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domingo, 2 de febrero de 2014

Propuesta para hoy, día 2 de febrero. "Maison de les amis des livres", "Shakespeare and Company" y "Ulises".


(Asteriscos * remiten a Efemerísticas Razones)

La foto tiene la belleza chispeante de la que hablara Lautremont. Y convulsa, como le gustaba decir a Breton. Marilyn abría el libro al azar, como los santos antiguos, y "echaba suertes". La imagen reúne de forma primorosa la alta y la baja cultura, de tal manera que quien elija se privará de parte del paraíso.


Fue tomada la misma primavera en la que murió, harta del síndrome de Ménière, Adrienne Monnier (1955).

En el París desolado de 1915, el 15 de noviembre y en el 7 de la Rue de l'Odeon, Adrienne Monnier abrió una librería misericordiosa. No hubiera dejado de ser un mera insensatez, como tantas, de no haber sido por lo que fue. "La Maison de les Amis des Livres", se convirtió en Centro de Día (y de noche) de todo el amplio espectro de la inteligentsia parisiense de la época. Allí, mientras Breton leía un número de "Les soirées de París", se le presentó Aragón. De esta manera quedó conformado el comando "los tres mosqueteros". Sin Adrienne Monnier no hubiera existido la Sylvia Beach que conocemos, y sin Sylvia Beach la magna obra de Joyce hubiera sido privada de parte de su áura. Y tampoco sabríamos de la pasión de Valéry por la nuez moscada. La librería cerró en el 51.



Breton: "A.M. ha hecho de su tienda un lugar de encuentro intelectual más atractivo del momento... Las amables pinceladas que puede introducir en la conversación, las oportunidades que le da a la gente joven, e incluso las provocativas maneras de sus gustos: no le faltan cartas de triunfo en las manos".
A. Mannier correspondió, con su deferencia y bondad connatural: "Su belleza no era angelical (graciosa), sino arcangelical (seria)." Bueno, cuando uno sigue leyendo no sabe muy bien en qué consiste esa hermosura...

Fue el sitio al que nunca llegó Vaché: "TE ESTOY ESPERANDO" le escribió Breton (1919). Lo umorístico del caso es que el destinatario había sido encontrado muerto el día de la epifanía, y desde la nada de Nantes pudo haber exigido ¡SOY YO QUIEN TE ESTÁ ESPERANDO, IDIOTA! La carta-collage fue escrita en la librería de la Monnier. La lectura a la que había sido reclamado, no tuvo lugar. (ver Propuesta del 6 de enero).

Jamás había oído aquel nombre, ni el barrio de Odéon me era familiar, pero algo irresistible dentro de mí me atrajo hacia el lugar donde iban a sucederme cosas tan importantes. Crucé el Sena y pronto me hallé en la calle de l’Odéon. Al final de la misma había un teatro que podía recordar a las Casas Coloniales de Princeton y, hacia media calle, en el lado izquierdo se veía una pequeña librería de color gris con las palabras “A. Monnier” encima de la puerta. Contemplé los atractivos libros del escaparate y, escudriñando hacia el interior de la tienda, vi todas las paredes cubiertas de estantes llenos de volúmenes recubiertos de ese brillante papel de celofán con que están forrados los libros franceses mientras esperan, generalmente durante largo tiempo, que los lleven al encuadernador. Aquí y allá había también interesantes retratos de escritores. (...) Adrienne Monnier era una mujer robusta, rubia y blanca como una mujer escandinava, de mejillas sonrosadas y pelo lacio peinado hacia atrás desde la frente. Sus ojos eran muy llamativos, de un azul gris indefinido, ligeramente saltones recordándome a los de William Blake, y su aspecto era el de una persona llena de vida". (Sylvia Beach: Shakespeare and Company).

Claude Roy, que por entonces era casi un bebé, la recordará así:

"monja discretamente budista, era redonda y rústica, vestida con sayal gris y pañoleta de lana cruda, de ojos azules dulcemente obstinados y mejillas como lavadas con jabón de Marsella" (Claude Roy).

Aunque la gloria postrera se postró ante Sylvia, es Adrienne quien la merece en mayor medida. Abeja que libaba de flor en flor. Madre y librera. Santa de la hermandad de los desamparados. Lo que pudo acabar como un turbio y subterráneo duelo* borgiano, se convirtió en una historia de amor y solidaridad que no debe olvidarse. "El día 2 de febrero de 1964, Clara Glencairn murió de aneurisma." y "Marta comprendió que su vida ya carecía de razón."

Sylvia llegó a París, desde USA, en plena guerra, como punta de lanza de la avalancha posterior. Empieza la relación con Adrienne y en el 19 abre, con ayuda de su querida Monnier, su propia librería: Shakespeare and Company. Antes de instalarse en el nº 12 de rue de l'Odeon, frente al hogar-librería de Adrienne, había ocupado el 8 rue Dupuytren, justo donde, en consonancia con los tiempos, se ha instalado un establecimiento de cosmética bio, y antes había sido una lavandería. Así se repartieron el trabajo: una de las letras francesas y la otra de las anglosajonas. La clientela era compartida. Ya que Monnier no pudo abrir una sucursal francesa en la gran manzana, Sylvia abrió una libreria americana en el barrio latino: Todo más fácil y más barato. Fue entonces cuando Satie compuso la "Marche de la Cocagne", himno oficial de los Potassons, como así se decían los clientes de Monnier.



