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viernes, 25 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 25 de noviembre. SEGUNDA SERIE. Alzheimer. Granma. "The Last Waltz".



 (Los asteriscos*, como siempre, remiten a razones efemerísticas)

I
"La mejor herramienta para un rey griego* es una maleta".  Para todos los reyes, diría yo.
II
Y ahí va otro: "Santa Catalina nos libre de la muerte repentina"...
He aquí un dicho dicho a la ligera: pues qué mejor muerte que una muerte súbita. Pero, ya saben, el pueblo ama las rimas fáciles y olvida fácilmente las incomodidades de la agonía. Santa Catalina, a cuya memoria la santa iglesia católica, apostólica y romana, dedica el día de hoy fue un intento de cubrir la sombra gigantesca de Hipatia de Alejandría. Sólo pudo cubrir los pies. La sombra de Hipatia es larga, pues fue largo el atardecer, como salida del pincel de Chirico. Hablando de pinceles… contemplen, analicen… los cuadros de Caravaggio y Gentilleschi… 


En ese intento pusieron sobre sus espaldas, milagrosamente ilesas, la responsabilidad de velar por los filósofos, apologistas, predicadores, teólogos, prisioneros, jóvenes casaderas, barberos y de todos aquellos cuyo quehacer tuviera alguna relación, por lejana que fuera, con las ruedas: carreteros, molineros, afiladores, torneros, hilanderas, ciclistas, alfareros y también de los traperos, cuya relación con las ruedas se me escapa. Súmenle los archivistas, abogados, juristas, bibliotecarios, personas en trance de muerte, estudiantes, maestros, mecánicos, enfermeros y las secretarias y taquígrafos. Añádanle, los conductores, los encargados de hacer girar las ruedas del bingo, los que voltean la rueda de la fortuna...
De tal manera que la sola presencia celestial de Catalina hace inútil cualquier otra intercesión. Los demás santos son redundantes. Catalina es la Chuck Norris del Empíreo.

Quiero suponer que su estampita se balanceaba, rumbo a Las Vegas*, colgada del espejo retrovisor del Gran Tiburón Rojo. “Sympathy forthe Devil”. Comienza el periodismo Gonzo. 1971.

III

―¿Cuál es su nombre de pila?
―Auguste.
―¿Apellido?
―Auguste [debería haber respondido Deter].
―¿Quién es su esposo?

Auguste Deter vacila, y a continuación responde:

―Creo que... Auguste.
―¿Su esposo?
―Oh.
―¿Qué edad tiene?
―51.
―¿Dónde vive?
―¡Oh, usted ya estaba con nosotros!
―¿Es usted casada?
―Oh, estoy muy confundida.
―¿Dónde está usted ahora?
―Aquí y en todas partes, aquí y ahora, no me culpe.
―¿Dónde está?
―Todavía estamos viviendo.
―¿Dónde está su cama?
―¿Dónde debería estar?

Se suspende la sesión, y la mujer almuerza carne de cerdo y coliflor. Sigue la entrevista:

―¿Qué quiere comer?
―Espinacas.
―¿Qué está comiendo ahora?
―Yo solo como patatas, y después rábanos.
―Escriba un cinco [eine Fünf]
―Ella escribe «una mujer» [eine Frau].
―Escriba un ocho [eine Acht].

Ella escribe «Auguste». Al escribir, dice varias veces: «He perdido, por así decirlo».



Esta escalofriante y desoladora conversación, por así decirlo, tuvo lugar tal día como hoy del año 1901, en el Hospital Psiquiátrico de Frankfurt, entre el Dr. Alzheimer y la paciente Auguste Deter. Y así está recogida en los archivos del hospital.
 
Catalinita bendita, tú que todo lo puedes... ¿no podrías hacer algo por estos pobres desgraciados que se hunden en la nada? Mira, me conformaría con que liberaran a sus cuidadores. ¿No podrías comentárselo a Rajoy y a los demás? ¿No? Bueno... ¡ya lo suponía!
 
Se va borrando en orden inverso... hasta llegar a la lisura de las primeras horas.
Eso de "cuchara", "bicicleta", "manzana"... Conseguir hacerte un cigarrillo a la primera, sin que se te olvide nada... ¡ese es el verdadero test!  O sea que si el doctor  hubiera nacido marcado como José Ramón Julio Márquez Martinez* la enfermedad sería conocida como la enfermedad del "pollo frito".

IV

¿Es necesario insistir?... pues insisto: A mí el tiempo y el espacio me la refanfinflan. Y como prueba  de lo que digo, les diré que Fidel Castro morirá el 25 de noviembre del año 2016, sesenta años, exactos, después de poner los pies en el Granma, allá frente al puerto de Tuxpan, en la orilla pantanosa de Santiago de la Peña… y tres años, exactos, desde el momento en que acabo de escribir esta frase. Recién empezado el domingo 25, la embarcación, comprada a una empresa americana por el Cuate, puso rumbo hacia el Golfo de Méjico... ¡con destino a Cuba!


