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viernes, 18 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 18 de octubre. Cortés. Phillis Weatly. Méjico 68.



(Los asteriscos remiten a “razones efimerísticas”)

"Para la buena ventura
del hijo que te dio el cielo
debes ponerle Canuto
por ser el nombre más hueco"    

(A. Machado) 

Nuestro conocido Canuto el Grande, venció, tal día como hoy, del año 1016, al rey Edmundo II “Ironside” de Inglaterra. Edmundo, desde su silla de ruedas, dirigía las huestes inglesas. Él quería ser el primero en el combate; así que el ejército iba, detrás, a paso de hormiga. La tropa comentaba, entre risas disimuladas, la imagen que estaban dando. Era como si Canuto estuviera actuando a distancia, introduciendo en las filas enemigas una laxitud y una risa tonta que les costaría a vida. Es una de las batallas más simples de la historia…Tanto que no merece haber pasado a los anales. Sin embargo, no sólo ha pasado, sino que ocupa lugar preferente en esta “Propuesta”.

Sepan Vds. que hace más de 20 años que no cato la “maría”. Bueno, mis amigos saben que no me desagrada y me echan el humo de vez en cuando. Pero, vamos, eso no cuenta. Sin embargo, hoy, “in memoriam” del tal Canuto y sus proezas, me apetece. Sólo por liturgia… ¡quede la cosa clara!

Pues lo dicho: preparo mis tostadas, las riego con aceite griego y las rocío con unos pellizquitos de hierba. Fijo el tentempié con el carajillo (al 50% como es costumbre). 












“Mandó matar a algunos de aquellos capitanes, y los demás los dejó atados. Hizo disparar la escopeta, que era la señal, y arremetieron con gran ímpetu y enojo todos los españoles y sus amigos a los del pueblo. Hicieron conforme al apuro en que estaban, y en dos horas mataron más de seis mil. Mandó Cortés que no matasen niños ni mujeres. (…) No pisaban más que cuerpos muertos. (…) Se saqueó la ciudad. Los nuestros tomaron el despojo de oro, plata y pluma, y los indios amigos mucha ropa y sal, que era lo que más deseaban, y destruyeron cuanto les fue posible, hasta que Cortés mandó que cesasen. Aquellos capitanes que estaban presos, viendo la destrucción y matanza de su ciudad, vecinos y parientes, rogaron con muchas lágrimas a Cortés que soltase a alguno de ellos, para ver qué habían hecho sus dioses de la gente menuda; y que perdonase a los que quedaban vivos, para volverse a sus casas, pues no tenían tanta culpa de su daño como Moctezuma, que los sobornó”. (López de Gómara, 1552)

Esta matanza (una más) ocurría tal día como hoy, del año 1519.

Llegó bailando a través del agua
Cortez, Cortez,
vaya un asesino”













Póngase cómodos (si pueden). Enchufen el esputofaif y planeen sobre la desolación, impulsados por uno de los solos de guitarra más ácidos de todos los tiempos. Sólo superado, en desolación y acidez por los latigazos de “Dead Man”, ese “acid western” que describe la “Katábasis” de Williams (Blake) (Ver entrada del 23 de diciembre. En construcción). Estoy hablando de Neil Young, naturalmente. De su álbum (Mocte-) “Zuma”: Banda sonora perfecta para un 12 de octubre.
 
Oigan, estas virutillas hacen su efecto. Me sobreviene una risa idiota, sin motivo y sin finalidad. No sé si seguir con Pink Floyd.

Bueno… ¡dejemos que todo siga su curso!

La esclavitud como saben Vds. fue un elemento esencial en el proceso de “acumulación primitiva de capital”, Se mantuvo hasta que el capitalismo desarrolló formas más eficaces de “relaciones de producción” y generalizó el trabajo asalariado. Aquello era la hostia: Salían de caza y volvían con decenas de animales bípedos negros con el pelo ensortijado y los labios como si acabaran de frotarse un chile jarapeño del país de Moctezuma. Los amontonaban en cubículos y volvían a por más. Cuando ya tenían una buena cantidad de ellos, los trasladaban (normalmente) a Dakar, a la isla de Gore y allí se hacía la selección de la mercancía. Se miraban los dientes, el peso, la edad…y a las mujeres el busto, las caderas…en fin, todo aquello que facilitara la reproducción de la mano de obra. Los no válidos eran pasto de los tiburones. De allí los embarcaban hacia ¡¡América!! Por millones. Las galeras estaban construidas expresamente para el traslado de esa abundante mercancía: las “estancias” apenas medían 1 metro de altura, de tal manera que los esclavos no podían incorporarse. Para evitar que se entumecieran definitivamente y se convirtieran en puro lastre, los sacaban a cubierta para realizar prodigiosas tablas de gimnasia. En destino eran vendidos al por menor.

