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martes, 7 de enero de 2014

Propuesta para hoy, 7 de enero. Epifanía de Beckett. Stabat Mater…


1.

La vida, la muerte y la casi muerte de Beckett estuvo muy ligada a la lotería nacional española… y a los viernes.

2.

Beckett nació en el cuarto mes del año 1906. Viernes santo ¡y 13!... (Los “encantos del viernes santo”, ya saben ustedes…) y murió en 1989, el día de la lotería de navidad. Había solicitado, pues desde que rechazara el dinero del Nobel se había aficionado a este mundialmente conocido sorteo,  que le enviaran un décimo del 13406. Algo le tocó… pero, tras la espera reglamentaria, se lo embolsó el estado. 

 


El grueso tocó en Paiporta que así compensaba los sinsabores y la inquietud que estaban produciendo las correrías del  loco del hacha y el destino de la envenenadora de Alacuás.

3.

Esquivó la muerte tal día como hoy del año 1938, justo un día después del sorteo de reyes que, por entonces aún no había alcanzado la categoría de Sorteo Nacional Extraordinario y se conformaba con ser una simple rifa. Por cierto el número afortunado fue el 17215 y también cayó en Valencia.

El caso es que Beckett y el matrimonio Duncan salían del cine.

Habían visto “La gran ilusión”, película un tanto meliflua, como intentaba explicar el novelista a sus compañeros, del gran Renoir. A no ser que hubiera habido sesión matinal, debía de ser casi noche cerrada. La luna crecía. Era viernes. Un personaje abellacado, Prudent de nombre, les viene de frente. Grand Chaumier (París, naturalmente) no es una calle ancha. Se dirige directamente a Samuel, le hace unos gestos incomprensibles y, al no tener eco, le asesta dos puñaladas que afectan el muslo y la periferia del corazón… dejándole una querencia por los personajes tullidos y estropeada, para siempre, la vena sentimental, que no del sentimiento.

 

  

Hay quien habla de un celestino, de un arregla-citas. Quizás Samuel no quisiera poner de manifiesto esta faceta suya y lo apartara displicentemente. Ese feo a mí no se me hace– se dijo el celestino y envistió, con la cheira en la derecha, dispuesto a llevarse palante al julandrón.

Lo que siguió fue rápido y, parece que confuso. Suzanne Deuxchevaux- Dumesnil, jugadora de tenis, aparece entonces… ¡y para siempre! Joyce tuvo algo que ver en la recuperación de nuestro héroe.

Cuando Beckett, aficionado al tenis, fue a preguntarle al bueno de Prudent por los motivos, éste respondió, en el más puro estilo beckettiano, no sé y que lo sentía mucho y tal. Bueno; quizás esto también sea una invención.

Mientras nacía el interés, hasta convertirse en amor, de Deuxchevaux-Dusmenil por Samuel, el dos caballos se estaba gestando. Desde que Michelin había comprado la Citroën, pensó en la fabricación de un coche bueno, bonito, barato y pequeño. En la fecha del percance ya se habían producido las primeras unidades. La fabricación en masa tuvo que ser interrumpida por la guerra. Alemania copiaría la idea. El mío, antes de que me lo quemaran, era de color crema, con una bonita capota café con leche.

  

Durante la recuperación, Alemania ocupó los sudetes y los nacionales ocuparon Madrid. Los procesos de Moscú ya estaban casi demodés y la primera exposición surrealista está a punto de abrir sus puertas. A buenas horas, mangas verdes.

4.

Lo del cine tiene sus peligros. Una tarde-noche del verano del mismo año, Odon von Horvast salía del cine (¿le Petit Marbeuf?) de ver “Blancanieves y los siete enanitos” y paseaba por los Campos Elíseos (Paris, naturalmente) su naciente ilusión por Hollywood. Descargó tremenda tormenta de final de primavera. Se refugió bajo uno de los árboles del paseo que, de haber sido Berlín, hubiera sido un tilo. Se descolgó un rayo y fue a parar sobre la rama bajo la que se cobijaba el bueno de Odon: fractura de cráneo; hermoso remedo del final de su última novela.

