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martes, 24 de diciembre de 2013

Nochebuena y Navidad: Las efemérides se amontonan (amotinan).


NOCHEBUENA Y NAVIDAD
(Los asteriscos * remiten a “razones efimerísticas”)


PRIMERA ENTREGA

Según se acerca la Navidad los acontecimientos se acumulan. Todos quieren asociar su nombre, y alguna hazaña, a fecha tan señalada. Yo mismo: esperé a que la nochebuena se disolviera en Navidad para nacer. Haría falta cientos de “propuestas” para mencionar, tan sólo, el cúmulo de efemérides que se agolpan ante la estrecha puerta del solsticio de invierno.

¡Bah!, lo mejor es echarse al ruedo y ya verán Uds. cómo se cuadra el círculo. O, si así lo prefieren, lanzarse al ring… y ya verán cómo se redondea el cuadrilátero.

Ya hace eones que no visto chubasquero ni encasqueto orejera. Hegel aún no está acostumbrado a tan extravagante indumentaria: ladra y se avergüenza.

Le lleno su recipiente de chuches y salgo sigiloso... ¡pero evidente! Tentempié en la cantina del Día. Es entrar y una carcajada múltiple (y al unísono) hace temblar las paredes de este templo del saber. El cantinero, que es de Murcia, se limita a servir lo que le pido. La clientela no levanta los ojos de su “sol y sombra”.

Tarjeta dorada, lado mar y ¡hala! ¡A Barcelona!

Ramblas abajo giro por Cardenal Casañas, cruzo la Plaça del Pi, me dirijo a Banys Nous por Ave María. Se me cruza el Portalón y pido un orujo…es que parece que me falta algo. Me dirijo a San Felip Neri y de allí a la plaza de la catedral. Como una sombra desplegada, como una nube tormentosa, como un mal presagio…así me ven mis conciudadanos. A mí, un jubiloso-jubilado que va en pos de la remembranza.

La plaza está ocupada por ese mercadillo de rastrojos que ponen de vez en cuando. Ahora añaden burros y bueyes, ángeles y recién nacidos… Todo un batiburrillo infernal. Es Navidad. Las familias ya deambulan por entre las ruinas, como turistas por Pompeya o Herculano. Los papá-noel chinos escalan los balcones con esfuerzo. La música atruena… y yo tomo asiento en el Racó del bisbe (o algo parecido), enfrente de ese local en el que siempre tienen expuesta alguna baratija de Dalí como señuelo de la nada. Pido un cuartillo de ratafía y espero a que los fantasmas lleguen… ¡y llegarán!



1




 



Eran las 8 de la tarde-noche del 24 de diciembre del año 1905. En septiembre había tenido lugar el infame bombazo (atribuido, como siempre, a los anarquistas) de las Ramblas que costó la vida de la hermanas Rosita y Josefa, y media vida a su primo hermano Rafa, con quien habían salido a pasear aquella soleada mañana del sábado día 3. 


Las autoridades supieron aprovechar esta situación para justificar un reinado de terror contra el movimiento anarcosindicalista” (Teresa Claramunt): Se refería en primer lugar a la gente de Prat de la Riba, los “padres” de Barcelona y, por extensión, de Catalunya. La iglesia se limitó a cumplir con el ritual, pero exigió, como no podía ser de otra manera (péguenme un tiro si repito esta ruín expresión) “imponer el orden”. Acabó el verano, pasó el otoño y recién empezado el invierno, a las 8 en punto de la noche del día 24 de diciembre, ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Salía el Cardenal Casañas, todo pincho, de la Catedral. Su figura, a contraluz, parecía mi copia. Como eran días especiales, vestía de gala como quien dice: sotana roja (en un principio morada, de dónde cárdeno), capelo cardenalicio, anillo ídem, birreta (¡!) roja y bajo el birrete, el solideo que, sólo ante dios (?) ha de quitarse. Parecía una cerilla recién prendida. El rojo, signo de su disposición a la muerte, lo envolvía. Aunque, mirándolo bien, también parecía que saliera a matar.



Sepan Vds. que los cardenales no visten de cárdeno-morado (eso era antes), sino de rojo (o negro, en sus paseos ordinarios). Y por ese motivo, por su llamativa cresta roja, al “cardenalillo” le llaman así: es un pajarito inquieto, arisco, que, pese a todo, se adapta a la cautividad. No es extraño que (aún) en Murcia oigan Uds. referirse al geranio con el sonoro nombre de “cardenal”. Y “cardenal” es el nombre preferido por nosotros para referirnos a un moratón, que los médicos denominan equimosis. Si de un toro se trata, ha de ser negro y blanco y si de agua, opalina. La calle principal de los asentamientos romanos, después ciudades, era el “cardus” (no confundir con el güisqui), arteria que vertebraba la urbe y en torno a la cual giraba toda su actividad. De ahí, “cardinal” (como las virtudes, verdaderos goznes de la práctica cristiana). Así que los cardenales son las bisagras de la iglesia Tras lo dicho me atrevo a proponer una definición de tal categoría: individuo perteneciente al orden jerárquico inmediatamente previo al papado; normalmente bujarrón y amigo o encubridor de bujarrones.

Bueno, pues eso: Salía todo pincho el cardenal, sintiéndose el centro. Se había echado las alas de la capa sobre el hombro izquierdo, para cubrirse el corazón.

Un poco antes, Juan Salas, tejedor de Vic y anarquista internacionalista, salía de la Fonda el Siglo de la calle Calders. Había comido un plato de “cap i pota” y un buen trozo de “cap de bisbe, negre” y se dirigía, un poco aturdido por el vinacho de la tierra, y tanto puerco, hacia la explanada de la catedral por los sombríos callejones del Born y aquellos que la Vía Layetana destruiría.

Juan Salas, se acercó a él, se arrodilló y pidió besarle el anillo cardenalicio. Se llevó la mano al pecho, como compungido, sacó un cuchillo de cocina rociado de veneno del peor y se arrojó con saña sobre el cardenal Casañas. El cuchillo se enredó entre tanto trapo. Los guardaespaldas sujetaron el brazo de la justicia proletaria y el guardia Antonio Vaquero (¿sería ancestro de mi querido guardia Ovejero?) con la ayuda de un transeúnte solícito, lo redujo a sus justas proporciones: pobre tejedor de Vic. En el bolsillo llevaba un Smith y un frasquito de veneno.

El mismo día, o sea tal día como hoy, del año 1837, nacía la descolocada Sissi, destinada al estilete de Lucheni que, pese a su delicadeza, no falló.

El cardenal salió, pues, ileso, pero al pobre tejedor le produjeron tal cardenal (moratón al que los galenos llaman equimosis) en la cara que hizo que la gente pensara en un frustrado vengador piel roja. Y otro “in pectore”.

Lo condujeron por el carrer del Bisbe y Montjuïc del Bisbe hasta el cuartelillo de la plaza de Sant Felip Neri.

Al día siguiente…

¡Camarero! ¡Tráigame otro cuartillo de ratafía!
Pero, ¡hombre de dios!... ¡no grite que lo van a oír!
¡Eso quiero, que me oiga! Y ahórrese lo de dios que no está el horno para bollos.
Podría abonarme la cuenta….es que tengo que cuadrar caja y tal.

Al día siguiente, decía, Salas declaró que estaba cansado de vivir sufriendo; que su vida no era vida: trabajo y miseria… y todo por culpa de los jesuitas… ¡por eso quería matar al cardenal!

Mientras el pobre Salas se lamentaba de su mala suerte, en la catedral se cantaba un Te Deum por la potra del clérigo. La iglesia estaba a parir. Y los que no cupieron, les cupo la satisfacción y el consuelo de recibir la bendición que desde el balcón del palacio episcopal arrojó con descuido el arrogante y suertudo cardenal. Mientras la bendición caía hecha trizas, la multitud daba ¡¡viscas!! al Papa, pues la gran tensión del momento había hecho crecer la nombradía del cardenal... y, ya puestos, cantaron cualquier cosa en honor de la Virgen y de santa Lucía, acabado lo cual, la multitud rompió filas para dirigirse a los lupanares que, a decenas, salpicaban el sacramental barrio. Era ya mediodía, justo la hora en la que Juan empezó a sentirse mal. Cuando acudió el médico, la celda estaba llena de vómitos; le aconsejó, a distancia, un poco de bicarbonato y a las dos en punto de la tarde murió. La autopsia esquivó tan ponzoñoso asunto. El galeno llegó a su casa antes de que se enfriara la lasaña que su fiel y devota esposa había preparado para él, para los tres hijos y, si sobrara, para ella.

