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jueves, 26 de septiembre de 2013

Propuesta para hoy, día 26 de septiembre. “El Maestro del Juicio Final”. Música. “Abbey Road”.


“Sé muy bien la fecha en que el doctor Gorsky vino a recogerme a casa para que fuéramos a tocar algo de música en la villa de los Bishoff: era el 26 de septiembre de 1909, un domingo. Todavía recuerdo, como si tuviera ante mis ojos, los detalles y acontecimientos de aquel día (…) Así pues, aquel trágico espectro solamente duró del 26 al 30 de septiembre”.



El doctor tocaba el cello, el barón von Yocsch el violín y Dina, la encantadora esposa del anfitrión, el piano. La velada empieza con dos sonatas para violín y piano de Beethoven, continua con un trío de Schubert (yo apuesto por el “Sí bemol mayor”. Tengo el 50 % de oportunidades de acertar). El plato fuerte fue el “Trio en Sí Mayor” op. 8 de Brahms. Von Yocsch no le quitaba ojo a la pianista, lo que hacía que cometiera ligeros, pero inusuales, errores de matiz. Compuesto por el autor a la tierna edad de 21 años fue corregido 30 años después, inoculándole un toque de amargura del que estaba exento. Oigan vds. el “Adaggio (ma non troppo)”, justo el momento en que interrumpieron la velada. 

Mientras lo escuchan yo repongo fuerzas, o me las menguo…¡con tanto carajillo!

El Maestro del Juicio Final” es una combinación de novela gótica, policíaca y “El Nombre de la Rosa”…algo huele a “Golem”. Musil le atribuye la creación de un género que llama: “Ficción periodística”. Otro habla de una “unión ilícita entre Kafka y Agata Christie”.

Esta mañana no estoy para muchos trotes, pero Vds., si quieren, pueden hacer un estupendo recorrido por las viejas calles de Viena…basta con que lean el libro.

Perutz tuvo que exilarse, primero en Italia y después en Palestina. No le convenció el patriotismo reinante y le llenó de inquietud por la repentina “desaparición” de todo lo árabe, así que en cuando pudo volvió a Austria para morir de un edema pulmonar y un poco, también, de asco.

Ya puestos y dado que el día está un poco inseguro les propongo una jornada musical, que, por cierto, ya hemos dado por comenzada. No se preocupen por la comida. Bastará con una fuente de uvas, unas rodajas de melón, unos caquis… ¡otoño! No olviden, sin embargo agenciarse una botellita de Korn.



Bartok también había tenido que exilarse. Cuando la liberación de Hungría se le nombró ministro o algo parecido. Aceptó, aunque sabía que no podría tomar posesión del cargo.
Que suene a continuación el “Concierto para Viola” de Béla Bartok. La viola siempre ha sido la sirvienta del violín. Este concierto, encargo de Primrose, quiere hacer justicia. Lástima que, como siempre, la justicia sea lenta. Murió antes de acabarlo. La versión que se escucha actualmente fue concluida por su aventajado alumno Tibor Serly.

Mis conocimientos musicales son insuficientes para comentarios técnicos. Quede constancia, sin embargo, de mi afición y de mi voluntad.

Escuchen atentamente y díganme si son capaces de distinguir el efecto resultante de lo que él llamaba “sistema axial”, o de la aplicación al pentagrama de la “proporción áurea”. Definitivamente la cosa es muy difícil. Quédense, como yo, en la irisada superficie y que la música les sea leve…

Una tarde de comienzos de otoño quedó con el comitente con el fin de comentar algunas cosillas sobre la obra. Esa tarde cayó una tormenta y la reunión no tuvo lugar. Acordaron otro encuentro, pero no contaron con que la muerte es imprevisible. Bartok murió tal día como hoy, del año 1945, sin poder acabar el concierto. Fue inhumado provisionalmente en el cementerio de West Side, Nueva York. Desde junio del 88 reposa en el cementerio de Frakasrét de Budapest al lado de su madre y de su esposa Ditta. Murió de leucemia y un poco, también, de asco.

Escuchen atentamente la premonición de la muerte próxima. Que no le engañen esos trinos del “adagio”…son los pajaritos del más allá.