  

Años más tarde, del Petit Marbeuf, sacaron con los pies palante a Boris Vian (Vernon Sullivan). Había asistido de incógnito a estreno de la adaptación de su novela “Escupiré sobre vuestras tumbas”. Él se había opuesto. Infarto de miocardio.

5.

 

  

Y, ahora, damos un salto y nos plantamos en 1945. Europa está en ruinas. Lo poco que queda en pie está siendo aniquilado por los bombardeos aliados. Samuel, que ha participado, (y condecorado) en la resistencia francesa, decide un viaje a Irlanda. Pasea por Dun Laoghaire. Quizás haya ido a contemplar de lejos la torre Martello y rendir el último homenaje (de despedida) a Joyce, muerto reciente. O quizás, simplemente, a comer pescado con patatas fritas.

Una tormenta literaria se desploma sobre el malecón. Algo sucede en los interiores de Samuel. Se conmueve hasta el dobladillo de los pantalones. Todo está contado en la dudosa e incompleta última cinta de Krapp: “Lo que de súbito vi entonces es esto: que la creencia que había guiado toda mi vida, es decir... Grandes rocas de granito, la espuma saltando a la luz del faro y el anemómetro dando vueltas como una hélice; veía claro, en fin, que la oscuridad que yo siempre había luchado por contener, era en realidad mi mejor...”

Este momento, que los críticos lo califican de epifánico, pues suponen que algo se le manifestó, quiero situarlo, por epifánico, en el día 6 de enero, fecha de la rifa de reyes, por entonces ya convertida en Sorteo extraordinario del Niño. El número agraciado fue el 14862 y estuvo muy repartido.

Por muy bien que se analice la cinta nada sacamos en claro. ¿Qué fue aquello que se le manifestó al final de aquel siniestro muelle, precisamente allí donde las autoridades han acabado por poner la acostumbrada plaquita? ¿Qué acontecimiento espiritual tuvo lugar en aquel esforzado escalador de la nada?

 


... escribir las cosas que uno siente… No es un gran consejo.

Samuel tenía pensado y decidido alejarse de la sombra de Joyce y lo decidió frente a la torre martello, suponiendo la veracidad de la escena, lo cual es mucho suponer. Hay críticos que la sitúan en el pequeño puerto de Killiney. Tanto da. E, incluso, los que la sitúan en la habitación de su madre en Foxrock (1946), geografía más adecuada para una meditación de tanta enjundia y transcendencia.

Hubiera hecho falta la sagacidad implacable de Sherlock Holmes para arrojar luz sobre esta incertidumbre, sino engaño. Hoy cumpliría 168 años. Había nacido en la epifanía de 1854, viernes: Fue sembrando indicios para que alguien estableciera la fecha. La luna, al 50%.

6.

Comprendió, creo, pues él mismo lo afirma, que Joyce “había avanzado lo más posible en el control de su propio material… siempre estaba sumándole cosas… Comprendí que mi camino estaba en el empobrecimiento, en la falta de conocimiento y en la eliminación, en restar más que en sumar”. Y para esta operación de sustracción era necesario el diálogo interior en primera persona, lejos de la omnipotencia de la tercera y otros recursos estilísticos… y del buen orden autoritario del lenguaje. Él sería, pues, el Joyce del vacío.

 Laforet ganaba el Planeta con “Nada”.

La mejor herramienta de un crítico es la goma de borrar. Y la mejor crítica, la página en blanco resultante, que no es lo mismo que una virginal hoja en blanco.

A partir de entonces empezó a escribir en francés, lengua que dominaba pero que no era maternal. Adecuada para ese distanciamiento (y descoyuntamiento) que pretendía. Y empezó a ser Beckett.

7.

Leamos:

“…La muerte de mi madre por ejemplo. ¿Había muerto ya cuando llegué? ¿O murió más tarde? Muerta para enterrarla, quiero decir. No lo sé. A lo mejor no la han enterrado todavía. Sea como sea, soy yo el que estoy en su cuarto. Duermo en su cama. Uso su vaso de noche. He ocupado su lugar. Cada vez debo de paréceme más a ella. Sólo me falta tener un hijo. Pueda que tenga alguno en cualquier parte.” (comienzo de Molloy)

 


Sigamos leyendo:

“Hoy mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo. “Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame.” Nada quiere decir. Tal vez fue ayer” (comienzo de El extranjero).

