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sábado, 31 de agosto de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, 31 de agosto. “Jack el destripador”. “Ópera de cuatro cuartos”.



Me lo suponía. Sábado (el día preferido de “Jack”) Agosto. Esto parece “la Boquería” en día de visita del “Queen Elisabeth”. Como me conocen, me colocan una mesita: dos patas en el entarimado y dos a veinte centímetros de altura sobre la arena. La calzo con las (des)“Memorias” de Ehrenburg (*) (2.057 páginas, sin contar las de “cortesía”): una de las pocas utilidades del mamotreto.

–¿Estás bien así, Kino?

–¡I tant! ¡Como un rey!: al borde del precipicio. ¡No te vayas! ¡Ponme media docenita de sardinas a la plancha. ¡¡Evisceradas!! Y, mientras se van haciendo, una Moritz.  Cuando me las traigas, me las acompañas con un verdejo fresquito.

–¿Un vaso?

–¡Por dios (¿)!

Tal día como hoy, del año 1888, apareció (¿) la primera víctima “canónica” del llamado (a partir de la carta del 25 de septiembre del mismo año, en que anunciaba la aparición (¿) de la cuarta víctima “canónica”: Catherine Eddowes), “Jack, el destripador” (pero en inglés). El “modus operandi” permite, sólo, atribuirle cinco (“las canónicas”) de las incontables víctimas que entre el 87 y el 91 fueron dispersadas por Whitechapel y otras áreas del empobrecido “East End” de Londres. Aquello fue una mezcla de emigración, hacinamiento, pobreza, racismo, antisemitismo… y sus consecuencias: delincuencia, violencia, prostitución insegura…En ese humus proliferaron los coríferos y los epígonos, rivalizando en brutalidad. “Jack” fue uno más. El “Moriarty” de aquel desamparo. “El genio independiente”, como lo llamó G.B. Shaw.



Cerveza en mano, pido a mis Custodios (¡se acabaron las vacaciones!) que me trasladen por un momento a Londres. Las servilletas de papel revolotean, el olor a cabello cadera de ángel se expande, los comensales y bebedores husmean el aire, los niños dejan la pelotita y durante unos segundos aquello parece el Paraíso Original. Me elevo sentadito en la invisible silleta de mis Ángeles y en mi lugar queda la talla exacta de “Kino tomando cerveza”. Me depositan enfrente del mercado de Spitalfield, de espaldas al pub “The ten Bells”, en medio del tráfico infernal de la Commercial street. Parece “Pijolandia” y ¡yo con estos pelos! Los tugurios y Casas de Caridad de la época se han reconvertido en modernos apartamentos para gente bien. Un proceso común que ya conocemos. Al final del XIX, esto era el fin del mundo; ahora, se encuentra a una agradable distancia de la City. Se venden cosas inútiles y vistosas. Los “jóvenes” van con la carterita de marras en bandolera. Bicicletas. Madres jóvenes que pasean a sus hijos por el parque que London calificó de pústula. Jovencitas que deambulan y compran. Jovencitos que compran, deambulan y toman cerveza…La sombra de “Jack” es un valor añadido. Hablo de Londres, naturalmente.


Aquí fue donde Mary Kelly (la quinta, y peor parada, víctima “canónica”) solía empezar su “jornada”. Se había comprado un sombrero nuevo y había depositado en él, no sólo los ahorros, sino también las esperanzas. En un plis-plas recuperaría el dinero gastado de más en pintas de cerveza negra. Y aquí, en este pub, es de donde empezaba la visita guiada por los lugares “ripperianos”.

Entro con mi Moritz. La que se ha quedado en Ocata en una ilusión, una copia.

–Eh…¡Oiga! ¡Vd.! ¡El de la cerveza!

Todos pimplan cerveza.

–Vd. el de gafas y pantalón corto tipo “meyba” color pistacho, rematado con una lista verde oscuro y que cubre su tórax (¡¡) con una camiseta blanca del chiringuito “La Chancleta” y que, además, lleva una cerveza en la mano izquierda. Sí Vd. ¡no mire para atrás que es el último!

