Un país cuyos ciudadanos (incluida
la recia policía, y las secretarias de sheriff)
empiezan el día con donuts y batidos de vainilla no tiene futuro. Se gastará el
presupuesto en insulina, papel higiénico, ortodoncias y dietas adelgazantes. El
dulce, además, debilita el carácter y fortalece el capricho. Baja el umbral de
frustración. No es de extrañar, pues, que en los USA las matanzas caprichosas
se cuenten por docenas y que el
comportamiento infantil se prolongue hasta los 80 años (para dar paso a la adolescencia). Por el contrario, el
cordero, asado al aire libre, enriquece la sangre y agiganta las expectativas.
Dota a quien lo come frecuentemente de una veeeeeehemencia cornúpeta que lo
empuja a cornear al primero que se le ponga por delante.
No hay un “Día Internacional del Cordero” (DIC). Está la “Fiesta del cordero”, la “Siesta
del Borrego” “la del Carnero” y
el “Silencio de los Corderos”. Pero
un Día Internacional… ¡no! Quienes la
celebran, celebran la sumisión de Abraham y la resignación de Ismael. ¡¡Dios es
grande!! Y por él soy capaz de matar hasta a mi propio hijo. Al final, ya saben
Vds., apareció un cordero y tal y más cual.
Todo esto para decir que hoy se
celebra el “Día Internacional del Donut”,
en cualquiera de sus variantes…Incluso los churros (su complementario), creo,
podrían incluirse en una definición generosa. Aunque el churro produce otra
caracterología (en la que no entraré). Yo sigo con mi inveterada costumbre del
pan tostado con aceite y orégano griegos, rematado con un carajillo fifti-fifti y (según días) remolque de
aguardiente.
Hay autores que hacen difícil el
trabajo de buscar efemérides. No es el caso de Borges, que trufa sus escritos
con fechas exactas…como anclas que impiden que la “ficción” se disuelva euridicianamente
en la estratosfera.
No sé por qué, sin embargo, tengo
anotado en el día 7 de junio:
“Vino,
enséñame el arte de ver mi propia historia
Como
si esta ya fuera ceniza en la memoria”.
En realidad podría ir bien
cualquier día. Y sigue la efeméride:
“En
las arrebatadas noches del sufí
Eres
la cimitarra, la rosa y el rubí
(…)
Vino
del mutuo amor o la roja pelea,
Alguna
vez te llamaré. Que así sea”
“En
una de las noches del Missisipi, Huckleberry Finn se despierta; la balsa,
perdida en la tiniebla parcial, prosigue río abajo; hace tal vez un poco de
frío. Huckleberry Finn reconoce el manso ruido infatigable del agua; abre con
negligencia los ojos; ve un número vago de estrellas, ve una raya indistinta
que son los árboles; luego, se hunde en el sueño inmemorable como en un agua
oscura.”
Eso ocurría un 7 de junio de
(pongamos) 1883. Y si lo dice Borges… ¡Sea!
Sólo decirle a Borges que la noche
era oscura, de “boca de lobo”. La
luna no apareció en toda la noche. Había empezado la fase de “luna nueva”. La “tiniebla parcial” sería oscuridad absoluta. Observen Vds. la
exactitud de Borges: no menciona a la luna; con lo que evita incurrir en un
posible doble error. De esta manera el error sólo puede ser simple: que
estuviera nublado.
No importa, ya que Borges utiliza
esa escena no en sí misma, sino como soporte de una argumentación que quiere ir
más allá de la negación berkeliana de
la materia y de la humeana disolución
del YO. Borges quiere negar el tiempo mismo, la sucesión temporal: proclamar un
presente eterno.
El idealismo es rico en sugerencias
“poéticas”. Alimenta fantasmagorías y
alucinaciones. Sin embargo no puede dar cuenta de “lo que es”, sino reduciéndolo a apariencia, representación.
Llámenle Vds. “X” pero que se acerca
la muerte es un hecho ineluctable. Si todo resuelve en impresiones… ¿Es la
muerte una impresión o más bien la ausencia de toda impresión? Ambas preguntas
implican paradojas. El idealismo no puede explicar el hecho de la muerte.
Berkeley, conduce su estricta consecuencia, a un supuesto no percibido: Dios.
Puesto que dios existe y todo lo percibe, el mundo y lo que lo compone existe,
es. Dios como garantía de la continuidad de la existencia de las sustancias. Sin Dios no podríamos asegurar que lo que no
es percibido por nadie, exista. Dios, el espectador…no le quita ojo al mundo.
Si se le olvidara mirar, nuestra existencia se hundiría en la nada… se
disolvería euridicianamente.
