La sopa de cebolla no es lo mío, a pesar de que
Alejandro Dumas (¡padre!) dijera que es: “una sopa muy querida de los
cazadores, gente de mala vida y venerada por los borrachos”.
El
de la gorra durmió profundamente, pero poco… tales fueron su satisfacción y su
impaciencia. Al día siguiente, lunes, se presentó bajo la ventana de donde
trabajaba su ya inseparable Bouvard: 92, Hautefeuille (actualmente Escuela de Medicina)
y “reclamó”, como las perdices.
Baudelaire había nacido en el ¡número 13! (derruida por las obras del Boulevard
Saint Germain). En la misma calle estaba la Brasserie Andler-Keller, frecuentada
por Baudelaire y por Courbet, recién
llegado a París.
¡Todo
desaparece…! (menos lo escrito).
Se
hicieron mutuamente imprescindibles. Nada alcanzaba su perfección sino pasaba
los criterios de la pareja. Toda la vida se fue convirtiendo en un idiota “cadáver
exquisito”.
Todo
lo anhelaban… ¡lástima de las circunstancias!
Y
fue entonces cuando llegó la carta, que permitiría convertir la “potencia” grandiosa en (aún no lo
sospechaban) una miserable “actualidad”.
Sólo
tras asegurarse el monto decidieron: en primer lugar, esperar a la jubilación y
en segundo, irse a vivir al campo, a una tierra virgen en la que poder dar
rienda suelta a su titánica sed de conocimientos. Eligieron Chavignoles. Ya el
viaje fue premonitorio.
Eugen
Sue empezaba a publicar “Los misterios de
París”, que, a través de Maurice Joly y sus “Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, llegó
hasta “Los protocolos de los sabios de Sión”. Lean Vds. la propuesta que tengo
dedicada al tema. Escriban en “Buscar”
que aparece en las páginas del blog.
Sue nació tal día como hoy del año 1804 y
tenía 38 años cuando la pareja de idiotas abandonó definitivamente París.
George Sand y Chopin se retiraron, por una temporada, a un falansterio de
artistas y no lo hicieron a causa de la ausencia de Bouvard y Pécuchet.
Allí,
en zona rural, se dieron al estudio de la Agricultura que les condujo a la
Agronomía y ésta a la química. La química les llevó a la medicina y campos
afines, como la fisiología y la anatomía…Todo discurría como una genealogía
bíblica. Saltaron a la Arqueología, que les llevó a la Historia en general y a
la historia del duque de Angulema en particular. Pero la historia sin
psicología está incompleta, así que saltaron al estudio de las profundidades
del espíritu humano y enlazaron, como aplicación práctica, a la novela
histórica y de ahí, por semejanza, al teatro (y muy especialmente a la tragedia). Se interesaron por las
novelas de amor, por la épica…
En
eso estaban cuando estalló la revolución del 48. Plantaron árboles de la
libertad… y los podaron cuando
tuvieron que hacerlo.
Agotado
el terreno de las ciencias profanas, incursionaron en las morales, que les
llevó al terreno infinito de la Teología y su materialización en la tierra: la
religión.
La
metafísica les llevó al borde del suicidio, que su apego al trabajo bien hecho
logró impedir: ¡no habían escrito el testamento!...
Como
síntesis, se volcaron en la educación de los niños, desde la gestación. Tomaron
en adopción a Víctor y a Victorina y le aplicaron los métodos del doctor Itard
había probado con su “salvaje”
Víctor. Ellos fueron un poco más allá; detrás habían dejado el arte de las
mermeladas y de la gastronomía en general.
Mientras
tanto llegó el Imperio, Haussmann, lo de Magenta y Solferino y los ecos
llegaban a Chavignoles deformados, por exceso o por defecto. Su fortuna se
desvanecía euridicianamente:
“Pécuchet, gracias al cielo,
conservaba un viejo traje de etiqueta con cuello de terciopelo, dos corbatas
blancas y guantes negros. Bouvard se puso la levita azul, un chaleco de nankin,
zapatos de castor; estaban profundamente emocionados cuando atravesaron la
aldea y llegaron al hotel de la Croix d’or…”
AQUÍ
SE INTERRUMPE EL MANUSCRITO DE GUSTAVE FLAUBERT.
Sin
embargo, el autor siguió pensando en el destino de estos dos insaciables
infelices:
“Ya no tienen ningún interés en la
vida.
