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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Propuesta para la mañana de hoy, día 4 de diciembre. Trento...y ¡¡Va por Vds.!!



Fracasadas las dietas, la toxicidad fue en aumento. No hubo más remedio, pues, que convocar una reunión ecuménica en la nevada Trento. Puede afirmarse, con una horquilla mínima de error, que el espíritu castellano inspiró los logros de tal Concilio. El último día (4 de diciembre del año 1563) se disparó la traca final.

 
Esto es un ejemplo de “motivación”: Se introduce subrepticiamente el tema y se da un quiebro a la cuestión…para volver a retomar el comienzo. Aquí se pone de manifiesto mi pasado profesional vivido con verdadera pasión y sagacidad pedagógica, que ahora desviaré hacia la correcta educación, intelectual y emotiva, del mamífero que me ha tocado en suerte. Para empezar ya le he enseñado a elegir, con la pata, la mano en la que está el alimento. Si falla a la primera… ¡acierta a la segunda!

Mañana espléndida. El único problema, contener al chucho…que se lanza como catapultado cuando ve despegar una paloma o un gorrión (¡¡). Echo una aviesa mirada al interior de la bodega y veo el periódico libre. Ato al perro en el árbol de su predecesor y me hago servir un carajillo fifti-fifti: “Justo cuando Europa se deprime, en su frontera oriental ondea la bandera azul con doce estrellas como símbolo de la libertad (…)”. Maidan ha desatado la lengua de Europa y cuando habla… ¡pónganse a temblar! Ahora resulta que EUROPA es libertad, democracia, equidad, participación, solidaridad, progreso, ilustración, altruismo, defensa de lo común, respeto…
Presentimiento: si Europa y la OTAN siguen presionando, Rusia, como gato acorralado…

¡Mañana, sin falta, pediré otra budionovka!

Si la “ropa vieja” escasea, métanle el chándal y tendrán comida para otros dos días.

     A las seis de la mañana de un gélido 30 de diciembre de hace una friolera de años, me encontraba yo en Tortona (Italia). No me pregunten cómo llegué a ese cruce de caminos. No lo recuerdo. Puedo aventurar una respuesta.  


     Cargado con una bolsa del corte inglés (de las grandes) y con dos petacas de Terry de malla, como dos pistolas de segunda mano, esperaba  la diligencia hacia Trento.  Íbamos, invitados, a pasar la Noche Vieja en los Dolomitas: a comer pasta de lentejas y a divertirnos de lo lindo. No existían (¿o sí?) los móviles. Ni el GPS. Ni las tarjetas de crédito. Y, si me apuran, ni el dinero.

     Repito que no recuerdo qué hacía (yo) en aquel cruce de caminos. Pero para facilitar las cosas les dije que les esperaría, para que no hubiera confusión, en la Vía Trento de Tortona. Como tampoco existía el street view, no sabía que se trataba de un descampado más inhóspito que el centro de Menphis (*).  Las campanas de todas las iglesias de Tortona dieron las seis… ¡y repitieron las campanadas!  El Passat color crema no aparecía. Agoté la primera petaca y pensé en rociarme con la segunda y prenderme a lo bonzo para paliar el frío. Empezó a nevar, y la nieve sucia se cubrió de una capa de nieve limpia. Vaqueros, botas tipo chiruca (el gore tex tampoco existía), jersey a lo Marcelino Camacho y una chaqueta vaquera…y nevaba. Los músculos de la cara empezaban a ponerse rígidos como a los muertos del Imperio Antiguo: Una sonrisa  ridícula, por impropia. Los campanarios se carcajeaban rítmica y regularmente. No amanecía: no era la hora. Me acurruqué en un portal decidido a rendir mi alma. El tiempo como nitrógeno líquido circulaba a mi alrededor. Yo me había momificado y me había despedido del tiempo. En un momento de lucidez y humor (el último, pensé) se me ocurrió que parecía el escenario adecuado para “smoke on the wather”(*). También es desalentador que tu último pensamiento sea de tal calibre y enjundia. Yo, llamado a la gloria poética, hubiera deseado un “¡Más luz!” o algo así como “¡Demasiado tarde, demasiado tarde!”…que de haber sido oído por la vecina del tercero segunda, se habría expandido por el universo-mundo dando una capa trágica a mi deceso. Sin embargo era, exactamente, lo que pensaba: cuando lleguen estos cabrones  (¡demasiado tarde!) encontraran un témpano en medio de la calzada y no podrán (¡por falta de luz!) reconocer mi jeta,  que sonreirá desde el fondo helado…como un helecho apresado en ámbar.