La isla es Patrimonio de la Humanidad. Y destino de turistas desmemoriados que van a tomar el sol a la “playa de los enamorados” o a dejar el yate en el puerto colindante.





Corría el año del señor de 1760. Los franceses dominaban las costas de Senegal y hacían incursiones (o las “concedían”) para cazar negros. Con  uno de los cargamentos llegó a Boston una niña de unos siete años. Sola. Fue vendida… y comprada por la familia Wheatly. Tuvo suerte la niña. Eran ciudadanos piadosos y cultos y, así, estudia cultura clásica, aprende que su nombre está asociado al almendro… y que le espera el abandono y la muerte prematura.

Esta niña se convirtió en mujer y a la muerte de sus “padres” fue liberada (esto ocurría tal día como hoy, del año 1775) Por su inclinación a la lectura y a la escritura se convirtió en una “atracción” con más tirón que la mujer barbuda. A los buenos ciudadanos de Boston y alrededores les producía ataques de risa sardónica (algún día les explicaré el origen de la expresión). ¡Una negra con un libro en la mano! Cuando se enteraron de que, además, escribía poesías, su fama de “monstruo” alcanzó la costa oeste y rebotó por toda la nación. Se descolgó con una oda a Whitefield, el metodista sin método, esclavista y “príncipe de los oradores al aire libre” (con permiso de Demóstenes, digo yo). La oda fue loada hasta por George Washington. No es gran cosa, además de denotar un acentuado “síndrome de Estocolmo”. Pero fue la primera poesía publicada por una “persona” (¿) negra. Sus poemas rezuman devoción y unos sentimientos que los blancos consideraban en exclusiva. Tanta era la incredulidad, que fue examinada por los prohombres de la ciudad, como a Petrarca. Los prohombres dieron fe de la capacidad de la negra e, incluso, prologaron su libro: “Poemas sobre diferentes temas, Religión y Moral”. 



 El destinatario del tributo poético, Whitefield, rindió su alma (¿) a dios (¿) durante una “gira” por el condado de Essex. Sus últimas palabras fueron: “Me estoy muriendo”. Fue de las pocas verdades que salieron de su boca. Predicaba como comiendo aire a dos carrillos y las venas del cuello se le ponían como macarrones del nº 5. Su tesis más popular y de más enjundia puede ser enunciada, sin menoscabo alguno, de la siguiente manera: “La esclavitud es necesaria, luego la esclavitud debe ser legal”. Él mismo, para ejemplarizar, se compró unos cuantos negros.

Phillis, perdido el anclaje de sus padres blancos, fue empujada por los peores vientos del destino y arribó fácil, a la desventura más profunda…Infórmense, Vds. Infórmense.

Sólo una vez dejó entrever que no era ajena al suplicio de su “raza”:

Fue la gracia la que me trajo desde mi tierra pagana,
le enseñó a mi ignorante alma a entender
que hay un Dios, que hay un Salvador también.
(…)
Algunos ven a nuestra oscura raza con ojo desdeñoso,
"Su color es un hito diabólico."
Recordad, cristianos: negros, tanto como Caín,
Podrán ser refinados, y unirse al angélico tren”


Phillis debe ser anotada en la lista. Como Rosa Parks. Y las “cinco magníficas del Canadá”.


“En el día de hoy del año 1929, la ley reconoció, por primera vez, que las mujeres de Canadá son personas.
Hasta entonces, ellas creían que eran, pero la ley no.
La definición legal de persona no incluye a las mujeres, había sentenciado la Suprema Corte de Justicia.
Emily Murphy, Nellie McClung, Irene Parlby, Henrietta Edwards y Louise McKinney conspiraban mientras tomaban el té.”

