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viernes, 14 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 14 de junio. Bourbon. Marengo. Potenkim.

La cosa viene de lejos. No hace falta, sin embargo, remontarse al “divino” Noé.  Basta con viajar al pasado unos dos mil años y colarnos en una boda que se estará celebrando en Caná, la actual Kafr Kanna, a unos 15 kilómetros al oeste del mar de Galilea. Toda esta zona era llamada Canaán, derivado del nombre del nieto de Noé a quien el viejo maldijo por ver su desnudez beoda.

¿Ven Vds. Como todo está relacionado?

Pues allí, en aquel destartalado desierto (y no entremos en la “madre de todos los temas”), alguien llamado a la inmortalidad realizó el milagro más importante, significativo y compasivo de toda la historia taumatúrgica de la humanidad. El tal, hecho el milagro y habiéndose puesto hasta el culo de lo que, en principio, era agua y bajo la atenta y desconsolada mirada de su madre, se largó hecho una fiera hacia Cafarnaún y se lió a zurriagazos con los “mercaderes  del templo”. Subido en la yegua de la paranoia habló del templo en primera persona y se postuló para “Mesías”. Hasta las palomas,  a las que tan gran papel les estaba reservado, salieron graznando, dicen.





Durante siglos el vino siguió siendo vino. Se resistía a revelar sus secretos. Tuvieron que ser los curas y monjes, descendientes de aquel  iracundo, quienes abrieran el alma del vino y le arrancara el “espíritu”. También en esta historia se siguió la lógica de la modernidad: hacia la “inmaterialidad”. Todo empezó con un grano (materia) de uva y ha acabado (de momento) en ráfagas embriagadoras. Desde aquel primer líquido espeso y turbio hasta la actual transparencia, casi inmaterial, mediaron noches de insomnio, ansias desaforadas de eternidad…en fin: deseos locos de matarse a cubatas de güisqui.

He de decir, aunque creo que ya está dicho, que a mí el güisqui no me va. Ni siquiera el bourbon; es decir, el bourbon ni verlo. Aunque no le quito mérito. El reverendo Elijah Graig tuvo la fortuna del hallazgo, hoy hace exactamente 226 años.

Haciendo una excepción compro una botella de bourbon (¡en el condis, naturalmente!). Sólo por razones ef(i)emerísticas. Aprovecho y compro un pollo (¡que no tenga gusanos!). Pregunto si tienen cangrejos de río. Me responden que me vaya a cagar (al rio). Buenos, pues unas cigalitas… de las pequeñas. Cuando abandono la barra de la pescadería dejo detrás comentarios jocosos y, algunos, verdaderamente ofensivos. Me dirijo hacia el basurero de las verduras y elijo una rama de apio y unos champiñones. Hoy la gente está demasiado sensible. Incluso irascible.

Oiga, consumidor…¡que no es jueves! Siempre está Vd. en medio– Juro que no he visto en mi vida a la señora que me increpa. Me interno por el pasillo central hacia la alacena de las especias y cojo una bolsita de laurel. ¿No será todo un homenaje a Chesterton (*)? Excepto a mí, todas se dirigen entre sí con unos sonoros y cómplices: “Hola, querida”, “Hola, cariño”. Alguien se ha disfrazado de cura y se pasea, de negro hasta los pies, por entre los productos agonizantes. Quizás venga a dar los santos óleos a los quesos o a los yogures. En conjunto parece una performance, digna de “Santa Mónica”. Se detiene ante el armario de los licores y coge delicadamente una botella de “Four Roses”. Creo que está confundiendo los “roles” y la ef(i)eméride.

El Condis es la metáfora del mundo caduco. En realidad no es ninguna metáfora: es la caducidad. De ahí que les haya advertido con respecto al pollo. Aquí se está siempre a un paso corto de una revuelta de largas consecuencias. ¿Recuerdan Vds. Lo del “Acorazado Potemkim”, ese “territorio invicto de la revolución”? Pues todo empezó por una carne preñada de larvas. Las aguas ya estaban revueltas. Todo el año 1905 fue un año convulso y profético: desde el mismo inicio.





