Asteriscos * remiten a Razones Efemerísticas.
1
Cuando mis Àngeles, a la del
ángelus, descienden sobre el pórtico de saint Etienne,
algunos selfistas, los más
atrevidos y, naturalmente, más idiotas, se acercan,
al cuarteto, con los pelos agitados,
para dejar constancia del acontecimiento y probar así que ellos
estaban allí en el instante
en que se producía el milagro. Al revisar las instantáneas para
elegir las más primorosas, ven,
con estupor, que mis aladas acompañantes no se reflejan
en sus móviles y que ellos
parecen
locos a punto de ser trasladados a Bélgica.
He
dado las gracias al amable camarero de los caracoles y me he subido
en la silleta de la
reina.
-Abrígate, amor nuestro,
¡hace un frío que pela!- Chiara.
-¿Adónde nos
dirigimos?-Bianca.
- De momento hacia arriba.-
yo.
Y un rumor de alas, y un
perfume de cabello de ángel, y una brisa marinera... recorren la
explanada y se introducen en el Panteón y a punto está de resucitar
a los ilustres muertos. Pascal y Racine se han girado sobre el
costado izquierdo... dispuestos a dejar pasar nuevos siglos. Desde
las alturas veo al camarero indicándome que me he dejado un caracol.
Seguimos, por así decir, el
camino francés y entramos por Roscenvalles en
compañía de Carosone*... Sobrevolamos las casi abandonadas cuencas
mineras del Bierzo y a la altura de Torre del Bierzo mando parar.
-¡Cuidado, que por aquí
hay mucha escopeta desocupada y os podrían confundir con perdices
rojas!
-¡¡Con faisanes!!-
Aurora.
-¡¡¡Con aves del
Paraíso!!!- Milena.
-¡¡¡¡Con pájaros!!!!-
yo
Aterrizo como puedo sobre el
puente romano de la localidad berciana. La gente se amontona a ambos
extremos. Visten como Hillary en busca del polo*. Es evidente que
Torre del Bierzo ha encontrado una salida a su desgracia. Me planto
ante el bar Pepe como Kaspar Hauser. Me miran como se miraría a un
aparecido y es que, en efecto, acabo de aparecer, con bufanda de
siete leguas, gorro orejero y chubasquero. Con temor reverencial,
Pepe, me acomoda en un rinconcito donde, asegura, el sol está
asegurado. A mis pies se forma un charco. Como siguiendo órdenes del
altísimo, me saca una frasca de vino del terruño y un órgano que
parece desperdicio de un ejercicio de taxidermia. Un bazo humeante,
cosido con un cordelejo y acompañado de berzas. Pretende que me lo
coma.
-¡Atafárrese Ud. bien,
que hace un frío que pela! Si desea algo más, silbe.
El cliente de la derecha, a
quien creía muerto, tal era su estampa, señala al cadáver:
¡Botillo! Se llama botillo. Coma, coma Ud. El dedo atraviesa
la espesa fumarola, como una lanza amarilla de nicotina.
La pieza parece la médula
negra de un túnel negro. Una veta gruesa de carbón. No he acabado
de perfilar la imagen, cuando el sociable cliente se levanta,
catapultado, y amenazándome con el dedo índice de la diestra, gordo
y negro (el siniestro es, como he dicho, azafranado) como un botillo:
¡Es Ud. un desagradecido!
¡Y un librepensador! ¡Aparece por aquí como caído del cielo y se
pone a pensar en lo que le da la gana! ¿No sabe Ud. que AQUÍ no se
puede pensar en ciertas cosas?
- Pero...
- Ni pero, ni hostias. Aquí
a quien nos re-cuerde (re-cordis: volver a pasar por el corazón)
lo del túnel lo excomulgamos y lo arrastramos al río Tremor (y
Temblor). Y aprovecha la indignación para largarse sin pagar.
-Landelino es así. Cuando
cobra la pensión, paga.- El
camarero ha salido al quite y se sienta a mi vera. Voy a asistir a
otra camareril
disertación, me digo-
sería más o menos esta hora, del día 3 del año 1944...-
y no me equivoco -... cuando el tren correo que hacía la
ruta entre Madrid, Palencia y La Coruña... Navidades... Año
Compostelano... Astorga... Retraso... Dudas... Bembibre... una
carbonera... una locomotora que maniobraba... dentro del túnel, el
infierno...sin frenos, oiga, sin frenos... bajaba el puerto como una
bala... no paró ni en el apeadero de Albares... Sospechas... al de
la locomotra que maniobraba le cayó un vagón encima... tres días
ardiendo... Landelino estaba en Rusia... se fueron muchos y volvieron
pocos.
