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martes, 4 de junio de 2013

Propuesta para la mañana de hoy, día 4 de junio. Alcohol y Congreso de los Diputados.

(*) asteriscos remiten a "Razones efimerísticas"


Lo que faltaba. Hoy me  han dado una puñalada trapera  que no esperaba. En medio del hundimiento del mundo, yo tenía mi refugio y mi sustento. Era feliz entre tanto hijoputa. Había encontrado el resquicio que aireaba mi sórdida existencia. Taponado con masilla de la peor, no tendré más remedio que lanzarme a la calle y exigir la devolución de lo robado.
 
Yo cogía el AVE a las cinco de la mañana. A las 8’30 estaba en el Congreso. Y a las 8’31ya se me veía apoyado en la barra del bar (cualquiera de los 9) del congreso de los diputados. Era una institución, tan fija como los leones. Un primo segundo, uno de los 60 trabajadores de hostelería de la casa, me había falsificado una tarjetita de esas que se cuelgan al cuello y tenía entrada libre. Es algo que nunca les dije… ¡por pudor! Pero mientras yo ideaba viajes y aventuras…en realidad estaba pimplándome series de gintonics de marca, a 3’45 euros la unidad. Me limpiaba con la tarjetita. No paraba de picotear con dedo índice de la mano derecha sobre el borde del vaso de tubo (el más apreciado en el local). Los camareros ya conocían el gesto y siempre fueron diligentes. No tengo nada contra ellos… ¡al contrario! 

 












Normalmente me ponía el traje negro que utilicé en el entierro de mi padre. Corbata estrecha y negra (me he negado a esas corbatas azules o rojas, anchas como hojas de col que denotan debilidad de voluntad y deseos de consenso). Mi vestimenta me dotaba de una dignidad que estaba muy por encima de la media. Mi primo siempre me agradeció esa deferencia. Allí pasaba yo, tan ricamente, las mañanas. Con 20 euros salía reconciliado con la política y dispuesto a seguir con mi impostura revolucionaria.


A veces se me acercaba alguno de los que tienen asiento numerado en el hemiciclo, haciendo sonar el hielo dentro del trozo de tubería, apestando, pese a todo, a vino agrio e intentaba reca(ba)barme la opinión sobre cualquier asunto, yo siempre decía que pertenecía al grupo mixto y que allí las decisiones eran lentas y concienzudas. Conversaciones de dos minutos que eran acompañadas por dos bebidas largas (una por minuto). Cuando se acercaba uno del grupo mixto, les decía que era un encargado de pompas fúnebres y que había recibido un mensaje urgente. Así pasaba las mañanas, entrenando mis reflejos intelectuales y pimplando feliz… en el quilómetro cero de la política del estado.

Pues ESO…¡se acabó! Jesús Posada (¡¡), presidente de la Cámara Baja, ha hecho pública (hoy, 4 de junio de 2013) la medida por la que se suprimen los miserables 900.000 euros con las que el Parlamento subvencionaba las bebidas de alta graduación (espirituosos incluidos). ¡Hala! como si estuvieran ellos solos en el Congreso. No han pensado en las otras mil personas que pululan por los pasillos y se acomodan en una de las nueve salas. ¡Adiós “sol y sombra”! ¡Que te vaya bien “barrejat”! Carajillo al cincuenta por ciento…¡adiós!

Aunque yo, como les digo, sólo iba por los gintonics. A precio normal ya no compensa. De haberlo sabido hubiera ido a Asturias...
 
Me alegro de que mantengan la ayuda a las bebidas flojas: vino, cerveza…quizás también el vermut…Me alegro, pero ya no volveré… ¡no compensa!


He dicho lo dicho a toro pasado, en realidad, me encuentro apoyado en la barra y echándome al coleto el gintónic número cuatro…a menos de dos segundos de recibir la noticia. En este preciso momento se acerca el camarero:

      –Señor, tengo el pesado deber de informarle que …etc…etc

      –¡Por dios! ¡no, por dios!

   –Hoy, y por ser vd. (un cliente extraordinario) le mantendremos el precio, pero a partir de mañana…etc…etc

Me quedo paralizado, enviscado por la mala nueva. El brazo, armado con el tubo, se paraliza de camino al gaznate y los ojos, sin permiso, se humedecen. Pasan, como sufrientes pasos de procesión (del silencio) los buenos ratos que he pasado en tan grata compañía. Los viajes llenos de esperanza. El futuro desestructurado se me viene encima. El ojo izquierdo me tiembla, amenazando neuralgia.

¡Qué poco duran las alegrías en la casa del pobre!

La concurrencia, enterada, se agita silenciosa. Consultan a sus portavoces. Miran la nueva lista de precios. Se secan el sudor y niegan como cabestros. Digo yo que si esta drástica medida no les hace lanzarse por la vía revolucionaria, no lo harán nunca.

