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viernes, 4 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 4 de octubre. Nadja y el azar.

El azar es una cosa muy seria.

No hay misterio más profundo que el azar; ni más apasionante. El término azar, como todos los conceptos, nombra un conjunto de sucesos, cada uno de los cuales nos es desconocido. Y todos juntos constituyen la causalidad,  el azar cogido por las hojas.

El arte moderno es arte de azar.

Establezco el 4 de octubre como día internacional del azar (y de los animales, naturalmente).

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Con mi proyecto de perro me he plantado en París. Mis Ángeles nos han depositado, al estilo Pontormo, en medio de ese “triángulo misterioso” (L-P. Fargue) que forma Poissonnières, Grands Boulevards y Magenta,  concretamente en los desolados escalones que conducen al pórtico jónico de Saint Vicent-de- Paul. Amanece. Hegel exonera el vientre y me mira exigiendo que retire las vergüenzas. Extraños personajes deambulan por La- fayette, Campos Elíseos del distrito X, en busca de hierofanías. Lo sagrado se manifiesta sutilmente en forma de ingenuo perfume de repostería recién fabricada… que se mezcla con el de cadera de ángel en ascensión (a lo Giotto).

  

–¡No me dejéis tirado todo el día!

–Volveremos al anochecer. Disfruta– y dejan caer desde las alturas mi bufanda de siete leguas– Te hará falta…

“El 4 de octubre último (1926), al final de una de esas tardes ociosas y tristes, cuyo secreto de saber pasarlas yo tengo, me encontraba en la calle Lafayette. Después de haberme detenido unos minutos ante el escaparate de la librería de L’Humanité y haber comprado la última obra de Trotsky, seguí andando en dirección a la Ópera…”

Consciente de que la espera será larga, nos dirigimos a la ridícula terracita de la Maison Bleue.

…Y es que, claro, hasta el azar objetivo necesita de ciertas condiciones y condicionantes. Díganme ustedes si yo, con mi rutinario discurrir de casa al Condis y del Condis a casa, puedo tener la suerte de encontrarme con una prefigurada Najda. Hay que salir a su encuentro, vale, pero, ¡hombre!, que tengas ciertas probabilidades de éxito. De encontrarla sería, definitivamente, indicio del fin del mundo (al menos como lo conozco). Y que no venga el poeta con aquello de que “hay otros mundos pero…




 

 

 

 

 

 

Encajados en este mínimo espacio esperamos la aparición del camarero, tan milagrosa como la de Nadja subiendo por Lafayette. Por cierto, no es necesario que se rompan la garganta intentando pronunciar esa “j” maravillosa que sigue a la “d” y precede a la “a”: digan simplemente Nadia. Es como si se llamara Espe.

“Acababa de cruzar una plaza cuyo nombre he olvidado o ignoro, allí delante de una iglesia. De repente, a unos diez pasos de mí, andando en dirección contraria a la mía, veo a un señor, traje verde acelga, y él también me ve. Camina con la cabeza levantada, agitando de vez en cuando sus pelambres. Es pesado  y fuerte como un león. Una imperceptible sonrisa depredadora aflora, diríase, en su rostro. Me dirige la palabra sin contemplaciones, le digo que tengo prisa, que tengo cita en una peluquería de Magenta. Le es igual; casi obligada, tomo asiento a una mesita de un café cercano a la estación del Norte. Me hace contarle media vida. Invento una historia de un amor desgraciado y él parece gozar con mi sufrimiento. A su pregunta  respondo que me llamo Nadja (¿qué le importará a él mi verdadero nombre? Podría haberle dicho que Mercedes* o Violeta*). Él dice llamarse André… y, por lo que presiento, necesitado de poesía y de misterio… ¡Qué pesadez!.. 

  

Impertinente estuvo una semana larga. Harta, le espeté socráticamente: Yo estoy destinada al manicomio, pero tú, querido amigo, lo estás a la gloria… ¡Quién sabe quién se lleva la peor parte!”