(Eduardo Galeano)

¿Qué les parece?  En realidad la palabra personas del texto debería ir entre comillas (“personas”) se trataba de una confusión gramático-metafísica que los defensores de la ley justificaban con argumentos sacados de la baja edad media y del cajón de su sucia ropa interior. 



Cuando la abolición se hizo norma y el tráfico se secó, el capitalismo viró hacia la “esclavitud in situ”. Los “viajeros” y “exploradores” como Stanley, actuaban a sus órdenes, arropados con toda la parafernalia de la propaganda paternalista y “científica”. Con sus “salacot” recorrían África haciendo el bien y llevando la civilización a todos los rincones del continente. Les seguía una cohorte de desalmados con sotana y crucifijo de doble filo.

Leopoldo II (a quien dedicaremos una “Propuesta”) se apropió del Congo a título personal y, mientras se deshacía en obras filantrópicas y en declaraciones anti-esclavistas, sometía a los negros a una tortura concienzuda. A qué punto llegaría la cosa que, tal día como hoy, del año 1908, Bélgica tuvo que hacerse cargo del legado. La cosa cambió, pero no tanto. Lean Vds. a Celine: “Viaje al fin de la noche”.



Con la tinta de los calamares de ayer, me preparo un arroz negro. Una botella de tintorro y unos carajillos con remolque de licor de café… ¡Y a dormir la mona!

Y la cosa fue “in crescendo”. Tal día como hoy, del año 1968, Tommie Smith y John Carlos, oro y bronce en los 200 metros lisos en las Olimpiadas de Méjico, fueron expulsados del “Comité Olímpico Estadounidense”, por haber saludado como “panteras negras” en el acto de entrega de medallas (16 de octubre). Observen ATENTAMENTE la fotografía: no tiene desperdicio. ¡Qué plasticidad! ¡Qué fuerza compositiva!...

1.      Smith saluda con la derecha y Carlos con la izquierda.
2.      Smith lleva un pañuelo negro alrededor del cuello.
3.      Ambos llevan guante negro.
4.      Carlos lleva el chándal desabrochado.
5.      Carlos lleva un collar de abalorios.
6.      Ambos bajan la cabeza.
7.      Ambos van descalzos, pero con calcetines negros.
8.      Los tres lucen la insignia del “Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos
9.      Norman, el australiano, tampoco está que se parte de la risa.





Como alcalde del pueblo que soy les debo una explicación”. O bien en las concisas palabras de Bambino: “¡Aquí va mi explicación!” (si la “maría” me deja). Recuerden, además, que hacía tan sólo dos semanas de la “matanza de la Plaza de las tres culturas”.

1. Sólo llevaban, por olvido, un par de guantes. Así que uno se puso el derecho y otro el izquierdo. Tan ingeniosa solución fue prestada por el australiano. Por eso Carlos saluda con la izquierda.

2. El pañuelo negro representaba el orgullo negro.

3. El guante negro indicaba una “declaración de guerra” y la potencia del movimiento.

4. Como muestra de solidaridad con todos los obreros estadounidenses.

5.  "Era para las personas que fueron linchadas, o asesinadas, y nadie ha hecho una oración por ellos, que fueron ahorcadas y para los que fueron arrojadas al agua en mitad del pasaje" (Carlos)

6. Bajaron la cabeza cuando empezó a sonar el himno americano: Nada que celebrar. Sólo vergüenza.

7. En solidaridad con los “pobres de la tierra” y, en especial, de los negros.

8. Un proyecto ideado por Henry Edwards, seguidor radical de Malcolm X, destinado a combatir el racismo en el deporte.

9. Apoyó siempre la iniciativa y se colgó la insignia del “Proyecto Olímpico por los derechos humanos”.


Como Vds. pueden imaginar las consecuencias no se hicieron esperar. Fueron expulsados del equipo olímpico y de la Villa Olímpica, punto éste al que se opuso Méjico, que consideraba a los dos atletas invitados de honor y que seguirían siendo tratados como tales. Su carrera deportiva se desvaneció “euridicianamente”. Sus vidas personales sufrieron graves desarreglos, si se puede llamar desarreglo el suicidio de la mujer de Carlos quien, por cierto había comprado los guantes. Fueron insultados, vilipendiados y amenazados de muerte.