Cuando pasen Vds. por la calle del Cardenal Casañas piensen en la miseria de este personaje y, en general, en la necesidad de que el Ayuntamiento de Barcelona haga una purga en el callejero de la ciudad. Recaigan en Urquinaona, precisamente el obispo que dio la alternativa a Casañas. Ambos mostserratinos insignes y, por ende, patriotas de pro.

Ya tengo el culo helado, así que me levanto; el chubasquero se engancha en una esquina de la mesita y toda la estructura y lo soportado se va a tomar polculo. Todo el mercado de Santa Llúcia se vuelve hacia el estruendo.

No es nada, señores. Sigan Vds. a lo suyo.

Cruzo la explanada y me dirijo al bar de enfrente, junto al estanco. Ante la perspectiva, el camarero se apresta a recoger las mesas. Llego justo antes de que recoja la última. Le arranco la silla de las manos y tomo asiento debajo de una chimenea petroquímica.

Perdone, garçon, pero aún no he concluido mis remembranzas. ¡Póngame un cuartillo de “Málaga”!
Pero ¿no estaba Vd. con la ratafía?
¿Qué más da?

II

Benedicto XVI, Ratzinger para los amigos, fue nefasto de verdad. Su cara entre lémur y rata travestida, te ponía los pelos de punta. Protector de pedófilos, se encarnizó contra todos aquellos que se apartaran lo más mínimo de la ortodoxia sexual católica. Beatificó a todos los “mártires” de la contra revolución española que quedaban sin beatificar y batió el récord de nombramiento de cardenales: ¡90!

Cuando ya ni cagar solo podía, renunció al cargo.


Fue el segundo en abdicar. El primero fue el cándido Celestino V, el breve: Elegido por aclamación tras dos años de vacío de poder a causa de la rivalidad de los Orsini y los Colonna. Tenía 85 años y una ignorancia de los asuntos eclesiásticos a la altura de tan provecta edad. Pensó, sin embargo, poder reformar la Iglesia. Trasladó la sede a Nápoles, donde entró a lomos de un asno conducido por el mismo rey de Nápoles (sobrino de San Luís) y por el príncipe, recién nombrado rey de Hungría. Era el día de San Fermín del 1294 y aquello pareció más un arrastre que una entrada triunfal. Abdicó el de Santa Lucía, que le abrió los ojos a la imposibilidad de cualquier cambio. Dijo que quería profundizar en su vida ascética y en las visiones proféticas de Joaquín de Fiore. Lo sustituyó Bonifacio VIII, tal día como hoy, del año 1294, quien restituyó a Roma la sede de Pedro e hizo lo posible para liquidar al anciano ex Papa. Y lo consiguió.



El pelaje de Ratzinger no pasó desapercibido. Una mujer, pantalón negro y sudadera roja con capucha, a más de “desequilibrada mental” (¿cómo si no se hubiera atrevido a perpetrar semejante crimen?) saltó la barricada por entre la que pasaba el pontífice en su caminata al altar central de la Basílica de San Pedro para celebrar la misa del gallo del año 2009. Trastabilló y en su torpe caída se llevó p’alante al pontífice y a sus acompañantes. El cardenal Roger Etxegaray, de la edad de Celestino, sufrió fractura de fémur y Benedicto XVI, el ridículo más espantoso de su carrera. La desafortunada heroína, Susanna Maiolo, ya lo había intentado la Navidad anterior.


Ratzinger recogió la tiara, se la entregó a un monaguillo para que la llevaran al chapista, se colocó la de repuesto y siguió impasible su paseo.

III

Y hablando de misa de gallo y tal, recordarles a Vds. que Francisco José II del Sacro Imperio Romano Germánico, abuelo paterno de Francisco José (esposo de Sissi, rey-emperador de K.K. y habitante de la Cripta) prohibió (1801) a Gall impartir docencia. Aducía que la frenología era una avanzadilla del pernicioso materialismo. Añadan Vds. otra K. (K.K.K.) y se toparán con otra efeméride: Tal día como hoy, del año 1865 se fundó el Ku Klux Klan.

Catorce años exactos más tarde, Cuba prohibe la esclavitud.

Napoleón, que tras Austerlitz suprimió el Imperio y redujo al Francisco José II a la categoría de rey de Austria, pensaba lo mismo al respecto. Eran enemigos en la medida en que pueden serlo los poderosos.

Y para acabar esta mañana espesa y dulce, gracias a la ratafía y al Málaga Virgen, recordarles dos cosas:

Que tal día como hoy, del año 1814, Estados Unidos e Inglaterra firmaron la “paz perpetua”. Kant hacía 8 años que criaba malvas.

Y que Guadalajara también tiene algo que decir: En 1715, Felipe V, “el guarro” (de quien nuestro rey se ha manifestado continuador), fácilmente “excitable”, como todos los borbones, contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio, picada de viruela. Al abdicatario Felipe V eso le daba igual. Se casaron en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Aún no había dicho el cura el “Ite misa est” y ya estaba Felipe haciendo el trabajo debajo de la falda. El matrimonio se consumó en el reclinatorio, digo yo. Era tal día como hoy, del año 1715.



SEGUNDA ENTREGA

1

¿Qué te decía, Hegel?... ¡Qué hermosura de desierto!... ¡Qué belleza de Nada! Aquí podrás correr lo que te dé la gana y cazar conejos, si acaso alguno se pone a tiro.
¿”Conejos”? ¿Qué son “conejos”? ¿Vuelan? ¿Son aves canoras? ¿Son…?
Ya lo verás. Sé fiel a tu instinto.





Y así, como Tartarín por Tarascón, nos dirigimos al Casino del Balneario a tomar nuestro refrigerio matutino: Tostaditas con aceite del terruño para mí y unas lonchas de chóper para el perro. Cierro con un fifti-fifti. Una mesita debajo de las palmeras. El sol de frente y un sonido fragante de agua eterna y curativa.

¿Ves aquella sierra color cárdeno?
¡La veo!
Pues a su sombra nació un grandísimo poeta de nombre Miguel y de apellido Hernández. Este poeta tenía un amigo, de apellido Martínez y de nombre José Ramón, conocido, a saber por qué, como Ramón Sijé
¿Y eso?
¡A saber! Te diré más: “Andaba entre los romeros con prisa de pájaro, hablaba con atropello y su voz iluminaba más que los limones del limonero, a cuya sombra y azahar” los dos amigos platicaban.

Comparto su opinión (de Vds.) de que utilizar a un perro como interlocutor es un recurso miserable e indigno de alguien que pretenda algo en el campo de la literatura. Pero… ¡qué quieren! ¡Hegel y yo somos así!

El tal Ramón, hijo de comerciantes de telas, tenía una pasión (¡pero qué pasión!): fundar revistas literarias: “Voluntad”, “El gallo Crisis”, “Silbos”… y una exigencia: atender los sablazos que le pegaba el poeta-pastor, pobre de nacimiento. La amistad, pese a que ha vencido al tiempo, tuvo sus más y sus menos. Pero no es el momento de murmuraciones. Bueno, pues tal día como hoy, del año 1935, murió. Miguel lo esperaba en Madrid. Nunca llegó. La septicemia se lo comió (valga el rodolí). Berg, también, como veremos, fue engullido por una septicemia de caballo (¡más bien de abeja!).
Su muerte hubiera sido un hecho cotidiano y hubiera producido un efecto bastante limitado, en realidad no hubiera cruzado el río, de no haber sido por:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(…)

No, nada… que se me ha metido algo en el ojo y...

Enchufen el esputofaif y oigan la versión de Morente*.

