(los asteriscos
(*), como siempre, remiten a efímeras “razones
efemerísticas”)
Hoy me he
propuesto iniciar al cánido en el conocimiento del mundo. Predisposición tiene.
Tentempié matutino (cada cual lo suyo) y recogemos bártulos: útiles del perro y
ropa interior para mí: bolsa de condis y…¡carretera y manta! ¡A Valencia!
“Hegel” quiere hacer de copiloto. Eso
sólo se lo permitía a “Gorrión”, que
era tan escrupuloso con las normas que hasta se ponía el cinturón de seguridad.
Este tiene otra casta: más prusiana, por así decir. Le abro el portón trasero y
se acomoda de mala gana. Para entretenerlo le voy contando la vida de perros
“ilustres”, la triste muerte del perro de Mozart y el desolado entierro de su
amo (*). Llegan lamentos quedos de la zona de equipajes. A “Hegel” le ha tocado el alma (¡¡) el
destino del perro del músico. No hay nada mejor que ir instruyendo a las
criaturas desde la más tierna infancia.
La mañana, de un
anaranjado Monet (*), se despliega según nos acercamos a Valencia, cosa lógica,
por lo demás. Lo de Monet, por cierto, tiene su miga. De quien Cézanne había
dicho que “Sólo es ojo… ¡pero qué ojo!” casi se queda ciego en
las proximidades de la vejez. Cuando recuperaba la visión, la depresión lo
acabó de hundir. De Monet (les parecerá raro) beben las corrientes abstractas:
el trabajo en series (Warholl); los nenúfares (Pollock); los almiares (Mondrian).
Para mí que fue el más representativo de lo que llamamos “impresionismo” (¿Pisarro?): la obsesión por la fugacidad de la luz,
la negación del negro, el “plainairismo”…la
ausencia de tema, a favor de la atmósfera, la falta de compromiso político
(dejemos a parte a Pissarro, anarquista de pro)… En fin, todo eso que asociamos
a ese estilo pictórico que rápidamente se convertiría en académico y que marcó
el límite del gusto burgués.
Ya saben Vds.
que “hasta el rabo todo es toro” que,
traducido, quiere decir que nadie puede responder a la pregunta por su
felicidad hasta el día de su muerte. Es en el último momento cuando se revela
el origen y el sentido del transcurso. Por eso mis propuestas se detienen en
esos momentos postreros y no tanto en los primeros y alborozados instantes,
cuando todo está por llegar y construir… Y toda la casa se llena de risas y
presentimientos.
Que se lo
pregunten a Mozart. Acérquense a su pestilente cama y atrévanse a lanzarle la
pregunta definitiva: “¿Ha sido Vd.
feliz?”. Mozart, hinchado como un pez globo, y descomponiéndose a marchas
forzadas, pedirá la partitura de la “Lacrimosa”
del “Réqiem” y dará una respuesta
líquida: Un torrente de lágrimas que se mezclarán con las delicadas plumas de
ánsar de la almohada.
“Lacrimosa
dies illa
Qua
resurget ex favilla
Judicandus
homo reus.
Huic
ergo parce, Deus:
Pie
Jesu Domine,
Dona
eis requiem. Amen”.
Sus últimos
pensamientos se centraron en el desamparo de los suyos…y en el cabronazo que lo
había estado envenenando (lo creyó hasta el final)…. ¡Como Robert Johnson!
Moriría tal día como hoy, del año 1791.
Vean Vds. porqué
caminos más inopinados surge la belleza. O mejor: vean Vds. cómo la belleza
vive de espaldas a quien la produce. La belleza no es “donatista”.
El coche se sabe
de memoria el camino: dónde están los radares; dónde un bar interesante; donde
una curva peligrosa…
Como no quiero
entristecer más al perro, y a la vez quiero que aprenda sobre los últimos
momentos del músico, pongo el “Concierto
para clarinete”, imbuido de la alegría perenne de la “Flauta…”. Cuando acaba enlazo con la “Sonata por nuestra alegría” que tampoco muestra indicios de agonía…y sin embargo…¡¡se moría!!
(¡rodolí!).
