Propuesta
para la mañana de hoy, día 25 de junio. Adelfas. Flores del mal. Foucault.
La adelfa (baladre, laurel de jardín, hierba mala…)
fue la primera planta que floreció tras la bomba de Hirosima del 6 de agosto de
1945.
La primera vez que
visité Delfos lo hice por la carretera que conduce desde Antirio. La carretera
estaba (y está) flanqueada de adelfas, por eso creí que su nombre tenía que ver
con Delfos. Etimológicamente no es así. Hay, sin embargo una relación más profunda.
“Adelfa”, proviene del griego “Dafne” (laurel), pasado por el árabe que
le añadió el artículo: “Al-Delfla”. O
sea que etimológicamente significa “el
laurel” y mantiene con éste algunas semejanzas: toxicidad y verde perenne.
El árbol que conocemos
como “laurel” es en lo que quedó la ninfa Dafne. Apolo, inflamado de amor por
la flecha dorada del ridiculizado Eros. Dafne, inflamada de odio por la flecha
de plomo del niño juguetón. Apolo la persigue. Dafne huye. Apolo le da alcance.
Dafne suplica a su padre… y la convirtió
en ese árbol, cuyas hojas perfuman nuestras lentejas y nuestros mejillones al
vapor. Por cierto, yo siempre las utilizo del valle del Tempe.
Fracasado, se dirigió a
Delfos y allí, para calmar su ardor y su fracaso, arremetió contra la ninfa
Castalia que, huyendo, se sumergió en las aguas cristalinas de la fuente,
llamada en su honor Castalia. El paraje donde después brotó el milenario (¿)
plátano de Hipócrates, estaba poblado de laureles,.. La pitia,
masticaba hojas de laurel y aspiraba vapores de naturaleza petroquímica que
la ponían fuera de sí. Y por su boca salieron sentencias terribles que los expertos traducían a hexámetros.
¿Ven Vds. la sabiduría
popular? Llamar a la adelfa “laurel de
jardín” es un acierto como una casa.
No mastiquen hojas de adelfa: quizás no se agudicen sus dotes
proféticas, pero lo que es seguro, es que tendrán retortijones y cagaleras de
muerte. Casi mejor: si tienen patio y le han crecido adelfas… ¡córtenlas!
En zonas rurales se
preparaba una loción para uso externo contra la sarna utilizando las
hojas frescas de adelfa mezcladas con miel y aplicada como ungüento. Las abejas liban la flor de la adelfa sólo la
mañana de San Juan, al salir el sol y sólo una hora. O sea que hoy, día 25 de junio, estarán ahítas.
El resto del año no las come ningún animal… ¡excepto los grillos! (¿).
Su aroma produce dolor
de cabeza y si te cae una flor en la misma, te quedas calvo en poco tiempo. Si
no te cae… tardas un poco más.
En 1808 durante
la Guerra del Francés, en un campamento los soldados de Napoleón asaron
carne de cordero ensartando pinchos en estacas de adelfa. De los 12 soldados, 8
murieron y los otros cuatro quedaron seriamente afectados.
En Valencia, famosa por
sus envenenadoras, desde la edad media, las mujeres del barrio judío de Sagunto,
empleaban el “gotot” (infusión de baladre) para deshacerse de sus
maridos. El efecto era acumulativo y un día aparecían muertos. El matarratas
fue posterior.
También tiene efectos
positivos: Útil para callos, ulceras y heridas, dolor de muelas, verrugas. En
el “Campo de Níjar”, para el dolor de muelas, toman unas hojas, exprimen la
savia y se echan una gota en el ojo contrario al de la muela dolorida: ¡Se va
el dolor!, dicen. ¡Bárbaro!
Pocas cosas hay tan amargas como las hojas de baladre:
“Quizás mi consejo
te deje en la boca sabor a baladre…”
(Sotomayor).
(...)
"El veinticinco de junio
le dijeron a el Amargo:
Ya puedes cortar si
gustas
las adelfas de tu
patio.
(…)”
El veinticinco de junio
abrió sus ojos Amargo,
y el veinticinco de
agosto
se tendió para
cerrarlos”.
(...)
(dedicado
a ¡¡ (b)Aladrén ¡!)
Mientras
se desayunan pongan el esputofaif y
que suene en la versión de Camarón (o de Tomás de Perrate, o de Remedios Amaya,
o de Luís el chico, o de Diego Amador…): Bulerías por soleá, o sea, “bulerías pa escuchar”. Lo de Camarón,
IMPRESIONANTE.
Aprovechen
las últimas flores de calabacín (utilicen las flores macho que ya hayan
cumplido con su función) y háganse un aperitivo a la altura de este florido
día. Córtenlas al amanecer, como las abejas la mañana de san Juan, límpienlas,
con muuuucho cariño, por dentro y encájenlas unas dentro de otras. Métanlas en
la nevera y, así, tendrán para otra vez.