Fue editada en el número de diciembre de la Revista de Occidente y llamó la atención del mismísimo Juan Ramón, poeta y pedorro. Fue incluida en el Rayo que no cesa, entonces en prensa. Y así, apareció para el gran público (¡eufemismo!), como nº 29 de una colección de 30, posición ocupada por el Soneto Final: “Por desplumar arcángeles glaciales…” que puede ser interpretado como un complemento meticuloso de la elegía.



Miguel leyó, el 14 de abril de 1936, la Elegia, subido en una escalera de madera, de esas de proletario, bajo la plaquita que indicaba el nombre de la plaza monumental: Ramón Sijé. Después fue llamada del Marqués de Rafal y, ahora, creo, ha vuelto al de Ramón Sijé. Sea como fuere, el suelo se hunde y si el consistorio no pone remedio Orihuela perderá patrimonio histórico-monumental, pero ganará atractivos para las asociaciones de espeleólogos.

2.

Arturo Barea tenía 38 años y vivía en Madrid. Se encontraba, pese a la “casita” que había alquilado en Novés, en una tesitura sentimental complicada, casi tanto como la situación política, que seguía con avidez y elegancia, desde su oficina de patentes. Verán Vds., mientras Ramón Sijé tenía “el pie en el estribo”, en Madrid estallaba la coalición de la CEDA-partido radical de Lerroux y se daría paso a las elecciones de febrero del 36 y al Frente popular. Dos fueron los escándalos que propiciaron el despeñamiento del gobierno (presidido por Chapaprieta, manos-tijeras): el escándalo del “estraperlo” y el de Nombela. Curioso es el primero; el segundo es absolutamente normal y no tiene nada de extraordinario… ¡uno más!...sin hablar de la presión popular…


¿Saben Vds. el origen de la palabra ESTRAPERLO?




En aquello años el juego estaba prohibido, diez años antes Primo de Rivera lo había declarado ilegal… pero jugar, se jugaba… ¡normal! No sólo a la lotería con bombos caseros, cartones de papel y a la luz de carburos, no, se jugaba en Casinos bajo pretextos mil y bajo arañas más grandes que las de Louise Bourgeois*. Como en la Ley seca. Se jugaba y se perdían (o se ganaban) mulas y casas, también en el de Novés.

El verano del 34, en pleno bienio negro, unos holandeses errantes (Ava Gadner* cumplía, tal día como hoy de ese año, 12 nabokovianos años): Strauss, Perle y Lowan, fijaron sus ojos de lince en España, pasto fresco para alimañas de toda índole. Su plan era perfecto y el gobierno, si recibía su parte, no iba a poner objeciones. Habían inventado una máquina, probada con éxito en Holanda (hasta que todo el utillaje fue defenestrado), que controlaba la ruleta…etc…etc. Llegaron a un acuerdo con gente del gobierno (partido radical) y decidieron probarlo en el Kursal, recién construido, de San Sebastián. La cosa era sencilla: 20% para Lerroux; Joan Pich i Pon (con ese nombre, YO me hubiera suicidado, o habría emigrado a la china nacionalista), no sé si Gobernador General de Catalunya (o algo por el estilo), se llevaría un 10%; un sobrino de Lerroux y otros dos sinvergüenzas un miserable 5% cada uno. Total: 45% en mordidas y el 55% en ganancias para los ideólogos. Por si fuera poco, y para garantizarse el negocio, el tal Pich i Pon, prometió un soborno de 100.000 pesetas para el ministro de Gobernación (Salazar Alonso). Tampoco faltaron los relojes de oro y demás chucherías. Ni faltaron los actos promocionales, entre los cuales, como ya les he contado en otro sitio, una histórica velada de boxeo.

Se descubrió el engaño y la policía actuó. Sin embargo, miren Vds., el negocio se trasladó a Formentor y siguió funcionando.

Strauss, denunció ante Alcalá Zamora (octubre de 1935) todo el chanchullo. Se ve que las cosas no iban según sus deseos. El Presidente, Lerroux, dimitió y fue entonces cuando le sucedió el “Culoprieto” manos-tijeras, pues SIEMPRE, en todo espacio y tiempo, la solución ha consistido en recortar el gasto social y las pensiones.

Creo que te has despistado un poco. Estábamos en lo de “Estraperlo”
Perdona, Hegel. Es que se me va el santo al cielo.
Ahora me sales con esas…

Bien, los holandeses se apellidaban: STRAuss, PERle y LOwann: STRAPERLO. Y como los peninsulares no podemos pronunciar la S inicial, pues: “ESTRAPERLO”. Después vendría la extensión semántica y demás. LOwmann, que había aportado menos al negocio, también aportó menos al acrónimo. Todo lo anterior venía a cuento de Barea, que murió tal día como hoy, del año 1957.



3

En 1935, mientras ocurría lo que ocurría en la piel de toro, allá por las Californias, entre hambrunas sin cuento, un joven, hijo del abrupto Nicola (Nick) Fante, y abrupto él mismo, procedente de los Abruzzos italianos, intentaba ganarse la vida como escritor. Mientras, trabajó en los muelles cargando y descargando y “como ayudante de engrasador en el ferry crucero entre San Pedro e Isla Catalina, el SS Catalina”. Procedía de Colorado y acabaría estableciéndose en los alrededores de la meca del cine. Fue el abuelo quien se había establecido en Colorado, allá por la época en la que Kit Carson*. Fue nombrado Encargado de Asuntos Indios del Territorio de Colorado por méritos propios. Sus méritos fueron publicitados en medio mundo por medio de cortometrajes
descoyuntados que complementaban el programa-doble-con-nodo y convertían la soirée en interminable.

La mujer se alejó. Al volver, Bandini se estaba poniendo la gasa y el esparadrapo (así se las gastaba María Bandini). Cuatro tiras largas en ambas mejillas que iban de la barbilla a los ojos. Al verla, se sobresaltó. Se había vestido para salir: abrigo de piel, bufanda azul, sombrero y chanclos. La serena elegancia de su encanto, la adinerada sencillez del pequeño sombrero ladeado con garbo, la vistosa bufanda de lana que brotaba del exuberante cuello del abrigo, los chanclos grises de bonitas hebillas y los largos guantes grises de conducir, daban una imagen cabal de lo que era: una mujer rica que afirmaba su diferencia de un modo sutil. Bandini estaba impresionado.
La puerta del final del pasillo corresponde a un cuarto de invitados--dijo ella–. Puede quedarse. Volveré a eso de medianoche.
¿Va a algún sitio?
Es Nochebuena
Lo dijo como si, de haber sido otra fecha, se hubiera quedado en casa.”
(Fante: "Espera la primavera, Bandini")



Así, como he dicho, se las gastaba María Bandini. La aventura de su marido con la viuda Hildegarde no le iba a salir de gratis. Svevo aún conservaba, mezclada con la sangre, la sabiduría edilicia de los canteros de los Abruzzos y había sido requerido por la viuda. Ese requerimiento se amplió e incluyó, también, la limpieza de la chimenea íntima de la señora. No digo más: es capaz de sacar gotas de poesía de las piedras.

En 1935, Fante ya había escrito Espera a la primavera, Bandini, primera de la tetralogía sobre su alter ego, que han convertido al autor en un escritor de culto (gracias sean dadas a Bukowsky), en el padre del “realismo sucio” americano, cosa que, para mí, es muy poco atributo.
Mientras se la publicaban (o no) gastaba su dinero en juegos de cartas “en los bungalows Garden of Allah, al lado de la boca del Laurel Canyon (…)” O en la trastienda de la librería de Stanlay Rose, junto al Musso and Frank Grill. No busquen los bungalows, en su lugar hace tiempo que construyeron un McDonald. Stanley Rose odiaba los libros, pero había encontrado una manera de reunir a la peña. No busquen tampoco la librería, encontrarán un negocio de Tatoo y una cantina de comida rápida… ¿Qué si no? ¿De dónde iban a sacar los yankees la obesidad y su afición intempestiva a las armas?