     Y también pensé que no era la primera vez (a ver si va a ser verdad aquello que los “acontecimientos importantes” se repiten por dos veces…etc…etc). Fue en La Encina, antiguo nudo ferroviario. Les esperaba en el camino de Fuente la Higuera. También le costó amanecer y nevaron alfileres cortitos. Al final llegaron con una rueda que parecía la rueda de repuesto del coche de los siete enanitos. Habían pinchado en plena Manchuela. Llegaron como el carro de Isaías: con las largas y con estruendo de trompetas.

     Lo raro de la historia es que no sé por qué motivo me tenían que recoger siempre a MÍ. ¿Qué cojones hacía yo perdido por antiguos nudos de comunicación, siempre de noche y siempre al borde del cero absoluto?

     Pero, ya saben Vds. que dios (¿) aprieta pero no ahoga (¿). Así que llegaron… ¡a las diez de la mañana!  Primero pasó una ambulancia de servicio. Pensé que venía a por mí: que estaba muscularmente muerto, y que el pequeño resto de vida que quedaba se había refugiado en la hipófisis, bajo la silla turca del hueso esfenoides. Detrás venía el Passat color crema. Pasó de largo (fallecí). Frenó. Dio marcha atrás y me recogieron como se recoge un saco de patatas (congeladas). Vieron mi sonrisa  y la mala conciencia de desvaneció euridicianamente.  Me sentí feliz como las almas del purgatorio (*)…por haber salido de la ciudadela de Dite.

Sin embargo esto había sido un aperitivo.

Sólo cuando la sonrisa se descongeló y comprobaron que debajo se escondía un rictus mortal y que no podía articular palabra, se le ocurrió a alguien, ya en las cercanías del lago de Garda, que igual me vendría bien un café o un cacaolat bien calentito… (¡Dios se lo pague al tal! )


     La entrada en Trento fue triunfal: Un choque en cadena hizo añicos las luminarias y arrancó los protectores del coche. Y así de esa forma tan innoble aparcamos en la plaza de la catedral.  Entramos a un bar. Llamamos a Mapfre y nos quedamos sin coche (hasta el 2 al mediodía). Eran ¡las cinco en punto de tarde! Habíamos tardado 7 horas para hacer lo que normalmente se hace en 2 y media. Nos dejaron (los de Mapfre) un Fiat Punto. Localizamos a nuestros anfitriones: Cenamos pizza  y nos retiramos temprano.

     Al día siguiente se trataba de escalar estalactitas (¿estalagmitas?) de hielo.

     Tal día como hoy, del año 1563, se clausuró el Concilio de Trento…. ¡dando un golpe de autoridad!  Se reafirmó todo lo dicho sobre el Purgatorio, lugar de paso obligatorio para todos los que hubieran contraído una deuda por pequeña que esta fuera.  Ya no servía la compra de indulgencias, pero los vivos, mediante misas, oraciones y demás, podrían interceder ante el encargado con el fin de acortar la estadía. El valor y la función de las reliquias fueron, igualmente, reafirmados. Se estableció el “Index” de libros prohibidos. Se unificó la liturgia. Se elaboró un catecismo (soluble en leche materna). Se intentó luz sobre la Trinidad y la Encarnación…y como no se pudo, se estableció de forma definitiva su dogmática naturaleza milagrosa. Lo peor (¡con diferencia!) fue la supresión del concubinato del clero: Los curas empezaron a traerse del pueblo sobrinas primeras y segundas, así como a recoger huerfanitas de las inclusas. Muchos dejaron los hábitos al no poder explicar a sus concubinas este giro tan inesperado e indeseable de las cosas.  Se estableció el “Credo” como fundamento de fe de la iglesia católica, apostólica y romana (nunca pude memorizarlo, así que no pasé de ayudante de monaguillo).

