Una
nube de estorninos ha proyectado su sombra sobre la terraza. Una nube espesa y
multiforme. Otoño.
Las
golondrinas hacen verano, los tordos son, sobretodo, de otoño-invierno. Estos
pájaros tienen una gran facilidad para imitar las voces humanas… ¡que se lo
pregunten a Mortimer! Mozart tenía
uno que era capaz de “silbar” parte
de su concierto en sol mayor. Cuando murió, el músico lo lloró y le hizo un
funeral de altura. Se interpretó el concierto entero. La “imperfección” musical
de su “Broma musical” (K 522) quizás
se deba a que iba destinada al estornino.
En
verano sus picos son amarillo limón. En invierno, negros.
No
es que sea una carne exquisita, ni de lejos, pero más de una vez me he zampado
una cazuela de tordos… ¡y después los he vomitado!
Mis
Ángeles Custodios, celosas, acuden.
–¿¡Qué ves en esos pajarracos
estridentes!?
–Me divierte mirarlos mientras tomo
mi tentempié matutino. ¿Algo que objetar?
–No, nada. ¿Por qué lo dices?
Desde
hace una temporadita hablan todas a la vez.
–¿No te apetecería dar una
vueltecita, así en plan turista y tal?
–Pues ahora que lo decís…
En
un pis-pas estamos en Carrascalejo del Río (Duratón). Me han depositado a la
puerta del bar Pablo, el único, por lo demás.
–¡Hala, a divertiros a las Hoces!
Ya os llamaré. Y cuidado con ahogaros. Como se ahogue alguna… ¡la mato!
–Adiós, amor nuestro.
Carrascalejo
del Río (no lo confundan, ¡por dios!, con el Carrascalejo de la Cuesta) es un
pueblo estancado en el declive demográfico: en el 2000 tenía 210 habitantes
censados y el año pasado se sumieron en los 162. Sin embargo sus ganas de
jarana y su devoción al santo patrón siguen intactas.
–¡Ah de la casa!
–Pero, hombre de dios (¿) no chille
que despertará a todo el vecindario. Las fiestas causan destrozos.
–Buenos días, señora mesera y
perdone mi indiscreción. ¿Podría ponerme un rico carajillo con un licor típico de
la zona?
–(para
sí misma) ¡Otro que viene a las fiestas! ¿Qué le parecería con orujo “El
Afilador”? lo fabrican aquí mismito.
–¡Sea! Y que sea al 50 %.
Leo
en el encerado que preparan, por encargo, el famoso Bacalao “a la Carrascaleña”.
Me
trae el carajillo.
–Y ¿no podría ser un bacalao de
esos que anuncia…para las dos y media más o menos?
–Mínimo dos personas.
–Me hago cargo. Seremos cuatro
ángeles y un jubilado. Así que prepare un bacalao según su usanza como si fuera
un quinteto para cuerdas y trompa.
–Si se da Vd. prisa podrá almorzar
gratis en la ermita.
–¿Ermita?
–Pero, hombre de dios (¿), ¿qué le
ha traído a Vd. a este apartado rincón?
–Pues…el campeonato de tute. Y
también (¿por qué no?) el jamón y el lomo con que lo premian.
–Eso es en Burgomillodo, caballero.
–¡Pues allá que me conduciré!
–Y, además, se celebra mañana al
caer la tarde. Y por si no lo sabía hay que abonar 6 euros.
–¿Serà per diners?
Y
así de esta manera tan relajada pasan las horas. Aprovecho el relax para
rememorar las glorias del santo: San Frutos… ¡que son muchas y portentosas!
Vean, si no, lo que llaman por aquí “la
cuchillada de san Frutos”, digna de un Chuck Norris anfetamínico. Trazó una
raya en el suelo y les dijo a los musulmanes: “¡No sus paséis!” Los infieles se reían y el que iba para santo, convirtió
aquella raya en un abismo infranqueable.
O
aquella vez que un marido celoso aprovechó la romería a la ermita para arrojar
a su mujer al tremendo vacío de las Hoces…Lean Vds. lo escrito en un sillar de
la ermita:
“AQUÍ YACE SEPULTADA UNA MUGER DE /
SU MARIDO DESPEÑA /DA I NO MORIO I HIZO / A ESTA CASA LYNOSNA DE / SUS BIENES”.
