Buscar este blog

sábado, 9 de noviembre de 2013

Propuesta para la tarde, la noche y la madrugada de hoy, día 8-9 de noviembre. Munich, 1923. Nadia Stalina.

(Los asteriscos remiten a "efemerísticas razones")


En el ínterin he intentado maniobras de aproximación…¡imposible!...El perro no quiere armisticios y está decidido a acabar con todo el mobiliario. Llamo por teléfono a su legítimo dueño y le ruego…¡por dios! (¿) que aparte de mí este cáliz. Me promete que ¡mañana! se hará cargo del meteoro…Espero deseperao la “desperración”.

El año 1923, el día 8 de noviembre también cayó en viernes. Todo un fin de semana por delante. En Berlín llovía…en Múnich, no lo sé. Peter Ellis hablaba de sus inversiones con  los Waldstein. El taxi de la mañana le había costado 4.000 millones de marcos y el de la noche le costaría 5.000 millones; por suerte acababan (¡pero ya mismo!) de sacar el billete de mil millones…así que con 5 tuvo bastante.





En cuatro líneas (que se han convertido en catorce):
 
Los franceses han ocupado el Rurh. Ebert (y Stresemann) declaran la “resistencia pasiva” que no da el resultado esperado. Se declara el “estado de emergencia” y se traslada todo el poder al ejército. Baviera, a la suya, declara su propio “estado de emergencia”…sueña con una independencia de Berlín y  poner al estado bajo la dinastía de los Wittelsbach (¡nada que ver con los “witels”!). Por otra parte el partido nazi ha ganado la hegemonía en la extrema derecha y pretende colgar por las pelotas a los de la “puñalada por la espalda”… y adornar los tilos de Berlín, antes de navidad. Nada de independencia…¡al contrario!...¡conquistaremos Berlín! (…antes que Mannhatan). Las cosas andan muy, que muy revueltas…¡Mañana arreglaremos cuentas con Lunendorff!

Hitler, que ya conoce la cárcel por los hechos de 1921, se ha reincorporado al ejército como espía-chivato…y, después, como instructor y constructor de coartadas. Ha conseguido el liderazgo del partido (deja el ejército) e imprime su sello personal. En torno a él: Lunendorff, Göring, Röhm…y toda la bestial purria del ejército desmovilizado.

Bueno, pues el día 8 por la tarde-noche, el “triunvirato” (gobierno, ejército y policía) de Munich y cientos de invitados se encuentran comiendo salchichas y bebiendo cerveza en la grandiosa cervecería “Bürgerbräukeller” (en Rosenheimerstrasse, al otro lado del Isar… entre el Hotel Hilton y el “Centro Cultural Gasteig”) capaz de albergar a 1500 bebedores.

Digo yo que, o no tenían intención de pagar o cada cual llevaría un motocarro para transportar el coste de sus consumiciones….¡No hablemos de pagar una ronda!

La cervecería no existe: no resistió el atentado del 39, cuando el carpintero y campesino suabo, George Elser hizo estallar una bomba de fabricación casera en la cervecería donde Hitler había tomado la costumbre de celebrar el 8 de noviembre. Hitler había salido minutos antes. El desafortunado autor murió en Dachau en el 45, días antes del suicido (¿) del Führer y cía.





Pueden vds. tomar un tentempié en la cafetería del centro cultural y aprovechar estas fechas para visitar una especie de “Feria del libro” que durará hasta el veintitantos.

¡Ahora es el momento de la verdad!...doy unas palmadas y el comedor se inunda de perfume de cadera de ángel, los folios tiemblan de puro amor… incluso las inexistentes cortinas vibran emocionadas por el feliz reencuentro: mis “Ángeles Custodios” se materializan:

--Hola, amor nuestro… ¿A qué, después de tanto tiempo, esta solicitud?

--Una vieja amiga me impone una salida terapéutica.

--¿Adónde…si puede saberse?

--¡A Munich!...Me apetece un Löwenbraun “in situ”.

--¿El “chucho” también viaja?

--Dejémoslo que acabe con todo el maderamen del edificio.

Levitación santífica, virginal asunción, vuelo de espora y aterrizaje de pétalo de crisantemo: Rosenheimerstrasse en la misma puerta del “Centro Cultural Gasteig”…Durante el viaje me arrullan con  las “Tres Corales” de César Frank*, ahí echó el resto, antes de la “Fuga” definitiva…

¡Las cinco en punto de la tarde!                   