Norman no lo pasó mejor. Fue vetado, pese a sus marcas, del equipo olímpico. Fue deslizándose por la conocida pendiente y acabó alcoholizado y abandonado por todos. Smith y Carlos fueron dos de los cuatro que llevaron su ataúd.

Recuerden Vds. que en los juegos del ·36 (Berlín) el saludo nazi era casi obligatorio. Nadie protestó. Sólo Owen dejó las cosas claras sobre la pista. Cuando Hitler salió del estadio, le faltaba medio bigote. Y recuerden también que en los de Barcelona del 92 los negros eran, en realidad blancos “que habían seguido el proceso inverso al de Michael Jakson” y que las “marcas” fueron “saboteadas”. En el caso se lució Carvalho (*) que no pudo llevar a cabo su “suicidio metafísico”. Yo, por mi parte, me largué a Santander: a la Universidad Menéndez Pelayo. ¡Imaginen Vds. mi desesperación!

Para completar el cuadro. Binet (*) en los días en los que Leopoldo II hacía de las suyas, ideaba una escala de pruebas con la que pretendía ubicar a los niños en el nivel educativo correspondiente. Esa idea, exportada a Estados Unidos, se convirtió en un arma de destrucción masiva. El resultado de su aplicación a la población emigrante fue el esperado: “Nos está llegando la escoria de la sociedad”. Sobre todo los negros, cuyo nivel de inteligencia supera por décimas la de los monos. El siguiente paso fue el estudio de medidas eugenésicas y su aplicación.

Podían haberse cortado los huevos, digo yo. Y nos hubiéramos ahorrado a sus descendientes.

Para cenar unas alcachofas del huerto. Vacíenlas. Hiérvanlas. Pongan en el hueco una mixtura compuesta de queso de cabra, anchoas, alcaparras y olivas negras picadas y métanlas al horno. Sáquenlas antes de que se reduzcan a carbón. Cómanselas con otra botellita de tintorro y al son de “Gitanitos y morenos” del Gran Gato (*). 
















Duérmanse soñando con la “Noche triste” en la que Cortés y los

suyos recibieron su merecido.

Buenas noches.





















jueves, 17 de octubre de 2013

Propuesta para la mañana de hoy, día 17 de octubre. Avito.Varios: Chopin. Cléo de Merode...


Me permitirán que empiece el día de forma un poco grotesca (e insegura). Les aseguro que el día de hoy es uno de los más aciagos, de los más lúgubres y vergonzosos (no consigo formular correctamente) de la historia de las “democracias de postguerra”.

****+                      *****                        *****                          *****                   *****


                                    




Que me aspen si logro hacer claro entre los diferentes pueblos germánicos que se introdujeron en la parte occidental del imperio romano y sus proezas. Sólo me suena aquello de la “Batalla de los campos Cataláunicos” y porque se desarrolló en la Champagne que, por lo demás, es una región rica en cereales y otras hierbas. Aquellos pueblos me suenan a especies ornitológicas: Gépidos, alanos, sármatas, hérulos. Vándalos y sus subconjuntos (silingios, omanos, buros, varinos, didunos, helvecones, charinos, manimios, elisios, najarvales…). Godos, visigodos. Suevos, Francos…Todo esto coincidía con (y causaba) la desintegración de la parte occidental del Imperio. El papa León I evitó que los hunos dieran el golpe de gracia. ¿Qué les diría? Lo cierto es que se retiraron y desaparecieron melancólicamente como neandertales, entre epidemias y hambrunas.

Me suena “Gala Placidia”, no tanto por su relación (muy provechosa) con el visigodo Ataulfo, sino por las atracciones Caspolino (R.I.P.) que tanto tuvieron que ver con la detención de Puig Antich. La hija de Gala, Honoria, también pacificadora, y harta de la santurronería de la corte, quiso ser raptada por Atila y dejarse ya de abstinencias. Valentiniano III, su hermano, lo impidió y Atila, enfurecido (algo así como Chuck Norris anfetamínico), arrasó la ciudad de Aquilea, la del terremoto.




¿A qué viene todo esto?, dirán Vds.