Infórmense Uds. Infórmense.... Yo les ayudo un poco. Potasson: "variedad de la especie humana que se distingue por su gentileza y su forma de entender la vida (...) Cuando los potassons se juntan, todo va bien, todo tiene fácil arreglo, no hay que hacer mucho esfuerzo para divertirse, el mundo es claro, se atraviesa de una punta a otra, de principio a fin, desde las grandes bestias de los orígenes--las hemos visto, estábamos allí-- hasta el fin de los fines, donde todo vuelve a empezar, siempre con ganas y buen humor" (Leon-Paul Fargue).

Heminway, repuesto de su grave percance italiano, llegó a París recién comenzada la década de los veinte. Se instaló en el 74 de Cardinal Lemoine, en una esquina imposible, pero sus verdaderos hogares fueron el 27 de rue Fleury y el 8 y el 12 de la calle del Odeon, "que el viento barría"... El bigotito empezaba a crecer. Y su afición cutre a los toros, también. Gracias a estos ángeles, conoció a Pound, Fitgerard, Joyce... y gracias a la gorda, a Picasso, Miró, Gris... Se quejaba Ernest de la ausencia de restaurantes baratos por su zona. Bueno, pues...¡asunto solucionado! Aquello está atestado de establecimientos hosteleros. Incluso, podría, ahora, escoger entre el "Burro Blanco", frente a su casa y el "Bar Pepe", en la vecina Vaugirard., especializados en paellas y calamares, así como en rabo de toro y casquería variada (por encargo) y, como pueden inducir, establecimientos españoles abiertos en las prodigiosas décadas pasadas, aunque parezcan del neolítico.




Como ya habrán imaginado Uds. me encuentro a buen recaudo. La elección no ha sido fácil: El "Burro blanco", nada que ver con el burrito blanco ("Nadie") que Zo d'Axa presentó a las elecciones a la Asamblea Nacional en 1898, por el disparatado Montmatre de la época, está frente con frente con el bar "Descartes". Parte de mí, mi parte hispana y cateta (perdonen la redundancia), me empujaba hacia el cuadrúpedo albino; mi parte doctoral, ya casi olvidada, me susurraba que tomara una silla en el establecimiento del pensador. La decisión cayó por su propio peso: el "Burro" abre sólo por las noches. Así que aquí me tienen pasando un frío polar, cubierto de arriba abajo con mis prendas queridas y siendo el hazmerreir de todo el barrio. De nada vale que proclame el motivo de mi visita. Un mamarracho es un mamarracho.

Aquí no sirve nadie.

"Ese día (2 de febrero del año 1922) Sylvia Beach (...), estuvo paseando en París a lo largo del andén de la Gare de Lyon largo rato, inquieta, mientras aguardaba, envuelta por el frío aire de la mañana, la llegada del tren de Dijon. El expreso llegó a las siete en punto de la mañana." (Vila-Matas...pero podrían haberlo escrito Uds. mismos).

Sylvia no esperaba un cargamento de mostaza ni unas botellitas de Borgoña. Corrió hacia el revisor y le arrancó de las manos el paquete que el funcionario no sabía exactamente a quién entregar. Se evidenció que el revisor no había leído a Heminway (ni él ni nadie, por lo demás), pues, de lo contrario, hubiera dado enseguida con la destinataria que:

"Tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos tan vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba hacia atrás partiendo de su hermosa frente y cortaba a ras de sus orejas y siguiendo la misma curva del cuello de las chaquetas de terciopelo que llevaba. Tenía las piernas bonitas y era amable y alegre y se interesaba en ls conversaciones, y le gustaba bromear y contar chismes."

Pellizcó el papel de estraza y un rayo azul egeo se estrelló contra la gigantesca marquesina metálica. Azul y blanco, como la bandera griega. A fin de cuentas algo tenía que ver con todo aquello. Eran los dos primeros ejemplares de ULISES que, Sylvia, contra viento y marea (añádanle la inexperiencia), había decidido editar, y editó... pues cuando una mujer promete ¡cumple! Joyce (que también cumplía (años)) se desayunó con el tremendo tomo encima de la mesa.


Poco a poco la novela se fue convirtiendo en lo que es ahora y B. Shaw, V.Woolf (40 años) que está ocupada en "El cuarto de Jakob", y otros... tuvieron que ir comiéndose sus palabras poco a poco. Algunos años después, Adrienne la editó en francés. Djuna Barnes que había sido enviada a París para entrevistar a Joyce; cuando supo de qué se trataba, no pudo, apabullada, seguir escribiendo... hasta que el 1928 apareció su "Ryder". 


Es el año de "Tierra Baldía" del spengleriano Elliott, de la versión inglesa del "Tractatus", de "Babbit". Fitzgerard (26 años) está con su primera novela. Dos Passos está a un paso de acabar "Tres soldados". Cumming (28 años) convierte su experiencia de guera en "La habitación enorme". Pound (37 años) ya ha dado muestras de su filofascismo y se ha labrado un nombre. Faulkner (25 años) ha publicado algunos relatillos y poemas. Steinbeck (20 años) es demasiado joven. Gide (52 años) tiene en mente "Los monederos falsos". 
Pessoa inicia su correspondencia con Ofelia y Kafka la suya con Milena. Y miren Uds, el premio nóbel se lo concedieron a Juan Ramón Jiménes, poeta y pedorro: "Por la feliz manera en que ha continuado las tradiciones ilustres del drama español". Proust se estaba muriendo y la noticia acabó de hundirlo.

 Kafka, perdido en "El Castillo" e imaginando "Un artista del hambre" (1924), anota en su diario: "Felicidad de estar con la gente". Por la noche, quizás por ese exceso de optimismo: insomnio y pesadillas (o al revés).
...Y Breton, exactamente quince años más tarde, recibe los 1800 ejemplares de su Amour fou, insuficientes para calmar el hambre canina dela areja. la edición vagó por las estanterías durante cuatro penosos años.