Sesenta años exactos separan esta primera navegación de la segunda y definitiva. La primera, según  lo estableció Platón, es aquella en la que los vientos empujan tu barquita y la ponen en orden a la navegación de altura. Los vientos cesan y hay que darle al remo... ¡segunda navegación! Bien. Esta es una imagen poderosa en la que no puedo perder tiempo. Siento que mi corazón se encoje. Me pimplo un carajillo al cincuenta por ciento...
¡Vaya, he olvidado el azúcar!
Lunes, 25 de noviembre del año 2013. La luna, como en aquella noche mejicana, está en la mitad de su recorrido.

Lean Vds. si quieren, la propuesta para el día 2 de diciembre, dedicada al tema.

V

Todo empezó con una conversación de enjundia. Así lo cuenta el rústico y baqueteado Levon Helm.
--Soy Bob Dylan
--Diga usted.
--Bueno, este... eh, ¿qué les parecería tocar en el Holliwood Bowl?
--¿Quién más hay en el cartel?
--Nosotros.
Dejó el teléfono y salió disparado al WC. Acababa el verano del año 1965.




Bob Dylan estaba inmerso en plena "traición eléctrica": En Newport había quedado claro. No habría marcha atrás. Ahora necesitaba una banda estable y con garantías.
Los que se llamarían The Band, habían hecho su aprendizaje con el bullicioso, simpático y rockabilero Ronnie Hawkins, en los cálidos tugurios de la helada Canadá. Como es natural, tomaron el nombre del padre, y, así, como "halcones" (Hawk), se dieron a conocer... y con el roce vino el cariño: podrían sobrevivir sin Ronnie y sin sus multas. No estaba claro, sin embargo, si sobrevivirían, adolescentes como eran, al mandamiento del demonio que Ian Dury había formulado. Pasaron a llamarse "The Levon Helm Sextet", pues habían fichado a un saxofonista (Jerry Penfound), pasando de cinco a seis. Después, ya sin el sexto, fueron "The canadian Squires", siguieron como "Levon and the Hawkins", y retornaron a "The Hawkins"... Levon Helm era el alma y Richard Manuel, el afilado espíritu, destinado a la perdición; Robertson, el animoso; Hudson, "el diferente" y Danko, pese a que era el más alto, el bajo. Su música, a duras penas, se escuchaba desde la puerta del bar de Toronto en el que tocaran. Y sin embargo...."dios (?) escribe ¿recto?, ¿torcido?..." ¿cómo era aquello?... ¡Ya no me acuerdo! ¡Hace tanto tiempo! Alguien escribe, eso parece claro, pero ¿dónde? ¿cómo? ¿con qué? ¿quién lo borra? ¿quién lo lee?...  ¡Santa Catalina, échame una mano!

Y en esas estaban, siete años después, "con el rabo entre piernas" (Danko), cuando se recibió la llamada y la contestó el rústico Levon.

El quinteto decidió que, como avanzadilla, fueran Helm y Robertson. La cosa salió bien y se exigió el contrato de los cinco. Lo que pareció un ultimátum fue, precisamente, lo que Dylan deseaba. Al Kooper abandonó el barco tras lo del Holliwood Bowl al enterarse que la fatídica Dallas estaba anotada en la agenda: "Si allí habían asesinado a Kennedy, ¿qué no le harían a ese tipo?". La división de opiniones y las trifulcas acompañaban al grupo como si se tratara de Curro Romero. Por suerte podían huir en limusina y jet privado. Helm, el rústico, no aguantó el sobresalto de las tijeras y se retiró a una plataforma petrolera del Golfo de Méjico....y Robertson fue poniéndose cómodo. Dylan le inspiraba y llegó a convertirse en "la más impresionante persona autoeducada". En sus correría por el Sur de la nación se había ido impregnando del ritmo machacón, cansino, escueto, arisco... de quien camina hacia las raíces "mitológicas" de los USA, superando la monótona y solitaria tristeza del blues y el "cariño-bailemos-toda -la noche" del rock and roll tradicional. Tampoco el lisérgico "Revolver" le desvió de su camino.
Ahora se trataba de avanzar por el desierto como un vaquero con esperanzas pero, de momento, desorientado. Calzando botas resistentes, como las que Jane Fonda proponía en aquellos días.

Sería un pleonasmo redundante decir que Dylan estaba allí.

Tras algunos conciertos, vino "la gira de la traición" de la primavera del 66,  con el Concierto de Manchester como símbolo. Oír el directo da tericia (o tiricia o como se diga...ya me entienden ¿no?)