Frente al famoso bar-restaurante, una iglesia siniestra: “Pare de sufrir” Iglesia Universal del reino de dios (¿). Ya no se conforman con ser una iglesia mundial, terrícola. No. Pretenden ser los misioneros de las galaxias: Te confiesa (¿o ya no se confiesan?) un C-3PO. Desde bien temprano salen sombras lívidas, tras pisar la estrella de Boris karloff, a anunciar la venida definitiva del hijo de dios (¿). Anuncian el apocalipsis y nos conminan a la renuncia y al arrepentimiento. Vuelven desangeladas y vacías, y se piden un bistec sanguinoliento en el restaurante de enfrente. John Fante se divertía.

-- Pero, Kino...¡estás más pasado que la "ruta del vino".
-- ¿Y eso?
-- Aquel recinto de psicópatas cerró. La misma clientela, sin tener que trasladarse, se atiborra a "creps".


El Musso & Frank Grill existe todavía. Por fuera parece un matadero de pollos. Por dentro sigue casi intacto. Se anuncia como el restaurante más antiguo del Boulevard Hollywood. Allí, se reunía la flor y nata, un poco agriada, de los guionistas de Hollywood: Hammet, Chandler, Faulkner e incluso el solitario y delicado Scott Fitzgerald…Fante y sus colegas.
Y después se trasladaban a la trastienda de la librería, a seguirla.
Decirles que se encuentra dentro del siniestro paréntesis que abre el Museo de la Muerte y cierra el Museo de Cera. Por lo demás, todo resulta siniestro en este paseo de la fama (póstuma).

4.

Berg, había interrumpido Lulú para dedicarse en cuerpo y alma a su Concierto para violín en memoria del ángel Manon Gropius. Lo acabó en agosto del 35, justo cuando Barea buscaba un refugio en Novés y Fante estaba con Espera la primavera... Después continuó con Lulú, que no pudo acabar. Estuvo toda su vida prevenido contra el número 23. Así que cuando pasó el 23 de diciembre, respiró hondo…y falleció justo entrado el 24: Se lo llevó p’alante una septicemia de abeja, como he dicho antes. La mascarilla mortuoria la sacó la ubicua ex-Alma, coleccionista de lares, manes y penates.




Ya saben Vds. (Ver 19 de abril) que el estreno mundial del Concierto para violín tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. Era Abril del 36, cinco días después de que Miguel recitara, en equilibrio inestable, la Elegía. Y siete días antes de que Azaña ganara las elecciones de compromisarios para presidente de la República.

¿NO quieren escuchar el “concierto”? Pues, nada, Uds. se lo pierden. Hegel y yo lo oímos con recogimiento monacal. Y después, ato al perro en la pata de una gigantesca mesa de mármol y voy a darme un baño termal en la piscina descubierta.

5.

La nochebuena de 1918, la burguesía alemana recibió el regalo más inesperado (y más apreciado) que podía recibir… ¡y además de sus enemigos naturales!

Aquella Navidad, dios (?) no encontró siete justos que salvara a Sodoma. O, si quieren Vds. los siete justos no encontraron un dios (?) a su altura… Y las lenguas de fuego cayeron, vacías de espíritu, sobre las cabezas de los trabajadores alemanes.

Los marineros de Kiel (los dos mil de Wels) habían llegado en noviembre. Se instalaron en el Berliner Schloss y en las caballerías de enfrente. Y desde allí mantenían viva la llama revolucionaria. Rosa y Karl habían sido liberados, pero seguían desorientados. Ebert y los suyos, entre los cuales el resto del ejército imperial, esperaban el momento oportuno... pero el momento no llegaba.

Se había anunciado, para el 16, la primera reunión de los Consejos del Reich. Ebert-Groener estaban decididos a impedirlo. Pero: Las divisiones que entraron el 10 y el 12 se desvanecieron euridicianamente y no se pudo contar con ellas y el “golpe” (o lo que fuera) del día 6, fracasó.

El fracaso del “golpe”, sintetizó toda la problemática: “restaurar el orden en Berlín”.

Desde ese momento, la Volksmarinedivision, falsamente calificada de “espartaquista”, estuvo en el punto de mira. Wels se convirtió, de la noche a la mañana en su bestia negra: les negó el sueldo, la residencia y pretendió reducirla al mínimo.

Y, así, algo que parecía un asunto doméstico, se convirtió en Historia Universal. El Batallón era, en sí mismo, el símbolo (¿y la defensa?) de la revolución: Suprimirlo era atacar frontalmente el bastión revolucionario.

Los marineros se veían sin turrón y con el agravante de aguantar la ira irracional de la suegra. Acuciados por esa perspectiva acudieron a la Comandancia y, al no conseguir nada, se dirigieron a la misma Cancillería, bloquearon las salidas, cortaron la línea telefónica y se dispusieron a jugar fuerte. El gobierno de los Comisarios del Pueblo estaba secuestrado. Wels había sido conducido a las Caballerías. No había resistencia ninguna. El futuro de la Revolución estaba en sus manos. Y también el dinero.



Ebert, por línea telefónica directa, se puso en contacto con el Mando Militar establecido en Kassel y pidió ayuda urgente. Las pocas unidades que quedaban en Potsdam y Babelsberg se pusieron en marcha hacia Berlín. Ebert se reunió con los Independientes (que aún eran gobierno) les informó de las circunstancias, pero se calló lo del movimiento de tropas. Los marineros se retiraron para ir preparando la nochebuena.

No se sabe cómo pero los marineros se enteraron de la marcha de las tropas y nuevamente se pusieron en marcha hacia la Cancillería. En el Zoológico se encontraron frente a frente: la reacción y la revolución; aquella con instrucciones claras, ésta a su aire. Dorrenbach volvió a encontrarse con Ebert (aún Comisario del Pueblo) y le aseguró que si las tropas “imperiales” no se retiraban, abrirían fuego. Ebert había cenado bien, había tomado unas copitas del licor del ciervo y deseaba con fiereza echarse una pequeña siesta de orinal y pijama y pidió a los futuros contendientes que se abstuvieran de armar alboroto. Así se hizo. Las tropas se retiraron: las unas hacia el oeste, hacia el Tiergarten y las otras hacia el este, hacia la zona de las caballerizas.

El infame talabartero, dio orden a las tropas instaladas en el Tiergarten de que atacaran el Schloss y las Caballerizas en cuanto el 23 se convirtiera en 24 de diciembre. Ebert había pasado miedo, mucho... y juró por dios (?) que nunca más pasaría miedo.

Al rojo amanecer los cañones atronaban en la Schlossplatz

La batalla se prolongó hasta la hora del ángelus. Cuando se disipó el humo y los muertos se hicieron visibles, se hizo evidente la victoria de los marineros, apoyados por la población civill.



Mientras tanto, en Viena: "En la noche de Navidad de 1918 volví a casa. Eran las once en el reloj de la estación del este. Yo iba por la Mariahilferstrasse, y una lluvia granosa, como nieve frustrada o pariente pobre del granizo, caía del cielo hostil como dardos oblicuos. Mi gorra estaba desnuda, le habían arrancado la escarapela; también mi cuello estaba desnudo, le habían arrancado las estrellas. Y yo mismo estaba desnudo (...) Los abrigos de los vigilantes nocturnos en los edificios oficiales flotaban al viento y se inflaban (...), las bayonetas no pareecían auténticas y los fusiles colgaban medio torcidos de sus espaldas. Era como si quisiesen dejar dormir a los fusiles, cansados como nosotros de tanto disparar durante cuatro años (...) Era el fin. Pensaba en el antiguo sueño de mi padre de una monarquía triple, y en su seguridad de que este sueño llegaría a realizarse".

Trotta encontraría la Cripta de los Capuchinos definitivamente cerrada.