Cuando me vengo a dar cuenta son las doce pasadas y estos son capaces de dejarme sin comer. Así que abandono la terraza y paso al interior. Se hace un silencio sepulcral, correspondiendo a lo que parece ser una momia del imperio medio. Una estufa conmemorativa. Mesitas para dos o cuatro. Grandes ventanales... y un cierto contagio de la estética hispana. Se ve que el "Burrito" y la "Casa Pepe" pegan fuerte. Elijo una mesa junto a la cristalera. Cuando me despojo de las prendas de abrigo, me quedo en nada. Los clientes, escasos, contemplan asombrados la transubstanciación. Junto a mí un cúmulo (¿túmulo?) de ropa- vieja-arte povera.

- Soyez bienvenue!- y deja sobre la mesa el libreto.

- Y que lo diga.... ¡un frío que pela!

- Alguna cosa de aperitivo?

- Déjeme que lo piense.

El camarero se mantiene impávido, inmóvil y lápiz en mano... dispuesto a anotar, de forma indeleble, cualquier palabra que, a partir de ahora, salga de mi boca. El silencio se espesa. Mi pedido parece que vaya a hacer época. Los clientes lo recordarán durante todas sus vidas: ¡Yo estuve allí...y lo oí todo!

- ¡Caracoles!... con mostaza de Dijon y una botellita de Borgoña.

Parece que esto le ha hecho daño: Contrae los labios, frunce el ceño, un espasmo le recorre, la punta del lápiz se quiebra...así empezó la primera guerra mundial.

- Bueno, pues lo que Ud. desee...¡y no se hable más!

Se retira y vuelve con un mantelito con la imagen de Descartes que afirma: "como, luego existo", sobre el cual deposita un plato con jamón reseco, salchicha seca, paté del Aveyron, más jamón y pepinillos en vinagre. Una hebra de pasta amarilla une los ingredientes formando un organigrama repulsivo.

- E, voilà. C'est l'assiette Descartes: con su jamón, su paté, sus pepinillos y su mostaza.

¿Estaré soñando? ¿Será posible que ésto esté ocurriendo a dos pasos de la casa de Heminway y en pleno siglo XXI?

- ¿Y el vino?

La ocupación fue una época terrible. Las libreras hicieron lo que pudieron para que los suyos no pasaran demasiada hambre ni demasiado frío. Monnier publicaba (en la zona sur) crónicas en Le Figaro donde daba cuenta de las penurias. Los libros escaseaban y las colas llegaban hasta el mismo Odeón. Se solicitaban los clásicos patrios, temerosos de que los alemanes los sacaran de circulación.

"¡Querida Sylvia! Gracias a ella, a los amigos que tiene en Touraine, recibimos un conejo casi todas las semanas. Incluso ha conseguido, tras un año de trabajo de zapa, procurarnos un pavo de Navidad."

Sylvia cerró su librería en el 41, por el asunto aquel del alemán que quería que le vendiese un ejemplar del "Finnegan's Wake". Antes de que volviera en plan teutón, Sylvia recogió velas. Cuando el militar apareció, no había ni rastro de lo que había sido una librería. Adrienne lo vio todo desde la cristalera de "Les amis des livres". Sylvia lo pasó mal. Empleó el tiempo en su amor por la Monnier y en poner orden en sus recuerdos.




Veo como el camarero atraviesa la sala con un plato de caracoles humeantes. No soporto más la rechifla. Así que yo también recojo velas y me dirijo a la "Casa Pepe". Tenía pensado tomar un Grand Marnier, pero ¡que se joda el basto!
Cerrada. Mierda. Me dirijo a Champolion y me meto en la Filmoteque. Escojo la sala roja, dedicada a Marylin. Blanco y negro. Clásicos japoneses. Lo ideal para una buena siesta. ¿Saben de dónde el nombre? ¡Del latín!: la hora sexta solar, o sea sobre las dos de la tarde. Cuando me despierto siguen los japoneses cortándose a rodajas.

Sylvia cuenta los combates de la rue Odeon y de cómo Heminway, tras limpiar de alemanes la zona, se dirigió a "liberar la bodega del Ritz".

En 1951 Monnier echa la persiana. Ese mismo año George abre en "Le Mistral" en el 37 de la rue Bûcherie, muy frecuentada desde el principio por americanos notables, entre los cuales, toda la generación Beat que no dudaban en convertirla en dormitorio. Y, ahora, por toda clase de bestizuelas.

En 1955, muere Monnier y Sylvia comienza a escribir sus recuerdos.

En 1962. Muere Sylvia Beach. Y George cambia el nombre a su librería: "Sakespeare and Company". Laure Murat afirma tajantemente que "no tiene nada que ver con la original (...). que no puede considerarse el heredero legal, ni moral ni espiritual de la señora Beach".
El retrato de Shakespeare que luce en el dintel, es el original que pintó Winzer para Sylvia Beach. Sylvia, la hija de George, ya muerto, como es natural, lleva el negocio...¡viento en popa!: café, tentenpié, libros, souvenir, préstamo, biblioteca.... y una hermosísima vista de Notre Dame: "No seas rudo con los visitantes, no vaya a ser que sean ángeles disfrazados." Adrienne los hubiera reconocido a cien leguas, sin necesidad de ese permanente recordatorio.




