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miércoles, 28 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, día 28 de agosto. Toro "embolat". Albalat dels sorells. Varios.



(Los asteriscos remiten a razones efemerísticas)

Aquello de que “más cornadas da el hambre” será verdadero en todo el universo-mundo menos el Albalat dels sorells y alrededores. Allí las cornadas las dan astados que toman venganza (inútil y desesperada). Vengan al “toro de Tordesillas” y a los demás compañeros que mueren sin consuelo en los más diversos y siniestros cosos de la cristiandad. Mueren igualmente, y, a veces, de forma afrentosa, pero se llevan por delante lo que pueden. Por ellos este fifti-fifti de “soberano” y estas hermosas tajadas de pan con aceite y oréganos griegos.

¡¡Que vivan los toros!!



Lo que paso a relatar ocurrió el sábado pasado, pero ha salido publicado hoy en las hojas que suelo leer. Así que consideren vds. que la efeméride es adecuada. Por lo demás… ¡tanto da!

Al atardecer de los últimos días de agosto, en Albalat sueltan los toros para que recorran el pueblo a su antojo. Cierran calles, aseguran puertas…pero siempre hay bromistas. La juventud se divierte “embolando” a las reses y puteándolas hasta la desesperación. Cómo el tábano que perseguía a la hermosa y delicada Io. No son dioses, sin embargo, son enfermos, que acuden al llamado del sufrimiento ajeno.



Una octogenaria (o nonagenaria) sorda, naturalmente, pasaba la tarde viendo el festejo retransmitido por la televisión local. Hacía un calor pegajoso. La vieja vestía un viso, como un “peplo” de esclava. Calzaba zapatillas de felpa a cuadros escoceses. Sobre el regazo “La ciudad de Dios” de san Agustín (*), a la que era aficionada en grado sumo. El santo escribió ese memorial mientras los “bárbaros de norte” reducían a cenizas la ciudad de Cartago (¡otra vez!). Así, la anciana leía y miraba la pantalla mientras los salvajes laceraban rumiantes. Su marido nonagenario (u octogenario) había salido a participar del sacrificio, aunque fuera desde detrás de las seguras puertas del bar de la plaza. Su participación era “crítica”, para el octogenario (o nonagenario), imbuido como estaba por el “iusnaturalismo inmanentista” de Grocio (*). Defendía con temblor de jubilado en su tramo final, la existencia de normas mínimas naturales de convivencia, incluso en lo tocante a la vida animal. Por lo demás, como es natural, consideraba como ejemplo claro de guerra injusta, la acometida contra los astados. Los abuelos escuchaban, pero no oían (no podían). Albalat dels sorells, gracias a estas dos lumbreras agonizantes, se ha labrado un nombre en la lista de “pueblos de interés cultural”.

El cameraman, “freelance” de la época dorada del Serengueti y, en especial, aficionado a las locas correrías de los ñus, se había, en su declive, especializado en cuartos traseros de astados “embolats”. Los perseguía por los callejones y en sus difíciles e imprevisibles incursiones domiciliarias. Así, la tarde del viernes, siguió la marcha frenética, pero decidida, de un bóvido acochinado y avisado, que ascendía las escaleras estrechas de una casa de vecinos, incendiando la vegetación de papel pintado. 

La nonagenaria (u octogenaria) seguía, conteniendo la respiración, el movimiento presagioso y tenso de las nalgas del cornúpeta. Vio como embestía contra una puerta que le resultó familiar y vio, como si de las Meninas se tratara, la reproducción de su codiciada “pintura” de los lobos atacando a los ciervos. Se vio, asimismo, a sí misma, en la tersura del plasma de 40 pulgadas. Y fue justo en el momento en el que el rumiante alanceaba el sillón-masajeador, cuando se vio, de forma nítida, una octagenaria (o nonagenaria) volar por el espacio escaso de la sala de estar. Flotaba sobre bolas de fuego. Vestía un peplo de esclava y ropa interior como bolsas del condis (de las grandes). Y en su inestable mente se fundieron con brusquedad la realidad real y la realidad virtual. 



