Las
cosas siguieron su curso natural: Wagner abandona Suiza y se instala en
Bayereuth (construcción del teatro, inauguración: El Anillo…). Se casa con
Cósima, la nariguda, y siguen teniendo hijos. Luís se retrae como una flor, de
esas que se retraen. Pasa más tiempo perdido (literalmente) en Neuschwanstein que en la corte; es más,
la corte se la refanfinfla. Envuelto en ropajes “wagnerianos” quiere
convertirse en Parsifal, el Redentor…y
¡voto a bríos! casi lo consigue. Pasan los años: aquel joven encantador ha
perdido la gracia y ha ganado peso.
En su cara se ha dibujado un rictus melancólico. Nada ha salido como deseaba.
La culpa se pasea, de armiño, por las incontables habitaciones del castillo
inacabado. Lohengrin (y ¡hasta Fernando el Católico!) es testigo de ese rumiar
atrabiliario. Como Tristán detesta el día y sólo vive de noche…y como Drácula.
Y, si me apuran, ¡como yo!...que son las tantas y sigo aquí dale que dale.
Es
un obstáculo para la marcha del reino. Su pasión edilicia amenaza con secar su
patrimonio y rebotar en las arcas del estado. Los prestamistas le ponen pegas.
Su desinterés (un bien en sí mismo) es considerado como un insulto y como
indicio de soberbia y extravío. Su forma de entender los asuntos amorosos es un
continuo agravio para las buenas gentes de calzón corto y peto verdes. Así que
lo mejor será que lo declaremos “loco”.
Se
hace de querer por su destino, no por
su condición.
Sin
embargo los planos y adelantos tecnológicos con los que está dotado el castillo
son incompatibles con la locura: luz eléctrica, el primer teléfono “móvil” de la historia (hasta 6
metros)….etc…etc (Volveremos a este castillo y a su destino).
El
13 de febrero de 1883, a la hora que su muerte “santificó”, muere Wagner en el Palazzo
Vendramin de Venecia: “Ah! Pues lo
siento de veras, aunque en realidad no tanto. Había algo en él que no me
acababa de gustar”. Y lanzó un treno desgarrador que pudo oírse hasta en la
malquerida (para mí) frontera suiza. Cada vez se sentía más “parsifalero”.
Otro
13 de junio (de 1934) se produjo, en Venecia, la primera de las nueve reuniones
entre Hitler y Mussolini. Hitler quedó prendado y Mussolini lo clasificó en el
grupo de los “maricones”. El alemán
era un político de segunda al frente de un país de primera y él (Mussolini),
pobre, un político de primera en un país de segunda… ¡mariconazo!
Así se llega al 9 de junio del 86: Se le declara incapacitado mental.
El
día 10 una delegación del gobierno viene a por él. Se atrinchera y allí no
entra ni dios.
El
12 envían al consejero secreto Gudden, psiquiatra “avant la lettre”, y consiguen arrastrarlo hasta el castillo de
Berg. Gudden prefería los tratamientos no coercitivos. Por lo demás, ya había
tratado a Otto, hermano de Luís, epiléptico.
"He
sido rey excesivamente pronto. No he aprendido lo suficiente. Había comenzado
tan bien... estudiando derecho público. De repente fui arrancado y sentado en
el trono. Ahora, todavía intento estudiar..." Pues date prisa, que te queda un telediario.
El
día 13, médico y paciente deciden un paseo por la orilla del lago. Una cruz
clavada en el cieno de la orilla marca el sitio exacto donde fueron encontrados
los cuerpos medio hundidos. Eran las 11’30 del día 13 de junio. Faltaban tres
días para el plenilunio. El “rey loco”
no soportó las monsergas del psiquiatra y lo arrastró, dicen, con él. Murió
matando, como quien dice. Otros defienden la teoría de la conspiración: hablan
de un tiro por la espalda… ¿Y al psiquiatra “avant la lettre” también?
Lloviznaba
y una ligera brisa desde tierra convirtió la superficie de las aguas en un
espejo equívoco. El rey pensó, imbuido de divinidad, poder caminar sobre las
aguas. El psiquiatra “avant la lettre”
le hizo notar la imposibilidad de que un cuerpo como el suyo flotara sobre el
líquido elemento. Por razones científicas. Luís opuso la razón poética, la
furia asesina y la voluntad del “Yo (el) supremo” (*). Ambos, como enamorados (o como
reptiles en plena cópula), se hundieron y volvieron, pasado un tiempo oportuno,
a la superficie. Así los encontraron.