En Kassel cundió la más negra desesperanza y se aconsejó que cada cual cuidara de su propio pellejo: ¡Todo estaba perdido! ¿Dónde las 10 divisiones que habían entrado en Berlín catorce días antes? ¿Dónde las glorias de antaño? ¿Dónde las chulerías de Lequis y Groener?... Pero como dios (?) escribe como le da la gana en lo que considera que son renglones y ahoga cuando aprieta, inspiró nuevamente a Von Scheleicher (que ya había aconsejado el envío de las tropas desde Potsdam): la salvación vendrá de los voluntarios (Freikorps), bandadas de sádicos de orejas de soplillo. Les quitaron el chándal y los vistieron de forma aterradora, pintaron una calavera en sus cascos, aumentaron su inmenso caudal de perversión con tres o cuatro llaves de judo para darle a la masacre visos de fraternidad olímpica y los armaron con un billete,¡nuevo!, de cien marcos para soplarse las rayas de cocaina... ¡En 20 días Berlín estaría limpio y en orden

Ebert y el SPD en pleno se sintió arrebatado por esa magnífica idea. Pasó la tarde departiendo (por teléfono) con Groener y al caer la noche se fue con los suyos a comerse el mazapán y a “fer cagar el tió”.

Los marineros habían conseguido (¡ingenuos!) lo que querían: el sueldo, mantener la brigada intacta y permanecer en las Caballerías y en el Schloss. Celebraron la nochebuena “Fum, fum, fum”, “Noche de paz, noche de amor”. Liebknecht, el hombre más valeroso que ha dado Alemania, y uno de los más inconscientes, pasó la nochebuena escribiendo un artículo definitivo (¡este sí!) para Die Rote Fahne. Aparecería al día siguiente, día 25, con el previsible título: La Navidades sangrientas de Ebert. También los dirigentes revolucionarios cantaron Noche de paz y convocaron una “gran manifestación” para el viernes 26. Al mismo tiempo los Independientes abandonaban el gobierno, poco a poco, como los airados músicos de Haydn, dejando las manos libres a los mayoritarios. La cosa se consumó el 29. El mismo día fueron sustituidos por gente del SPD (entre los cuales el deseado Noske). Al mismo tiempo los “espartaquistas” abandonaban el seno de los Independientes y fundaban el KPD. Ebert aprovechó para proclamar la definitiva unidad del Pueblo Alemán. Ya no se hablaba de Revolución, ni de Consejo de los Comisarios del Pueblo. La proclama fue rubricada por El Gobierno del Reich. Tras la victoria vendría la masacre.

¿Ves, Hegel? La cosa empezó con elegía y acaba con elegía. Podemos, si quieres, acabado el “Concierto a la memoria de un ángel”, oír cualquiera de los múltiples “Réquiems alemanes”.
Prefiero, si es posible…¡cenar! Todo el día aquí, bajo las palmeras, durmiendo y bostezando mientras TÚ te diviertes con tus recreaciones.

Bueno y aquí estamos, cenando y cumpliendo años, rodeado de una hermosa familia que te permite (Hegel, ¡te permite!) meter TU morro entre los platos.


TERCERA ENTREGA


Cuando nací, mi madre no estaba en casa; así que nací solo. Fui a la vecina y le dije: Señora ¡que he nacido!. Al poco llegó mi madre y se llevó una gran sorpresa.

¡Qué grande, Gila!

Mi madre era algo tremendo, tanto como la Maman de la Bourgeois *.




El eco del segundo disparo se apagó justo cuando se desvanecía la última campanada que anunciaba la Navidad de 1771. En plena Nochebuena. Y en ese momento, 180 años después, irrumpió en el mundo quien esto escribe. Fue la única vez que la familia dejó de cenar sopa de menudillos. De hecho mi primer recuerdo es esa ausencia. Cuando, después de 60 años, dejamos de comerla, la familia YA no existía. Mi entrada en el mundo está unida, pues, a esa escena ridícula, a ese “¡Adiós! ¡Adiós!...”


De ahí que mi vida en su primera parte fuera una acumulación de despedidas.

Werther exhaló su último suspiro (por cierto en la boca del mayor de los hijos de su viejo y querido mayordomo) mediado el día de Navidad, librándose de una vejez desdichada y comatosa, por evidente pérdida de masa cerebral.

También Charlie Chaplin eligió este hermoso día para morir. Y Tzara, ese tzaratustra histriónico cuyo mérito real fue propagar el uso (y abuso) de la antipirina o, como a mí me gusta llamarla, Fenildimetilpirazolona.

Y Maurice Utrillo para nacer, de cualquier manera. El alcohol, sin embargo, lo conservó puro. Miembro de la “Trinidad maldita”, acabó sus días plácida y ricamente. Algo he dicho en otra parte. Y Newton.

No es este el único presagio:

Por fin se elevó el ancla, se largaron las velas y nos deslizamos adelante. Era un día de Navidad, corto y frío, y cuando el breve día nórdico se fundió en noche, nos encontramos casi en alta mar en el invernal océano, cuya congeladora salpicadura nos envolvía en hielo como en una armadura pulida.”

¡¡¡¡¡¡¡Homérico!!!!!!!


Mientras el Pequod zarpaba desde la isla de Nantucket con Ismael y el “salvaje” Quiqeg entre su tripulación, yo descabezaba mi primer sueño (y digo descabezar porque ya lo hacía con dificultades). Y así como el Pequod abandonó aquel medio día la segura isla para internarse en el complicado cerebro de Akab, así yo me deslizaba hacia el mar abierto, lleno de monstruos, de la vida.

Me concibieron, el primer día de la primavera del 51, en una hermosa cala, cerca de la ciudad de Cartagena, donde mi padre, al comienzo de su triunfal carrera en la benemérita, vigilaba la costa con la misma eficacia con la que después mantendría a raya el desierto de Fortuna. Sólo le faltó conducir un caza, para que aquello de “por tierra, mar y aire” fuera aplicable a mi progenitor.

II

«Fui despertada por el sonido de una música nueva, maravillosa y desconocida tocada por un conjunto de cámara. Al finalizar, Richard apareció con mis cinco hijos y me entregó la partitura llamada “Regalo sinfónico de cumpleaños”». (“Diario” de Cósima. Mañana del 25 de diciembre de 1870).

¿Puede alguien sacarme de dudas: la hortera esta nació el 24 o el 25 de diciembre? Aquella Navidad cumplía 33 años.




Se trataba del estreno mundial del “Idilio de Tribschen con el canto de los pájaros de Fidi y el amanecer del sol anaranjado, como cumplido sinfónico de cumpleaños. Presentado a Cósima por su Richard”, después llamado, juiciosamente: “Idilio de Siegfried”, una de las pocas obras sinfónicas de Wagner, incorporada después, casi en su totalidad, a la ópera Siegfried. Una estructura inspirada pero en la que se hacen demasiado evidentes los puntos de sutura de los diferentes fragmentos que lo componen. Una obra en la que los guiños y confidencias familiares son tantas que pensaron reservarla para uso interno. Sólo las “necesidades” financieras hicieron que Richard la vendiera.

Aquella mañana de domingo, Nietzsche se encontraba en la magnífica casa de los Wagner a la orilla del Lago de los Cuatro Cantones y fue testigo del acontecimiento. Aún llevaba la caca de la guerra franco-prusiana pegada en el culo. Su “experiencia de guerra” fue más bien limitada y poco heroica. Les regaló: a ella, un adelanto de lo que sería El origen de la tragedia y a él, una lámina de Durero: El Caballero, la Muerte y el Diablo. Regalos, vistos desde la distancia, sumamente adecuados.

Este día tan señalado ha sido elegido por muchos para nacer o morir. O para dar significado a ciertos acontecimientos. Es un verdadero cluster. Es necesario un cedazo bien calibrado para seleccionar lo pertinente. La misma Lolita (“Lo”) lo eligió para dar a luz. Su ¿hija? tendría ahora mi edad y viviría en una “verdirrosa” ciudad de Nueva Inglaterra “engordando y engordando hasta morir”. Por suerte H.H. no vivió para verlo.





III

Hace un mediodía espléndido. Hegel y yo comemos unas migas tortilleras (bueno, él lo que cae) en Mahoya. Estas migas si no las acompañas con un tintorro de la tierra, al mero contacto con los líquidos bucales, se convierten en mortero. Para despegarlas tendrías que pedir la radial al vecino.




