1.
“Sí,
Jake Blount llegó la mañana del 15 de mayo. Reparó en él de inmediato y lo
observó. El hombre era fornido con hombros anchos como vigas. Tenía un extraño
y ralo bigote bajo el cual su labio inferior sobresalía como si hubiese sido
picado por una avispa. En su aspecto había muchas cosas contradictorias.”…
que nunca se aclararán.
Resulta un poco
chocante en que en un pueblo tan reducido del profundo sur se reúna una colección tan completa de “singularidades”, casi simbólicas,
prototípicas… y se desvanezcan euridicianamente
(Monteverdi*) en un solo día. Quizás sea yo el falto de perspicacia…o el
traductor. Hay un momento epifánico
en la vida de sus personajes (“El corazón…”), a partir del cual todo
cambia. Una especie de iluminación, de “apocalipsis”
que corta sus vidas y a partir del cual se pierden en las brumas de lo
desconocido o, lo que es lo mismo, en el fracaso.
El bar-restaurante de
Biff es como una parada del autobús hacia infierno. Allí recalan todos y cada
cual con su fardo propio, incapaces de compartirlo: el buen mesonero, la muerte
de cuya mujer no le ha dejado ni un pequeño vacío; la niña que sueña con la
música y se conformará con unos grandes almacenes; el médico negro con
aspiraciones de redentor étnico y que ha sido incapaz de poner orden en su
familia (precisamente hoy que se
celebra el día internacional de la familia); el obrero “concienciado”,
desesperado porque nadie comprende; el
mudo que, por serlo, se convierte en el espejo de la pequeña comunidad; el
amigo del mudo, igualmente mudo, cuyo papel en la novela se me escapa… y quizás
sea esa levedad intrascendente, ese estar juntos sin dobleces, el deseo oculto
de los dotados de lenguaje. Bueno, en realidad el médico negro, por serlo, no recala en lo de Biff. Sólo faltaba Roth
que, tal día como hoy, del año 1939,
sufriría su primer delirio serio. El segundo sería mortal. Carson, mientras
tanto daba los últimos retoques a su hermosa (y sencilla) novela.
El pobre Blount no se
había enterado de que tal día como hoy,
del año 1891, el papa León XIII había publicado la “Rerum Novarum”, donde se ponían las bases de la “democracia cristiana”. La Iglesia no
podía estar muda ante los avances del socialismo y habló. Blount se sintió indefenso ante
tanta inmundicia en avalancha….¡Y en latín!
Toda una constelación
de lunáticos, incapaces de, entre todos, ver el origen del mal. Y quizás esté
ahí el mérito de la novela: Una radiografía
muda de los terribles años 30. Nada que ver con las “Uvas de la Ira” ni con películas como “Fueros humanos” o “El pan nuestro
de cada día”. Pero tampoco con el didactismo de “Matar un ruiseñor” o “La
cabaña del Tío Tom”. Puestos a establecer relaciones: Faulkner, Capote,
Tennessee Williams…
“Una abuela nonagenaria
reúne a toda su prole de hijos, nietos y otros tantos parientes y vecinos.
Estos llegan juntos a su casa para un almuerzo de domingo. Hasta uno de sus
nietos se escapa de la prisión (un día antes de acabar su condena) para no
perderse el evento familiar.
Un padre y una madre
están obsesivamente pendientes de todos los movimientos de su hijo con síndrome
de Down. Perturbados por los problemas cotidianos que esto les acarrea, deciden
alojarlo en un sanatorio por una temporada. Una joven periodista contrae una
gripe letal. Tras superar los delirios de la fiebre y sobrevivir a la
enfermedad, comprueba que su pareja ha muerto, contagiado por ella misma.
Una mujer fuerte e
independiente se enamora, ante la perplejidad de todo el pueblo, de su primo
lejano, un jorobado. Y éste se aprovecha de su confianza para ayudar al ex
marido a volver con ella. Un vendedor de biblias seduce a una joven y le roba
su pierna ortopédica.
Un niño, casi
abandonado por sus padres, se hace bautizar en un río. Entusiasmado, al día
siguiente intenta repetir la experiencia y se ahoga, arrojándose a las
profundidades del mismo río.
No se trata de un
concurso de guiones para miniseries televisivas. Ni de los estrenos
cinematográficos de la próxima temporada. Tampoco son los titulares de algún
medio de la prensa sensacionalista. Son sólo algunos de las tramas con los que
un cuarteto de autoras encarnaron el imaginario del Sur profundo de Estados
Unidos: apasionado, violento, racista y contradictorio. Eudora Welty, Katherine
Anne Porter, Carson McCullers y Flannery O’Connor dejaron grabada en su obra la
decadencia moral y económica de los antiguos Estados Confederados. Ese Sur
profundo donde una decrépita aristocracia sobrevivió, naufragando en la
nostalgia de un pasado de economía terrateniente y esclavista, para luego ser
vapuleada por la Gran Depresión”. (Ana Llurba)
Tal
día como hoy, del año 1890 nació Katherine Anne Porter, citada más arriba y con
quien la McCuller (que tomó el nombre de su marido)
tuvo algunas relaciones.