Los
cisnes (negros) siguen anidando en el
lago.
Un
oscuro desasosiego, como el de
Bernardo Soares (F.P. nacido tal día
como hoy, del año 1888) que, tal día
como hoy, del año 1930, escribía: “Breve
sombra oscura de un árbol ciudadano, leve sonido de agua que cae en el estanque
triste (…) sois, en este momento, el universo entero para mí, porque sois el
contenido pleno de mi sensación consciente (…)No quiero más de la vida que
sentirla perderse en estas tardes imprevistas…” “Vivir me parece un error
metafísico de la materia; un descuido de la inacción”. Mucho en común con
el rey: su retraimiento, su vivir en “otro
mundo”, su individualismo, su sufrimiento íntimo…
(…) “Nos sorprendió el verano, al
caer sobre el Starnbergersee
con un gran chubasco; nos detuvimos
en la columnata
y fuimos, bajo los rayos del sol, al Hofgarten,
y bebimos café y charlamos durante
una hora.”
(
Elliot: La tierra baldía)
La
siguiente información (Infórmense Vds….Infórmense) arroja dudas sobre el hecho
(…) “Al experto Siegfried Wichmann, en
noviembre de 1967 le vino de visita un hombre con estas imágenes y le preguntó
por su autenticidad, cosa que Wichmann no dudó y certificó que se trataban de
pinturas auténticas de realizadas por Hermann Kaulbach el 13 de junio de de
1886, pocas horas después del fallecimiento del soberanos. Además, indica que
en el lienzo aparecen marcas de gotas de lluvia, y detrás del lienzo aparecen
los tres nombres ya mencionados.
Wichmann sacó una fotografía al
lienzo y entregó éste a su dueño, tiempo después intentó contactar con su dueño
pero nunca pudo dar ni con éste ni con el lienzo.”
Aquí
les presenta la fotografía del lienzo en cuestión. Luís II, el de en medio, aún
sangra por las comisuras.
Recuerden
el nombre del pintor.
En
1886, Verlaine era un admirador de la lira de Wagner. Había escrito 10 sonetos
en su honor y en el de “Parsifal” en
el que admiró, no tanto, sus connotaciones religioso-católicas (pese a sus
tendencias beatas) sino su triunfo frente a Kundry y las doncellas. La victoria
sobre la lujuria (¿). En Verlaine coincidió el “acmé” y la decadencia. Pronto reduciría sus andares: de la taberna
al hospital y del hospital a la taberna. El futuro “Príncipe de los poetas” es requerido por Dujardin (“Revue Wagnérienne”) y el 8 de julio
aparece en la revista “La mort de S.M.
Louis de Bavière” (“À Louis II de Bavière”). Poesía
alimenticia:
“Roi,
le seul vrai roi de ce siècle, Sire,
Qui
voulûtes mourir vengeant votre raison
De
choses de la politique, et du délire
De
cette Science intruse de la maison,
(…)
Matas
muriendo,
¡salud, Rey! ¡Bravo, Sire!
(…)
Salut
à votre très unique apothéose,
Et
que votre âme ait son fier cortège, or et fer,
Sur
un air magnifique et joyeux de Wagner”
Verlaine
, la esposa necia, el “pobre Lelian”,
parece haber captado la esencia de la cosa. Murió diez años después de su
admirado y homeómero rey.
El 13 de junio de 1944, habiendo los aliados conseguido un
frente continuo en las costas de Normandía, los alemanes lanzan un contraataque
que fue repelido por el 506º regimiento de Infantería. Los ingleses tenían
problemas en Villers-Bocage. Las cosas no marchaban al ritmo previsto. Todo
había empezado con las dos primeras estrofas de “Canción de Otoño” (Verlaine).
“Il
pleure dans mon coeur
Comme
il pleut sur la ville;
Quelle
est cette langueur
Qui
pénètre mon coeur ?
Ô bruit doux de la pluie
Par
terre et sur les toits !
Pour
un coeur qui s'ennuie,
Ô
le chant de la pluie !”
Fue la
contraseña para que la resistencia se pusiera en marcha en apoyo del
desembarco.
¿Ven
Vds. la utilidad de la lírica? Fue algo así como el “Grondola, vila morena”.
Y ahí tenías a los rudos guerrilleros recitando, cogiéndole el ritmo y la
sonoridad a estas cuartetas.
Volvamos
sobre el pintor de esas siniestras caras (la de en medio es la de Luis II):
Kaulbach.
