“Sé muy bien la fecha en que el
doctor Gorsky vino a recogerme a casa para que fuéramos a tocar algo de música
en la villa de los Bishoff: era el 26
de septiembre de 1909, un domingo. Todavía recuerdo, como si tuviera
ante mis ojos, los detalles y acontecimientos de aquel día (…) Así pues, aquel
trágico espectro solamente duró del 26 al 30 de septiembre”.
El
doctor tocaba el cello, el barón von Yocsch el violín y Dina, la encantadora
esposa del anfitrión, el piano. La velada empieza con dos sonatas para violín y
piano de Beethoven, continua con un trío de Schubert (yo apuesto por el “Sí bemol mayor”. Tengo el 50 % de
oportunidades de acertar). El plato fuerte fue el “Trio en Sí Mayor” op. 8 de Brahms. Von Yocsch no le quitaba ojo a
la pianista, lo que hacía que cometiera ligeros, pero inusuales, errores de
matiz. Compuesto por el autor a la tierna edad de 21 años fue corregido 30 años
después, inoculándole un toque de amargura del que estaba exento. Oigan vds. el
“Adaggio (ma non troppo)”, justo el
momento en que interrumpieron la velada.
Mientras lo escuchan yo repongo
fuerzas, o me las menguo…¡con tanto carajillo!
“El Maestro del Juicio Final” es una
combinación de novela gótica, policíaca y “El
Nombre de la Rosa”…algo huele a “Golem”. Musil le atribuye la creación de
un género que llama: “Ficción periodística”.
Otro habla de una “unión ilícita entre
Kafka y Agata Christie”.
Esta
mañana no estoy para muchos trotes, pero Vds., si quieren, pueden hacer un
estupendo recorrido por las viejas calles de Viena…basta con que lean el libro.
Perutz
tuvo que exilarse, primero en Italia y después en Palestina. No le convenció el
patriotismo reinante y le llenó de inquietud por la repentina “desaparición” de todo lo árabe, así que
en cuando pudo volvió a Austria para morir de un edema pulmonar y un poco,
también, de asco.
Ya
puestos y dado que el día está un poco inseguro les propongo una jornada
musical, que, por cierto, ya hemos dado por comenzada. No se preocupen por la
comida. Bastará con una fuente de uvas, unas rodajas de melón, unos caquis…
¡otoño! No olviden, sin embargo agenciarse una botellita de Korn.
Bartok
también había tenido que exilarse. Cuando la liberación de Hungría se le nombró
ministro o algo parecido. Aceptó, aunque sabía que no podría tomar posesión del
cargo.
Que
suene a continuación el “Concierto para Viola”
de Béla Bartok. La viola siempre ha sido la sirvienta del violín. Este
concierto, encargo de Primrose, quiere hacer justicia. Lástima que, como
siempre, la justicia sea lenta. Murió antes de acabarlo. La versión que se
escucha actualmente fue concluida por su aventajado alumno Tibor Serly.
Mis
conocimientos musicales son insuficientes para comentarios técnicos. Quede
constancia, sin embargo, de mi afición y de mi voluntad.
Escuchen
atentamente y díganme si son capaces de distinguir el efecto resultante de lo
que él llamaba “sistema axial”, o de
la aplicación al pentagrama de la “proporción
áurea”. Definitivamente la cosa es
muy difícil. Quédense, como yo, en la irisada superficie y que la música les
sea leve…
Una
tarde de comienzos de otoño quedó con el comitente con el fin de comentar
algunas cosillas sobre la obra. Esa tarde cayó una tormenta y la reunión no
tuvo lugar. Acordaron otro encuentro, pero no contaron con que la muerte es
imprevisible. Bartok murió tal día
como hoy, del año 1945, sin poder acabar el concierto. Fue inhumado
provisionalmente en el cementerio de West
Side, Nueva York. Desde junio del 88 reposa en el cementerio de Frakasrét
de Budapest al lado de su madre y de su esposa Ditta. Murió de leucemia y un
poco, también, de asco.
Escuchen
atentamente la premonición de la muerte próxima. Que no le engañen esos trinos
del “adagio”…son los pajaritos del
más allá.