Su castellano es perfecto y expresivo.

–Buen hombre, creo que se equivoca. Esto que llevo en la mano izquierda no es una cerveza…es una botella de cerveza…¡vacía! Y mi indumentaria, sin duda inadecuada, se debe a circunstancias difíciles de explicar e imposibles de comprender. Estoy aquí por cuestiones históricas relacionadas con mi quehacer diario. Y no impulsado por un viento aleatorio.

–¡Siendo que se trata de un “ripperólogo”…!

–Sabe que le digo, tabernero…¡que me voy! Ya he visto lo que tenía que ver.

Me dirijo hacia la Iglesia; la dejo a mi izquierda y entro en un bar: “Blessing” (¡¡). Pido una cerveza (y entrego el casco) Por la cristalera veo una tienda de ropa femenina, vestidos de fiesta y cosas de esas. Se expone un vestido de novia digno de Polly Peachum. Se llama no sé qué de “hadas” y pertenece, parece ser que en comandita (por el tamaña de las letras), a una tal Lulú. ¿Sabrá esta tal Lulú de la obra de Weddekin o de la ópera de Berg?

 Así son las “efemerísitcas razones”…tienen razones que la razón no entiende.

De todo lo que ha dado de sí (¡mucho!) este asunto, se salva (aparte de lo citado):


  • ·         The Lodger” (Hitchcock. Basado en la famosa novela de Marie Belloc Lowndes.

  • ·         La caja de Pandora” (1929) de G.W. Pabst, basada en la obra homónima de Weddekind.

  • ·         Drôle de drame” (1937) de Marcel Carné que, impelido por su apellido, realizó una parodia en la que un vegetariano se cargaba a los carniceros del barrio.

  • ·         Las canciones de Morrissey, de Nick Cave y de Dylan. El “havy  ya no lo soporto.

  • ·         El musical: “Sweeney Todd” de S. Sondheim.

  • ·         Curiosidad: Cuarteto para flauta, clarinete, violín y cello: “Frère Jacques the Rippeer” (“deconstruyendo el canon”). Juan María Solare.


Mis Ángeles me recogen en la puerta de la iglesia, cuyo campanario parece que se va a caer de morros de un momento a otro, y me introducen en la silueta tallada, copia del original (que soy yo). La playa sigue atestada. “La chancla” parece “la Chancra”. Los habitantes de “Mahagonny” se han dado cita en la playa de Ocata. Las sardinas: Mary Ann, Annie, Elizabeth, Catherine, Marie Jane y Jenny Towler (para hacer honor a Mackie Navaja) yacen en el plato. Evisceradas, en efecto, y asadas. ¡Maldita coincidencia!...¡Adiós sardinas! ¡Bienvenido un plato de quicos! Y me pimplo la botella de verdejo.

Londres siempre ha tenido “un no sé qué” de siniestro, digo “un no sé qué” porque, en efecto, no lo sé. No he pisado Londres en mi vida (salvo esta breve visita relatada): eso de la niebla; la Revolución Industrial; El “Chelsea” F.C…Algo, en fin, de nocivo que altera la psique.



Me enchufo el i-pod y comienza el espectáculo. Hagan vds. mismos la experiencia: Oigan a toda castaña la “murder ballade” de Mackie Navaja mientras contemplan a la población de Mahagonny solazándose de forma indelicada. Si lo resisten les pago una cerveza en “Los Piratas” o en “El Marina”. Pues sepan que cualquiera de estas personas es capaz de cualquier tropelía, como por ejemplo desubicar las (des)memorias del ruso, tal es su ansia de conocimiento, sólo para comprobar qué dijo de Brecht (*), de Braque (*) o de la pobre Tsvetáiova (*), causándome un perjuicio irreparable e indigno (a más de afrentoso). El tal Ehreburg(*) es interesante por lo que calla. Lo que dice son banalidades. Además… ¡se da unos aires de cosmopolita…! Las malas lenguas afirman que lo suyo no fue suerte, sino complicidad. ¡Mira que citar sólo tres veces a Trotsky! (en 2.057 páginas). ¡Mira que no referirse a los “procesos-farsa de Moscú”…! ¡todo un corresponsal de “Izvestia”!