Y
así, entre dato y dato, fue dando buena cuenta del botillo. El túnel
nº 20, a la salida de la estación de la Torre, ya no existe: Ha
sido convertido en trinchera. Fue registrado en el libro Guines,
hasta que otra catástrofe de
más envergadura (?)
se alzó con la distinción. Franco (y
su recua),
como no pudo ocultar el hecho, redujo al mínimo las consecuencias y
eliminó las causas.
La
gloria de la muerte sólo se la llevaron los ¿dos? jugadores:
“En
el reciente accidente ferroviario, un modesto equipo de fútbol, el
españolísimo Betanzos, viajaba con su conjunto completo para
cumplir uno de los compromisos obligados del campeonato de Tercera
División. El suceso del que oportunamente dimos cuenta en estas
columnas ha tenido para el equipo galaico muy graves consecuencias:
dos jugadores muertos y varios heridos”
Landelino hubiera descrito la
situación como un botillo gigantesco. ¡Ni pensarlo!
Recuerdan el Yak-42... ¡Peor!
Las víctimas, milagrosamente, fueron, después de muertos, uno y
trino (o más).
Miren Uds., la vía mentada se
acababa de construir en el momento en que Verger hundía el sacabuche
en el botillo del arzobispo, y Borges, como se ha dicho,
tramaba los detalles del "tema del héroe y el traidor"
que recibía, como medium, de la misma boca del guionista
primigenio. En el No-Do del día los españoles
pudieron meditar sobre la inteligencia de los perros de la infanteria
americana; vomitar ante la enésima vez que Hitler se dirigía a los
veteranos de Munich que, rezumando cerveza, seguían de memoria la
intervención; asombrarse ante la corpulencia del "Periquito"
alemán (aquí he de decir que los giros de ese gigante del aire eran
amenizados por el conocido pasaje de las Walkirias, lo digo
pensando en aquellos que aún siguen poniendo en duda la creatividad
patria); y lo que es peor, contemplar cómo una Julieta, más
parecida a la Celestina que a la adolescente de Verona, daba la
réplica a un Romeo, de la quinta de Landelino. Y, por último,
lamentarse de que el gordo hubiera caído ¡otra vez! en Doña
Manolita. Nadie llevaba el 34545. A varios le devolvieron el
dinero.
2
Sobre las cuatro de la tarde
del ese mismo fatídico día, el fulgor y el estruendo... y también
el olor a chamusquina, llegó a la capilla de las hermanas Doroteas
de Tuy, en Pontevedra. Allí estaba Sor Lucía, la pastorcita, tan
parecía a mi tía María la que murió centenaria tras décadas de
una apoplegía que calificaron de terminal al dia siguiente de
desencadenars; pasó veinte años mirando el cielo (raso) de la
habitación en un convento de Caudete. Cuando definitivamente murió
tenía toda la cara blanca del polvillo de la escayola. Era como una
mascarilla mortuoria.
Pues, eso. Allí estaba sor
Lucía (o la impostora, no importa) rezando el rosario, como siempre.
Con tantas apariciones (pues hay que añadir a las tres del 1917, las
dos, Pontevedra y Tuy, de los años veinte) tenía la cabeza
deteriorada. En las pausas correspondientes a cada uno de los
misterios las dudas la carcomían: ¿Cómo es posible que, con
tanta intervención divina, Rusia siga empecinada en su senda y, no
sólo eso, sino que avance victoriosa, hacia Polonia? ¿Acaso no la
hemos consagrado al dulce corazón de María? Y en esas estaba
cuando:
“Sentí
el espíritu inundado por un misterio de luz que es Dios y en Él vi
y oí: la punta de la lanza como llama que se desprende, toca el eje
de la Tierra. Ella se estremece: montañas, ciudades, villas y aldeas
con sus habitantes son sepultadas. El mar, los ríos y las nubes
salen de sus límites, desbordándose, inundando y arrastrando en un
remolino, casas y gente en un número que no se puede contar, es la
purificación del mundo, por el pecado en el cual está inmerso. –
¡El odio, la ambición, provocan la guerra destructora!"