¿Qué qué hacemos aquí, al borde de la nada y no estamos celebrando este señalado día con la familia? ¿Qué quieren que les diga? En mi familia hace años que hemos llegado a un acuerdo cordial y beneficioso: nadie pide explicaciones a nadie. Nadie se ve obligado a nada… ¡No me dirán que no es una gran ventaja una familia así! ¿Cuántos de Vds. no darían una fortuna por estar tan ricamente en Fortuna, comiéndose unas migas, sin necesidad de aguantar al cuñado o a los niños, sabiendo, además, que esta noche serás bienvenido y que eso forma parte de tu intocable forma de ser? ¿Qué no darían muchos de Vds. por una familia como la mía, en la que todo fluye sin obstáculos, sin compromisos y que, además, le garantiza a uno unas comidas de Navidad como, seguro, no las han visto en su vida…y no digamos ya catarlas? Y eso...sin hablar del belén*. Vale, es una costumbre entrañable e inveterada… pero, ¡oigan! tanto pastorcillo y ratataplán plan… Además ¿han pensado Uds. cómo podían estar los pastorcillos cuidando sus rebaños al aire libre y en pleno invierno? Esto de la Navidad es una ocurrencia*… pero claro, nuestro redentor tuvo que haber nacido algún día; si, por ejemplo, hubiera sido el 13 de junio, tal día concentraría el black friday y toda la parafernalia y tendríamos las mismas. Así que vamos a dejar el tema. Añadir que el anglicanismo no estaba por la labor y que Cuento de Navidad de Dikens, ayudó a que tal fecha, y los sentimientos que le son anejos, enraizara en las islas.

IV

Otra gran ocurrencia, esta vez de Shane Mac Gowan (nacido tal día como hoy, del año 1957): acelerar la música folklórica irlandesa sobre una ruidosa base punk-ska y litros de alcohol. Un Bukovsky desdentado y deslenguado que dio personalidad (esquizofrénica) a uno de los grupos que más han llegado a mi corazón (sobre todo si te ponías al lado de los bafles): The Pogues (elegante simplificación de “Bésame el culo”). Con Joe Stummer ya fue otra cosa.


Le pongo los auriculares a Hegel y le enchufo Sketches of Sapin y Fiesta, levanta las orejas, arruga el ceño, husmea el aire y sobre dos patas comienza una danza frenética. Los bajos de la mesa le parece escenario escaso y se lanza al centro de la plaza.

Pero, Hegel… ¿lo tuyo no era el “lieder”?
¡Ya ves!

Acabado el espectáculo se acerca a exigir la recompensa. De todos los rincones de la plaza le llueven trozos de cerdo que se zampa sin dejar de mover el rabo. El camarero nos trae, de parte de un siniestro grupo de autóctonos que se inflan a michirones, una botella de Jameson… ¡y que no sobre ni una gota!

¿No tienes esa de Sex Machine *?

Lo cojo por una oreja y lo meto debajo de la mesa. Me dice no se qué de Van Gogh. Este perro tiene una memoria excepcional. Pues sí, Van Gogh, tal día como hoy, del año 1888, estaba siendo trasladado al Hospital de Arlés.

V

El 25 de diciembre de 1920 el cuerpo de Monk Eastman amaneció en una de las calles centrales de Nueva York. Había recibido cinco balazos. Desconocedor feliz de la muerte, un gato de lo más ordinario lo rondaba con cierta perplejidad.” Su tarifa por cortar una oreja ascendía a 15 dólares, por una puñalada exigía 25 y 100 dólares “por el negocio entero”. Alguna vez afirmó que: “Muchos bailecitos del Bowery eran más bravos que la guerra europea”. Es lo que yo digo. Lean a Borges.




La botella de “Jamenson” refleja los últimos rayos de sol. Sobre la mesa un arco iris... y, después, el rayo verde. En un rincón de la plaza el grupo siniestro controla la marcha de la cosa. De aquí nos sacarán con los pies p’alante. O igual me quieren robar el perro. Levanto el vaso en su dirección y lo elevo un poco en señal de gratitud y de vasallaje. Ellos asienten a cabezadas.

¿Conocen Vds. a Vic Chesnutt? ¿No?... ¡Pues a qué esperan! Su música doliente, ácida, sobresaliendo de oleadas de sonido espeso y sucio o, por el contrario, paseándose por entre pellizcos dolorosos, es de la que no se olvida. Su manera mínima de tocar la guitarra (mano izquierda reducida a tres dedos útiles y mano derecha inutilizada, como un Django parapléjico), su voz doliente y sus letras lúcidamente estremecedoras. Escuchen Cobarde y díganme cuanta valentía hace falta para afrontar la cosa. Él, simpático y amoroso, reducido desde su juventud a una supervivencia grotesca, siembra dignidad en las, a veces, estériles tierras de los oyentes. Acumuló facturas con un Seguro Privado que finalmente no pudo pagar. Debía 60.000 dólares y no podía pagarse ninguna intervención más.

La Compañía lo entendió y lo dejó morir.




Él prefirió quitarse la vida (tal día como hoy, del año 2009). Otro ejemplo del ejemplar sistema sanitario estadounidense. Para no salirme del tema: También el padre de Billie Holliday murió como un perro a las puertas de un hospital… ¡por negro y por pobre!
El Ángeles Times afirmó: “Si alguna vez usted necesitó un claro ejemplo de la crueldad institucionalizada del sistema de salud americano pregunte a Vic Chesnutt”. Él ya no hubiera podido responder.
Y el propio Chesnutt afirmaba: Podría morir mañana por otras operaciones que necesito que no me puedo permitir.
Busquen en You Tube: Empires of tin película (?) de Jem Cohen (apunten este nombre en la lista de sus favoritos), cójanse una botella de Master Jaeger (?)…vamos, el del ciervo, y suelten amarras: Roth, K.K. y Bush padre, unidos en una crónica de la decadencia. Chesnutt y los suyos convierten la filmación en penosamente inolvidable.

VI

El grupo de la esquina sigue intrigando. Creo que nos quieren romper las piernas, Hegel. ¿Tu baile?… ¡Atento, Hegel, se acerca uno!

Buenas tardes
Buenas…

Hegel se eriza y yo cojo la botella de Jamenson por el cuello dispuesto a lo que sea. ¡Lástima que aún quede un culito!

No es Vd. el hijo de su padre…etc…etc y el hermano de …etc…etc
Pues… ¡sí! ¡Pa lo que haga falta!

Resulta que son antiguos condiscípulos de la escuela de los “cagones”. Intercambiamos recuerdos. Los suyos son más abundantes y coloristas. Todos juntos nos pimplamos otra botella de Jamenson. El sol se pone. El arcoíris desaparece. La plaza gira. Creo que nos vendría bien un paseo. Nos despedimos entre promesas y buenos deseos.

¡Felices Pascuas!
¡Felices! Y que nos volvamos a ver con salud.

Dejamos el coche en la plaza y nos vamos al Balneario andando. Hegel trota como un potro. Mientras llegamos hay tiempo suficiente para rememorar el último paseo de Robert Walser. ¿Tampoco conocen a Walser? ¡Vaya, vaya!

Hay un paseo más triste (15 de enero), pero el último
de Walser se las trae.





La piscina termal sigue abierta
Media luna. Las palmeras se mecen
¿Me baño o no me baño?

¡Ahógate con tus haikus!



CUARTA ENTREGA


Mi padre, que tal día como hoy, del año 38, pasaba nostálgico la navidad en cualquier posición del “frente de Gandesa”, me hablaba de paseos siniestros y azaharosos. Todos acababan con ruidos secos y con un sonido como de saco de patatas al ser descargado de un camión. Así que siempre he tenido algo contra los paseos. No soy paseante. A veces “flaneo”, pero eso es más bien incursión aventurera, azarosa. Yo voy (y vengo), aunque, a veces, en el camino, me entretenga.

El paseo tiene algo de vintage, como las postales.

En realidad casi nadie pasea: obedecen órdenes médicas o exigencias estético-sociales. Nadie envía postales.

