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viernes, 13 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 13 de diciembre. De compras. 2ª de Mahler.



Hay rutinas que se pierden cuando uno pasa a la situación de “clase pasiva”, entre ellas la ir de compras. No me refiero a ir al Condis, que se refuerza; me refiero, concretamente, a ir a comprar ropa. Antes era un acto no premeditado, paseabas, veías, entrabas y comprabas. El contacto con el mundo mantenía tu gusto en la media y te vacunaba contra estridencias y arcaísmos. Pero ahora, que la única indumentaria que ves es la de la clientela del Condis y la de los vecinos cuando, relajados (¿) asisten a una reunión de escalera, el criterio se difumina,  y el gusto se “reviene” y se fija como una lapa.



Vas a los establecimientos a los que acostumbrabas. Miras las secciones que solías. Todo parece igual. Pero el dependiente va vestido del Dr. Spock;  los pantalones, por aquello de las patentes, muestran detalles inquietantes: costuras en forma de rayos en los bolsillos traseros; rotos en los sitios más inapropiados; patas en los que no entraría ni un macarrón del nº 2… Los jerseys, o como se les llame, ya no sabes si son de lana, de algodón, o de metacrilato. Las chaquetas te llegan al ombligo y brillan como estrellas novas. Las piezas recias, chaquetones y demás, son tan complejas que no te atreves ni a probártelas.  El dependiente da círculos cada vez más estrechos sobre tu indefensa persona. Tú estás parado, inmóvil, delante del montón de  ropa “arte povera” en que has convertido un bien ordenado estante. Ya no recuerdas ni en dónde se marcaban las tallas. Ni de tu talla. Te sorprende la cantidad de informativas  tiritas blancas que, como tripas de pájaro, brotan de los interiores. Cada prenda parece un “árbol de las ofrendas”. Ya tenemos al dependiente delante de nosotros.

–¿Qué quiere? 

–Pues… ¡no sé! 

Y sin responder, se aleja como una hoja negra arrastrada por el aire acondicionado.

Coges dos pantalones, un jersey y un chaquetón y te diriges como un ladrón avergonzado a los “vestuarios”.  No te atreves a probarte nada. Dejas pasar un tiempo prudencial, recoges las prendas y las depositas sobre cualquier montón de ropa. Te largas y acabas comprándote en el Carrefour unos vaqueros de 15 euros y un chaquetón de cartero por 39’99. Y, así, de esa guisa te presentarás en navidad en casa de tus parientes que te mirarán entre la resignación y la misericordia. Para colmo irás con las manos vacías.

Imagínense Vds. que tuviera que comprarme ropa de boda, como las de antes. O a la altura (horizontal) de un muerto de postín. No estoy seguro que acertara; quizás me presentaría con la desenfadada ropa del enlace en el triste desenlace (o viceversa). También Gila se confundía. Ahora vendría al pelo algo de Goran Bregovich y su “Orquesta de Bodas y Funerales”…o películas como “Tres bodas y un funeral”, “Una boda de muerte”, “La novia muerta”…o una novela como la “Muerta enamorada”.

Tal día como hoy, del año 1951, en la Iglesia City Methodist de Londres tomaba el sacramento del matrimonio la “Dama de Hierro” junto con el magnate que le prestó el apellido. Tan metálica y metódica dama no podía casarse en ninguna otra iglesia que no fuera “metodista”. Bueno, pero lo que realmente merece esta entrada no es su boda, ni su muerte… sino el enredo en el que se metió el comentarista de la BBC que, en la puerta de la Catedral de san Pablo, mientras entraban los encopetados y alicaídos invitados al funeral, se acercó a entrevistar al popular, e irlandés, Terry Wogan con una sonrisa en la boca y con esta frase envuelta en ella: “Es interesante, hay una mezcla ecléctica de personas que están invitadas a la boda…. al funeral”. De esa manera tan sutil eliminó de un plumazo las diferencias entre un acto y otro. 



 Así que aquí estamos mi cachorillo y yo, disfrutando del espectáculo y compartiendo la audición de la 2ª sinfonía (*) de Mahler. Ya saben vds. de la afición de Hegel por la música de tradición germana. Así que he comprado unos auriculares dobles. Frente a la Catedral hay algunos establecimientos de hostelería. El más vistoso es el café-restaurante “Rouge”… ¡no tiene pérdida! No admiten perros; pero he podido convencer al avispado camarero de que este animal que me acompaña no es un perro. Con nuestros chubasqueros hasta los pies y nuestras gorras orejeras, parecemos excrecencias de una obra de Becket. Sólo le he dicho (al perro) que si tiene que pedir algo me lo pida a mí y yo transmitiré la orden. El camarero se retira con la mosca (que tampoco es una mosca) en la oreja.

