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domingo, 26 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 25, 26 y 27 de enero. Modigliani, Hebuterne, 2ª PARTE.



La casa, por así decir, era una especie de roulotte. Por norma, el WC era común y se encontraba en algún punto del pasillo. Era difícil explicar que aquí, a pesar de la dictadura, la gente había conseguido mear en casa. Pero así era, la verdad. También es cierto que aquí no había tal abundancia de “estudios”, que se hubieran visto reducidos a la condición de pasillo si hubieran incorporado un WC en condiciones. Todo tiene su explicación.

B. abrió la puerta, venía del “común”. Cuando lo vi, su cabeza me pareció un grano de uva tinta en sazón, tal era la grandeza y el color que había tomado lo que ayer pareció un simple golpe. Dijo que no estaba para excursiones y que prefería soportar el sufrimiento a solas. Ni siquiera bajó al tunecino. Preparó una melita y me deseó suerte. Mientras bebíamos el café, puso una canción con letra de Debord sobre el atentado de “Bons Enfants”. Sonaba como un vals rápido y canalla:




“Dans la rue des bons enfants, 
On vend tout au plus offrant. 
Y'avait un commissariat, 
Et maintenant il n'est plus là.
Une explosion fantastique 
N'en a pas laissé une brique. 
On crut qu'c'était Fantômas, 
Mais c'était la lutte des classes.(…)”

Le rogué, puesto que no lo iba a necesitar, que me dejara el chambergo y me fui solo.

–Bonjour, Monsieur le tunicienne.

–Bonjour, Monsieur “espingüin”. ¿Lo de siempre?

Era la segunda vez que apoyaba los codos en su establecimiento. Asentí, sorprendido, con la cabeza. Cuando estaba a punto de admirar su memoria y perspicacia, me acercó un café con leche, cruzó los brazos sobre la barra y se quedó mirándome casi con fruición. Pagué y salí. Por la ventana vi cómo el magrebí se echaba el brebaje al coleto.

Eran las nueve y media de la mañana del sábado 26 de enero (7 de pluvioso, dedicado al Amadouvier) de 1980.  Tenía todo el día por delante. Una fuerza como magnética me arrastró hacia el río y me emp.ujó hacia las entrañas de Montparnasse.

La primavera del 18 París se quedó vacío. Todo el que pudo marcharse, lo hizo. El gran Berta y el hambre atronaban. La siniestra rue Delambre se convirtió en símbolo de la ciudad. Modigliani, Jeanne, y los “suyos”, se largaron a Niza. El clima quizás le hiciera bien y pudiera detener el avance impetuoso de la tuberculosis… Y proporcionar una buena gestación a Jeanne. Apollinaire se quedó y contrajo matrimonio, después contraería la “gripe, dicha, española”. En verano se casaría Picasso, que no tenía necesidad de emigrar a ningún sitio, con la rusa.

Amedeo había conocido a Jeanne hacía un año. Desde entonces “Noix de Coco” (morena, de piel clara y diáfana) sustituiría a la excitable y snob Beatriz Hastings. “Noix de Coco”  tenía 19 años y era como un cachorrillo, tímido y cariñoso. Quería dedicarse a la pintura. Sus padres jamás aceptarían esa decisión y menos que se liara con un pobre pintor italiano y judío. Zborowski, esforzado marchante del pintor, les buscó un estudio vacío en el



8, rue Grande-Chaumièr, en frente de uno de los talleres de Gauguin y en el que habitaba el chileno Ortiz de Zárate. En la cercana rue Joseph-Bara, en el mítico nº 3, tenía el domicilio, siempre abierto, Kiesling con René-Jeanne y también A. Salmon con sus perros. Pascin no hacía mucho que había abandonado las buhardillas para volver a Montmartre. Rembrand Bugatti, escultor y hermano del fabricante de coches, se suicidó allí. En fin, Zborowski y Hanka habían alquilado el primer piso: dos habitaciones con el WC. en algún lugar del couloir. Apollinaire era como si viviera allí.