Lo dicho, el camarero no aparece, de hecho ni siquiera está abierto el local. Hegel me mira exigente y parece indicarme que el bar de enfrente está abierto. Cruzamos la plaza en dirección inversa a como lo hizo Bretón aquel memorable atardecer. Nos colamos en la pecera del Riviera y esperamos. Este bar, o como se le llame por estos lares, en Lafayette, hace esquina con la plaza de la iglesia.

–Prisa tienen ustedes–en castellano antiguo.

En efecto, las mesas aún no están completamente desplegadas y al camarero le faltan algunos detalles: meterse la camisa por dentro del pantalón, cambiarse las zapatillas de fieltro por unos zapatitos presentables y pasarse el peine. A más de subirse la cremallera del pantalón.

–No se preocupe por nosotros. Estamos… pero no como si no estuviéramos. Siga usted, buen hombre, con sus quehaceres.

–Mejor vuelvan dentro de media hora.

Así fue como, antes de lo previsto, retrocedimos unos metros hasta el número 120 de Lafayette, antigua sede de l’Humanité. “Las oficinas y talleres empezaban a llenarse. De arriba debajo de las casas se abrían puertas, algunas personas se estrechaban la mano en las aceras, que empezaban a animarse…” Así más o menos lo describió Bretón. Él, al atardecer; nosotros, al amanecer.

En lo que fue sede hay, ahora lo sé, una “École de droit”; Head es su nombre e imparte “parcours d’excellence”… (Y es que la forma de una ciudad cambia más rápido ¡ay! que el corazón humano)

Nada que ver; nada que mirar. También esto es una revelación del destino. Picasso, en Lafayette, dibujaba cabezas, construía extrañas guitarras y jugaba con objets trouvés; Aragón-campesino perseguía el azar por los pasillos del pasaje de la Ópera. Los cadáveres exquisitos ya habían sido inventados y Duchamp… reflexionaba sobre una celada irresistible mientras intentaba colocar los cuadros de Picabia. Blaise Alias (según confesión a Maurice Sach) se encuentra con “une fille pâle un peu anglaise (lainages, oeil bleu, romance, vacance, etc.) qui dès qu’elle est dans un dancin a de véritables transports.” Recorren rue Pigalle, la zona de Loreto, rue Blanche, Clichy… Y es que París contaba con 644 bailes públicos, 2.000 restaurantes, sin contar bares, cafeterías, salas de juegos y “maisons oû la femme “curieuse” d’un homme, s’arrangeait pour satisfaire cette suriosité”. Así que no es nada extraño que André, el patético, se topara con una Nadja. Lo raro fue que no se encontraran con Alias y la inglesita. París estaba lleno de aventureros en busca de su aventura.

París, 1926. Walter Benjamin se enamora de la ciudad, pero ella no le corresponde… Incomprendido y desconocido, en ocasiones se siente profundamente solo. Lo que no le impide empezar a trabajar en la que será la obra de su vida, El libro de los Pasajes. Por su parte, cada noche, Ludwig Hohl camina por París, descubriéndola barrio por barrio. Su mirada de extranjero se cruza con la de Léon-Paul Fargue, auténtico parisino, nostálgico y brillante. Y entre ellos aparece también el gran paseante Franz Hessel.

Como iba diciendo, Breton  entró en L’Humanité y compró lo último de Trotsky; aventuro que sería ¿Adónde va Inglaterra? Última de sus obras traducida al francés y que el propio autor, en Crimea, prologó… Y es que ya estaba con la maleta hecha

Así que Bretón abrió y leyó: Inglaterra se halla actualmente en un atolladero mucho más, no cabe duda, que cualquier otro país capitalista… cerró el libro y lo guardó en uno de sus enormes bolsillos de su chaqueta color acelga.