¿A qué viene todo esto?

Pues no lo sé muy bien, pero intentaré salirme airoso.

Asesinado el emperador, de muerte natural, la sucedió Avito (y el enésimo saqueo de Roma por Genserico.) ¡¡Basta!! El tal Avito tuvo que huir, por las razones que fueren, a Arlés y desde allí, enloquecido y con las orejas intactas, contraatacó. Fue derrotado en Piacenza. Le perdonaron la vida pero lo castigaron con saña: le obligaron a tomar el Hábito y hacerse cargo, tal día como hoy, del año 456, del obispado de la ciudad. Al final, por no sé qué motivo, lo encerraron en su residencia y lo mataron de hambre: ¡Lo peor que le pueden hacer a un obispo!

¿Ven Vds.? Una desconsideración con la ortografía puede llevarte al martirio. “Avito” sí que suena a pájaro. Con ese nombre no tenía más remedio que acabar de forma afrentosa. ¡Para que después defendamos la futilidad de la “H”!
Tengo para mí que los germanos cruzaron el “limes” cuando constataron la continuada desidia que los romanos adoptaron al escoger el nombre de sus retoños. ¿Cómo puede un futuro emperador llamarse “Honorio”?...como si de la “tasca Honorio” se tratara; “Mayoriano”, como si ejerciera de mayoral de cornúpetas; “Antemio”. “Avito” (que suena a complemento vitamínico para aves de corral). ¡Vergüenza! Frente a éstos: “Alarico”, “Ataulfo”, “Genserico”, “Odoacro”… ¿Qué sonoridad! ¡Qué potencia fonética!

¡¡Basta!!

¡Lo que hay que hacer para poder tomarse unas copitas de cava de la zona (ya que no “Champagne”)! Esto de envolver cada gesto, cada paso, con un chascarrillo, es agotador. A estas alturas creo que ya no hay remedio. Se ha apoderado de mí una verdadera compulsión que no tiene muy buena pinta. Se resiente el sueño, el camaderil solaz. Las relaciones se mustian como las acelgas del Condis. El huerto se abandona…E incluso el convulsionado mundo pierde importancia. Así se va configurando, poco a poco, la personalidad del “intelectual”.

Hoy es un día apropiado para zamparse unos calamares “a la romana” (con limón de Murcia, naturalmente). Voy a la “lonja” de Monsolís (“Mongat Nord”, si van en ferrocarril) y espero que coloque las “platas” tomando una cerveza en el bar de enfrente. Ruego a dios que no esté el chino de siempre. Los chinos tienen unos reflejos metafísicos. Antes de que el “¡YOOOO!” reglamentario pase de mi cabeza a la lengua, ya ha tenido tiempo de decir su nombre completo y hasta el destino que le espera al cefalópodo. Y se larga, el muy cabrón, sin decir ni adiós, con su presa bajo el sobaco.



Ha habido suerte. Sólo había jubilados lentos y amodorrados bajo este templado sol de octubre. Esperan la morralla. De vuelta paso por el condis y me hago con una botellita de verdejo y un cuarto de mejillones. Comida perfecta, como corresponde a este “Veranillo de los Arcángeles” que, los prosaicos, denominan de “san Martín” o “san Miguel” y los poetas primerizos y rústicos: “de los membrillos”. Acompáñenlos con un poco de Mahonesa (*)

Aunque vean medias sandías envueltas en celofán a precios de saldo, ni se les ocurra catarlas. Recuerden el destino de John Reed. De vuelta del Primer Congreso de las Naciones Oprimidas de Oriente (¿PC? ¡NOO!) celebrado en Dagastan, compró una sandía roja como su apellido y la mordió con tanta pasión como puso Eva en su mordisco. El resultado fue parecido: unas fiebres tifoideas lo llevaron a la tumba en dos días. Era el 17 de octubre del año 1920. Al año siguiente Dagastan sería incorporado a la URSS. Su muerte estremeció al mundo unos cuantos días...¡no sé exactamente cuántos!
(¿Recuerdan Vds. aquel poema de Edgar Lee sobre Taylor, el diácono, cuya muerte fue atribuida por sus feligreses a las traidoras sandías, pero que, en realidad, había muerto de una cirrosis acumulativa? )

La mañana del 17 de octubre del año 1968, después de que las elecciones de junio echaran agua sobre los rescoldos de mayo, fui expulsado, DEFINITIVAMENTE, de los escolapios. Aquellos días circulaba (yo) por entre las desmochadas palmeras, la maleta siempre dispuesta, sin encontrar acomodo definitivo en ningún aposento de la institución educativa. Sabía que se tramaba mi destrucción. Los curas jugaban y me iban cambiando cada día de lecho. Querían sangre antes del golpe postrero. ¿Raro? ¡No me hagan contarles a Vds. de lo que son capaces esos cuervos!