El acorazado iba a la suya, apartado del resto de la manada, por las negras aguas del Ponto Euxino. La marinería estaba formada, en su mayoría, por campesinos que no habían visto el mar en toda su vida y, menos, sufrido sus embates. Deambulaban como borrachos, que también, con la cabeza entre las manos buscando un punto de apoyo y vomitando lo no comido. En esas condiciones, que te muestren media res llena de gusanos y que te profeticen que esa será tu comida del medio día, de la noche y de los días venideros…Los que pudieron, protestaron. Los que no podían ni hablar, expresaron su disconformidad aumentando el volumen de los vómitos. La cosa iba siguiendo el guión de todos los motines habidos y por haber: detenciones e intentos de fusilamientos. Pero el tiro les salió por la culata: murieron la mitad de los oficiales. Y, por supuesto, el médico que certificó la calidad de la carne.

La noche del 14 de junio llegaron a Odessa enarbolando la bandera roja. Allí se unió el funeral de los marineros caídos con la huelga general que se estaba desarrollando. La cosa tomó dimensiones “rusas”. Vinieron barcos de Crimea. El Potemkim  puso rumbo a Rumanía… (pero esa es otra historia que será explicada en su momento, justo pasado mañana, día de la “matanza de la escalera” (¿))

El episodio del Potemkim fue juzgado por Lenin como el primer intento de crear el núcleo de un ejército revolucionario y como tal aupado al número uno en el ranquin de los acontecimientos pre revolucionarios.

¿Les suena Isabelle Collin Dufresne? ¿Y si les dijera que adoptó el nombre de un color (que no era gris “marengo”?)…¡No caen! Si les dijera que el color era el preferido de Warhol para su peluca ¿caerían?. Era “surrealista” antes de conocer a Dalí, pero el pintor se lo hizo evidente: convirtió el agua en una bebida fuerte y apetitosa. Probó en “The Factory” y tuvo sus 15 minutos de gloria. ¿No caen?  Coincidió en un producto de la “Factory”, con la desafortunada Valérie Solanas.



Bueno: ¡Ultra Violet! Murió tal día como hoy, religiosa perdida. Sus “memorias” dejaron las cosas claras respecto a aquel atajo de impostores. ¡Venga…un brindis por la Ultra Violet!

¡Y otro por Borges*!... aquel ciego a quien escribí para pedirle un prólogo, sabiendo yo, interesado, que esa era su especialidad. El hombre no me contestó. Creo que había dejado a mi sagacidad la respuesta, de ahí que me haya apropiado del prólogo original a su “Historia General de la Infamia”. Por cierto, murió en Ginebra. La niña de la Puebla*, otra que la cascó tal día como hoy, había nacido en Cazalla (La Puebla de). ¡Se acumula el trabajo!

¿Qué para qué quiero el pollo y demás?

Saben Vds. que Napoleón no era un gourmet. Se hubiera conformado con una big mac o con un plato de acelgas, como nuestro ínclito malafollá Juan Ramón Jiménez. Pero aquel 14 de junio del año 1800 había sido largo y duro. Se había desarrollado la decisiva (y lastimosa) batalla de Marengo. La victoria, alada, había dudado durante casi toda la jornada. Finalmente se posó en las filas francesas. Marengo, por cierto, no está lejos de donde empecé mi aventura tridentina, Tortona. Napoleón estaba hambriento (cómo estuvieran los demás no viene al caso). El condis, a esas horas, ya había cerrado y los austríacos habían reducido a carbonilla la cocina (y la despensa) del general. Así que el cocinero Dunand y su recua de ayudantes, ataviados al uso, hicieron una incursión en las masías de la contorná y arramblaron con lo que pudieron, sin lógica alguna; aunque ya sabemos que las relaciones entre las “cosas” son “invenciones” (“proyecciones”, si Vds. quieren) del sujeto, el cocinero, en este caso. Consiguió un pollo, unos cangrejos de río, olivas, huevos, champiñones, una hermosa trufa…y con todo ello cocinó un plato llamado a ser imperecedero: una especie de “mar i muntanya” que hizo las delicias del emperador. Cualquier cosa, en aquellas condiciones, hubiera hecho sus delicias. En ausencia de vajilla la ración le fue servida sobre una rodaja de “pa de poble”.


Y no quedó ahí la cosa. La jornada merecía un buen remate; así que el cocinero con cuatro cositas improvisó un dulce a base de harina, uvas, marrasquino y pasta de almendra…y lo llamó “polenta”. “Polenta del Marengo” no la confundan Vd. con la polenta corriente y moliente.