Nada que ver con  el 27,  de rue de Fleurus.

El cruce del Boulevard Raspail con rue Vavin era la sala de máquinas de ese barco a la deriva: Le Dômme, La Rotonde… y más abajo Le Closerie des Lilas…La Coupole es posterior, no confundamos las cosas. Lo que subsiste hoy día es poco menos que el nombre.

Crucé el río por el puente de Saint Michel. Al llegar al número 35 la fuerza magnética se volvió loca y me hizo girar sobre mí mismo. Junto a lo que ahora es un Marc & Spencer, y en el 80 no recuerdo, existió el bar de la Source. Y en esa fuente fueron manando extrañas construcciones lingüísticas que más debían a la sintaxis del sueño que a la gramática. Allí y en la cochambrosa habitación de Breton en el Hôtel des Grands Hommes, topónimo que sin duda hacía referencia a la grandeza de los enterrados en el Panteón, porque entre aquellos venerables muros no residía nadie que tuviera futuro ni presente, durante las dos últimas semanas de la primavera del año 1919, Breton y Soupault, aún dadaístas, sembraron las semillas de la “última instantánea de la inteligencia europea”: “Les Champs Magnetiques”.




Ya en el primer giro me percaté de la existencia de un bar en la acera de enfrente. Pedí una tortilla francesa y una cerveza de barril. El tipo me miró con cara de pocos amigos, cosa, por lo demás, frecuente en esta hermosa ciudad. Me dijo que las gallinas (“poules”) que surtían al establecimiento eran suecas, que si me daba igual. No entendí la gracia. En realidad no entendí nada de lo que dijo. Yo insistí:

–¡A la francesa!… ¡sin patatas, ni cebolla!

Me senté a una mesa, junto a la ventana y miré el transcurrir de las cosas. Un visillo color hueso prestaba un aspecto un poco antiguo a todo lo que veía. Parecía que miraba al pasado. Llegó la cerveza y un par de huevos fritos con patatas fritas y cebolla caramelizada.

La suegra también se largó a Niza. De ninguna manera iba a dejar a su hijita en manos de esos locos. Jeanne, pues, se hospedó aparte. Allí nació la hija de la pareja, Jeanne (ette). Nació en noviembre. Apollinaire, que le había tomado gusto al vendaje, había muerto dos semanas antes.

Modi volvió de Niza en Mayo, justo cuando Breton y Soupault pasaban las horas enfebrecidos y sedientos, en “la source”. Por entonces fue cuando encontraron en el café Certa (Pasaje de la Ópera) un buen lugar de reunión. Jeanne volvió de Niza unas semanas más tarde y, por amor nostálgico a la simetría, embarazada.

Volvieron a su estudio de Grande-Chaumière. A pasar hambre.

Breton y Modigliani habían descubierto el sulfuroso resplandor de la poesía de Lautrémont y lo leían a dos voces sentados en un banco de la avenida del Observatorio. Modigliani tosía, se ahogaba. Breton pensaba que era la emoción. Modi sabía que era tisis. Sus años de escultor (con Brancusi), su verdadera vocación (y el hambre), habían acelerado lo que ya, de por sí, iba rápido. La pintura había sido una "imposición médica".
Por un momento se acordó de las tardes pasadas en los bancos gratuitos del Luxemburgo con Ajmátova. Hacía de aquello ocho años y las cosas habían ido a peor, lo que parecía imposible. Ajmátova conservó hasta su muerte el retrato que Modi le hizo. Fue su única propiedad.

Ya saben Vds. lo suficiente acerca de sus miserias y de su aristocrática generosidad, como para extenderme en el asunto. Así que voy directamente al final.