¿He dicho West Side? Bueno pues acaben con lo que estaban y que suene “West Side Story” para conmemorar los 56 años de su estreno. Se estrenó en el Winter Garden de Broadway. Después pasaría a la gran pantalla y vendrían los éxitos de inmediato. Leonard Bernstein, música; Jerome Robbins (el de “el violinista en el tejado”), dirección y coreografía y con letra del popular Stephen Sondheim (el de ¡¡“Golfus de Roma”!!). Años más tarde, un tal Dan Fante llevaría de un sitio a otro al compositor en una limusina de la “Dav-Ko Limousine”. Dan había alquilado, soborno mediante, un piso estupendo en la calle 64, se había comprado dos camisas blancas inarrugables y un pantalón negro y había pasado a formar parte de la plantilla que dirigía el generoso David Kasten. Por entonces (1975), su padre, John Fante, tuvo un golpe de suerte, la Bantam Books le extendió un cheque por “La hermandad de la uva”; Robert Towne, oscarizado por el guión de “Chinatow”, le compró temporalmente los derechos de la novela y se la ofreció a Coppola. Coppola decidió publicarla por entregas (en tapa dura aparecería en el 77), pero como estaba metido de lleno en “Apocalipsis Now”, no cumplió el deseo compartido. Al poco le cortaron la pierna a Fante padre. No, no tuvo nada que ver el cineasta…fue la diabetes. En la familia Fante se bebía de todo menos Fanta de naranja.

Yo he de decir que “West Side Story” y “El Doctor Zhivago” marcaron mi entrada en la primera juventud, ahora llamada segunda infancia. Así fueron las cosas y así se las cuento. No tengo nada de qué avergonzarme. En ambas entrabas al cine y te estabas media hora medio a oscuras oyendo la música introductoria. Cuando esperabas el fin, empezaba la película.

Hay más. Sigan con las uvas y con el melón.




CYRANO.
¡Sí!... Mi vida no fue más que un servir de apuntador a los demás y luego ser olvidado. (A Rosana.) ¿Os acordáis de la noche en que Cristián os habló bajo vuestro balcón? Pues bien: toda mi vida puede resumirse en eso: Mientras que yo permanecía abajo, en la sombra, otro subía a recoger el beso de la gloria. ¡Es justo y lo apruebo ahora, a un paso de la tumba! (…)

CYRANO.
¡Me parece que está mirando... que ha osado mirar mi nariz!... (Levanta la espada.) ¿Qué decís?... ¿Que es inútil? ... ¡Ya sé que en este combate no debo esperar el triunfo! ¡No!... ¿Para qué?... ¡Es más bello cuando se lucha inútilmente! ¿Cuántos sois?... ¿Mil?... ¡Os reconozco, mis viejos enemigos!... ¡La Mentira!... (Golpeando con su espada en el vacío.) ¡Toma! ¡Toma!...¡Ah, los Compromisos... los Prejuicios... las Cobardías!... (Sigue golpeando.) ¿Que pacte?... ¡Eso nunca!... ¿me oís bien? ¡Nunca! ¡Ah, por fin te veo, Estupidez!... De sobra sé que al final me tumbaréis, mas no me importa: ¡lucho, lucho, lucho! (Hace molinetes inmensos y se detiene jadeando.) ¡Sí, vosotros me arrancáis todo, el laurel y la rosa¡ ¡Arrancadlos! ¡Hay una cosa que no me quitaréis!... ¡Esta noche, cuando entre en el cielo, mi saludo barrerá el suelo azul, y, mal que os pese, conmigo irá una cosa sin manchas ni arrugas... (Arroja la espada a lo alto.) y esa cosa es... (La espada escapa de sus manos; vacila y cae en brazos de Le Bret y Ragueneau. )
ROSANA. (Inclinándose sobre él y besándole en la frente.) ¿Y es...?

CYRANO. (Vuelve a abrir los ojos, la reconoce y añade sonriendo:)
¡Mi penacho!”…………………….FIN

Cyrano acaba de morir de una herida en la cabeza y un poco también, de asco. Era el 26 de septiembre del año 1655. Hay alguna ópera construida sobre la idea de Rostand. Yo prefiero la estupenda película (1950) en la que José Ferrer hace de Cyrano. De la obra original ya he dicho algo en alguna propuesta anterior. Léanla. Su melancólica-alegre belleza les acompañará durante días.