–Pónganos su celebérrimo “desayuno inglés” y dos cubiertos.

Llega un plato de huevos y tocino a rebosar. “Hegel” se relame, pero retiene la exclamación. Lo del rabo es inevitable. El chubasquero se mueve como una nube borrascosa. 

–Y una botella de “Malbec de L’hospitalet”… ¡con dos vasos!



 Mahler había compuesto un poema sinfónico “funerario”. Von Büllov, a estas alturas, y con razón, pasado a las filas de los “Brahmistas”, despreció el fragmento. Mahler, no se dio por vencido y añadió tres movimientos más. Ni así consiguió la aceptación del maestro. Y tampoco la completa satisfacción del autor. Tuvo que morir von Büllov y que en su funeral se interpretara una coral basada en un poema de Klopstock (“Resucitarás”), para que a Mahler se le encendiera la luz. Tomó el poema, le puso música y lo convirtió en el 5º movimiento de su segunda sinfonía…”¡la inacabable!”. A ver ahora qué hubiera dicho el muerto. ¡Toma media hora más!
 
“¡Resucitarás, si resucitarás,
polvo mío, tras breve reposo!
Vida inmortal
te dará quien te llamó.
Has sido sembrado para florecer de nuevo,
El dueño de la cosecha,
recoge las gavillas
de nosotros, los que perecemos. (…)

Por mí, la “dama de Hierro” (Fe), que se quede donde está. Pero si su Fe es tan fuerte como la de Mahler y resucita, que resucite en las Malvinas, en uno de esos típicos días de borrasca, cuando el termómetro no sube de los 5 bajo cero. Y en pelotas. O como la “Magdalena” de Donatello (*). 




Bueno, pues tal obra se estrenó, completa, tal día como hoy, del año 1895, en Berlín.

No puedo dejar que se mustie el día, sin hacer mención de Tartaglia (*) (¡hermoso nombre y condición) y a Vieta (*) (Viète). Ambos, y el incordiante de Cardano, pusieron a nuestra disposición la resolución de las ecuaciones de tercer grado y nos legaron “problemas” sublimes: 

1.      Tres matrimonios (en los cuales los maridos son extremadamente celosos) quieren cruzar un río en una barca en la que caben como máximo dos personas. Determinar cómo debe planificarse el cruce si no puede dejarse a ninguna mujer en compañía de un hombre a menos que su marido esté presente.

  2- Tres personas quieren repartiese el aceite (vino) que hay en una garrafa de 24 litros. Determinar cómo puede hacerse el reparto si se dispone de tres garrafas vacías con capacidades conocidas de 5, 11 y 13 litros.

A quien los solucione, ya saben que cumplo mi palabra, le pago una cerveza en “Los Piratas”. Pueden solucionarse con los cálculos de la abuela.
¡Y qué me dicen del triángulo de Tartaglia (*)! Toda una obra de arte.

Estos últimos datos a “Hegel” se la traen al pairo. Así que volvemos a casita. Hoy es un día de masacres, a las que no haré mención. Pero, si quieren, pueden ver: “Ciudad de vida y muerte” y después intenten dormir. Si no lo consiguen, levántense y pasen la noche en vela al compás de Enrique Morente(*). Lo más grande, después de El Camarón.



A Kandinsky (*) no lo cito por antisemita y porque ya me he referido a él en alguna entrada. A Tom Verlaine…¡Volveremos en su día!

Verdaderamente ha sido un día “malasolta”.








 









jueves, 12 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 12 de diciembre. Flaubert. Herencias. Algo sobre Neruda. Radiguet.



