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viernes, 24 de enero de 2014

Propuesta para la mañana de hoy, día 24 de enero. Pessoa. Ofelia…


(Los asteriscos * remiten a “razones efemerísitcas”)



PRIMER ACTO

(En un comedor normal de una casa normal, Kino acaba de explicar a Hegel, su perro, la trágica historia del príncipe de Dinamarca. Una mesa redonda, cuatro sillas, un sillón de Ikea de 300 euros y un colchón en el suelo (sobre el colchón una funda de colores ¡vivos!)).

–Bueno… ¡eso es todo! ¿Qué te ha parecido?

–Um….Demasiado veneno, ¿no? ¿Cómo puedo fiarme del agua que bebo?

–Es ficción, Hegel, ¡ficción!

–Ya, ya. Dada mi condición y las circunstancias, toda mi vida es una ficción. Esta vida, “es un error metafísico de la materia, un descuido de la acción”.

–Lo que tienes que hacer es leer menos

–¡Y comer más...que se me van las fuerzas enseguida!

Kino echa unas bolitas y se las va comiendo como quien fuma displicentemente.

–¿Tenía perro “Ofelia 3”? Ella me hubiera sacado a pasear por la orilla del río; me hubiera tirado palitos y dado a oler toda la flora del lugar…

–Pues… ¡no lo sé! ¡Vaya pregunta! Si hubiera tenido no sería tú, vosotros fuisteis inventados mucho más tarde.

–O sea que soy un “replicante”… ¿quieres decir que soy un “replicante”?

–Si no te callas, quedará demostrado “que sí”.

–¡Hala! ¡A la calle que ya es hora!

SEGUNDO ACTO

(La escena se desarrolla en una sórdida oficina de la parte baja de Lisboa, a las orillas del río-mar. Las grandes ventanas dan a lúgubres descampados.  Varios personajes intentan salir por la única puerta posible. Esta escena vergonzosa y un poco violenta se repite dos veces cada día. Se oye, en off:

“Me quedé loco, me quedé tonto
Mis besos no vinieron a cuento.
La apreté contra mí,
La enlacé en mis brazos,
Me embriagué de abrazos,
Me quedé tonto, eso fue todo”).



Era el 24 de enero de 1920, mientras el médico certificaba la muerte de Modigliani, Pessoa, aprovechando el  ansioso desorden  de la salida de la oficina, se abalanzó sobre “Ofelia 1” y la besó en los labios. ¡¡Era la primera vez que cataba unos labios femeninos!! Pessoa tenía 31 años. “Ofelia 1”, 19. Fue como una escena de Mortadelo, pero… ¡al revés! Asombro se apropió de los presentes y no los dejó salir. La secretaria del superintendente de la T.I.A. bebía los aires por Mortadelo.  “Ofelia 3” bebió agua hasta la muerte. “La que socorre a los demás” no pudo socorrerse a sí misma. “Ofelia 2”, con su perenne vestido rojo siempre puso decir que no era rubor, sino reflejo.



Ofelia 1” enrojeció hasta las enaguas.

Ocurrió todo muy rápido. Pareció, sin embargo, que había durado toda eternidad (y un poquito más). “Ofelia 1” sintió la embestida, cinco dedos que le apretaban las carnes en un lugar dudoso, unos labios que cosquilleaban sobre los suyos… Abrió los ojos de par en par, los dirigió hacia los ventanales y vio que llovía. Por un momento creyó que Fernando, aunque poco dado a la broma (pero mucho al misterio) estaba proponiendo una adivinanza, y dijo (para sí): “Cinco de Pluvioso. Día del Toro”.
Cuando pasó la alegoría, se quedó con la boca entreabierta, como si estuviera cantando canciones olvidadas. La oficina giraba en torno a ellos. “Ofelia 1” se fijó en el papel estampado: rosas, sauces, ortigas, margaritas, pensamientos, amapolas… y violetas. Le costó salir de aquel espacio-tiempo estancado. Cuando lo consiguió, susurró: “Fernando”. Ya no quedaba nadie. Aún se oía el ruido de la estampida, parecido al eco lejano de una manada de ñus.