Después vino "Blonde on Blonde" (sólo Robertson) e inmediatamente después, el ¿accidente? de moto y un nuevo cambio de planteamiento. Dylan, impedido y padre (¿o es lo mismo?) se retira a la idílica Woostock a cuidar de su retoño y de su mujer y en busca de sosiego.

Era otoño. 1966. El óscar de Hollywood fue, oportunamente, para Fred Zinnemann.
Donovan se pasaba a la psicodelia. Zappa irrumpía en contra de la psicodelia. Los Beach Boys maravillaron en su debut. Jefferson Arplane, Mama's and the Papa´s. Por estos lares Black is Black era omnipresente; los Brincos se empeñaron en que bebiéramos champagne y abandonáramos de una vez El Gaitero… y Fraga acababa de salir de aquel baño infame.

Los "Halcones" habían reducido bruscamente la velocidad y la inercia les estaba empujando hacia Toronto. En Nueva York no hacían nada. Como Helm estaba en lo del petróleo, o en el maíz, tanto da, no pudo coger el teléfono. Lo cogió quien más cerca estaba. Era Bob... que si querían que... tal y más cual… Al cabo de unos días, Danko ya se había encaprichado de un destartalado caserón en los prados, llenos de mariposas*, de Woodstock. Todo rosa relajante. Allí se instalaron los tres: Roberston, casado, buscó domicilio conyugal y Levon, como se ha dicho, "estaba en lo del petróleo o en el maíz, tanto da". ¡¡The Big Pink!! 



Por aquellos días, en las afueras de Londres, Barrett ideaba un nuevo nombre para su grupo: "Pink Floyd": por Pink Anderson y Floyd Council, bluesmen de Georgia ("In my mind". Óiganla en la versión de Richard Manuel. Desde que la cantó en la campaña de Lindon Jhonson, georgiano y demócrata él, lo hacía cuando algo llegaba al momento álgido. Una lástima que no aparezca en el disco ni en la película  The Last Waltz. Ronald Reagan, sin embargo, se comería el turrón como gobernador de California)... y tres años antes había aparecido "The Pink Panther". Rosa (Pink) Morena, habiendo triunfado en la Gran Manzana, vuelve a su hogar; mi primo, el de la Belter, encauzó el desastre.



Bueno el caso es que Dylan pasaba allí las horas muertas y entre todos fueron creando un sonido inédito (hay quien dice que fue "el paso del rocanrroll al rock"). Fueron días de amor y mucho rosa...divertidos, fructíferos, relajantes, sorpresivos...


Y así surgieron las "cintas del sótano" y el primer y mejor álbum del grupo aún sin nombre para su nueva andadura: "Music fron Big Pink". Bueno, pues, se pusieron "The Band" y zanjaron el asunto: pues eso es lo que eran, una banda. Loar las bondades (que se dice) del disco es redundar. Hablar de todos aquellos a los que les abrió una vía de escape o, simplemente, de tránsito o, simplemente, una vía, sería una tarea inacabable.
Todos (y cada uno de ellos) eran imprescindibles. Si faltaba Danko, por accidente automovilístico, no se tocaba. Si Manuel, por sus cosas, no se tocaba. Si a Robertson le daba un ataque de pánico escénico y el hipnotizador fallaba, se interrumpía el concierto... La riqueza de sonidos y matices, así como su trabajo vocal era la resultante de diferentes, e intransferibles, fuerzas. Siempre, eso sí, fieles a la máxima de que lo menos es más.

Miren atentamente la carátula del LP y se harán una idea. El dibujo, es obvio, es de Dylan. El jolgorio es compartido.

Allí y así empezó todo. Luego vendría la confirmación ("The Band") e, inmediatamente, el estancamiento. Allí se fraguó ese estilo indescriptible, de fuerza contenida, de tierna aridez, viril, honrado, casi mítico, al servicio de la variedad, que volaba tras la estela de los teclados de Hudson o avanzaba con decisión y esfuerzo siguiendo las baquetas de Levon, con las que parecía practicar de aizcolari. Los falsetes de Manuel te traspasaban..., su piano cantarín… Las voces de Danko y Helm te erizaban. Robertson nunca prodigó sus solos en plan Clapton... (que, procedente del grupo de Mayall, presentaba su supergrupo Cream, en las antípodas musicales y morales de "The Band") aunque siempre le gustó chupar cámara: Se creía el líder.
Y así acabó todo (el resto es silencio (o no me acuerdo)).



















jueves, 24 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 24 de octubre. “La pesca de la trucha en América”. Picasso va a París.