  

¡Qué no hará una madre por nosotros! Empezando por nuestro principio que, sin ella, hubiera sido imposible y acabando por el final (de ella).

… Y es que de la madre, como del cerdo, se aprovecha todo.

8.

Wittgenstein, en la vecina costa de Gales, también estaba en su momento epifánico que le condujo a la renuncia de las principales tesis del Tractatus, a favor de los juegos del lenguaje y el aire de familia

Y meditaba:

“Ya ve (a Malcolm), sé que es difícil pensar bien acerca de la “certeza”, la “probabilidad”, la “percepción, etc. Pero, si cabe, todavía es más difícil pensar o intentar pensar, con verdadera honestidad acerca de tu vida y las vidas de los demás. Y el problema es que pensar en estas cosas no es apasionante, sino a menudo realmente repugnante. Y cuando provoca repugnancia, entonces es más importante…

  

… No se puede pensar decentemente si uno no quiere hacerse daño. Lo sé porque yo mismo siempre lo rehúyo.”

Los aliados entraron en los campos y ¡Popper! alcanzó su cénit. La prensa española seguía ocultando el desastre de las potencias del eje. En Barcelona podías comprar una magnífica torre en la parte alta por 6.000 euros. Alguien había perdido un pendiente de oro y brillantes y esperaba recuperarlo con un señuelo de 60 céntimos de euro, la mitad de un alquiler mediano.

Se repartieron juguetes.

9

El stábat mater, como ustedes saben, es un poema medieval, convertido en himno sufriente, atribuido a Jacopone da Todi (fanciscano). Muchos lo han llevado al pentagrama. De entre todos los existentes, el de Rossinni es el más conocido (con permiso de Pergolesi). Se refiere a las angustias de María a los pies de la cruz en la que su hijo, en aquel primer viernes santo, acababa su estancia en este mundo. Juan es el único que lo recoge explícitamente. Los otros tres evangelistas se limitan a citar la presencia lejana de unas mujeres, entre las cuales, María.

En su versión definitiva, la obra de Rossini se estrenó en París tal día como hoy del año 1841.

  

Así pues, Juan y María lloran desconsolados. Jesús, después de haberse descolgado, es un decir, con aquello de Padre, perdónales, porque no sabeny de prometerle el paraíso al buen ladrón, dirigiéndose a su madre exclamó: “Mujer he ahí a tu hijo” y, después, mirando a Juan: “He ahí a tu madre”. Lo que faltaba, se dijo el discípulo amado, comentario que ya había hecho, entre dientes, su, recién ungida, madre.

Jesús que no oyó, ni nadie, los agrios comentarios, siguió a lo suyo hasta completar las siete últimas frases, con el fin de que Haydn tuviera materia prima:

 “ Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”

“¡Tengo sed!”

“ Todo está consumado”

“ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”…

 

No le dio tiempo (o no quiso) a completar la octava:

… “Padre, Padre... es que no pasarán nunca estas diez horas” (Metrópolis)


 

 

Y fue entonces cuando la oscuridad cubrió la tierra y cundió el sin dios.

 

BONUS

La primera estrofa, en versión de Lope de Vega, dice así.

La Madre piadosa parada

junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

domingo, 5 de enero de 2014

Propuesta para hoy, día 5 de enero. Belmonte y Joselito o Joselito y Belmonte… tanto monta, monta tanto.




1
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
(...)
Miguel Hernández

2


En la fatídica, para mí, calle Xuclà casi me doy de bruces (Infórmense Udes. sobre la curiosa etimología de la expresión) con el no menos funesto Los Toreros (que yo creía muertos). Desde aquel día en que pensé que el Ángel Exterminador hacía de las suyas y luego resultó ser la inmundicia del suelo la que me impedía salir de aquel recinto, no he vuelto a poner los pies. Y ahora lo hago por exigencias de la profesión efemerística.
Entro.


Y constato con satisfacción que le han hecho un lavado de cara al local. Los toretes, sin embargo, siguen igual: El polvo y las polillas los están reduciendo a una nada humillante. Su aburrimiento alcanza cotas metafísicas… ¿¡y su melancolía?!