Y a mí aquello me gustaba. Me imaginaba como Rimbaud en Oriente. Esperaban de mí una muestra de arrepentimiento, tras la cual expulsarme como a un perro que se humilla y te lame, aún incluso, cuando lo estás apaleando. Sádicamente. Yo no pertenecía a aquella raza. Yo tenía una gota de la estirpe de Lilith. Así que cuando me lo comunicaron, saqué un paquete de “46” que llevaba en el bolsillo, contraviniendo toda norma. Saqué un cigarrillo, me lo puse en los labios, lo prendí y los miré con los ojos entornados (por el humo) y entre convulsiones logré articular: “¡Ahora ya puedo fumar sin esconderme!”. La música de aquellos días era la “Gran Polonesa” y la polonesa “Heroica” de Chopin. Alguien tenía un tocadiscos a pilas y no sé cómo conseguí ese “single”. Oía a Chopin en todo tiempo y, como era a pilas, en todo espacio.



Pues bien, tal día como hoy, del año 1849, moría en París (¡Plaza Vêndomme!También el padrastro de Baudelaire murió en esta plaza y tampoco fue guillotinado) el músico polaco. Cuando supe de esta coincidencia se reforzó mi querencia. Lo enterraron el Père Lachaise arropado por su “marcha fúnebre” (sonata nº2). Su corazón, sin embargo, está depositado en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.



También se podría hacer un club de aquellos cuyos corazones reposan separados de sus cuerpos.

Seguro que han visto Vds. la imagen “gore” del corazón de Jesús, cercado por una corona de espinas y envuelto en llamas ¿verdad? Pues eso fue lo que vio María de Al(b)a(ri)coque. Era tal día como hoy del año del señor de 1690. Y así muríó.

El 17 de octubre, una hora antes de su muerte, hizo llamar a su superiora y le rogó que le administraran la unción de los enfermos. Dio las gracias por todo”. Exhortó a sus hermanas: “Amad al Amor, pero amadle con perfección”. Es su último legado. Y añadió que “ya no tenía nada que hacer en este mundo, sino ir a abismarse en el Sagrado Corazón de Jesús. Luego, tras pronunciar el santo nombre de Jesús, entregó dulcemente su espíritu”.


A ella se le debe el culto a los despojos divinos.

Pero es que además, la mañana de tal día como hoy, del año 1966, el año en que tocó la lotería de navidad en Fortuna y el pueblo se sumía en la mayor borrachera que recuerda el siglo XX, moría en París, en la “hausmeana” rue Teheran (nº10, haciendo esquina con la plaza Narvik, rntre Manceau y Hausman) la mujer más hermosa de todos los tiempos, la más bella del universo-mundo, de la vía láctea, del universo…más que Ava Gadner. Más que Rita Hayworth (*): ¡Cléo de Merode! Eso no impide, lo cortés no quita lo valiente, que la desprecie por haber tenido relaciones con el bandido más grande de la vía láctea, del universo: Leopoldo II “del Congo”. (Sobre este personaje…¡volveremos!). Vean las fotos y la talla de Rodin…





Expulsión. Chopin y Cléo: tres elementos que constituyen una constelación merecedora de todo un firmamento (como diría “Manué”).

Jean Seberg no cuenta.

La música para esta mañana: La citada de Chopin. Repitan el “Réquiem”…porque la cosa lo merece…


















 




Propuesta para la tarde de hoy, día 17 de octubre: “Ici on noie les algeriens”. Masacre de París.



Ya les dije lo que pensaba sobre el día de hoy.  Y les pedí que escucharan por segunda vez la “Marcha Fúnebre” de Chopin.