Me acerco a la Casa Pepe. La cola llega hasta la calle Descartes. Cuando me llega el turno, el caracartón de la puerta empieza a ponerme pegas: que si no he reservado, que si voy solo, que si le voy a joder una mesa, que dónde voy yo con esa indumentaria... Le digo que soy de la zona de Despeñaperros y que siento una nostalgia invencible, y que por la ropa... que no se preocupe que, una vez dentro, me la quitaré y pareceré otro.

-Bueno, por ser de donde es... ¡pero siéntese en aquella mesita que hay al lado del váter!

-Estoy hecho a semejante distinción.

(Parece el día de la marmota*).

Bueno, señores, aquello es impresionante de verdad. Muchas veces hemos empleado el adjetivo demasiado a la ligera. Hay que estar verdaderamente desesperado para una tarde de domingo, o quizás por eso, meterte en ese cúmulo de esencias patrias periclitadas. Una cabeza, apolillada, de toro lo observa todo con atención de muerto. Banderines del Sevilla. Una tremenda foto del Camarón. Banderitas españolas cruzando la estancia a media altura... justo para que te degolles. Jamones colgando con su cazuelita para las chorreras; cencerros, ruedas de carro, fotos, flores de plástico, jarras medievales, sillas de madera maciza, de esas que una vez colocadas no hay dios (?) que pueda moverlas. La barra... ¡Ay! ¡La barra!

Podría decirse, para resumir, que es el negativo (en todos los sentidos) de lo de Monnier. Salvando al Camarón, naturalmente.

A la hora establecida, cuando los clientes están hasta el culo de sangría y paella noctívaga, el que hace de Pepe, vistiendo una camisa blanca sin solapas, medio india, medio inca, se arranca con aquello de "Morena, la de los rojos claveles.....la reina de las mujeres... la del clavel español...", dos guitarristas, de negro, rasgan, uno, la guitarra y el otro, el requinto o guitarrico, denotando su origen aragonés. Todos juntos parecen un plato combinado de blanco y negro. Una rubia alta, delgada, vestido rojo ceñido, se levanta con dificultad y con dificultad, debido a los desperdicios, se lanza sobre Pepe. Pepe la coge por la cintura y empieza a darle vueltas sobre su eje: "Morena... la reina de las mujeres..." Sólo imaginar el paisaje que la rubia verá en sus circunvalaciones, da vértigo. El camarero me trae una Cruzcampo y una guindilla. Así pasan las horas. Al cierre, Pepe, emigrante de los setenta, da rienda suelta a su vena melancólica y nos deleita con un pasodoble de creación propia en que manifiesta su nostalgia y deja constancia de que no todo ha sido un camino de rosas. Y así acaba, de esta forma tan melancólica, acaba la velada.

La Cruzcampo está caliente y la guindilla, fosilizada.

Los del Colegio de Patafísica hubieran fundado, sin duda, su Colegio en esta cueva, en vez de hacerlo en "La Maison de les amis des livres". Lástima que en el 48 el verdadero Pepe aún no hubiera levantado este emporio del mal gusto (y sabor).

A Sylvia Beach

¡Te saludo, oh mi hermana nacida allende el mar!
He aquí que mi estrella se juntó con la tuya,
no fundida en el fuego del primitivo sol,
mas viva, exacta y nueva en su gracia extranjera,
pródiga de tesoros que recogió en su curso.

Atenta a las promesas que en los ojos del hombre
escribe nuestra Madre, cantaba, solitaria,
el brillo y el oriente de diamantes y perlas.
Ocultaba en mi pecho como un pájaro frágil,
la esperanza medrosa que se nutre de mieles.
Consagraba al pudor, cruzados lienzos blancos,
la conciencia naciente bautizada con llantos.
¡Gracias a ti, oh hermana, puedo escapar, ahora,
a esos tormentos, a esas miserias y pesares!
Recobro ya mis fuerzas, y si amo la Noche,
si escruto todavía sus últimos terrores
es para madurar la paz de un día postrero.

Ya nos ve Mediodía una frente a la otra
de pie en nuestros umbrales, al borde de la calle,
suave río de sol que tiene en sus riberas
nuestras dos Librerías.
Tras la labor levanta Mediodía tus manos
y las mías, es hora de almuerzo y de silencios,
y aviva los destellos, en las señas que hacen,
de la llama que esconden aún nuestros países




"Les heures chaudes de Montparnasse", Jean-Marie Drot.

































martes, 14 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 14 de enero. Orsini. Sagrada Familia. Borges. Los Grundisse. Satie y Suzanne Valadon. Balzac. Rossini.




 1.
Aquí nos tienen Udes. parados como dos pasmarotes ateridos, mirando atentamente la fachada (1895) de la Natividad de la Sagrada Familia. Pensé que jamás tendría lugar esta escena, pero… ya ven ¡lo que puede empeorar, empeora! Hegel muerde la correa y me arrastra hacia el bar de la esquina.

Buen hombre–le digo a un cliente que se tuesta bajo una chimenea petroquímica–podría cuidarme a la bestia unos minutos mientras yo hago unas investigaciones.

–No faltaría más; para eso estamos… ¡para servir! Y tú, perro, como te muevas te desuello.

–Hegel, págale algo a este ciudadano tan ejemplar, aunque sean unos canelones... que yo no llevo suelto.



Y así, libre de impedimenta, me encasqueto un casco de obrero, el chaleco reflectante del coche y un madero, y así, de esta guisa, cual crucificado de los tiempos modernos, me cuelo al interior del monstruo, semejante, en todo, al esqueleto de ballena que tan detalladamente describió Melville. Y es que como estas gentes no pagan el IBI, yo tampoco les pago ni un café.