     En mi sueño se mezclaron las estalactitas, las estalagmitas, la hipófisis, el esfenoides, la petaca… y desperté aterrorizado.  Cogimos el Fiat Punto y nos dirigimos hacia el norte, hacia las Dolomitas. Llevábamos un croquis. Según nos acercábamos a nuestro destino: una casona aislada a los pies de las montañas (que ya divisábamos entre la neblina), la nieve se iba espesando. A la hora de poner las cadenas se manifestó que nadie había visto en toda su vida un enjambre de hierros semejante. Lo intentamos de todas las maneras posibles (menos de la correcta, por lo visto). Tuvimos que abandonar el coche en la cuneta, coger nuestros bártulos y dirigirnos campo (nieve) a través hacia la acogedora casa por cuya chimenea borboteaba un humo blanco y promisorio. Pepe cargaba con una maleta normal, de las que se usaban para ir a Alemania (además de pantalón de tergal y zapatos de gamuza (*) sobre, supongo, calcetines negros de ejecutivo, de esos que cortan la circulación de la sangre…sólo le faltaba el “permiso de trabajo”). Lolo, experto, se había atado a la espalda una mochila militar. Pedro llevaba un capazo de esos de ir al mercado y yo, la citada bolsa del corte inglés. Parecíamos huir de las hordas nazis, hacia un futuro mejor. La recua fabricaba en la nieve virginal un cañón profundo. De vez en cuando alguien se hundía hasta el cuello y había que sacarlo con cuidado para no estrangularlo. La casa se alejaba cada vez más. Hablábamos y nuestras bocas parecían locomotoras del ejército rojo. Cualquier monosílabo se convertía en humareda como de altos hornos. Decidimos no hablar… ¡para no perder la pista! 



     Ya oíamos las risas (italianas) y distinguíamos los brazos que se agitaban. Esto nos dio ánimos. Cuando, por fin, llegamos, descubrimos con desolación de lo que se trataba: un almacén “diáfano” con una estufa mastodóntica en medio del vacío. Gente deportista y alegre, con ropa ligera, hacía lo que tuviera que hacer.  Allí no había ni polenta, ni marisco, ni aguardientes, ni cordero… Sólo una estufa mastodóntica, una radio casete y una olla a presión. 
 
Ningún proyecto…que no fuera el de asaltar estalactitas. Habría luna llena (¡la hubo!) y pensaban que la noche, sujetos como murciélagos, sería inolvidable entre los bloques de hielo. Nosotros desistimos. Ellos insistieron, pero nosotros desistimos. Insistieron: que qué noche vieja de mierda íbamos a pasar (¡qué razón tenían!). Desistimos. Se marcharon envueltos en cuerdas, mosquetones y con una sonrisa de oreja a oreja. Nosotros respondimos con la sonrisa “arcaica”.

A media tarde cayó la noche. Pero como había luna llena y todo estaba nevado, parecía mediodía.  Leímos el periódico a la luz de la luna.












     La noche avanzaba hacia el  cotillón. Buscamos y rebuscamos y sólo encontramos un paquete de lentejas, regalo de los anfitriones. El frío empezaba a sentirse. La estufa desfallecía. No encontramos mantas. Camas no habían. Cintas de casete tampoco. Había un hornillo de butano, unos platos, unos cubiertos y la olla a presión. Pusimos la radio. Encendimos el hornillo. Pusimos agua en la olla. Echamos las lentejas. Cerramos la olla y esperamos la deflagración. La olla silbaba como un mercancías. Abrimos la olla y nos encontramos con una masa capaz de pegar piedras sillares. En la radio: Romina y Albano proclamaban “felicità” a quien quisiera oírlos (y a los que no). Nos comimos el engrudo y lo rebajamos con el contenido de las petacas. Aquellos estarían colgados como murciélagos en las estalactitas. Nosotros estábamos colgados en este caserón helado y sin posibilidad de escapar.

Siguió Olivia Newton-John, Lucio Dalla, David Boowie, Adriano Celentano, Domenico Modugno…Romina y Albano, que se repetían como el ajo. Bailamos por necesidad. Echamos dos sillas a la estufa y como no se recuperaba, arrojamos también los trapos de cocina. Cuando la radio dio las campanadas no quedaban casi muebles. Nos pusimos a dormir pegados al calefactor, dejando siempre a uno de vigilante para alimentar la caldera: Si fuera necesario que prendiera fuego a la ropa de los alpinistas.

