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lunes, 23 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 23 de diciembre. “La Ronda”.

(Los asteriscos * remiten a “razones efemerísticas”)

Me despierto. Me levanto…  y veo a Hegel que ha reunido todas sus posesiones en torno al saco de croquetas: una pelota amarilla que parece un virus y un hueso azul de plástico macizo. La cama ha sido reducida a copos  de una alegre nevada que, dado el resultado, ha tenido que durar toda la noche.

–Pero… ¡Hegel!

–He esperado toda la noche. Dime lo que dijiste que me diría hoy. ¡Dímelo…o…!

Pues, sí. Tal día como hoy del año 1955 cayó en viernes y  tuvo lugar el pre-estreno de “Johnny Guitar”. Fue en el Capitol, ahora teatro. Después iría a San Sebastián y recalaría, sin mucho éxito, en Madrid. Al día siguiente, sábado, se trasladaría al desaparecido Metropol de la calle de Llúria. Ese mismo día, Louis Amstrong actuó en el “Night Club” de la tercera planta del lujoso Windsor de Vía Augusta / Diagonal. El mal tiempo le había impedido viajar desde Italia el día anterior.

Ayer, entretenido con Dostoievski, me vino a las mientes un detalle pertinente. Aglaya y Nastasia (“El idiota”), rivales, manifiestan su rivalidad y su catadura, mediante, la una, “una capa clara” y la otra, embutida en un vestido negro. Blanco y Negro… tal como se plasman en “Johnny Guitar” las categorías morales o, si me apuran, los principios metafísicos que rigen el mundo.



Tal día como hoy, del año 1920, se estrenaba en Berlín “La Ronda”.

Antes de enfilar para el sur, salimos hacia el “Camí del mig” y antes de introducirnos en el “Camí del mig”, hacemos un alto en el bar del Día.

–Bon dia a tothom!

–Buenos los dé dios (¿).

–Camarero ponga una ronda* de sol y sombra a todos estos buenos parroquianos. Y para mí un bocadillo de “Blanco y Negro” como introducción… ¡que paga Pepe Botella*! Otro bocadillo para Hegel… ¡me olvidaba del perro!

Hegel se relame. Un solitario cliente está amorrado a la barra y reviscola cuando oye la invitación. Se frota las manos y golpea con la palma derecha la barra de azulejos.




–Veo, querido vecino, que su vena conmemorativa está hoy a reventar.

–Como su local.

Y sin más preámbulos se lanza de lleno:

–Pues sí, Kino, sí. La obra en la que Vd. piensa se estrenó en Berlín tal día como hoy del año 1920.

–Y se “desestrenó” inmediatamente. Ya sabe Vd….temas judíos tratados a la manera judía, “sin profundidad, sin hondura, sin alma…”

–Si yo le contara, sr. Kino, las tramas que se urden en este cuchitril. Si le relatara los “hemiciclos” que se crean y se destruyen en lo que dura una noche… Aquí donde nos ve somos el centro de la movida nocturna del “Cul d’Ocata”.

–Ha estado Vd. atinado: más que “corro”, “anillo” o “ronda”, merece el título de “hemiciclo”… pues la cosa acaba “inacabada”. Esta especie de “Decamerón” concentrado en el que “la mitad de cada una de las parejas que copulan reaparezca en la escena siguiente crea tanto una especie de mecanismo de control biológico como un triángulo estructural sexual…”

–En absoluto ajeno al interés científico.

–Ni al metafísico.

–¿No le parece que “el efecto de los encuentros lingüística y biológicamente repetitivos sugiere un proceso más serial que cíclico, algo mecanicista más que orgánico?”

Y acompaña el discurso con movimientos de manos propios de fregar vajilla.

–Y una melancolía…

–¿Parecida a la que produce la proximidad de la muerte?

–¡Ahí le ha dado, estimado tabernero!

–¿No le parece que lo que muestra la obra de forma implacable, más allá de aquello que fue juzgado como pornográfico, es la alienación entre hombres y mujeres?

–¿Como ejemplo de la alienación general y su cosificación?

–¡Sea!... y es que el mundo se ha convertido en un “Cambalache”*.