Fernando Pessoa se quedó tonto, eso fue todo.

















Entonces empezó una relación virtual, con alguna incursión en lo presencial, que se extendió hasta septiembre. Tuvieron que pasar 9 años para reanudarla y conseguir completar un año natural. He aquí unas muestras de la prosa poética que se gastaba el “desasosegado” Pessoa:

“Ofelia, mi ofelinha, mi bebézinho…”

“Bebé, ven para acá…ven junto al Niñito, ven a los brazos del Niñito; pon tu boquita junto a la boca del Niñito.”

 “¡¡¡Mala, mala, mala!!! ¡Unos buenos azotes es lo que tú necesitas!”

Parece una escena apócrifa de “El sí de las niñas” (*).

Ofélia: “¿No crees que es mejor que yo le diga un día de estos  a mi hermana que ya te declaraste?”
Pessoa: “Esto es propio de gente común. Yo no soy común. Y no digas a nadie que nosotros salimos juntos. Es ridículo, nosotros nos amamos”.

La proporción de cartas fue de 7 a 1. Pessoa escribía poco, pero de una densidad mercurial (botánica). Con tanto “heterónimo”, pseudoheterónimo” y “personajes literarios”, a él, el “ortónimo”, le quedaron las migajas.

Puedo aceptar que el “hombre” que no ha escrito cartas de amor es “ridículo”, vale. Discuto, sin embargo, cuál lo sea más: si el ágrafo o el que es capaz de escribir lo citado. ¡Sobre cartas “de amor” habría tanto que hablar! El poeta, o escribe un “poema de amor”, o algo superferolítico. No encuentra el tono.




La pobre “Ofelia 1”, desorientada por la variedad de remitentes, no sabía a qué atenerse y cuando lanzó la propuesta de compromiso lo hizo a ciegas. En realidad no sabía quién la recibiría si Alberto, poeta-filósofo y antimetafísico; Álvaro, amoral y nihilista; Ricardo, latinista y monárquico hasta el exilio; Bernardo (aún nonato), el mismo “ortónimo” al que se le hubiera arrancado “el raciocinio y la afectividad”… o cualquier otro fantasma. Tampoco supo nunca quién le respondió, aunque ella lo atribuyó a “Ferdinand Personne” (recaigan en el triple sentido: “Pessoa”, “persona”, “personne.”): ¡Nadie!

Fue entonces cuando la “novia” cayó del árbol y supo que jamás se cumplirían sus deseos. La cosa había empezado mal: bajo la sombra de Modi.




Por los mismos días, sino el mismo, Kafka conoce a Milena. Milena quería traducir algunos relatos de Kafka al checo, pues el escritor, aunque checo, no hablaba checo. Kafka ya se había introducido, tras el ataque de hemoptisis, en el camino de la tuberculosis y empezaba sus recorridos por diferentes sanatorios. Su relación epistolar duró del 20 al 22. Y acabó de la misma manera. Y es que los oficinistas son muy suyos. A Kafka no le dio tiempo a retomar nada.

Pasaron los años, para Pessoa fluyendo tras las ventanas del Campo de las Cebollas, como las aguas silenciosas del Tajo, a punto de devenir mar; como a Soares, ese “pseudoheterónimo”, por la calle de los Doradores, en cuyos balcones siempre lucen claveles rojos. Y pensamientos, cuando el oficinista asoma su melancólica cabeza.

Para “Ofelia 1”, no lo sé. Supongo que lento y espeso cual película de Angelópulos (*)



Pessoa era algo así como un corresponsal extranjero para diferentes empresas. Desde que besó a “Ofelia 1”, aunque no como consecuencia, vivió en Coelho Rocha, 16 y de allí se lo llevó la “Agencia Barata” para que acabara de morir en el Hospital de san Luís de los Franceses, en pleno Barrio Alto. Delirium, hemoptisis, cirrosis…como su admirado E.A, Poe. “Ofelia 1” ni se enteró. I know not what tomorrow will bring”…No te preocupes, no habrá mañana. Ni tampoco para Jeanne.