Justo en ese momento, en el momento en que Breton guardaba el libro en el enorme bolsillo de su chaqueta color acelga, nacía en Caravaca de la Cruz el más grande los escritores desconocidos: Miguel Espinosa.

Infórmense Vds. Infórmense y no me sean catetos.

Volvemos al Riviera y ocupamos una mesita. La calle ha alcanzado su tráfico rutinario. El camarero, peinado y con la camisa por dentro de los pantalones nos pide la comanda:

–Caracoles! sil vu plé. Y un poquito de agua para el perro.

–¡Lo sabía! Yo, por mí, no tengo inconveniente en que usted se suicide…  pero ¿cómo se los pido al camarero a las 8 de la mañana?

–Dígale que son para mí.

El cocinero, que algo ha oído, sale de su refugio enarbolando un rulo de amasar. Nos levantamos y seguimos nuestro triste, esforzado y efemerístico peregrinar. ¡Qué dura es la cultura!

Nuestros pasos (definitivamente perdidos) se encaminan hacia los alrededores de la Estación del Norte. De la estación hermana nos llegan los ecos de la celebración del nosécuantos aniversario del Orient-Express*. Antes de que nos abrume la tristeza giramos hacia Magenta. Hegel camina comiendo el zumbido de los abejorros y alejando de su acero a la marta y al armiño. Y de esta forma tan sublime llegamos, por Chabrol, al cruce de Lafayette con Poissonnières.

Mis rituales son simples, inocentes, diría. Soy mitómano rural, sin pretensiones… En el fondo lo que me importa es pimplar (a la salud del hecho conmemorado). Ya imaginan, pues, a qué vamos a Poissonnièrs. Es duro. Trasegar todo el día bajo la malévola mirada de los camareros de París es algo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo (que se dice). Claro que peor estaría en Viena rememorando el estúpido acto de Weininger*.

Entramos en la Brasserie Les Volcans.  No hay ni dios.

–¡¡¡ Le masque facial !!!– voz en off.

Y es que he olvidado por completo que estamos en los días señalaitos.

–¡¡¡ El perro !!!– voz en off

Hegel mueve la cola al verse reconocido.  No hay ni dios. Se oye el eco de la cola del perro cortando el aire.

–Si hay alguien en la sala que se corporice y dé la cara.

Desde detrás de la barra, como si amaneciera, surge una cabeza rapada y roja. Por un momento he creído que era desecho de guillotina. O una colada de lava… Pero no, la cabeza iba unida a 1’80 cm. de masa muscular y, por lo que siguió, de creatividad sin restricciones. Según entraban los desafortunados clientes iban siendo distribuidos según el color de la ropa que portaban: los marrones a la izquierda, los negros a la derecha… a las mujeres las colocó en la mesa del centro. A mí y a Hegel nos colocó a ambos lados de la puerta como estatuas de porcelana. En un momento determinado empezó a sonar el Bolero. A cada repetición de la frase musical  nos exigía… Bueno, ya saben ustedes como va eso de los happenings. Cuando concluyó el azaroso martirio nos confesó su debilidad por las efemérides y nos recordó que hoy, 4 de octubre del año 2021, conmemoraba el 62 aniversario del primer happening público (con permiso de Cale) y de la inauguración de la galería Reuben (NY). Era su particular homenaje, humilde y apasionado, a Kaprow.

Infórmense Vdes. Infórmense.

Que en París exista un camarero tan fogosa y ardientemente, volcánico diría, aficionado a las efemérides  y que el azar lo haya puesto en mi camino… Y que se llame André…

Por aquellos exactos días, comenzaba el juicio contra Durruti, Ascaso y Jover: Por aquello de Alfonso XIII (más vidas que un gato), ya saben ustedes. Bretón no hace ninguna referencia, pese, o quizás por ello, a estar al servicio de la revolución.

Nuestro papel de adornantes figuras de cerámica nos ha dejado con el síntoma de Raynaud: exigimos café y cruasán gratis. Hegel, que no toma café, reclama doble de cruasán.