El
marido, al ver lo que pasaba, se arrojó al hueco ante la indiferencia del
santo. De esta desesperada desgracia no queda constancia.
–Buena señora, ¡tráigame una
cervecita “San Frutos”!
Mientras
tanto han ido acudiendo los vecinos que se han perdido la romería y el almuerzo
gratis. Todo esto que les cuento, en realidad, acabo de oírlo de sus bocas.
Esta
familia era bastante “sui generis”.
Los tres hijos fueron santos eremíticos. Como no se soportaban unos a otros,
cada cual se buscó una cueva diferente, a kilómetros de distancia…adonde no
llegaran los ronquidos de Frutos ni la pedorrera de Engracia. Cuando murió el
patrón, los otros dos se retiraron a Caballar, aquí en la contorná.
La
mesera llega con una cerveza “de los
Alpes, de Storni y Cía”. Me explica que es un remanente de comienzos del
siglo XX, traída a estas tierras por indianos sin suerte. La cerveza sabe a
levadura mezclada con caca de la vaca, pero huele a “dama de negro” y te deja un lírico regusto amargo.
Los
estorninos parece que nos han seguido. Y rompiendo la negra formación aparecen
mis inmaculados Custodios.
–Hola, amor nuestro. Ya estamos de
vuelta. Ha sido estupendo. ¡Tanta gente bailando!... y tú aquí pimplando. ¡Cómo
se desvanece tu espíritu poético!
–¿Euridicianamente?
–¡Lastimosamente!
Tal
día como hoy, de diferentes años, han ocurrido (¿han ocurrido? ¿Así como por
casualidad?) diferentes desgracias marítimas:
Un
transbordador filipino: más de 500 ahogados.
El
transatlántico “Pincipesa Mafalda”,
que unía las costas ligures con las porteñas, se hundió en aguas de Bahía.
Cientos de muertos. “La Nación” lo
publicó al día siguiente, salvando lo que iba a ser un número bastante anodino.
“El enigma de la calle Arcos” estaba
en prensa. Su autor, Sauli Lostal italiano
establecido en Buenos Aires.
En
1938, la Storni se lanzó desde la escollera del Club Argentino de Mujeres de Río de la Plata…así se lo había
anticipado a su querido amigo y suicida Horacio Quiroga. Su dolor era tan
intenso y continuo que no creo que pensara en puestas en escena. Se arrojó como
Safo. “La Nación” lo publicó al día
siguiente.
“Voy
a dormir” (Antisoneto)
“Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
A la misma hora que, del año 1892 (el mismo en que nació Alfonsina) se producía el siguiente suceso luctuoso y así
aparecía en “Le Temps”:
“Un crimen espantoso se acaba de cometer en el
castillo de Glandier, en el linde del
bosque de Santa Genoveva, al norte de
Épinay-sur-Orge, en casa del profesor Stangerson. Anoche, mientras el profesor
trabajaba en su laboratorio, intentaron
asesinar a la señorita Stangerson, que descansaba en
una habitación contigua a dicho laboratorio. Los médicos no responden por la
vida de la señorita Stangerson.”
Aquí hace su
aparición Rouletabille, el joven periodista émulo de Sherlock Holmes y de
Lupin.
Les supongo
enterados del argumento de “El misterio
del cuarto amarillo”. Quizás, sin embargo, no hayan caído en un detalle. Un
detalle, por lo demás, muy frecuente en ciertos autores cuando pretenden crear
atmósferas inquietantes: la luna, las nubes, las sombras, el claro de luna…Pues bien ¡aquella noche no
había luna! Selene estaba en su fase “nueva”.
Así que el “extremo bueno” de su
lógica le jugó una mala pasada.
