(Los asteriscos * remiten a
“razones efemerísitcas”)
PRIMER
ACTO
(En
un comedor normal de una casa normal, Kino acaba de explicar a Hegel, su perro,
la trágica historia del príncipe de Dinamarca. Una mesa redonda, cuatro sillas,
un sillón de Ikea de 300 euros y un colchón en el suelo (sobre el colchón una
funda de colores ¡vivos!)).
–Bueno… ¡eso es todo! ¿Qué te ha
parecido?
–Um….Demasiado veneno, ¿no? ¿Cómo
puedo fiarme del agua que bebo?
–Es ficción, Hegel, ¡ficción!
–Ya, ya. Dada mi condición y las
circunstancias, toda mi vida es una ficción. Esta vida, “es un error metafísico
de la materia, un descuido de la acción”.
–Lo que tienes que hacer es leer
menos
–¡Y comer más...que se me van las
fuerzas enseguida!
Kino
echa unas bolitas y se las va comiendo como quien fuma displicentemente.
–¿Tenía perro “Ofelia 3”? Ella me
hubiera sacado a pasear por la orilla del río; me hubiera tirado palitos y dado
a oler toda la flora del lugar…
–Pues… ¡no lo sé! ¡Vaya pregunta!
Si hubiera tenido no sería tú, vosotros fuisteis inventados mucho más tarde.
–O sea que soy un “replicante”…
¿quieres decir que soy un “replicante”?
–Si no te callas, quedará
demostrado “que sí”.
–¡Hala! ¡A la calle que ya es hora!
SEGUNDO
ACTO
(La
escena se desarrolla en una sórdida oficina de la parte baja de Lisboa, a las
orillas del río-mar. Las grandes ventanas dan a lúgubres descampados. Varios personajes intentan salir por la única
puerta posible. Esta escena vergonzosa y un poco violenta se repite dos veces
cada día. Se oye, en off:
“Me
quedé loco, me quedé tonto
Mis
besos no vinieron a cuento.
La
apreté contra mí,
La
enlacé en mis brazos,
Me
embriagué de abrazos,
Me
quedé tonto, eso fue todo”).
Era el 24 de enero
de 1920, mientras el médico certificaba la muerte de Modigliani, Pessoa,
aprovechando el ansioso desorden de la salida de la oficina, se abalanzó sobre
“Ofelia 1” y la besó en los labios.
¡¡Era la primera vez que cataba unos labios femeninos!! Pessoa tenía 31 años. “Ofelia 1”, 19. Fue como una escena de Mortadelo, pero… ¡al revés! Asombro se
apropió de los presentes y no los dejó salir. La secretaria del superintendente
de la T.I.A. bebía los aires por Mortadelo. “Ofelia
3” bebió agua hasta la muerte. “La
que socorre a los demás” no pudo socorrerse a sí misma. “Ofelia 2”, con su perenne vestido rojo
siempre puso decir que no era rubor, sino reflejo.
“Ofelia 1” enrojeció hasta las enaguas.
Ocurrió
todo muy rápido. Pareció, sin embargo, que había durado toda eternidad (y un
poquito más). “Ofelia 1” sintió la
embestida, cinco dedos que le apretaban las carnes en un lugar dudoso, unos
labios que cosquilleaban sobre los suyos… Abrió los ojos de par en par, los
dirigió hacia los ventanales y vio que llovía. Por un momento creyó que
Fernando, aunque poco dado a la broma (pero mucho al misterio) estaba
proponiendo una adivinanza, y dijo (para sí): “Cinco de Pluvioso. Día del Toro”.
Cuando
pasó la alegoría, se quedó con la boca entreabierta, como si estuviera cantando
canciones olvidadas. La oficina giraba en torno a ellos. “Ofelia 1” se fijó en el papel estampado: rosas, sauces, ortigas,
margaritas, pensamientos, amapolas… y violetas. Le costó salir de aquel
espacio-tiempo estancado. Cuando lo consiguió, susurró: “Fernando”. Ya no quedaba nadie. Aún se oía el ruido de la estampida,
parecido al eco lejano de una manada de ñus.
Fernando
Pessoa se quedó tonto, eso fue todo.
Entonces
empezó una relación virtual, con alguna incursión en lo presencial, que se
extendió hasta septiembre. Tuvieron que pasar 9 años para reanudarla y conseguir
completar un año natural. He aquí unas muestras de la prosa poética que se
gastaba el “desasosegado” Pessoa:
“Ofelia, mi ofelinha, mi
bebézinho…”
“Bebé, ven para acá…ven junto al
Niñito, ven a los brazos del Niñito; pon tu boquita junto a la boca del
Niñito.”
“¡¡¡Mala, mala, mala!!! ¡Unos buenos azotes es
lo que tú necesitas!”