¿Puede decirme alguien de Vds. cuánto vive una mosca doméstica? Yo arrastro una en el coche desde mi último viaje a Serbia y todavía da muestras de lozanía. Fue a comienzos de septiembre. Aparqué frente a mi taberna favorita de Sid, tomé dos copitas de licor de ciruela y cuando volví estaba tan ricamente mirando atenta el cuadro de mandos. A estas alturas esperaré a que muera de forma natural y le haré las honras correspondientes. A veces he tenido la tentación de contarles algo del insecto; no lo he hecho. Hoy, recordando “La pesca de la trucha en América”, viene a cuento. ¿No la han leído?, pues… ¡léanla! Aunque el bueno de Brautigan esté criando malvas, quizás los herederos estén pasando una mala racha y no tengan, los pobres, para tomarse una botella de Oporto, a la sombra de los álamos que escoltan el Benjamin Franklin de la Washington Square de San Francisco.




A mí me une al infeliz, el odio a la pesca en general y de la trucha con mosca en particular. Intenté una vez la pesca generalista. Aparejé la caña, la lancé y el plomo cayó a plomo sobre mi cabeza. Tuvieron que darme dos puntos de sutura. Es como el esquí. Me calcé las botas, subí a la cafetería a tomarme un carajillo y bajé rodando por las escaleras. Me rompí la cabeza del radio del brazo derecho y sufrí un esguince en el tobillo izquierdo. La nieve la vi a lo lejos, por la ventanilla de la ambulancia.

Brautigan destrozó los cristales de una comisaría para que lo encerraran y le dieran de comer (no ha sido el único). Le dieron de comer y lo encerraron en un manicomio, precisamente donde se rodó “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Le aplicaron media docena de electroshocks y varios puyazos de Clorpromacina. Cuando salió sólo le dio tiempo a comprarse una Magnum 44  y volarse la cabeza… ¡mirando al mar!...de espaldas al mundo: “Messy, isn’t?”. Acababa de hablar por teléfono con una ex novia. 
“…si una chica me gusta mucho
y comienza a ponerse de verdad nerviosa
y de repente empieza a hacerme preguntas divertidas
y se entristece si contesto de forma equivocada
y dice cosas como,
“¿Crees que vaya a llover?”
y yo digo, “Posiblemente”
y ella dice, “Oh,”
y se ve un poco triste
con el cielo azul de California
yo pienso: Gracias dios, esta vez eres tú,
en vez de mí”.



Pero, ¡alma de cántaro!, ¿no sabes que nunca llueve al sur de California? ¡Cómo se te ocurre dejar un resquicio! Se contesta ¡No!... y santas pascuas. Es como si un gato negro le hubiera acompañado siempre. Incluso cuando le sonrió el éxito fue como la sonrisa del Gato de Cheshire: rara, rara, rara…
Cuando el detective privado Robert Yench lo encontró estaba siendo comido por las machadianas moscas y los gusanos. El forense estableció que había muerto el 14 de septiembre. Era, sin embargo el 24 de octubre del esperado año 1984. Suicidal Tendencies pegaba fuerte. Sabina acababa de lanzar “Ruleta rusa” y Dyango susurraba aquello de “Al fín solos”. “Érase una vez América” empezaba a fracasar de forma clara,  “La insoportable levedad del ser” iniciaba su carrera ascendente y Thelma Ducoing Toole acababa de morir, después de entregar su vejez y su enfermedad a la causa de su difunto y póstumo hijo: el también desvalido John Kennedy Toole.
Lo reconocieron por el bigote. Y por un tarro de mayonesa Hellmanns que había junto al teléfono. RIP.
En su honor he colocado en mi terraza un fragmento de un río truchero, con su catarata y todo.
Bajo al Condis. Compro unas truchas y jamón del país como relleno.

“Al final te has cansado de este mundo anticuado
Oh, Torre Eiffel, pastora, el rebaño de puentes muge esta mañana…” (Apollinaire)

Cuando Picasso (lo llamaremos así para abreviar) la mañana del 25 de octubre del año 1900, justo cuando cumplía 19 años, bajó del tren en la (había salido tal día como hoy de la estación de Francia de Barcelona) estación de Orsay de París y salió a la calle, giró la cabeza a la izquierda en busca de la Tour Eiffel y ¡allí estaba! Ambas, restos de la exposición universal del 89. Formaban un trío fatal: Pallarés, Casagemas y él mismo. Objetivo inmediato: visitar la Exposición Universal. Objetivo verdadero: empezar la conquista de París. Barcelona ya se les quedaba pequeña. Tenía 19 años y París empezaba a llenarse de urinarios públicos.



Como Vds. saben yo sólo soy ocasión. Así pues dejo en sus manos informarse, si quieren, sobre quién era Picasso antes de su primera aventura parisina. No era un don nadie, al contrario. Su “Últimos momentos” había sido acogida en el pabellón español. Y había recibido el encargo de alguna revista…encargo que no satisfizo.