En alguna otra parte he dicho algo sobre este dudoso personaje. Sin embargo, alguna de sus novelas pueden leerse.

Bueno, pues a lo que iba: Tal día como hoy se estrenó en el teatro am Schiffbauerdamm de Berlín (sí, hombre, junto a la Friedrich. La sede del “Ensembre Theater”) “La ópera de cuatro cuartos” (o como se le llame) con música de Weill sobre libreto de Brecht. Todo un éxito…pese al comienzo un poco indeciso. Aquello fue el no va más. Se habían destrozado todas las convenciones del teatro y de la ópera y se regó abundantemente la semilla, ya plantada por él mismo (y otros) en años anteriores, de la reacción antimodernista de la plebe, ya “facha” (y pronto nazi). 


Weill y Brecht empezaron a colaborar juntos en 1927. Quizás se hubieran conocido fugazmente (comienzos de los 20) en compañía de Isadora y Essenin. Weill reseñó la emisión  radiofónica de “Mann ist Mann” de Brecht. Y su reseña fue tan halagadora que el literato quiso conocer al músico: así nació una larga amistad.

Brecht, por entonces, ya se consideraba marxista. Weill era un revolucionario de las formas musicales, un demócrata radical y judío. Juntos crearon lo que Brecht llamó “Teatro épico” (que incluía también la idea de una “ópera de nuestro tiempo” de Weill), una profundización en las innovaciones de Piscator, Toller… y en cuya concepción intervinieron de forma anecdótica Valentín y Asjia Lascis (Benjamían “flaneaba” por los alrededores). Sobre este concepto…¡volveremos el día correspondiente! (23 de marzo, segunda serie. En construcción).

Baste decir, de momento, que se intentaba sustituir el sentimiento, por la razón; la empatía, por el distanciamiento; la interpretación naturalista, por una interpretación mecánica y estereotipada…Todo con la intención de hacer que el espectador “se posicionara” respecto a lo que estaba “viendo”. Rompe radicalmente con la “catarsis” aristotélica”, con el expresionismo y con la estérilNueva Objetividad”. Y crea una sátira “marxista” en donde, como en Marx, la apariencia no coincide con la verdadera realidad de la cosa: Se presenta la “mercancía” como una existencia inocente y acaba desentrañando su envenenado proceso de producción.

Bueno, pues, se conocieron y se fueron juntos al Schlichter`s, (por la zona de Glitz) que tenía fama por sus ensaladas y su “bufet” y se pusieron manos a la obra (desde entonces ese bar- restaurante sería como la “oficina”). El músico tenía un encargo del festival de Baden-Baden…etc…etc y de ahí salió el primer “Mahagonny”, que años más tarde se convertiría en “Ópera”. Por cierto, “Alabama Song” no es de The Doors, ni de David Bowie…Infórmense Vds.  Infórmense.

–¡Niño!...¡¿Quieres dejar de tirarme la pelotita a la cabeza?! Señora…¡ocúpese de su retoño que me está robando de forma inaceptable mis quicos! ¡Jordi, tráeme otra de verdejo y más quicos! ¿Y unas estrellas para mis Ángeles que parece que rondan por aquí!

Bueno a lo que vamos. Fue Marianne, la entonces compañera (esto daría para una “Summa”) de Brecht quien le dio la idea y le tradujo la obra: “The Beggar’s Opera” de Gay y Pepusch (XVIII) que estaba siendo repuesta con enorme éxito en Londres con motivo de sus doscientos aniversario. Ya saben vds. de qué va la obra: mendigos, rateros, rufianes, crítica social y baladas… ¡algo a la medida de Brecht! (que no tuvo que esforzarse mucho por convencer a Weill). En este caso fue Brecht quien había recibido un encargo. Se lo comunicó al músico y decidieron dar comienzo a lo que sería la obra “dramática” más importante de “Weimar” (¿de la primera mitad del siglo XX?) y marcaría un camino que algunos (Beckett, Ionesco…) seguirían. 
Era Abril. En Mayo ya estaban las dos parejas en la Riviera. Una pareja estaba clara: Weill y la magnífica Lotte Lenya. La otra pareja (digamos, “figura”) era más complicada. En cualquier caso es un asunto personal que no nos afecta en absoluto. Brecht siempre fue así y las mujeres se lo consintieron (¿). O así eran las cosas. Los primeros ensayos debían empezar a principios de Agosto. El estreno, el 31 de ese mes. Llegaron los ensayos y seguían escribiendo las escenas. Los enredos sobre la elección de los actores son históricos. Y, una vez elegidos, los esfuerzos por mantenerlos contentos, son metahistóricos. Una cosa estaba clara: Lotte (doblemente esposa de Weill) haría de “Jenny”, una de las rameras. El “guión” se iba adaptando a las defecciones y caprichos.



