Así que le coloqué su camita en mi habitación y nos pusimos a dormir…¡a la misma altura!...respirando polvo espeso, casi barro. A los cachorros el corazón les va a doscientos por hora; las emociones del día se traducen en impulsos del corazón. Hacen ruidos por el gozo de oírlos. Muerden el aire y todo lo que ocupa espacio. Y, agotados, se sumergen en un pequeño y, ya proceloso, océano de sueño…
A media noche (¡más o menos!) ya estaba acurrucado, apoyada la cabeza en
mi almohada.
--¡Hegel…que sea la última vez!
--No sé lo que es “última vez”. Estoy
comenzando.
Me disculparán vds. que no me refiera continuamente a las continuas deposiciones
del cachorro. Tiempo habrá de contarles los métodos empleados en su correcta
educación.
Bueno, empezamos lo que llegará a ser rutina: su ración de bolitas, agua
y alguna golosina para ir enseñándole las primeras letras.
Y para mí lo de siempre.
Ya saben vds. que el perrito procede de los Sudetes: ya, tan pequeño,
objeto de crueles transacciones. O sea, es un “emigrante ilegal” que ha conseguido, por suerte, el permiso de
residencia….¡y con el tiempo la nacionalidad!
Ya les imagino a vds. haciendo tiempo en el bar del “Battery Park”. Han escogido un viaje fuera de temporada. No les
importará el frío esdrújulo…Es la única forma de viajar en familia. Páguele a
los niños un cacaolat caliente con Kelloggs (*),
a la mujer un té y pímplese vd. un güisqui doble, (nada…dos movimientos bruscos
de muñeca…¡no crea que le van a poner un cuartilllo!) que le de ánimo y
fuerzas para llevar a la manada a buen puerto. Preparen 24 $ + 24 $ + 12 $ + 12
& = 72 $ y suban al transbordador que les llevará, primero a La “Estatua de la Libertad” (pasen de largo)
y, finalmente, a la “Isla de Ellis”,
la antigua “Isla de las ostras” o la futura “Isla
de las lágrimas” o “la Deseada”…¡Abríguense bien!
También podían haber ido en autobús y cruzar andando el puente, pero les ha parecido más auténtico hacerlo en barco. O a nado, si no llevaran la rémora de la descendencia.
La isla era un islote. Se ganó terreno al mar con los escombros del
metro. Ahora es una isla geométrica, un rectángulo con una hendidura en el lado
largo que mira a Brooklyn, por donde “entran / salen” los barcos que “llegan /
van” “de / a” Manhattan.
Tal día como hoy (otras fuentes afirman que el 12 de noviembre) el año
1954, la Isla dejó de funcionar como puerto de entrada de emigrantes. Más de 1/3 de la población estadounidense
desciende de gente que entró por Ellis: 12.200.000 personas (¡11.747 el 17 de
abril de 1907!).
En el trayecto se acordarán del momento en el que Vito Andolini está a
punto de convertirse en “Vito Corleone”.
O de “Charlot”. O de Johnny
Weissmüller, en “Tarzán”. O de Bela
Lugosi, en “Drácula”.
“Lo que yo, George Perec, he venido a
preguntarme aquí es lo errante, lo disperso, la diáspora. Ellis Island es para
mí el lugar mismo del exilio, es decir el lugar de la ausencia de lugar, el
no-lugar, el ninguna parte”…¡Coño…como el Condis!
Inviten a sus hijos a que practiquen la lectura en el “Wall of Honor”…quizás encuentren algún
apellido conocido…¡los hay!
Verán la estatua de una chica que se protege el sombrero del viento o,
simplemente, se lleva la mano a la cabeza ante la contemplación de lo que le
espera: Es Annie Moore, del condado de Cork (Irlanda), la primera persona que
bajó del primer barco, de los tres autorizados (“El Nevada”…en efecto, caía una nevada conmemorativa) y la primera
registrada aquel 1 de enero de 1892, día en que se puso en funcionamiento la
estación. En Cork se erigió otra, esta vez se hizo justicia a los dos hermanos
que la acompañaban. Iban tras los
rastros del resto de la familia.
Las navieras en feroz competencia por las suculentas ganancias, bajaban
precios…de tal manera que un viaje transatlántico se convirtió en asequible…eso
sí, las condiciones eran propias de la ganadería preindustrial.