Para
Biff, el mesonero, todo hubiera sido más fácil si se hubiera esperado dos o
tres años más. El angustioso curro de preparar los menús se le hubiera
simplificado drásticamente con sólo poner una franquicia de McDonald. Tal día como hoy, del año 1940,
abrieron su primer local en San Bernardino y la “taylorización” llegó a los fogones.
¿Recuerdan
Vds. la escena de Singer, el mudo, regalándole al hospitalizado Antonapoulos,
igualmente mudo, “un proyector de
pelícuas de dibujos animados con media docena de historietas de Mickey Mouse y
de Popeye que le gustaban tanto a Antonapoulos”? Pues precisamente tal día como hoy, del año 1928, como
previendo el desastre, hizo su presentación en sociedad “Mickey Mouse” y su novia Minnie.
La primera aventura fue “Plane Crazy”.
Nadie hubiera profetizado que ese ratoncito tan pícaro y atrevido llegaría a
convertirse en el buen chico que todos conocemos.
“Ella
tenía un rostro muy hermoso que, lo supe enseguida, me perseguiría hasta el fin
de mi vida con su aire de indefinible tristeza... Frente a semejante esplendor,
no pude dejar de pensar en el encuentro entre Mushkine y Nastasia en El idiota,
cuando él experimenta terror, piedad, amor. Ella vestía lo más sobrio de la
moda de ese verano, pero hasta yo misma me di cuenta del sello de un gran
couturier parisino. Me pidió enseguida que la llamara Annemarie y nos
convertimos inmediatamente en amigas. A su pedido, la volví a ver al día
siguiente.”
Así describió Carson
McCullers su encuentro en octubre de 1940 con la suiza Annemarie Schwarzenbach.
McCuller tenía 23 años y la suiza, 32. McCuller había llegado a Nueva York
empujada por el éxito de su primera novela y cayó rendida ante la belleza de
ese “ángel devastado”, de ese “ángel inconsolable”, de ese ángel tenebroso.
Ambas iban acompañadas: la americana por su marido Reeves McCuller y la suiza
por una von Opel. Reeves no fue obstáculo. Pero Annemarie no quería abandonar a
su acompañante, que corría riesgo de estrellar su apellido en las destartaladas calles de Brooklin. McCuller abandonó
a Reeves y se arrimó a los Mann (Erika, casada
con Auden, y Klauss) para estar más cerca de su amor que, a estas alturas,
volaba entre nubes de locura, de morfina y de alcohol…y nunca perdió su
extraordinaria y ambigua belleza. Su final era inminente y hasta entonces,
ambas se profesaron un cariño y una admiración dignos de habitar un círculo
compasivo del Purgatorio.
“Reflejos
en un ojo dorado” fue dedicado a Annemarie.
En otro momento que
esté más fino les seguiré contando sobre estas mujeres audaces. Les adelanto
que murió en Sils–María, donde Nietzsche habría vislumbrado la potencia de Zaratusta y no lejos de donde se
despeñaría ¿voluntariamente? Rée…que, alejado de Lou, caminaba por el lado
peligroso de la vida.
Si han leído la novela
recordarán sin duda el desprecio y el martirio a que son sometidos los negros…
y es que tenían “bula”. Tal día como hoy, del año 1252, el papa
Inocencio IV publicó la bula “ad
extirpandi” que, como su nombre indica permitía extirpar lo extirpable (o
algo parecido) del cuerpo del hereje, siempre que esta operación fuera
ejecutada por la Inquisición.
El último sábado de
agosto les seguiré contando algo más sobre la MacCuller y la Annamarie.
2.
"Hitler
solo tiene un huevo
Goering
tiene dos, pero muy pequeños
Himmler
tiene algo similar
pero
el pobre Goebbels no tiene ninguno (...)"
Ven Vds. el caso de Goebbels no pudo
acogerse al amparo papal. Quien lo hiciera, lo hizo bajo su propia
responsabilidad. Esta cuarteta es la letra que se cantaba con la música del “Puente sobre el río Kwai”, una
adaptación de la popular “Marcha del coronel Boggie”, compuesta al principio
de la Primera Guerra. Como a los ingleses les pareció demasiada atrevida para
recitarla ante los japoneses, la sustituyeron por un silbido (en la película). Tal día como hoy, del año 1943, debería
estar acabado el maldito puente. Si van Vds. a Kanchanaburi… pregunten por la
Dolores.
3.
Rimbaud. Escrito el 15 de mayo del año
1870:
(…)
“Voici plus de mille ans que la triste Ophélie
Passe,
fantôme blanc, sur le long fleuve noir.
Voici
plus de mille ans que sa douce folie
Murmure
sa romance à la brise du soir”(…)
13 y 15 de mayo de 1871. “Cartas del vidente”. Rimbaud lanza el
primer manfiesto de la literatura moderna: desorden “organizado” de los sentidos”. Sumergirse en el infierno donde van
germinando las semillas de lo poético.