¿He
dicho West Side? Bueno pues acaben con lo que estaban y que suene “West Side Story” para conmemorar los 56 años de su estreno. Se estrenó en el Winter Garden de Broadway. Después
pasaría a la gran pantalla y vendrían los éxitos de inmediato. Leonard
Bernstein, música; Jerome Robbins (el de “el
violinista en el tejado”), dirección y coreografía y con letra del popular
Stephen Sondheim (el de ¡¡“Golfus de Roma”!!). Años más tarde, un tal Dan
Fante llevaría de un sitio a otro al compositor en una limusina de la “Dav-Ko Limousine”. Dan había alquilado,
soborno mediante, un piso estupendo en la calle 64, se había comprado dos
camisas blancas inarrugables y un pantalón negro y había pasado a formar parte
de la plantilla que dirigía el generoso David Kasten. Por entonces (1975), su
padre, John Fante, tuvo un golpe de suerte, la Bantam Books le extendió un
cheque por “La hermandad de la uva”;
Robert Towne, oscarizado por el guión de “Chinatow”,
le compró temporalmente los derechos de la novela y se la ofreció a Coppola.
Coppola decidió publicarla por entregas (en tapa dura aparecería en el 77),
pero como estaba metido de lleno en “Apocalipsis
Now”, no cumplió el deseo compartido. Al poco le cortaron la pierna a Fante
padre. No, no tuvo nada que ver el cineasta…fue la diabetes. En la familia
Fante se bebía de todo menos Fanta de naranja.
Yo
he de decir que “West Side Story” y “El Doctor Zhivago” marcaron mi entrada
en la primera juventud, ahora llamada segunda infancia. Así fueron las cosas y
así se las cuento. No tengo nada de qué avergonzarme. En ambas entrabas al cine
y te estabas media hora medio a oscuras oyendo la música introductoria. Cuando
esperabas el fin, empezaba la película.
CYRANO.
¡Sí!... Mi vida no fue más que un
servir de apuntador a los demás y luego ser olvidado. (A Rosana.) ¿Os acordáis de la noche en que Cristián os habló
bajo vuestro balcón? Pues bien: toda mi
vida puede resumirse en eso: Mientras que yo permanecía abajo, en la sombra,
otro subía a recoger el beso de
la gloria. ¡Es justo y lo apruebo ahora, a un paso de la tumba! (…)
CYRANO.
¡Me parece que está mirando... que
ha osado mirar mi nariz!... (Levanta
la espada.) ¿Qué decís?... ¿Que es inútil? ... ¡Ya sé que en este
combate no debo esperar el triunfo! ¡No!... ¿Para qué?... ¡Es más bello cuando
se lucha inútilmente! ¿Cuántos sois?... ¿Mil?... ¡Os reconozco, mis viejos
enemigos!... ¡La Mentira!... (Golpeando
con su espada en el vacío.) ¡Toma! ¡Toma!...¡Ah, los Compromisos... los
Prejuicios... las Cobardías!... (Sigue
golpeando.) ¿Que pacte?... ¡Eso nunca!... ¿me oís bien? ¡Nunca! ¡Ah, por
fin te veo, Estupidez!... De sobra sé que al final me tumbaréis, mas no me
importa: ¡lucho, lucho, lucho! (Hace
molinetes inmensos y se detiene jadeando.)
¡Sí, vosotros me arrancáis todo, el laurel y la rosa¡ ¡Arrancadlos! ¡Hay
una cosa que no me quitaréis!... ¡Esta noche, cuando entre en el cielo, mi
saludo barrerá el suelo azul, y, mal que os pese, conmigo irá una cosa sin
manchas ni arrugas... (Arroja la
espada a lo alto.) y esa cosa es... (La espada escapa de sus manos; vacila y cae en brazos de Le Bret y
Ragueneau. )
ROSANA. (Inclinándose sobre él y besándole en la frente.) ¿Y es...?
CYRANO. (Vuelve a abrir los ojos, la reconoce y añade sonriendo:)
¡Mi penacho!”…………………….FIN
Cyrano
acaba de morir de una herida en la cabeza y un poco también, de asco. Era el 26 de septiembre del año 1655. Hay alguna ópera construida
sobre la idea de Rostand. Yo prefiero la estupenda película (1950) en la que
José Ferrer hace de Cyrano. De la obra original ya he dicho algo en alguna
propuesta anterior. Léanla. Su melancólica-alegre belleza les acompañará
durante días.