El octagenario (o nonagenario), declaró injusta la guerra del rumiante contra su querida y antigua compañera nonagenaria (u octogenaria), con quien había superado las telúricas “afinidades electivas” (*). Apuró la mistela y cayó de rodillas. Otra cosa no pudo hacer. El abuelo explicaba a quien quisiera oírlo y a quien no, que la reproducción no era tal, sino que se trataba de un auténtico Sumanovic (*), a quien conoció en su época de miliciano antifascista por tierras serbias. La audiencia ni asintió ni negó.













El toro olió los cuartos traseros que ocupaban las cuarenta pulgadas. Y se giró desencantado. Una cara inconfundible de toro miró al cameraman  y un primer plano escalofriante se enseñoreó de todas las pantallas del pueblo. Fue el momento de gloria. El clímax. El “freelance”, arrojó la cámara, siguió un plano vertiginoso y, finalmente, un negro profundo y definitivo. El cineasta fue atendido en el CAP de la localidad. La abuela necesitó las atenciones de un centro médico de más envergadura.




Comparen vds:

·         “Sí, los periódicos tienen razón. Hay nieve por toda Irlanda. Cayendo en cada trozo de la llanura central y en las colinas sin árboles, suavemente sobre los pantanos de Alen, y más lejos, hacía el oeste, cayendo suavemente sobre las olas oscuras, rebeldes y superficiales. Uno a uno, nos vamos convirtiendo en sombras. Mejor pasar valientemente a ese otro mundo, en la plena gloria de una pasión que apagarse y marchitarse tristemente con la edad. ¿Cuánto tiempo has guardado en tu corazón la imagen de los ojos de tu amado diciéndote que no deseaba vivir? Yo nunca he sentido algo así por alguna mujer, pero sé que tal sentimiento debe ser amor. Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los tiempos, y en mí, transeúnte como ellos, entrando también en su mundo gris, como todo lo que me rodea. Este mundo sólido en el que ellos se criaron y vivieron, se desmorona y se disuelve. La nieve cae, cae sobre ese solitario cementerio donde Michael Furey está enterrado. Cae débilmente sobre el universo y cae débilmente como en el declive de su último final, sobre todos los vivos y los muertos”


·         “Sí, los periódicos tenían razón: la nieve se extendía por toda Irlanada. Estaba cayendo por todas partes en la oscura llanura central, sobre las colinas sin árboles, cayendo suavemente sobre el pantano cenagoso de Allen y, más hacia el oeste, cayendo para unirse a las olas de las sombrías y rebeldes aguas del río Shannon. Caía también sobre el desolado cementerio, donde estaba enterrado Michael Furey. Se posaba, espesa, sobre las cruces y lápidas torcidas, sobre los barrotes de la verja, sobre los yermos espinos. Su alma se fue desvaneciendo poco a poco mientras oía el ruido de la nieve cayendo levemente sobre el universo y cayendo levemente también, como el descenso de su final postrero, sobre los vivos y los muertos”


                                            ¡¡Por Huston (*) y la señorita Lili!!

martes, 27 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, día 27 de agosto. Batalla de Platea. Cesare Pavese. Varios.



El “Caos” era, para los griegos (aparte de un piso de soltero, o una clase de 3º de la ESO), esa Nada aburrida, “bostecil”, que limitaba al norte con el cielo (el único) del paladar y al sur con la ágil y húmeda lengua. Era el aburrimiento informe (valga la redundancia) donde todo lo posible, inexistente, ansiaba por alcanzar el ser a borbotones, sin orden ni concierto. Era el bostezo de un dios que no se sabía dios. El “Cosmos”, sin embargo, es el resultado de la introducción de un incipiente orden y concierto. Es el resultado de la separación categorial de las “cosas”. Y como todo orden implica “belleza”...pues, de ahí, ¡cosmética!

Vean vds, la curiosa y sabia etimología de “cosmética”: imponer un orden (bello) en un paisaje desolado, desolador y aburrido.

Los griegos temían el “Caos”, que identificaban con las llanuras inabarcables de Asia y con su sistema “político” despótico y desorganizado. O con las fuerzas naturales desatadas: Centauros, Amazonas… Frente a ese maremágnum alzaban la enseña del “orden político” que ellos empezaron a llamar “democracia”.