–¡¡Feliz año!! Silencio atronador como respuesta. Doy un paso indeciso, acumulo fuerzas para dar el segundo y al tercero estoy apoyado en la barra. ¡Vaya! me digo, ¡A ver lo que dura.  De las estancias interiores sale alguien sudoroso y vestido de negro portando un capazo de verduras y frutas de temporada que deposita sobre la barra, justo delante de donde yo me encuentro. Las dispone como una naturaleza muerta en la destaca un pimiento rojo como un pi(men)tonazo en el costado sobre la lividez de un manojo de nabos y chirivías…


–¡¡Feliz año!!

–¿Qué quiere Ud, ahora? ¿No ve que estamos preparando la cosa para el menú del mediodía?

–Pues, no sé, venía a tomarme algo en un sitio amable y tradicional– y para quitar hierro– Coloca Ud. las verduras de una manera bastante trágica… Parece que he dado en el clavo: deja lo que está haciendo, abre los ojos y se asombra (o a la inversa).

–Ah! ¿Se ha dado cuenta?... Tantos años pensando que mi vena tenebrista pasaría desapercibida y mire Ud. por dónde, la mañana del 5 de enero del año 2019 un cliente que yo pensaba echado a perder, va (viene) y descubre mi arte. Pues, sí, querido visitante, siento debilidad por el claroscuro un tanto ácido de Zurbarán. Y esa afición me ha llevado a la profesión de bodeguero. Es el amor al arte del bodegón lo que me retiene en este interior tragicómico, a más de cutre. Y también, en menor medida, mi superada afición criminal al crimen de la tauromaquia. Pero, pase, pase… y siéntese.


Y me señala una mesita justo debajo del torete que se disputan Joselito y Belmonte. Trae una botella de machaquito y dos copas. Así que: Machaquito sobre la mesa y Joselito y Belmonte en la pared. Las llena, se pimpla una y sigue a lo suyo atento a mis pensamientos. Me pimplo la otra.

–Sí, en efecto. Bombita le dio la alternativa. Y Machaquito se la dio a Belmonte–señalando el retrato. Y a este otro, Gallito III, que ha pasado a la historia como Joselito– señalando el otro retrato– se la dio su hermano El Gallo, conocido también como el “divino calvo”, hijo y nieto de toreros. En esta piel de toro estamos sobrados de Gallitos.

–Sí, en efecto – contesto.

–Y lo de Machaquito le venía por la contundencia con la despachaba a los morlacos. Algo tremendo, oiga. El tercer califa del toreo mataba a volapié, espectacular pero menos arriesgado que matar recibiendo.

–Sí, en efecto. Y me aventuro… Ocupó, junto a Bombita, el vacío que quedó tras la muerte de Guerrita y la eclosión de Belmonte y Joselito.

–Sí, en efecto. ¿Y sabe Ud. cuál fue su mejor faena? 

–Bueno, sí… me lo contaron ayer en Bilbao. Pero… ¡siga, siga, buen hombre!

–Bueno, entonces, me referiré al día en que se cortó la coleta. Toreaba con el Pasmo de Triana, oséase, Belmonte– señalando el retrato– y con el “divino calvo”, o sea, Gallito I, hermano de Gallito II y de Joselito (también conocido como Gallito III) ese del retrato. Los tres, hijos de El Gallo, suegro que fuera de una hermana de Sánchez Mejía, compañero de la Argentinita, al casarse aquella con Joselito. Bueno, aquello fue un desastre. Salieron 11 toros. Su fama de contundente espada quedó por los suelos. Se trataba, además, de la alternativa de ese– señalando el retrato de Belmonte– que ya gozaba de merecida fama como banderillero. Era octubre de 1913.

… Y Maiakovski daba fin a su primera gran obra, la tragedia: Vladimir Maiakovski. Pasternac calificó el resultado como “genialmente sencillo”. Ajmátova en Maiakovski 1913: “Y un nombre, hasta ahora jamás oído, cual relámpago cruzaba la asfixiante sala”. Incluso Tsvetáieva se dejó llevar por el don profético: “Quizás al recordar a Maiakovski, nosotros y nuestros nietos tengamos que mirar hacia delante, en lugar de mirar atrás.”

