No
le enmendaré la plana a Platón, ni tan siquiera a Luca Pacioli. Si ellos
consideran que la esfera es el sólido regular perfecto… ¡sea! Por eso, dicen,
nuestra parte pensante (quien la tenga) sobrevive en un receptáculo que tiende
a lo esférico. Desconfíen, pues, de los cabezas cuadradas. De ahí que, también,
el culo tienda a la esfera: algunos piensan con él.
Lo
cierto es que la esfera (pelota) ejerce sobre la especie animal una atracción
irresistible… sobre todo si se trata de la cabeza de nuestro enemigo. Es verla
y liarnos a patadas con ella y someterla a un martirio inmerecido.
La
“política” se ha montado sobre el
modelo del “juego de pelota” y el “juego de pelota” sobre el imperecedero
modelo de la trifulca. Que a qué viene todo esto… pues a que tal día como hoy, del año 1789
se “firmó” el juramento del “jeu de paume”
(“Juramento del juego de la pelota”):
los 577 diputados del tercer estado se comprometieron a dotar a la nación de
una Constitución, dando comienzo, de esa manera, al proceso revolucionario. A
los tales se les negó la entrada al salón de los Menus-Plaisirs y los dirigieron a la vulgar sala de
diversión y espera (que querían desesperante) El tal salón no era una cancha de
futbito, sino una especie de frontón a lo vasco, o un trinquete a
lo valenciano. O si Vds. quieren, una gigantesca pista de pádel. Se golpeaba la
pelota con la palma de la mano (“paume”)… hasta que alguien juró por sus
muertos que no jugaba más sino inventaban unas “palas” que, en idea, ya
estaban en la mente del malcarado quejica. Así, además, se dotaban de armas
contundentes para subsanar discrepancias arbitrales.
Pues allí los metieron… ¡sin pelotas ni raquetas!
Como he dicho eran 577. Difícil papeleta. 227 se conformaron, pero el resto se
puso farruco y dijo que se les surtía de lo necesario para un “cuadrangular”
o armaban la revolución. Se les negó esta mínima petición y la cosa pasó a
mayores:
–Si
no hay útiles, haremos una Constitución nueva y todo el Reino se va a enterar
de lo que vale una “pala”. ¡Con nosotros no se juega! ¡Ni Luis XVI ni hostias!
La corte lo tomó a broma…hasta que les cortaron las
cabezas.
Bueno, la cosa se fue calentando y llegó a un punto
de no retorno. Robespièrre bramaba. Mirabeau disimulaba su poca afección
agitando los puños. J.J.Mounier le echó una mano al abate E.J. Sieyès y se
redactó la fórmula del célebre juramento:
“[...] De no separarse jamás, y
reunirse siempre que las circunstancias lo exijan hasta que la constitución sea
aprobada y consolidada sobre unas bases sólidas”.
El
texto, después de una dura competencia, lo leyó Bailly. El único que no firmó
fue un tal Martin d’Auch, a quien no le gustaba demasiado golpear la pelota y
pensaba que el asunto no era para tanto. Así pues, la Asamblea Nacional se
constituyó en Asamblea Constituyente. Y empezó la juerga… que incendiaría toda
Europa y pondría las bases de una IDEA.
Vean Vds. el cuadro de David (¿sólo el
esbozo?). Fue encargado por los
jacobinos
para conmemorar la efeméride. Por entonces la cosa se había aclarado un poco y
los campos se iban definiendo. Muchos de los presentes ya se habían pasado al
bando contrario. Así que la obra, dicen, fue abandonada por David, fiel a los
principios constituyentes, y continuada por un ayudante o por un aficionado.
Piensen
Vds. que entonces no existía la prensa gráfica ni, a penas, la escrita. David y
otros hacían de reporteros gráficos y ayudaban a la imaginación de los
lectores. La composición es irreprochablemente académica: todas las líneas de
fuerza se dirigen hacia el orador que está leyendo, a voz en grito, el “manifiesto”. Era un día ventoso: el
viento de la Revolución. Fíjense en las ventanas: a una señora se le ha vuelto
el parasol del revés. El pueblo llano, la chiquillería y la milicia contemplan
con entusiasmo cómo se abrazan clérigos de diferentes credos y un representante
de la burguesía ciudadana. Robespièrre se desgañita con las manos sobre el
pecho. Un abuelo es sostenido en la silleta de la reina… Es evidente que no puede ser Couthon, triunviro del “Reinado del Terror” (con Saint Just y
Robespièrre) que por entonces estaría en la flor de la edad… (¡y ya cojo!),
miembro de la municipalidad de Clermont-Ferrand. La historia de su “cojera” es
francamente vergonzosa. Fue recogida por Lenôtre. Bunin la citó en sus “Días malditos” y yo se la tomo al ruso:
“Estaba pasando la noche con una
amante, aprovechando que el marido de ésta se había ausentado de casa. Todo iba
de perlas, cuando, de pronto, se oye un portazo y se escuchan los pasos del
marido que había vuelto inesperadamente. Couthon saltó de la cama y se lanzó
por una ventana…; y cayó en una fosa abierta en el patio. Tras pasar toda la
noche allí, perdió para siempre las piernas, que le quedaron paralizadas de por
vida”.
Lo
único verdaderamente extraño de la representación es la ausencia del Burdeos. Raro que nadie esté pimplando a
escondidas (o a las claras).
Pues
por mí no va a quedar: abro una botella de Borgoña
blanco (no me queda Burdeos) y me la soplo (¡poco a poco!) a la salud de estos
esperanzados pre-ciudadanos.
Era
el 2 de “Mesidor”, día de la avena.