     –Señores, sepan vds. que tal día como hoy, del año 1741, se aprobó bautizar como “manzanilla” el vino de Sanlúcar. En memoria del hecho y para hacerle los honores…brindemos con “La Gitana  y despidámonos como gente civilizada. Siempre llevaremos en nuestros corazones los buenos ratos que nos hemos corrido en estos salones. Siento, sin embargo, lo amargo que se les hará seguir (la atención no se exige) las sesiones parlamentarias. E incluso profetizo silencios largos y significativos ¿Quién, sin este sustento, levantará la voz? ¿Quién osará tomar la palabra sin la donosura que presta el Espíritu (oso) Santo? ¿Quién golpeará los pupitres e insultará al ponente…sin la ayuda que prestaba el coñá andaluz? 


Así ha acabado mi última visita al Congreso de los Diputados.

Y ahora en el AVE de vuelta, sin humor ni para el sudoku fácil. Mi alma llora. Los viajeros ríen. Para consolarme pienso en que tal día como hoy, del año 1923, tras el asesinato del “noi del sucre” a manos de los pistoleros del “Sindicat Lliure” (¡libertad!) financiado por empresarios de “casa nostra” y por la Iglesia, “Los Solidarios”  (entre ellos Durruti) decidieron ajustar cuentas. Ascaso y Escartín se encargaron de dar su merecido al hediondo (infórmense vds. mismos… ¡dan arcadas!) cardenal-obispo de Zaragoza, Juan Soldevila. Tengo una duda: no sé si lo ajusticiaron en una escuela-asilo de la calle Terminillo de Zaragoza, o en su finca de recreo “El Terminillo”. En todo caso, iba en un automóvil de lujo, matrícula nº 135 de Zaragoza, acompañado de su mayordomo y, como es connatural, por su chófer.
  



Los Monegros acaban por rendir las últimas fuerzas del espíritu y me lanzo, dando el glorioso (y famoso) traspié familiar, al vagón restaurante: bote de tónica, botellín de ginebra y una factura escandalosa. Insisto en la rodajita de limón y suplico un vaso de tubo. Imposible.
Para hacer más llevadera la tristeza me dirijo a un viajero que parece sacado a la fuerza del hemiciclo:

      –¿Sabe Vd. quién es Zidane?

      –Naturalmente, caballero. El del cabezazo.

    – El mismo. Pues en griego para decir que te requieren al teléfono, te dicen: σε σητανε! Que se pronuncia “se sidán  y com Vd. bien sabe, en francés “se” correspondería a “c’est”…O sea “c’est Sidán” ¿OK? Pues bien: entra alguien en una taberna popular y en ese preciso momento, desde el teléfono, la abuela lo reclama: ”σε σητανε!” y el que acaba de entrar contesta: “No. Seitaridis(*), simplemente.”. ¿Lo capta? En francés….en griego…. Y el otro dice : “No. Seitaridis, simplemente.”. ¡Era Seitaridis! ¡Ja   Ja   Ja!




     
     –Por cierto cuando ganó Grecia la copa de Europa, yo estaba allí (como el dinosaurio). Los motocarros iban cargados de sandías, que los enloquecidos aficionados reventaban contra el asfalto. Las motos giraban sobre sí mismas reduciendo el caucho a humo espeso y apestoso. Rugían. Los que tenían escopetas de caza la sacaron y dispararon al aire. Caían ángeles, arcángeles, serafines y se mezclaba su inexistente sangre con el líquido rojo de los melones de agua…Fue inolvidable…¡muy divertido! ¿no le parece?
 
El tipo me mira extraño, como si quisiera romper a llorar (o romperme la jeta). Bebe un traguito de café y se amorra el botellín de coñá andaluz.

     –Un amigo tenía una metralleta de la segunda guerra, no sé si alemana o aliada…¡pero funcionaba! Esa noche fuimos al monte a disparar unas ráfagas. Todavía pueden admirarse los destrozos en todas las señales de tráfico desde el pueblo hasta la cima del monte. ¡Fue muy divertido!  ¡Póngame otro, camarero! 

     –Puede dejarme en paz, caballero.

    –Naturalmente. Ha sido un intento de olvidar el dolor que me acucia. Pero ya que así lo quiere…¡adiós!

     –No será mayor que el mío… ¡y sin embargo, guardo la compostura!

     –Puedo saber de su desgracia.

    –¡Acaban de suprimir la subvención que el Congreso otorgaba por las bebidas alcohólicas! ¡Se acabó el aliciente! ¿Con qué fuerzas me levantaré cada mañana para acudir al hemiciclo? ¿Cómo soportar el sacrificio de servir al “poble”?...etc…etc

Mientras se desahoga,  una gondolfiera (*) vigila los reptiles del desierto. Pienso que de buena gana me engancharía al ancla y desaparecería en este mar ocre, como Cósimo de Rondó (ver 15 de junio). 


Veremos cómo acaba el día.




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