El dinero es la hostia. Te vas a Suecia y no tienes que llevar el borrego para cambiarlo por arenques ahumados. Es tiempo (de trabajo) solidificado que puedes transportar y cambiar por lo que quieras. Imaginen Vds. una herencia de tres bueyes, dos cabras, diez conejos y un campo de maíz y que tuvieran Vds. que buscarse la vida. Claro que peor es no tener ni siquiera eso. El dinero lo cambia todo. Llevas tu fajo de billetes y te pides tan ricamente tu fifti-fifti  con remolque y tu ronda de aguardientes: sacas los billetes y los cambias por lo bebido. Y, además, lo puedes enviar adonde quieras y va… y vuelve acrecentado. ¡Qué comodidad! ¡Qué lujo! Es, sin embargo, un símbolo enigmático, cuya distribución acarrea desgracias sin cuento. 



Hablando de herencias. Ese es un tema que cualquier sociedad bien organizada debería de estudiar a fondo. ¿Suprimirla? ¿Impuesto de transmisiones como si de una compra-venta se tratara? No me negarán que nacer con la seguridad de una herencia no te da empaque y atractivo. No tener herencia es verdaderamente lastimoso. Tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos… trabajando como animales de carga y no han podido dejarte ni cien euros. Quien no lo ha vivido no sabe la humillación que eso significa. La herencia convierte los amargos recuerdos de las miserias juveniles en aventuras de “bohemia”. Y díganme Vds. ¿a cuántos conocen que, pasada la juventud, no les ha caído un buen pellizco? Pues me cago en todos aquellos que han jugado a “precarios” y, pasada la viruela, disfrutan de una “riqueza” que no les corresponde. Me cago en todos aquellos que han recibido ayudas en sus años mozos y después nadie les exige devolverlas. Y me cago en la seguridad que les da esa esperanza que, dormida, siempre ha estado actuando como sonámbula. Por cagarme, me cago en todos aquellos que heredan y creen que SU herencia es legítima… ¡que nadie se la toque! Es que me pongo como si tuviera “el diablo en el cuerpo”.

Pero la herencia es algo más: es un motivo literario, es un “deus ex machina” que rompe la línea argumental y te abre perspectivas nuevas e inesperadas (¿). ¿Qué hubiera sido de Frédéric Moreau si:

“Un día, el 12 de diciembre de 1845, hacia las nueve de la mañana, la cocinera le subió una carta a su habitación. La dirección escrita en grandes caracteres, era de una letra desconocida; y Frédéric, somnoliento, no se apresuró a abrir el sobre. Al fin leyó:
Juzgado de paz de El Havre, distrio III.
Muy señor mío: habiendo muerto “ab intestato” el señor Moreau, tío e Vd (…)
¡¡Heredaba!! “.

Tiene gracia que Flaubert escogiera la fecha de hoy…justo el día de su nacimiento (1821).
Quizás esta herencia alterara radicalmente las líneas de su destino: podría haberse convertido en un héroe del 48 o en un cobarde del 48. Contrafácticos que no vienen al caso. Lo cierto es que le acercó a la señora de Arnoux (vapuleado por los movimientos acelerados de la acumulación de capital) para perderla definitivamente. Toda la moraleja de “La educación sentimental” se resume en las últimas páginas: lo mejor de la vida es cuando las ilusiones aún no estaban cocidas. El resto es un juego de bolos que termina con todas las ilusiones tumbadas. Hay que tener en cuenta (también en Stendhal) que las ilusiones estaban conformadas según un capitalismo pre-financiero. 



 Un día de septiembre les hablé de la obra. No quiero insistir. Lean Vds. la novela y saquen sus propias conclusiones. Cuando acaben su lectura se darán cuenta de que habrán acabado de leer una de las grandes novelas del XIX.  Sus contemporáneos no acabaron de captar su eficacia y mordiente: era demasiado plana, le faltaba perspectiva. Como a la pintura de Courbet o la de Manet. Por primera vez lo estrictamente contemporáneo se convierte en objeto de una “obra de arte” y lo hace justamente eliminando la perspectiva histórica y (en pintura) problematizando la perspectiva “estrictu sensu” e introduciendo la actualidad.

¿Qué habría sido de esa pareja de idiotas universales (casi en sentido griego): “Bouvard y Pecuchet” si éste último no hubiera heredado? (ya les contaré en su día). ¿Qué hubiera sido de Raymond Roussel? ¿De Descates? Tampoco es plan de hacer un listado de todos aquellos cuyas vidas se vieron alteradas de forma definitiva por un meteoro semejante.

