Que Wagner es un “caso” lo pone de manifiesto el que todavía genere posiciones decididamente encontradas. Como ejemplo: hasta hace algunos años, ahora no lo sé, su obra estaba absolutamente prohibida en el estado de Israel.
Que sea un “caso” significa que
no puede ser considerado sólo como músico. Su obra trasciende el marco musical
y pretende convertirse en un compendio del espíritu del XIX (T.Mann),
comparable con Zola, Balzac; y en una concepción del mundo, al modo de Darwin
o del mismo Marx (todo un poco exagerado…como corresponde a todo lo “wagneriano”).
Su “Tetralogía” es la obra
musical-ideológica más (gigantesca ¡seguro!) tremenda que se ha producida
nunca: 15 ó 20 horas de música ininterrumpida, escrita con técnica novedosa y
anunciadora, puesta al servicio de una metafísica confusa (como toda
metafísica), pergeñada en versos
infumables.
Aunque parezca mentira, la composición de todo ese torrente musical tuvo
un comienzo y un final. Y a eso vamos.
En otro momento continuaremos con Wagner. Hoy nos detendremos en la fecha que
nos marca la efimerística razón.
Sonará en el Esputifaif:
“El Anillo de los Nibelungos”: “El
oro del Rhin”. Será
suficiente para toda la mañana. Repetiremos el “Preludio orquestal”…hasta que esa masa musical, esa ola densa, en
mi bemol mayor, nos salga como sirope por las orejas.
Desayuno: Una tostada con aceite (nuevo) y orégano (reciente) griegos.
Fifti-fifti y una copita de tsípuro (mientras quede). Así, espirituosamente
colocados, y sólo así, podremos resistir tanto empaque y tanto fasto.
Tal día como hoy, del año 1853, Tras un viaje en barco desde Génova a La
Spezia, Wagner sufría en un hotel las
consecuencias de la travesía: diarrea, vómitos, insomnio…que generaban sus
correspondientes dolencias espirituales: melancolía, angustia, depresión. En
ese estado…
“caí en algo así como un estado de
sonambulismo, en el que de repente tuve la sensación de estar inmerso en unas
aguas que se movían a enorme velocidad. Su movimiento pronto se convirtió en el
acorde de mi bemol mayor, que sonaba en arpegiados persistentes; a su vez,
estos se transformaron en figuraciones melódicas que cada vez adquirían mayor
velocidad, sin que la tríada de mi bemol mayor cambiara nunca, y esa
continuidad parecía dotar de una infinita trascendencia al elemento en el que
yo me hundía. De pronto me desperté aterrorizado de este trance, como si las
olas rompieran muy por encima de mi cabeza. Advertía al instante que el
preludio orquestal a “El Anillo”-durante
mucho tiempo latente en mi interior, pero incipiente hasta ese momento- por fin
había sido revelado, y vi también con absoluta precisión cómo había llegado a
mí: el flujo vital procedía de mi interior, no del exterior.”
En esa fecha:
Los libretos de la “Tetralogía”
habían sido completados e, incluso, editados para los amigos. Había compuesto 6
óperas, en las cuales se desliza por todos los “gustos” (romanticismo alemán,
italiano y francés) para alcanzar el terreno de lo
mitológico-metafísico-psicológico-social: “Rienzi”,
“El holandés errante”, “Tannhäuser” y “Lohengrin”… (las dos primeras las olvidamos). En todas ellas
podemos ver al héroe- Wagner bajo distintos ropajes.
Los libretos están concebidos y redactados desde el final hacia el
principio: desde la muerte de Sigfrido hasta el comienzo de la cosa. Sin
embargo la música fue compuesta siguiendo el orden de los acontecimientos. De
una manera que casi podríamos calificar de dialéctica…si se me permite, de
manera tal que recuerda a Marx (“El Capital”): empieza por la mercancía y se remonta a las condiciones
que hacen posible su producción y reproducción.
Había participado en las jornadas revolucionarias de Dresde (junto con
Bakunin)…Aunque posteriormente en “Mi
vida”, se refiera a su participación con una actitud burguesa y filistea. ¿Es
necesario decir que Wagner NUNCA fue un revolucionario?