Parece
una escena apócrifa de “El sí de las
niñas” (*).
Ofélia:
“¿No crees que es mejor que yo le diga un
día de estos a mi hermana que ya te
declaraste?”
Pessoa:
“Esto es propio de gente común. Yo no soy
común. Y no digas a nadie que nosotros salimos juntos. Es ridículo, nosotros
nos amamos”.
La
proporción de cartas fue de 7 a 1. Pessoa escribía poco, pero de una densidad mercurial (botánica). Con tanto “heterónimo”, “pseudoheterónimo” y “personajes
literarios”, a él, el “ortónimo”,
le quedaron las migajas.
Puedo
aceptar que el “hombre” que no ha
escrito cartas de amor es “ridículo”,
vale. Discuto, sin embargo, cuál lo sea más: si el ágrafo o el que es capaz de
escribir lo citado. ¡Sobre cartas “de
amor” habría tanto que hablar! El poeta, o escribe un “poema de amor”, o algo
superferolítico. No encuentra el tono.
La
pobre “Ofelia 1”, desorientada por la
variedad de remitentes, no sabía a qué atenerse y cuando lanzó la propuesta de
compromiso lo hizo a ciegas. En realidad no sabía quién la recibiría si
Alberto, poeta-filósofo y antimetafísico; Álvaro, amoral y nihilista; Ricardo,
latinista y monárquico hasta el exilio; Bernardo (aún nonato), el mismo “ortónimo” al que se le hubiera arrancado
“el raciocinio y la afectividad”… o
cualquier otro fantasma. Tampoco supo nunca quién le respondió, aunque ella lo
atribuyó a “Ferdinand Personne”
(recaigan en el triple sentido: “Pessoa”,
“persona”, “personne.”): ¡Nadie!
Fue
entonces cuando la “novia” cayó del árbol y supo que jamás se cumplirían sus
deseos. La cosa había empezado mal: bajo la sombra de Modi.
Por los mismos días,
sino el mismo, Kafka conoce a Milena. Milena quería traducir algunos relatos de
Kafka al checo, pues el escritor, aunque checo, no hablaba checo. Kafka ya se
había introducido, tras el ataque de hemoptisis, en el camino de la
tuberculosis y empezaba sus recorridos por diferentes sanatorios. Su relación
epistolar duró del 20 al 22. Y acabó de la misma manera. Y es que los
oficinistas son muy suyos. A Kafka no le dio tiempo a retomar nada.
Pasaron
los años, para Pessoa fluyendo tras las ventanas del Campo de las Cebollas,
como las aguas silenciosas del Tajo, a punto de devenir mar; como a Soares, ese
“pseudoheterónimo”, por la calle de
los Doradores, en cuyos balcones siempre lucen claveles rojos. Y pensamientos, cuando el oficinista asoma
su melancólica cabeza.
Para
“Ofelia 1”, no lo sé. Supongo que
lento y espeso cual película de Angelópulos (*)
Pessoa
era algo así como un corresponsal extranjero para diferentes empresas. Desde
que besó a “Ofelia 1”, aunque no como
consecuencia, vivió en Coelho Rocha, 16 y de allí se lo llevó la “Agencia Barata” para que acabara de
morir en el Hospital de san Luís de los Franceses, en pleno Barrio Alto.
Delirium, hemoptisis, cirrosis…como su admirado E.A, Poe. “Ofelia 1” ni se enteró. “I know not what tomorrow
will bring”…No te preocupes, no habrá mañana. Ni
tampoco para Jeanne.
“Su” casa se ha convertido en el Centro
Cultural “Casa Pessoa”. Aún están a
tiempo de tomar el avión y ahogarse en una “suite
para clarinete, violín y piano” de no sé quién. ¿Qué habrá sido, sin
embargo de “Casa Trinidade”? ¿Y del
joven Trinidade? Allí solía tomar la última (y la primera). Creo que una vez le
dieron un premio (a Pessoa), que no fue suficiente para saldar la deuda.
Trinidade no pasó la factura. Estuvo entre la cincuentena de amigos que lo
despidieron en el cementerio dos Prazeres.
(¡Bonito nombre! Ahora está en Los Jerónimos).
Como también estuvieron los camareros de “O
Martinho” y todos los servidores de los tugurios de Cais do Sodré (incluido Abel, naturalmente). No bebas (¡ni fumes!)
con el estómago vacío, le decía la sensible “Ofelia 1”. Un alcohólico no sabe de comidas. Le viene, súbitamente,
el deseo de algo sólido, por nostalgia. Y se echa a la boca lo que sea. Un
huevo duro, con preferencia. O unas almendras fritas.
“…Y eres bombón, y eres avispa, y
eres miel…” ¡¡Y soy “Ofelia 1”!!
¿Recuerdan
Vds. el mítico final de “Los Gamberros”?