Una noche de enero, del año 1920, Modi sale de la Rotonde con unos amigos. Llueve. El grupo se dirige hacia Tombe-Issoire y se va disolviendo. Modigliani se queda sólo. Su ropa siempre fue elegante, pero escasa y raída. Se tiende en la acera y se duerme. Se levanta y vuelve hacia el león de Denfert, sobre las enloquecedoras catacumbas. Tose. Le Domme y la Rotonde están bajando las persianas. No le apetece ni beber. Apoyándose en las paredes puede llegar al estudio de Grande-Chaumière. Sube corriendo las escaleras y se acurruca junto a Jeanne. Escupe sangre. Jeanne lo acopla en su convexidad e intenta calentar su cuerpo con el poco calor de que dispone… como el gato de Poe.
 
El estudio está repleto de pinturas sin vender. Nadie compra ni a precio de saldo; Zborowski se desvive, sin éxito… Y Jamás se había visto una ternura tal. Jamás tanta hermosura. Jamás un color-carne tan resplandeciente, sin duda fruto de su imaginación: sus modelos pálidos y ascéticos nunca soñaron con un color semejante. Él les prestó la dulzura del melocotón. Él les dio ojos infalibles y cuellos de cisne. Él las tendió en camas que nunca tuvieron. Él las dotó de una felicidad que desconocían. Él las amó, pues todas eran Jeanne.





Fue Ortiz de Zárate quien se decidió a tirar la puerta abajo. Lo que ve es una “Pietá” tristísima y una lobreguez alarmante. Llama a un médico y lo trasladan al (antiguo) Hospital de la Caridad de la rue Jacob. A las 20’45 del 24 de enero, muere. La noticia recorre todo París: pintores, modelos, marchantes, poetas… ¡El príncipe ha muerto!  Así como cuando Jesucristo murió, el día se convirtió en noche, así, ahora, la noche se tornó luminosa. Un fulgor instantáneo iluminó París. El flash aún no estaba inventado, con lo que nos quedamos en la incertidumbre acerca del origen del prodigio.



Kiesling (Alma Mahler no estaba)  sacó la mascarilla mortuoria. Hubo que reparar la cara del muerto. Lipchitz la pasó a bronce.

Jeanne no durmió en el estudio. Vagó por las calles de Montparnasse con el paso lento de las embarazadas. Las manos cruzadas aguantando el peso de la vida. Los ojos vacíos. Era domingo y los domingos la gente se rezaga. Temprano llegó a la morgue del Hospital. La condujeron por pasillos inhóspitos. La colocaron delante de Modi y pidió quedarse sola. Cortó un mechón de su pelo y lo depositó sobre donde creyó que estaba el corazón del padre de sus hijos. Los encargados del depósito declararon que estuvo mucho tiempo. Cuando salió ya había pasado la mañana. Se dirigió al apartamento de su familia, 8, de rue Aymot, por el Pantheon.


Pago y levo anclas. Le digo al camarero que sus gallinas suecas dejan mucho que desear. Cuando salgo, vuelvo la cabeza: está haciendo el baile de los pajaritos. Lo de los camareros es el talón de Aquiles de la Ciudad de la Luz. Me dirijo hacia la rue d’Ulm. Entro en el bar desde donde rememoré la insensatez de Althusser.

Tzara acababa de llegar a París y el  viernes 23 había tenido lugar el primer (y el último) “Viernes de Literature” (Dada): Breton, Soupault, Aragon, Salmon…Tzara. Tzara quería algo fuerte, impactante, que golpeara las cabezas de los biempensantes. De hecho acudieron tenderos de todo “Les Halles” y el “Marais”, atraídos por “La crisis del cambio”, disertación absurda de A. Salmon. Breton tuvo que devolver, de tres en tres, casi todos los francos que con alborozo había recabado.



–¡Hombre! ¿Qué hay de nuevo? ¿Qué nueva desgracia se ha cernido sobre el barrio?... ¿No será Vd. quien las atrae?

–¡Limítese a lo suyo, tabernero!

–Bueno, pues… ¡Vd. dirá!

–Póngame un doble de calvados.

–Mejor le dejo la botella…

Hace una marca para testificar el antes y el después.

Pasó allí toda la tarde y media noche. A las tres de la madrugada se levantó y se lanzó por la ventana…así, sin más. Cinco pisos. Por la mañana un obrero de la construcción la encontró frente al número 8, donde siglos antes se encontraba el cementerio de la “calle de las gallinas” (rue des poules)”.