No
es que el accidente de la Torre fuera menor, pero confundirlo y
generalizarlo de forma tan extravagante, denota desajuste mental.
Pues si se refería a la guerra en curso no hacían falta dones
proféticos especiales. La destrucción era total y universal. Por
otra parte mucho habria que decir sobre la "punta
de la lanza como llama"
tocando "el
eje de la
tierra".
No
sólo la tierra se estremeció.
También la monja.
Y
fue conminada a revelar los secretos que aún no habían sido
revelados... (¡el
tercer secreto de
Fátima!)
y lo dejó escrito (completado por sus seguidoras años más tarde).
Los escritos llegaron a Roma y todos los Papas los fueron leyendo y
uno tras otro se ejercitaron
en la hermenéutica y
los tradujeron
en nuevos
mandamientos.
Fácil: ¡Arrepentíos!... ¡Combatir el comunismo!... ¡No desearás
el
aborto!... ¡No te
divorciarás!...
¡No desearás
un convenios
colectivo adecuado!...
¡No aspirarás
a una
pensión
de vejez!... ¡No lucharás
por los servicios
públicos!... ¡No
llevarás
vestidos por encima de la rodilla!... ¡No propondrás
energías
alternativas!... ¡No pedirás
unos
impuestos progresivos!...
¡No darás
ni agua a
los maricones ni
a los marimachos!... ¡Sí a las armas!... ¡Sí
a la limosna!.. ¡No a los salarios dignos!... ¡Sí
a la pederastia!... ¡No a los judíos!... ... ... ... Todos
estos mandamientos (y más) se cierran en uno: ¡No
al mundo, al demonio y a la carne! (que,
como ven Uds. también es uno
y trino)
El
roce de la lanza ardiente la dejó exhausta. Su confesor tuvo que
sacársela. Y
fue entonces cuando re-cordó
a sus amiguitos Jacinta y Paquico, muertos antes de comenzar la
década de los veinte del siglo XX. Su vida (o la de la impostora, no
importa) acabó el ¡¡2005!!,
un día 13 como era de esperar, a punto de cumplir la edad de mi tía
María. Al
año siguiente, para conmemorar su muerte y dar así pábulo a la
grandeza siniestra de sus profecías, los americanos arrasaron
Dresde....
En
el plato han quedado restos extraños.
“Mi público aún no ha nacido” (¿Nietzsche, Mahler, yo?). Creo que tras
el desvelamiento de los mensajes de Fátima, el público está hecho a todo y si
no ha nacido aún ya no nacerá nunca. Se sobrevalora al público sin tener en
cuenta que es un conjunto de gente como nosotros. El público inteligente no
nacerá nunca. Es una contradiccio in terminis
o un oxímoron. Sea como fuere. Tal
día como hoy del año 1889, Dióniso está en Turín; si estuviera en París lo
hubieran trasladado, de urgencia, a Bélgica… Pero estaba en Turín creyéndose
Isolda.
Como Zarathustra, y como tantos otros atacados
de delirium, se creía rodeado de
animales: su único público posible. La historia del perrito (contada por su
hermana Elisabeth) es inverosímil, pero su
acto raskolnikoviano es un hito: Un
bofetón a los restos de Descartes (en Saint Germain des Prés) y, ya puestos, a
toda la metafísica occidental. El pobre caballo seguiría su desgraciada vida
(Bela Tarr): Nietzsche empezó su muerte en vida.
Y quizás el caballo deviniera rumiante.
Y quizás Nietzsche abandonara el calor de establo propio del estado de
crisálida.
Un perrito y un caballo derrengado, no son
un águila ni un león… pero no son humanos,
demasiado humanos.
“Yo no siembro los caballos”, decía.
***** ***** *****
“Apoyando mis brazos en el puente,
Estaba de pie en la noche oscura cuando vino hacia mí un
cantar lejano: gotas de oro caían en la cara temblorosa del agua,
Luces, músicas, góndolas,
Flotaban en la ebriedad de la noche…
…
Pero ¿alguien puede escucharla.”
Desde luego no Van Gogh, que acababa de regalar su pabellón auditivo.
Ecce homo.
Ah! volvía a olvidárseme los huevos del caballo de Pavía.
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