Rebusco por los armarios y no encuentro nada aprovechable. Se impone ir al condis (mi Asia particular). Ejemplo de caos que jamás alcanzará el estatus de cosmos: Lo único inalterable es el sitio de las bebidas. El resto varía a diario. Donde el café, ahora la harina. Donde los huevos, ahora las especias. Donde el papel higiénico, ahora las toallitas de higiene íntima. También se mantiene la pescadería y las charcuteras, pero incluso ahí, los productos cambian de sitio cada dos por tres. El orden no se mantiene ni en la cola de la caja registradora. Te descuidas y ya se te ha colado la tía Josefa que dice que tiene a su nietecito enfermo y que tal y más cual… o, simplemente, asegura que ha llegado antes que tú (que llevas veinte minutos (¡de reloj!) esperando con la tarjeta en la mano.
Humillado como un animal de carga, pero a paso ligero.
Intentas abrir la puerta y se te caen los puerros. Recoges los puerros y se te caen las olivas…


Hablaba de “democracia”, de “caos” y de “cosmos”. Acompaño la disertación con un vaso de “jumilla”, que me pimplo para fortalecer las simplificaciones. Dispongo unas manzanas, unos albaricoques, unas rebanadas de “pà de pagès” y unos chorizos gallegos en una fuente honda de Sargadelos, (recuerdo del viaje) y contemplo el conjunto como si se tratara de una disposición de Zurbarán (*) (aunque a él le iban más os bodegones de otoño). Estos detalles son los adornos del día. Y como telón de fondo la “Misa de Réquiem” (1605) de Victoria (*). Nada especial… en memoria de Cesare Pavese, ese hombre nacido para el suicidio, a la altura del suicida de Borges: “Dejo Nada para Nadie”. Pero cada cosa a su tiempo.

La rivalidad greco-asiática venía de lejos. La última confrontación (de las antiguas) se resolvió tal día como hoy, del año 479 antes de nuestra era (¡qué precisión!). La cosa duró veinte años largos y se resolvió a favor de los griegos. Aquí viene al pelo un contrafáctico: “¿Qué hubiera pasado si…?”.
Hoy conmemoramos las batallas de Platea y Micala. Quiere la leyenda, siempre tan elemental, que se libraran el mismo día….¡cosa imposible!

Hacía diez años del milagro de Maratón. Un año de la batalla de Salamina (y la práctica desaparición de la flota persa) y de la heroicidad de las Termópilas. Pese a la derrota marítima, el ejército persa estaba intacto y amenazaba el Ática. En Platea (Beocia) se dirimió el asunto. Los persas huyeron con el rabo entre piernas.
Los pocos barcos que quedaron utilizables pusieron proa hacia Jonia. Sin embargo, en Micala, la flota ateniense los destrozó. Empezaba un periodo de “paz  que duraría cientos de años.

Esquilo (“Los Persas”) explica la importancia de tales acontecimientos y culpa del desastre persa a la “ubris” (ambición desmedida, desafío a los dioses…) de sus tiranos y de la victoria ateniense a su lucha ordenada y feroz en defensa de la libertad. La democracia ateniense no brotó como brotan las hermosas flores silvestres: costó sangre. Los marineros y los guerreros de a pie (clases populares) exigieron la parte de poder que le correspondía. La democracia nunca ha sido regalada. Nunca ha sido “inventada”. Ha sido impuesta y se modifica de acuerdo con las necesidades de cada momento histórico.
Esquilo pretende haber descubierto un orden y legalidad en los acontecimientos. Los dioses, al otorgarles la victoria, han dictado el veredicto: La libertad, la “isonomía” ante la ley, la democracia…son superiores por naturaleza al despotismo y la esclavitud.

La música de fondo es un poco fúnebre…pero es de ¡Victoria! (Tomás Luís).

Me zampo las rebanadas del Zurbarán con aceite y orégano griegos. Carajillo mitad y mitad de, por fin, coñá de la buena.

La cosa no termina ahí. La victoria tuvo un efecto contradictorio: por una parte les infundió una nueva confianza en sí mismos (y en los favorables designios divinos) y por otra los hizo prudentes contra cualquier manifestación de “ubris”. Esta combinación es evidente en el llamado “estilo severo” (proto-clásico). Me extendería sobre el tema pero mi condición de jubilado me contiene. Sin embargo, no puedo contenerme… ¡dios (¿) me castigue! Puede hablarse de un “antropocentrismo”, resultado de la toma de conciencia de la importancia de las acciones-proezas realizadas. Y empezó a proponerse al “hombre como medida de todas las cosas”. Y ese hombre-medida se exportó a la escultura y a la arquitectura (no se olvide aquí a Pitágoras). Así Polícleto, estableció el “Canon” (“Doríforo”) y el “Partenón” (p. ej.) fue sometido a estrictas razones “canónicas”. Bueno… ¡sí!  hay diferentes opiniones….

