¿Puede
decirme alguien de Vds. cuánto vive una mosca doméstica? Yo arrastro una en el
coche desde mi último viaje a Serbia y todavía da muestras de lozanía. Fue a
comienzos de septiembre. Aparqué frente a mi taberna favorita de Sid, tomé dos
copitas de licor de ciruela y cuando volví estaba tan ricamente mirando atenta
el cuadro de mandos. A estas alturas esperaré a que muera de forma natural y le
haré las honras correspondientes. A veces he tenido la tentación de contarles
algo del insecto; no lo he hecho. Hoy, recordando “La pesca de la trucha en
América”, viene a cuento. ¿No la han leído?, pues… ¡léanla! Aunque el bueno
de Brautigan esté criando malvas, quizás los herederos estén pasando una mala
racha y no tengan, los pobres, para tomarse una botella de Oporto, a la sombra
de los álamos que escoltan el Benjamin Franklin de la Washington Square de San
Francisco.
A
mí me une al infeliz, el odio a la pesca en general y de la trucha con mosca en
particular. Intenté una vez la pesca generalista. Aparejé la caña, la lancé y
el plomo cayó a plomo sobre mi
cabeza. Tuvieron que darme dos puntos de sutura. Es como el esquí. Me calcé las
botas, subí a la cafetería a tomarme un carajillo y bajé rodando por las
escaleras. Me rompí la cabeza del radio del brazo derecho y sufrí un esguince en
el tobillo izquierdo. La nieve la vi a lo lejos, por la ventanilla de la
ambulancia.
Brautigan
destrozó los cristales de una comisaría para que lo encerraran y le dieran de
comer (no ha sido el único). Le dieron de comer y lo encerraron en un
manicomio, precisamente donde se rodó “Alguien
voló sobre el nido del cuco”. Le aplicaron media docena de electroshocks y
varios puyazos de Clorpromacina. Cuando salió sólo le dio tiempo a comprarse
una Magnum 44 y volarse la cabeza…
¡mirando al mar!...de espaldas al mundo: “Messy,
isn’t?”. Acababa de hablar por teléfono con una ex novia.
“…si una chica me
gusta mucho
y comienza a ponerse
de verdad nerviosa
y de repente
empieza a hacerme preguntas divertidas
y se entristece si
contesto de forma equivocada
y dice cosas como,
“¿Crees que vaya a
llover?”
y yo digo,
“Posiblemente”
y ella dice, “Oh,”
y se ve un poco
triste
con el cielo azul
de California
yo pienso: Gracias
dios, esta vez eres tú,
en vez de mí”.
Pero, ¡alma de cántaro!, ¿no
sabes que nunca llueve al sur de
California? ¡Cómo se te ocurre dejar un resquicio! Se contesta ¡No!... y
santas pascuas. Es como si un gato negro
le hubiera acompañado siempre. Incluso cuando le sonrió el éxito fue como la
sonrisa del Gato de Cheshire: rara,
rara, rara…
Cuando el detective privado
Robert Yench lo encontró estaba siendo comido por las machadianas moscas y los
gusanos. El forense estableció que había muerto el 14 de septiembre. Era, sin
embargo el 24 de octubre del esperado año 1984. Suicidal Tendencies pegaba fuerte. Sabina acababa de lanzar “Ruleta rusa” y Dyango susurraba aquello
de “Al fín solos”. “Érase una vez América” empezaba a fracasar de forma clara, “La
insoportable levedad del ser” iniciaba su carrera ascendente y Thelma
Ducoing Toole acababa de morir, después de entregar su vejez y su enfermedad a
la causa de su difunto y póstumo hijo: el también desvalido John Kennedy Toole.
Lo reconocieron por el
bigote. Y por un tarro de mayonesa Hellmanns que había junto al teléfono. RIP.
En su honor he colocado en
mi terraza un fragmento de un río truchero, con su catarata y todo.
Bajo al Condis. Compro unas
truchas y jamón del país como relleno.
“Al
final te has cansado de este mundo anticuado
Oh,
Torre Eiffel, pastora, el rebaño de puentes muge esta mañana…” (Apollinaire)
Cuando Picasso (lo llamaremos así para
abreviar) la mañana del 25 de octubre del año 1900, justo cuando cumplía 19
años, bajó del tren en la (había salido tal
día como hoy de la estación de Francia de Barcelona) estación de Orsay
de París y salió a la calle, giró la cabeza a la izquierda en busca de la Tour
Eiffel y ¡allí estaba! Ambas, restos de la exposición universal del 89.
Formaban un trío fatal: Pallarés, Casagemas y él mismo. Objetivo inmediato: visitar
la Exposición Universal. Objetivo verdadero: empezar la conquista de París. Barcelona
ya se les quedaba pequeña. Tenía 19 años y París empezaba a llenarse de
urinarios públicos.