El “jefe” de la Isla se acercó
a la niña y le entregó una “conmemorativa”
moneda de oro de 10 $. Nunca había tenido un regalo semejante: ¡cumplía quince
años! No puede negarse que entró con buen pie. Se estableció en Nueva York (32
de Monroe Street, en el Lower East Side, entre los actuales puentes de
Manhattan y el de Brooklyn); se casó con un inmigrante alemán, estibador del
Mercado Pesquero de Fulton; tuvo once hijos, de los que murieron un montón y
murió por complicaciones cardíacas el 6 de diciembre de 1924. Está enterrada en
el cementerio de Calvary (Queens).
El último fue Arne Peterssen, en 1954.
La mecánica era farragosa, a veces humillante, pero, sin duda, mucho más
“humana” que el “protocolo” actual, conducente al exterminio. Había cocina-comedor,
hospital, dormitorios…¡sólo faltaba la sala de la tele!
Se les hacía un reconocimiento médico, se les pasaba un formulario con 29
preguntas (incluyendo el asegurarse de que estaban en posesión de, por lo
menos, 25 $) y, si todo iba bien, se les ofrecía un billete de tren, con
descuento, a donde quisieran.
…Y salían como sale el agua de la manguera cuando pones el dedo gordo para regar las plantas de tu jardín…
…Y salían como sale el agua de la manguera cuando pones el dedo gordo para regar las plantas de tu jardín…
El 2% se quedó con las ganas. Unos tres mil se suicidaron.
Allí dejaron apellidos, ropas, maletas…y
salieron zumbando.
Habrá llegado la hora del bocata. Su esposa
habrá preparado unos sándwich con pan de molde (semejantes al que les
entregaban al desembarcar). Cómanselos, bien abrigaditos, en el triangulo que
sobresale (“Cristian Marchi”) y
contemplen la silueta de Manhattan y la “Estatua”.
Metan unas monedas en los “telescopios”
y dejen que sus hijos se entretengan.
Y puesto que de fronteras va la cosa, viene a
cuento el origen del concepto de “border
line”, propuesto en clara referencia
a los desafortunados que esperan en el lado malo de la frontera. El darwinismo
biológico, con la decisiva ayuda del redescubrimiento de Mendel, de de Vries
y de Weismann, se estableció como
paradigma. Los vástagos de Darwin (hijo y sobrino) ampliaron el concepto para
que cubriera la “evolución social” (“Darwinismo social”) con claras
intenciones “eugenésicas”: eliminar a
los “degenerados” con el fin de que
su “raza” no se propagara y pusiera
en peligro la civilización occidental. Sobre esta voluntad ideológica actuó el
“cientifismo” de la época.
Así que científicos sociales se pusieron mano a la obra para fundamentar sólidamente sus propuestas “genocidas”.
Así que científicos sociales se pusieron mano a la obra para fundamentar sólidamente sus propuestas “genocidas”.
Henry Goddard (*), director de una institución
para niños retrasados mentales, se empleó a fondo en su estudio de la
genealogía de “Debora Kallikak”: la
causa de su debilidad mental era un escarceo de un antepasado suyo con “una muchacha anónima y débil mental” que, como la Eva bíblica, habría
propagado el mal por toda su descendencia. Obsérvese qué fácilmente se daba por
satisfecho el “cientifismo” en boga.
El tal Goddard, metido a psicólogo,
estandarizó las pruebas europeas sobre el Cociente Intelectual (C.I.) y recibió
permisos para aplicarlas a las avalanchas que llegaban a Ellis Island. El
resultado amplió milagrosamente el campo de la “anormalidad”, añadiendo un adjetivo nuevo a la sarta de
despropósitos: “idiota”, “imbécil” y “morón” (lo que ahora llamamos
“borderline”). De la aplicación de sus
pruebas a la población americana se desprendió la sorprendente (para él)
conclusión de que entre el 50 y el 80 de la población eran “morones” (del griego antiguo “moró”, necio)…con el peligro que
subyacía a tal constatación: Los “idiotas”
y los “imbéciles” eran tan evidentes
que su reproducción podía fácilmente evitarse. Pero en el caso de los “morones”…tan parecidos a la gente
normal, la cosa era más difícil: Ahí radicaba el principal peligro para la “civilización americana”.
De sus “estudios”
en Ellis Island concluyó que no menos del 80 % de judíos, italianos, húngaros y
rusos presentaban rasgos “morones”…¡no
hablemos ya de los negros!