Cuando salimos a campo abierto (¿) (antes de que llegaran los anfitriones) nos pareció ver un resplandor rosado en dirección a Venezia. La nieve había cubierto la zanja del día anterior…así que tuvimos que hacer otra y librarnos unos a otros de una muerte segura. A lo lejos distinguíamos la carretera y los coches…varados en el océano helado, como en el cuadro de Friedrich. Algo extraño había pasado. El hecho indiscutible es que los coches, en interminable fila india, estaban orientados exactamente en dirección contraria a la nuestra. Y el Fiat Punto, como oveja negra, tuvo que recorrer de culo, empaquetado, la distancia hasta la carretera principal…marcha atrás…entre la rechifla de los domingueros y del helicóptero de tráfico que sobrevolaba  el paraje. Fue una suerte porque las cadenas colgaban como harapos de los embellecedores de las ruedas. Éramos la pieza defectuosa en la cadena de montaje.

     El día de Año Nuevo está todo cerrado (también en Italia). Aparcamos en el único sitio que conocíamos: Plaza de la catedral. De las petacas no salía ni una gota… ¡ni con palillos! Cuatro mentes son más productivas que una, de esa unión brotó la única idea posible: ir al bar de la estación. Cargamos nuestras posesiones y peregrinamos siguiendo las vías, en el más puro estilo neorrealista. La estación parecía una feria de esquíes de segunda mano y de navajas suizas. Ocupamos una mesa y los alrededores. Pedimos unos “correttos”, unos” panninis” y una botella de grappa…y nos dispusimos a pasar el día. Año Nuevo en Trento. 

     A la hora de comer pedimos más panninis, más correttos y otra botella de grappa. Pasamos el tiempo jugando a los chinos y a pares y nones. Llegó la hora de la cena y pedimos otra ronda. Por entonces empezaba a abandonarnos el frío, como los demonios abandonan el cuerpo de los endemoniados: con escalofríos y convulsiones… pero como ya era de noche decidimos no salir a echar un vistazo. La sala quedó vacía.  De madrugada alguien contó un chiste. El locutor, desganado, anunciaba, en verso libre, trenes con destino a Milán, a Venecia, a Bolzano…En cualquier momento podría dirigirse directamente a nosotros: “Aquellos imbéciles desnortados, que hagan el favor de abandonar el local” y nosotros habríamos vuelto a cargar con nuestros bártulos y hubiéramos salido a tomar el fresco a las riberas del Adigio…tal era nuestro estado de estulticia.

Amaneció el día 2 de enero y pedimos otra ronda. A eso de las 11 de la mañana salimos de aquel antro, cargados con nuestras valijas como si acabáramos de llegar de Milán. Dimos con la plaza de la catedral y entramos en el bar del día 31. Nos jugamos a los chinos quien conduciría las primeras tres horas y el desgraciado se abstuvo de los carajillos y de las grappas

Llegó el de Mapfre. Hicimos el cambio y enfilamos hacia la autopista de Verona, Brescia, Milán. Pasado Milán el conductor propuso seguir hacia el Mont Blanc y cruzar el túnel. Nadie respondió, así que sobre las cuatro de la tarde hicimos entrada en Aosta. 

Y seguimos hacia el túnel y Annecy. Justó allí dije que me despedía. Ellos tomaron la carretera de la izquierda, hacia Grenoble y yo me quedé en aquel importante nudo de comunicaciones.

 Recordé aquellos versos de Rilke (*):

“Debes con dignidad soportar la vida,
tan sólo lo mezquino lo hace pequeña;
los mendigos te podrán llamar hermano,
y tú puedes sin embargo ser un rey.”

Y con esa sensación de plenitud aparecí en Ferney-Voltaire, donde un viejo amigo hacía de guía en la residencia que Voltaire habitó durante 18 años. ¡Dormí en la cama de Voltaire! Ahora puedo decirlo en público…mi amigo está jubilado y en nada puede afectarle esta falta grave contra el reglamento. 



     “Hegel” se queja de que no le hago caso. Sin embargo el otro día le compré un balón de la Uefa y un hueso de jamón. Así que le exijo que me deje tranquilo y que aprenda a divertirse solo.

    Acabamos, a medias, la “ropa vieja” de anteayer (¡¡) y todos los restos de fermentados y destilados. Empezaremos de nuevo.

































