) el músico
polaco. Cuando supe de esta coincidencia se reforzó mi querencia. Lo
enterraron el Père Lachaise arropado por su “marcha
fúnebre” (sonata
nº2). Su corazón, sin embargo, está depositado en la Iglesia de la
Santa Cruz de Varsovia.
También
se podría hacer un club de aquellos cuyos corazones reposan
separados de sus cuerpos.
Seguro
que han visto Vds. la imagen “gore”
del corazón de Jesús, cercado por una corona de espinas y envuelto
en llamas ¿verdad? Pues eso fue lo que vio María de
Al(b)a(ri)coque. Era tal día como hoy del año del señor de 1690. Y
así muríó.
“El
17 de octubre, una hora antes de su muerte, hizo llamar a su
superiora y le rogó que le administraran la unción de los enfermos.
Dio las gracias por todo”.
Exhortó a sus hermanas: “Amad
al Amor, pero amadle con perfección”.
Es su último legado. Y añadió que “ya
no tenía nada que hacer en este mundo, sino ir a abismarse en el
Sagrado Corazón de Jesús. Luego, tras pronunciar el santo nombre de
Jesús, entregó dulcemente su espíritu”.
A
ella se le debe el culto a los despojos divinos.
Pero
es que además, la mañana de tal
día como hoy, del
año 1966, el año en que tocó la lotería de navidad en Fortuna y
el pueblo se sumía en la mayor borrachera que recuerda el siglo XX,
moría en París, en la “hausmeana”
rue Teheran (nº10, haciendo esquina con la plaza Narvik, rntre
Manceau y Hausman) la mujer más hermosa de todos los tiempos, la más
bella del universo-mundo, de la vía láctea, del universo…más que
Ava Gadner. Más que Rita Hayworth (*): ¡Cléo de Merode! Eso no
impide, lo cortés no quita lo valiente, que la desprecie por haber
tenido relaciones con el bandido más grande de la vía láctea, del
universo: Leopoldo II “del
Congo”. (Sobre este
personaje…¡volveremos!). Vean las fotos y la talla de Rodin…
Expulsión.
Chopin y Cléo: tres elementos que constituyen una constelación
merecedora de todo un firmamento (como diría “Manué”).
Jean
Seberg no cuenta.
La
música para esta mañana: La citada de Chopin. Repitan el
“Réquiem”…porque
la cosa lo merece…