 El fracaso estaba cantado. Y no había plan B. Para colmo, la noche anterior al estreno, “Mackie Navaja” dice que no sale si no se añade un tema digno que sirva de presentación del personaje. Algo así como hizo Piscator en su “Svejt”. En fin…Esa noche-madrugada ¡la última! fue compuesta la letra y la “insidiosamente tarareable” (A.R.): “Die Moritat von Mackie Messer”. ¡¡En una noche-madrugada!!…la última antes del estreno. ¡La canción más popular de “Weimar”! y llamada a convertirse en un imperecedero hit del “pop

“Por fin, llegó la velada del 31 de agosto de 1928, fecha que entraría en los anales del teatro del siglo XX. Hasta la “Kanonensong”, la audiencia se mostró más bien fría. Ése fue el punto de inflexión. El público se fue animando; se oyeron los primeros murmullos de aprobación; los aplausos iban en aumento. Al final un éxito rotundo, por el que nadie habría apostado”.

Lo mismo, pero con más detalle: El público no respondió a la obertura-fuga inicial. Estaba indiferentemente expectante. La expectación estuvo a punto de convertirse en indignación cuando Gerron (que hacía de“Tiger Brown” y también cantó la “balada” acompañado del organillo de gacigalupo) acabó el verso sobre los dientes del cocodrilo y dio la vuelta al manubrio: ¡no ocurrió nada! Del organillo no salía ni una nota. Acabó la primera estrofa sin acompañamiento. ¡Sálvese el que pueda! La segunda fue arropada de forma arrebatada por la orquesta. El fracaso anunciado estaba llamando a la puerta. La cosa siguió, mal que bien, entre bostezos. Ni la escena de la boda, ni la “balada de la Pirata Jenny”. Nada. Seguía la indiferencia. La orquesta no era la sinfónica de Berlín. Era un grupo de siete competentes multiinstrumentistas que se vieron obligados a tocar ¡23 instrumentos! Lo hacían con ímpetu, mecánica y atropelladamente. Tampoco los actores estaban sujetos a una disciplina cuartelaría. También a ellos se les permitía “plantearse las cosas”. Teatro épico. 



Sólo cuando entra el policía “Tiger Brown”, reconoce al canalla de “Mackie”, se abrazan y empiezan a cantar un canto infame de glorificación de las matanzas militares (“La canción de los cañones”), el respetable perdió la honorabilidad y empezó a desgañitarse. Hasta que no hicieron bis no pudieron controlar la cosa. A partir de ese momento la obra fue “in crescendo”.  La repetición de la balada del “Navaja” fue bien y todo acabó en un éxito clamoroso. Críticas ignorantes las hubo, naturalmente: de la prensa nazi estaba escrito. Pero también la “izquierda” se quedó desorientada: del “lumpen” no podía salir nada bueno. Demasiada consideración. No había crítica social. Los malos no eran castigados…etc…etc

Ya saben Vds. la trama: Peachum (“rey” y dueño de los mendigos) es padre de Polly. El canalla Mackie (Macheath) la quiere hacer su esposa. El “suegro” se opone. La boda se realiza. Peachum no está acostumbrado a perder e insiste en sus denuncias. El policía (“Tíger Brown”) enviado para su detención, resulta que es un antiguo colega de correrías belicistas. “Jenny La Pirata”, lo traiciona y cuando la soga ya le roza el “bocado de Adán”, llega un mensajero a caballo con un indulto de la reina, acompañado de un título nobiliario con la subsiguiente dotación económica.

