Como
decía ayer, o no sé cuándo, pues ya no sé ni dónde estoy ni en qué fecha me
encuentro, la guerra ha sido un manantial de innovaciones. Y tales innovaciones
han desbordado el campo de la tecnología para internarse en el de la moda y
complementos; vean sino, la gama de colores surgida de las refriegas
napoleónicas: Marengo, Magenta, Solferino. Estoy por decir que tales lugares
fueron elegidos por el nombre, con la idea, ya preconcebida, de dar lustre a
los catálogos de decoración. De ser así, nos encontramos con guerras guiadas
por el placer estético resultante de la contemplación del campo después de la
batalla.
“Emil buscaba la leyenda. La
leyenda del regimiento en que hace años había servido su abuelo, héroe y
víctima de la batalla de Solferino. Solferino: esto significa derrota, muerte,
una noche impregnada de presentimiento de la catástrofe, dominada por los
gemidos de los heridos, cortejos de espectros blancos que se arrastran a través
del campo de batalla (…) Significa el final, la exterminación, pero a la vez el
sosiego. El sonido del nombre de Solferino ha crecido como una tallo de una
flor musical, de un lirio, o quizás de una orquídea violeta, color de
cementerio.”
Kúsniewicz
fue el Stendhal de Solferino: “El emperador mira ahora a través de unos
prismáticos que le ha pasado con diligencia el jefe del estado mayor, general
Hess (…) Observa el campo de batalla…”
Ahora
es Roth quien continúa:
“En aquel momento el monarca se
disponía a llevarse a los ojos un catalejo que uno de sus acompañantes acababa
de alcanzarle. Trotta sabía las consecuencias inmediatas que aquel acto podía
acarrear (…) Quien tuviera unos anteojos en la mano daba a entender bien a las
claras que era un personaje importante y digno de un balazo. Y la víctima sería
el joven emperador. Trotta sintió que se ahogaba, experimentó temor por la
horrible catástrofe que les destruiría, a él mismo, al regimiento, al ejército,
al Estado, a todo el mundo. Se estremeció. Sus rodillas temblaron. Y guió sus
pasos el desdén eterno que siente y sentirá siempre un oficial subalterno en el
frente hacia los grandes y poderosos señores del mando, que no comprenden en
absoluto la amargura de la lucha real. Y su nombre no se borró ya jamás de su
regimiento. Con ambas manos arrastró al suelo al monarca; quizá tiró con
excesiva fuerza, y el emperador cayó rudamente. Los ayudantes se precipitaron a
ayudar al caído. En aquel instante una bala destinada ciertamente al corazón
del emperador, atravesó el hombro del teniente.”
Ahí
empezó la gloria para Jossé Trotta de Sipolje… que terminará, en sus vástagos,
ante la Cripta de los capuchinos.
Fue
tanto el padecimiento que fue ocasión para el nacimiento de la Cruz Roja… (Ver
propuesta del 26 de septiembre).
Esto
ocurría el 24 de junio del año 1859…
al atardecer y se prolongó durante la noche más corta del año.
Mientras
tanto, en París y en Londres se llevaba a cabo una carrera de velocidad en el
terreno de los tintes y la manera como estampar o colorear telas de algodón,
sin que, a los dos días, perdieran su colorido y volvieran a su estado natural:
crudo-hueso-de-muerto. La economía de
Inglaterra dependía, en buena medida, de la exportación de telas. Una
correcta y duradera coloración
aumentaría su demanda y su… precio. Y en París la alta costura necesitaba de
buenos tintes y de técnicas infalibles para su estampación.
La
demanda potenció la investigación y rápidamente se descubrieron técnicas para
la fabricación sintéticas de tintes, en especial de todo el “espectro púrpura”, conseguido a partir
de la anilina que lo era, a su vez, del alquitrán de hulla. El descubrimiento
de un buen “mordiente” para el
algodón fue el pistoletazo de salida para una próspera industria, en la que se
harían grandes los futuros integrantes de la IG Farben.
Y
en este punto se juntaron: el prestigio del “Ultramar”, el “azul” de
Novalis, el romántico rosa y el
innombrable color de la sangre mezclada con barro… resultando una pasión
irrefrenable por el “púrpura”,
también llamado “malva”. Los
publicistas hicieron el resto. Y así lo que era un nombre desgraciado, que más
valía olvidar, se convirtió en una sonora etiqueta que denotaba un color violeta-oscuro impregnado de sangre que,
poco a poco, se fue aclarando hasta convertirse en un matiz próximo al rouge-bourgogne, casi tirando a lila… color funesto y venenoso.
Si
Vds., tras cumplir con los inacabables rituales de la noche de san Juan, siguen
vivos… ¿Qué cuáles son esos rituales? ¡Madre mía!...
Les
voy a hacer un resumen:
Tres
son los elementos que vertebran el simbolismo de la noche de marras: El fuego, el agua y las plantas que surgen de la tierra. Y todos los rituales tienen, en general, la finalidad de
alejar los malos espíritus y cada uno de ellos en particular lo hace de una
manera diferente.
