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lunes, 24 de junio de 2013

Propuesta para la noche de san Juan y el 24 de junio. Rituales. Solferino.


Como decía ayer, o no sé cuándo, pues ya no sé ni dónde estoy ni en qué fecha me encuentro, la guerra ha sido un manantial de innovaciones. Y tales innovaciones han desbordado el campo de la tecnología para internarse en el de la moda y complementos; vean sino, la gama de colores surgida de las refriegas napoleónicas: Marengo, Magenta, Solferino. Estoy por decir que tales lugares fueron elegidos por el nombre, con la idea, ya preconcebida, de dar lustre a los catálogos de decoración. De ser así, nos encontramos con guerras guiadas por el placer estético resultante de la contemplación del campo después de la batalla.



“Emil buscaba la leyenda. La leyenda del regimiento en que hace años había servido su abuelo, héroe y víctima de la batalla de Solferino. Solferino: esto significa derrota, muerte, una noche impregnada de presentimiento de la catástrofe, dominada por los gemidos de los heridos, cortejos de espectros blancos que se arrastran a través del campo de batalla (…) Significa el final, la exterminación, pero a la vez el sosiego. El sonido del nombre de Solferino ha crecido como una tallo de una flor musical, de un lirio, o quizás de una orquídea violeta, color de cementerio.”

Kúsniewicz fue el Stendhal de Solferino: “El emperador mira ahora a través de unos prismáticos que le ha pasado con diligencia el jefe del estado mayor, general Hess (…) Observa el campo de batalla…”

Ahora es Roth quien continúa:

“En aquel momento el monarca se disponía a llevarse a los ojos un catalejo que uno de sus acompañantes acababa de alcanzarle. Trotta sabía las consecuencias inmediatas que aquel acto podía acarrear (…) Quien tuviera unos anteojos en la mano daba a entender bien a las claras que era un personaje importante y digno de un balazo. Y la víctima sería el joven emperador. Trotta sintió que se ahogaba, experimentó temor por la horrible catástrofe que les destruiría, a él mismo, al regimiento, al ejército, al Estado, a todo el mundo. Se estremeció. Sus rodillas temblaron. Y guió sus pasos el desdén eterno que siente y sentirá siempre un oficial subalterno en el frente hacia los grandes y poderosos señores del mando, que no comprenden en absoluto la amargura de la lucha real. Y su nombre no se borró ya jamás de su regimiento. Con ambas manos arrastró al suelo al monarca; quizá tiró con excesiva fuerza, y el emperador cayó rudamente. Los ayudantes se precipitaron a ayudar al caído. En aquel instante una bala destinada ciertamente al corazón del emperador, atravesó el hombro del teniente.”

Ahí empezó la gloria para Jossé Trotta de Sipolje… que terminará, en sus vástagos, ante la Cripta de los capuchinos.

Fue tanto el padecimiento que fue ocasión para el nacimiento de la Cruz Roja… (Ver propuesta del 26 de septiembre).

Esto ocurría el 24 de junio del año 1859… al atardecer y se prolongó durante la noche más corta del año.

Mientras tanto, en París y en Londres se llevaba a cabo una carrera de velocidad en el terreno de los tintes y la manera como estampar o colorear telas de algodón, sin que, a los dos días, perdieran su colorido y volvieran a su estado natural: crudo-hueso-de-muerto. La economía de Inglaterra dependía, en buena medida, de la exportación de telas. Una correcta  y duradera coloración aumentaría su demanda y su… precio. Y en París la alta costura necesitaba de buenos tintes y de técnicas infalibles para su estampación.

La demanda potenció la investigación y rápidamente se descubrieron técnicas para la fabricación sintéticas de tintes, en especial de todo el “espectro púrpura”, conseguido a partir de la anilina que lo era, a su vez, del alquitrán de hulla. El descubrimiento de un buen “mordiente” para el algodón fue el pistoletazo de salida para una próspera industria, en la que se harían grandes los futuros integrantes de la IG Farben.



Y en este punto se juntaron: el prestigio del “Ultramar”, el “azul” de Novalis, el romántico rosa y el innombrable color de la sangre mezclada con barro… resultando una pasión irrefrenable por el “púrpura”, también llamado “malva”. Los publicistas hicieron el resto. Y así lo que era un nombre desgraciado, que más valía olvidar, se convirtió en una sonora etiqueta que denotaba un color violeta-oscuro impregnado de sangre que, poco a poco, se fue aclarando hasta convertirse en un matiz próximo al rouge-bourgogne, casi tirando a lila… color funesto y venenoso.

Si Vds., tras cumplir con los inacabables rituales de la noche de san Juan, siguen vivos… ¿Qué cuáles son esos rituales? ¡Madre mía!...

Les voy a hacer un resumen:

Tres son los elementos que vertebran el simbolismo de la noche de marras: El fuego, el agua y las plantas que surgen de la tierra. Y todos los rituales tienen, en general, la finalidad de alejar los malos espíritus y cada uno de ellos en particular lo hace de una manera diferente.