Dejaron los bártulos en el estudio de Nonell (49, rue Gabrielle) y se dejaron caer Ravignan abajo (pasaron por delante de lo que sería su morada futura), giraron en Berthe, volvieron a girar en Androuet y desembocaron en rue des Trois Frères. Una vez allí no tuvieron más que seguir hasta desembocar en el boulevard de Rochechouart (nº 84). Seguían las indicaciones que les había dado el guasón Pere Romeu. “Le chat noir” hacía tres años que había cerrado. Así que se quedaron con un palmo de narices. Encontraron fácil consolación. Y es que Pere había trabajado en el cabaret con sus titelles…

Si van Vds., se encontrarán con una tienda de souvenirs perreros. Al lado hay un kebab. Llévense la petaca y mantengan la sangre fría.

La trucha está en su punto. Frío el jamón y lo meto donde antes estaban los intestinos del salmónidos. Un poquito de tomillo y ¡hala!.... ¡ a jalar!

Mientras, vds. se comen un swarma (o como se diga).

A Picasso  la cosa le fue bastante bien. A Pallarés, como poeta que era, ni fu ni fa y a Casagemas, el más político de los tres, empezó a rondarle la imagen de la muerte.

El pintor, que entonces transitaba, habiendo dejado el realismo paterno, por una especie de pre fauvismo con toques postimpresionistas y atmósfera simbolista, a lo Munch, le cayó bien a la buena y dura de Berthe Weil, que le compró tres cuadros y también tuvo éxito con el industrial-anarquizante Manach, que, a más, de arrancarle un contrato de 150 francos mensuales y la promesa de una exposición en la Vollard, consiguió que le cediera amablemente un estudio de 130 metros en el 130 en el aposentado boulevard de Clichy.

Benach le mostró su pequeña colección de postimpresionistas y le aconsejó que visitara un cuchitril en el que, dentro del inmenso recinto ferial, habían depositado las obras de los “radicales”. No tenía pérdida: donde viera un corro de gente partiéndose de la risa… ¡allí!


Tuvo ocasión de contemplar la tremenda personificación de París que con sus 6 metros de altura amenazaba con colapsar la monumental puerta de acceso al recinto. Era, en la tradición de Daumier, una mujer robusta, decidida, vestida en la casa “Paquin” y construida según el molde de la “divina Sara”. Esa “Parisina” rompía decididamente con la estética simbolista (¡y con todas!). Era como una premonición. Fue reducida a polvo, como, por lo demás, todo el tinglado. Pero aquella con verdadera inquina.

Pudo mezclarse con los maratonianos (las II olimpiadas se clausuraban el 28) que vagaban desorientados por las calles de la ciudad de la luz. Alguien fue atropellado por un ómnibus de tracción animal. El cuarto clasificado no fue adelantado por nadie, dijo. Otro llegó en la parrilla trasera de una bicicleta. Dos participantes llegaron abrazados:  no podían mantenerse en pie de la mierda que llevaban.
USA ganó 13 de las 21 medallas en juego…y, sin embargo estuvo a punto de no ser invitada a la Exposición Universal.

Allí, como les decía, si no se han decidido por el Kebab, podrán atiborrarse de pizzas y de bocadillos vegetales empapados en mayonesa.

Mientras el trío pasaba apuros que sorteaban con gracejo juvenil y con esperanzas, Sebastián Melmoth (O.W.) moría como un perro, santo… ¡eso sí!

Su sobrino (¿), Cravan, intentó años después, pero en vano, resucitarlo.

Cuando el frío apretaba de lo lindo y el olor de los canelones y carn d’olla se les hizo irresistible, tomaron el tren (24 de diciembre) y se plantaron en Barcelona el mismísimo día de navidad, cumpleaños del que esto escribe y del gran Utrillo (“litrillo”) que conseguiría reinar sobre Montmartre. Ese día cumplió 17 años.

Panovsky: “Lo que fue amenaza se ha convertido en recuerdo”
Peter Handke: “Lo que se convirtió en recuerdo vuelve a ser amenaza”
(24 de octubre del año 1975)

Los temas de hoy son recurrentes. Habrá más ocasiones de volver a ellos…si no lo he hecho ya. Ah! Y recuerden que nosotros nos regimos por el calendario gregoriano.







miércoles, 23 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 23 de octubre. Boecio. Incidentes en la Barcelona de 1920.



El 23 de octubre cae dentro del cono de sombra de mi ignorancia. Lo cual, teniendo en cuenta el tute de ayer, es una suerte. Podré dedicarme en cuerpo y alma a mis devociones, entre las cuales, y no la menos importante, la lectura de la “Leyenda dorada”.