Propuesta para la tarde de hoy, 4 de diciembre. Zappa. “Million dollar quartet”.



Dicen que uno de los primeros síntomas de hígado graso es la pesada modorra que se apodera de nosotros después de comer. Sin duda es un hecho natural convertido en “síntoma” por jefes de marketing de laboratorios anglosajones. Aquí la modorra post-comida se llama “siesta” y es un incunable. El hígado graso es un efecto colateral y la siesta es un hecho consubstancial.

Sonará en el esputofaif: “Weasels Ripped My Flesh” de Zappa y los “Mothers…”. Y enlazaremos en la cola “Smoke on the wather” (popular).

Ya saben Vds. que Ferney-Voltaire se encuentra a un tiro de piedra del lago de Leman (de Ginebra) en cuyo extremo oriental se encuentra Montreux, epicentro de los tragicómicos hechos relacionados con el ataúd de Chaplin y de lo que paso a relatar.













El 4 de diciembre de 1971, Zappa y los suyos actuaban en el casino de Montreux (frente a la calle Igor Stravinsky). Don Preston hacía el solo de sintetizador de “King Kong”, cuando un descerebrado arrojó una bengala sobre el escenario y se armó la de dios es cristo.

La cosa pudo haber acabado en tragedia. Los organizadores, como siempre, habían echado las cadenas en las puertas de salida. La única escapatoria era la puerta de entrada, por la que seguía entrando gente y una ventana que daba a una especie de jardín. Zappa demostró una sangre fría a la altura de su sarcasmo e invitó al público a salir con calma; ayudó la explosión del sistema de calefacción: unas docenas salieron volando y aterrizaron en el bien cuidado césped suizo. El grupo huyó por un túnel subterráneo. Puede decirse que fue una actuación de las que hacen época. Literalmente el edificio se vino abajo. El equipo se evaporó “euridicianamente”.

Zappa tenía una formación musical de primer orden, incluyendo a Varese…y una desfachatez a la altura de su sarcasmo y conciencia socio-política. Abrió una brecha “feak-out” que pronto fue cegada. No soy YO el más adecuado para loar a Zappa…ha sido mi acompañante durante años (junto con Can). Pudo haber surgido un Misisipi y, sin embargo, ha(n) sido relegados a las estanterías de las catacumbas de París. La verdad es que no divierten. No te ponen. No facilitan un encuentro.
¡¡No te dejan dormir la siesta!!...y menos a Reagan, Teacher…casas discográficas y demás: “Estamos aquí por la pasta”.


En 1998, la “Britten (*) Sinfonia”, creada en 1992 y con sede en Cambridge, hizo una serie de tres conciertos llamada "Frank Zappa y los Padres de la invención". En este concierto, La “Sinfonia” también interpretó obras de John Cage, Astor Piazolla, Steve Reich, Conlon Nancarrow, Charles Ives e Igor Stravinsky…Esto da idea de la envergadura y carácter de la música de Zappa…¡y de sus posibilidades!

















No habían pasado ni quince días cuando ocurrió el “accidente” de Londres, que casi lo deja parapléjico y le aseguró dolores de por vida. Así fue la cosa: preparaban el Gran Concierto del Rainbow, con esa finalidad dieron dos conciertos, para ver qué tal el nuevo equipo y demás. Acabado el segundo, salieron a dar un “bis”: “I want to hold your hand” (¡¡). En esto que irrumpe en el escenario, los indios totémicos de seguridad habían salido a fumarse un porrito, un armario de tres cuerpos y le arregó un golpe de conejo al cantante que lo arrojó al fondo del foso (de las Marianas). Desapareció del escenario. “I want to hold your hand”. Los músicos pensaron que había sido abducido por celestiales cohortes. Buscaron con el foco principal. El orate chillaba que eso era por echarle miraditas a su novia. Que mariconadas… ¡las justas!  El foco lo localizó: Zappa yacía sobre el cemento, cuatro metros más abajo. La cabeza apoyada sobre el hombro en una posición imposible. El hueso de la barbilla estaba expuesto. La cabeza le sangraba. Algunas costillas rotas. Una pierna fracturada. Como un cuadro de Caravaggio. Claroscuro. Tenebrismo. El agresor fue detenido y Zappa fue atendido (¿) en la sanidad pública. ¿Quién llevó mejor suerte?

