Edward Elgar, nació tal día como hoy, del año 1857. Yo
resaltaría su, casi póstuma, pasión por el fútbol, que le llevó (como a Sabina)
a escribir un himno para el equipo de sus dolores, el Wolverhampton wanderers F.C. Destacaría también su más antiguo
gusto por el ciclismo y por las carreras de caballos. Naturalmente era músico
(ya lo saben Vds.) y en su “Pompa y Ceremonia” se han encevichado millones de cerebros y
corazones. Dirigió la banda del asilo psiquiátrico de Ponick y fue profesor de
violín en un colegio para hijos de hombres
ciegos. No es extraño, pues, que su obra maestra fuera bautizada como “Variaciones Enigma”. Con esa música de fondo ( y de circunstancias)...
Lo del fútbol, aunque les parezca extraño, tiene su
miga filosófica (dejemos a parte a Kafka, Camus, Sartre…) Ya en los últimos
días del otoño de la edad media o
primeros del Renacimiento, Nicolás de Cusa, se entretuvo en analizar el
incipiente “juego de pelota” en el que dos grupos enfrentados peleaban por
la posesión de una esfera e intentaban introducirla en la portería contraria:
La esfera sería una representación de la divinidad. Los saltos y corredizas de
los participantes: los esfuerzos por alcanzar el conocimiento de dios…aún a
sabiendas de que el esfuerzo será
inútil. El calcio es una combinación
desordenada de contrarios, de orden y caos, de violencia y mansedumbre, de
agitación y calma. Contradicciones (contrarios) que se resuelven
(transitoriamente) en el momento glorioso del gol, gracias al cual, el
afortunado, entra en contacto directo, intuitivo, con la naturaleza divina. Al
tal, le será imposible, si no es con mezquinas comparaciones, expresar la
grandeza y la inmensidad del acontecimiento inefable. Una “docta ignorancia” lo
invadirá y con ella tendrá que convivir el resto de sus días. “Sí. Yo estaba allí y rematé”. “Diblé a X y chuté”. “Fue muy importante para el equipo”.
“Me sentí muy feliz”…Meras palabras que no consiguen ni rozar lo numinoso del
asunto.
El caso de Heidegger abunda en el asunto y convierte el fútbol en un ejemplo del “Dasein” arrojado y abierto al mundo. Y
sus reglas y exigencias, modelos para una concepción “guerrera” de la vida. Ahí tenemos, pues, al interior izquierda, un
“ser-ahí”, un “estar-en el-mundo”
(terreno de juego), al que se le abren una multiplicidad de
decisiones…angustiado precisamente por eso. Estas derivaciones seguramente
ocuparían la mente del anciano filósofo cuando en 1961, tras las cinco (las
cinco primeras) copas conseguidas por el Real Madrid de Santiago Bernabeu (uno
de los promotores de la “Copa de Europa”),
se enfrentaron el Hamburgo y el Barça en un tercer partido (no existían las
prórrogas, ni los penaltis) que decidiría qué equipo pasaría a la final de
Berna (¡¡Benfica!!). El Barça había apeado al Madrid al comienzo de las rondas.
En semifinales el Barça había ganado,
como local, gracias a un gol del brasileño Evaristo (¡a pase de Kubala!). En
Hamburgo se puso de manifiesto la superioridad teutona…Pero, al estilo Iniesta,
en el último minuto, Kocsis, de cabeza (como le era connatural), permitió al
Barça pasar a la final….¡Tampoco valía el valor doble de los goles…etc…etc!
El desempate se jugó en el Heyssel (¡¡) de Bruselas,
el día 3 de mayo de 1961. De persistir el empate…la angustia…la ignorancia…se
desharía con una moneda al aire.
Heidegger no tenía televisión (pocos tenían), pero
siguió el campeonato en la magnífica Telefunken
del vecino. De igual manera (y con mucha más razón) siguió este partido mítico
y crucial. El Barça (¡quién lo iba a decir!) demostró más entrega, rapidez,
ingenio… ¡y obtuvo la recompensa!: Segarra pasa a Kocsis, éste cede el balón a
Czibor. Czibor chuta (chutar… ¡es poco! disparó un verdadero obús que fracturó
un pulgar del cancerbero alemán). El portero sólo consigue repeler. Evaristo,
desde segunda línea, remata…y ¡¡GOOOOL!!