Y, además, diseñó “consejos de experto”: esterilizaciones, deportaciones,
enclaustramientos…
Añadamos a esto las convicciones de Th.
Roosevelt y de grandes magnates de la industria, como J.H. Kellogg, el de los “copitos de cereal”, y tendremos la
atmósfera adecuada para que respiraran las ideas de estos “científicos sociales”.
Diversos estados de USA legislaron y aplicaron la legislación: 70.000
esterilizaciones forzosas.
Tal día como
hoy, del año 1874, nació Egas Moniz, Premio Nobel por el descubrimiento y la
práctica de la lobotomía así como “de su
valor terapéutico en determinadas psicosis.”. De mil amores hubiera echado
una manita.
Un paciente
tarareaba por los pasillos: “El doctor
está lobotizado. ¿Quién lo deslobotizará?
Aquél que lo deslobotice, buen deslobotizador será” Y le pegó 8 tiros.
Quedó paralítico para los restos.
Cuando vds.
se zampen su tentempié, yo me habré comido un bocata como aquellos que nos
comíamos en el tren que nos llevaba a Alemania y me habré pimplado una
botellita de Jumilla.
Hegel huele, “ensuma”, pero aún no conoce
el olor del chorizo gallego.
Para contrarrestar la malasombra de los
citados “científicos”, observen vds.
las fotografías que Lewis Hine hizo de los inmigrantes de Ellis por las mismas
fechas y verán lo que es respeto y simpatía por los “nouvinguts”. Fue el primero en usar la fotografía como arma “política”, para documentar la humanitaria barbarie capitalista. En los años
treinta hizo las famosísimas fotos del “Empire
State” que todos tenemos en casa (“Men
at work”). Murió en la misma pobreza que había fotografiado. El MOMA
rechazó el legado. Lo acepto la George Eastman House, donde se conserva.
En fin…una forma de utilizar la fotografía
que está a punto de pasar a la historia.
Tomen el ferry antes de que anochezca. El
último es a las cinco. Atiborren a los niños a auténticas hamburguesas
americanas, déjenles el mando a distancia y váyanse a cenar a un sitio
recogidito. Las cosas habrán cambiado mucho en 40 años, pero prueben, el dinero se
les supone, en el “Village”.
Y allí, no tengan prisa, lean los textos que
les propongo…continúen en el hotel:
- · “Escritos judíos” de Hanna Arend.
- · “Ellis Island” de G. Perec.
- · “Los emigrados” de Sebald
Mediten sobre la profunda injusticia de la
demanda de “asimilación”. Sobre la situación de profunda y definitiva
inseguridad del que emigra: Nunca será suficiente su “integración” y, sin embargo la pérdida de “lo suyo” será irrevocable.
“Aquella tarde estuve hojeando el álbum una y
otra vez, de punta a cabo y viceversa, y desde entonces lo he vuelto a hacer en
incontables ocasiones, pues al contemplar las imágenes que contiene sentí
realmente, y sigo sintiendo, como si los muertos regresaran o nosotros estuviéramos
a punto de irnos con ellos.” (Sebald)
He ahí el “espectro” que recorre Europa.
“Perdimos nuestro hogar, es decir, la
cotidianeidad de la vida familiar. Perdimos nuestra ocupación, es decir, la
confianza de ser útiles en este mundo. Perdimos nuestra lengua, es decir, la
naturalidad de las reacciones, la simplicidad de los gestos, la sencilla
expresión de los sentimientos. Dejamos a nuestros parientes en los guetos
polacos y nuestros mejores amigos han sido asesinados en campos de
concentración, lo que equivale a la ruptura de nuestras vidas privadas.” (H.
Arend)
“Y luego me llevaron a Ellis Island, había mucha gente allí que hablaba,
hablaba y hablaba, como este y como ese otro, todos hablan un idioma diferente,
pero a mí me hablaron en Inglés.
Guerdia: ¿Usted no sabe inglés?
La señora
G: No, solamente yes y no.” (G. Perec)
Y todo esto
sin contar con que te reciban a balazos y con salvavidas de plomo.
¿Ven vds.
como todo empeora?
Cuando
decidan acostarse, yo, de madrugada, estaré peleando con Hegel por mi parte de
cama:
--¡Yo estaba antes!
--¡Yo estaba antes!
--¡Pero yo seré más fuerte!
¡Habrá que
tratarlo bien!