“Saltaba a la vista que estaban faltos de personal: había un tío al que habían machacado los huevos en una pelea y que estaba allí, a dos camas de mí, aullando de dolor y sin que nadie lo atendiera. No me podía dar ningún analgésico porque tenía una herida en la cabeza, así que sencillamente, al rato, me desmayé. Me desperté más tarde en una habitación maloliente y llena de camas dispuestas en círculo y separadas por cortinas. Recuerdo que las cortinas se descorrían y entraba una enfermera negra qie me miraba y ponía cara de haber visto un monstruo. Yo estaba muy hecho polvo.
Después me trasladaron a la Harley Street Clínic, donde estuve un mes. Tenía guardaespaldas las 24 horas porque el salvaje  que me había golpeado estaba en libertad bajo fianza y no sabíamos su grado de locura.
Al doblarse la cabeza sobre el hombro se me había aplastado la laringe, con lo que no odía hablar. Esto provocó que el tono de la voz me descendiera una tercera, y así se ha quedado desde entonces (está bien tener la voz grave, pero habría preferido obtenerla por otros medios)”.

Durante un año no pudo actuar, aunque algo hizo: produjo, grabó alguna cosa (“Grand Wazoo”) e ¡hizo recuperación! A pesar de todo, quedó con esa cojera molona tipo “doctor House” o “tipo Wamba”, por lo demás “cagadito” al músico.

“Mi primera aparición postsilla de ruedas fue como recitador en una representación de la “Historia de un soldadode Igor Stravonski (¡¡) (…)
Durante la rueda de prensa organizada por el promotor del concierto de Londres (…), descubrí lo bajo que podía caer los británicos para vender entradas de un concierto. En mitad de la entrevista entró en la sala una chica joven, me entregó un ramo de flores y se fue. Esto produjo un silencio interrogativo (…) Ellas les dijo que era la novia del tío que me había tirado del escenario y que me había traído las flores como señal de remordimiento. Más tade supe que el promotor había contratado a la chica como gancho publicitario.”

Zappa, un Donatello entre salvajes, tenía un sentido del humor extraño y efemerístico… ¡se reservó el 4 de diciembre para despedirse de este mundo e iniciar la gira definitiva! Era el año 1993.


Y precisamente hoy, 4 de diciembre, del año 2013, osea, HOY, mi amiga Rita, la pintora (la Polaca), sabiendo de mi amor por Zappa, me acaba de regalar un cuadro que presento a su (de Vds.) admiración…Vean Vds. como se despliegan las “efemerísticas razones”.


Textual: “Un mono regresa a la Tierra sano y salvo después de estar 55 días (¿en Pekín?) en el espacio exterior”. O sea que un buen día, un mono adulto da un salto prodigioso que vence la fuerza de la gravedad terrestre y se pone en órbita. Y alguien (su apenada familia) aquí en tierra firme, cronometra su hazaña. Digo yo que llevaría consigo un cargamento de bananas…lo cual hace aún más heroico el acontecimiento. ¿Cómo volvió? Debía ser un gran lector del de Bergerac y de Luciano de Samosata. Eso ocurrió tal día como hoy, del año 1959. Aproximadamente saldría el día de la Virgen del Pilar. Es que hay noticias verdaderamente inquietantes… ¿Tendrá todo esto algo que ver con la doctrina del “Chok”? Empiezan anunciando lo del mono y acaban enviando a los paraos como chatarra espacial. Los dotarán de motores como los de las Olimpiadas de Los Ángeles, pero sin marcha atrás…y ¡hala! a dar vueltas…

Esta noticia ha despertado el interés del perro.

1956 fue un año fundacional: Empezó el festival de Eurovisión. La televisión española empezó a emitir de forma regular. Aretha Franklin y Budy Holly debutan. Elvis se convierte en el “Rey”. James Dean y Pollock, en su afán suicida, destrozan dos estupendos coches. El Pop Art se da a conocer en la Whitechapel Gallery de Londres…La URSS invade Hungría…
…Y en los humildes estudios de la Sun Records de Memphis se produce un milagro: Carl Perkins, que ya contaba en su haber con el éxito de los zapatos de gamuza azul y un grave accidente de tráfico, iba a grabar algunas cosas. El productor había contratado a Jerry Lee Lewis, famoso en toda la contorná (y temido porque en cada actuación destrozaba un par de pianos) con el fin de darle mordiente a la cosa. Elvis (y su novia), ahora con la RCA Victor, hacían una visita de cortesía. Elvis no pudo resistirse ante la pegada de la canción de los zapatos y entró al estudio de grabación. Johnny Cash andaba por allí arreglando sus asuntos y entró también a echar un vistazo. Una vez juntos se lanzaron a una de las jam sesións más famosa de la historia de la música pop-rock: “The million dollar quartet”. Equivalente a las sesiones de” Ko-Ko” de Charlie Parker.












