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miércoles, 29 de enero de 2014

Propuesta para la tarde de hoy, día 29 de enero. "El Cuervo" (Poe). Disculpen el atrevimiento.



EL CUERVO (THE RAVEN)



Poe fue un niño precoz: a los tres años ya había adquirido la condición de huérfano, y a los cinco recitaba de corrido aventuras de Walter Scott, y escandía con tanta gracia y justeza los hexámetros homéricos (haciendo notar los cinco dáctilos y el espondeo final, si es que no se trataba de un troqueo que, a diferencia del anterior, larga-larga, se compone de larga-breve), ante el pasmo de los allegados de su familia de adopción, residente en Richmond, Virginia...con tanta gracia y justeza, decía, que daba miedo.

Llevaba, como quien dice, la poesía en el apellido (y la desgracia en la sombra).



A los 41 ya estaba muerto. Para para poder morir, tuvo que vivir una vida desgraciada que, por mor de las efemérides, me salto.

Ya saben Uds. lo de su matrimonio con Virginia. Recuerda al de Machado con Leonor.

Virginia tenía la edad que se le supone a las nínfulas y un escaso desarrollo mental. La pareja resultante fue de lo más sorprendente y misterioso. "Sis" adoraba a "Eddie", que había añdido a su condición de primo hermano, la de esposo. "Eddie" amó a "Sis" a su manera. El tema ha sido, y es, pasto de estudios de índole psicoanalítica y motivo de incursiones en lo patológicamente mórbido. Así que no seré yo quien eche leña al fuego de la hermenéutica. Como tampoco daré pábulo a esos críticos sagaces, también de orientación psicologizante, que atribuyen sus disturbios a que, estando en estado de gestante, sus padres, artistas nómadas, representaron la truculenta obra "Los Bandidos" de Schiller, lo cual, sin duda, dejaría huella indeleble en el aún no nato Edgar.



Y así llegó enero del año 1842. "Sis" había tenido tiempo suficiente para aprender (¡qué remedio!) a acompañar su voz infantil con algunos arpegios de arpa (?). Y para disimular el desconsuelo, la tañía las tardes de invierno cuando a eso de las cuatro de la tarde ya es noche cerrada y esperaban impacientes la hora del té, costumbre que los mantenía, por milímetros, dentro del marco de la civilización. Tal dia como hoy, día más o día menos, del año, como he dicho, 1842, un día al que Virginia le tomaría gusto, la niña tañía y cantaba, con la mirada puesta en el platito de las pastas. Al abordar una nota altísima, al alcance, sólo, de las voces blancas, un geiser rojo y espumeante brotó de su boca. La tuberculosis empezó a aletear de forma abrupta e inoportuna. Poe, que, ¿subconscientemente?, había adelantado su muerte en multitud de relatos, se sintió perdido por la pérdida, ahora sí, de "Sis", que en este momento, y de forma tan romántica, la estaba anunciando. Sobre el mantel, rojo burdeos, se dibujó la neta figura de un "pájaro de ébano" de mal agüero. Así se fue instalando el pajarraco en el hogar de los Poe.

Antes de que a locura se desatara por completo, se largan a Nueva York. "Muddy" se queda en Baltimore a la espera. El verano del 44 estaban los tres juntos... y el busto de Palas sobre una puerta interior de la casa... y el cuervo.




Tal día como hoy, de año 1845 se publicó "El Cuervo", en el Evening Mirror. Y la suerte de Poe pareció dar un giro. Su nombre, redondo y resonante, como un canto rodado, se extendió por todo el orbe anglosajón. Oído de sus labios era una experiencia inolvidable y terrible. Su capa de cadete venía a pelo. Virginia se moría..."Hubiera perdido yo todo coraje sino fuera por tí, mi mujercita querida... Eres mi mayor y mi único estímuo ahora para bataar contra esta vida inconciiabe, insatisfactoria e ingrata... Que duermas bien y que Dios te dé un agradable verano junto a tu devoto Edgar."

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"Empecemos por el principio"... susurraba la Primera voz de "Bajo el Bosque lácteo". Ese consejo ya había sido dado por Lewis Carroll (cap. XII) y Dikens en "Dos ciudades". Deleuze o Derrida, tanto da como tanto tiene, nos recordaban que siempre se empieza por en medio. Jack The dripper, prefería ir por partes. Poe nos conmina a empezar por el final: Y es que sólo el final ilumina el camino y hace comprensible lo que pasó por inevitable.

Pues, eso, empecemos por el final: lean Uds "raven" al revés..."nevar". Son troqueos (larga / breve). "Nevar" (pronunciación americana) recuerda o reproduce el fatídico "never" que acompaña al "more" ("Nevermore"). Ya en "Cuervo" ("Raven") está, presentido, el final.

Baltimore, esa terminanción bronca, oscura, profundamente larga.. lo acompañó toda su vida (y su muerte). Poe estuvo sobredeterminado por la prosodia y el ritmo. Su propio nombre, Edgar Allan Poe, suena como tres troqueos impecabes: Larga/breve-larga/breve-larga/breve, contituyendo un verso académicamente acataléctico. Y esto fue lo primero que nació en su mente colonizada por ritmos. A ritmo de marcha, fúnebre, nos conduce hasta el último y definitivo tetrámetro cataléctico: "Shall be lifted—nevermore". Vean Uds. como el último pie del verso queda cojo: Tres troqueos y medio, de ahí que sea cataléctico.