Miren la foto adjunta y verán el estado en el quedó en emperador tras el atracón.

Ahí tienen la razón de mi interés por el pollo. Yo, de “motu proprio” añado medio litro de vino blanco y lo flambeo con media botella de bourbon, llevando cuidado de no reducir a carbonilla mi cocinilla de tres fuegos, ni pegarle fuego a la campana extractora. El postre me lo ahorro.

Y ahora viene un verdadero enigma en cascada: ¿De dónde procede el nombre de “gris-marengo”? ¿Por qué el caballo que cabalgaba napoleón se llamaba “Marengo”?

Veamos. Empezamos con la segunda pregunta: por la victoria del día, dicen. Pero…entonces ¿cómo se llamaba antes? Algún nombre debería tener el animalito. Napoleón debería de ordenarle cosas y no hubiera podido dirigirse a él como “Marengo” puesto que la victoria aún no había sido alcanzada. Pregunta sin responder.
Respecto a la primera pregunta: Algunos lo atribuyen al color de la arcilla del lugar: gris oscuro.

Mi versión (descabe(a)llada): El caballo se llamaba “Marengo” (¡a saber por qué! Napoleón tenía una cuadra de más de 130 caballos y tenía que inventar nombres para todos). Era gris oscuro y no blanco como lo pintó David. Por cierto, era un jinete mediocre. David quiso, según todas las evidencias, retratarlo como un héroe. Ese tono gris oscuro casi negro, tan elegante y sufrido pasó del caballo al color y, para dejar constancia imborrable, a la población en la que se desarrolló la matanza. Con esta hipótesis quedan respondidas las dos cuestiones. Algo parecido ocurriría en Magenta.



¡Qué buen caballo fue “Marengo”! Su físico, pese a que no alcanzara el metro y medio de alzada (un poquito menos que su ilustre caballero), era portentoso; árabe y valiente a fuerza de condicionamientos E-R. Su cualidad moral, fuera de toda sospecha: por no pisar a una liebre en las heladas estepas rusas, zigzagueó y dio con el general en el hielo. Participó en Austerlitz, en Jena, en Wagram y en la celebérrima batalla de Waterloo. Herido en ocho ocasiones, siempre resurgía como “Ave Fénix”. 

Precisamente en Waterloo fue capturado por el ejército inglés, llevado a Inglaterra y vendido como esclavo…como un Platón cualquiera. Murió a los provectos 38 años. Su esqueleto, dicen, se conserva en el Museo Nacional de la Armada de Sandhurst. Allí hay, en efecto, el esqueleto de un caballo. No se sabe el color.

¡Ni un solo monumento honra su memoria!

El “pollo a la Marengo” ha salido de muerte. Lo acompaño con restos de vino (“gallo nero”) de la Toscana, recuerdo de aquella aventura tridentina a la que me he referido y que Vds. conocen. Enchufo el sputofaif  y que suene “Tosca” de Puccini. Puccini aprovecha de forma magistral el potencial dramático del equívoco que se produjo en Roma el mismo día de la batalla. Llegó la noticia de la victoria imperial (“Te Deum”) y los realistas durmieron a pierna suelta. Al día siguiente (¡la victoria es alada!) arribó la verdad: La Francia Revolucionaria había vencido…etc etc.

Pueden escoger: Orlando de Lasso *, Morales *, Carpentras*… todo un recorrido por el siglo XVI.

Quizás prefieran tastar el pollo al ritmo de TASTE (Rory Gallager*): “On the Board”.
¡Cómo ha cambiado todo sin tener la compañía de “Gorrión”! Lo que antes era ligereza, ahora es pesadez; lo que ternura, frialdad; lo que era a impulsos del corazón, ahora lo es a impulsos de la voluntad. Me estoy convirtiendo en lo que dejé de ser: un aburrido profesor.

NB:
Aquí les dejo la receta del “Gris Marengo
Hexadecimal: #505D5B
RGB: (93, 93, 91)
CMYK: (53, 42, 44, 26)











jueves, 13 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 13 de junio. “El rey loco”. Verlaine. Tchaikovsky.(2ª).