El futuro calendario republicano se estaba incubando. Fabre d’Eglantine
(¡gloria al insigne poeta!) perdería la cabeza el “día de la abeja” (15 de “Germinal”).
Sus ejecutores, entre los cuales Couthon, la perderían (¡ya saben Vds.) en “Thermidor”.
Fatídicamente
(¿) las notas de I. Bunin sobre los días de Odessa se interrumpen el 20 de
junio, tal día como hoy, del año
1919. Bunin viviría largos años. Recibiría el Nobel, que Stalin deseaba
para Gorky.
Cada
día que pasa me atrevo a juzgar menos. Quizás sea un indicio de la proximidad
de la vejez. No niego los sufrimientos de Bunin y los “suyos”. El sufrimiento, la infelicidad, es mucho más variada que la
felicidad. Ya lo decía Tolstoi (¿). No sé los motivos que tuvo Cioran (muerto tal día como hoy, del año 1995) para alcanzar
las altas cotas de desprecio por todo y por todos. Me da que fue una
acumulación insoportable de mala conciencia y una huida hacia adelante. Cuando
tuvo oportunidad de no hacerlo se declaró ferviente “hitleriano” y amante de
los aspectos más siniestros de la existencia. Después, cuando ya la edad iba
entrando en el redil, convirtió aquel fervor claramente ultranacionalista, en
asco generalizado. Así se redimen los fascistas: borran el sentido de cualquier
acción; afirman la “idiotez” de
cualquier propósito (pues el suyo, claramente, ha sido puesto en evidencia).
Claro que a todos nos espera el mismo final y que, desde ese punto de vista,
todo se iguala. Esa es una inteligencia elemental. Claro que el “hombre debe desaparecer” (¡y
desaparecerá!)…pero él convierte ese imperativo biológico en imperativo moral
y, en consecuencia, en categoría estética. Su afición a las contradicciones le
ahorra tener que explicarse.
Su “profundidad”
tiene la profundidad de las fosas sépticas (no niego la utilidad de tales simas).
A esto le suma un “elitismo” que
coincide con sus gustos. Sólo admiro en él su desprecio del trabajo y su
negarse a dejar descendencia (aunque aquí también tendría algo que decir su
admirado Nietzsche: Todo pensamiento es fisiología).
“Es el suicidio lo que hace la vida
posible” y por eso lo rechazó cayendo ( ¡otra vez!) en
contradicción. Por lo demás es como si dijera: “Es la existencia lo que hace
la vida posible”.
Sin
embargo, su prosa envuelve, sugiere, te sume en una atmósfera baja en
oxígeno…como de alta montaña… ¡pero sin vistas!
Resumiendo….
Cioran fue un mártir inverso: su castigo fue la vida. Los mártires de verdad
reciben la muerte por su fidelidad. Él permaneció en la vida por su
infidelidad.
Para
dar una visión más equitativa de la variedad del mundo, me referiré a los
famosos “Santos de Cartagena”.
Aquella era zona minera. Los fértiles campos de melones eran todavía desiertos
y los lamentos del sufrir aún no habían sido traducidos en “tarantos”. La Manga cerraba un hermoso
mar pequeño adornado de islas del tamaño de las perlas. Un matrimonio
hispanorromano, en la época del visigodo Arriano de Toledo, daba a luz niños
santos, así…sin proponérselo. Todos le salían santos. Santos importantes…muy
importantes… ¡Isidoro de Sevilla! (que, finalmente sabemos lo que ya
sospechábamos, ¡que era murciano! Es como B. que sigue empeñado en su origen
oscense, pese a que toda la evidencia apunta a su origen jumillano). Tuvieron
cinco hijos: Leandro, Fulgencio, Florentina, Isidoro y Teodosia. Los varones
llegaron a arzobispos (bueno, Fulgencio se quedó en obispo). Florentina se
dedicó a fundar casas religiosas hasta que les fallaron las fuerzas y se
recluyó bajo la regla de san Benito en Écija (o en Talavera: es una “Questio disputata”).
¿Y
la 5ª hija, Teodosia? ¿Cómo es que no alcanzó la santidad? ¡Tuvo que hacerla
gorda para no ascender a los altares! Su destino fue otro: Madre de
Hermenegildo (santo), hermanastro (¿) de Recaredo. Su conversión al catolicismo
fue el comienzo de su martirio. O sea, recapitulando: el matrimonio de Severino
y Túrtura tuvieron cuatro santos y la madre de un santo y mártir. Es decir: San
Isidoro de Sevilla (que era de Cartagena) era tío de San Hermeregildo, hermano
de Recaredo… ¡El mundo es un pañuelo!
Eso
es lo que se llama una familia feliz. ¡Pero ven que monotonía!: A la felicidad
por el obispado. Sin embargo, Felícitas, bajo el emperador Antonio (¿) (según
San Gregorio), fue infeliz y desgraciada de siete maneras diferentes,
correspondientes a las siete formas de martirizar a sus hijos: Jenaro, Félix,
Felipe, Silvano, Alejandro, Vidal y Marcial y como colofón también ella fue
sacrificada: Así lo dispuso ella.
¡¡Siete
hijos mártires!!
Se
me olvidaba el motivo: Hoy la Iglesia Católica, Apostólica y Romana celebra el
día de santa Florentina. Sus despojos están repartidos entre Plasencia, Murcia
y algún que otro sitio. La verdad es que no son una atracción turística de
primer orden. Antes al contrario.
Para
arreglar el día, revisen: “Teléfono rojo…” (*) y disfruten. Ni era un teléfono,
ni era rojo.