El día 20 de
noviembre ya no apareció por la “Serpiente
de plata”, de la calle Kärntner, cerca de la Staatsoper. Si pasan por
Viena, tómense un aguardiente de cereal en el café Mozart de la Albertinaplaz… ALLÍ
no digan que van de mi parte.
No pudieron
hacerle la autopsia, de tan descompuesto como estaba. Así que nos quedamos sin
saber la causa exacta de su muerte y se dio pie a que los constructores de
hipótesis activaran su clarividencia Sobre el entierro ya he dicho algo en algún
lugar. Y sobre los “misterios” que
envuelven el “Réquiem”, también.
Hegel aúlla, se
deshace en sollozos. He de parar el coche y consolarlo. Se desahoga en el
tronco de un pino. Mueve la cola y seguimos. Sepan vds. que el perro es nativo
de los Sudetes (República Checa) y todo lo concerniente a Centro Europa, le
incumbe.
Llegamos a
Valencia justo a la hora del ángelus. Nos esperan con un Dry y un cubo de agua
fresquita: ¡¡Por el fin de la ley seca!! (*).
Y nos pimplamos un par más. El perro vuelve a tirar como en los Balkanes. Nos
arrastra. Y además con un ventarrón de tormenta a favor. No soy supersticioso,
pero, tal día como hoy, anota
Daniel Defoe: “la más terrible tormenta que haya visto el
mundo”, era el año 1703. La tormenta abarcaba desde Gales hasta los “Sudetes”.
Bajamos por
Quart, plaça del Tossal y nos dirigimos al Mercado Central, ese impresionante
recinto de “arquitectura del hierro”,
merecedor de más gloria. Compramos unos “gallos”
(“bruixes”), lo necesario para
hacerlas a la vinagreta de aguacate, 4 botellas de “Cullarot” blanco, 4 de Jumilla, dos botellas de vodka del bisonte, una
de aguardiente (de ese del ciervo) y un fenomenal ossobuco para “Hegel”.
De vuelta se nos van uniendo los comensales: N., P. (que
viste como la Delaunay*), N.,
A. y Salva “Slip”. Así que
seremos 8, más el perro. El perro sigue tirando, arrastrando tras de sí toda la
estructura del mercado central. No hay manera. Unas cervecitas de camino.
Dejamos la barra como si hubiera habido una despedida de soltero: llena de
perifollo de cacahuetes.
1.
Picar la cebolla en juliana muy fina y rehogarla en una cantidad generosa de
aceite de oliva extra virgen. Ha de quedar crujiente. Escurrirla bien sobre
papel de cocina.
2.
Picar (pelado) el aguacate en daditos pequeños y ponerlo en un bol. Salarlo,
añadir el zumo del medio limón y el pimentón (picante) y mezclar con suavidad. Cubrir
de aceite. Remover un poco para que el aguacate impregne la vinagreta, pero sin
que se deshaga del todo. Corregir de sal.
3.
Limpiar las “brujas” (hermanas pobres del rodaballo y del lenguado, todos de la
familia “Planas”). Salarlos y untarlos con un poco del aceite de la cebolla (que
se entristezcan ligeramente) y pasarlos
por una la sartén (¿grande?, ¿pequeña?...¡La única!). Servir los filetes con la
cebolla frita y unas cucharadas de vinagreta de aguacate templada por encima.
Las mujeres van
a por más vino.
Sabrán Vds. que tal día como hoy, del año 1484,
Inocencio VIII escribió de su puño y letra la “Summis desiderantes
affectibus”, dando inicio a la “caza
de brujas” (¿pesca?). Realmente el papa estaba preocupado por el tema. Sus
razones tendría: Entonces era normal que los papas hicieran vida marital, lo
que conlleva: mujer, suegra y cuñadas…Debería estar verdaderamente acuciado,
porque la Iglesia, hasta ese día, sostenía que la mera creencia en la
existencia de tales seres, era herético. No le importó. Iba enloquecido a poner
coto y orden. Y a vengarse (¿).