Yo
las relleno con una mezcla pastosa de: mozarella, alcaparras, anchoa y un
poquito de ajo. Las cierro con un palillo y las frío en aceite MUY caliente.
Las acompaño con vino manzanilla…o con lo que haya, que en eso no soy muy
tiquismiquis.
Si
acostumbran a tomar segundo plato (yo he sido criado con plato único), ásense
unos tacos de atún antes de que se cierre la temporada y rocíenlos con flor de
sal. O si quieren, arranquen “el vino de
los amantes” de su edición de “Las
flores del mal”, córtenlo a pedacitos y échenlos en un almirez, añadan un
diente de ajo, unas hojas de perejil, un chorro de aceite y un poquito de
vinagre. Machaquen la mezcla y derrámenla sobre los trozos del túnido.
Tal día como hoy, del
año 1857, y tras una meticulosidad insoportable
por parte del poeta, el editor Poulet-Malassis decide publicar “Las flores del mal” (Baudelaire), en una edición de 1300 ejemplares a tres francos
el ejemplar. Las poesías habían sido
publicadas en revistas y otras hojas, pero nunca juntas y en libro. La justicia
que ya había olido con antelación la presa, la siguió y la consiguió. El lebrel
fue “Le Figaro”. Flaubert
(compartieron procurador) estaba en las mismas.
Lean
algún poema si lo desean… ¡por mí…!
No
hay ningún poema sobre la flor de la adelfa.
No
es cierto que Baudelaire acabara loco: Acabó imbécil (tras pasar una temporada
en la gilipollez). Sífilis, dicen.
Foucault,
que llevaba la locura desde el nacimiento, murió de sida, dicen, tal día como hoy, del año 1984.
Su primera “extravagancia” fue renunciar al “Paul” (tradición familiar) y
quedarse sólo con “Michel”: M.
Foucault. Un poco al contrario que Cioran que añadió a su inicial “E”(mile) una
“M”: E.M. Cioran. Esa “M” fue por pura sonoridad y por E.M.
Forster.
O
como Duchamp: “ Tu m’ “
Comprenderán
Vds. que este no es el sitio, ni el momento, adecuado para una exposición de la
evolución del pensamiento de Foucault. Baste citar sus referencias
intelectuales: Blanchot, Russel, Lacan… ¡Dumézil! Añadan la temprana de
Hyppolite. Todo esto sobre la base de Hegel, Marx, Nietzsche, Freud, Heidegger.
A
propósito de Freud. No sé de dónde he sacado que tal día como hoy, del año
1899, en una carta a Frenda (¿) Fliess (¿mujer de Fliess?) le comunica que:
“Matilde selló su
entrada en la femineidad, un poco prematuramente”
Matilde
era su hija mayor y tenía 12 años. Él siempre atento a esos detalles. No tengo
ni idea. A la mujer de Fliess, Freud la llamaba Ida (supongo que sería su
nombre). O sea ¡que la tal Frenda!….Eso me pasa por tomar notas sin ton ni son.
Tal
día como hoy, del año 1984, murió en el hospital Pitrié-Salpetrière, Foucault.
Allí había sido tratado de sus desarreglos. Y allí lo amortajaron. Allí también
estuvo de “becario” (¿Erasmus?)
Sigmund Freud.
“”Monsieur Michel
Foucault ingresó el 9 de junio de 1984 en la clínica de enfermedades nerviosas (sus
preferidas) de la Salpêtrière para que le
fueran practicados unos exámenes complementarios que se habían vuelto
necesarios debido a unas manifestaciones neurológicas que sumadas a un estado
de septicemia (sida) lo habían
complicado. Estas exploraciones pusieron de manifiesto la existencia de focos
de supuración cerebral (…) Un agravamiento brutal hizo desaparecer cualquier
esperanza de terapéutica eficaz y el óbito se produjo el 25 de junio a las
13.15 horas” (Parte médico oficial).
Fiel
a mis costumbres, me traslado a la rue Vaugirard, París, última residencia del
impenitente trotamundos. Su apartamento estaba en el “regio” edificio que sigue ocupando el número 295 de la calle más
larga de París. Siempre he dicho que, a mí el tiempo y el espacio me la
refanfinflan, así que por qué no comer dos veces…o tres…si el guión lo exige.
Retrocedo
un poco hacia la Sorbona (¡más de cien números!), por la misma acera (no se
detengan en cada una de las plaquitas conmemorativas que encuentren: ¡no
llegarán nunca!) y me encuentro con el restaurante “Ida” (¿Fliess?). La última vez que estuve el local se había
definido como “Café Figue” y antes
era el bar “Anatolie”. Las cosas van
rápidas en estos días de “crisis”.
Bueno, pues ahora es un restaurante con pretensiones: “cocina francesa con acentos italianos”…
¿algo así como Adamo?