              
--¡Aire!
 
--¡Adiós, amor nuestro!

--¡a las doce os quiero aquí!

--¡Qué poco tiempo para perder las formas!...

Se desvanecen euridicianamente…y un sutil (más que Duns Scoto*) aroma de violetas ocupa el espacio.

Y yo me doy cuenta de que he venido con lo puesto: del veranillo de san Martín al frío de san Severo*. Ni bufanda, ni chubasquero (rodolí), ni gorro-Ignatius (la rusa la perdí en Leningrado)… y ni una muda, por si acaso (rodolí en asonante).

Entro al Gasteig y sigo las indicaciones, procurando no acabar en la feria del libro, en una exposición de cuadros o en un concierto infantil. Ocupo una mesa que da a la terraza interior; se acerca el camarero:

--“Und weil der mensch ein mensch ist, will er was zu essen”

--¡!!!!!!!!¡

Es una frase que recuerdo de Brecht y que viene al pelo: “Y puesto que el ser humano es un ser humano, quiere algo de comer”

--Muy proverbial y leído cliente…¿Qué desea exactamente? (rodolí en consonante)

--Una botella de Mosela y una salchicha de Frankfurt

--Wir sind in München, Herr.........  (¿Cómo sabrá mi apellido:Herr(ero)?)       
   
--Pues…una botella de Mosela y una salchicha ¡¡de Munich!!

--¡Qué poco tiempo para perder las formas!

--¡¡……¡y mostaza ¡¡de Dijon!! (¡!)…

Ese año no había habido “Octoberfest” así que la gente andaba deseosos de pimplar sin cortapisas y con ganas de jarana. Todos perdieron rápidamente las formas. Cuando Kahr, el triunviro anfitrión, se dispuso a echar el discurso de rigor, la rechifla fue general (e involuntaria…”inercial”, se podría decir). Se bailaban polkas encima de las mesas, se meaba por los rincones (y se secaban en las cortinas), se usaban las salchichas de forma deshonesta, se vomitaba, y, sobre todo, se maldecía a los “soviéticos”, recién fusilados. La fiesta, en cierta manera, era de celebración por los éxitos cosechados y por la disolución del peligro “bolchevique”.

En esto que irrumpe en la sala Hitler (viejo conocido), Göring y un escuadrón de la recientemente formada S.A. tocado con cascos de acero y armado: cruces gamadas y calaveras con tibias cruzadas, rubricando. Algunos escuadrones más se habían distribuido por la ciudad en plan estratégico.

--¡Al suelo!...¡Todos al suelo!

A más de uno se le agriaría de golpe la cerveza y la mostaza…¡Hasta que se dieron cuenta de qué se trataba!

Hitler se subió a una mesa, disparó al techo… el tenue polvillo de la escayola se mezcló con el champán de las copas (y añadió algunos años a los concurrentes). Las S.A. montaron una ametralladora en el vestíbulo. Encendieron cigarrillos austríacos y se pusieron a discutir sobre los partidos del fin de semana: ese año, como el anterior la liga la ganaría el “Hamburgo SV”…¡esos rojos de mierda!...lo del Bayern es MUY posterior (aunque se fundara en 1900). Ahora es el momento: La “Paulaner” se quedó con la cervecería de marras.






          
--Kellner!...¡un carajillo! Y de postre: una copita de “Eiswein” de aquí…de la contorná.
 
--¿?

--Bueno pues…un café y un copuzo de Mike Jager…master jager…¡ese del ciervo!

--Enseguida,  ¡señor!

--¿?

Mientras tanto en el ministerio de Hacienda se hablaba de un exótico “marco-centeno”, cuyo valor estaría respaldado por las cosechas de ese cereal o algo parecido. Finalmente se propuso el Rentenmark, sostenido por la hipoteca sobre el valor de toda Alemania…¡Absurdo!...pero como la cosa es cuestión de confianza (si no fuera así, no existiría el dinero financiero), la cosa funcionaría. 
Si estuviéramos en el 23, la fiesta me hubiera costado, como mínimo 20.000.000.000 de marcos. Un dólar llegó a cotizarse, el 20 de noviembre a 4’ 2 billones de marcos (en el mercado negro se llegó a los 10 billones). El Rentenmark tachó 12 ceros. Debería haber salido de casa como cuando coges el avión de “Ryan Air”: embutido en capas y capas (de papel moneda).