Había compuesto sus tratados “teóricos”:
sobre arte, revolución, judaísmo, música, ópera, drama…y estaba punto de tener
la “experiencia” Schopenhauer, que lo confirmaría en la corrección de sus
intuiciones “intelectuales”:
La vida sólo puede ser redimida por el arte y por el amor…tampoco por
cualquier amor… sino por el amor espiritual. La tragedia griega, en la que se
anudaban todas las artes, era social y artísticamente eficaz gracias,
precisamente, a esa unidad que fue destrozada por el cristianismo. La
decadencia de las artes, huérfanas y solitarias, reflejan la decadencia del
espíritu en general. Es necesario volver a la unidad de las artes, si queremos
una regeneración espiritual. La ópera, como obra de arte total, es el medio
para esa redención. La ópera wagneriana pretende, pues, funcionar como un todo
compacto, en el que ningún elemento está al servicio de ningún otro…y todos,
por eso mismo, alcanzarán su plenitud…Wagner como profeta del redentor: ¡¡El
arte!!
Todo esto es “Schopenhauer (a quien leería al año siguiente) para niños”…Nietzsche
le dará consistencia y estilo.
¿Ven vds. la confusión idealista?... ¡oiga vd!…¿de qué redención me
habla?... ¿de qué malestar para el
cual necesitemos un redentor “espiritual”?…
¿Puede una reforma escénica producir un cambio en las condiciones materiales de
la existencia?...El arte como sacerdocio…¿de qué dios?.
En cuanto a los judíos… ¡no hay duda!... ¡era un antisemita de corazón!
Por si hubiera duda ¡lean las declaraciones de su hijo Siegfried en el festival
de 1921! La cosa resulta más aberrante cuando, ya no hay duda, se ha establecido
que su padre genético (o sea su “padrastro”) era judío…y, por lo tanto (según
sus propios criterios) ¡él también lo era! y, en consecuencia, fruto putrefacto
de la degenerada situación musical de la época o causa de la misma, según le
diera.
Si bien, fue bautizado como Wilhelm Richard Wagner, en Santo Tomás, la
vieja iglesia de Bach (nacido tal día como hoy, del año 1735).
Y más obscena cuando echamos una ojeada a la vida de Wagner, a su
desconsideración con aquellos que le ayudaron (¡Meyerbeer…que por cierto ¡nació
tal día como hoy del año 1791! …y era judío), a su necesidad de “apropiarse” de
las mujeres de sus benefactores (judíos incluidos), a su desprecio por la que
fue su compañera durante años…a su gusto por el lujo hortera a costa de los
demás (judíos incluidos) a sus maneras de camarero de restaurante de medio
pelo…En fin, a la supeditación de TODO a sus intereses.
Hablando del “Anillo”, (que
terminará el 21 de noviembre de 1874, dos años antes de su estreno en el “Teatro del Festival” de Bayreuth),
recordar que vendió, en París, el anillo
de Minna (su mujer) y otras posesiones, para poder mantener una especie de
respetabilidad…que siempre acababa arruinada por la cantidad de deudas y las
huidas constantes de sus acreedores (entre los cuales, amigos y “protectores”…también
judíos).
No mantuvo fidelidad ni a sus perros. Siempre los tuvo, es cierto…sobre
todo perritos de agua negros. En la temporada de Riga, de su accidentada
“huida” a Londres en barco y de su
estancia en París, tuvo un grandioso terranova llamado Ropper. El pobre perro,
se escapó huyendo de la miseria… ¡y volvió a huir un día que se encontró, en
una esquina cualquiera, cara a cara con su “dueño”!...prefirió la mendicidad a
la esclavitud y el desprecio.
Wagner, con mala conciencia, en “Final
en París”, relato alimenticio de 1941, hace colocar una lápida sobre la
tumba de su querido perro… ¡que no estaba muerto…que no…que estaba huido!
Basta del “Preludio”…
Pondremos:
- 1. Las arias “Dich, teure Halle” (Elisabeth) y “O du, mein holder Abendstern” (Wolfram)…los únicos fragmentos que aún pueden sostener con vida “Tannhäuser”.
- 2. “Lohengrin”: que ya recuerda al Wagner de “Tristán…”. Aquí ya domina la técnica del Leitmotiv (que como vds. sabrán no es una “invención” wagneriana). Sonará la gran escena final del tercer acto.
Y, mientras suenan, bajaremos al Condis. Con tanto río y tanto barco nos
apetecerá una trucha. Hagan vds. el favor de ser respetuosos con las pescateras
y con la clientela. Si ven que la cosa va apretadita…no insistan en que le
limpien los boquerones…
…¡háganlo vds. mismos! Entiendo que pidan que le limpien la sepia… ¡pero
los boquerones!...