“…Por
cierto que en los últimos tiempos llegó a Nuestros oídos, no sin afligirnos con
la más amarga pena, la noticia de que en algunas partes de Alemania
septentrional (…) muchas personas de uno y otro sexo, despreocupadas de su
salvación y apartadas de la Fe Católica, se abandonaron a demonios, íncubos y
súcubos, y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones y otros execrables
embrujos y artificios, enormidades y horrendas ofensas, han matado niños que
estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de los
ganados; que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aun, a
hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases, viñedos, huertos, praderas, campos
de pastoreo, trigo, cebada y todo otro cereal; estos desdichados, además,
acosan y atormentan a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales
de otras clases, con terribles dolores y penosas enfermedades, tanto internas
como exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres
concebir, por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas
recibir a aquéllos; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les
pertenece por el sacramento del Bautismo, y a instigación del Enemigo de la
Humanidad no se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas
abominaciones y los más asquerosos excesos, con peligro moral para su alma, con
lo cual ultrajan a la Divina Majestad y son causa de escándalo y de peligro
para muchos…”
Es difícil
hacerse una idea de estos “seres”.
Pero, verdaderamente, su acción es contundente y arrasadora. Un “cuadro” complicado. Tengo para mí que lo
más preocupante era los destrozos en las viñas. El resto (eso de íncubos y
súcubos; fetos y demás) era tan cotidiano en la barca de san Pedro que se lo
traería al pairo.
¡Las viñas…las
viñas!
El papa envió a
los suyos a poner orden.
Tal
día como hoy, del año 1918, se confeccionaba el plan
destinado a poner orden en Berlín. Ebert, naturalmente, estuvo de acuerdo (¡y
no digamos Noske!).
La Inquisición
ya existía. ¡Que le pregunten a Torquemada y a Nicolàs Eimeric! Ahora se
trataba de otra cosa: de brujería. La cuestión de los judeo-conversos estaba
encarrilada y la función de “Gran Hermano”
se estaba incubando. Poco a poco la
institución se fue especializando en la femenil grey y en aniquilar todos sus
encantos y “encanterios”.
“Hegel” ha reducido a agujero el “ossobuco”. La Polaca, lo decora con
círculos cromáticos, siguiendo las teorías de Chevreuil, y se lo pone como
pulsera.
Va pasando la
tarde, amenizada por Camarón, los
Hermanos Zuleta y Víctor Tsoy con su grupo “Kino”
(por-rock-punk-folk ruso… ¡a saber!). Va bien con el vodka. Damos una vuelta
por el “Carme”. “Hegel” no se aparta de “la
Polaca”. Parecemos supervivientes de la batalla del Marne, aturdidos por el
estruendo y la visión de la muerte. Matamos el tiempo (y él nos entierra) de
bar en bar y a la hora de las brujas nos dirigimos a la “Edad de Oro”. Mi tarjeta “idem”
nos abre las puertas. Es el fin. La última siempre la tomamos allí. Parece la
sala de espera de un hospital de urgencias. Una vez que sales de esa sala no te
quedan ganas de ver mundo. La noche se ha acabado
definitivamente…y posiblemente también el día de después. “Hegel”, menor de edad, espera en la puerta.
definitivamente…y posiblemente también el día de después. “Hegel”, menor de edad, espera en la puerta.
–¿Qué
tomarán las caballeras?
Nos contamos y
han desaparecido tres.
–We
will “take five” beers.
El “disjokey”,
Juanito, siempre con la oreja avizor, pone a David Brubeck (*). Con éste pasa como con “El
Barrio”, les gusta a los que no son aficionados al “cante”.
No
hemos acabado la cerveza, cuando
irrumpe en la sala una femenil masa compacta. Debe de tratarse de una “despedida de la vida”. O de una reunión
informal de viudas de soldados de la “quinta
del biberón”. Solicitan algo de Jorge Negrete (*), el ídolo de su juventud (les juro que una vez oí en la radio: “Jorg
Negret”, a la francesa). Los parroquianos nos quedamos paralizados de espanto.
Dejamos la barra libre para que abreven. La osada que ha pedido cerveza acaba
tendida en la mesa de billar. Luce un vaporoso traje rosa y ropa interior como bolsas
del condis. Suena “¡Ay, Jalisco no te
rajes!”. Enlaza con “De piedra ha de ser la cama...”
Es el momento de largarnos. Ya hemos visto demasiado.
Hegel está siendo objeto de admiración por el subgrupo
que ha preferido esperar fuera. Cuando huele a “La Polaca” se levanta como un resorte.
Creo que “Hegel”
ha superado la prueba.
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