Bueno, a lo que iba. Hitler y Göring metieron al triunvirato en una habitación a la espera del cada vez más siniestro Ludendorff. Llegó y se acordó el plan: tendremos monarquía y, además marcharemos sobre Berlín…¡como petimetres italianos!
Salieron y dieron la buena nueva: “Deutchland über alles” y” ¡A Berlín!”. La fiesta continuó hasta el amanecer.
Hitler fue requerido porque ni el ejército ni la policía territorial se plegaban a sus deseos. Aprovechando su ausencia, el triunvirato decidió que también tenía que ausentarse. Las S.A. dejaron su tema:

--¡De aquí no sale ni dios!

--Pero es que…

--No hay “es que” que valga.

Hablaron con Ludendorff y, entre caballeros se arregló la cosa: “Si no te puedes fiar de la palabra de un oficial alemán ¿de qué te puedes fiar en este mundo?”. El trío había dado su palabra de honor que volvería:

Uno, sacó al ejército a la calle.
Otro, a la policía.
Y el anfitrión, trasladó el gobierno a Regensburg.

(Amaneció el día 9 de noviembre).

Y hubo un imprevisto: los cadetes (¡siempre igual con estos niñatos!) se unieron a Röhm que había ocupado el Ministerio de Guerra de la Odeonplatz…¡Ya tenemos un “poblema”!
El ejército y la policía cierran los puentes sobre el Isar y construyen barricadas alrededor de la Odeonplatz. Röhm está aislado.

La gente sale a la calle enarbolando esvásticas. Se grita contra los judíos y “su” inflación. La multitud ocupa los espacios entre el Isar y la cervecería y apuestan sobre el inmediato futuro: ¿disparará el ejército?...¿Será capaz Ebert de meter a todos en la cárcel






                 
Esto se pone emocionante: ¡una frasca de “Jägermaster”!... (¡por fin!)

Las S.A. consiguen cruzar un puente y marchan hacia lo de Röhm…(la policía llevaba armas descargadas). Y yo pago y me dirijo, a cuerpo gentil, hacia el escenario de los hechos: Ludwigsbrücke, Zweibrükenstrasse y los “Ring”…hasta el Hofgarten. Detrás está la plaza, con su “Feldhernhalle” y el “Tambosi” de la Anastasi Haus. Tomo asiento…sillas de madera y mesitas como de recibidor familiar. Ramitos de violeta, carta de precios, cenicero…¡Oiga!...¡Aquí no cabe el vaso de” Korn”!

La marcha la encabeza Hitler, Göring y Ludendorff: Marciales, “pasodobleando”, sabiéndose el epicentro de la historia (provinciana). Fue llegar a la plaza y allí no valió ni Ludendorff ni la madre que lo parió…¡No disparen que soy Ludendorff!...Acabó de declamar y el primer tiro puso el punto final a la frase. Se armó la de san Quintín. Los, poco antes, enfáticos marchantes se disolvieron euridicianamente (¿euridicicamente?...habrá que aclararlo). Algunos murieron. Hitler se dislocó un hombro (más vidas que un gato) y huyó en un coche preparado “ex profeso”; Göring fue herido en el estómago y huyó como pudo. Ludendorff fue invitado a tomar algo en la comisaría de distrito.

A los dos días encontraron a Hitler en pijama en casa de un “camarada”. Se le juzgó y la segura pena de muerte, se transmutó en 5 años, de los que cumplió 8 meses…(¡y estaba con la “provisional”!)…eso es lo que se llama justicia de clase. Mientras tanto seguían fusilando a los rezagados de mayo.

En Berlín Ebert y Stresemann habían tomado medidas…¡Ya no hacían falta carniceros!

Así acabó el llamado “putsch de Munich” …y empezó al auge de la extrema derecha nazi. Ya lo decía Benjamín: cualquier triunfo del fascismo es signo de una derrota de la revolución.