A todo esto ya han dado la del ángelus.  Invoco a mis ángeles y doy por terminada esta jornada que se premonizaba poética. La ascensión tiene lugar en los mismos sórdidos escalones de Saint-Vicent-de- Paul.

–Has vuelto a perder la bufanda– a modo de saludo.

Si Bretón hubiera presenciado nuestra espiral ascensión (a lo Pontormo) hubiera escrito algo que explicara el azaroso y repentino despliegue de la dialéctica hegeliana sobre el cielo de París.


 

 

 

 

 

 

jueves, 3 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 3 de octubre. Effi Briest. varios.




(Asteriscos* remiten a Efemerísticas razones)
12 de vendimiario: Día de la inmortal o flor de papel.

1.
Mientras la Reina de los tristes destinos (y de las alegres camas) ponía pies en polvorosa, nacía, en una innombrada región de Alemania, Effi Briest, llamada a ser la Bovary prusiana. Toda Europa estaba llena de mujeres aburridas y, por lo tanto, tentadas por el adulterio. Ese era, por el momento, el miedo masculino. Años más tarde lo sería la mera presencia femenina. 




Ana Ozores; Luisa, la portuguesa; Ana Karenina.

Tal día como hoy, pongamos del año 1886, Effi contrae matrimonio con Gern von Innstetten, de la zángana nobleza (prusiana), que ya, de joven, había pretendido a la madre de la infortunada, y que a la temprana muerte de ésta, seguiría pretendiendo jovencitas por todos los balnearios de Centroeuropa.

Contraídas las nupcias, y finiquitada la obligada luna de miel en Italia, asientan sus posaderas en Kessin, Pomerania, a orillas del Báltico. Un manto de hastío y desgana borró poco a poco sus impresiones mediterráneas y los sumió en miasmas de anguilas ahumadas y pepinillos encurtidos. Atrás quedaron los delicados espaguetis, los humorísticos macarrones, las olivas, las alcaparras, el orégano…el vino de Chianti. En su lugar cerveza, korn de centeno y  rollmops: Toda una vida desperdiciada, pensó Effi Briest, y yo más deseosa que Isabel II. De nada servía que el aristócrata llenara su bolsa con el sueldo de 100 obreros sino podía ejercerse el poder de compra. Cuando el aburrimiento se hacía sólido, de tan espeso, enganchaban los caballos al landó y se dirigían, por etapas cubiertas en la mudez más absoluta, a los friedrichanos acantilados de Rügen. 


Allí, Effi, buscaba elektron* o ámbar amarillo, nostálgicas lágrimas de Apolo, que sobre el fondo azul del cielo le recordaran a Werther… pero encontraba trozos irregulares de ámbar marrón, sepulcros translúcidos de insectos prehistóricos. Así me encuentro yo, reflexionaba la niña, como un insecto apresado en ámbar turbio. Y la energía no fluía. No encontraba la hebra que la uniera al resto del universo… o por lo menos, a los brazos de su marido.




Dionisio Areopagita, cuya fiesta celebra tal día como hoy la santa iglesia católica, apostólica y romana, dixit: “Reuniendo en él (ámbar) las formas de oro y plata, simboliza a la vez la pureza intangible, que pertenece al oro, y el destello luminoso, brillante y celeste que pertenece a la plata.”

Así que el mayor, aunque joven, von Crambas encontró el terreno abonado. Y empezó una relación fuera de regla, amenazada por la presencia cercana del esposo y la del “fantasma chino”. El traslado a Berlín, tomado como liberación, fue el comienzo del desenlace fatal. Siguieron los contactos, las cartas y las visitas a balnearios, entre los cuales la cosmopolita Bad Ems. 

 


El marido encuentra las cartas, reta a Cambras y le da muerte. Unos días de cárcel para uno; sepultura, para otro; y la tristeza irremediable para la mujer que se encamina, lisamente, hacia una muerte temprana.