¿Recuerdan “Caché” de Haneke? (¡no es una marca de cerveza! Es el nombre de uno de los cineastas más despiertos, en esta nueva “noche del siglo”) ¿cuando el “moro” se corta la yugular? La causa de su “trastorno” es, precisamente, el horror del recuerdo, el espanto del olvido, la angustia de la supervivencia. Aquella tarde, todo París se tiñó de sangre y las aguas del Sena se cuajaron. ¡Ah! ¡Si dragaran todas las aguas dulces y saladas del planeta! Todo un mundo de muertos…¡¡Basta!! Esta imagen daría para unos párrafos lastimeros. ¡¡Basta!!


 Copio un artículo de Goytisolo, publicado en el 2011. 

“El pasado 17 de octubre (2011) cuando salía de una boca de metro en Étoile (ahora ¡Charles Degaulle!) ignoraba del todo que se cumplían exactamente 50 años de un acontecimiento que marcó profundamente mi vida: la noche en la que la Plaza de la Estrella se tintó de amarillo y recreó en el ánimo de los allí presentes una resucitada y siniestra “Étoile jaune”.

  Fue el titular de Le Monde, en un quiosco de la Avenida Friedland, el que reabrió las puertas de la memoria y me proyectó a 1961 en un vertiginoso salto atrás.

A fines de los cincuenta del pasado siglo asistía como un modesto aprendiz venido de un mundo subdesarrollado a las veladas de sobremesa en el domicilio de Marguerite Duras y de su pareja de entonces, Dionys Mascolo, en las que un grupo selecto de intelectuales de izquierda -Robert Antelme, Maurice Blanchot, Edgard Morin, Maurice Nadeau...- discutía de sus opciones de compromiso con la causa independentista argelina y con el núcleo duro de sus activistas, los llamados “porteurs de valises”, discípulos o colaboradores de Sartre y de la redacción de “Les Temps Modernes”.

Como escribí en otra ocasión, figuraba entre ellos la novelista Madeleine Alleins: defensora apasionada de la lucha anticolonialista, pertenecía al entonces célebre “reseau Jeanson”, un grupo clandestino de ideas marxistas o inspiradas por Frantz Fanon, que procuraba un sostén logístico a la Federación del Frente de Liberación Nacional argelina en la metrópoli. Sus miembros ocultaban dinero, armas, material de propaganda y a los militantes perseguidos por la policía en sus domicilios y en los de sus amistades cercanas.

Perecieron un centenar y pico de manifestantes; docenas de ellos fueron arrojados al Sena.

La prensa censurada de la época no pudo establecer un balance preciso de los cadáveres rescatados
Un buen día, Madeleine Alleins se presentó en casa y nos preguntó a Monique Lange y a mí si estábamos dispuestos a custodiar temporalmente los fondos de la organización. Monique aceptó sin vacilar y Madeleine Alleins acudió días después con un maletón cargado de billetes que depositamos en el estante superior de una alacena junto a la puerta de entrada del piso de Rue Poissonnière. Por espacio de unos meses, la activista telefoneaba al despacho de Monique en Gallimard y le comunicaba en clave una cifra, que ella me transmitía a su vez y yo me encargaba de meter la cantidad indicada en un gran sobre y la entregaba a nuestro enlace a la hora fijada cuando sonaba puntualmente el timbre.

Concluida la custodia de los fondos de la organización, la causa independentista argelina no desapareció de nuestro horizonte. Mientras el acoso a la inmigración magrebí, el toque de queda y las “rattonades” (incursiones violentas de las fuerzas del orden contra los norteafricanos) se extendían como una gangrena, las reuniones en los domicilios de Edgard Morín o Robert Antelme mantenían viva la llama del fervor anticolonialista. Maurice Péju -cuyo excelente libro sobre lo acaecido el 17 de octubre acaba de salir de forma póstuma a la luz después de acumular melancólicamente el polvo- era al parecer uno de los hombres de confianza del fugitivo Francis Jeanson e informaba a los simpatizantes de la estrategia política del FLN. “EI Manifiesto de los 121!, encabezado por Sartre y Simone de Beauvoir -un llamamiento a la deserción de los militares franceses que suscribieron mis amigos más próximos, incluidas Monique y Florence Malraux- fue el detonante de una movilización intelectual que no cesó sino con la firma de los Acuerdos de Evian y el reconocimiento de la independencia de Argelia.