Nos tomaremos el tiempo necesario…y una Morizt… ¡que acabe de sonar la
selección musical!...
Limpiamos la trucha; introducimos en el hueco una ramita de tomillo y una
loncha de jamón ibérico. Por otra parte freímos unas almendras marconas (poco
aceite y que no tomen mucho color), las dejamos enfriar un poco para que se
endurezcan…las trituramos y rociamos (con el resultado) el lomo de la trucha: “Trucha a la navarra”. Podemos decorar con perejil o con una lámina
enmarcada de Ikea.
Verdejo, Ribera. Hoy, mire vd. por dónde, tomaremos postre: una
manzana…tan sólo por la anotación de Handke correspondiente a tal día como hoy: “Sacar con el cuchillo el corazón de la manzana
y que salga el diablo riendo irónicamente en la punta”.
Fifti-fifti y, mientras nos quede,
una copita de tsípuro.
Para digerir la trucha, oiremos “el
Holandés errante”… ¡Estupenda!...
Su primera gran ópera: Un marino holandés jura que doblará un cierto cabo
muy peligroso durante una tormenta, aunque tenga que navegar hasta el juicio
final. El resultado ya lo saben vds.: El marino es condenado a navegar
eternamente. Un barco fantasma…tan del gusto de la época. Nos vendrá a las
mientes ”Viajero frente a un mar de nubes” de Friedrich (nacido tal día
como hoy, del año 1774). H.Heine ve la posibilidad de que el amor de una mujer
fiel redima al marino de su condena. Fue este el detalle que atrajo la atención
de Wagner: la redención a través del amor. La “mujer fiel” wagneriana no es ya
la Penélope de Ulises, “sino la
quintaesencia de la cualidad femenina; la siempre misteriosa, la ansiada, la
soñada, la infinitamente femenina fémina; dejadme decirlo en una sola frase: la
mujer del futuro” (acotación de Wagner).
…Ibsen y Goethe…
¿Goethe
(el eterno femenino nos impulsa hacia
arriba)? Pues miren vds., la mañana de tal día como hoy del año 1823,
humillado y triste hasta el dobladillo de sus pantalones, pues es de suponer
que los llevaba debajo de su eterno guardapolvo
oscuro, puso el pie en el estribo y
se lanzó al interior del carruaje que lo conduciría a Weimar. Una punta de la
prenda quedó pillada por la puerta del carromato, y, así, en señal de duelo,
cruzó los bosques de Turingia.
Había
pasado la temporada de verano en Marienbad, de casas color canela. Ulrike,
también. Él tenía 73 años y ella, 18. No eran totalmente desconocidos. En el
viejo, lo que era un rescoldo se trocó en fuego vivo. Y sobre ese fuego cayó la
sencilla negativa de la joven, produciendo un sonido ofídico que el
universo-mundo captó como elegía versificada:
“…Yo que un día favorito de
los dioses fuera,
me he perdido a mí mismo y al universo.”
me he perdido a mí mismo y al universo.”
Lean Vds. a Sebald…
Puedo verlo ahora
dando zancadas a través de la suite
de tres cuartos que apuntan
al sudoeste con su
sacón color canela
reflexionando
diversos temas
por ejemplo su largamente
elaborado plan
de un tratado sobre las nubes
y sin embargo un tanto
complicado también
e irritable en relación a
su pasión por Ulrica
que es la razón
de su tercera visita
a este prometedor
complejo turístico. El mira
dando zancadas a través de la suite
de tres cuartos que apuntan
al sudoeste con su
sacón color canela
reflexionando
diversos temas
por ejemplo su largamente
elaborado plan
de un tratado sobre las nubes
y sin embargo un tanto
complicado también
e irritable en relación a
su pasión por Ulrica
que es la razón
de su tercera visita
a este prometedor
complejo turístico. El mira
Cuando nos despertemos seguirá sonando el “Holandés…”. Volveremos a dormirnos. Soñaremos que estamos tomando “nardos” en Villena, vestidos de moro, atacando de forma alcohólica (a pesar de la vestimenta) el famoso castillo. O en Caudete, a falta de castillo, atacando tabernas a golpes de arcabuz. Los ruidos de las armas y del embestir de los escudos, metáfora de la vida, de la voluntad de poder (Nietzsche), sonará en sueños como una composición de J. Cage, que hoy cumpliría 101 años.
A propósito, precisamente en Caudete, tenía yo una tía monja que…