     

Ayer  la santa iglesia católica, apostólica y romana, honraba a un manojo de elegidos de verdadera categoría: Melonio, Abercio, Alodia y Nunilo y Verecundo (ente otros de menor categoría): todos santos, y las gemelas, además, vírgenes.
De ningún de ellos hay noticias en el libro áureo. De san Melonio… ¡en ningún sitio!...sería fruto de temporada.
De Verecundo algo sabemos. Conocemos su inseguridad congénita que todo lo resolvía con un: “¡me lo ha dicho mi padre!”. Tenemos conocimiento de que su nombre en escritura jeroglífica es: 


                          

Lo cual nos indica la antigüedad de la “verecundia”. En efecto es “vergonzoso” remitirse a la autoridad de algún supuesto experto en la materia para dar por zanjada una “questio diusputata”: “¡Ya lo dijo Aristóteles!”.
Esta falacia, catalogada, no siempre es mezquina. A veces se recurre a una autoridad reconocida que ha dedicado toda la vida al estudio de la cuestión…en ese caso no es que el tal lo dijera, sino que lo “demostró”. Ya no se trataría, pues, de un argumento falaz: “¡Ya lo dijo Marx!” (en referencia, por ejemplo, al “valor-trabajo”).

De Abercio sabemos que es autor del epitafio más largo de la historia de la muerte:



"Ciudadano de una ciudad elegida, me he hecho este monumento estando vivo, para tener en el momento oportuno una sepultura para mi cuerpo. Mi nombre es Abercio, y soy discípulo de un casto pastor que apacienta rebaños de ovejas por montes y llanuras, el que tiene grandes ojos que miran hacia abajo a todas partes. Este mismo, en efecto, me enseñó las Escrituras de la vida, dignas de fe. Él me envió a Roma a contemplar mi palacio real y a una Reina de vestido y sandalias de oro; vi a un Pueblo que tiene un luminoso sello. Visité también la llanura de Siria y todas sus ciudades y, habiendo cruzado el Éufrates, Nisibi; y en todas partes encontré compañeros de fe anduve de ciudad en ciudad teniendo a Pablo conmigo, y la fe me guio en todas partes, y en todas partes me preparó por comida el pescado de la fuente grandísima, pura, que la casta virgen siempre toma y ofrece a comer cada día a sus amigos, teniendo un buen vino que dona con el pan. Yo, Abercio, mandé que se escribieran en mi presencia estas cosas, a la edad de setenta y dos años. El que comprende y piensa lo mismo que yo, ruegue por Abercio. Que nadie ponga a otro en mi sepulcro, o si no, pagará 2000 áureos al erario de los Romanos y 1000 a mi querida patria'."

Todo un compendio de Teología Simbólica, que necesitó de una lápida más grande que la piedra madre de la “Pietà” de Miguel Ángel. Y que denota una obsesión mórbida por no ser olvidado. ¡Pobre Abercio!... ¡si supiera en que ha devenido su antiguo renombre!
Algún poeta se ha preciado de ser “el poeta con el cabello más corto del mundo”.

Distinta suerte ha corrido Boecio, cuya santidad (discutida) celebra hoy la inquisición, ¡perdón!, la institución eclesiástica. Tras una época dorada, en que pasó por ser la voz del “Filósofo” en lo referente a la Lógica (falacias incluidas), su fama declinó. ¿Qué hubiera sido Boecio sin “Ignatius Reilly”? ¿Un Casiodoro cualquiera? ¿Un mero transmisor? Sin duda muy por detrás de Isidoro “el sevillano” (nombre de expreso de medianoche).  Ignatius lo rescató del olvido y de la indiferencia para devolverle la actualidad que siempre ha merecido:

“Para pacificar a su madre y mejorar las condiciones de vida en casa, le había dado “La consolación por la filosofía”, una traducción inglesa de la obra de Boecio, escrita mientras sufría una prisión injusta y le había dicho que se la diera al patrullero Mancuso, para que la leyera mientras estaba escondido en su cabina”


El patrullero Mancuso, obligado por su ineficacia a los destinos más innobles y humillantes, infierno del que saldría sólo mediante algún éxito contrastable, cumplía su vergonzoso deber vigilando, travestido,  desde el pestilente interior de un WC.

“Miró de nuevo “La consolación por la filosofía”, abierta en su regazo, y pasó una página lacia y húmeda. El libro estaba deprimiéndole aún más. El tipo que lo había escrito acababa torturado por orden del rey, según decía el prefacio. El tipo que escribía aquello acabaría con algo clavado en la cabeza. Al patrullero Mancuso le daba pena aquel tipo y se sentía obligado a leer lo que había escrito. Hasta el momento, sólo había logrado avanzar unas veinte páginas, y empezaba a preguntarse si aquel Boecio no sería jugador. Siempre hablaba del destino y de la suerte y de la rueda de la fortuna. En fin, no era precisamente de esos libros que te hacen ver el lado bueno de la vida.”