Silencio…
que aprovecho para echarme al coleto una segunda copita… y para regurgitar el tremendo volapié de Machaquito. 

–Yo he venido aquí, querido bodeguero, impulsado, como he dicho, por mi amor a las efemérides… no por mi amor al toreo.

–Yo tampoco lo amo.  Pero ¿qué quiere? Sin quererlo uno oye cosas, cosas que se dicen en la tertulia; porque sabrá que esta es la sede de la peña Joselito-Belmonte. 

–Por eso estoy aquí.

3

El año 1917, año de la revolución rusa (y de la gran huelga general en nuestros lares) es conocido en la piel de toro como “El año de Belmonte”, pues la única revolución triunfante, en ausencia de la burguesa, fue la que él propició. Y, aunque parezca imposible, tampoco aquí las cosas son para toda la vida. Los beneficios fueron escasos: en vez de la ansiada reforma agraria, se propició una vuelta al latifundismo de postín (valga la redundancia). La Capitana se convirtió en modelo e ideal. Las siete artes se pusieron a su servicio y todo el país giró en torno a esta nueva metafísica del toreo. Y yo, para redondear y, de paso, celebrar el día mundial sin tabaco, me prendo un Montecristo nº 4 que me he agenciado para la ocasión. No, nada, por los estoques que adornan la caja. Espero que esto no sea una prueba de cargo contra mí el día en que necesite atención médica.

La revolución a la que aludo, fue un giro imprevisto, y derivado de la propia naturaleza del sujeto-actor. 

El Lagartijo, Gran Califa del toreo, había dejado estela (y no me refiero al gatillazo que dio en su despedida en el que tuvo que intervenir la Guardia Civil. Nada que ver, por otra parte, con la grandeza acrobática de Lagartija que, acabando el siglo XIX, se clavó el estoque en el pie cuando iba a descabellar y tuvo que retirarse, prematuramente, de los ruedos. Algo parecido le ocurrió al gran Lully durante la interpretación de un Te Deum en agradecimiento por la recuperación del Rey Sol. El bastonazo lo llevó a la tumba. Infórmense Uds. Infórrmense)
Quizás debido a su alias, ofrecía un toreo inquieto, nervioso, ágil, filigranero. Era imposible hacerle una foto y que no saliera movida. Sus rivales, Frascuelo y Guerrita, no se distanciaban mucho de esa concepción. En esencia se trataba de esquivar como buenamente se podía las embestidas del morlaco.

Pasaron los años; entró el siglo XX y aquel trío fue sustituido por Machaquito, Bombita y el gran Fuentes, torero serio y un poquito más tranquilo, cuyo estilo, si podemos utilizar el término, estaba más próximo al que asociamos con Belmonte. 

Desde 1913, alternativa de Belmonte, hasta la muerte de Joselito (1920), no hubo nadie que pudiera hacerles solisombra. Fue la Edad de Oro del toreo. Años en los que se decidió la suerte de la fiesta en su conjunto.




Joselito representaba la tradición elegante y espiral, clásica y pinturera. Toreo de birlibirloque (Bergamín). Belmonte, tartamudo como era, inventó el toreo tartamudo, por así decir: precavido y temerario, entrecortado y lleno de emoción, concentrado y abrupto… (Un toro fue capaz de arrancarle limpiamente un clavel del ojal de su taleguilla. Él tuvo la culpa de su matrimonio) sin la continuidad, como de rúbrica de notario de enjundia, que caracterizaba el toreo de Joselito y Gaona. Era un toreo quieto, recogido, que brotaba de la mismísima personalidad del ejecutante: Así surgió el estilo. Además había renunciado a la coleta.

 Belmonte, cansado de nacimiento, impuso un nuevo tempus: Parar, templar, mandar  y recoger y, si se quiere añadir algo más, cargar la suerte suprema abandonando la hegemonía del volapié que tan famoso hizo a Machaquito. Añadir que introdujo una nueva estética al adelantar la pierna, sacar el pecho y hundir el mentón… tremendo mentón el de Belmonte, Carlos V del toreo.
Un estilo que llevaría a la tumba a Manolete y que el Viti convertiría en virtud… ¡desde su necesidad!