Como Vds. saben yo sólo soy ocasión. Así pues dejo en sus manos informarse, si quieren, sobre quién era Picasso antes de su primera aventura
parisina. No era un don nadie, al contrario. Su “Últimos momentos” había sido acogida en el pabellón español. Y
había recibido el encargo de alguna revista…encargo que no satisfizo.
Dejaron los bártulos en el estudio de
Nonell (49, rue Gabrielle) y se
dejaron caer Ravignan abajo (pasaron
por delante de lo que sería su morada futura), giraron en Berthe, volvieron a girar en Androuet
y desembocaron en rue des Trois Frères.
Una vez allí no tuvieron más que seguir hasta desembocar en el boulevard de
Rochechouart (nº 84). Seguían las indicaciones que les había dado el guasón
Pere Romeu. “Le chat noir” hacía tres
años que había cerrado. Así que se quedaron con un palmo de narices.
Encontraron fácil consolación. Y es que Pere había trabajado en el cabaret con
sus titelles…
Si van Vds., se encontrarán con una
tienda de souvenirs perreros. Al lado
hay un kebab. Llévense la petaca y
mantengan la sangre fría.
La trucha está en su punto. Frío el
jamón y lo meto donde antes estaban los intestinos del salmónidos. Un poquito
de tomillo y ¡hala!.... ¡ a jalar!
Mientras, vds. se comen un swarma (o como se diga).
A Picasso la cosa le fue bastante bien. A Pallarés,
como poeta que era, ni fu ni fa y a
Casagemas, el más político de los tres, empezó a rondarle la imagen de la
muerte.
El pintor, que entonces transitaba,
habiendo dejado el realismo paterno, por una especie de pre fauvismo con toques
postimpresionistas y atmósfera simbolista, a lo Munch, le cayó bien a la buena
y dura de Berthe Weil, que le compró tres cuadros y también tuvo éxito con el
industrial-anarquizante Manach, que, a más, de arrancarle un contrato de 150
francos mensuales y la promesa de una exposición en la Vollard, consiguió que
le cediera amablemente un estudio de 130 metros en el 130 en el aposentado
boulevard de Clichy.
Benach le mostró su pequeña colección de
postimpresionistas y le aconsejó que visitara un cuchitril en el que, dentro
del inmenso recinto ferial, habían depositado las obras de los “radicales”. No
tenía pérdida: donde viera un corro de gente partiéndose de la risa… ¡allí!
Tuvo ocasión de contemplar la tremenda
personificación de París que con sus 6 metros de altura amenazaba con colapsar
la monumental puerta de acceso al recinto. Era, en la tradición de Daumier, una
mujer robusta, decidida, vestida en la casa “Paquin” y construida según el molde de la “divina Sara”. Esa “Parisina”
rompía decididamente con la estética simbolista (¡y con todas!). Era como una
premonición. Fue reducida a polvo, como, por lo demás, todo el tinglado. Pero
aquella con verdadera inquina.
Pudo mezclarse con los maratonianos (las
II olimpiadas se clausuraban el 28) que vagaban desorientados por las calles de
la ciudad de la luz. Alguien fue atropellado por un ómnibus de tracción animal.
El cuarto clasificado no fue adelantado por nadie, dijo. Otro llegó en la
parrilla trasera de una bicicleta. Dos participantes llegaron abrazados: no podían mantenerse en pie de la mierda que
llevaban.
USA ganó 13 de las 21 medallas en
juego…y, sin embargo estuvo a punto de no ser invitada a la Exposición Universal.
Allí, como les decía, si no se han
decidido por el Kebab, podrán atiborrarse de pizzas y de bocadillos vegetales empapados en mayonesa.
Mientras el trío pasaba apuros que
sorteaban con gracejo juvenil y con esperanzas, Sebastián Melmoth (O.W.) moría como un perro, santo… ¡eso sí!
Su sobrino (¿), Cravan, intentó años
después, pero en vano, resucitarlo.
Cuando el frío apretaba de lo lindo y el
olor de los canelones y carn d’olla
se les hizo irresistible, tomaron el tren (24 de diciembre) y se plantaron en
Barcelona el mismísimo día de navidad, cumpleaños del que esto escribe y del
gran Utrillo (“litrillo”) que
conseguiría reinar sobre Montmartre. Ese día cumplió 17 años.
Panovsky:
“Lo que fue amenaza se ha convertido en recuerdo”
Peter
Handke: “Lo que se convirtió en recuerdo vuelve a ser amenaza”
(24
de octubre del año 1975)
Los temas de hoy son recurrentes. Habrá
más ocasiones de volver a ellos…si no lo he hecho ya. Ah! Y recuerden que
nosotros nos regimos por el calendario gregoriano.