La recogió y subió, esforzado, con el cuerpo en brazos, preguntando, piso por piso, por la procedencia de la desgraciada. En el 5º abrió un hombre (¿el padre? ¿el hermano?) y le dijo que la llevara al 8 de la rue de Grande-Chaumière, su domicilio. Nunca se supo nada más de esa extraña escena. El albañil depositó el cuerpo en su carretilla y siguió el más triste de los itinerarios. La portera le pidió los papeles. Volvió a empujar la carretilla en dirección a la comisaria de rue Delambre. Le dieron los papeles necesarios. Volvió al estudio. Subió y la depositó sobre la cama. Allí estaban todos. Y la velarán todo el día y toda la noche.



Y amaneció el día 27 de enero, martes y se enterró a Modigliani… ¡como a un verdadero príncipe! 

Los marchantes, que también marchaban en pos del catafalco, estaban a la expectativa. Uno de ellos se acercó a Francis Carco y le propuso comprarle los cuadros que poseía del difunto. La fortuna, póstuma, llamando a la puerta. Jeanne miraba incansable el techo del estudio. Al día siguiente, 28 de enero, le tocó el turno a Hébuterne. Furtivamente, casi al amanecer, un miserable coche fúnebre espera en la puerta del 8 rue Grande-Chaumière. Un ataúd más  estrecho de lo “standard”. La escasa familia y al final de la calle, con discreción, “dos taxis y un coche particular: Salmon, Zborowski, Kisling, sus mujeres, y flores blancas”.

La pequeña Jeanne quedó a cargo de la familia de Modi… y en el corazón de todos los amigos.

En Montmartre “Tristouse Ballerinette” y el indefenso “Litrillo” fueron a “coger mejorana por la noche”…aunque no era el tiempo.

Fue el último acto de una tragicomedia irrepetible.

Diez años después Jeanne será trasladada desde Bagneau a Père Lachaise….¡Descansen eternamente en paz!


–No hace falta que midamos, ¿verdad?  Es Vd. una esponja.

–Y Vd…. ¡una hipótesis! (Gracias, Moderna).

Al levantarme vuelco la mesa y su contenido.

–¡ Y con una memoria portentosa!

Compro dos “avec du tout” en un argelino de Saint Martin y me dirijo hacia el Canal.
Subo y cuando abro la puerta me encuentro con B. que va tornando a su color natural, lo sé porque ha abandonado el cárdeno, para introducirse en la zona de los verdes.

–¿Y el chambergo?

–¡Hostia!...¡El calvados…!

Cogimos el coche y fuimos al bar. Aparcamos en la misma acera, allí donde cuando empieza el buen tiempo sacan las mesitas. B. se quedó dentro.

–¡Qué chambergo ni qué chamberga! ¡Vd. iba a capella, a cuerpo gentil, que se dice!

–¡Cómo que qué chambergo!...¡Pues mi chambergo, el que llevaba cuando, en mala hora, entré en este garito!

B. algo oyó. Salió del coche y entró en el local. Los clientes creyeron que el “demonio verde”, había abandonado su residencia habitual de la “Closerie des Lilas”. El camarero mordió la historia y, solícito, sacó el chambergo de debajo de la barra.

–¡Chambergo! ¡Chambergo!,,, ¡Ceci est une veste!

N.B.

“En aquella época cada domingo se repartían premios de poesía. Se habían fundado miles de sociedades con este motivo, y sus miembros vivían espléndidamente, concediendo, a fecha fija, mercedes a los poetas. Pero el 26 de enero era el día en que las grandes sociedades, compañías, consejos de administración, academias, comités jurados, etc., del mundo entero otorgaban lo que habían acumulado. Se entregaban aquel día 8019 premios de poesía cuyo total ascendía a 50 millones 3235 francos con 75.”. Si quieren saber sobre el desenlace del asunto, lean “El poeta asesinado” de Apollinaire, huérfano prematuro.














RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...