                                      
Pues, la verdad, yo tengo el cuerpo golfo…¡y sin ropa interior! Antes de que cierren me acerco tranquilamente al “Karlstad” de la plaza de la estación y me hago con un surtido de calzoncillos: tres por 5 euros (blanco, gris y a manchas inciertas); con una zamarra (planta de oportunidades) por 20 euros y con una botella de aguardiente de trigo (“doublekorn”).  Salgo a la plaza, abrigado,  y en un bar de la estación me pongo las tres piezas y tiro el usado a la  cisterna. Es como cuando nos sobraba algún “cóctel molotov”: “Precaución: calzoncillo en la cisterna”.

Parezco un barrendero…con este” tres cuartos” y la botella en el bolsillo.





                                                                              
Unas palmaditas y el aire remolinea…un perfume familiar de cuello de ángel se extiende por la plaza. Los perros aúllan y sus dueños elevan las cabezas en busca de la causa eficiente. Todos menean la cola de puro contento.

--Aquí nos tienes, querido nuestro…¿y ahora?

--Pues…¿qué os parecería…Moscú?

--Tus deseos son órdenes para nosotras.

--¡Echad un traguito!

--No nos tientes (habla Aurora, la hija del barrendero)…¡la carne es débil!

--¿?

Desde el centro de la plaza  me elevo, cual Isaías (el fuego va por dentro): la injusticia social es repugnante a los ojos el Señor. La justicia perfecta, ¡oh, muniqueses! sólo se logrará tras la llegada de la revolución. Acaban de apagar las luces del Karstad…¡por poco!  (la última frase la digo para mí y mis “Ángeles Custodios de la calle del Corno”).

Por entre las nubes, a intervalos, se ven las luces de centro-europa.
Sobrevolamos Moscú:

--¡Demos una vuelta por sobre el “Estanque (pues sólo queda uno) del Patriarca”…(inevitable pensar en el “Mefistófeles” que he dejado en casa).

--¡Hecho!...¿Y ahora?

--¡¡al Kremlin!!





Tomamos tierra…”a través de las ramas de un arce se ve la media luna en el cielo limpio de la noche. Las manchas de luz que filtran los tilos y las acacias dibujan figuras complicadas. La ventana de tres hojas, abierta, pero con la cortina echada, brilla con rabiosa luz eléctrica”.
 
Es allí donde quiero entrar: el segundo piso del “Palacio Amarillo” (“Palacio de la Caballería Roja”)…al apartamento de Voroshilov y Ekaterina.

--¡Sin problemas!

--¡Ya os llamaré!

Batir de alas…rumor de hojas…ligero eclipse de luna.

La sala amplia y acogedora está preparada para un festorro. Las luces, lucean; la calefacción, calefacciona…el parqué brilla… y un ligero escalofrío recorre la piel crujiente del cordero sacrificado.

Desde las siete de la tarde, en su apartamento del Palacio de Poteshni, Nadia “Stalina”, se prueba el vestido que su hermano Pavel acaba de traerle (entre otras cosas) de Berlín: negro, con unas hermosas rosas rojas bordadas en la pechera. Una cenefa de rosas delimita la prenda. Se gusta…y decide un peinado a la moda…¡fuera el moño! Y como colofón, se clava en el pelo negro una rosa de té, roja como la sangre. ¡Un día es un día!...Nadia está realmente (¿) (¿dictatorialmente? ¿soviéticamente?) hermosa. Ella…¡que nunca se ha distinguido por su belleza!...se calza unos zapatos de tacón y, a trompicones, cruza la calle y entra en el apartamento de Vashilov y Ekaterina.





 Allí esperan Stalin, Molotov, Kuibishev, Kaganovich, el mostachudo Budionni, Mikoyan, Kalinin, el “tío Abel” Yenukidze, Yegorov, Bujarín y las respectivas (si las hubiere). Sobre la mesa entremeses rusos, ollas de humeante borsch escarlata, aves rellenas y el cordero mentado. Vinos de Georgia, garrafas de vodka y gaseosa “La casera”.

El día anterior celebraron oficialmente el 15 aniversario de la victoria de Octubre. Hoy, día 8 de noviembre toca la celebración íntima y salvaje.

--Alguien puede cerrar la ventana…¡pozhaluysta!

--¿Quién la ha abierto?

Voy armado con el anillo de Giges: yo y mi atuendo somos invisibles. Tomo una copa de vodka de la mesa, cuidando de cubrirla con el invisible “tres cuartos”.