Por lo demás, a mí, como Vds.
saben, el tiempo y el espacio me la refanfinflan.
Hay más 7 de junio en Borges…
Haré los honores a Huck y me aparejaré una trucha. Yo la
relleno de mejorana. Así me ahorro el extractor de humos y aromatizo la casa.
Verdejo y la coda acostumbrada. Hoy con remolques de coñá…¡y unos vasitos de
absenta!
Tal
día como hoy, del año 1938, llevaron al cementerio
de Saint Ouen (París) el cadáver de Ödön von Horváth. Había muerto el día 1 de
junio. Había llegado a París el 28 de mayo.
Austrohúngaro, sin matices.
Finalmente “apátrida” (Danilo Kis).
Se había establecido en Berlín y lo abandonó en el 33. Se estableció en Viena.
En marzo del 38, Hitler llevo a
cabo lo que reflexionaba ante la cabeza calva de Bruckner en el Walhalla: la
anexión de Austria. El escritor abandonó Austria, pero antes quiso despedirse
de todo y de todos. Hizo un periplo por la antigua geografía centroeuropea
antes de recalar en Ámsterdam. Y como
atraído por la fatalidad (o viceversa) entró en la consulta de un vidente que
prometía la revelación de los arcanos: “París
será un completo final”. Aplazó
el viaje a América y se pasó por París. Y como Edipo fue en busca de su
destino.
Mientras tanto el otro
austrohúngaro, el “Santo bebedor”,
fracasado su desorbitado intento monárquico de parar el “Ansschluss”, rota la relación con la “chica de seda artificial” (I. Keun), derribado el Hôtel Fayot e
instalado en un cuchitril del Hôtel de la Poste, pasa las horas muertas (ya) en
el “Café Tournon”, en los bajos del
Hôtel, sito en la calle homónima, dando los últimos toques a la “La Cripta de los Capuchinos”…y a la suya
propia. Vivía como los nonatos, envuelto en líquido amniótico de 60º. Cuando
rompió aguas fue para morir.
Ödön se instaló en un hotel cerca
de Odeón, no lejos de la buhardilla de Roth y se dedicó a disfrutar de París:
Amaba las ferias, los circos, el cine.
Tenía prisa por escribir (tenía que
ganarse la vida); antes de morir acaba: “Juventud
sin dios” y “Un joven de nuestro tiempo” (las pueden encontrar en
Austral): Vidas destinadas al nazismo. Pocas veces la clarividencia ha sido
puesta al servicio del análisis del nacimiento del nazismo con tanta certeza: la
desorientación, el paro, la inseguridad…como sala de espera del fascismo. La
verborrea, el sentimentalismo, los tópicos; el uso, en fin, desconsiderado del
lenguaje, como vía hacia el militarismo más violento. Naturalmente sus obras fueron quemadas en la
actual Bebelplaz de Barlin.
Roth había escrito “La tela de Araña”, adelantándose al
fenómeno.
El “apátrida” se levantó animado el día 1 de junio. Tenía una
prometedora entrevista con Robert Siodmak, director de cine de cierto éxito y
antiguo guinista para a UFA. En el 33 también había dejado Alemania por París.
Tenían intención de hablar sobre la posibilidad de llevar a la pantalla “Juventud sin dios”. Así que se levantó
animado; almorzó abundantemente en el hotel y, por consejo de Robert, fue a un
cine de los Campos Eliseos en el que proyectaban “Los siete enanitos”, estrenada el año anterior y considerada como
el primer largo metraje de animación sonoro y en color. Me disculparán Vds.,
pero no voy a explicar el argumento. Sólo recordar la tormenta que se desata
cuando, habiendo probado Blancanieves la manzana envenenada, la bruja se
dispone a liquidarla. Los enanitos la persiguen. Ella huye. Sube a una “montaña” y con la ayuda-palanca de una
rama intenta arrojar una roca sobre los enanos y su amada Blancanieves. Cuando
está a punto de consumarse la matanza, un rayo etc…etc…acaba con la bruja. Por
lo demás también en “Juventud sin dios”
hay alguna fractura de cráneo.
Salió presagioso de la sala. Él era
así: supersticioso. Y se dirigió hacia las cercanías del Teatro Marigny a
tratar el asunto (Av. Marigny con Champs Élysées). Se levantó un viento
huracanado gris plomo. Se abrieron las puertas del cielo. Los paraguas volaron
como medusas aéreas. Los chubasqueros dibujaban siluetas de murciélago. Los
relámpagos relampagueaban y los
truenos aplaudían. La gente se apelotonó
bajo la copa de un viejo castaño que (todavía) resguardaba la entrada del
Teatro. Una rama se desprendió y le partió el cráneo. El resto resultó
absolutamente indemne. Así de sencilla y de inesperada le llegó la muerte.
