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miércoles, 24 de abril de 2013

Propuesta para hoy, 23 de abril (1ª). Cravan, boxeador.



Al azar: estante nº 51, libro nº 5 por la izquierda: “Fisonomía y varios secretos de la naturaleza” compuesto por Gerónimo Cortés, natural de la ciudad de Valencia. Editado en Madrid en el año 1821.
Abro al albur: “De las muchas y muy grandes propiedades del aguardiente”

Ven vds. como todos los caminos llevan a Roma.

No les voy a descubrir la fórmula de este brebaje milagroso, pero les diré dos de sus muchas propiedades:

“Bebido este aguardiente quita melancolías, el embargo de las narices, y templa la cólera negra”

“Tiene virtud este aguardiente de quitar la apoplejía de la lengua, lavándose muchas veces, y al que la tuviere atada o tarda en el hablar, por demasiada flema, la desatará maravillosamente”

…Aunque, pensándolo bien, no les descubro nada nuevo.

Bueno pues, tomando este anciano ejemplar en representación de todos, brindo con aguardiente de ciruela, por la salud eterna de la letra impresa: ¡Por los libros!...Comprended que no puedo brindar con cada uno de vosotros…libros queridos.

Y como rosa: ¡¡Rosa Luxemburgo!!

Todo el invierno de 1515 y los comienzos de la primavera del 16, los habitantes de Baviera estuvieron con el alma en vilo, sobre las llamas del infierno. Guillermo IV había amenazado con la “Ley de Pureza”…¡Qué poco duran las alegrías de este mundo!
Los bávaros se dieron al fornicio y a los que, pensaban, serían sus últimos pensamientos impuros. Moro, en las Islas, escribía “Utopía”…Y Lutero meditaba en cómo acrecentar la sensación de culpa.
¿Qué clase de “Utopía”, si los poderosos de este mundo se ponen de acuerdo en la primacía de la “pureza”?

¿De qué me sirven todas las riquezas del mundo si no puedo perder mi alma?

Tal día como hoy, del año 1516, se definió en la corte bávara qué se entendía por cerveza y cuáles habrían de ser sus únicos ingredientes: agua, malta de cebada, levadura y lúpulo. Esta drástica definición se publicó en forma de “Ley de Pureza”. Los aldeanos respiraron a la vez y el universo-mundo se quedó sin oxígeno…¡dos segundos! Aliviados, se dieron, además, a la cerveza fabricada según esas estrictas normas. La pesadilla había pasado.



Repito el brindis, con la cerveza más antigua de Baviera: Agustiner (Edelstoff). Y, ahora, ya puedo tomar mi refrigerio acostumbrado y el carajillo mitad-mitad más un pequeño remolque de aguardiente. Y para seguir el jolgorio: la guitarra-garras de gato de Johnny Thunders (aparecido muerto, tal día como hoy del año 1991, en un hotel de Nueva Orleans…”leave me alone”)…Ni ”N.Y. Dolls”, ni “Heartbreakers”…¡solo!: “So Alone”.

Avui anirem a Barcelona: Abrilmente. Esquivando multitudes amantes de las flores y de las letras que llegan en grumos por la autopista de Badalona y se juntan con ejércitos  que suben por Marina, nos dirigiremos a la calle Diputación, justo detrás de la Monumental. Allí hay una terracita estupenda, lado Besós y mirando a mar…cuyo nombre viene al pelo: “Bretón

--Una estrella!
--¿de qué marca?
--¿?

Desde el día 21 “L’esquella de la torratxa” se venía haciendo eco del acontecimiento pugilístico del año: Jack Johnson se las verían con un tal Arthur (por Rimbaud) Cravan (por el pueblo de una novia):