Nadeshda
von Meck, empresaria ella misma y viuda
del magnate de los ferrocarriles rusos (¡sólo las vías!), Le encargó (y pagó de
su bolsillo) el “famoso” cuadro que
representa a Luís II con capa de armiño. No he encontrado el cuadro en ningún
sitio. Pero, en fin, si Mayer lo dice, así será. El cuadro presidió durante
años la mesa de trabajo de la viuda, que se carteaba de tú a tú con el rey.
Tenía, esta mujer, un olfato especial (¿por su condición?) para las personas
extraordinarias y fuera de norma. Esta misma mujer, reclamada por multitudes,
fijó su mirada interior en Tchaikovsky. Fue el año de la inauguración del
Teatro del Festival (¿). Durante 13 años se cruzaron miles de cartas y le envió
la mensualidad. Lo cebó como al “pavo
inductivo”. Así que cuando se cortó el grifo, el músico quedó descolocado y
perplejo. No se vieron; no de olieron; no se tocaron. Nadeshda, sin embargo,
oía y comprendió el sufrimiento del ruso.
Tchaikovsky,
homosexual en tierra de machos, las pasaría canutas. Aún hoy día…
Se
internó en las procelosas aguas del matrimonio. Quizás Antonina no fuera la
mujer adecuada. Desde luego, él no lo era. Hasta despierto sucumbía al placer de
estrangularla. Sin embargo, volvió la mano contra sí mismo. Una noche de
octubre del 77, huyendo del asesinato se lanzó a las heladas aguas del Moskhova
(Schumann eligió el Rin. Luís II, el Starnberg. Y tantos otros que se han
sentido atraídos por el seno líquido…) Como al de Sarajevo, el agua no le
llegaba ni a la cintura. Bueno, por lo menos cogeré una pulmonía doble, pensó,
que me llevará a la tumba. La enfermedad no hizo acto de presencia. De Moscú a
San Peterburgo. Renuncia al conservatorio (dinero de la viuda). Separación
matrimonial. Locura de Antonina. Cuidados de su marido, que siempre se culpará
del destrozo del sacramento.
Tchaikovsky
triunfaba en medio mundo. En el otro medio (él): circulaba como un fantasma.
Los “cinco” no lo consideraban de los
suyos. Él, insistía. “Soy ruso por los
cuatro costados”.
El
sábado 28 de octubre de 1893 se estrenó la “sinfonía
patética” (la número 6, en sí menor). Fue recibida con claroscuros. El
músico pensó que se había agotado el manantial, sin embargo su desconfianza e
inseguridad desapareieron: es lo más grande que he hecho. Y, exige, que junto
al título de la partitura aparezca:
A Wladimir Lvovitch Davidov
Nº 6
Comp. P. Tch.
Su
querido (sobrino) Bob: heredero universal y suicida (como, por otra parte, no
podía ser menos).
¡Que
suene en el esputofaif! Lo de “Pathétique”
es un añadido de su hermano Modesto (¡¡). Vds. mismos podrán traducir lo que
nos quiso decir el músico: ¡Adiós!
Klaus
Mann, sensible a estas almas desdichadas, escribió: “La ventana enrejada” (sobre la muerte de Luís II) y “Symphonie Pathétique” (sobre el
¿suicidio? de Tchaikovski). Su lectura nos ayudará en aquella traducción.
El
jueves día 2, tomó, como quien toma un vermut con sifón, un vaso de agua turbia
infectada con “Vibrio
Cholerae” que hacía
estragos en la ciudad. ¡No podemos estar toda la vida pendientes de la muerte! Esto ocurría en el Café Literario, en el 18 d la avenida Nevsky, Leningrado naturalmente, allí donde años antes, camino del fatídico duelo, hizo una paradita Pushkin... frecuentado también por Turgeniev, Dostoievski...
Por
la noche se le iba el alma (¿) por los bajos y por la boca. Todo el líquido
elemento huyó de su cuerpo. Los calambres duraron hasta la noche del domingo al
lunes, cuando desaparecieron para dar paso a una quietud definitiva. La luna
marchaba veloz hacia menguante.
A
Luís II, se lo tragaron las aguas palúdicas. Tchaikovski, se tragó el agua encolerizada. Wagner murió en “la ciudad del agua”…Verlaine inundado de
agua…¡ardiente!
Llueve,
raro para un día de junio. La botella de “parfait
amour” rueda por el suelo. Los últimos acordes se confunden con la
oscuridad. Silencio. No hay nada más que decir.
Por
si acaso cierro la llave general del agua.
Los
cisnes (negros) siguen anidando en el
lago.
Moraleja: Mata más el agua que el vino.