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Poe, nos dejó escrito su "Método de Composición" (de "El Cuervo"). Yo lo considero un intento de contrarrestar la carga tenebrosa y mórbida que soportaba su nombre. No creo, pese a lo bien tramado que está el artículo, que "El Cuervo" haya sido construido de esa forma matemática: El poema más representativo del romanticismo norteamericano, resultado de una reducción lógica a los elementos poéticos básicos y componentes últimos que guían el quehacer del poeta que quiera construir "una obra universalmente apreciable." Bueno es una tesis que el mismo autor mantiene. Creo, sin embargo, que Poe estaba cansado de que sólo se expandieran sus extravagancias y se pasaran por alto las horas y horas que dedicaba a la lectura y al trabajo literario. Sea como fuere:

1. Siendo lo primordial el efecto que se pretende conseguir en el lector, hay que escoger los medios adecuados:

2. La dimensión: limitarse a una sólo sesión. Ni muy corto ni muy largo: unos cien versos. "El Cuervo" tiene ciento ocho.

3. "El único ámbito legítimo de la poesía es lo Bello." La "verdad" (satisfacción de la inteligencia) y la "pasión" (excitación del corazón) se consiguen más fácilmente mediante la prosa. La poesía persigue el "embriagador arrobamiento de alma."

4. Aceptado lo anterior, el poeta se pregunta "¿Cuál es el tono para su manifestación más alta?": La melancolía, concluye.

Examinados y establecidos el efecto, la dimensión, el ámbito y el tono, "me dediqué a la búsqueda...de algún eje sobre el que toda a máquina hubiera de girar", un medio potente de efecto. Fácil: el estribillo; ayudado, naturalmente, con variaciones que no afectaran a la monotonía del ritmo, pero sí a la de la idea: mediante sucesivas ampliaciones. Naturalmente la existencia del estribillo hace obligatorio a existencia de las estrofas de las cuales el estribillo sería la conclusión.

Fijados estos puntos, pasa a la naturaleza del estribillo, que, puesto que tenia que ser sometido a variaciones, debía de ser breve. Mejor si fuera una sola palabra. Pero, ¿cuál habría de ser el carácter de esa palabra? Indiscutible que que fuera "sonora y susceptible de un énfasis prolongado".

Inevitablemente fue a parar a la "o" larga, asociada a la "r", "la consonante más vigorosa".

Algo así como el doctor Ittard con Victor, su "pequeño salvaje".

¿Una palabra que terminara en "or" y que acordara con el tono melancólico elegido?. "¡Nevermore!". Fue la primera que se le ocurrió.

Ya tenemos el estribillo breve, sonoro y melancólico. Falta el pretexto para su continua repetición. Y aquí asomó la genialidad de Poe. En un humano, esa continua repetición, hubiera resultado casi contradictoria con el ejercicio de la razón. ¿Y si fuera proferido de forma maquinal por una "criatura no razonable y, sin embargo, dotada de palabra"?. La idea de un loro (o similar) se descartó a sí misma. Sólo le quedaba el cuervo, capaz de proferir sonidos articulados. Con este hallazgo anudó el "mal agüero", la melancolía (humor negro) y y la fatalidad.



Tras cada estancia el cuervo dejaría caer su "nevermore". Precisaba, como es lógico, concretar la melancolía. No hay duda de que la muerte es universalmente aceptada como la cuestión más melancólica. Y si la muerte es de una mujer amada, miel sobre hojuelas y si esa mujer amada es hermosa y, añade, además, la extrema juventud...¡ ya ni te digo! Tema concluido: un amante llora a su (joven) amada perdida y un cuervo repite continuamente su "nevermore".

Faltaba, sin embargo, la progresión, la expansión del "nevermore". Bien podía empezar la cosa por un pregunta casi trivial a la que "nevermore" pareciera una respuesta lógica e intrascendente. El amante, arrastrado por la melancolía y el sonido del estribillo iría cayendo presa de una "agitación supersticiosa". Imaginó la última pregunta a la que el cuervo daría la estocada y, de paso, acabaría con las esperanzas, si las tenía, del poeta. Y, así, desde el final, fue construyendo el poema.

Los detalles fueron saliendo solos: el busto de Palas Atenea, la noche tormentosa, adecuada para que un cuervo busque refugio en tu casa, que sólo sepa una palabra... detalles nimios en comparación con la grandiosa meticulosidad del conjunto. Naturalmente La amada no podría ser llamada Virginia, no sólo por la razón de fonética-poética, sino porque se estaba muriendo y hubiera sido un recordatorio demasiado amargo. "Leonor", caía por su propio peso. Casi se convierte en costumbre.

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Espero no haberles aburrido con lo anterior. Y espero desesperarles con lo que sigue.

-¡Hegel! ¡No te duermas...que la cosa también va contigo!

El efecto que nos produce la lectura o la correcta audición de "El Cuervo" supera, en mucho, los recursos compositivos mencionados hasta ahora. Algo hay que decir sobre el ritmo, la musicalidad y la rima.

El primero se consigue con los citados troqueos, acomplados en octómetros acatalécticos (ocho troqueos) alternados con heptámetros catalécticos (siete troqueos y medio) el quinto verso es una variación (o repetición) del cuarto, y da paso al estribillo, un tetrámero cataléctico (tres troqueos y medio). Una estructura épica al servicio de la lírica más desesperada.



Intenten leerlo situando los énfasis en su lugar correspondiente...¡y óiganse!

La segunda la apreciarán si oyen recitar a Lou Reed. No se atiene tanto a marcar la naturaleza cuantitativa de las sílabas, cuanto a la melodía general que se desprende. O busquen el episodio correspondiente de los Simpson.