–y “yira, yira*”…

El cliente hace bastantes párrafos que se han pimplado el sol y sombra. Mantiene el vasillo entre los dedos, mira perplejo y suplicante hacia el foco de la conversación y lanza como al azar:

–Pues a mí lo de “La Ronda” me parece un nombre perfecto.

–Y muy adecuado.

–Póngale otra ronda. He ahí otra manifestación del mecanismo obsesivo de repetición melancólica.

–Perdón, caballero, pero creo que dos “sol y sombra” no le da derecho a… Además, y perdonen que medie, la obrita que Vds. comentan hace juego con el “Ring” vienés. Ambos cubren la putrefacción moral (y estética) de la burguesía. Por los mismos días que Schnitzler escribía ese alegato contra la doble moral y la hipocresía burguesa (1900), Loos teorizaba la “potemkización” de las ciudades. Edificios que son sólo fachadas. Fachadas fuera del tiempo que cubren con su anacronismo la degeneración imperialista del capital. También por aquellos días, Freud daba el toque final a su “Interpretación de los sueños” y el psicoanálisis hacía su presentación pública. Ambas “Rondas” funcionan como censura-resistencia (y como síntomas). Barreras contra la “locura” (proletariado / “ello”) y expresión desviada de la misma.

–Estimado cliente, me deja Vd. anonadado. Tantos días aguantando su mustia presencia y esta mañana se descuelga con estas consideraciones de enjundia. ¿Acaso Vd. no es quien representa ser?

Acabado el coloquio (y los bocadillos) y anonadados, seguimos nuestro paseo, no sin antes dejar pagadas otras dos rondas.

La escena ha tenido un no se qué de metafísico. Un cavernoso cliente, adicto al “sol y sombra” imparte una lección de historia, aplicada, de la cultura. Son sorpresas que te depara el “Cul d’Ocata”: Tenebrosos asiduos del Condis se descuelgan con una lección de materialismo dialéctico; opacos paseadores de perros se refieren a la luz con una adjetivación inaudita y variada…Y todos con la clara conciencia de la concisión, pues son conocedores de la escasez de espacio. No pueden, pues, desarrollar sus pálpitos, ni conceptualizar sus impresiones. Como este transeúnte que cargado como Sísifo, como donante del fraudulento Banco de Alimentos, me interpela:

Ya me he enterado de su conversacion ahi en la cantina…–las noticias vuelan (tópico digno del diccionario de Flaubert). Así hablaba, sin acentos. Y hay una cosa que Vds. vosotros habeis pasado por alto.

–Dígame Vd. condiscípulo.

–Pues vera. Los antiguos pueblos nórdicos celebraban la llegada del solsticio de invierno (sabra Vd. los del solsticio, ¿no?) con una celebración que llamaban YULE, ¡¡que significa rueda, ronda…y estaba relacionada con el ciclo del sol, con la fertilidad y la abundancia…

–Lo de la fertilidad se lo puede ahorrar, pero dios (¿) nos dé lo segundo. Por cierto, muy oportuna su aportación.

–La solidaridad es propia del “cul d’Ocata”.

¡Vámonos, Hegel, que el día es muy corto y como nos crucemos con otro solidario, no llegamos ni para las uvas! 



Ya en el coche.
Ha empezado a llover.
Tangos de Discepolín.



En Alcanar nos comemos una paella y seguimos bajo el cielo plomizo. Circunvalamos Valencia y entramos en la autovía de Albacete. Giramos en la Font de la Figuera, seguimos hacia Yecla, Pinós y llegamos a ¡¡Fortuna!! en un periquete. 

Noche cerrada.
Paseo por el desierto.

Ante tanta sahariana hermosura no quiero dedicar ni un segundo al malo de Beria* ni al bueno de Kalashnikov*… ni tampoco a la fea de Peggy Ernst*.  Quede constancia, sin embargo, de que no se me escapa ni una, de mi confianza en el decurso de los días y de la melancólica repetición de las fechas.



Lo de la oreja, lo deja para la SEGUNDA SERIE.

–¿Hoy no se cena?






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