Tengo para mí que Flaubert es uno de los literatos más cinematográficos (avant la lettre) de “tutti cuanti”. Lean, si no, el comienzo de la “Educación sentimental”, cuando el barco va entrando en París…etc…etc. Lean la escena del mercado agro-pecuario de “Madame Bovary” o ese comienzo tan a lo Becket de “Bouvard y Pecuchet”. Flaubert fue el inventor del  (concepto) cinematógrafo. Y qué decir de su estilo…de sus periodos exactamente diseñados…y del uso de los tiempos verbales. Flaubert es un monstruo.
Hegel” no llegó a heredar nada de su predecesor. Sus pertenencias (de “Gorrión”) fueron repartidas entre sus congéneres, entre los cuales aún no se encontraba “el filósofo”. “Hegel” ha tenido que ganárselo todo con su propio esfuerzo, simpatía e inteligencia. De momento sus propiedades son escasas.



 ¿Saben Vds. dónde comería hoy? Pues en “Isla Negra”. Sí… gozando del veranillo austral. Pegado a la casa-museo de Neruda (que haría las delicias de Carles Barral*) hay un restaurante (que no me extrañaría nada que perteneciera a la institución) la más de molón. Comes marisco y lo que quieras junto al mar. ¡Lo pagas! Admiten perros. Y es que tal día como hoy, del año 1992, trasladaron, como era su deseo, los restos del poeta y los de su compañera a la que fue su casa preferida. Sobre su muerte aún persisten las dudas. Cuando todo parecía inclinarse hacia el cáncer de próstata, el PC chileno ha vuelto a insistir en la posibilidad de una inyección letal. Ya veremos. A mí el poeta no me caía nada bien. Ni tampoco su poesía. Sus memorias transpiran prepotencia y tengo para mí que no dio golpe en toda su vida: entre congreso y congreso y entre consulado y consulado “agotó la cifra” de sus años. Así que no citaré ni siquiera sus versos en los que expresa su deseo de ser enterrado en “Isla Negra” (que, por cierto, pertenecía a un marino-naúfrago español (Eladio Sobrino) a quien se la compró Neruda)  y que dicen así:

Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver…

 El nombre original era “Las Gaviotas”. No sé por qué, el poeta, tuvo que cambiarle el nombre y, de paso, construir una especie de laberinto del minotauro, explotado, eso sí, con decisión y clara visión de negocio.

Me conformaré con comerme unas alcachofas (¡¡rellenas de huevos de codorniz!!) del huerto y beberme una botella de Carménère, emblema “vinícola” de Chile.

Con el rollo de Flaubert e “Isla Negra” he vuelto a olvidar mis obligaciones. El perro ha defecado en la terraza. Bueno, una cosa hecha.

Los días se acortan a una velocidad alarmante. Las cinco y ya es casi de noche. Enjaezo al perro y vamos a pasear a la playa. Barcelona iluminada y el cielo hacia un azul profundo, casi negro. Luna nueva. Hegel corre sin destino, sin objetivo…Se aleja y vuelve. Parece una metáfora…¡pero no sé de qué!

Tal día como hoy, del año 1923, moría de tifus, Raymond Radiguet, el “nuevo Rimbaud”, tenía 20 años y una “malicia” de jubilado. Cocteau lo sintió especialmente. A los 18 escribió “El diablo en el cuerpo”, una novela que “revulsionó” a la sociedad francesa. Una joven esposa, cuyo marido está en el frente, mantiene un romance con un adolescente (valga el “rodolí”). La guerra como condición de felicidad para estos jóvenes amantes (¡¡). Ven Vds. no hay mal que por bien no venga (¿). El final de la obra parece premonitorio.
Y como saben que soy amante de “últimas palabras”, eh aquí las suyas, susurradas a Cocteau: "Escuche, escuche una cosa terrible. Dentro de tres días seré fusilado por los soldados de Dios." En efecto, al cabo de tres días murió…sin decir ni mu. Ya lo había dicho todo.




 Volvemos a casa tarareando aquella copla que lleva por título “Herencia gitana” por Conchita Piquer (*) “Hegel” se contornea y pide mi aprobación:

–¡Muy bien Hegel!

–¡Gracias.

–¡Las tuyas, animalito!

Ato al perro en el árbol acostumbrado y entro al condis. Salgo a la media hora con una barra de pan y un fuet, que nos zamparemos tan a gusto.

Un día es un día: Récenle (si aún recuerdan alguna cosa) a la Virgen de Guadalupe (*) y échense a dormir. 

      
















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...