La rima, es uno de los grandes aciertos del Poema. Rimas contundentes que cierran los versos y otras más sutiles que, internas, los abren. Toda una constelación de ecos que va siendo arrastrada por la potencia expansiva de las estrofas.

Vale, de acuerdo, Baudelaire lo dice mejor. Pero lo que Baudelaire no pudo decirles es que una década antes de que Poe imaginara a su siniestro cuervo, Nicomedes Pastor, natural de Viveiro, había concebido una "mariposa negra" portadora de un mensaje similar. O que Gauguin, cincuenta años más tarde, tomando un cuervo del último cuadro de Van Gogh...


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"Y así, hablando, los amantes pasaron
la noche que pasaba y pasaba y no llegó el día. 
Cayeron: porque el cielo no comparte esperanzas con aquellos
que no oyen el latido de los corazones"

Es el final del tremendo, pues excede con mucho la extensión ideal que el mismo poeta había establecido, poema "Al Aaraaf



Aquí viene a cuento algo gracioso por lo que, a menudo, me acuerdo de mi madre. Cuando estrenaron en Fortuna "Raices profundas", el actor se convirtió en un mito local. Mi madre lo llamaba Alan Lanlad.* Una de mis diversiones era preguntarle por el nombre del protagonista del western. Mi madre según pasaba el tiempo, más se sumergía en la aliteración.

martes, 28 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 28 de enero. "Serendepity". "Mosca española". Viagra.


... este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipia, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un cuentecillo titulado “Los tres príncipes de Seréndip” (Ceylán. Sry-Lanka): en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo—¿comprende ahora la serendipia? “



La carta fue escrita por el un tanto "erudito" y poco agraciado Horace Walpole el día 28 de enero del año 1854. La recibió su tocayo Horace Mann, adalid de la enseñanza universal, pública, laica y gratuita en los Estados Unidos, así como antiesclavista reconocido.

"Chiripa","churro", "potra", aunque enriquecen el idioma, no abarcan todo lo que "serendepia" incluye: el ingenio, la predisposición, el contexto... Se entenderá mejor con algunos ejemplos:
  • Cuando Colón, buscando algo "bueno", se tropezó con algo "mejor"... fue un caso de serendepia (U.Eco).
  • Cuando el bueno de Hoffmann, abandonó, por farmacológicamente estériles, los estudios de los derivados del LSD-25 y los volvio a retomar, sin motivo aparente, al cabo de cierto tiempo, encontró, por serendepia, algo "mejor" que lo que buscaba: ¡¡LSD!!... y su vuelta a casa en bicicleta ha pasado a los anales.




Lo de Bohr y lo de Kekulé, pueden analizarse en términos freudianos sin necesidad de remitirse a la serendepia.

Yo, sin ir más lejos, nací, creo, con una inclinación irrefutable por el "Espirituoso (santo)". Al principio, cuando tomé conciencia, recurrí a les maudits para dar altura a esa mi desgraciada inclinación. Fueron años miserables, pues, aparte de resacas perpetuas, no salió de mi boca ninguna estrofa, ni siquiera un simple pareado, balbucía. 

Un día, lo recuerdo perfectamente, 28 de enero del año 2006 y lo recuerdo bien porque ese día los Organismos Europeos tuvieron a bien dedicarlo a la Protección de Datos* y a aconsejarnos sobre la necesidad de vigilar nuestra privacidad (también, por ese motivo, ha pasado a los anales de la rechifla)... Bueno, pues ese día descubrí algo "mejor": beber por placer. Nunca se me había ocurrido. Bebía por imposición poética. Es un caso claro de serendepia: descubres algo que se te ha pasado desapercibido durante décadas y soluciona un problema que, en mi caso, me conducía a la depresión más oscura y, en consecuencia (o al revés) a la definitiva esterilidad poética. Naturalmente, ésto que quede entre nosotros.

Por si aún tuvieran dudas sobre el concepto, he aquí un ejemplo definitivo:

Al comienzo de los noventa, la Pfizer, inc., cuya historia viene de largo y ha anotado en su haber éxitos tales como la santonina que ayudó a que el siglo XIX desembocara en el XX libre de lombrices intestinales, o la fabricación a gran escala del ácido cítrico, o la penicilina (toda la penicilina que desembarcó en Normandía procedía de sus laboratorios), o la Atorvastatina productora de colesterol bueno, que se ha convertido, por obra y gracia del lobby farmacéutico, en su producto estrella...



Como decía, al comienzo de los noventa, la Pfizer, inc, cuya historia viene de largo... ensayaba con el citrato de sildenafilo (no importa que los primeros estudios se hicieran en Swansea, Gales) con el fin altruista de ayudar a superar las anginas de pecho y bajar la tensión, dolencias propias de la época. Ya durante la primera fase de los ensayos clínicos sus expectativas se vieron menguadas y decidieron poner fin a las investigaciones: Se suprimiría la medicación y empezarían a intentarlo con otras sustancias. 
Pero, señores, ¡los pacientes se negaron en redondo! Algo habían notado las enfermeras: Las ligeras batas verdes de los enfermos parecían esconder souvenirs de la Meridian Quay, justo a la altura donde podría esperarse. 




Era curioso, pensaron (pero no lo comunicaron a sus superiores, por temor a que las tacharan de ligeras) que todos fueran cleptómanos y que su cleptomanía se manifestara de forma tan sórdida. Lo cierto es que todos los pacientes hombres, manifestaban una erección eiffélica (¿eiffálica?), aunque su dolor seguía intacto y la tensión subía. Claro, normal, los vestiditos de las enfermeras no facilitaban la hipotensión ni a aliviar las dolencias isquémicas. Habían medicado, incluso (dijeron) con ropa de abrigo en pleno mes de julio, pero la cosa siguió igual.