Pero vuelvo a lo sucedido el 17 de octubre. Días antes, llegó a nuestros oídos la noticia de que el FLN preparaba una respuesta pacífica masiva al toque de queda impuesto a la población argelina y que abarcaba de hecho a la de Túnez y Marruecos (en la noche colonialista todos los moros son pardos). Alguien, no recuerdo quién, nos puso al corriente de que la fecha fijada era ese 17 de octubre cuyas imágenes de fantasmal violencia se grabaron en mi memoria con cruel nitidez.

En compañía de un corresponsal argentino de France Presse, fuimos primero a pie a la plaza de la Ópera, tomada totalmente por la policía: hileras de agentes con casco antidisturbios y armados de cachiporras canalizaban el flujo incesante de los magrebíes que subían disciplinadamente la escalera de la boca del metro y los empujaban al interior de los furgones que cortaban el tráfico en todas las avenidas circundantes.







Al poco, nos llegó el aviso de que la concentración masiva de quienes desafiaban el toque de queda sin otras armas que su dignidad y coraje se situaba en l'Étoile. Allí, en las vastas aceras de la rotonda que rodea la plaza propiamente dicha, batallones compactos de norteafricanos con los brazos cruzados tras la nuca, ofrecían un espectáculo que retrotraía a las imágenes de las redadas nazis durante la Ocupación. Resueltos, impertérritos, barridos crudamente a brochazos por los focos giróvagos de la policía, aguardaban el momento de ser introducidos a culatazos en los coches celulares hacia un destino desconocido. Entre los testigos de la tropelía, divisé a algunos periodistas y colaboradores de l'Express, France Observateur y Les Temps Modernes. Lo que entonces ignorábamos es que la policía, siguiendo las instrucciones del prefecto Maurice Papon, iba a entregarse a una orgía sangrienta en la que perecieron un centenar y pico de manifestantes. Docenas de estos fueron arrojados al Sena sin que la prensa censurada de la época pudiera establecer un balance preciso de los cadáveres rescatados. La matanza permaneció enterrada en la memoria colectiva no obstante la labor de historiadores como Jean Luc Einaudi, de novelistas como el autor de “Meurtres pour mémoire” y de cineastas como Rachid Bouchareb, cuya película desdichadamente no he visto.

Con motivo del cincuentenario de esos atropellos, varios filmes documentales denuncian hoy la barbarie llevada a cabo en nombre de la supuesta misión civilizadora europea en África y el Magreb: apaleamiento a muerte de manifestantes inermes; ejecuciones de un balazo a quemarropa; apriscamiento de los detenidos en el Palacio de los Deportes; reedición del Vel d'Hiv...



 Con 50 años de retraso, Francia recobra la memoria y bochorno de aquellas brutalidades gracias al filme “Otoño en París” de Jacques Panijel, cuya difusión, como la del libro de Péju, no ha sido posible hasta ahora. A quien tenga oportunidad de verlo, sus imágenes de insostenible violencia se superponen a la belleza serena de l'Étoile, con sus palomas, turistas y paseantes ociosos, una Estrella, repito, que por espacio de unas horas se tiñó de amarillo. Y no está de más recordar que fue el mismo Maurice Papon, el prefecto de policía de infame memoria, quien facilitó el traslado de resistentes y judíos de Burdeos a París durante la Ocupación nazi y cuyo destino final fue a menudo el de los campos de exterminio.



 

La historia reitera sus ciclos: los verdugos son a veces los mismos y solo las víctimas cambian. Reconocer la culpa de aquella odiosa redada honraría a una República cuyos proclamados valores son una libertad, igualdad y fraternidad de universal validez.”

Los asesinados fueron más de 250. 

A los dos meses moría Franz Fanon.


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DOCUMENTOS IMPRESCINDIBLES.

·         Didier Daenickx: “Meutres pour mémoire”
·         Einaudi: “La bataille de Paris”
·         Jacques Panijel: “Otoño en París” (película).
·         Richard Bouchareb: “Hors-la-loi” (película).



    RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

    Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...