Ya saben Vds.
que el relato pertenece, dentro de la novela policíaca, al subconjunto de “enigma de la habitación cerrada” y
compite con “Los crímenes de la calle
Morgue” (Poe) y con “La cinta moteada”
(C. Doyle) por llevarse el jamón o, por lo menos, el lomo. Yo le daría el
jamón. Agatha Crhistie también. Son verdaderos ejercicios-divertimentos de
lógica (inductiva en Poe y Doyle, deductiva en Leroux)…
Hay un rechazo
consciente y evidente de lo sobrenatural y una sospecha (más intensa en Leroux)
sobre las apariencias. Nada es lo que parece. Etc, etc. ¡Y muy instructivas
desde el punto de vista epistemológico!
En “La habitación amarilla” todavía se huele
a “Rojo y Negro” (pese a la
referencia a Filadelfia), a Flaubert (¡¡). En Poe, sin embargo, se respira el
aire ciudadano del comienzo del capitalismo imperialista (en un mismo edificio
vive gente de cinco nacionalidades; alguien ha traído un mono de Borneo…).
–¡Abuela…!
–No nos avergüences con tus salidas de tono. La cosa
está yendo de maravilla. Sigamos así.
La mesonera
sale y me lanza una mirada afilada como cuchillo de carnicero.
–No, que decía que mi abuela…
–Cuando deseen les sirvo la bacalá.
–¡Sea!.. ¡Y una botella de tinto del terruño!
Los vecinos no
salen de su asombro. El bacalao huele diferente. Es un olor a dama de blanco,
pero vestida de negro…Y con trazas de cabello de ángel. Les alegra el
mediodía. Suerte que no han ido al campo a bailar jotas… ¡se hubieran perdido
este aroma que no olvidarán en sus vidas!
–¿En qué piensas, amor nuestro?
–Pues en que a mí me parece que la solución de Sauli
Lostal o Luis Stallo (como prefiráis. No, ¡no fue Borges!) es mucho más
ingeniosa que ninguna otra. Si Vds. conocieran al perro que tendré, “Hegel”, no
les parecería una solución extravagante. Es más, les parecería muy ingeniosa. Un
contrapunto humorístico a la sordidez de “tot plegat”. La puerta aparece
cerrada porque el perro, amaestrado, a la voz de “Hop”, se levanta y corre el pestillo.
¡Genial! O como decía el otro: “¡Es un genio! ¡Qué dentista!”
–¡Que corran los aguardientes!
–¡Que vuelen!
La mesera saca
“El Afilador”. Los vecinos arriman
las sillas y apoyan los codos en la
mesa. Pasan las horas. Alguien:
–Pues, sí. Esta noche toca “el príncipe del teclado”
en Burgomillodo. Yo y mi señora estamos por no perdérnoslo.
–Sería un bonito fin de fiesta, ¿eh? ¿Qué decís
arcangelitos míos?
–Nosotras estamos para hacerte feliz. Nuestra
felicidad está garantizada por toda la eternidad.
–Pues… ¡Hala, a bailar!
Burgomillodo
está encajonado a los pies de la presa del Duratón. Cualquier día pasará una
desgracia.
Sobre el
escenario un pelao con orejas de soplillo y ataviado con un
chándal color marrón, saca sonidos de sinfónica con sólo dos dedos. De algún
rincón sale un chorrito de ¿nitrógeno líquido? que repta por el suelo como una
babosa. Unas bombillas se encienden y se apagan, como si fallara la corriente.
La cosa no tiene pinta de durar mucho. Hay una fisura evidente entre las
expectativas y lo que puede dar de sí este “príncipe
de los teclados”. Más parece un recital de Maurice Jarre amputado, que la
verbena de Burgomillodo.
–¿Nos vamos?–a coro.
Me hacen la
silleta de la reina. Subo. Nos elevamos. Con el nitrógeno líquido esto parece
Cañaveral. ¡Adiós Carrascaleños! Burgomillodo
en pleno agita el pañuelo de llorar.
…y me arrullan
con la tristísima “Te vas Alfonsina…”
–A veces os pasáis, ¿no?
NB. ¿Saben Vds.
en qué se parece “El misterio del cuarto
amarillo” con “Invierno en Pekin”?
Pues en que en el folletín policíaco no tiene ninguna pertinencia que la
habitación sea amarilla o rosa y que en la novela de B. Vian no aparece NUNCA
Pekin en invierno (ni en verano…).
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