Feliz idea alimentada en secreto
por los dos. La disimulan. De vez en cuando, al recordarla, sonríen, y por fin
se la comunican simultáneamente:
Copiar como antes.
Fabricación del escritorio de doble
pupitre (se dirigen a un carpintero).
Gorju, que ha oído hablar del invento, les propone hacerlo). Recordar el baúl.
Compra de registros y utensilios,
sandáraca, raspadores, etc.
Se ponen a la tarea.”
Entre
sus dones más perdurables: la “Buvarina”,
una crema que resume sus logros en el campo de la culinaria: “Pondrían en ella cilandro, como en el
Kummel, kirsch como en el marrasquino, hisopo como en el chartreuse, ambarilla
como en el vespetro, cálamos aromáticos como en el krambambuly; y la
colorearían de rojo con madera de sándalo.”
No
puedo dejar de citar esta escena:
“–¿Barberou, si no me equivoco?
–¡Bouvard!–exclamó el hombre de la
gorra. Y se abrazaron.”
Sin
duda emparentada con el saludo, contemporáneo, de Stanley a Livingstone y con “Bonjour Monsieur Courbet”, cuadro en el que el pintor es saludado por su
protector y amigo Bruyas.
Y
como parece que la cosa va de parejas, recordar que tal día como hoy, apareció
la primera aventura de “Mortadelo y
Filemón” en el inolvidable “Pulgarcito”. Y puestos a recordar…
Mi
padre no era muy leído. De hecho sólo leía “El
Caso”, por razones profesionales, decía. Y, cáguense Vds,... ¡Pulgarcito! Cada semana me daba cinco
reales y me enviaba adonde La Aragonesa
a comprarle el ejemplar. Quizás la pareja de detectives le ayudaran a digerir tanta
lobreguez.
Yo
conocía someramente, antes de que alcanzara su merecida, pero breve, fama, al
que hizo de “Mortadelo” en la primera
película de la serie. Mi conocimiento era tan somero (¡pero era!) que no
recuerdo ni el nombre…claro que podría mirarlo en los créditos del film… Bueno,
pues un día en Zeleste yo me dirigía a la barra del fondo y él volvía con un cubata en la mano. Parecía un vástago de
Nosferatu con su brebaje. Y va y me dice que tenía mala cara y que si me pasaba
algo. Yo le respondí, cruel, que su cara tenía mal aspecto SIEMPRE. Me extendí,
injusto (dado lo breve de su comentario), con sus orejas de soplillo y su porte
desquiciado. Hundió la cabeza en el vaso-tubo y siguió su camino. Al poco supe
de su éxito… ¡y me alegré profundamente!
Aquello
era “cultura” POPular. El POP-ART
pretendió ennoblecer lo popular (como
si lo popular no fuera ya lo suficientemente noble) y convertirlo en comida
para las ingentes masas de intelectuales.
Planteó cuestiones interesantes para los interesados. Lean lo que tengo dicho
al respecto. Escriban en el “buscar”
del blog.
En
ningún caso, sin embargo, estas cuestiones afectaron a mi padre que siguió con
sus populares lecturas populares. La verdad es que (¿para qué vamos a
engañarnos?) ni se enteró del asunto. Él era Guardia Civil.
Flaubert,
iba siendo paulatinamente afectado por la melancolía de los dos desnortados
(aunque el escritor ya iba servido de cuna). Sólo en 1877, hastiado, retomó un
proyecto que había empezado cuando empezó a florecer su melancolía (que ni la
“relación” con George Sand pudo erradicar). Hasta su muerte (1880) se dedicó en
cuerpo y alma (¿) que se dice, a esta “sátira
de la futilidad del conocimiento humano”; a esta “enciclopedia del asco” que pretendía fuera su obra maestra. Su interrupción
muestra que el asco había invadido los interiores del “idiota de la familia”.
Como
en “La educación sentimental”, la
felicidad, o algo parecido, sólo aparece cuando han desaparecido las ilusiones
(como bien aprendió Lucien Rubempré).
Anochece.
Hegel da muestras de impaciencia. Me cuelgo el chubasquero, me encasqueto la
orejera, cojo dos bolsitas y ¡hala! ¡A la calle, que ya es hora!
NB.
Los
mapas de París (de esta mañana) están tomados del lúcido “París en tensión” de Eric Hazan. Lean Vds. todo lo que encuentren
de Hazan. De nada.