2
En ese afamado balneario había sido firmado y enviado el telegrama de Ems, excusa para la guerra franco-prusiana. Isabel II y su corte no fueron ajenas al asunto (Infórmense Udes… ¡Infórmense!). Effi era un bebé.


Y también fue proclamado el Ukaz de Ems. Effi era una preciosa niña, ajena a su sórdido destino. En ese Ukaz se prohibía el uso público del ukraniano. Lo firmó Alejandro II una tarde especialmente tediosa de sus vacaciones en la ciudad balneario. A las mujeres, el aburrimiento, como ven, les daba por el adulterio y a los zares por firmar decretos dañinos.

Toda esta tragedia conyugal y (epocal) fue inspirada en un caso real que Fontane, el escritor, conocía de primera mano. La novela fue esbozada entre el 88 y el 89. Para el 3 de octubre de 1890 ya tenía toda la estructura levantada. Ese día encontraron a Poe delirando en los alrededores de la estación de Nevermore, perdón… ¡Baltimore! 

El día anterior había sido arrojado al mundo, en la cercana ciudad de Nueva York, Julius Henry Marx: Cuando nací mi madre no estaba en casa, así que nací solo… (Gila. Pero bien podría ser un apotegma de Groucho). Su padre, alsaciano y sastre, perdió su nacionalidad francesa con la guerra franco-prusiana. Siempre fue Frenchy y un sastre pésimo (no por francés).

3.
El lunes 3 de octubre de un siglo exacto más tarde, desde la planta 22 de la torre de Montparnasse, se lanzó al vacío Poulanzas. Su amigo Tsoukalas, cuenta que empezó tirando sus libros por la ventana, y al grito de soy un inútil (o algo parecido) se lanzó en pos de la inmortalidad de papel. La situación de la izquierda no era para tirar cohetes… (nunca lo ha sido)… pero tampoco era para tanto. Su idea del Estado como “condensación material de relaciones de fuerza”, y la estrategia política derivada, no parecía abrirse camino. Sólo ahora parece retornar en planteamientos como los de Syriza y Podemos: Seguiremos informando.


15 días más tarde su compatriota Elytis recibiría el nobel de literatura:
“Lunes.- presencia de hierba y agua en mis pies. Quiere decir que existo. Antes o después, la mirada que me convertirá en piedra; mi mano derecha mantiene en alto una inmensa Espiga azul. Para establecer el Nuevo Zodíaco.”








miércoles, 2 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, día 2 de octubre. Alejandro I. Bréton. Duchamp. Kafka. UNAM. Gol olímpico.


11 de Vendimiario. Día de la patata
1.
Pero, oigan, es que en cuanto lo vio se lanzó como una fiera a comérselo. Por suerte, el pastor alemán que llevaba se lanzó como una fiera y evitó que fiera (perdón: fuera) reducido a unos cuantos botones dorados y a un trozo de charol. Otros dicen que el mono se abalanzó sobre el perro y que fue Alejandro I de Grecia quien salió como una fiera en defensa del pobre cánido. De cualquier manera la “fiereza” estuvo presente y el coyuntural rey de Grecia fue mordido por el mono. El rey había salido a pasear con su perro por los jardines de palacio y los monos del jardinero estaban sueltos. Los monos en cuanto olieron al monoargático, monargático, morganático, o como se diga, fueron como fieras a defender el terreno.