Su” casa se ha convertido en el Centro Cultural “Casa Pessoa”. Aún están a tiempo de tomar el avión y ahogarse en una “suite para clarinete, violín y piano” de no sé quién. ¿Qué habrá sido, sin embargo de “Casa Trinidade”? ¿Y del joven Trinidade? Allí solía tomar la última (y la primera). Creo que una vez le dieron un premio (a Pessoa), que no fue suficiente para saldar la deuda. Trinidade no pasó la factura. Estuvo entre la cincuentena de amigos que lo despidieron en el cementerio dos Prazeres. (¡Bonito nombre! Ahora está en Los Jerónimos). Como también estuvieron los camareros de “O Martinho” y todos los servidores de los tugurios de Cais do Sodré (incluido Abel, naturalmente). No bebas (¡ni fumes!) con el estómago vacío, le decía la sensible “Ofelia 1”. Un alcohólico no sabe de comidas. Le viene, súbitamente, el deseo de algo sólido, por nostalgia. Y se echa a la boca lo que sea. Un huevo duro, con preferencia. O unas almendras fritas.

“…Y eres bombón, y eres avispa, y eres miel…” ¡¡Y soy “Ofelia 1”!!

¿Recuerdan Vds. el mítico final de “Los Gamberros”? ¿Recuerdan a “Ofelia 2”, loca de amor, persiguiendo, en traje de novia, a Mortadelo para contraer nupcias y a Mortadelo huyendo como una máquina de vapor?

Ofelia, ¡olvídate del indeciso! Pídele que se aclare sobre aquello del ser y del no ser. Tú, eres Ofelia. Él, es nadie. Y a ti, Milena, te digo lo mismo: olvídate. La sombra del padre sobrevuela la escena. Y a ti Jeanne… ¡qué puedo decirte? Mañana dejarás caer tu última palabra.


El ingenio devastador de Mortadelo está fuera de toda duda, pero quizás Vds. no sepan del ingenio espumeante de Pessoa. Sabrán que también tocó, adelantado, el campo de la publicidad. Cuando la Coca-Cola quería extenderse por Lusitania, se le encargó la ideación de un slogan “engrescador”. Removió cielo y cielo, pero valió la pena: “Primero se extraña, después se entraña”. La ambigüedad del segundo verbo, llevó a la prohibición de la campaña y retrasó décadas la introducción de la bebida. ¡No hay mal que por bien no venga!

No hace muchos años, una campaña a favor de una bebida refrescante se basó en: “Primero se prueba, después se aprueba”, dejando constancia del genio avanzado del poeta.

Un día del año 1929, alguien (sé quién fue, pero no se lo diré) le mostró a “Ofelia 1” una fotografía de su ex. No tenía nada de extraordinario: Bebía en la barra del “Martinho”. La chica que por entonces tenía 29 años, pues había nacido con el siglo, quiso una copia. Enterado el poeta, la reprodujo y se la envió firmada: “Fernando Pessoa en flagrante delitro (¡Lo que daría yo por una frase como esa!). Por cierto, el restaurante de la casa Pessoa lleva ese hermoso nombre. ¡Cómo no recordar a “Litrillo”!...”Deles dios…”

Reanudaron la “epistología”: “Si me caso será contigo, pero no sé si esa vida es la apropiada para mí”. “No me importa. No te molestaré. No espero de ti banalidades ni futilidades”.