¿Han entendido? Un efecto secundario, superior al buscado, se impone y sustituye al inicial.

Así nació la Viagra. Esa pastillita azul, gloria de la Pfizer, a la que, por cierto, ya le han caducado los derechos de exclusividad. Dicen que algunos de los consumidores habituales ven el mundo como si estuviera cubierto por un sutilisimo tul azul. ¡Y si fuera rosa tampoco me extrañaría!



Tal día como hoy, del año 1887, mientras Galdós acababa la primera parte de Fortunata y Jacinta y Sherlock Holmes comenzaba su vida pública a la bíblica edad de 33 años, se ponía la primera piedra de lo que sería la Tour Eiffel, "pastora de puentes" y gloria de la Exposición del 89: Diríase que construida con bloques de Viagra. En verano, cosa natural, su altura aumenta 18 centímetros. Y Enrique VIII, asiduo consumidor de mosca española (Lytta vesicatoria), dejaba este mundo tal día como hoy, del año 1547. la mosca cojonera (¡española tenia que ser!), picaba y su picotazo te ponía como la Torre Eiffel. Infecciones sin cuento se extendieron por el orbe cristiano y, pese al Vaticano, su uso cayó en el olvido. Pero también, si no no se explica, de cuerno de rinoceronte (¡!) y testículos de toro bravo. Al cacao y al café no llegó a tiempo.

Lo de la mosca española tiene su qué. En realidad no es una mosca, es un insecto coleóptero de la familia de las "Meloidae", de donde, digo yo, su cantarín nombre popular: "cantárida". De élitros "verde Ava Gardner" y apariencia bélica, este insecto y la sífilis forman parte de  la trinidad nefasta, pues, cuando todo parecía cosa del pasado, llegó la "gripe española" que acabó de diezmar el continente. Así se fue engrandeciendo la "leyenda negra" por la cual la piel de toro es célebre en todo el orbe (sobre todo cristiano). Su hermoso verde esmeralda (¿cómo no asociarlo a la mórbida hetaira esmeralda del Fausto, de Mann? resulta irresistible. Su coraza acaba en una especie de grueso aguijón que se descubrió (¿por chiripa?) "priápico", "eiffélico". Y así, durante siglos (pregúntenle a Livia, esposa de César o a Hipócrates o, si les parece más oportuno, a Dioscórides) fue usado para llevar a buen término el mandamiento divino: ¡ya que hemos de multiplicarnos...!



El tiempo trajo consigo avances técnicos, puramente empíricos: se secaban los insectos y se molía la secuela. El polvillo resultante, de un marrón amargo y medicinal, se guardaba en relicarios y joyeros para su uso subrepticio o/y maligno. Bastaba una pizca, como de sal, y se ponía el cipote tal las capuchas de los penitentes... y duraba y duraba... como pilas alcalinas.

También a ellas les hacía lo suyo. 

Muertos sin cuento aparecían en dormitorios ajenos (o propios), a causa de la consunción y la ponzoña. Fueron tantos que superaron a los subterfugios y los hicieron imposible.

Fue el "cólera" de los libidinosos.
El consuelo de las afligidas.
El refugio de los impotentes.
La venganza de los resentidos.
La daga de los celes verdes.
El postrer goce de los suicidas.
El cadalso de los don Juanes...................................¡¡¡Ora pro nobis!!!

Fernando "El Católico", como toda la saga, estaba al tanto. Muerta su santa esposa, contrajo segundas nupcias con la adolescente Germana de Foix, sobrina del rey de Francia y fue tal su tenacidad por evitar que su reino pasase a los Habsburgo (él no pudo pasar de Madrigalejo) que murió en el empeño. A Juana, su querida hija, le escondieron el polvo milagroso... y enloqueció.


Tengo para mí que "El Hermoso" no jugó a la pelota aquel fatídico 25 de septiembre. En Burgos aún no se había construído el estadio del Plantío y el trinquete era un juego foráneo. Fue su suegro quien, disolviendo dos gramos de cantárida en un apetecible vaso de vino, lo catapultó a la posteridad.

Tras un transitorio ocaso, debido a la abundancia de muertes, volvió a resurgir con fuerza en el siglo XVIII. ¿Qué hubiera sido de Casanova o del mismo Sade sin las pastillas "Richelieu"? ¿Creen Uds. que el "escándalo de Marsella" hubiera tenido lugar sin ese elixir del amor y de la muerte, pues ambas son vecinas? ¿Creen Uds. que Casanova hubiera triunfado tan fácilmente en la corte de Luís XV? ¿Creen Uds. que los "pelucones" podrían haber lucido sus rizos sin la cantárida, cuyas propiedades antialopécicias se revelaron, por cierto, fatales?




Mientras tanto, en los niveles inferiores, pues "no estaba el horno para bollos", la cantárida se trocaba en un veneno casero y rústico abortivo, y en los científicos, en un remedio (que se reveló fatal).
Fue tanto su éxito que los galenos, de multiforme ingenio, idearon un fantástico procedimiento para descubrir si el difunto había llegado a serlo de forma natural o ayudado por la cantárida: Friccionar las vísceras del fallecido contra la piel afeitada de un conejo. Si la piel enrojecía, al difunto se le sumaba la categoría de envenenado.