No es de recibo que W. Churchill, “el fiero carnicero de Gallípolis”, culpara al mono de los cientos de miles de griegos muertos en la campaña de Asia Menor y deje sin mencionar las maniobras de los aliados que, como siempre, azuzaron a Grecia y después la dejaron sola.
El rey murió al cabo de pocos días, de infección generalizada o sepsis, como propiamente se dice. Era tal día como hoy del año 1920, miércoles, la luna había entrado en cuarto creciente y en Grecia se había credo un problema de envergadura.
Aquella misma mañana, domingo día dos de octubre del año 1966, Bréton, despertado por los ruidos del puente de Batignolles, abrió los ojos y comprobó que estaba muerto. Antes de tan demoledora deducción notó que le faltaba el aire y pensó que era un ataque de asma, el definitivo. Un lejano perfume a rosas, que él imaginó rojas, se filtró por los algodones de la nariz y le llegó a la pituitaria ya inservible. Haciéndose el gracioso imaginó (puesto que esas estaba) que todo era un sueño. Y recordó que justo en el momento en el que el mono mordía al monarca estaba sacando un billete para el tren de Viena. Tenía intención de entrevistarse con Freud y darle una colección de “sueños” para que el psiquiatra los analizara y diera lustre al, aún sin nombre, movimiento surrealista, recién separado del “juguetón” e infantil dadá. Freud dijo lo que tenía que decir: el significado del sueño lo descubre el soñante. No puedo hacer nada. Bréton descubrió el significado latente de su propio sueño: ¡Estaba muerto! “Perdonen que no me levante” (Groucho, n. 1890). Sobre ambas tumbas una extraña estrella.


Había sido enterrado el día anterior y todavía no estaba acostumbrado a la eternidad: “Busco el oro del tiempo” (en francés, naturalmente)… ¡Busca, busca, minero!
55 años antes, el 2 de octubre del año 1911, Kafka había tenido un sueño: “Esta noche fue horrible la aparición de una criatura ciega al parecer hija de mi tía Leitmeritz, que sin embargo no tiene ninguna hija, sólo hijos, uno de los cuales se rompió una vez una pierna etc etc”. Kafka solucionó el enigma refiriéndolo a su madre, según la ortodoxia freudiana recogida en “Lecciones de Psicoanálisis” que acababa de publicarse.



Duchamp que, a la sazón, esperaba la muerte (que, puntual, vendría dos años después), presente en el cortejo, esperó agazapado a que gente desapareciera y meo amorosamente sobre el túmulo. Ni siquiera en ese momento dio muestras de placer. Cuando salió del fúnebre recinto trastabilló en un escalón de una tienda de flores y a punto estuvo de romperse la crisma. Aceleró el paso a fin de evitar el inminente jaque mate. Kafka, en octubre del año de la insulsa y terrorífica pesadilla había jugado una simultánea con el niño prodigio Capablanca que vestía de riguroso negro, según las normas de la época. Vean Vds. el último, y fatal (para Kafka) movimiento de Capablanca.
Once años más tarde Duchamp también recibió el correspondiente jaque mate.


Aunque, en realidad, estaba ya muerto y enterrado: había sido “asesinado” el año 1965. Sus asesinos (Arroyo, Aillaud y Recalcati), pese a la indignación de los surrealistas, Bréton a la cabeza, no fueron condenados.


2.
Lo de Duchamp y el ajedrez es una larga y enjundiosa historia. Baste decir, de momento, que participó en las primeras olimpiadas de ajedrez, el año 1924 en París coincidiendo con los juegos olímpicos. Y ya que estamos con las Olimpiadas… ¿saben Vds. el por qué de gol “olímpico”? Aquí va la explicación:
1924. La selección uruguaya se había proclamado campeona olímpica de fútbol en París. Fue la primera no europea en conseguirlo. Duchamp, por su parte, formó parte del equipo galo de ajedrez en un torneo que se quiso olímpico. Y Bréton preparaba las galeradas para la publicación del “Manifiesto…”
La gira triunfal de la campeona le llevó a concertar dos encuentros contra su eterna rival, Argentina. El primero se jugó sin contratiempos en Montevideo. Empataron a 1. La “vuelta” estuvo, sin embargo, plagada de incidencias. Anunciada para el 28 de septiembre tuvo que suspenderse por exceso de aforo e invasión de campo. El estadio era el del Sportivo Barracas allá por Barracas, cerca del Riachuelo, feudo del Huracán de Buenos Aires. Se aplazó al día 2 de octubre. En el ínterin se cercó el terreno de juego con alambradas modelo Melilla, se subió el precio de los billetes y se redujo el aforo. La gloria, pues, recayó sobre el día 2 de octubre. 30.000 espectadores. Las bombachas estaban listas para hacerlas servir nuevamente. Las golpizas habían empezado ya fuera de la cancha. Dentro se habían atornillado los asientos y se habían rociado con líquido anti ígneo…no fuera a pasar lo que ya había pasado. A los 15’ de la primera parte, iban 0 a 0, el extremo izquierda, Cesáreo Onzari, saca un córner y el balón se introduce limpiamente en la portería. El arquero protestó y el equipo en pleno se lanzó fieramente a comerse al árbitro, como el mono al monargático, morganático rey. 