 Por eso, la revista TIME le dedicó, tal día como hoy del año 1925, la primera plana. Ni Alfonso XIII, ni la huelga general del 17, ni la huelga de la Canadiense del 19. No. ¡Juan Belmonte! Después vendrían el monarca, el dictador y otros degenerados (según la graciosa apreciación del diestro). En marzo, Frascuelo haría público su informal decálogo.

4

Belmonte se había retirado de los ruedos: La muerte de Joselito lo había dejado pensativo. La de Sánchez (E)lejías (1934), perdón Mejías, le daría la puntilla.

El año anterior (1924) había vuelto… ¡pero a caballo! Y eso no era lo que los aficionados esperaban, ni querían… Lo querían a pie, sacando todas las consecuencias de su corte epistemológico. Él dudaba. De las Américas llegó la solución. Marchó a Lima, pasando por Nueva York, dejó a su mujer allí, le hicieron la foto y desembarcó en Perú para las fiestas del Centenario de la Independencia. Toreó las siete corridas contratadas y alguna más. En primavera ya estaban en la madre patria. La portada le sorprendió entre la corrida del 4 de enero y la proeza del 11 del mismo mes. 


El año anterior lo había retratado (¡otra vez!) Zuloaga en Zumaya y había quedado más épico. Desconozco si los descendientes de Carlos Bayo conservan el cuadro o lo han subastado ya. Ya lanzado, y en la madre patria, firmó unas corridas para la temporada en curso: La primera, el 31 de mayo, coincidió con el nacimiento de Paco Candel en Casas Altas. Y las últimas, con la muerte y entierro de Esenin… No, nada… por contextualizar.  Hombre, también Belmonte (así lo estableció El Pollo en conversación con Pica Lagartos y Don Latino) era un intelectual. (¿Intelectual? ¿Què ès ezo?– Jesulín preguntó) y lector obcecado. 


Amigo de los del 27 y de algunos de los del 98. Amigo de Hemingway, citado por Joyce (Ulises. Cap.18) y por Woody Allen…

Lean lo que tengo escrito sobre la muerte de Belmonte:
 http://kinomoriarti.blogspot.com/2013/04/propuesta-para-hoy-dia-8-de-abril.html.

 Y sobre la muerte de Granero y la "Historia del ojo" (Bataille"):
https://kinomoriarti.blogspot.com/2013/05/propuesta-para-hoy-dia-7-de-mayo.html


5

Sepan Udes. que la costumbre de cortar la oreja, el rabo e incluso las patas, como señal de reconocimiento a una gran faena… y que añade humillación al asesinato, son vestigios de cuando se entregaba el toro entero al diestro para su alimentación y comercialización. No fue hasta finales de la primera década del siglo XX que se entregó la primera oreja oficial. Lo del rabo y las patas fue posterior. Joselito y Belmonte fueron, pues, los pioneros en recibir esos trofeos.

Veamos un año al azar. He sorteado y me ha salido el año 1889, año de la Exposición Internacional de París y, en consecuencia, año de la construcción de la Tour Eiffel. Año del descubrimiento de la penicilina. Alemania le compra a España, a precio de saldo, Las Carolinas y Las Marianas… Bien.

Ese año el escalafón del toreo estaba encabezado por Guerrita (que en 65 festejos, despachó 209 toros), le seguía Mazzantini (132 toros), Lagartijo (138), Espartero (116)… y seguían otros de menos nombre pero no menos valor y gallardía.  Entre todos dieron muerte a 1.126 toros, sin contar los 8 que fueron lanceados, los 21 fogueados y los doce que, aterrorizados, fueron devueltos a los corrales. Pero antes de morir, tuvieron que sufrir 8.190 varas, 3.875 banderillazos (entre frías y de fuego), 1.987 estocadas, 1.536 pinchazos… Lo que hace un total de 15.588 castigos. Una media de 13’5 pinchazos por cabeza. Todo un martirio a la altura del protomártir.
Añadan Udes. los 1.966 caballos destripados y desangrados sobre la arena del redondel. Lo del peto fue disposición de Primo de Rivera senior, a instancias de asociaciones protectoras de animales. También el respetable protestaba… porque salían con el traje perdido.




