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domingo, 31 de marzo de 2013

Propuesta para hoy, 31 de marzo. “El amigo americano”. Brönte.



“El teléfono sonó en la tienda de Jonathan a primera hora de la tarde del viernes 31 de marzo (…)
–¿Diga?
–Bonjour m’sieur. ¿Hablo con Monsieur Trevanny?... Creo que Vd. habla ingés. Me llamo Stephen Wister, W-i-s-t-e-r. (…)”

Jonathan no olvidará nunca ese nombre. Ni el de Tom Ripley, “el amigo americano”. Su vida, decididamente encaminada hacia la muerte “natural”, decidió dar una vuelta por el lado peligroso. 




 Que si hay crímenes perfectos?… ¡vaya pregunta! Los cementerios están llenos de “víctimas” de crímenes perfectos… incluso de crímenes artísticos. En todo crimen hay, al menos, una perfección: ligada a la consecución del objetivo. La otra perfección, la que tiene que ver con la ausencia de indicios (¡de pruebas!), está, incluso, cuantificada: alrededor del 10 % (en países “desarrollados”).

Si Vd., una persona normal y nada violenta, estuviera gravemente enferma ¿aceptaría matar a uno o dos “mafiosos”, a cambio de un pastón que ahuyentaría la miseria de los alrededores de su viuda y de su hijo? ¡Piénsenlo!... y no duden de su valor. Nadie sabe cómo reaccionará cuando peligra lo único que se tiene.

La cosa no es tan fácil como parece: la mujer (o el marido) preguntaría por el origen de ese dinero que “milagrosa” y abundantemente fluye hacia el hogar. El trabajo, ni en una decena de años, daría para tanto…así que olvídense de explicaciones facilonas. La cosa se complica si la mujer (o el hombre) tiene un alto concepto de sí misma y de las virtudes cristianas. Y más, si tiene Vd. un “amigo” como Tom Ripley. 

Patricia Highsmith es retorcida hasta el final (¡sobre todo al final!).  El escupitajo de Simone al rostro de Tom no es, sólo, indicio de odio; es, principalmente, “señal” indudable de que ha aceptado el dinero depositado en Suiza y muestra de la mala conciencia consiguiente. De lo contrario, Tom estaría en la cárcel. ¿Ven Vds.? ¡Con qué facilidad aceptamos el “crimen”… cuando somos los beneficiarios!

Tom es una especie de “toreador” de la virtud (o del crimen): se pasea con garbo y donosura por sobre los más siniestros mojones. Y sale incólume dispuesto para la siguiente aventura.

También había intriga y tal en “Cumbres borrascosas”, una de las primeras novelas que leí, inaugurando así mi adolescencia y dándole un toque de exótica rebelión. No me acuerdo de nada. Sólo de la “Granja de los tordos” y de la finca “Cumbres Borrascosas”. También recuerdo que el “criado” consigue hacerse el dueño de todo y que, al final, todo acaba bien. No leí, hasta mucho más tarde, “Jane Eyre”, de su hermana Charlotte (Brönte, naturalmente), y volví a liarme entre linajes y confusas relaciones. 

Bueno pues tal día como hoy, del año 1855, murió Charlotte. 



Fueron cuatro hermanas y un hermano. Pasaron por situaciones que pueden ser reconocidas en sus escritos: incluyendo un siniestro internado en Bruselas (¿dónde si no?) y el, además de siniestro, húmedo e inhabitable internado de Clergy Daughter en Bradwell.  Todas murieron, antes de los cuarenta, de tuberculosis…”Érase una familia a una enfermedad pegada…” y el varón, como corresponde, se sumergió en opio y en alcohol y no consiguió salir a flote: se había enamorado de la mujer de su “amo”.

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