Donde se junta el claustro con la puerta de la Fe, perteneciente a la fachada del Nacimiento, la única que trabajó san Gaudí, se abre el portal de la Virgen del Rosario, frente al de la virgen de Montserrat. Recuerden Udes. que Roser era el nombre de la mujer del mecenas de Gaudí y que, por tal motivo, digo yo, inundó de rosas la Pedrera (y de cuentas de rosario esta entrada). También es la patrona de Gracia, dicen. Bien, pues en un lateral del portal verán Udes al demonio en forma de serpiente que entrega a un individuo de mal pelaje una manzana con forma de erizada bomba Orsini (o al revés): La tentación del hombre llamó el arquitecto a esta alegoría, más buscada que el astronauta de la catedral nueva de Salamanca o que la rana de la fachada de la Universidad de la misma ciudad. Las armas las carga el diablo o las flores del mal. A su lado: La muerte del justo

La obra en su conjunto es un equivalente a las summas teológicas altomedievales… y no digo más. Toda la fachada es, una réplica, digo yo, de la reciente, entonces, Puerta del infierno de Rodin. 

Los contactos de Gaudí con el proletariado, anarquistas incluidos, siempre estuvieron guiados por una visión vaticana, por así decir, de la cuestión social: Las ideologías liberadoras confundían las almas simples de los trabajadores y en esa confusión anidaba el odio y ese odio se expresaba de forma erizada, tal reflexionaría el artista.

Visto lo que tenía que ver, acudo al bar de la esquina. La escena es entrañable: Hegel apoya su pezuña izquierda en la rodilla del cliente y el cliente se zampa sin contemplaciones un bocadillo de butifarra.

2

Hacia las 8 de la tarde-noche de tal día como hoy, del año 1858, dos engalanados carruajes salen de las Tullerías y se dirigen hacia la calle Rossini con Le Pelletier.  Si hubiera sido a comienzos de la primavera hubieran salido de Saint Cloud; si junio o julio, de Fontainebleau; si agosto, de Vichy; si septiembre, de Biarritz… pero era enero y salieron de las Tullerías… esquivando materiales de construcción. Pues han de saber Udes. que aquel pastelazo era interminable… como la “mona de pascua” que, dicen, parece nuestro Templo Expiatorio. Por entonces se acababa de unir, mediante las dos alas del pequeño Louvre, el Louvre con las Tullerías, formando una inmensa plaza, actualmente desestructurada. 


Así que si van Udes. a París, sepan que justo detrás del arco de las Tullerías (de espaldas al Louvre) se alzaba el inmenso palacio al que se hace referencia. Los jardines quedaban ocultos por la mole… hasta que fue, definitivamente, derruida en 1883 (como Marx y Wagner) meses después de que esta Basílica barcelonesa tomara el relevo. Por lo demás, todo París estaba patas arriba.

Pues, eso, salieron dos carruajes imperiales. En uno, el primero, el séquito imperial y en el segundo, la entrometida granaína Eugenia y su marido, Napoleón III para el mundo, y un chiquilicuatre para ella. Nieto de su tía política, sobrino de su abuelo político e hijo de no se sabe quién, Napoleón III fue, como saben Udes. el único presidente de la segunda república francesa y el último rey del reino de Francia: Toda una complejidad. 



Entre los dos carruajes una unidad de lanceros imperiales.

Una hora antes, del nº 10 de la cercana calle de Mont Thabor, han salido, de forma escalonada, cuatro individuos que se revelaron como Orsini, Gómez, Rudio y Pieri. Los dos últimos han tenido que darse una caminata extra desde rue Montmartre. Italianos residentes en diferentes ciudades de Inglaterra que, a la sazón, tras la derrota del 48, se había convertido en refugio de rebeldes y conjurados. Marx ha dejado, gracias a la herencia de Jenny, la miseria de la Dean Street por una casa algo más saludable, cerca de “su amada pradera de Hampstead”, por entonces en las afueras de la urbe. La prosperidad es sólo aparente: la crisis del 57 vuelve a recordarle su condición de paria. Desgracias familiares. Cólicos hepáticos. Escribe sin pausa la determinante Introducción a la Economía Política donde esboza, invirtiendo a Hegel, la concepción materialista de la historia. 


En París, Baudelaire y Flaubert se las ven con la justicia y salen reforzados del encontronazo. Rossini, en la vecina Chaussée D’Antin, se dedica a los fogones y a sus “pecados de vejez”… que no sólo se limitan a la música, como bien sabrán Udes. Verdi está ocupado con el atentado de Gustavo III de Suecia. Y Casandra (Berlioz) lanza su postrera profecía: “¡Italia!”.
Wagner, refugiado en Suiza y, encoñado con la mujer de su benefactor, está componiendo Tristán e Isolda.

Cuando la comitiva atraviesa la Vendôme, aceleran el paso para pillar sitio. Se colocan en Le Pelletier, mirando a la fachada del desaparecido teatro de la ópera. Entre ellos y los que están a punto de llegar, toda una multitud ansiosa. Uno lleva dos erizadas bombas; los otros tres, una cada uno. Los cuatro llevan pistola y, alguno, navaja: todo un muestrario de los avances en el arte de matar. El Procurador General del Tribunal Imperial tendrá ocasión de lamentar este espíritu de inventiva; y de manifestar que, pese a todo, la providencia divina no se queda atrás en la ideación de estrategias defensivas.