El texto de Brecht no deja lugar a dudas en sus intenciones anticapitalistas. Si Benjamín quiso ver en ese atajo de granujas y criminales un “homúnculo” del nuevo sujeto revolucionario…¡se equivocó!
Ocho años más tarde (“La novela de cuatro cuartos”) esos personajes han evolucionado y lo que era artesanía se ha convertido en una organización del pillaje y del asesinato. El nuevo Macheath (“Navaja”) actúa como el representante de la gran burguesía, que combina sabiamente el crimen con la apariencia de responsabilidad y sentido común. La filantropía, el deber patrio, la responsabilidad…¡todo al servicio de la acumulación! La antiideología se convierte en la ideología más influyente y destructora:

“En mi opinión, y es la opinión de un hombre que trabaja en serio, no tenemos en la cumbre del Estado a las gentes apropiadas. Todos pertenecen a algún partido, y los partidos son egoístas. Su punto d vista es unilateral. Necesitamos hombres que, como nosotros los negociantes, estén por encima de los partidos. Nosotros vendemos nuestra mercancía a pobres y ricos. Vendemos a cualquiera, sin acepción de personas, un saco de patatas, le instalamos la línea eléctrica, le estrechamos la mano. La dirección del Estado es una tarea moral. Hay que conseguir que los empresarios sean buenos empresarios, los empleados buenos empleados, en suma: que los ricos sean buenos ricos y los pobres buenos pobres. Estoy convencido de que llegará el tiempo de semejante gestión de Estado. A mí me contarán entre sus partidarios”

…Y ese tiempo llegó.

Pero en el 28, el “Navaja” y sus compinches tenían todavía una notable carga de nihilismo-anárquico, acorde, por lo demás, con los tiempos. Lo que la ópera plantea y contesta es : ¿Qué es más criminal robar a un banco o fundarlo?¿qué es más decente el matrimonio o el puterío?¿Puede nacer la moral en cuerpos hambrientos? ¿No es la misma moral instrumento de muerte en manos de los propietarios de los medios de producción? ¿No utiliza el Estado tanto a las fuerzas represivas como al lumpen en la realización de su misión histórica: La victoria absoluta del capital? ¿Quién es capaz de distinguir entre un policía y un delincuente?
La solución “Deus ex machina” del final de la obra, fue un verdadero ataque a los “moralistas del trabajo” a los defensores del trabajo (de otros) bien hecho: el vicio es recompensado. NATURALMENTE…¡COMO EN LA VIDA MISMA1

Por otra parte: Ya no basta una historia de amor para mantener un argumento. El amor es una mercancía más. El romanticismo pasó a la historia. Se acabó también la época de la “prostituta buena y consoladora”. La explotación se ha colado por todos los intersticios del organismo social. Y en consecuencia con todo ello: se acabó el tiempo de las bellas palabras, del “humanismo”, de la “compasión” que impide nuestra compresión del mundo. Se acabaron los argumentos interesantes, es la hora de los razonamientos ilustrados (“poemas didácticos”).

El lenguaje ha actuado como un gendarme. Hay que liberarlo y dotarlo de complejidades, convertirlo en un instrumento al servicio de nuestros intereses. La dicción de los personajes es de una precisión neurótica. El timbre, ornitológico. Las palabras asumen diferentes papeles e intenciones. Las letras mismas, organizadas en mensajes, se curvan, se subrayan, se descuelgan desde el techo…invaden el sobrio escenario y se convierten en metalenguaje.

Vulgarismos, barbarismos, gargarismos,…y una hermosísima poesía que se desprende sin proponérselo. Como reflejos irisados brotados del filo de la navaja del asesino.

Los personajes se representan a sí mismos y al propio personaje en un juego de espejos que no debe de hipnotizar si no aclarar las relaciones entre las cosas y sus representaciones: entre el valor y el precio. Se acabó la interpretación naturalista. La subjetividad narcisista del actor. Ahora es la colectividad quien se reconocerá en los estereotipados y significativos gestos de aquellos “actores”.