Sobre los animales y su servicio al desarrollo de la ciencia habría mucho que decir (y que callar)

Lean Uds la novela que dedica García Márquez al caudillo Bolívar:

"Temiendo una congestión cerebral, lo sometió a un tratamiento de vejigatorios para evacuar el catarro acumulado en la cabeza. Este tratamiento consistía en un parche de cantárida, un insecto cáustico que al ser molido y aplicado sobre la piel producía vejigas capaces de absorber los medicamentos. El doctor Révérend le aplicó al general moribundo cinco vejigatorios en la nuca y uno en la pantorrilla. Un siglo y medio después, numerosos médicos seguían pensando que la causa inmediata de la muerte habían sido estos parches abrasivos, que provocaron un desorden urinario con micciones involuntarias, y luego dolorosas y por último ensangrentadas, hasta dejar la vejiga seca y pegada a la pelvis, como el doctor Révérend lo comprobó en la autopsia."

O bien, si sus preferencias son otras, a Chester Himes:



"La autopsia reveló que la Sra. Hancock había tenido contactos sexuales en cuatro ocasiones al menos durante las doce horas que precedieron a su muerte. Fue imposible determinar si aquellos contactos sexuales habían sido con la misma persona o con personas diferentes. El análisis de sangre y las muestras tomadas de los órganos vitales mostraron una dosis mortal de polvo de cantárida, poderoso afrodisíaco conocido por el nombre de «mosca española». El afrodisíaco había sido administrado por vía oral. La autopsia no permitió establecer si el afrodisíaco había sido administrado a la fuerza o ingerido voluntariamente. Igualmente fue imposible establecer si había sido absorbido antes o después de los contactos sexuales."

Actualmente, sintetizada, se sigue usando para ciertas dolencias cutáneas, dicen.


CONCLUSIÓN

Si están de acuerdo conmigo en que el descubrimiento de los efectos del café fue un caso de "chiripa", que el hallazgo protector de la "vacuna", fue fruto de la mera observación inteligente y que el de la Viagra, un caso de serendepia, concluiré que han entendido el concepto y que no lo confunden con "resilencia".


Perdonen Uds. esta "Propuesta" tan coyuntural.

lunes, 27 de enero de 2014

Propuesta para hoy 27 de enero. Vuelta de París. “Elektra”. Verdi.

(los asteriscos * remiten a razones efemerísticas).

Dejé a B. introduciéndose en los amarillos, cerca, pues, de su completa recuperación. Nos bebimos una melita, nos dijimos adiós, “a lo Burns” y salí de París por donde había entrado. No me despedí del tunecino.  Llovía, lo cual, en mis circunstancias, era catastrófico. Hacía dos o tres meses que, para robarme una hermosísima maleta de médico de “far west”, habían rajado la lona del 2 CV;  una maleta de piel de cocodrilo que yo, a mi vez, había robado a una amiga confiada. Así que, mientras conducía, una catarata caía sobre la cabeza del inexistente copiloto. Tenía que parar cada 25 kilómetros para achicar agua. A ese ritmo llegaría a Barcelona a primeros de febrero. Como era normal los limpiacristales no funcionaban correctamente y el parabrisas, como tronera de tanque, quedó reducido a un una media luna mora. 




Tenía que ir moviéndome continuamente para encontrar un espacio transparente. Llegaría a principios de febrero y con dos hernias discales, si antes no perecía en una inundación como la que asolaba París en tal día como hoy del año 1910: “Inundación. Lo más penoso es la estación de Saint Lazare. Hay que temer la falta de agua, de petróleo y las ratas” (Renard. “Diarios”).

Parecía una tortura ideada por el mismo Yagoda en los sótanos de la Lubianka.

 A la altura de Dijon (eran las cinco de la tarde) cesó la lluvia. Por delante tenía 800 kilómetros y una oscuridad total. La media iba a ser histórica. Me propuse llegar a Nîmes sobre las 10 para poder estar en Barcelona a las 3 de la mañana… No sabía lo que me deparaba el destino.

Pasado Aviñón, volvió la lluvia y la tortura. De repente noto un golpe en la parte trasera del coche y veo un animal extraño que me adelanta, en estampida, por la izquierda, seguido de un coche negro, grande como de funeraria. El coche negro pasó por encima del animal que quedó aplastado, inmóvil, en medio del asfalto. El coche grande paró y yo pité. Sonó como el “acorde de la muerte”. Bajamos. Él, un hombre maduro. Ella se quedó dentro. Llovía. La escena: un 2CV parado en el arcén; a continuación un bulto dudoso y abriendo el cortejo el coche funerario que iluminaba el aguacero. Nos acercamos el uno al otro y nos paramos cuando llegamos al deshecho. Pensé que parecíamos una secuencia de cine negro.

Fue entonces cuando me di cuenta de que al Citroen le faltaba el guardabarros de la izquierda. Lo había arrancado de cuajo. La rueda quedó desnuda y expuesta a las inclemencias. Parecía un esquema. También comprobé que el coche era alemán. Y, por último, también me pareció oír que algo desagradable mascullaba: ¿Scheisse?... ¡quizás!
Me ofreció cien marcos y como me di cuenta de que no quería problemas, le pedí doscientos… y algunas monedillas para la máquina de café. Como era de noche (y mis faros parecían candelas) no vi la cara que puso, pero me largó la pasta y se largó como alma que llevara el diablo. Me llegó un “¡¡Spanisch verdammt!!” y una “ola” virginiana * de agua sucia. Cogí la pieza y la metí en el maletero. El incidente había destrozado la media. Llegué sin más imprevistos a Nîmes. Eran las 11’07.