Tal día como hoy del año 1922, Kafka escribía: “La felicidad de los casados, viejos y jóvenes, de la oficina. Fuera de mi alcance; y si estuviera a mi alcance, me resultaría intolerable, y sin embargo es el único anhelo que me siento inclinado a satisfacer”

“Por la mañana pensé: “Tal vez puedas seguir viviendo de este modo, después de todo; ten cuidado solamente de protegerte de las mujeres.” Protegerte de las mujeres; pero ya están al acecho en el “de este modo””.

A estos “poetas” no hay dios (?) que los entienda.

Pessoa renuncia a la posible felicidad por el “desasosiego”: “Sólo una vez fui amado. Algunas simpatías tuve, que, poniendo algo de mi parte, podría haber convertido, o al menos tal vez podría haber  convertido, en amor o afecto.”

Calígula, muerto tal día como hoy del año 41, no tuvo ni eso. Le sucedió su sagaz y benévolo (dentro de lo que cabe) tío Claudio, miembro distinguido del club de los farfulleros y, por ello, santo de mi devoción.  Cuántos han dicho aquello de que “mi lengua es mi patria” (Pessoa incluido). Yo también lo afirmo con orgullo y, porque cuando sale de mi boca sale destrozada, la quiero más. Caetano Veloso introdujo una variante: “fatria”, que prefería a la “patria” y a la “matria”. Estoy con él.


Estos “Claudio-Calígula” parecen el reverso de los “Claudio-Hamlet” shakesperianos. Lo sabemos porque sobrevivió Horacio para contarlo. Y por él sabemos lo que le pasó a “Ofelia 3”. ¡Cuántas desgracias no han tenido a su Horacio para contarlo!

Juro por Ofelia que, si alguna vez cruzo nuevamente el charco, dios (¿) no lo quiera, me tomaré un pisco en la terminal de autobuses “La Ofelia”, al norte de Quito… donde la ciudad se difumina.




¿Conocen Vds. la “Col Kale”, una especie de perifollo gigante? Dicen que tiene tantas proteínas como la carne, más hierro que las lentejas, más calcio que la leche, es más diurética que las alcachofas…Yo tampoco la conocía. Pero acabo de comprar un manojo. Un hervor ligero y ¡hala…a zampar!

En realidad es la “col rizada”, o berza, de toda la vida. Ahora nos llega como descubrimiento yankee.

¡Hasta la tarde!

–¡Me dejas con la miel en la boca!

–¡Calla, perro!....y ¡Felicidades, Nastasia!











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lunes, 15 de abril de 2013

Propuesta para hoy 15 de abril. 2ª SERIE. Ilf & Petrof: "Las doce sillas". La risa. Varios.


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"El viernes 15 de abril de 1927, Ippolit Matvéevich se despertó, como de costumbre, a las siete y media e inmdiatamente se caló en la nariz unos quevedos con puente de oro pasados de moda...." (Ilf & Petrov: Las doce sillas)



¡Hasta aquí puedo leer!

Vdes. tienen que continuar, si quieren entrar en contacto con una de las mejores novelas de la primera época soviética y, sin duda, la más divertida. Y es que el feliz día en que se encontraron Ilf y Petrov debería ser festivo en todo el universo-mundo.

Durante los tiempos de la NEP y de los "compañeros de viaje", la censura se relajó y también la conciencia de clase. Proliferaron arribistas, pequeños comerciantes sin escrúpulos y algunos campesinos se enriquecieron a costa de las necesidades públicas. La burocracia del partido fue, dando giros incomprensibes, tomando posiciones. Cuando se dio por finiquitada (1928) para dar paso (desacompasado) a la frenética industrialización y a la colectivización forzosa, estaba en condiciones de acabar con la oposición interna y expulsar a Trotsky de la URSS. Pronto siguieron el Realismo Socialista y los decretos contra el Formalismo en las artes. Se desplegó, como ven Vdes. un complejísimo aparato que daría cobertura a todo tipo de excesos y crímenes, convirtiendo la tortura previa en una de las "Bellas Artes" de las que hablaba el romántico.