¿Estaré delirando con tanto verdejo y tanto “quico”? El sol sigue duro. Los bárbaros me rodean. A centenares de metros, alguna sonrisa de complicidad. El agua crepita al contacto con los cuerpos a medio asar.

La música es sustancialmente inseparable de la palabra. Nacen juntas. Una música ambigua, retorcida, simple, vulgar, elevada, popular, selecta…A veces empieza una “balada” con unos acordes propios de una ópera e repertorio y, una vez nacidos, se lanzan al arroyo. Una música que no se atiene ni a la tonalidad ni a las enseñanzas de Schöenber (que por entonces estaba con su “Moisés y Aarón”). Jazz, “murder songs”, “baladas”…y un sentimiento de desesperación y nostalgia (¿de qué?) absoluto. Un lirismo impropio de lo que se dice. 



Vuelvan a escuchar la canción de Mackie Messer. Una melodía pegadiza y aparentemente sencilla que se mueve en espiral sobre un acorde con sexta añadida–una tríada de Do mayor más la nota La– que la empuja continuamente hacia el tono menor (procedimiento querido de Debussy) (A.R.) que una vez oída, ya no se olvida y se clava en nuestros corazones como la estaca en el pecho de Jenny Towler. ¡¿Y la “despedida” de Polly y Mackie?!...¡Hasta los proxenetas parecen rebosantes de amor!...

Y ya puestos oigan la ópera entera. ¿De dónde brota ese sentimiento de pérdida, esa piedad, esa desesperación…esa melancolía? Parece más bien una endecha-lamento por un tiempo perdido antes que un vislumbre de los tiempos nuevos. Eso fue lo que despistó a la “izquierda” ¿Cómo puede brotar tanto lirismo de esas lúgubres cuevas repletas de sabandijas?

En 1931 Pabst (y Brecht) la llevó a la gran pantalla y esta es la fuente  más antigua para el conocimiento de la obra “original”.

La prole es infinita:
·     Nina Simone, Judy Collins, Marc Almond, Pep Shp Boys, Tom Waits, W. Burroughs, B. Darin, F. Sinatra (que le añadió la famosa apostilla de “El Padrino”, aquello de  la oferta a la  que no te podrás resistir…”), Louis Amstrong (que añadió el nombre de Lotte Lenya a la lista de las víctima de Mackie)…Pregúntenle a Dylan por la canción de “Jenny Pirata”. Marianne Faithfull…
·         Infinitos más


Hoy se me ha ido la mano. Pasar por el huerto: tomates para un fresco salmorejo (¡¡)

De madrugada me despierto. Apago el DVD justo en el momento final en que se repite el “Moritat” de Mackie. Me voy a la cama completamente agotado.

Queda material para otro 31 de agosto. Eterno retorno de lo mismo. Adiós.








viernes, 30 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, día 30 de agosto. “Highway 61 revisited”. J. Seberg. Ver 31 de agosto.



En 1965 no había (yo) visto una autopista en mi vida. El concepto flotaba por las estepas y las costas mediterráneas, pero no se encarnó hasta algo más tarde. Hubo que esperar al dos de mayo (¡¡) del 69 para poder ir a Mataró por autopista.  En USA había, como mínimo, 61. ¡Bárbaro! Y no era una carretera cualquiera, era un lugar donde los milagros más siniestros y las esperanzas más descabelladas podían tener lugar. Hombre…también en la carretera entre Fortuna y Caprés te podía pasar alguna cosa, pero, a lo más, que atropellaras (en bicicleta) una cabra. En la 61 podían ocurrir cosas tremendas. 



Ya saben vds…. la "autopista"  que comunicaba el pueblo de Dylan  con la MÚSICA de Menphis, Sant Louis, Nueva Orleans… ¡el Missisipi!, haciendo toda una declaración de intenciones.

Ya saben vds. si la autopista acaba en impar, va de norte a sur (y viceversa, claro), y si en par, va de este a oeste (o al contrario, si vds. así lo quieren).