La Fifa, o su equivalente, había cambiado la normativa en Agosto, convirtiendo el saque de esquina en libre directo. Nadie lo sabía sin embargo…excepto el árbitro que, aplicado, había estudiado las últimas circulares. Lo que quedaba de partido se convirtió en balacera. Se rompieron tibias y peronés, se abrieron cabezas y las madres y ancestros de todos los presentes salieron mal parados. Quien lo vivió no ha podido olvidarlo. Sólo con la muerte.
Con el tiempo se consagraría tal día como hoy como el día de la NO-VIOLENCIA.
Fue el gol al “olímpico” Uruguay. De ahí el nombre. Los albicelestes dieron una vuelta al estadio para celebrar la gloria alcanzada, de donde: “vuelta olímpica”.
Onzadi fue el primer sorprendido. Se pasó toda su vida restante afirmando que no había sido un “churro”, que había tirado a meterlo. Nunca más lo consiguió y todos se quedaron con la duda.
Lean Vds. lo siguiente (carta de Sagi-Barba, extremo izquierdo del Barça de la época, a Onzadi):
(…) Le sitúo en fecha de 16 de abril de 1.924. Estadio Metropolitano, en Madrid. Partido de desempate de los cuartos de final del campeonato de España. El rival el Sporting de Gijón. Yo era el encargado de lanzar los córners desde la esquina izquierda. En la segunda parte, sobre el minuto 15 lancé uno. Le daba bien al balón y con mucho efecto. Lo cierto es que el balón llegó a la red. Y el “referee” dio validez al tanto (…)”