 “(…) Cravan a qui desconeixem, i que en els anys anteriors a la guerra europea no havíem sentit anomenar mai en els matchs de Londres i de París, té bastanta feina si pensa desferse de son contrincant, encara que posseeixi condicions físiques de primera per a plantar-li cara.
No obstant, nosaltres creiem que el match encara pot ésser molt interessant si en ell els lluitadors tenen la suficient sinceritat per a boxejar sense combinacions i comedies, cosa que, en el primer match d’importancia que es celebra a Barcelona, desilusionaría a molta gent, ja bastant recelosa de per sí.
Veurum doncs si la lluita serà noble i franca i, sobre tot, ben igualada.”
En “La Correspondencia de España” se recogía una noticia inquietante: había tenido lugar una trifulca entre los dos púgiles que se las verían al día siguiente. El negro le pegó una bofetada al blanco y éste, reservándose el odio y la fuerza para el día señalado, no respondió. Se tragó la humillación en aras de la fría venganza. La policía, provocadora como siempre, les animó a seguir. Acabada la trifulca la policía tuvo que convencer al inglés para que se presentara puntual al día siguiente y que se dejara de niñerías. Era parte de su estrategia. 

El domingo 23 no era el mejor día para tan magno evento (¿o quizás sí?) media Barcelona había ido a comer la mona a las orillas del Besós o del Llobregat; las “Arenas” presentaba cartel y en la “calle de la Industria” se jugaba un partido amistoso entre el “Barcelona” de Alcántara y Ozores y el “Real Irún”, en el que se distinguía Carrasco. El partido fue soporífero y, en consecuencia, empataron a cero. El Barcelona venía de sufrir uno de tantos robos contra el Madrid, que con un 4-1 remontó el 2-1 de la ida. La justicia futbolística hizo que la copa la ganara el Bilbao. La liga aún no existía.




Así pues, el 23 no era el mejor día (¿o sí?)…sólo tres o cuatro mil personas, perdidas, desorientadas en la majestuosa grada de La Monumental (reinaugurada y rebautizada el mes de febrero anterior con toros de Benjumea que lidiaron los diestros Joselito el gallo, Posada y “Salieri II”) contemplaron atónitas el espectáculo. 

La velada se componía de seis combates, de los cuales el más llamativo, por el historial del negro, era el que lo enfrentaba con el “coloso” Arthur Cravan: uno, negro teléfono y el otro, blanco como la cal.
¿Quiénes eran estos dos personajes? ¿De dónde habían salido? ¿Cómo fue posible que se entrelazaran estas dos trayectorias y anudaran una escena digna de un “Tratado de Metafísica Poética”?

Veámoslo por partes:

Jack Johnson, “el gigante de Galveston”, fue durante años el afroamericano más influyente del planeta tierra. Empezó con eso del boxeo en torno a 1900, con 21 años. Escaló todos los grados de la jerarquía pugilística y se estancó, por imperativo legal, a las puertas de los pesos pesados. El campeón, Jim Jeffries, le negaba, amparándose en esa legalidad racista, una oportunidad.
En 1904 se retiró Jeffries sin perder ningún combate…y el terreno se aclaró un poco. El sucesor en el trono, Tommy Burns, un blanco (imperativo legal) de 1’77 y 80 kilos de peso, no pudo resistir la insistencia de Jhonson: lo perseguía por todas partes y lo provocaba de las formas más llamativas y humillantes…¡Así durante dos años!...Hombre, también influyó la bolsa establecida.

Por fin se estableció una fecha y un lugar: 26 de diciembre de 1909, en Sydney.

El negro era una verdadera bestia: 1’90 x 90 kilos, “cuello de toro y brazos de elefante” y una insolencia a la altura de la fuerza que se le suponía. El blanco era favorito por su técnica, su aguante y su color de piel. No sé a cuántos asaltos estaba programado el combate, pero en el 14, la policía tuvo que detener la masacre. De Burns sólo quedaba el nombre, el resto estaba esparcido por la lona. No lo conoció ni su mujer. Por suerte tenía perro que confirmó que se trataba de su dueño. Burns no levantó cabeza, en sentido literal. Dadas las circunstancias el jurado tuvo que dar ganador al negro.

Y fue así como se convirtió en el único campeón del mundo de todas las categorías y en el primer negro campeón del mundo de los pesados (pesos).