En el 65, por lo demás, ya estábamos al tanto. Sabíamos que el “rock” se había acabado y que el “pop”, en sus diferentes dimensiones, hacía furor. Sabíamos, naturalmente, de Bob Dylan y de que los tiempos estaban cambiando. Eso lo sabíamos…pero nos pilló un poco de improviso que el propio Dylan cambiara. . Mike Bloomfield fue fundamental. Excepto el último tema de la cara B (“Desolation Row”, una balada tremenda, de versos que rozan el “automatismo”) todos los temas están arropados por un verdadero grupo de “rock”.

Y es que no en vano, un jovencísimo Dylan estaba entre los “caballeros” que asistieron a la “representación” (1962) de “Brecht on Brecht” que Lotte Lenya (Weil) dio en el Theater de Lys del Greenwich de Nueva York. Se quedó enganchado con “Pirate Jenny”. ¿No es cierto que sus versos resuenan en este “nuevo” Dylan? ¿No es cierto que hay mucho de “Mahagonny” en esa autopista infernal, en la que Robert Johnson vendió su alma al diablo cuando paró en el cruce 49 a estirar las piernas? 



¿No fue allí donde Betty Smith perdió su tiempo y ganó la eternidad? ¿No fue cerca de allí donde liquidaron a Luther King?

Naturalmente Dylan también tocó un poco la armónica.

Tal día como hoy, del año 1965, salió a la venta “Highway 61 revisited”. Venía precedido por un “sencillo”: “Like a rolling stone” que encabezó el LP, con ese majestuosa improvisación de Al Kooper: Uno de los momentos mágicos del “pop”. Ya desde la portada se advierte el gesto provocativo. Dylan acaba de quitarse las gafas de sol y nos mira condescendiente e incitador: sobre una camiseta de motos (explosiva), una camisa de flores. 














La cosa se reveló como inexorable en el festival de folk de Newport de 1965. Allí, Dylan, un folklorista reconocido, agarró una guitarra eléctrica y arropado por la “Paul Butterfield Blues Band” y Al Kooper, atronó con “Maggie´s farm”. Había muerto un “folk singer” y había nacido un rockero ácido que se expresaba con extraños y singulares versos. División de opiniones. Con el tiempo vendría lo del Papa y tal.

En realidad el día ha empezado de forma tanto o más atronadora. Desde el fondo del paradójico REM, un “amigable” ¡¡Desperta ferro!! (*) verdaderamente animal, me ha lanzado contra la cristalera y a punto he estado de cortarme la yugular en el destrozo. Ya saben vds  ¡la venganza catalana!... El susto me lo he quitado con un copuzo de “Terry” de malla, aunque lo justo hubiera sido un vaso de esplendoroso vino de Marsala. Y es que la “Compañía Catalana” estrenó ese delicado pentasílabo no más poner los pies en tierra de Trapani (Sicilia), donde, por cierto, se encuentra Marsala.



Yo hubiera deseado un: “Bon jour, tristesse(*)…que me habría sabido a alegría de alondra, pese a todo.

Tembloroso he completado mi acostumbrado refrigerio matutino y he enchufado el esputofaif para escuchar, hasta saciarme, la música citada. Y he continuado con “Tattou you” de los Rollins Stones (¡¡), una fruta estupenda cuando parecía que la higuera estaba seca. En realidad el esputofaif no ha parado en todo el día: que si “Mama´s and the Papa´s”, que si “The Specials”…La “Velvet…” y todo por “razones efemerísticas”. Y como quedaron unos minutos antes del Dry del medio día, también he escuchado alguna cosa de Bernardo Bonezzi, muerto por descuido, creo.