Ahora viene a propósito aquello de Fichte (*) sobre la nación alemana. Y pensé que la propuesta del filósofo para salir del estado de postración de su “nación”, la educación, había fracasado por completo. Los alemanes se habían quedado con los objetivos (Patria) pero habían olvidado los medios (Educación).

–Creo que simplificas demasiado, ¿no?

–Hegel, que seas de los Sudetes no te proporciona, “per se”, un conocimiento de la filosofía clásica alemana.

No olviden Vds. que estamos en el Cul d’Ocata, rememorando aquella fatídica noche.

Allí tomé un “potage” y un café doble. En esas maquinitas no sabes nunca cuando va a caer el vaso, cuando el café, cuando el azúcar, cuando la varilla… resulta divertido. Así que repetí de café.



Subí al coche y decidido metí primera, con tanta determinación que me quedé con la barra de cambios en la mano, empuñándola como empuña un torero el estoque de matar. Recordarán Vds. que el 2CV llevaba las marchas al lado del volante. El mecanismo era muy simple. Con la barra de hierro y calado hasta los huesos, entré en la zona donde reflexionan los camioneros y la mostré…así, en general. Los camioneros siguieron sumidos en sus tristezas y en su sensación de lo absurdo de sus idas y venidas.

Después fui a la  tienda de la gasolinera. Allí pensaron que se trataba de un loco que iba a por la caja. Intenté tranquilizarlos pero me salió una voz que ni yo mismo reconocí. Los signos de calma, se convertían en signos de amenaza. Hubo momentos de verdadero peligro. Por fin pude hacerme entender; allí en Francia ese percance era normal. Me entendieron, pero no podían hacer nada.

Llamé a Mapfre y me dijeron que esperara. Les dije que en aquellas circunstancias no sabría dónde ir.
Bien es verdad que los “Discursos * ” de Fichte deben mucho a las circunstancias históricas, pero no es menos cierto que la “Ideología alemana” gotea por todas las junturas sintácticas. Si nos ajustáramos a su idea de “nación”, Catalunya no sería una “nación”. El concepto se aplica a poblaciones, no a territorios. Una nación es el conjunto de personas que comparten una lengua, unas tradiciones y unas aspiraciones comunes. Un alemán prefiere vivir como alemán y criar a sus hijos como “alemanes por antonomasia” y eso exige una educación centrada en el amor a la “Patria” eterna…pues no hay amor que no aspire a la eternidad, como bien recalcó Platón.

Serían “nación” los “catalanes”. Los “murcianos” que habitamos estas tierras seríamos parte del “espíritu muerto” que estaría impidiendo, día tras día, la marcha del “pueblo catalán” hacia el desarrollo sostenido de su infinita perfectibilidad, instrumento imprescindible para lo cual, sería el “Estado”: garante del verdadero desarrollo de la libertad del “Espíritu”.

“Si hasta ahora, a lo largo de nuestro análisis hemos procedido de modo adecuado, de ello tiene que inferirse que sólo el alemán –el hombre originario y no muerto en un estatuto arbitrario—tiene verdaderamente un pueblo y tiene derecho a contar con un pueblo, y que sólo él es capaz del amor verdadero y racional a su nación”

Decía que los “murcianos” tendríamos que ser considerados como pertenecientes a otra nación, que, a su vez, nos consideraría moradores en territorios “irredentos”. A dios (¿) gracias, las cosas ya no son así (¿o sí?) y “la complejidad de las sociedades modernas” o, lo que es lo mismo, el proceso de acumulación capitalista, ha hecho saltar por los aires cualquier atisbo de “pureza” y de “incorrupción”, desvelando aquel ideal como parte de la lucha de clases.

–Lo que me faltaba por oír… ¡O sea que soy un irredento!

–Tu nación es el Cul d’Ocata.

–¡¡Y la comida!!

–Sí

El pastor alemán es una “raza” netamente alemana, como Wagner. Von Stephanitz, casado con una tal Mari Wagner y capitán de caballería del ejército alemán, fue, por decirlo así, el padre fundador del linaje. A partir del 25 de enero del año 1899, fecha en que llegó a su domicilio “Hektor”, primer inscrito, bajo el nombre de Horand von Grafath, en el libro de registro de la raza, el linaje se fue homogeneizando en torno a los rasgos que lo convertirían en inconfundible. La complejidad de las sociedades modernas” puso en peligro su supervivencia al eliminar las funciones para las que estaba diseñado. Fue entonces cuando el militar lo recomendó al ejército alemán. Los nazis lo reconvirtieron y así empezó la “leyenda negra”.



Y es que Wagner, plenamente contemporáneo de Verdi, quiso crear una “òpera” netamente alemana depurada de los elementos latinos: arias, recitativos, bel canto… falta de unidad y propuso una “obra de arte total” en la que la música, espesa, aterciopelada, mórbida, fluía sin interrupción siguiendo a cierta distancia las palabras del libreto. Wagner arrancó la ópera del suelo y la lanzó al siniestro territorio de los dioses mitológicos (perdonen por la redundancia). En ese cometido, y dada la distancia, estiró la tonalidad hasta límites inauditos, pues la profundidad del alma germana no podía contentarse con las armonías tradicionales.