La vieja Petujova, antes de morir, aquel mítico 15 de abril, revela a su yerno, el venido a menos Ippolit (que ha tenido que abandonar Stárgorod (trasunto de Odessa) por la presión de la revolución) la existencia de un tesoro encerrado en una de las doce estupendas sillas que abandonaron en su residencia anterior. Ponte a buscar a estas alturas... Ippolit viaja a Odessa y allí se encuentra con el Gran Intrigante Ostap Bénder, modelo perdurable de granuja y ocasión de escarnio para los bienpensantes del régimen. Al mismo tiempo la vieja ha descargado, presionada por la muerte inminente, sobre su confesor, el ingenioso , decidido y ridícula víctima del tinte de pelo Titanic (*), padre Fiódor, la pesada carga que ha estado ocultando durante una decena de años.

Busquen Vdes. doce sillas por todo el Imperio... esa búsqueda es el esqueleto de esta demoledora novela satírica. El comienzo de la novela supera al de La Regenta. Un comienzo estático y plano que presagia un codicioso movimiento centrífugo. Cada silla abre un nuevo escenario y cada escenario un cúmulo de despropósitos. El final lo resume todo en una conclusión sorpresiva y moralejante... ¿moralejadora?... Infórmense Vdes...Infórmense.
Reconocerán referencias a la Sinfonía de las sirenas (Bakú) de Avraámov; a las puestas en escena de Meyerhold, el mártir; a los barcos propagandísticos... y a las perplejas reacciones que despertaban en los somnolientos espíritus del proletariado y de los campesinos, a los que les aguardaba una inminente Sinfonía Fúnebre.

Que la novela era una obra de genio fue reconocido por las altas instancias, las mismas que denegaron el imprimatur, pese a lo cual, siguieron con vida hasta que la muerte natural, dada las circunstancias, los alcanzó por separado: Al primero, la tuberculosis y al segundo un accidente de aviación en Crimea (¡potencia profética del arte!), cuando regresaba de la sitiada Sebastopol. Eso, y no otra cosa, lo emparenta con Pedro Infante que, exactamente 15 años después, estrellaría su avioneta en pleno centro de la ciudad de Méjico. Murió, como es natural.

Ilf y Petrov observaron, describieron y sacaron consecuencias. Hurgaron en los detritus con un humor insobornable y mantuvieron la dignidad entre tanta miseria moral. Valga como ejemplo su mutis por el foro en el intento (logrado gracias a Gorky) de poetizar la barbarie del Canal de Báltico.

A Trotsky, aquel año de 1927, le quitaron la silla y enseguida lo enviaron a ¿Alma? Ata, en Kazajistán: La conmemoración del décimo aniversario de la Revolución había sido sonada, como sonado había sido el primero de mayo en Stargorod (trasunto de Odessa). Trotsky siguió pensando que el stalinismo era un simple "error".

Trotsky quería, con esos mimbres, construir un "hombre nuevo": "Por fin mi querido homo sapiens, voy a trabajar sobre tí". Y Bujarín apostillaba: "Ahora debemos dirigir nuestros esfuerzos a crear en el menor tiempo posible el mayor número de máquinas vivas especializadas, preparadas y dispuestas para entrar en circulación". Zamiatin, reccionando contra el taylorismo, configuró un "Nosotros" que dio pánico al mismo Orwell. Aquel mismo año Olesha publicaba Envidia y presentaba, harto de tanta mortadela proletaria, la máquina de las máquinas: Ofelia la llamó. Y ya puestos, Fiódorov, en un arrebato de misticismo declaró que la propiedad privada no podría abolirse si no se abolía el tiempo. Otros estaban ocupados con la abolición del espacio.



Nuestro héroes, ajenos a tanta teorización, cruzaban el Imperio encapsulados en agujeros de gusano. El trío esquivaba las ondas estimulares que le llegaban desde los laboratorios de Paulov. Shostakóvich componía su primera ópera y su segunda sinfonía. Shólojov empezaba El Don Apacible, Eisenstein ensamblaba las últimas secuencias de Octubre, basada en la obra de Reed, y Platonov se ponía manos a la obra: "Las antiguas ciudades provinciales suelen estar situadas a la vera de raidos senderos de bosque..."