De cómo llega el ejemplar a “La noche de la Alegría”, un tugurio-tapadera de la calle Bourbon (N. Orleans); del debut de “Harla O’Horror” y su periquito, y del desenlace del conjunto, no les hablaré. 



Infórmense Vds. e, instruyéndose, pasarán uno de los momentos más divertidos de su vida. Recuerden (cliqueen “me gusta”) que fui yo, Kino, quien les recomendó esta lectura, con el fin de que dios (¿) lo anote en mi “Haber”.

Así como Platón distinguió en la turbia corriente del amor, un brazo que se dirigía hacia la eternidad (“es la perfecta posesión de una vida interminable toda ella junta y de una vez”, Boecio) de las Ideas y otro brazo hacia el mundanal pasar; así como Agustín de Hipona distinguió en el complejo discurrir de las generaciones, una “ciudad de Dios” y otra “ciudad de los hombres”, así Boecio habló de la música “mundana”, de la música “humana” y de la “instrumental”. Estableciendo que el “músico” es el que “comprende” el que “sabe” (desde un punto de visto pitagórico). Los “instrumentistas” y “cantores” que no están imbuidos de la teoría musical, que no comprenden los elementos musicales que atraviesan el mundo y la vida humana, están en el nivel de la “mímesis” (por decirlo así). Sin embargo, dicen los especialistas, que, Boecio, ayudó a romper esa separación que él mismo ayudó a consolidar.  ¡Sea así!

Parecía que el tema impediría dedicarme a mi liturgia…

Completo el rito y bajo al condis. Día de chubasquero. Paso por el parque con la gravedad de la sombra de una nube de tormenta. Me dirijo al estante de los “perritos” y demás envasados pestilentes. Cojo el último paquete de “franfurt” y un tubo de mostaza. Las obras de readaptación siguen su curso. ¿Qué pasa? ¿Es el día de la salchicha? Todas las mujeres van con un paquete de “franfurt”  y un tubo de mostaza. ¿Han intentado sabotear mi homenaje a Ignatius?  Un señor que empuja un carro de combate, camuflado con hojas de acelga, viendo mi pobre bagaje, me cede el turno. ¡Gracias, buen hombre. Dios (¿) se lo anote en su “Haber”!  Junto a la caja, en infantiles letras, pero gigantescas: “Hoy 2 x 1. Comprando una unidad de salchichas “El Perro”, la segunda le sale gratis. Y por si fuera poco, la mostaza gratis". Vuelvo a por la segunda. El del tanque bosqueja una protesta…pero no quiere, finalmente, enturbiar su buena acción.


Vuelo como un vampiro a zamparme el conglomerado. Este inocente homenaje me va a costar la salud: una botella de ribera, un fifti-fifti y dos remolques de orujo blanco… ¡no hay dios (¿) que se lo trague!

Y como hace día de lucir chubasquero, me largo a Barcelona. Me encasqueto la gorra orejera “tipo Ignatius”. Tarjeta dorada. Lado mar. Bajo en “Liceo” y me lanzo ramblas abajo, como agua de torrentera, en busca de una cazalla con pasas. Impongo respeto con este atuendo. La corriente de turistas se abre como las aguas del mar Rojo y la herida se cierra tras mis pasos. La “cazalla” del Arco está cerrada.  Sigo hacia el paralelo y me acomodo en las gélidas sillas del “Rincón del Artista”, en la confluencia del Paralelo con Nou de la Rambla (mi calle). Sí, exacto, allí donde se encontraba el Pompeia. Aquí, en mis años mozos, entraba a trompicones a comerme las lentejas de las 4 de la mañana.

     –¡Camarero! –Acude presto.

     –Póngame Vd. un aguardiente, ese aguardiente alemán del ciervo.

     –No gastamos d’eso.

     –Pues un vodka, ese de césped de búfalo, que lleva una brizna de hierba dentro.

     –No gastamos d’eso.

     –Pues nada, joven, tráigame de lo que gasten.

En tres minutos aparece con un “copuzo” de cazalla. La deja sobre la mesa  y tengo que hacer esfuerzos ímprobos para arrancarla. Del envite queda media vacía. Por suerte llevo chubasquero. Un cigarrillo “Lucki luke” y paso a recrear unos incidentes que ocurrieron en Barcelona tal día como hoy, del año 1920.