–Bon jour Monsieur!
–A la paz de dios (¿)!
Encuentro muy cambiado el lugar. Yo aquí, cuando esto era un establecimiento
turco, he comido unos caracoles que estaban para chuparse los dedos.
El
“maître”, que ha ido a recibirme como a un novillo, con la servilleta
desplegada y derrochando valor, se queda desconcertado por tal revelación: como
si hubiera sacado a la luz las vergüenzas de la familia. Le digo que quiero
comer. Me acompaña a una de las pocas mesas del local. Me ayuda a sentarme (la
jubilación tiene sus recompensas). Se aleja…y desde lejos me lanza la
carta-menú como si de una cuchilla voladora se tratara. Lo miro ceñudo y él
disimula y mira para atrás.
–No se ponga así, buen
hombre. Dígale a Denny que está aquí su amigo Kino. Y que lo felicita por su
iniciativa. Yo siempre he seguido la trayectoria de ese magnífico cocinero. Ya
supe de él cuando estaba de segundo en el “Julio Verne” (Ducasse) de la Tour
Eiffel.
–Lo siento mucho,
caballero, pero el Sr. Imbroisi no se encuentra disponible.
–Lo mismo da que lo
mismo tiene. Póngame una cañita para ir calentando máquinas.
–Grrrrr.
Me
vienen a las mientes, y de las mientes a los labios, estos versos de René Char:
“Una pareja de zorros
revolvía la nieve,
pisoteando la linde de
la guardia nupcial” (…)
El
camarero deposita el vaso de cerveza sobre la mesa y me mira entre la
incredulidad y el pánico y continúa:
“Al atardecer el duro
amor desvela a sus parajes
La sed punzante en
vértigos de sangre”.
Ahora
soy yo quien lo mira entre la incredulidad y el pánico.
–¿Cómo Vd. , querido
caracolero, sabe de esos versos?
–Y ¿cómo Vd., estimado
servidor de cerveza, los reconoce?
–Es por mi padre. Él
estuvo presente. Era el portero del edificio en el que vivía el Sr. Foucault. Y
él me los repetía y me los repetía. Y yo los repetía y los repetía. Pero la
verdad es que no entiendo nada. Sólo sé que al Sr. Le llamaban “Zorro” (el
“Fuch”).
–Por ese motivo René
Char, su amigo, los escribió con motivo de su muerte.
–¿Cómo?... Me permite que me siente.–Antes
de hacerlo trae dos cervezas y un
platito de caracoles à la beurre.– Creo
que está Vd. en un error. El “Zorro” nunca conoció a Char, a quien, por cierto
admiraba. Char había escrito esos versos el día 21 y se los regaló a un vecino
suyo, el Sr. Paul Veyne para consolarlo por la pérdida del filósofo. A Paul se
le llenaron los ojos de lágrimas al descubrir la coincidencia. De ahí que Char
añadiera la dedicatoria.
–Pero… ¿qué oigo?.. Así
que su encuentro fue “post mortem”.
–Así
es. Mi padre, además, fue al entierro, no en vano eran del mismo pueblo. Lo
enterraron al atardecer del 29 de junio, en Vendevre, un pueblo perteneciente a
Poitier de donde era natural. Estaba la familia y los allegados, por así decir.
Mi padre, todo discreción, fue su gran confidente. ¡Ya sabe Vd.! La cosa fue
muy sencilla. Alguien recitó esa cuarteta y su hermano dominico ofició alguna
cosa… ¡la madre se empeñó! Sólo hubo un ramo de rosas.
–Me
deja Vd. estupefacto.
-- Si yo le contara...¿Sabe Vd. de las muertes de Barthes, de derrida, de Poulanzas, de Althusser...? ¿Qué darían a todos estos "estructuralistas"?
-- O qué no le darían. Por cierto, los caracoles…¡muy ricos!
–En
confianza, los caracoles no aparecen en la carta; los preparo para mí y… para
ciertas ocasiones. Si se entera Denny, es capaz de despedirme. Él siempre está
con platitos de nombres ridículos, adecuados para petimetres, Siempre con los
aromas, las texturas, los colores, la mezcla… Yo, dios (¿) me perdone si
ofendo, prefiero unos pies de borrego, rellenos de setas de los bosques de
Poitier.
Como es natural, a su
muerte, todos los periódicos y revistas, más o menos especializadas, loaron su
persona y su obra.
Tiempo habrá para
entrar en detalle. Y seguir el despliegue de su pensamiento.
Mientras me chupo los
dedos (el camarero ya está en lo suyo), pienso en la curiosa relación entre El
nombre del restaurante del que procede Denny, “Julio Verne”, y la admiración que sentía Foucault por ese poeta mal
comprendido. Y de ahí, naturalmente, a Raymond Russel.
Hasta luego.