Mientras, en Italia, Verdi (*), su exacto contemporáneo, hacía lo contrario: como Sócrates, intentaba poner la ópera al alcance del “pueblo”. Fue dueño de una capacidad inventiva sin igual y de un dominio de la melodía que denotaba un estrecho contacto con el gusto popular y sus tradiciones; su nombre fue un grito de guerra: ¡¡Verdi!! (Viva Emmanuel, Rey De Italia). ¿Recuerdan Vds. la escena inicial (“Quizás la única verdaderamente memorable”) de “Novecento”, aquella en la que una especie de arlequín anuncia la muerte de Verdi? Aparte de ser una hermosa manera de contextualizar (tal día como hoy, del año 1901), es un homenaje en toda regla a una música (y a la “comedia del arte”) y a un personaje que nunca olvidó sus orígenes humildes. Su entierro se convirtió en una explosión de patriotismo inolvidable. Los cientos de miles que abarrotaban las calles de Milán, en contra de su deseo de un entierro discreto e íntimo, se animaron a cantar el “Va pensiero!”, convertido desde la época de la unificación en canto de batalla, como lo sería durante la segunda guerra mundial.

“¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el dulce aire de la tierra natal!
¡Saluda las orillas del Jordán
y las destruidas torres de Sion!
¡Oh, mi patria, tan bella y perdida!
¡Oh recuerdo tan caro y fatal! (…)”

Y no es que Verdi no supiera seguir el camino wagneriano (lo demostró en sus últimas obras), es que no quiso despegarse del gusto y sentir de su gente: En “Othello”, sin ir más lejos (no se puede), presenciamos la lucha entre el “principio del lirismo” y el de “la modernidad” disonante. Desdémona contra Othello. Como, en cierta manera, se repite entre Elektra y Crisótemis en la ópera de R. Strauss.

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Los de Mapfre me llamaron dos o tres veces para asegurarse de que seguía allí, bajo los luceros.

Elektra” se estrenó el 25 de enero del año 1909 y significó el comienzo de la colaboración del músico con el poeta-dramaturgo Hoffmannsthal, también reconvertido, así como el límite formal al que llegó Strauss. Se estrenó en Königliches Opernhaus de Dresde, ciudad natal del cuidador de perros. Es la única obra en la que Hegel aúlla, pero sus aullidos, por otra parte, no desentonan con la disonancia general de la tragedia. Tomó de Wagner todo lo dicho más la técnica del “leit-motiv”, que te va advirtiendo del desarrollo del “programa”. Aquí se mezcla de forma intempestiva, Weininger, Wedenind, Wilde, el “ángel azul”, Klimt, Kokoschka, Schiele, Schnitzler, Musil, Ibsen, Strindberg, Nietzsche y todos cuantos vieron a la mujer como “hembra predadora” y fatal, bajo la batuta erecta de Freud. Hoffmanstahl se veía casi a diario con Schnitzler, al que Freud calificó de mi “doble” (o algo parecido).



La escenografía reproduce la “Puerta de los leones” de Micenas. No hacía mucho que Schliemann había descubierto la máscara de Agamenón y lo que ha pasado por ser su tumba. Ya saben Vds. que la ópera va de la matanza ocurrida en la Micenas de Agamenón. Clitemnestra y Egisto se deshacen de Agamenón, y Elektra, su hija, sueña (sin dormir) con la venganza, que será cumplida por Orestes, su hermano, etc, etc. Si en Sófocles la cosa acaba en el Areópago con las Erinnias convertidas en Euménides y con el perdón, gracias al voto decisivo de Atenea, del parricida, aquí la cosa acaba como era de esperar, con una danza histérica, paroxística, de Elektra, que sucumbe (muere, quiero decir) bajo el peso de la venganza cumplida (y de la pasión erótica). Tampoco hacía mucho que se había descubierto el electrón y por entonces se estudiaban las propiedades de los rayos catódicos que resultaron ser… ¡electrones! A Thomson, por este motivo, le dieron el Nóbel en 1906.



Elektra” es un continuo crescendo de disonancia metálica y neurosis que supera el atrevimiento de Salomé. La primera intérprete de “Elektra” afirmó que no volvería a representar el papel “ni por 3.000 dólares” (de la época) “Era algo espantoso…Éramos un hatajo de mujeres desquiciadas…No hay nada más allá de Elektra…Constituye el punto final, y creo que el propio Strauss lo sabe” (E.S-H).
Ya el “acorde de Elektra” (“Acorde de la muerte”); Mi mayor / Do sostenido mayor, tocados simultáneamente, pero reacomodados de manera enarmónica, pone los pelos de punta. Y de hecho, Hegel se eriza como si viera fantasmas y aúlla como si “llevara un buitre en sus entrañas

Tras el estreno de “Salomé”, Guillermo II afirmó convencido: “Lamento que Strauss haya compuesto Salomé. Normalmente le tengo mucha simpatía, pero con esto va a causarse un perjuicio enorme”…A lo que, se dice, el músico replicó años más tarde: “Con este perjuicio pude construirme mi villa en Garmisch”. Y es que K. Kraus llevaba alguna razón: “Strauss es más una sociedad anónima que un genio”. El Káiser ya no asistió a la segunda-

No creo que Fichte soñara con un Reich como el que encabezó Guillermo II, pero “el que siembra vientos…”, y mucho menos en lo que se reconvirtió. Los nazis no supieron qué hacer con el músico y el músico tampoco se aclaró demasiado. Finalmente los sobrevivió (por poco). Él, al que Goebbels había dicho que era el ayer.

Cuando ya el café me salía por las orejas, aparecieron los de Mapfre. Pues nada…y les enseñé el estoque. Antes de ponerse a la faena se tomaron sendos cafés (pues iban dos). Abrieron el capó, engarzaron a barra en la pieza adecuada y me hicieron firmar un papel. ¡Ya podía marcharme! Les pregunté la hora y me respondieron: la 1’30 de la madrugada del domingo 27 al lunes 28 de enero de 1980. Les agradecía la completísima información y subí al coche. Puse primera y dejé atrás Nîmes.