Durante aquellos años Europa ardía y la parte baja de Barcelona estaba en estado de guerra permanente. La burguesía catalana, con las fuerzas armadas del Estado (o al revés) quería imponer orden…el tipo de orden que se impuso en Berlín en enero del 19. El “Sindicato (de pistoleros pagados por la patronal) Libre” disparaba a troche y moche, en especial contra la CNT. El Pararelo y lo que llamamos “Barrio Chino” era feudo de la clase obrera y allí se movía como anguila en aguas pantanosas.



Bueno, pues, al caer la tarde de tal día como hoy tres individuos circulaban pegados a las paredes, como las salamanquesas, haciendo ventosas con sus dedos. Llevaban un rollo de pasquines en contra del capital y a favor de la causa obrera. Pegaban con cola de pescado que les habían pasado sus camaradas de la Barceloneta y con brochas procedentes del gremio de pintores. La luna no ayudaba. Los carteles quedaban, con las prisas y los nervios, ilegibles. Una pareja de policías divisó al trío y sus movimientos levantaron sospechas. El trío huyó y se refugió en el bar “La Tranquilidad”, abrigo de perseguidos, consuelo de atribulados. Allí reinaba “Tumulto”, hermano de “Algarabía”, hijos ambos de “Convulsión”. Ya sacaba el mesonero la botella de tintorro…pero pasaron como centellas. El vino cayó sobre el mármol de Crevillente. Uno cupo en el váter. El otro se escondió detrás de un pilar de cajas de cerveza. Y el tercero se desvaneció “euridicianamente”. El segundo, apellidado Iglesias, fue atrapado “ipso facto”. El primero se encastilló. “Levantaré la tapa de los sesos al que intente entrar”. Llegaron guardias de seguridad. Un ejército dirimía en la puerta lamentable del váter. El acorralado amenazaba. Los fascistas, a una, encabezados por el guardia Roncero, se lanzaron contra la resignada puerta y le dieron con la puerta en las narices. Inocencio Feut sangraba como un cerdo. Tenía 24 años. Quiso ser empleado de correos y acabó en Marruecos, disparando a las chumberas.El revólver cayó por el agujero del váter turco. Le obligaron a sacarlo.

A media noche fue detenido el tercero en cuestión.

Fíjense Vds, en los nombres de los elementos implicados en el asunto. “Bar la tranquilidad”, “Inocencio”, “Iglesias” y “Roncero”. Si con esos nombres puede urdirse una trama tan grotesca (y criminal)…Esto fue aducido por los desgraciados.

El camarero, que ve mi copa vacía, aparece con la botella del “Afilador” y me la llena hasta el borde. Ni se le ocurre limpiar la mesa. Me ajusto la gorra y me aprieto el chubasquero. Una nueva sacudida… y la copa se queda a la mitad.

Esa misma noche un grupo de pistoleros irrumpió en la plaza de Rius y Taulet. Era sábado y los paisanos departían en las puertas de las tabernas. Dispararon a troche y moche, a su estilo. No hubo muertos, pero sí muchos heridos graves. Un poco más tarde en el cruce de Martínez la Rosa y Buenavista, un obrero especializado en mosaicos, fue tiroteado. Le atravesaron la pierna derecha y fue atendido en el Clínico. La huelga del metal continuaba. 



     Esto ocurría a diario. Después vendría el asesinato del “Noi del Sucre” y el paréntesis ominoso de la dictadura. La burguesía catalana tuvo momentos de respiro. Protestó, pero sus protestas no llegaban ni a Sant Boi. ¿Cómo quieren Vds. que la clase obrera se quedara con los brazos cruzados?

Y mientras me pimplo lo que ha quedado, medito sobre la posibilidad de que los empresarios, fieles a sí mismos, vuelvan a pasar la gorra para destinar los fondos a los grupos fascistas. El capital gradúa sus ataques: cuando fallan los “aparatos ideológicos del Estado”, incluyendo la prensa, echan mano a las pistolas… ¡sin contemplaciones!

Un escalofrío recorre mi espina dorsal. El camarero, al quite, me rellena la copa.

–Podría Vd. limpiar la mesa ¿no?  A este paso no voy a catar el orujo.

–Pensé que quería Vd. contextualizar. Confraterniza, y me vuelve a rellenar el “copuzo”. Ha caído la noche. El Paralelo luce sus mejores galas. La barra se llena de viandas. Los asiduos acuden desde los cuatro puntos cardinales. En la pared cuelgan fotografías de ilustres de la escena.
Me levanto tambaleante, derribo la mesa (como de costumbre) y me despido de la multitud agitando la “orejera”. Los clientes ignoran mi cortesía y comienzan con los chistes y las chistorras.

Ahora sí que infundo pánico. Soy “M”, el “vampiro de Barcelona”.  Lado mar. Por la ventanilla un murciélago gigantesco nos escolta.



















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...