La victoria contra los persas fue el punto de arranque de todo un proceso de “embellecimiento” de Atenas. También Felipe II construyó el “Escorial” (San Lorenzo, 10 de agosto) en memoria de la victoria de San Quintín (definitivamente finiquitada tal día como hoy, del año 1557)



Y toda esta excursión sin sentido sólo para poder encajar a Le Corbousier (*) y su “Modulor”. El arquitecto reconoció su deuda con el Partenón.  Las ideas de Le Corbousier tenían sentido, pero sus secuaces nos han hecho la vida imposible. Lo que se pensó como una “máquina de habitar” (para que la felicidad se explayara) ha devenido un infierno sin contemplaciones. Una confianza sin fundamento en que el progreso de los medios técnicos redundaría en felicidad para el mayor número…etc…etc

Sigo desmontando el “bodegón” de Zurbarán. Y vaciando la botella de “jumilla”.

“He visto a la “Vanessa urticae” (“Aglais urticae”), la “abigarrada de la ortiga”, cuyo nombre popular alemán es “zorrito” (¡y en castellano “ortiguera”!), extender sus alas de color rojo ladrillo, impregnada de fuego. Me han hecho soñar con un país cuyos colores estuvieran afinados en una clave más aguda y cuyas casas refulgiesen con ese mismo fuego en prados de un verde como el de los cárabos dorados. Nuestro mundo de nieblas y su melancolía refractan los colores, sólo los bordes de éstos emergen en el mundo de los sentidos”
Eso escribía Jünger tal día como hoy, del año 1945, abandonado París por Kirchhorst. No presenció la entrada de las tanquetas de los republicanos españoles. El esteta estaba a cubierto. Entre otros, se empeñó en oscurecer, aún más, el mundo. Y ahora, en su huerto horaciano, se quejaba de esa opacidad. Tiziano (*) como revulsivo. Ya mayor, descubrió las posibilidades constructivas del color, vívido y luminoso. Por cierto, ni su “Venus de Urbino” hubiera conseguido algo de Pavese (no me río, ni de lejos, de las desgracias ajenas). Por lo demás, lo del “gatillazo” es algo “sobrevalorado”…como, por lo demás, todo lo que tiene que ver con el sexo.



Tanto hablar de “melita” y seguro que no saben vds. que es el nombre de un asteroide y el de una de las ¡cincuenta! hijas de Nereo (el adivino) y Doris (su hermana). Ni que “Aglais” (urticae) es una de las “tres Gracias”, sus hermanas eran: Eufrosine y Talía. Y juntas representaban la belleza, el encanto, la naturaleza, la creatividad, la fertilidad…Sus padres… ¡a saber! Pavese se refiere de refilón a las “Cárites” en su “Diálogos con Leucó”, el libro con el que quiso dignificar su sórdida muerte.

Hace muchos años que leí “Oficio de vivir” de Pavese (con pequeños “retoques” de Calvino y la Ginzburg). No recuerdo los detalles. Pero sé que pensé que el título debería haber sido: “Preparación para un suicidio”. Que los “mortales” somos mortales, cae por su propio peso. Lo sabemos desde nuestras primeras incursiones en la silogística aristotélica cuando aquello de “los hombre son mortales”. “X es hombre. (Luego) “X es mortal”, que servía de paradigma para el silogismo perfecto (“BARBARA”, de la primera figura). Y que “Il lavoro stanca” también lo sabemos. Repetirlo constantemente es patológico, mórbido. Sangre, esperma, lágrimas… lo leí en santo Stefano de Balbo, en una trattoria de la calle Garibaldi, donde la calle se convierte en Piedmont. Cerca de la “fundación” Cesare Pavese. Ya saben vds. de mi afición por estas cosas.