Al “Vozhd” es una especie de carnero del Cáucaso: bajo y cuadrado como la cómoda de mi abuela. Anda con las puntas de los pies hacia dentro (todo un reto para los actores, que andan así cuando personifican al zar Iván); “ojos de miel” (¿dónde he visto yo esos ojos?); un brazo más corto que otro..¡que ya es decir!...y un bigote como brocha de calafatear.

Empiezan el gradiente de típicas bromas bolcheviques: Tirarse bolitas de pan, vasos de aguardiente por la cabeza, tiros a los pies o avasallar a la mujer del mejor amigo.

--¡A los campesinos los voy a espetar por docenas!

--A los “poetas” los purgaré como a caracoles y los pondré a la “llauna”.

--A los “troskistas” les romperé el espinazo… ¿Qué te parece Yegorova? (que está como un tren).

-- ¡AAAyyyyy...si pillara a Bunin *!

Bujarín traga con dificultad el esturión ahumado (con pepinillo) que acaba de meterse en la boca…

¡Es un cielo este Bujarinito!







Nadia sufre (en realidad era depresiva nata) en silencio las insolencias y flirteos de su marido (diagnosticado paranoico). Se siente (creo) ridícula con todas las añadiduras ajenas a su clase. Se acerca a la ventana, donde yo me encuentro, mira la media luna y suspira…¡tiene “pitos”!...Vuelve a la mesa, coge una botella de vodka y se la amorra. Pide música folklórica de Georgia y baila con el “Tío Abel”. El “Tío Abel” le hace el “paso del indio”. Stalin aprovecha para meter una costilla de cordero por la pechuga de  la Yegorova. La saca y se la come fijando sus “ojos de miel” en los pechos de gacela de la CAMArada.

--Y ahora brindemos por la eliminación de…etc…etc…

--¡Un momento! dice Molotov*…¡Yo prepararé los cócteles!

--No te olvides de poner limones (amargos. L.Durrell*)”.

Stalin tenía pasión por el cultivo de ese cítrico.
Nadia, ofendida (o prendada de “tío Abel”) no levantó la copa.

--¡Eh,tú!...¿por qué no brindas?

--A mí no me llames: ¡eh, tú!

Y dando traspiés, por los zapatones y el vodka, salió de la sala. Paulina la acompañó. Sobre el brillante parqué quedó la rosa de té y alguna rosa de la cenefa del vestido.

Embozado, cojo la copa de Nadia y me la pimplo.

--¡Es idiota!

--Sí, sí…¡Nadia es idiota! (a coro).

La fiesta da un bajón. El de la balalaika toca el tema de amor del doctor Zhivago. Stalin le arranca la cimitarra y se la estrella en la cabeza.

--A Pasternack…¡ni mentarlo!

Budionni, que se mantiene entero, quiere seguirla. Kaganovich, ¡desgracia de nombre!, corre hacia el reservado. Es conocida su absoluta incapacidad para el baile. Allí el único bailarín es Mikoian. La reunión se disuelve euridicianamente. Stalin ha quedado con alguien en su dacha de Zubalovo.

 Los anfitriones se retiran.

Aprovecho y sorbo la sopa de verduras. Cojo una espalda de cordero y dos botellas, para el viaje.
Palmadas y mis Ángeles acuden presurosos.

--¡A casa!...aquí está el pescado vendido.

--De mil amores.

Temor y Temblor me recorren el espinazo…Cuando abro la puerta de mi casa veo un montón de leña, como una hoguera de san Juan, y al perro ocupado con la electrónica:

--¡¡Bicho!!...el ordenador no, ¡por dios!

Le arrojo el omoplato del rumiante y abandona los bafles Vieta del 75.

No me importa ni el tiempo ni el espacio…ni el universo-mundo…¡que venga su legítimo dueño y se lleve a esta bestia!...Al cabo de una hora (las seis de la mañana del 9 de noviembre) se llevan a la hiena.

Cuando por la mañana fueron a despertar a Nadia, la encontraron muerta. Se había descerrajado un tiro en la cabeza. La sangre ocupaba el sitio de la intensa rosa de té. A su lado una pequeña “máuser”, regalo de su hermano Pavel.





  ...Y en la mesilla de noche un inexistente ramito de violetas, como siempre, sin tarjeta.*
























No hay comentarios:

Publicar un comentario

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...