El gol fue cantado barítonamente de forma magistral por Sagi- Barba padre, barítono de profesión.
Por entonces la Fifa, o su equivalente, aún no había cambiado el reglamento. El gol de Billy Alston es un bulo. La gloria le corresponde, con todo derecho, a Cesáreo Onanzy.
En su edición del 18 de septiembre de 1942, la revista El Gráfico despidió al viejo estadio con el siguiente artículo de Ricardo Lorenzo Rodriguez (Borocotó):
El palquito, las tribunas, todo se fue yendo en la vieja cancha de Sportivo Barracas, escenario de partidos inolvidables. Y ahora, en estos días, se fueron llevando lo que aún quedaba: el edificio de dos vestuarios. Pero de entre los escombros surgen recuerdos que aún perduran. Hace tiempo se llevaron las tribunas, y en la vieja gramilla de Sportivo Barracas jugaban teams de casas comerciales, de esos que se dicen: "a mí, señor Rodríguez, pásela, señor Martínez." Pero aún quedaba la vieja edificación del vestuario, aquella del corredor con techito bajo y por donde pasaron tantos cracks. En estos días penetró la piqueta reduciendo todo a escombros. Fueron cayendo los vestuarios, desmoronándose las apiladas de ladrillos, y entre el polvo de cal fueron emergiendo los recuerdos.
¿Te acordás? Aquí perdieron los olímpicos uruguayos en 1924. Fue el match más memorable en la historia del fútbol rioplatense”.
Si van a Buenos Aires y encuentran un hueco, acérquense a Barracas. Sitúense en el cuadrado formado por el paseo Iriarte, Luzurriaga, Perdriel y Río Cuarto. Verán que de Iriarte, entre Luzurriaga y Perdriel, sale una calle que muere en Río Cuarto. Es la calle Río Limay. Si pasean por ella, pasear es excesivo, si pasan por ella, estarán cruzando de portería a portería lo que fue el estadio del Sportivo Barracas. No busquen ningún local en el que dar rienda suelta a la nostalgia; sólo encontrarán almacenes y casas bajas de vecinos que gustan de su intimidad (y que consiguen su intendencia en otra calle, supongo).
Eduardo Galeano escribió su particular mirada de aquel gol y de su continuidad en la historia:
"(...) Era la primera vez en la historia del fútbol que se hacía un gol así. Los uruguayos se quedaron mudos. Cuando consiguieron hablar, protestaron. Según ellos, el arquero Mazzali había sido empujado mientras la pelota venía en el aire. El árbitro no les hizo caso. Y entonces mascullaron que Onzari no había tenido la intención de tirar a puerta, y que el gol había sido cosa del viento. Por homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía se llama así, las pocas veces que ocurre. Onzari pasó todo el resto de su vida jurando que no había sido casualidad. Y aunque han transcurrido muchos años, la desconfianza continúa: cada vez que un tiro de esquina sacude la red sin intermediarios, el público celebra el gol con una ovación, pero no se lo cree".
Quedó inmortalizado en el tango que lleva su nombre y fuera compuesto por Mariano García y Francisco Rofrano (si lo encuentran… ¡envíenmelo!). Su vida se apagó un 7 de enero de 1964. Por cierto el tango y el fútbol, pasiones platenses, tienen una larga historia en común. Decía Kundera que el fútbol era un “pensamiento que se juega. Más con la cabeza que con los pies”, parafraseando al gran Discépolo: “El tango es un sentimiento triste que se baila”. O como decía un tercero... algo de un deseo horizontal que no se qué en vertical.


3.
El 2 de octubre del maravilloso y fatídico 1968. también cayó en miércoles y la luna había entrado, como el día del mono, en cuarto creciente (en el hemisferio norte).



"Y entonces yo llegué al año 1968. O el año 1968 llegó a mí. Yo ahora podría decir que lo presentí, que sentí su olor en los bares, en febrro o en marzo del 68, pero antes de que el año 68 se convirtiera realmente en el año 68. Ay me da risa recordarlo. ¡Me dan ganas de llorar! ¿Estoy llorando? Yo lo vi todo y al mismo tiempo yo no vi nada. ¿Se entiende? Yo estaba en la facultad cuando el ejército violó la autonomía y entró en el campus a detener o a matar a todo el mundo. No. En la Universidad no hubo muchos muertos. Fue en Tlatelolco. ¡Ese nombre que quede en nuestra memoria para siempre! (...) Yo estaba en el baño, en los baños de una de las plantas de la facultad, la cuarta, creo, no puedo precisarlo. Y estaba sentada en el váter, con las polleras arremangadas, como dice el poema o la canción, leyendo esas poesías tan delicadas de Pedro Garfias, que ya llevba un año muerto..."



Así lo recuerda la uruguaya Auxilio Lacouture, por boca de Bolaño. Todo más pormenorizado en "Amuleto". Nada más que decir: " ese nombre que quede en nuestra memoria para siempre"

"Aquí me tienes
otra vez disponible
al poema.
Sentado en un lugar ideal
esperando el poema.
Un lugar ideal y tranquilo
entre el ir y venir de la gente
y el poema no viene...." (P. G.)


En su lugar vinieron los militarotes con sus "ruidos de botas claveteadas" a lavarse las manos. Algunos se las dejaron sucias para instrucción de los hijos. Los espejos se quebraron y se negaron, por siempre más, a reflejar nada de este mundo.























RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...