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"De repente, en medio de la alegría general, se oyó una voz
a la que se sumaron muchas más:
- ¡Fuego!
- ¡Fuego!
- ¡Han pegado fuego a Esmirna!
Nos levantamos como un resorte. Llamas rojinegras se lanzaban
contra el cielo, enloquecidas.
- ¡Es por el barrio armenio!
- Sí, parece que es por allí
- ¡Otra vez la pagarán los armenios!
- No es posible que quemen toda la ciudad. ¿Qué interés
tienen?...Puesto que ya es suya...
¿Qué interés teníamos nosotros (los griegos) para haber
quemado las aldeas turcas en nuestra retirada?"
("Tierra
ensangrentada". Dido
Sotiríou. Trad. Kino)
Era el 13
de septiembre del año 1922
y se ponía fin, de esa manera espectacular y terrible, a milenios de
grecidad de la costa
jonia.
Los griegos se habrían bastado
solos para sus desgracias. Sin embargo todo el mundo les ha echado
una mano. Y digo "griegos",
cuando debería decir "clase política griega"...
¿o no?
2
- "...parecen golondrinas que van piando, que van piando...
Cómpreme Vd. Señorito, no valen más que..."
No pudo acabar de decir el precio. Un tremendo estallido lo puso todo
patas arriba. Fue como si volviera a estallar el Vesubio. Aquello
estaba lleno de golfos, de obreros, de autónomos, de policías, de
taxistas, de gente del espectáculo, incluso estaba, que todo hay que
decirlo, mi tío Perico que se largó del pueblo lanzando un
apocaliptico "¡que le den pol culo a España que me voy a
las Barcelonas!" que ha quedado como expresión sintética
de un sentimiento muy extendido. Fue mi tio, precisamente, quien me
contó los detalles que ya he olvidado. Mi tío, hermano mayor, a
mucha distancia, de mi padre, cumplía ese domingo, 13 de
septiembre del año 1920, 20 años (pues había nacido con el
siglo) y se empezaba a ganar la vida en una fábrica textil no sé
dónde. Lo definitivo fueron los tres muertos y las decenas de
heridos, de entre los cuales la muerte aún se cobró dos obreros
más. Los entierros fueron impresionantes. El primero (y también el
segundo) acabó en el cementerio de Sants, como es natural, pero
antes, tras recorrer Provenza, Muntaner, Consejo de Ciento,
Villarroel y llegar a la Gran Vía, se desvió hacia la parte baja y,
por Conde de Asalto, llegó a la sala Pompeya, a cuyas puertas la
orquesta del local interpretó una marcha fúnebre, o algo parecido
(65 años más tarde establecí mi madriguera por aquella geografía
insigne). El segundo entierro tuvo un carácter más "obrero".
Uno de los muertos, Rafael Izquierdo, trabajaba en la Compañía
Telefónica y era un concienzudo sindicalistas, así que el cortejo
se tiñó de monos azules. Todo esto me lo contaba mi tío
tomando una cerveza, pues aunque tenía (él) 80 años nunca dejó de
pimplar, en el bar ahistórico que ocupa la esquina de Nou de la
Rambla con Paralelo, lado Besós, justo detrás de la estatua que el
ayuntamiento dedicó a Raquel Meller y que uno de aquellos días, ya
no recuerdo nada con exactitud, apareció descabezada y con todas las
violetas por el suelo... como si, de repente, se hubiera acordado de
aquello.
Bueno, ya saben Vds, no pudimos
aprovechar "el trienio bolchevique"
y nos cayó encima Primo de Rivera...¡Precisamente tal
día como hoy, del año 1923!...
seis meses después del entierro de Salvador Seguí.
3
Decía que los griegos se bastan y se sobran para construirse las
desgracias, muchas y variadas, pues, como decía el ruso, a la
infelicidad, fente a la dicha, se llega por muchos caminos.
Aquel 13 de septiembre del
año 1922, dos años exactos
después de la segunda destrucción de Pompeya y cinco días
después de haber sido tomada Esmirna por el ejército turco, un
incendio pavoroso, seguido de una acumulación incalculable de
atrocidades, puso fin a lo que parecía el paraiso rebosante de higos
fragantes, abriendo las puertas a un futuro brutal. Aquel 13 de
septiembre marca el horizonte interpretativo desde el cual Grecia
construye (y enjuicia) su historia como estado-nación. La Grecia
oficial nunca ha meditado seriamente sobre la génesis del desastre y
se ha presentado al mundo, y a sí misma, como víctima de unos y de
otros. Dados como son al mito, han colocado la fatalidad y la
maldad ajena en un lugar preferente. Eso es, por lo demás,
algo característico de todos los Orígenes... pues para eso
esta la Historia: para servir al Estado. El Estado
no quiere seguir el destino de Edipo y, sin embargo, es su única
salvación: su destrucción. Los trabajadores han de luchar, además,
contra los mitos fundacionales que recubren con resbaladiza baba la
más prosaica explotación.