Insolencia, fuerza y confianza…¡demasiado para un negro! Esta mezcla amenazaba a la sociedad blanca americana, acostumbrada a la sumisión, debilidad e inseguridad de los negros. Surgieron voces invocando el advenimiento de ”La Gran Esperanza blanca”.  También, Jack London se unió a la invocación:

 "Todo se redujo al juego de un etíope pleno de facultades, Johnson, con un pequeño blanco raquítico, Tommy Burns... un juego entre un coloso y un pigmeo. Burns fue un juguete en las manos de Johnson. Jim Jeffries debe emerger de su granja de alfalfa y remover la dorada sonrisa de Johnson. De ti depende".

La Gran Esperanza Blanca” no aparecía por ningún sitio. Johnson derribaba a los aspirantes con cuatro chanzas y un directo al mentón.

La última bala era rescatar a Jeffreis, “el fogonero”, que se resistía como cerdo que llevan al matarife. Cuando la bolsa alcanzó los 120.000 $ (1’5 M. actuales, más pluses de grabación y demás…) su voluntad se fue debilitando y bastó que añadieran una paella para acabar de convencerlo. Dejó el negocio de la alfalfa y se vistió el calzón y el albornoz.

Se publicitó el evento como “la pelea del siglo” (¡recién comenzado!) y se fijó día y lugar: 4 de Julio de 1910, en Reno. Al combate fueron invitados desde el Presidente de la nación, hasta el mismísimo Sh. Holmes…ambos declinaron la invitación. El combate se estableció a ¡45 rounds!...¡a vida o muerte!
No fueron necesarios tantos; a partir del 7º el combate estaba en las manos de Johnson. En el 15, tumbó dos veces al gigante blanco que, enredado entre las cuerdas, miraba a su alrededor sin saber muy bien dónde estaba: si en California, si segando alfalfa, si en lecho de muerte… Rodilla en tierra rogaba para, si era posible, pasara de él este cáliz…que había dejado un poso tan amargo como la hiel que “regalimaba” por las comisuras de sus labios inservibles.




El asalto 16 no empezó. Reffries arrojó la toalla para evitar el KO. Fue la única pelea que perdió…¡Definitiva!!

Esa noche se produjeron disturbios raciales por diferentes ciudades estadounidenses con el resultado de más de cincuenta muertos y centenares de heridos…Habría que esperar a los cincuenta, para ver algo semejante. Y empezó la persecución al campeón. Se le acusó dos veces (1912 y 1913) de “trata de blancas”, de la primera se libró; de la segunda, se escapó a Canadá y de allí, a París.

¡¡ya lo tenemos más cerca!!

En París era el “rey de los boulevares”…con su magnífico automóvil, su porte y su resplandeciente dentadura: Las mujeres no podían dejar de sonreír y los hombres de lamentar haber nacido blancos.

Perdió la corona en un combate amañado: 5 de abril de 1915. Hipódromo Oriental Park de la ciudad habanera de Marianao. Su contrincante, Jesse Willard. El combate estaba establecido a ¡45 asaltos! En el 20 el negro se dejó caer y, en una postura sumamente cómoda, esperó el 10 (después serían 8) fatídico: su mujer le había hecho la señal establecida…¡había conseguido el dinero de la bolsa!

Volvió a París y allí lo encontraron los que propiciaron el enfrentamiento con Cravan.

Pido un Dry, estilo Buñuel, y me bebo medio vaso de Martini blanco con hielo primavera. Las multitudes están absortas en la lectura de poesías o extasiados aspirando el perfume industrial de las rosas. Paso por entre la gente como por entre un bosque de columnas dóricas. 

Bajo a la Gran Vía. Pau Clarís. San Pere més baix y plaza de San Agustí vell. Comeré unos pescaditos a la parrilla en el Mundial…por aquello de su pasado pugilístico. Observen la decoración. Cuenta la leyenda que a finales de los años veinte fue propiedad de un campeón mundial de boxeo, por lo que se convirtió en sede de una peña de aficionados que se mantuvo hasta el 60.  ¿No sería “el negro”?














¡Maldición!...la cola llega hasta el “forat de la vergonya”. Así que sigo por Carders y en el “Bona sort” (¡¡) pido unas patatas bravas. Bravura es lo que hace falta para enfrentarse a los tubérculos…¡y “bona sort”.

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