Heidegger olvidó no sólo las formas, si no también
toda la reflexión metafísica. Pateó, vociferó, volcó la tetera hirviendo sobre
la mesa. Como consecuencia, arruinó el tapete, los pantalones del anfitrión y
la incipiente amistad vecinal… y se volvió a su cabaña.
Por aquella misma época despuntaba, en un equipo
mediocre (Bayern de München),
Beckenbauer. Heidegger fue capaz de reconocer su (de Beckenbauer) futura
grandeza y su carácter imperial…En su interior lo nombró emperador del IV
Reich. En público se contentó con calificarlo de “genial”. El filósofo había sido un fino estilista y un regateador de primera (¡es sabido por
todos!). ¡Gracias Nicolás Alberto González!
Mientras, hemos estado oyendo las “Variaciones Enigma”… Y cuando terminen
Vds. busquen en “Yo tuve…” el
encuentro filosófico (de fútbol) entre Grecia y Alemania (Monty Python) y verán lo
que es concentración y defensa de la posición.
Desde tal día como hoy, del año 1537, sabemos que los
“indios” americanos son personas
normales y tienen alma (¿). Paulo III así lo declaró en la bula: “Sublimis Deus”. Naturalmente que se excedió: o se pasan o no llegan.
Que los indígenas seamos humanos y no hominídeos (o reptiles) pase… ¡pero que tengamos, por
obligación, alma…! Oiga… ¿Quién es Vd. para dotarme de ese atributo pesado,
aunque sutil? ¿Quién le otorga el derecho de destinarme a una eternidad que no
deseo? ¿Cómo y por qué me atribuye una estructura platónica, cuando yo soy
seguidor de Epicuro? ¿Acaso no se ha enterado Vd. que aquí, en las Américas, ya
vamos por la 123 edición de su “Carta a
Meneceo”? ¿Acaso yo le he otorgado a Vuecencia
la ligereza de la finitud? ¡Haga el favor de meterse en sus cosas: cuidar de su
concubina, alimentar a sus hijos y expoliar a la cristiandad!
Si de verdad quiere Vd. nuestra salvación ¡pásenos un
cargamento de arcabuces de palanca!
Y sin embargo, tal día como hoy, del año 1908, se
elimina de un plumazo el “alma torera” de las mujeres. El Torín (la plaza de la Barcelontea) que, como Vds. saben, tuvo,
por la competencia, que especializarse en “bomberos toreros” y en “mujeres
toreras”, fue decayendo hasta el cierre
definitivo.
Físicamente no hay diferencia: tanto da una mujer como
un hombre. Lo del “paquete” se
hubiera arreglado colocando una bacinilla de barbero sobre el “monte de venus”. Ahora que,
psicológicamente, la ventaja femenina era abrumadora. Imaginen vds. a una
torera recibiendo de rodillas al cornudo. En cuanto asomara el morro por la
puerta le lanzaría un: “¿¡De dónde vendrás a estas horas!?” que
dejaría aturdido al cuadrúpedo. El pobre bicho indefenso y desorientado, elevaría
los omoplatos y frunciría el morro…pero se quedaría plantado, humillado…o daría
media vuelta y se iría a comprar tabaco.
O bien: “¡¡Tira
por la izquierda, que acabo de fregar la parte derecha!!”…Y el toro de
puntillas iría mansamente hacia la ronda de naturales.
O directamente y sin contemplaciones: “¡¡¡Que está fregao!!!”. El rumiante
entendería y pasearía cabizbajo por el pasillo, asomando el morrillo por los
burladeros a la espera de un buen aire que le permitiera un momento de
lucimiento.
La “corrida” se convertiría en un hogar. Y,
naturalmente, ante la expectativa de un psicodrama, los espectadores se
desanimaron. La prohibición estaba justificada por el bien de la fiesta.