Así que me utilizas como terapia, ¿eh?
Como conciencia lógica, diría.
¡¡Es lo mismo!!
Cualquier día te cambio por un R.U.R.*
Más temprano que tarde, tomaría conciencia de la explotación... ¡y me las pagarías!
¡¡Salamandra *!!
Sólo te falta decirme "¡carroña!", como al perro Salamano.
¡Sweets dreams!*



El día es magnífico… sino fuera por estas pequeñas discusiones. Hemos ocupado el sitio que ocupamos ayer, bajo las palmeras y Hegel, cabizbajo, se prepara para una tarde de perros.

 Vale que esto no es Marienbad, ni yo soy Goethe. Esto es Fortuna, la veleidosa.

Como no me gusta mezclar, pido una copita de Jameson. El camarero (camarera) le pone a Hegel un recipiente con agua. Gracias. Cojo el vaso con la elegancia natural de Bogart (*) y no con la chula displicencia de Dean Martin (*) que, por cierto, ha dejado dicho que lo que bebía no era güisqui sino té frío. Así que el mapa de Cariñena que pacientemente se fue dibujando en sus mejillas era pura coquetería.

Dejando aparte el Dry (estilo Buñuel), no soy amante de los cócteles. Si lo fuera, hubiera pedido un Chicote (*): coctelera, tres cubitos de hielo, cucharada de Grand Marnier, media copa de vermut rojo y media de ginebra seca. Se sirve en vaso de cóctel con un trocito de espiral de piel de naranja.

Chicote logró la mayor colección de botellas (llenas) del universo-mundo que el mismo Onassis quiso comprarle por una millonada. Cuando murió, fue a parar a las garras del caradura de Ruiz Mateos. Al final se encontró en una nave de Las Rozas... Sic transit gloria mundi.

Dio más vueltas que el corazón de Maciá*. El pobre Tarradellas tuvo que soportar su hedor durante decenios y al final resultó ser el de un pobre desgraciado al que habían partío el corazón. Abierta la tumba para recolocarlo, resultó que nunca le habían robado el órgano vital. Cosas de la masonería que, en eso, se parecía a Goethe* a quien, por cierto, una jovencita le rompió su viejo corazón en Marienbad, igual que otra jovencita (Ch. Volpius) se lo había curado decenios antes. Pese a su natural remirado y amante del orden (por encima de la justicia como era), tuvo un hijo natural con la Volpìus: Julius August Walther von Goethe, que vivió lo suficiente para ver a su padre haciendo el ridículo en el balneario pero no para sacarle la mascarilla mortuoria… que de haber estado Alma Mahler…El tal Julius nació un día como hoy, de ¡1789! (mientras su padre, aparte de seguir los avatares de la Revolución Francesa, escribía La Selva Negra y daba pasos hacia un neoclasicismo italianizante). Y murió en ¡1830!, el año de las tres revoluciones: La Sinfonía Fantástica, Hernani y la que pintó Delacroix…¡para horror del padre!

No contento con lo que había conseguido en la corte de Weimar y en el campo de las letras, se lanzó a rebatir, sin éxito, la teoría de los colores de Newton*.

Por su (de Chicote) local de la Gran Vía pasaron tutti quanti podían pagarse el gusto. Incluido, naturalmente, Dean Martin y Sinatra en los tiempos que disputaba la novia con un torero catalán. No es banal el detalle de que fuera Chicote (¡desde los tiempos de Besteiro hasta la Transición!) el encargado de la(s) barra(s) del Congreso de los Diputados.

Y hablando de barras, de paseos y tal, no estaría bien que concluyera este día sin hacer mención de los Blondin, padre, hijo e imitadores (o suplantadores, sin más). Ya el padre del padre de Marcel Blondin se había hecho un nombre entre las tropas napoleónicas. Su fuerte era la contorsión. Es realmente raro que Stendhal no lo cite. Fue su hijo, sin embargo, el que, añadiendo intrepidez al asunto, catapultó la saga hacia la gloria perecedera: Jean François Gravelet-Blondin (¡el gran Blondin!) “el héroe del Niágara, el rey de la maroma”. Clavaba una estaca en los territorios llamados a ser Canadá y otra en el que era el país más poblado de la Unión, tendía una maroma y se paseaba por ella como Perico por su casa… pero, en fin, ya he comentado algo en otro lugar. Baste, pues con lo dicho sobre el padre. Sobre el hijo diré algo: Siguió sus peligrosos pasos. Y su ruidosa y espumeante fama le acompañaba.





Así que tal día como hoy, del año 1884, se presentó en Barcelona para realizar la proeza de cruzar el mítico, bullanguero y peligroso (más que el río Niágara) Torín de la Barceloneta. Su padre lo había intentado (y conseguido). Sólo un borrón: había “llevant” y no pudo cruzar, como quería, a ningún pasajero. Pero hizo lo que le vino en gana, incluyendo la famosa tortilla paterna, que aquí, por la fuerza de lo consuetudinario, fue aderezada con patatas y cebolla. El hijo fue llevado a hombros. Al padre, suplantado por arribistas que creyeron la falsa noticia de su muerte (¡otro más!), se lo llevaban los demonios y las malas inversiones: Quiso cruzar de nuevo el Niágara, habló de la torre Eiffel, e, incluso, se propuso como prototipo para el futuro funicular de Montjuich al puerto. Lo mató la diabetes.

O me doy prisa o me dan las uvas.

La tarde va cayendo. Yo sigo su ritmo. El perro duerme. A partir de este momento todo se desliza hacia abajo.

Cualquier acontecimiento puede ser contado de diferentes maneras, depende del estilo y, por qué no, del humor con que te levantes. A mí me ha salido así:

Ese hombre que, tal día como hoy del año 1956, encuentran muerto en la nieve lleva 27 años recluido en clínicas mentales, 23 de los cuales en Herisau, Appenzell-Ausserrhoden, Suiza…ese extraño país lleno de recelosos pajaritos de madera: es Robert Walser, escritor de escritores, y lleva 23 años sin escribir ni una línea (“he ingresado para estar loco, no para escribir”). Su elegancia, su finura, su delicadeza; su ironía, su ternura; su silencioso e intrascendente parloteo; su discreción y armonía... ¡todo!, ha quedado desfigurado por una ligera capa de nieve que le cubre el cuerpo. Su desprendimiento se manifiesta en el sombrero, que yace apartado, como velando el cadáver. Ofreciéndose a cualquier destocado transeúnte. El índice y el corazón de la mano izquierda amarillean por su afición a los cigarrillos Maryland… Y a punto estuvo de quedar sepultada su profundidad.

Le gustaba el invierno, la soledad (por llamarlo así) y no por atrabiliario, aunque un poco receloso sí que era, sino a causa de la simplicidad y recogimiento del paisaje invernal. Prefería servir a ser servido. Tú ibas y él volvía (paseando).

El mundo para él, estaba entero en el camino que conduce de Herisau a Saint Gallen, que conocía con los ojos cerrados, como yo el de mi casa al condis.




La navidad del 54 la había celebrado con un paseo por los prados y bosques que hay de camino a las ruinas del castillo de Herisau. Iba en compañía de su “tutor”, el benefactor (y poco reconocido) Carl Seeling y, naturalmente, hablaron de von Kleist, que parecía formar parte del menú de Navidad. Walser estaba de acuerdo con el rechazo que Goethe sentía por el romántico. Siguieron paseando y Walser dejó caer:
–“En general, las gentes llamadas “malas” no son en absoluto tan malas como las llamadas “buenas””– Y lo ilustró con ejemplos.

La Navidad del 55, bajo una ligera lluvia e inmersos en una espesa niebla, se dirigen a Saint Gallen y naturalmente vuelve von Kleist y su “Cántaro roto”. Goethe fue el responsable de su fracaso en Weimar. Los silencios son cada vez más prolongados. La conversación, entrecortada, pasa de un tema a otro, según el paisaje y sus componentes iban pasando ante sus ojos.