Las cosas siguieron su curso natural: Wagner abandona Suiza y se instala en Bayereuth (construcción del teatro, inauguración: El Anillo…). Se casa con Cósima, la nariguda, y siguen teniendo hijos. Luís se retrae como una flor, de esas que se retraen. Pasa más tiempo perdido (literalmente) en Neuschwanstein que en la corte; es más, la corte se la refanfinfla. Envuelto en ropajes “wagnerianos” quiere convertirse en Parsifal, el Redentor…y ¡voto a bríos! casi lo consigue. Pasan los años: aquel joven encantador ha perdido la gracia y ha ganado peso. En su cara se ha dibujado un rictus melancólico. Nada ha salido como deseaba. La culpa se pasea, de armiño, por las incontables habitaciones del castillo inacabado. Lohengrin (y ¡hasta Fernando el Católico!) es testigo de ese rumiar atrabiliario. Como Tristán detesta el día y sólo vive de noche…y como Drácula. Y, si me apuran, ¡como yo!...que son las tantas y sigo aquí dale que dale.













 
Es un obstáculo para la marcha del reino. Su pasión edilicia amenaza con secar su patrimonio y rebotar en las arcas del estado. Los prestamistas le ponen pegas. Su desinterés (un bien en sí mismo) es considerado como un insulto y como indicio de soberbia y extravío. Su forma de entender los asuntos amorosos es un continuo agravio para las buenas gentes de calzón corto y peto verdes. Así que lo mejor será que lo declaremos “loco”.

Se hace de querer por su destino, no por su condición.

Sin embargo los planos y adelantos tecnológicos con los que está dotado el castillo son incompatibles con la locura: luz eléctrica, el primer teléfono “móvil” de la historia (hasta 6 metros)….etc…etc (Volveremos a este castillo y a su destino).

El 13 de febrero de 1883, a la hora que su muerte “santificó”, muere Wagner en el Palazzo Vendramin de Venecia: “Ah! Pues lo siento de veras, aunque en realidad no tanto. Había algo en él que no me acababa de gustar”. Y lanzó un treno desgarrador que pudo oírse hasta en la malquerida (para mí) frontera suiza. Cada vez se sentía más “parsifalero”.
Otro 13 de junio (de 1934) se produjo, en Venecia, la primera de las nueve reuniones entre Hitler y Mussolini. Hitler quedó prendado y Mussolini lo clasificó en el grupo de los “maricones”. El alemán era un político de segunda al frente de un país de primera y él (Mussolini), pobre, un político de primera en un país de segunda… ¡mariconazo!


Así se llega al 9  de junio del 86: Se le declara incapacitado mental.
El día 10 una delegación del gobierno viene a por él. Se atrinchera y allí no entra ni dios.
El 12 envían al consejero secreto Gudden, psiquiatra “avant la lettre”, y consiguen arrastrarlo hasta el castillo de Berg. Gudden prefería los tratamientos no coercitivos. Por lo demás, ya había tratado a Otto, hermano de Luís, epiléptico.

"He sido rey excesivamente pronto. No he aprendido lo suficiente. Había comenzado tan bien... estudiando derecho público. De repente fui arrancado y sentado en el trono. Ahora, todavía intento estudiar..."  Pues date prisa, que te queda un telediario.

El día 13, médico y paciente deciden un paseo por la orilla del lago. Una cruz clavada en el cieno de la orilla marca el sitio exacto donde fueron encontrados los cuerpos medio hundidos. Eran las 11’30 del día 13 de junio. Faltaban tres días para el plenilunio. El “rey loco” no soportó las monsergas del psiquiatra y lo arrastró, dicen, con él. Murió matando, como quien dice. Otros defienden la teoría de la conspiración: hablan de un tiro por la espalda… ¿Y al psiquiatra “avant la lettre” también? 


Lloviznaba y una ligera brisa desde tierra convirtió la superficie de las aguas en un espejo equívoco. El rey pensó, imbuido de divinidad, poder caminar sobre las aguas. El psiquiatra “avant la lettre” le hizo notar la imposibilidad de que un cuerpo como el suyo flotara sobre el líquido elemento. Por razones científicas. Luís opuso la razón poética, la furia asesina y la voluntad del “Yo (el) supremo(*). Ambos, como enamorados (o como reptiles en plena cópula), se hundieron y volvieron, pasado un tiempo oportuno, a la superficie. Así los encontraron.

Los cisnes (negros) siguen anidando en el lago.