Y a esta lista infame han de sumar las reses sacrificadas en las Américas, en Francia y, especialmente, las decenas que sucumbieron en las dos plazas de toros que se construyeron en París con ocasión del magno acontecimiento. Y las muertas para diversión de señoritos y entrenamientos de futuros matarifes.

Multipliquen Udes., multipliquen. En ese año de dios (¿?) podríamos afirmar que unas 4.000 reses fueron muertas ante la insolente e indiscreta mirada de los aficionados. El récord personal absoluto lo tiene Jesulín de Ubrique con 161 festejos (1995), lo que significa un mínimo de 322 toros en su haber… ¡él solo!

Nunca he leído nada tan esclarecedor y contundente sobre el martirio animal como las páginas que dedica Döblin (Berlín Alexanderplatz) a los mataderos de Berlín. Si, tras leerlo, no se hacen vegetarianos es que su glándula de la compasión no les funciona.

A cambio, los del oficio asumieron algunos daños colaterales:

·        Al picador Francisco Caro un torete le rompió el corazón. Se trataba de una tienta para calibrar la bravura de los astados. Al menos uno dio muestras de fiereza y sentido de la reparación. Paco, Pájaro Verde le llamaban, quedó incrustado en el frontal de un burladero.
Muertos fueron también:
·        Antonio Calderón, picador.
·        Manuel Bastón, picador. Antes pasó por el Hospital de dementes de Sevilla.
·        Caliche, novillero.
·        Perita (o Periche), matador.
·        Saladito, matador.
·        José Antonio Suárez, matador.

·   La muerte de Bocanegra merece atención especial por la furia kohlhaasiana que desparramó el toro Hormigón y las condiciones del, por entonces, recién ex diestro. Recibió 11 varas de castigo y mató tres caballos antes de cargarse al intruso, pues eso es lo que era Bocanegra aquella tarde en Baeza. Se había retirado, ya cincuentón, hacía un mes. Medio ciego y gordo de más, acudió a la plaza de Baeza a presenciar una novillada. Todo iba bien, pero cuando salió el cuarto de la tarde un escalofrío recorrió los tendidos. Era Hormigón, cornalón y colorado. Se hizo dueño del redondel. Hizo la matanza mentada. La arena parecía la playa de Normandía.
 
Los novilleros, casi muletillas, saltaron la barrera de forma impecable. Todos menos uno: el predestinado a enfrentarse a aquella furia. El chaval, en la más literal tradición del Califa Lagartijo, se agitaba como rabo de lagartija sin lagartija. El sol caía a plomo. Bocanegra, compasivo, quiso ayudar al chavalillo y haciendo de tripas corazón, bajó esforzado las cuatro gradas que le separaban del pasillo, avanzó con dificultad por aquellas estrecheces y logró salir, como la masa del embutido sale de la máquina trituradora, a la inmensidad sahariana. Hormigón lo miró y lo remiró mientras escarbaba la arena. 


Buena presa, pensó, gordito y cegato. No le dio tiempo ni a coger la muleta. Bocanegra, valiente, giró sobre sí mismo y se dirigió, veloz, a la entrada del burladero más cercano… pero quedó atascado. Bocanegra había sobrepasado con mucho las medidas estándares. Fue coser y cantar. Al día siguiente murió. Por el boquete podían verse, dicen, los hermosos olivares de Baeza.


·        La madre de Frascuelo, quien, por cierto, se había cortado la coleta ese mismo año.
·        La madre de Lagartijo.

     Puede decirse que aquel año el toreo se quedó huérfano de madre.

6


–Pues nada, bodeguero. Ha sido todo muy instructivo.

–Pero… ¡Ya se va! Si no hemos cruzado palabra.

Y así fue. Una conversación virtual. Cuando abrí los ojos, el camarero daba los últimos toques a su composición. Sudaba como un torete… La camisa, me dije, servirá para un arroz negro.

N.B.
Cuando murió Belmonte, la portada del Time la ocupaba Sofía Loren.















   

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...