¿Recuerdan a “Ofelia 2”, loca de
amor, persiguiendo, en traje de novia, a Mortadelo para contraer nupcias y a
Mortadelo huyendo como una máquina de vapor?
Ofelia,
¡olvídate del indeciso! Pídele que se aclare sobre aquello del ser y del no
ser. Tú, eres Ofelia. Él, es nadie. Y a ti, Milena, te digo lo mismo: olvídate.
La sombra del padre sobrevuela la escena. Y a ti Jeanne… ¡qué puedo decirte?
Mañana dejarás caer tu última palabra.
El
ingenio devastador de Mortadelo está fuera de toda duda, pero quizás Vds. no
sepan del ingenio espumeante de Pessoa. Sabrán que también tocó, adelantado, el
campo de la publicidad. Cuando la Coca-Cola quería extenderse por Lusitania, se
le encargó la ideación de un slogan “engrescador”.
Removió cielo y cielo, pero valió la pena: “Primero
se extraña, después se entraña”.
La ambigüedad del segundo verbo, llevó a la prohibición de la campaña y retrasó
décadas la introducción de la bebida. ¡No hay mal que por bien no venga!
No
hace muchos años, una campaña a favor de una bebida refrescante se basó en: “Primero se prueba, después se aprueba”,
dejando constancia del genio avanzado del poeta.
Un
día del año 1929, alguien (sé quién fue, pero no se lo diré) le mostró a “Ofelia 1” una fotografía de su ex. No tenía nada de extraordinario:
Bebía en la barra del “Martinho”. La
chica que por entonces tenía 29 años, pues había nacido con el siglo, quiso una
copia. Enterado el poeta, la reprodujo y se la envió firmada: “Fernando Pessoa en flagrante delitro”
(¡Lo que daría yo por una frase como esa!). Por cierto, el restaurante de la
casa Pessoa lleva ese hermoso nombre. ¡Cómo no recordar a “Litrillo”!...”Deles dios…”
Reanudaron
la “epistología”: “Si me caso será
contigo, pero no sé si esa vida es la apropiada para mí”. “No me importa. No te
molestaré. No espero de ti banalidades ni futilidades”.
Tal día como hoy
del año 1922, Kafka escribía: “La
felicidad de los casados, viejos y jóvenes, de la oficina. Fuera de mi alcance;
y si estuviera a mi alcance, me resultaría intolerable, y sin embargo es el
único anhelo que me siento inclinado a satisfacer”
“Por la mañana pensé: “Tal vez
puedas seguir viviendo de este modo, después de todo; ten cuidado solamente de
protegerte de las mujeres.” Protegerte de las mujeres; pero ya están al acecho
en el “de este modo””.
A
estos “poetas” no hay dios (?) que los
entienda.
Pessoa
renuncia a la posible felicidad por el “desasosiego”:
“Sólo una vez fui amado. Algunas
simpatías tuve, que, poniendo algo de mi parte, podría haber convertido, o al
menos tal vez podría haber convertido,
en amor o afecto.”
Calígula,
muerto tal día como hoy del
año 41, no tuvo ni eso. Le sucedió su sagaz y benévolo (dentro de lo que cabe)
tío Claudio, miembro distinguido del club de los farfulleros y, por ello, santo
de mi devoción. Cuántos han dicho
aquello de que “mi lengua es mi patria” (Pessoa incluido).
Yo también lo afirmo con orgullo y, porque cuando sale de mi boca sale
destrozada, la quiero más. Caetano Veloso introdujo una variante: “fatria”, que prefería a la “patria” y a la “matria”. Estoy con él.
Estos
“Claudio-Calígula” parecen el reverso
de los “Claudio-Hamlet” shakesperianos.
Lo sabemos porque sobrevivió Horacio para contarlo. Y por él sabemos lo que le pasó
a “Ofelia 3”. ¡Cuántas desgracias no
han tenido a su Horacio para contarlo!
Juro
por Ofelia que, si alguna vez cruzo nuevamente el charco, dios (¿) no lo
quiera, me tomaré un pisco en la
terminal de autobuses “La Ofelia”, al
norte de Quito… donde la ciudad se difumina.
¿Conocen
Vds. la “Col Kale”, una especie de
perifollo gigante? Dicen que tiene tantas proteínas como la carne, más hierro
que las lentejas, más calcio que la leche, es más diurética que las
alcachofas…Yo tampoco la conocía. Pero acabo de comprar un manojo. Un hervor
ligero y ¡hala…a zampar!
En
realidad es la “col rizada”, o berza,
de toda la vida. Ahora nos llega como descubrimiento yankee.
¡Hasta
la tarde!
–¡Me dejas con la miel en la boca!
–¡Calla, perro!....y ¡Felicidades,
Nastasia!
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