La bomba Orsini, por su diseño, es altamente peligrosa. Así que todo cuidado es poco… ¡No vaya a ser que golpeéis el culo de alguna señora (o señor, sí, sí vale) y os vayáis todos a tomar por ídem! No llevaban espoleta, ni ningún sistema temporizador, explotaban por presión. Vean la  reproducción y lean la descripción tal como la escribió el Procurador General en la primera audiencia del juicio.  El fulminante utilizado era el fulminato de mercurio, fácil de conseguir en Inglaterra (para la preparación de los daguerrotipos) y que en Francia se utilizaba en los llamados caramelos chinos: aquellos que los desenvolvían y hacían “pum” y todos empezaban a reírse (U.E.), algo así como nuestro sidral. Orsini, todo un genio, las encargó en Inglaterra y allí fueron probadas. Se lee que encargó seis, pero en el juicio sólo se habla de cinco. La sexta sería, digo yo, el correntaje.

El primer vehículo había atravesado el peristilo. Los lanceros lo estaban atravesando y la carroza del emperador se acercaba. Eran las ocho y media. La multitud rugía. Se oyeron tres explosiones sucesivas: la primera cayó en la última fila de lanceros, la segunda delante del carruaje, un poco a la izquierda y la tercera, justo debajo del emperador y su consorte. 


El resultado fue espectacular, pero insatisfactorio: ocho muertos y cientos de heridos. Los autores fueron detenidos esa misma noche. Orsini dijo que él no había tirado la tercera bomba. La cuarta fue encontrada a la entrada del Boulevard de los Capuchinos y la quinta en poder de uno de ellos. ¿La sexta?

La pareja salió como si nada, chapoteando y quitándose el polvo de las hombreras.

El precio medio de la vivienda está en 11.000 euros el metro cuadrado.

Allí los únicos que fueron obligados fueron los animales de tiro. El resto dijo aceptar de buen grado el polvo que se levantaba en la era. De los dos caballos que arrastraban el carruaje imperial, uno recibió más de 20 impactos y murió al instante y el otro, gravemente herido, cayó y se hizo el muerto. Sobrevivió. 25 caballos de la guardia de lanceros fueron heridos de gravedad; dos de ellos murieron al instante y tres, al día siguiente. Su destino no cupo en los libros de historia. Si hay dios… ¡que los tenga en su gloria!
En fin,  todo un destrozo: cristales, farolas de gas, que expandieron pequeños incendios desorganizados, pavimento levantado… ¡lo normal! Haussmann les agradeció el empujoncito. Monsieur Crescendo había dedicado una oda, o lo que fuere, a Napoleón III y otra al Papa, los objetos más odiados por Orsini y los suyos, por la cuestión romana. Napoleón III aprovechó para iniciar una nueva oleada represiva… ¡lo normal, vamos!

3
Fueron conducidos a Saint-Pélagie (hogar provisional de ilustres: Cuourbet (“Bonjuor, Monsieur Courbet”) Daudier, Galois, Nerval, Sade…)  detrás del Jardín des Plantes, a la espera de la cuchilla. 


Los más afortunados, desde la última planta de la prisión, se deleitaban con tan lujuriante visión. Añadir que la prisión fue ideada por miembros de la familia del primer marido de Josefine, madre de Hortensia, la esposa de Luís Bonaparte (cornudo y hermano del gran Napoleón), y madre de Napoleón III. Jerónimo, otro de los hermanos, reinaba en Westfalia cuando la hermosa Jenny de Westfalia Marx empezaba su gestación.
Orsini dijo que consideraba su bomba en tanto valor de cambio, no de uso; y en condición de tal, se la traspasó a un italiano desconocido quien, ese sí, la convirtió en valor de uso. Añadió, además, que precisamente en esa doblez de la mercancía radicaba el origen del beneficio y quiso extenderse más pero el Presidente le atajó, instruido, diciendo que los estudios pioneros en ese tema aún no habían sido publicados y que, por lo tanto, no aceptaba la argumentación defensiva. Que ya veríamos, dijo. 



A Marx le silbaron los oídos.

De los cuatro fueron degollados dos. Gómez, napolitano, fue condenado a trabajos forzados de por vida, algo que él no consideró una condena especial: era lo normal… y por lo menos, se dijo, aquí me darán un mendrugo. Rudio, destinado a la Isla del Diablo, se escapó de la cárcel… ¡para ir a morir en la batalla de Little Big Horn! junto al impresentable general Custer. Fue, de los cuatro, el destino más vergonzoso.

Y es que la Ópera tiene sus peligros. En la mal llamada transición, esperábamos, dispuestos, en la puerta del Liceo con una docena de huevos. El mismísimo Napoleón Bonaparte estuvo a punto de palmarla cuando se dirigía al estreno parisino de La Creación de Haydn. Fue la primera aparición del coche-bomba. Y no hablemos del Liceo. Aquello fue la rehostia. Dos meses después del atentado contra Martínez Campos, en que debutó la bomba Orsini en nuestros lares, el vengador, y turolense, Santiago Salvador arrojó dos bombas Orsini desde el Paraíso del Liceo y generó un Infierno en la platea: 22 muertos ¡22! y 35 heridos. Los amigos de lo ajeno (¡que estaban dentro, oigan!) aprovecharon para robar carteras, joyas y relojes a los muertos y heridos. La segunda bomba no explotó: cayó sobre el tremendo vestido de una muerta y los “pinchitos” no accionaron el fulminante. 


Nicomedes Méndez, el puntillista, el meticuloso, le dio garrote utilizando, por primera vez, la variante catalana que, decía, mataba antes y más limpio. Fue, vamos a dejarlo así, como un guiño a Rossini que había introducido una variante sustancial en los tradicionales canelones catalanes.