¿Cómo empezó todo?
De momento voy a empezar YO como
mi mítico ritual: aceite griego, orégano griego... ¡Esa es mi
Grecia!
- Y un poquito de cordero ¿no?
--Hegel dixit.
PARABOLA
A través del aire limpio y
fresco podía divisarse la costa asiática e imaginarse el inmenso
interior de aquella península maldita. El demonio lo había
transportado en sus alas de murciélago hasta las tremendas cimas del
Olimpo. Todo lo que ves será tuyo, si te postras y me adoras, le
dijo Lucifer, el ángel oscuro. Venizelos preguntó si también se
veían las costas del Ponto y las torres de Estambul. Con la misma
mano que había extendido para prometer, construyó el ideograma de
la ilusión. Venizelos se arrodilló, apoyó la frente en la tierra y
con los brazos hizo los gestos de la latría. Abrieron una botellita
de ouzo de Mitilene y brindaron por la promesa. Venizelos, además,
buscó una piedrecita con forma de rueda de molino y se la tragó
religiosamente como "tapa"... y así quedó sellado
el pacto.
Enardecido espoleó el caballo de
la guerra, que llevaba atado a su cola a sus tres hermanos, y se
lanzó hacia la nada infinita. El demonio, desde la ilustre cima del
Olimpo, veía sus destrozos, pero le dejó hacer, haciendo tiempo
para que sus planes, que eran otros, se cumplieran. A la cima del
Olimpo no llegaban (¿o sí?) el estruendo de la polvora, ni los
ruidos fofos y sibilantes de las hojas de doble filo. Venizelos
avanzaba en pos de la "Gran Idea". Hasta el rey, una vez su
hijo fue muerto por un mono, se dejó llevar por el frenesí y la
alegría de la destrucción ajena.
¡Vengo a cumplir los designios
del ángel! y avanzaba sobre desiertos a la velocidad del meltemi.
Cuando la nada se hizo espesa y
amaneció el séptimo día, un ventarrón procedente de las estepas
interiores detuvo en seco su "anábasis".
Se acordó de los muertos pretéritos... ... ...
Y
en esas rememoraciones estaba, cuando miles de turcos, organizados
perfectamente por el gran Kemal, se le echaron encima. Y entonces
vino la desbandada, la "katábasis",
que, como siempre, es un viaje a los infiernos. Si habían dejado
algo medio vivo a la ida, lo rematarían a la vuelta. Esto
ocurría otro 13
de septiembre,
de un año antes (1921)
El
ángel luciferino,
que construye la historia sin mirar atrás, había abandonado las
cimas míticas y revoloteaba por sobre los campos bituminosos del
Creciente Fértil.
El
ejército turco entró a sangre y fuego en Esmirna y la redujo a
escombros, y a sus habitantes a partículas elementales. Y entonces
fue el dolor y el crujir de dientes. Decenas de miles. Gente que nada
sabía de Lucifer ni de Venizelos. En Lausana culminó lo que había
empezado, a lo grande, aquel día. Más de un millón de "griegos"
(que en su mayoría hablaba turco) fueron trasladados,
algunos de cuerpo presente, a su "madre patria". Medio
millón de "turcos"
(que en su mayoría hablaba griego) fueron trasladados
con más consideración, todo hay que decirlo, a las posesiones
abandonadas por los cristianos. Y ese fue el comienzo glorioso de dos
estados-nación, resultado de la desmembración del Imperio Otomano.
Y
como "no hay mal que por bien no venga"
(?): la voz de Roza y el buzuki
de Tsitsanis...
Y
"como las desgracias no vienen solas"
(?): la destrucción de los restos otomanos fue total.
Esta fue la madre de todas las
"limpiezas étnicas" (¡¡), emigraciones y "oleadas
de refugiados" de la época moderna
FIN
La
verdadera razón.
"No es que Apolo haya
retirado su promesa
y, escupiendo en la boca de
Casandra, haya quitado
a sus palabras todo don de
persuasión, haciendo
inútiles sus profecías para
sí
y para los demás, no. Es
simplemente que
nadie quiere creer en la
verdad, Y cuando ves la red dentro de la bañera, crees que te la han
preparadado
para tu pesca de la mañana y
no escuchas nada dentro
de tí
mientras fuera, por los
peldaños de mármol del palacio,
va subiendo
el tenebroso mensaje con las
voces de la desdichada
Casandra"
Yannis
Ritsos. 7-VI-69