Un oscuro desasosiego, como el de Bernardo Soares (F.P. nacido tal día como hoy, del año 1888) que, tal día como hoy, del año 1930, escribía: “Breve sombra oscura de un árbol ciudadano, leve sonido de agua que cae en el estanque triste (…) sois, en este momento, el universo entero para mí, porque sois el contenido pleno de mi sensación consciente (…)No quiero más de la vida que sentirla perderse en estas tardes imprevistas…” “Vivir me parece un error metafísico de la materia; un descuido de la inacción”. Mucho en común con el rey: su retraimiento, su vivir en “otro mundo”, su individualismo, su sufrimiento íntimo…
 

(…) “Nos sorprendió el verano, al caer sobre el Starnbergersee
con un gran chubasco; nos detuvimos en la columnata
y  fuimos, bajo los rayos del sol, al  Hofgarten,
y bebimos café y charlamos durante una hora.”

( Elliot: La tierra baldía)


La siguiente información (Infórmense Vds….Infórmense) arroja dudas sobre el hecho

 (…) “Al experto Siegfried Wichmann, en noviembre de 1967 le vino de visita un hombre con estas imágenes y le preguntó por su autenticidad, cosa que Wichmann no dudó y certificó que se trataban de pinturas auténticas de realizadas por Hermann Kaulbach el 13 de junio de de 1886, pocas horas después del fallecimiento del soberanos. Además, indica que en el lienzo aparecen marcas de gotas de lluvia, y detrás del lienzo aparecen los tres nombres ya mencionados.
Wichmann sacó una fotografía al lienzo y entregó éste a su dueño, tiempo después intentó contactar con su dueño pero nunca pudo dar ni con éste ni con el lienzo.”

Aquí les presenta la fotografía del lienzo en cuestión. Luís II, el de en medio, aún sangra por las comisuras.



Recuerden el nombre del pintor.

En 1886, Verlaine era un admirador de la lira de Wagner. Había escrito 10 sonetos en su honor y en el de “Parsifal” en el que admiró, no tanto, sus connotaciones religioso-católicas (pese a sus tendencias beatas) sino su triunfo frente a Kundry y las doncellas. La victoria sobre la lujuria (¿). En Verlaine coincidió el “acmé” y la decadencia. Pronto reduciría sus andares: de la taberna al hospital y del hospital a la taberna. El futuro “Príncipe de los poetas” es requerido por Dujardin (“Revue Wagnérienne”) y el 8 de julio aparece en la revista “La mort de S.M. Louis de Bavière” (“À Louis II de Bavière”). Poesía alimenticia:

“Roi, le seul vrai roi de ce siècle, Sire,
Qui voulûtes mourir vengeant votre raison
De choses de la politique, et du délire
De cette Science intruse de la maison,
(…)
Matas muriendo, ¡salud, Rey! ¡Bravo, Sire!
(…)
Salut à votre très unique apothéose,
Et que votre âme ait son fier cortège, or et fer,
Sur un air magnifique et joyeux de Wagner”

Verlaine , la esposa necia, el “pobre Lelian”, parece haber captado la esencia de la cosa. Murió diez años después de su admirado y homeómero rey.

El 13 de junio de 1944, habiendo los aliados conseguido un frente continuo en las costas de Normandía, los alemanes lanzan un contraataque que fue repelido por el 506º regimiento de Infantería. Los ingleses tenían problemas en Villers-Bocage. Las cosas no marchaban al ritmo previsto. Todo había empezado con las dos primeras estrofas de “Canción de Otoño” (Verlaine).

“Il pleure dans mon coeur
Comme il pleut sur la ville;
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon coeur ?

Ô bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits !
Pour un coeur qui s'ennuie,
Ô le chant de la pluie !”

Fue la contraseña para que la resistencia se pusiera en marcha en apoyo del desembarco.
¿Ven Vds. la utilidad de la lírica? Fue algo así como el “Grondola, vila morena”. Y ahí tenías a los rudos guerrilleros recitando, cogiéndole el ritmo y la sonoridad a estas cuartetas.