¡¡La bomba cayó sobre la fila 13!!

Orsini prefería los espaguetis a la carbonara.

La tercera vez que se utilizó en la  piel de toro una bomba Orsini fue con ocasión de los esponsales de Alfonso XIII. Tuvo Morral la delicadeza de lanzarla dentro de un espeluznante ramo de anémonas y nomeolvides. Como aquellos ramilletes desesperados que crucificaba Toulouse- Lautrec en la puerta de su maîtresse Suzanne Valadon.

Pásense ahora por el Portal del Rosario y contemplen La tentación del hombre.

Hegel sigue con su pezuña sobre el cliente que, apoyados los brazos en la mesa y la cabeza sobre los brazos, echa una siestecita del carnero.

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Tal día como hoy, del año 1893, el mismo de la bomba del Liceo, Satie se propone en matrimonio a Suzanne Valadon. Busquen Uds. en el Blog y sabrán alguna cosa más de esa denodada mujer y madre y destinada, por ello, al martirio, que esquivó gracias a su entereza y hermosura. 

https://kinomoriarti.blogspot.com.es/2014/09/propuesta-para-hoy-dia-9-de-septiembre.html

 La “petit Biqui” (“Bonjour, mon petit Biqui”) no correspondió de la forma que el músico deseaba. Fueron cientos de cartas, siempre en la misma dirección. Satie se mantuvo fiel al recuerdo y jamás cató otros labios. En la calle Cortot, Montmartre, estableció su guarida, algo más grande que un armario ropero. Suzanne le siguió y se alojó en lo que es ahora el Museo de Montmartre. 





Satie fue un profeta, como Casandra. Menos es más, decía. Lo pequeño es hermoso, completaba. La repetición es el orden melancólico de la vida. Sin que nadie, por lo visto, fuera consciente, influyó en Debussy, Ravel e, incluso, retrospectivamente en Rossini: Sus “pecados de vejez” musicales, es pura música para amueblar, que se dice. Piezas cortitas que el italiano dedicaba a su perro en el día de su cumpleaños o que escribía a instancias de su previsora esposa Olimpia. 


Vexacions” (Véase entrada…), puso punto y final a su estancia en París. ¿Qué pinto yo en París, si Suzanne no me ama?, se dijo. Por lo menos ella  PINTA, concluyó. Y se largó a las afueras. Alquiló otro cubículo que, tras su muerte, se descubrió lleno de las cosas más inútiles y poéticas que se pueda imaginar. Al mismo tiempo que se consumaba este triste traslado, Munch presentaba El Grito. Miró, nacía y el Canal de Corinto se abría en canal. Eugenia de Montijo que había asistido a la inauguración del de Suez, se perdió esta, sin duda más modesta. Los canales y el imperialismo colonialista. El de Panamá, tan arduo como la Sagrada Familia, estaba en obras y tragándose a cientos de trabajadores cada mes.

Accidentes laborales que nadie anotó en su DEBE.

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“El 14 de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto”.

No fue hamletiana la tal Emma. Forjó su plan con rapidez de centella y prevención de centollo. Borges en estado puro: Nada es lo que parece. Infórmense Udes. Infórmense.




Sin embargo, Borges se equivoca. El 14 de enero del citado año no cayó en jueves sino en sábado y había luna llena. De tal manera que el desenlace no habría tenido lugar el sábado 16 de enero, sino el lunes 16 de enero: Mal día para empezar la semana cadáver, sobre todo si se trata de un gran empresario acuciado por una huelga inminente.
Otro detallito, para que capten mi naturaleza pejiguera. Emma, aturdida por la sorpresa, arroja la carta al cajón de su cómoda; cuando, al día siguiente, la recupera, tiene que apartar una fotografía (¿dedicada?) de Milton Sills, actor de moda. 


El detalle dificulta (o añade extrañeza) la comprensión cabal de su gesto. Loewenthal guardaba, como es natural, un revólver en el cajón superior derecho de su escritorio. Emma no tuvo que apartar ninguna foto dedicada. Estaba dispuesto, cargado y cebado, que se dice.

Tres años antes, el 14 de enero del año 1919, martes, se firmó en “armisticio” que puso fin a la “semana trágica” argentina, pues las ha habido en todas las latitudes.



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Rossini se había establecido en París en 1829, el mismo año en que compuso su monumental (y última ópera) Guillermo Tell, justo en el momento en que Balzac empezaba a firmar con su verdadero nombre.. Por entonces Adam y Tadeo Paz, ambos polacos, aunque el segundo del linaje de los Pazzi, hacen su aparición por el Bouleverd de los Capuchinos (La amante imaginaria, Balzac), y Madame Soulanges recupera su anillo en Causée D’Antin, a dos minutos de la casa de Rossini (“La paz del hogar”, Balzac) 


Los polacos, pese, o quizás por ello, a haber aportado sangre revolucionaria donde se necesitó, eran mal vistos. En 1835 no había peor insulto en la Ciudad de la luz, que por entonces se alumbraba con gas y estopa. Chopin (polaco) se había instalado (1831) en Poissonnière, 27; a cinco minutos de la casa de Rossini, que compartía la repulsa. También Liszt, que no era polaco, se había instalado el feudo de Luis Felipe Libertad; con el polaco desarrolló su vena romántica. La peste del 32, les pasó por encima.

Su compañera era de ascendencia polaca.

Adam, Tadeo Paz y la esposa del primero, amor secreto del segundo, asisten a una representación de Guillermo Tell en la sala de Le Pelletier. Allí empezó todo.