Cuando me acercaba a la frontera, en la Albera, se abrió el cielo y cayó la de dios (¿) y dios mismo. El coche quedó completamente inundado, el agua salía por las juntas de las puertas. Y así  hice aparición en la garita de los guardias fronterizos franceses. Los gendarmes me indicaron que siguiera y arreglara lo que tuviera que arreglar en territorio español (¿). Sí, he dicho arriba que esto parecía una tortura ideada en los sótanos de la Lubianka. Sí, lo he dicho. Y en presencia de la Guardia Civil parecía que iba a redondearse la cosa. No fue así. Me permitieron parar bajo la marquesina y me ayudaron a achicar el agua. Y no se conformaron con ese detalle, sino que me invitaron a un copuzo de coñá para entrar en calor. ¿Qué quieren que les diga? así fue la cosa: me ayudaron a achicar el agua y me invitaron a coñá. Cuando quise continuar viaje el coche se negó a ponerse en marcha. Dijeron no sé qué del delco. Miramos el delco. No pasaba nadie, sólo, muy de vez en cuando, un camión.  Les pedí que me dejaran llamar y me indicaron una cabina. Llamé a Mapfre y dijeron que no me moviera del sitio que enseguida estarían aquí. Les dije que estaba con la Guardia Civil.



A Babel lo asesinaron tal día como hoy, del año 1940. Siempre estuvo bajo sospecha, desde los tiempos en los que seguía, en calidad de cronista (le faltaba imaginación, decía), al primer regimiento de caballería de Budionni (la “caballería roja”)… (¡cómo echo de menos mi gorra!). Hasta que murió (1934), Gorky lo protegía. Muerto éste quedó a la intemperie. Se apegó a Yagoda: “quiero estar cerca del olor a la muerte”, le confesó a Mandelstam. Caído en desgracia Yagoda, le sucedió al frente de la KGB (o como se llamara entonces), Yezhov y las cosas empezaron a complicarse. Asesinado Yezhov, subió Beria, y fue bajo Beria que el “maestro del silencio” tocó fondo. De nada le valió que hubiera loado a Stalin en el Primer Congreso de Escritores del 34. De nada le valió su reconocimiento internacional. Por encima estaba sus contactos con los trotskistas. Detenido el 26, fue vuelto a torturar y fusilado justo a la hora en la que yo salía de Nîmes del día 27 de enero, 40 años antes: “No soy un espía. Nunca permití ninguna acción contra la URSS. Me acusé falsamente y me forzaron a acusar a otros. Solamente pido una cosa: ¡déjenme terminar mi trabajo!”

Viene al pelo lo siguiente: El 25 de enero, del año 1858, se unieron en matrimonio Victoria, princesa de Inglaterra, hija de la Reina Victoria con Federico III de Alemania. No tendría interés la cosa si no hubiera sido por el hecho de que fue la  primera vez que,  en ceremonias similares, sonó la “Marcha nupcial”, que el apestado Mendelssohn, como música incidental, añadió a su juvenil y jovial “Sueño de una noche de verano” (sólo superada por el “Falstaff” de Verdi). De nada le valió en su patria reivindicar su germanidad protestante, pudo más el libelo sobre la música judía del infame Wagner. Verdi, por el contrario, siempre apreció el refinamiento del judío. Strauss, en honor a la verdad, nunca comulgó (en su interior) con esas manifestaciones hiperbólicas de antisemitismo.



Pues bien, Victoria y Federico fueron los padres de Guillermo (después II).

Federico murió en 1888, año en el que Guillermo apartó a su madre y fue entronizado. Victoria murió en 1901, algunos meses después de la muerte de Verdi y de la conmemoración de sus bodas de oro: 30 como joven esposa y 20 como viuda.

–¿Qué te parece, Hegel?

–Ummm…Muy poco interesante. Supongo que, en compensación, me aparejarás una buena comida.

Llegaron los de Mapfre con las luces azules. La lluvia había arreciado. Pararon, iban dos, bajo la marquesina, miraron a su alrededor, recayeron en el 2 cv. y en mí que estaba departiendo con la benemérita.
–¡Buenas! ¿Qué ha pasado?

–Pues que no arranca el coche.

–¿Ha intentado ponerlo en marcha? ¿Ha mirado si tiene gasolina?

Las preguntas fueron tan directas y sagaces que hasta la Guardia Civil creyó estar asistiendo a un curso práctico.

–Creemos que es cosa del delco–terció, a coro, la benemérita.

–¡Vamos a echarle un vistazo!

El vistazo se convirtió en una deconstrucción del vehículo: delco, bujías, bombín de arranque, manguitos, batería. Cuando la aurora de rosados dedos asomaba por oriente el coche estuvo montado y yo me disponía a introducir la llave en el contacto. La expectación se mascaba en el ambiente. Giré la llave y… ¡Nada! Ni el más mínimo rumor; ni el más mínimo chasquido que hubiera encendido en nosotros la mecha de la esperanza. ¡¡Nada!!

–Pues nada. Vamos pa Barcelona.

Y así fue. Subimos el coche a la plataforma de la grúa, me despedí de la pareja y me incrusté como pude en la cabina.

Eran las 10 de la mañana cuando hacíamos entrada en la Ciudad Condal. No era la primera vez que faltaba al trabajo.

–Bueno, Hegel, ¡Vamos a organizarnos!













RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...