A
las doce en punto de la noche, miren la luna (si no hay luna, miren su
ausencia) y después miren una higuera, la del xiringuito bastará… ¡la veremos florecer! Y si, además (para más
inri) son vds. de aquellos que querrían aprender a tocar la guitarra a les
acaballes, por las razones que Vds. tengan y que, indudablemente, no se
atreven a manifestar, sepan que, situados bajo la higuera, la técnica de las
cinco cuerdas les vendrá llovida. Sólo funciona con la guitarra. Yo lo intenté
con el piano pero, tras el laborioso esfuerzo de trasladarlo al xiringuito y situarlo justo debajo del
árbol, y tras mirar atentamente la luna, tuve que hacer el trabajo inverso sin
haber ultrapasado un ápice mis rudimentos que, se limitaban, y siguen
limitándose, a la localización dubitativa del do central. Quizás se me olvidó plantar el día anterior una hortensia.
Tras
este despropósito, reduzcan a cenizas el sofá que está hecho unos zorros y
salten 9 veces (o 7) sobre sus ascuas. Sin perder tiempo corran, ¡otra vez!, a
la playa y, de espaldas al mar, salten 7 olas (o 9). Veloces como la aurora
vuelvan a casa y lávense la cara sin mirarse en el espejo. El más mínimo fallo
dejaría una ranura por donde entrarían los malos espíritus. Ahora estamos
preparados para empezar el asunto de las hierbas.
Antes
de iniciar los ritos, nos pimplaremos una vasija de queimada con limones amargos de Murcia. Llenen una petaca con lo
que pueda haber sobrado y vayan consumiéndola durante el frenético recorrido
que les espera.
Suban
como puedan a san Mateu, arranquen unos hinojos
y se aseguraran protección contra el mal de ojo y sus consecuencias; con lo que
sobre pueden aderezar unos estupendos caracoles. No se larguen tan rápido.
Busquen la planta de codeso, también
llamada, cabroño, cambrón, cohueso,
piorno, rascavieja, rabiana, siertesayos, tiratudellos… con sus ramas se
fabricarán una escoba con la que limpiaran su casa de malos espíritus. Si se
topan con una rama de helecho…
¡estupendo!... les servirá contra los parásitos del perro y, eventualmente, de
los propios. La hierba de san Juan
ayudará a cicatrizar sus heridas, aunque sean del corazón y expulsará a los
demonios que, seguro, dormitan en cada uno de los rincones de sus casas. Cojan romero y se defenderán contra la
artritis, asegurarán una buena circulación de la sangre, limpiarán su garganta
y, sobre todo, tendrán condimento para cuando guisen conejo. No olviden la menta-hierbabuena, si quieren tener
suerte en el amor y fabricarse unos mojitos. Ni la malva, si quieren gozar de unos nervios de acero y enlazar con la
efemérides del día. No olviden la verbena,
es fuente segura de prosperidad económica. Para remachar la prosperidad,
marquen una cruz en un pino al tiempo que formulan un deseo. Si tuvieran la
suerte de ver florecer la hierbabuena… ¡sería la hostia!... años y años
eludiendo la cola del paro.
Con
ese manojo de hierbas y ya clareando el día (recuerden que es el más corto del
año), busquen agua de siete fuentes, sumerjan las hierbas y déjenlas reposar lo
que quede de noche. Coloquen debajo de la almohada un manojito de hierbas de
san Juan, también llamada hipérico, un
brote de hiedra y un papel en que habrán escrito el deseo formulado bajo la
copa del pino. Una vela encendida será testigo de todo este trasiego.
Cuando
se levanten, quemen el papel con el fuego de la vela (asegúrense de haber puesto,
como mínimo, un cirio pascual), entierre la cera sobrante junto con la hiedra y
lávense la cara (¡y las manos!) con esa agua perfumada y verán como su cara vuelve
a ser la que tenían la semana pasada. Serán
las cinco en punto de la tarde. Y aún les queda:
“Al pasar el trébole, el trébole
(bis)… la noche de san Juan…”
Les
decía que, si tras cumplir con los rituales, siguen vivos… enchufen el esputofaif y pongan “Una noche en el Monte Pelado”, también
conocida por “Noche de san Juan” en
el Monte Pelado, cerca de Kiev). Mussorsky la completó justamente cuando
empezaba la noche de san Juan del año
1867, en plena “década malva”. Y
Mientras dejan fluir ese poema
espeluznantemente descriptivo, lean “Sueño
de una noche de verano”. Hay
razones de peso para situarla en la noche de san Juan. De hecho se traduce a
veces como: “Sueño de la noche de san
Juan”. Ya saben Vds… enredos amorosos que se solucionan con la mediación de
un brebaje extraído de una “florecilla,
blanca ayer como la leche, ahora purpúrea con la amorosa herida, y a la
que llaman las doncellas Pensamiento (…). Y es que Cupido erró el dardo,
que fue a clavarse en pleno Corazón del Pensamiento. Al final todo acaba
bien…como no podía ser de otra manera (¡?).
N.
B.
EJERCICIO.
Averigüen
la relación etimológica existente entre “PrimaVERa”, “VERano” y “VERbena”.