Y
ahora una pausa para la publicidad e ir al váter. Cambiamos de registro.
Tras
el malogrado “Let it be”, último que
oímos de los Beatles, estuvo claro que la cosa no podía cerrarse así de esa
manera tan indolente y también que la cosa no podía seguir. Así que decidieron
poner un broche de oro a su carrera (como se dice). Todos dieron lo mejor de sí
mismos. Echaron el resto, que se dice. ¡Hasta Ringo! Los abogados ya estaban
liquidando la empresa. ¿He dicho decidieron? En realidad fue un presentimiento
compartido, todos sabían que era la última vez y que no habría ocasión de
rectificar. Pasaron horas y horas en la EMI (después Abbey Road) para fabricar un conjunto excepcional de canciones,
quizás el mejor disco del grupo. Es irónico que el disco empiece por “Come together”…ahora que la separación
era inminente.
Ya
conocen Vds. de sobra el disco. Óiganlo de nuevo (no está en el esputofaif) y recréense en el “Oh, Darling!” de Paul, diviértanse con a
inversión beethoveniana que realiza Lennon en “Because” o con las dos hermosas canciones de Harrison. De “Something” dijo Sinatra (¿) que era la
mejor canción de amor que había oído. Y ¿qué decir de “Octopus’s Garden” que Ringo compuso en Córcega? ¡si hasta dejó
huella en la Disney! La cara A responde al juicio de Peter Handke, despertaba “escalofríos de gozo, calor y sentimiento de
comunidad” que calificaba ineludiblemente de “maravillosos”.
Las
canciones de los Beatles “muestran”
lo que no puede ser dicho. Como el sentido
del mundo en Wittgenstein.
La
cara B es un precipitarse en el pasado
y, desde él, lanzarse de nuevo al futuro. Un futuro-presente que marcha en
desbandada: ¡¡1969!! Un conjunto de canciones grabadas de un tirón y sin
solución de continuidad. Al final, tal como ocurría en el “Sargent…” ¡¡sorpresa!!
El
disco iba a titularse: “Everest”, la
marca de cigarrillos que fumaba el ingeniero de sonido que, por cierto, tenía
planeado un viaje al Himalaya. Finalmente se llamó como se llamó por el nombre
de la calle en donde estaba la EMI. La foto de portada, como saben Vds. recoge
el cruce con Grove End Road. Fíjense
en ella: tuvieron que cortar la calle unos minutos para que no hubiera tráfico
(obsérvese el furgón policial aparcado a la derecha). Los cuatro salieron del
estudio de Abbey Road a las 10:00 am en punto, el viernes 8 de agosto de 1969.
Sacaron sólo seis fotografías (en diez minutos
no hubo tiempo para más) y tuvieron que escoger. Escogieron la quinta toma. El
escarabajo (“beatle”) que está
aparcado era un asiduo y su propietario, un vecino de la calle. La matrícula
del coche LMW 281F se la rifaban. El dueño no ganaba para reponerla. Al final
se decidió a subastarlo y sacó 2530 libras del 1986. El señor que está parado en
la acera mirando hacia el grupo, era un turista americano y digo era porque
murió hace 7 años, a los 97 años. Su mujer había preferido visitar museos. El 9
de agosto volvieron a USA y al año siguiente cuando adquirieron el disco, su
mujer que era aficionada al piano y estaba en ese preciso instante destrozando
una canción de George, vio con sorpresa a su marido que, como pasmarote, miraba
el deambular de un grupo de jovencitos. Por suerte para la salud del matrimonio
el marido había dicho que, en efecto, iba a “flanear”.
No quieran saber Vds. las tonterías que se han
publicado sobre los significados ocultos de ciertos detalles que aparecen en la
foto.
En
1993, el mismo Paul ironizó sobre estas tonterías en
“Paul is live””. En la
portada del mismo aparecía Paul cruzando la misma calle y paseando a su pastor inglés, y el
escarabajo blanco, estacionado en el
mismo lugar, tenía por matrícula LMW 511F -su edad en ese año 93.
Cruzaron
la calle y se fueron a tomar una copa a la casa de Paul que vivía en Cavendish Avenue nº7, a un tiro de piedra del paso de
cebra.
Hagan
Vds. lo mismo. Acaben de una vez con la botella de aguardiente de trigo y
apaguen el aparato de música.