Y ahora una pausa para la publicidad e ir al váter. Cambiamos de registro.



Tras el malogrado “Let it be”, último que oímos de los Beatles, estuvo claro que la cosa no podía cerrarse así de esa manera tan indolente y también que la cosa no podía seguir. Así que decidieron poner un broche de oro a su carrera (como se dice). Todos dieron lo mejor de sí mismos. Echaron el resto, que se dice. ¡Hasta Ringo! Los abogados ya estaban liquidando la empresa. ¿He dicho decidieron? En realidad fue un presentimiento compartido, todos sabían que era la última vez y que no habría ocasión de rectificar. Pasaron horas y horas en la EMI (después Abbey Road) para fabricar un conjunto excepcional de canciones, quizás el mejor disco del grupo. Es irónico que el disco empiece por “Come together”…ahora que la separación era inminente.




Ya conocen Vds. de sobra el disco. Óiganlo de nuevo (no está en el esputofaif) y recréense en el “Oh, Darling!” de Paul, diviértanse con a inversión beethoveniana que realiza Lennon en “Because” o con las dos hermosas canciones de Harrison. De “Something” dijo Sinatra (¿) que era la mejor canción de amor que había oído. Y ¿qué decir de “Octopus’s Garden” que Ringo compuso en Córcega? ¡si hasta dejó huella en la Disney! La cara A responde al juicio de Peter Handke, despertaba “escalofríos de gozo, calor y sentimiento de comunidad” que calificaba ineludiblemente de “maravillosos”.

Las canciones de los Beatles “muestran” lo que no puede ser dicho. Como el sentido del mundo en Wittgenstein.

La cara B es un precipitarse  en el pasado y, desde él, lanzarse de nuevo al futuro. Un futuro-presente que marcha en desbandada: ¡¡1969!! Un conjunto de canciones grabadas de un tirón y sin solución de continuidad. Al final, tal como ocurría en el “Sargent…” ¡¡sorpresa!!

El disco iba a titularse: “Everest”, la marca de cigarrillos que fumaba el ingeniero de sonido que, por cierto, tenía planeado un viaje al Himalaya. Finalmente se llamó como se llamó por el nombre de la calle en donde estaba la EMI. La foto de portada, como saben Vds. recoge el cruce con Grove End Road. Fíjense en ella: tuvieron que cortar la calle unos minutos para que no hubiera tráfico (obsérvese el furgón policial aparcado a la derecha). Los cuatro salieron del estudio de Abbey Road a las 10:00 am en punto, el viernes 8 de agosto de 1969.

 Sacaron sólo seis fotografías (en diez minutos no hubo tiempo para más) y tuvieron que escoger. Escogieron la quinta toma. El escarabajo (“beatle”) que está aparcado era un asiduo y su propietario, un vecino de la calle. La matrícula del coche LMW 281F se la rifaban. El dueño no ganaba para reponerla. Al final se decidió a subastarlo y sacó 2530 libras del 1986. El señor que está parado en la acera mirando hacia el grupo, era un turista americano y digo era porque murió hace 7 años, a los 97 años. Su mujer había preferido visitar museos. El 9 de agosto volvieron a USA y al año siguiente cuando adquirieron el disco, su mujer que era aficionada al piano y estaba en ese preciso instante destrozando una canción de George, vio con sorpresa a su marido que, como pasmarote, miraba el deambular de un grupo de jovencitos. Por suerte para la salud del matrimonio el marido había dicho que, en efecto, iba a “flanear”.


 No quieran saber Vds. las tonterías que se han publicado sobre los significados ocultos de ciertos detalles que aparecen en la foto.

En 1993, el mismo Paul ironizó sobre estas tonterías en “Paul is live””. En la portada del mismo aparecía Paul cruzando la misma calle y paseando a su pastor inglés, y el escarabajo blanco, estacionado en el mismo lugar, tenía por matrícula LMW 511F -su edad en ese año 93. 

Cruzaron la calle y se fueron a tomar una copa a la casa de Paul que vivía en Cavendish Avenue nº7, a un tiro de piedra del paso de cebra.
Hagan Vds. lo mismo. Acaben de una vez con la botella de aguardiente de trigo y apaguen el aparato de música.







RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...