A las doce en punto de la noche, miren la luna (si no hay luna, miren su ausencia) y después miren una higuera, la del xiringuito bastará… ¡la veremos florecer! Y si, además (para más inri) son vds. de aquellos que querrían aprender a tocar la guitarra a les acaballes, por las razones que Vds. tengan y que, indudablemente, no se atreven a manifestar, sepan que, situados bajo la higuera, la técnica de las cinco cuerdas les vendrá llovida. Sólo funciona con la guitarra. Yo lo intenté con el piano pero, tras el laborioso esfuerzo de trasladarlo al xiringuito y situarlo justo debajo del árbol, y tras mirar atentamente la luna, tuve que hacer el trabajo inverso sin haber ultrapasado un ápice mis rudimentos que, se limitaban, y siguen limitándose, a la localización dubitativa del do central. Quizás se me olvidó plantar el día anterior una hortensia.

Tras este despropósito, reduzcan a cenizas el sofá que está hecho unos zorros y salten 9 veces (o 7) sobre sus ascuas. Sin perder tiempo corran, ¡otra vez!, a la playa y, de espaldas al mar, salten 7 olas (o 9). Veloces como la aurora vuelvan a casa y lávense la cara sin mirarse en el espejo. El más mínimo fallo dejaría una ranura por donde entrarían los malos espíritus. Ahora estamos preparados para empezar el asunto de las hierbas.

Antes de iniciar los ritos, nos pimplaremos una vasija de queimada con limones amargos de Murcia. Llenen una petaca con lo que pueda haber sobrado y vayan consumiéndola durante el frenético recorrido que les espera.



Suban como puedan a san Mateu, arranquen unos hinojos y se aseguraran protección contra el mal de ojo y sus consecuencias; con lo que sobre pueden aderezar unos estupendos caracoles. No se larguen tan rápido. Busquen la planta de codeso, también llamada, cabroño, cambrón, cohueso, piorno, rascavieja, rabiana, siertesayos, tiratudellos… con sus ramas se fabricarán una escoba con la que limpiaran su casa de malos espíritus. Si se topan con una rama de helecho… ¡estupendo!... les servirá contra los parásitos del perro y, eventualmente, de los propios. La hierba de san Juan ayudará a cicatrizar sus heridas, aunque sean del corazón y expulsará a los demonios que, seguro, dormitan en cada uno de los rincones de sus casas. Cojan romero y se defenderán contra la artritis, asegurarán una buena circulación de la sangre, limpiarán su garganta y, sobre todo, tendrán condimento para cuando guisen conejo. No olviden la menta-hierbabuena, si quieren tener suerte en el amor y fabricarse unos mojitos. Ni la malva, si quieren gozar de unos nervios de acero y enlazar con la efemérides del día. No olviden la verbena, es fuente segura de prosperidad económica. Para remachar la prosperidad, marquen una cruz en un pino al tiempo que formulan un deseo. Si tuvieran la suerte de ver florecer la hierbabuena… ¡sería la hostia!... años y años eludiendo la cola del paro.

Con ese manojo de hierbas y ya clareando el día (recuerden que es el más corto del año), busquen agua de siete fuentes, sumerjan las hierbas y déjenlas reposar lo que quede de noche. Coloquen debajo de la almohada un manojito de hierbas de san Juan, también llamada hipérico, un brote de hiedra y un papel en que habrán escrito el deseo formulado bajo la copa del pino. Una vela encendida será testigo de todo este trasiego.

Cuando se levanten, quemen el papel con el fuego de la vela (asegúrense de haber puesto, como mínimo, un cirio pascual), entierre la cera sobrante junto con la hiedra y lávense la cara (¡y las manos!) con esa agua perfumada y verán como su cara vuelve a ser la que tenían la semana pasada.  Serán las cinco en punto de la tarde. Y aún les queda:

“Al pasar el trébole, el trébole (bis)… la noche de san Juan…”



Les decía que, si tras cumplir con los rituales, siguen vivos… enchufen el esputofaif y pongan “Una noche en el Monte Pelado”, también conocida por “Noche de san Juan” en el Monte Pelado, cerca de Kiev). Mussorsky la completó justamente cuando empezaba la noche de san Juan del año 1867, en plena “década malva”. Y Mientras dejan fluir ese poema espeluznantemente descriptivo, lean “Sueño de una noche de verano”. Hay razones de peso para situarla en la noche de san Juan. De hecho se traduce a veces como: “Sueño de la noche de san Juan”. Ya saben Vds… enredos amorosos que se solucionan con la mediación de un brebaje extraído de una “florecilla, blanca ayer como la leche, ahora purpúrea con la amorosa herida, y a la que llaman las doncellas Pensamiento (…). Y es que Cupido erró el dardo, que fue a clavarse en pleno Corazón del Pensamiento. Al final todo acaba bien…como no podía ser de otra manera (¡?).

N. B.
EJERCICIO.
Averigüen la relación etimológica existente entre “PrimaVERa”, “VERano” y “VERbena”.





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