Ya ven vds que estoy haciendo tiempo. Hago las cosas con desgana notable y evidente. Sólo tengo una idea (una imagen) en mi cabeza: Jean Seberg (*) con la camiseta (¡explosiva!) del “Herald Tribune” vendiendo periódicos por las calles de París. En Belmondo pienso menos. Su muerte fue merecida: nos robó nuestro amor soñado (aunque nos dejara el primer signo de una nueva liturgia). La de la Seberg, encontrada rellena de barbitúricos en el interior de un automóvil estacionado en el barrio parisino de Passy, tal día como hoy del año 1979, fue un mazazo. Aquí no hubo descuido. Ya lo había intentado otras veces. La última unos días antes en las vías del metro de la “Ciudad de la Luz”.



Ya sabrán vds. de su (de ella) apoyo a la causa de los “Panteras negras” y de las abultadas carpetas que, a su nombre, conservaba la CIA y el FBI. Y de su lucha constante contra las exigencias del “star system”. Su belleza frágil y luminosa y la hermosura de cada uno de sus gestos (aunque sólo fuera un parpadeo involuntario), llenaba las salas de suspiros y de deseos de abrazarla. 
 
¡Ella que había abandonado voluntariamente el Edén (“Lililth”) para fundar una raza rebelde, dejándole el sitio libre a la pegajosa e incitadora Eva, y  se largó como un “canto rodado”! Aparcó en la cuneta de la 61, a su paso por Passy. Coincidió que, casualmente, paseaba por allí “Mackie Navaja” (que, por cierto, lo veremos mañana).



 “Dios dijo a Abraham, “Mátame un hijo.
Abraham dijo, “Tío, debes estar de broma.”
Dios dijo, “No.” Abraham dice, “¿Qué?”
Dios dijo, “haz lo que quieras Abe,
pero sino la próxima vez que me veas
más te vale que salgas corriendo”
Abraham dijo, “¿Donde quieres que sea esa muerte?”
Dios dijo, “Fuera, en la Autopista 61”

Georgia Sam, tenía una nariz sanguinolenta,
el Departamento de Bienestar no le quería dar ropas,
le preguntó al pobre Howard, “¿Dónde puedo ir?”
Howard le dijo, “Que yo sepa sólo hay un lugar”,
Sam dijo, “Tío, dímelo rápido, tengo que escapar.”
El viejo Howard tan sólo señaló con su pistola,
y dijo, “Aquél camino baja a la Autopista 61.”

Mack el chivato dijo al jefe Louie,
“Tengo cuarenta cordones de zapatos rojos, blancos y azules
y un millar de teléfonos que no suenan.
¿Sabes dónde puedo deshacerme de todas estas cosas?”
Y Louie el Rey dijo,
“Déjame pensar un minuto, hijo”,
y dijo, “sí, pienso que se puede hacer,
sólo llévalo todo abajo, a la Autopista 61”

La quinta hija en la duodécima noche
le dijo al primer padre que las cosas no iban bien,
“El color de mi cara -le dijo- es demasiado blanca.”
Él dijo, “Ven aquí que te vea a la luz.”
Dice, “Hmm, estás bien,
déjame que le cuente a la segunda madre lo que ha ocurrido.”
Pero la segunda madre estaba con el séptimo hijo,
y ambos estaban fuera, en la Autopista 61.

El vagabundo errante estaba muy aburrido,
estaba intentando organizar
la próxima guerra mundial,
encontró un promotor que casi levitó del suelo,
y que dijo, “Nunca antes se me contrató en algo parecido,
pero sí, pienso que puede hacerse fácilmente,
sólo pondremos afuera algunas gradas al sol,
y la armaremos en la Autopista 61”

No me digan que apetece comer. Lo que apetece es el güisqui de la “Jenny Pirata” y aspirar fuerte el “Herarld Tribune” del 16 de marzo de 1960… Apretarlo contra el pecho hasta que quedara grabada la cabecera del rotativo en nuestro miserable tórax (¡¡), funda nórdica del corazón.

Lo que apetece es congelar la imagen y dormir con los ojos abiertos… Hasta que mañana nos despierte (¿) “Mackie Messer”.

¿Qué importa que tal día como hoy, del año 1918, la Kaplan, interrumpiendo el tráfico de la "61", disparara tres veces contra Lenin? (entrada del 3 de septiembre).



Y en Bihac, Bosnia, nacía una niña rubia a la que llamaron Radmila...
 


RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...