La Sun está enclavada en una zona desolada, como todo Memphis, por lo demás, por donde no circula un alma ni de paso al purgatorio. Un teatro cercano se llama Orfeo… ¡ya me dirán! Créanme, no busquen. Si quieren bullicio márchense a Nashville. Y de paso se compran un sombrero de ala ancha… (“pa salir volao”).

¿Qué había antes? El pre-pop: música de baile estancada, infectada de sentimentalismo y otros microbios peligrosos…Y toda una generación “teenager” que estaba siendo objeto de estudios prospectivos (letristas: Issou y otros visionarios). Los negros iban a su rollo y los blancos al suyo. Sin duda los primeros eran envidiados en la intimidad y sus canciones eran asesinadas dulcemente en las voces de Pat Boone y similares. De repente todas las hebras se entrelazan y surge un sonido y un ritmo que crea una apariencia de “integración”… ¡y una realidad!: los jóvenes ya tienen con qué divertirse y con qué ir articulando “la muerte del padre”.

En 1952 Johnnie Ray (el profeta) recorre los escenarios aullando y llorando como un desposeído. En el 54, el melifluo Bill Halley pone el reloj en hora. Chuck Berry (¡¡) lanza “Maybelline” y Little Richard, “Tutti Frutti”…Desde ese momento Halley y sus cometas estaban acabados. En el 56, Carl Perkins proclama la importancia suprema de los zapatos, dando una vuelta de tuerca al “fetichismo de la mercancía”. Y ese mismo año, Elvis (el Mesías), natural de ¡Tupelo!,  lanza “Heartbreak Hotel”, millonario en ventas. Fats Domino se enganchó al carro. Budy Holly, Gene Vincent, Eddie Cochran…estaban en el disparadero.

J. L. Lewis era una estrella local, brillaba en Memphis y alrededores. Y J. Cash, de Nashville, pero habitante de Memphis y con contrato en la Sun, se labraba un nombre en las listas de C & W con canciones como "Hey Porter" and "Cry! Cry! Cry!” (rockabilli temprano). En el bolsillo tenía futuros éxitos como “Folsom Prison Blues”. Elvis, como se ha dicho, era “el Rey”, “el Mesías”.

Bueno pues, aquel 4 de diciembre de 1956, los cuatro citados, convertidos por obra y gracia del marketing en “Million Dollar Quartet” grabaron unas cintas que se dieron por perdidas. 15 años después fueron encontradas y editadas. La edición definitiva, sin embargo, creo que es la remasterizada y completa del 2006.

¡Que suene el esputofaif hasta reventar!... Creo que a “Hegel” le va más el sinfonismo alemán. No acaba de coger este ritmo.

Mientras preparo una tortilla de ajos tiernos y alcachofas (congelo el excedente del huerto), un recuerdo especial a Terry Wood (The Pogues Mahone: ¡bésame el culo!), este multi instrumentista, procedente de los Steeleye Span, se apuntó al grupo en el 85 y aguantó hasta el 95…Hasta que el desdentado vocalista fue expulsado por delirium. En realidad el problema era, como siempre, más profundo…ciertas divergencias en cuanto a la sutileza de las letras y, más allá, el nivel de compromiso con la causa republicana (IRA). Llámenme romántico y sentimental…pero mi preferida es ¡¡Fiesta!! La tortilla sale sola. Los huevos se baten en un plis-plas. Y no digamos la fregaza…es como si hubiera pasado un tornado. Lo que ha quedado indemne está resplandeciente.
Y es que, el tal, nació tal día como hoy, del año 1947. Lo normal hubiera sido (y será) dedicar la entrada al desdentado cantante.



                                              Dos diacepanes y a dormir.










RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...