 Los italianos le deben a Cesare Pavese las mejores traducciones de la mejor literatura anglosajona y algunas de las páginas más dolorosamente exhibicionistas de la literatura italiana. Fue detenido junto con sus socios de Einaudi y otros antifascistas. Encarcelado y desterrado a un pueblecito de Calabria, junto al mar. Por entonces también lo fue Carlo Levi (a la Basilicata). Mientras éste pudo transcender la situación y crear una obra testimonial e inolvidable: “Cristo se paró en Éboli”, aquél se hundió cada vez más en su “impotencia”. La cosa se tornó grave cuando “la mujer de la voz ronca”, a la que no quiso traicionar, se había largado con otro.

27 de septiembre 1937: “El mayor error del suicida no es matarse, sino pensar en ello y no hacerlo. Nada hay más abyecto que el estado de desintegración moral al que lleva la idea —el hábito de la idea— del suicidio. Responsabilidad, conciencia, fuerza, todo flota a la deriva sobre ese mar muerto, y se hunde y reaflora fútilmente, para escarnio de cualquier estímulo.”

30 de noviembre de 1937: “Sin embargo, no logro pensar siquiera una vez en la muerte sin temblar ante esta idea: la muerte vendrá necesariamente, por causas ordinarias, preparada por toda una vida, infalible hasta el punto de que sobrevendrá. Será un hecho natural, como la caída de una hoja”.

Durante la guerra se “ocultó” en las colinas de santo Stefano de Belbo (su pueblo natal) y no participó en las actividades de la resistencia (algunos afirman lo contrario). Cuando todo terminó se afilió al Partido Comunista, que acabó desilusionándolo. Su obra se debate entre el simbolismo mitológico de “Los diálogos…” y lo que ya podríamos definir como neorrealismo. Fue consciente de que nada, tras la guerra, volvería a ser igual. Una nota de melancolía por lo perdido. Perdonen vds. pero mi conocimiento del autor es insuficiente. Quizás vds. se animen a leerlo y descubran lo que yo no descubrí: Un escritor puro, para quien en la palabra resuena el ser primigenio. Para quien el lenguaje es la verdadera creación del mundo.

Y así hasta el 18 de agosto de 1950, fecha de la última entrada en el diario (“Oficio de vivir”): “Escribo: oh Tú, ten piedad. ¿Y luego?
Basta un poco de valor.
Cuanto más determinado y preciso el dolor, más se debate el instinto de la vida, y cae la idea del suicidio.
Al pensar en ello, parecía fácil. Con todo, hasta mujercitas lo han hecho. Se precisa humildad, no orgullo.

Todo esto da asco.

Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”.

El sábado 26 de agosto, salió de su domicilio turinés, recogió todos los babitúricos que había ido coleccionando y alquiló una habitación en el “Albergue Roma”. Desde allí llamó a diferentes amigos, sobretodo amigas. Nadie acudió, (¡por algo sería!). Era noche de luna llena. Quiero pensar que se vistió elegantemente (lo era de por sí) y salió a dar un paseo por las arcadas de la plaza Carlo Alberto con Príncipe Amadeo. Quiero pensar que tomó un café bien cargado y un vaso de grappa fría. No le importaría que le quitara el sueño. Quiero pensar que hizo un último intento por conseguir una mujer en el Corso Vittorio  Emanuele. Quiero imaginar su sombra rezagándose, intentando librarse, ella al menos, de lo inmediato.
A la mañana siguiente, un camarero del albergue fuerza la puerta de la habitación: Pavese está elegantemente tumbado en la cama. 16 tubos de somníferos están alineados sobre la mesilla de noche. Sobre la cama, a su lado, abierto por la primera página, un ejemplar de “Diálogos con Leucó”: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Está bien? No hagan demasiados comentarios” (no chismorreeen). La habitación huele a Maiakovsky.

Muchas son (¿) las causas que influyen en un suicidio, pero en Pavese pesó como un oráculo, su impotencia y su “eyaculación precoz”. Jamás, dice, pudo hacer gozar a una mujer. Y quizás con este pequeño detalle entronque su esporádica (pero ardiente) misoginia. No sentirse hombre (¿). Sentirse un muñeco inerme. No poder vivir el enamoramiento de forma completa…Él lo dice, no yo. Su ruptura con esa actriz americana fue la puntilla.

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
del alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.

Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
surgir un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.

Mudos, descenderemos al abismo.”
 
(1937)








RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...