Volvamos sobre el pintor de esas siniestras caras (la de en medio es la de Luis II): Kaulbach.
Nadeshda  von Meck, empresaria ella misma y viuda del magnate de los ferrocarriles rusos (¡sólo las vías!), Le encargó (y pagó de su bolsillo) el “famoso” cuadro que representa a Luís II con capa de armiño. No he encontrado el cuadro en ningún sitio. Pero, en fin, si Mayer lo dice, así será. El cuadro presidió durante años la mesa de trabajo de la viuda, que se carteaba de tú a tú con el rey. Tenía, esta mujer, un olfato especial (¿por su condición?) para las personas extraordinarias y fuera de norma. Esta misma mujer, reclamada por multitudes, fijó su mirada interior en Tchaikovsky. Fue el año de la inauguración del Teatro del Festival (¿). Durante 13 años se cruzaron miles de cartas y le envió la mensualidad. Lo cebó como al “pavo inductivo”. Así que cuando se cortó el grifo, el músico quedó descolocado y perplejo. No se vieron; no de olieron; no se tocaron. Nadeshda, sin embargo, oía y comprendió el sufrimiento del ruso.

Tchaikovsky, homosexual en tierra de machos, las pasaría canutas. Aún hoy día…

Se internó en las procelosas aguas del matrimonio. Quizás Antonina no fuera la mujer adecuada. Desde luego, él no lo era. Hasta despierto sucumbía al placer de estrangularla. Sin embargo, volvió la mano contra sí mismo. Una noche de octubre del 77, huyendo del asesinato se lanzó a las heladas aguas del Moskhova (Schumann eligió el Rin. Luís II, el Starnberg. Y tantos otros que se han sentido atraídos por el seno líquido…) Como al de Sarajevo, el agua no le llegaba ni a la cintura. Bueno, por lo menos cogeré una pulmonía doble, pensó, que me llevará a la tumba. La enfermedad no hizo acto de presencia. De Moscú a San Peterburgo. Renuncia al conservatorio (dinero de la viuda). Separación matrimonial. Locura de Antonina. Cuidados de su marido, que siempre se culpará del destrozo del sacramento.

Tchaikovsky triunfaba en medio mundo. En el otro medio (él): circulaba como un fantasma. Los “cinco” no lo consideraban de los suyos. Él, insistía. “Soy ruso por los cuatro costados”.

El sábado 28 de octubre de 1893 se estrenó la “sinfonía patética” (la número 6, en sí menor). Fue recibida con claroscuros. El músico pensó que se había agotado el manantial, sin embargo su desconfianza e inseguridad desapareieron: es lo más grande que he hecho. Y, exige, que junto al título de la partitura aparezca:

                                                A Wladimir Lvovitch Davidov
                                                                    Nº 6
                                                              Comp. P. Tch.

Su querido (sobrino) Bob: heredero universal y suicida (como, por otra parte, no podía ser menos).

¡Que suene en el esputofaif! Lo de “Pathétique” es un añadido de su hermano Modesto (¡¡). Vds. mismos podrán traducir lo que nos quiso decir el músico: ¡Adiós!


Klaus Mann, sensible a estas almas desdichadas, escribió: “La ventana enrejada” (sobre la muerte de Luís II) y “Symphonie Pathétique” (sobre el ¿suicidio? de Tchaikovski). Su lectura nos ayudará en aquella traducción.

El jueves día 2, tomó, como quien toma un vermut con sifón, un vaso de agua turbia infectada con “Vibrio Cholerae que hacía estragos en la ciudad. ¡No podemos estar toda la vida pendientes de la muerte! Esto ocurría en el Café Literario, en el 18 d la avenida Nevsky, Leningrado naturalmente, allí donde años antes, camino del fatídico duelo, hizo una paradita Pushkin... frecuentado también por Turgeniev, Dostoievski...
Por la noche se le iba el alma (¿) por los bajos y por la boca. Todo el líquido elemento huyó de su cuerpo. Los calambres duraron hasta la noche del domingo al lunes, cuando desaparecieron para dar paso a una quietud definitiva. La luna marchaba veloz hacia menguante.

A Luís II, se lo tragaron las aguas palúdicas. Tchaikovski, se tragó el agua encolerizada. Wagner murió en “la ciudad del agua”…Verlaine inundado de agua…¡ardiente!
Llueve, raro para un día de junio. La botella de “parfait amour” rueda por el suelo. Los últimos acordes se confunden con la oscuridad. Silencio. No hay nada más que decir.

Por si acaso cierro la llave general del agua.

Los cisnes (negros) siguen anidando en el lago.

         

Moraleja: Mata más el agua que el vino.


RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...