La Navidad del 56, o sea, tal día como hoy, el perro dálmata de Carl, “Áyax”, se encontraba enfermo y Carl no quiso dejarlo sólo. “Debido a su penoso estado, había aplazado el siguiente paseo con Walser de Navidad a Año Nuevo…De pronto sonó el teléfono. El médico jefe me dio la noticia de que, poco después del mediodía, Robert había sido encontrado muerto en un campo nevado… el mismo en que las navidades del 54 habíamos pasado horas inolvidables. Esa noche no quise ver más árboles de Navidad. Su luz me dolía demasiado”.

No, si aún tendré yo la culpa…
¿No estabas durmiendo?
No puedo. Te leo el pensamiento.

Ya en “Jakob von Gunten” había dejado escrito:

La verdad es que nunca he sido niño ("hay algo más triste que envejecer, seguir siendo niños". Pavese. 25 de diciembre de 1935) y por eso estoy convencido de que en mí quedará siempre un componente infantil. He crecido en edad y en estatura, pero la esencia no ha variado. (…) Tal vez nunca llegue a echar ramas ni hojas. De mi esencia y mis orígenes emanará algún día quién sabe qué perfume, me convertiré en flor y exhalaré un ligero aroma, como para mi propio placer, y luego inclinaré la cabeza. (…) Mis brazos y mis piernas se irán debilitando extrañamente, mi espíritu, mi orgullo, mi carácter, todo, todo se quebrará y marchitará, y yo estaré muerto¸bueno, no exactamente, muerto sólo en cierto modo, y tal vez siga viviendo y vegetando así durante sesenta años”. No fueron tantos: los suficientes.

Y en la muerte de Sebastián, joven y ya poeta, presintió la suya propia: Lean Vds. el capítulo séptimo de “Jakob…”, del que me atrevo a citar: “¡Con qué nobleza ha elegido su tumba! Yace en medio de espléndidos abetos verdes, cubiertos de nieve... Yacer y congelarse bajo unas ramas de abeto sobre la nieve: ¡qué espléndido reposo! Es lo mejor que pudiste hacer. La gente está siempre dispuesta a hacerles daño a las aves raras como tú….”

... Y, así, se va extendiendo en heladas visiones premonitorias. Y yo recuerdo el final de Los vividores, esa magnífica película de Altman.

Snow, keep on falling

¡Posadera!
¿He oído algo improcedente?
En absoluto, querida joven. He querido llamar su atención para que me sirviera una copita. Quiero ver el último rayo de sol cruzar el güisqui y abrirse iridiscente sobre este florido mármol de Crevillente.
Habla Vd. como un poeta. ¿No será, acaso, poeta?
¿Poeta? Más bien un bebedor compulsivo. Cuando se pasa le da por los “rodolíes
¡¡Hegel!!

La comida de Navidad fue especial y él tenía hambre. Nunca rehuyó una buena comida ni un buen espirituoso. Comió choucroute con carne, salchichas con mostaza y remató con una copa de merengue con nata montada. Vean Uds. cómo lo cortés no quita lo valiente. Apuesto a que tomó un par de copitas de aguardiente de trigo. Se sintió algo pesado y esperaba a su tutor para dar el acostumbrado paseo navideño… ¡y poder hablar de von Kleist! Áyax estaba enfermo y Carl, como he dicho, se quedó para hacerle compañía.


Decidió dar el paseo en solitario: Salió del sanatorio, bajó por la Degerheimerstrasse, pasó por el túnel que salvaba la estación y se dirigió, por Wachtenegg, a las ruinas del castillo. Una hondonada separa la cima del Rosenberg de las ruinas. Baja con precaución, haciendo cuña con sus zapatones, como los esquiadores prevenidos.



El sol brillaba pálido (…) con ternura melancólica y titubeante. (…) De pronto, los latidos de su corazón empiezan a renquear. Se marea. Sin duda es un síntoma de la arteriosclerosis senil de la que el médico le habló en una ocasión, advirtiéndole que se tomara los paseos con calma. Repentinamente, recuerda los espasmos en las piernas que le han asediado en anteriores paseos. ¿Vendrá ahora uno de ellos? ¡Qué molestas son esas cosas, qué neciamente inoportunas! Ahora… ¿qué es esto? Cae abruptamente de espaldas, se lleva la mano derecha al corazón, y se queda quieto. Con la quietud de los muertos. El brazo izquierdo yace extendido junto al cuerpo, que se enfría con rapidez. La mano izquierda está un poco agarrotada, como si quisiera aplastar con la palma el áspero y breve dolor que ha asaltado al caminante como una pantera al acecho. Un poco más arriba está el sombrero. La cabeza, ligeramente inclinada a un costado, ofrece ahora al mudo paseante una imagen de total placidez navideña. Tiene la boca abierta; es como si el puro y frío aire del invierno aún penetrara en él

Así lo encuentran, poco después, dos chiquillos que han bajado patinando en sus trineos de madera desde la granja Burghalden, de la familia Mauser (…) Una mujer que ha subido desde el valle con su perro para hacer una visita navideña (…) ha contado que era curioso lo inquieto que Bläss estaba hoy. Había intentado, entre ladridos, soltarse de la correa para correr al prado, en el que había algo extraño, inusual. ¿Qué puede ser? ¿Id a ver, chicos!”

Walser como literato quedó estancado (¿) en 1933… ¡y es una suerte!

Ya es noche cerrada y tenemos que volver a Mahoya a recoger el coche que dejamos aparcado en la plaza e ir a la cena familiar. Iremos dando un paseo, pero antes tendré que derribar la mesa con la media docena de vasitos que la camarera ha tenido a bien servirme. La luna se esconde de vergüenza. Nos orientaremos por las constelaciones *.





QUINTA ENTREGA


1

"Durante el cacheo en el aeropuerto: ¿Es un libro eso que lleva en el bolsillo del abrigo?--Sí--¡En Navidad es natural que se lea un libro, ¿verdad?" Con esta anotación, hecha el 25 de diciembre, cerraba el año 1976 Peter Handke... Snow, keep on falling

2

"Con Langer: Sólo podrá leer el libro de Max dentro de trece días. Podría haberlo leído el día de Navidad, ya que de acuerdo con una vieja tradición uno no puede leer la Tora el día de Navidad, pero este año Navidad cayó en sábado. Dentro de trece días es la Navidad rusa, y entoncs lo leerá." (Kafka. 25 de diciembre del año 1912)


3

"Avanzado en la lectura del Evangelio de San Lucas; hoy he leído el capítulo 22. En él reprocha Cristo a sus adversarios que lo ataquen de noche, aunque se dejaba ver a diario en el Templo —"pero es es vuestra hora, cuando mandan las tinieblas" (Navidad del 43. París).

¡Y que tenga que oirlo de tus labios, Jünger!

4

"Lo que es llamativo en Turín es el completo dominio que ejerzo sobre los demás, aunque sea el hombre menos difícil de contentar y nunca exija nada. Pero cuando entro en una tienda grande, todas las miradas cambian; por la calle, las mujeres me miran, mi vieja frutera me reserva sus racimos más maduros ¡y me cobra a mí más barato que a los demás!... Me parece ridículo (Moraleja: no me ha dlido el estómago ni una sóla vez).
Voy a comer a una de las mejores trattorias, que tiene dos pisos inmensos con varias salas y salones. Pago por cada comida un franco y veinticinco centavos, propina incluida, y me sirven los platos más escogidos y más delicadamente preparados (...) Antes no tenía ni idea de lo que era la carne, las verduras, ni de cómo pueden ser todos esos platos italianos típicos... ¡Hoy, por ejemplo, los más delicados ossobuchi, Dios sabrá cómo se dice en alemán, con la carne pegada al hueso, divinamente melosa (...) Los camareros que me atienden llaman la atención por su distinción y su amabilidad: lo mejor de todo es que no desprecio a nadie... Como todo es aún posible en mi vida, tomo nota de toda esta gente que me ha descubierto durante mis años de oscuridad. No es imposible que quien ahora me está sirviendo pueda ser mi futuro cocinero. Nadie me ha tomado aún por un alemán"

(Nietzsche a Overbeck. Navidad del año 1888. Diez días antes de su derrumbe total y definitivo).






No puede acabar así un día como el de hoy


CONTINUARÁ...

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...