La risa que sucede a una situación cómica (porque hay otra que procede del sadismo) es una condición de lo humano (o ¿al revés?). Dicen, sin embargo, que también las hienas ríen a mandíbula batiente...y los cocodrilos lloran. Sea. Reformulo: La hienicidad y/o la humanidad son condiciones de la risa (o ¿al revés?). Procede, la comicidad, de un desajuste entre lo esperado y lo que es, de ahí que si no se posee la capacidad de anticipación la risa no aparezca. El reconocimiento de lo cómico es indicio de inteligencia y la adustez lo sería de una mente roma. La risa que procede de lo cómico, en ausencia de armas intimidatorias, hiere con más acierto que la indignación. 

 

No estaban los tiempos para bromas: Se había diseñado un futuro esplendoroso, al servicio del cual había que movilizar a todo bicho viviente. Los magros resultados sepultaban los sufrimientos: media población trabajaba para la otra media y lo hacía, he aquí lo cómico, convencidos de que ese era el camino justo para acanzar una sociedad igualitaria.
No había espacio (bueno, espacio había, lo que no había era cintura, aunque sí cinturón), para la risa. Así, la gente iba al trabajo o paseaba con piedrecitas en los zapatos o, algunos, con verdaderos cilicios monacales, con el fin de contener la hilaridad que te asaltaba de forma rutinaria y en cada momento de tu anodina existencia. Te lloraban los ojos (¿qué si no?) de tanta contención. Te temblaba la barbilla. Se te inflaban los carrillos... Siempre, llegado el momento, esos síntomas, podrían ser interpretados como inicio del llanto, pues, sepan Vdes. que la risa y el sollozo andan juntos un trecho.


" -¡Reirse es un pecado!-decía. ¡Sí, no hay que rirse! ¡ y no hay que sonreir! Cuando veo esta nueva vida, estos cambios, ¡tengo ganas de rezar!
-Pero si nosotros no nos limitamos a reírnos-replicábamos-. Nuestra finalidad es precisamente la sátira de aquellas personas que no comprenden el periodo de reconstrucción" (Nota previa a El Becerro de oro de Ilf y Petrov).

¿No les viene a la cabeza el monje ciego (y sus razones) de la novela de Umberto Eco?

Los escritores satíricos del momento no lo pasaron bien. Otros lo pasaron peor. Zóshchenko, de los hermanos Serapion, se libró por los pelos, amarrado a su banqueta de zapatero. Zamiatin, Olesha, Mayerhold, Platonov, los obertius...

Aquel año, 1927, el premio Nobel de literatura recayó sobre Bergson, autor de La Risa: «en reconocimiento a sus ideas ricas y vitalizantes y la habilidad brillante con la que se han presentado».
 

2




Como Udes., sin duda saben, tal día como hoy, del año 1856, tuvo lugar el conocido como incidente de la tajada de sandía que ofreció la oportunidad a los USA a intervenir en Panamá. Lo que empezó por 5 centavos, sigue abierto en canal. Pues bien, John Reed, cuya obra sirvió de guía a Eisenstein, murió de infección generalizada tras zamparse una rodaja de sandía en un mercadillo de Daghestán (Cáucaso). El incidente parece ideado especialmente para el inmortal Óstap Bender. 


 

3
"Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. (...)"

No, no fue un jueves. Era viernes santo y llovía en París.


Director: "Perdón, camaradas... Perdón... El insecto está fatigado. El estrépito y la iluminación lo llevaron a un estado alucinatorio. Tranquilizaos. Aquí no ha pasado nada. Mañana volverá a estar tranquilo... En silencio, ciudadanos, dispersaos hasta mañana, ¡Música,march!"
 F i n 1928-1929







RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...