¡Infórmense Uds.! ¡Infórmense!

Y es que Guillermo Tell es a la música lo que El guardián entre el centeno a la literatura. Ambas tienen un halo amenazador: Napoleón III se dirigía a disfrutar de esa inconmensurable obra. Y así lo hizo, pese a todo. La burguesía del Liceo no pudo deleitarse con la escena de la manzana ni extasiarse con aquello de “independencia o muerte”. La bomba estalló en el segundo acto y no dio opción.

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Lean Udes. La mujer mayor (El Informe de Brodi. Borges), si quieren acumular otra efeméride.
Hegel y el amable cliente parecen un grupo escultórico descolgado de la fachada de la Sagrada Familia. O una actualización de san Roque y el perro; herida incluida. 


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1929.

Mientras en Wall Street se hunde la bolsa, un joven, destinado a la inmortalidad, traslada a su nuevo apartamento a la joven que ha conocido en un club de alterne de los alrededores de Alexanderplatz.

 

Berlín estaba patas arriba y abierta en Kanal. El ramal suburbano de Tempelhof se inauguraba por entonces. El desorientado Franz Biberkopf bien pudo haber tomado el metro para ir a la Alexander y olvidarse del funesto 41. En otoño, las cosas, que no iban bien, empezaron a ir a peor: Parón en las inversiones y exigencia de devolución de préstamos. Colas de parados, indigentes, sinvergüenza… Los tullidos volvieron a sacar sus ortopedias y se apostaron por las esquinas. Al jueves negro que había seguido al miércoles negro de Franz Biberkops, le siguió un viernes negro… y toda una década parda. En las elecciones de septiembre de 1930 socialistas y comunistas estarán en condiciones de parar los pies al exitoso NSDAP. Una estrategia equivocada, por suicida, permitirá que el nazismo vaya apoderándose de las instituciones del estado.

En este ambiente polarizado y eufórico (1929), Hort Wessel se dedica al proselitismo pardo. Hace cuatro años que ha ingresado en las filas del partido y ya es Truppführer de las S.A. en Friedrichshain, el bastión obrero de las tres L (Lenin, Luxemburg y Liebknecht) y receptor prioritario de los efluvios del matadero municipal. Es un tipo convincente; tiene, además, algo de poeta (épico, naturalmente), pocos años y un gran futuro, como demuestra esta estrofilla:

 

“¡Izad las banderas!

¡Cerrad filas!

¡Las S.A. desfilan con paso firme!”

 

El mayor misterio del amor es el hecho de que todos, todos, oigan, hemos sido amados en algún momento de nuestras vidas… aunque sólo haya sido por la madre que nos parió. Y ese detalle, el haber sido amados, el haber sido recipiente de las esperanzas de otro, debería etc, etc…

 

 


También fue amado el tal Wessel. Y amó: Erna Jaenicke, prostituta en el Café México, de la Alexanderplatz. Fue correspondido. La llevó a su nuevo apartamento en la Gross Frankfurterstarsse (nº 62), esa gran avenida que cruza el barrio de Friedrichshain y que después, tras la reconstrucción, se llamó “de Stalin”,  y que después, tras la muerte de Stalin, fue bautizada como “Karl Marx” y, ahora, simplemente, Frankfurt Allee, continuación de la Karl Marx Allee.

 

Pues, ya digo, el crack coincidió con el traslado de la joven al apartamento del Hort.

 

La casera, ¡Harta!, exigió, puesto que habían aumentado los moradores, un aumento del alquiler. Ni Erna ni Hort estuvieron de acuerdo.

 

El 14 de enero de 1930, o sea tal día como hoy, Albrech Höhler, miliciano del Rotfront, proxeneta en el México, asiduo de las comisarías y amigo del marido de la viuda Harta, fue a poner orden: Él y dos más. Le aplicarían un correctivo proletario: sin armas, pero contundente. La cosa fue que Hort, por lo que fuera, se echó la mano al bolsillo del pantalón y Albrech le descerrajó un tiro en la boca, así que la víctima no pudo articular excusa alguna, y el correctivo proletario se convirtió en otra cosa.

 

Quizás el motivo fuera otro.

 

Murió al cabo de un mes.

 

Días antes Goebbels (¡qué mala pata tienen los cojos!) hizo una visita a su discípulo… y anotó en su diario: “Como en una novela de Dostoyevski. El idiota, el obrero y la ramera. Esta es la vida de este iluso soñador de 22 años”.

 

Al día siguiente al entierro escribió: “Un joven enseña a nuestro movimiento cómo se puede morir y, si es necesario, cómo se ha de morir”

 

Y días después dejó establecidas las bases del culto al mártir Hort Wessel.

 

A partir de entonces la estrofilla se convirtió en el himno de las S.A. y de todo el movimiento.

 

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“El 14 de enero de 1941, María Justina Rubio de Jáuregui cumpliría cien años. Era la única hija de guerreros de la Independencia que no había muerto aún”…

“… Hasta 1929, en que se hundió en el entresueño, contaba sucedidos históricos, pero siempre con las mismas palabras y en el mismo orden, como si fueran el padrenuestro, y sospeché que ya no respondían a imágenes. Lo mismo le daba comer una cosa que otra. Era, en suma, feliz.”

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14 de enero de 17... 

Última carta de la señora de Volanges a la señora de Rosemonde:

"... Adiós , mi querida y digna amiga; en este instante experimento que nuestra razón, tan insuficiente para prevenir nuetras desgracias, lo es todavía más para consolarnos después".

Fin de "Las amistades peligrosas"














RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...