Roth apuraba su segunda botella de
coñá.
Lajos, su hermano, acudió desde
Alemania para hacerse cargo del asunto. Los nazis habían establecido el límite
para la “exportación” de divisas en 1.000 marcos…a todas luces insuficiente.
Lajos se instalo en el hotel. Aún no había vaciado la maleta cuando se presento
un empleado de pompas fúnebres. Se estableció un entierro de tercera clase.
Lajos se quedó con lo imprescindible para poder regresar.
Al día siguiente se presentaron dos
hombres compungidos, con levitas negras, para tratar el asunto del entierro. Lajos
comprendió que había sido víctima de una estafa.
Pese a todo el entierro se celebró.
La
noticia corrió entre los círculos de exiliados. Roth tardó días en saber de qué
se trataba. El coche fúnebre recorrió
Magenta, cruzó República, se internó por Barbés, por el Bd. Ornano, salió por
la Puerta de Clinancourt y se deslizó por Michelet. Allí se detuvo. Los bares
se vaciaron y los clientes, que esperaban desde las primeras horas, se
dispusieron detrás del catafalco, que giro a la derecha para enfilar la puerta
del camposanto: “Un lamentable ejército
de individuos desmelenados (…) entre ellos se tambaleaba Joseph Roth, el
célebre escritor, totalmente ebrio, como solía estar por aquella época, con un
traje lleno de lamparones, apoyado en dos jóvenes admiradores” (Carl Zucmayer). Lajos añadía a la natural pena, la
preocupación por la pasta y la inseguridad por el desarrollo de la “despedida”. Una vez dentro ocurrió el
milagro digno de Andreas Kartak: la ceremonia fue de primera categoría. Lajos
ya se veía en chirona. Los empleados de los asuntos del más allá lo
tranquilizaron y le dijeron que todo estaba pagado. A una cierta distancia un
hombre seguía la escena principal. Lajos lo reconoció:
–¡Y
yo que pensaba que era Vd. un estafador!
–¡Y
lo soy! Pero cuando me enteré por el periódico de que el finado era un
artista…¡a los artistas no se les puede estafar!
Años
más tarde sus restos serían trasladados (50 aniversario) a Viena…donde reposan
en paz.
Busquen
Vds, la inevitable plaquita:
"Et les gens vont dire
Que dans un lointain avenir
On saura discerner
Le faux et le vrai
Que le faux disparaîtra
Alors qu'il est au pouvoir,
Que le vrai adviendra
Alors qu'il est au mouroir"
(1938)
Odon von Horvath, dramaturge et écrivain de langue allemande, né en 1901, mort le premier juin 1938 face au théâtre Marigny, tué par une branche de marronnier arrachée par la tempête.
Hommage de son éditeur Thomas Sessler Verlag, Vienne, le 3 juin 1998
Que dans un lointain avenir
On saura discerner
Le faux et le vrai
Que le faux disparaîtra
Alors qu'il est au pouvoir,
Que le vrai adviendra
Alors qu'il est au mouroir"
(1938)
Odon von Horvath, dramaturge et écrivain de langue allemande, né en 1901, mort le premier juin 1938 face au théâtre Marigny, tué par une branche de marronnier arrachée par la tempête.
Hommage de son éditeur Thomas Sessler Verlag, Vienne, le 3 juin 1998
A
pesar de todo, Roth escribió una nota necrológica.
Casi en la esquina de Michelet (por
la que dobló el coche fúnebre para dirigirse a la puerta de Saint Ouen) hay una
Brasserie-Bar. Tiene unas mesas blancas de plástico y unas miserables sillas
haciendo juego. Hay dos tipos que desde
tiempo inmemorial, uno vestido de blanco y sentado y el otro con ropa
inapropiada, de pie, parecen discutir sobre la naturaleza de la sustancia. Al
de la camiseta sin mangas le atribuyo el escepticismo humeano, más abarcador y
radical. El que está sentado debe haberse quedado, por cansancio, en el
cuestionamiento de, sólo, la sustancia material. El local se llama: “Le claire de lune”. Allí, a la sombra de
esta discusión secular, podríamos haber esperado el cortejo: “¡Ya viene
el cortejo!...”
Porque la esquina está ocupada por
una funeraria. Díganle que van de mi parte y les regalarán media docena de
epitafios, pergeñados por el dueño de la brasserie, poeta.
Tambien podríamos haber pasado la
tarde en el “Café Tournon” (Rue Torunon, abundante en “efemérides”, con rue Vaugirard).
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