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miércoles, 21 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, día 21 de agosto. Robo de la Mona Lisa. Cariño.



Ourense está rodeada de fuego. El calor es asfixiante. Y, por si fuera poco, la humedad que sube de la enloquecida ría, pone las cosas imposibles.

Hoy se me presenta una verdadera alternativa: o bañarme en colesterol en Vilalba (que prepara las fiestas de San Ramón), en compañía de los jubilados de media Galicia y después echar unas partidas al bingo y asistir a la agonía de alguno de los participantes;  o bien, visitar Cariño…y dedicarle la estancia a la dama de mis sueños. 

Sin  mirar la ría.

En una hora estoy en Cariño. Al final-final de la ría de Ortigueira.

Desconozco las razones toponímicas (o el arrebato) de quien otorgó el nombre. Sea como fuere, el paraje no tiene nada que pueda relacionarse con la ternura. Pero, si a eso vamos, tampoco Fortuna tiene nada que ver con el nombre que le endosaron. O Caravaca, por decir algo. Lo cierto es que estoy en Cariño pimplándome una cerveza en el bar que hay justo enfrente del cuartelillo (nunca mejor dicho) de la Guardia Civil. ¡Por favor! ¿En ese cuchitril deben de estar hacinados los miembros de la benemérita y sus familias…como en los pasillos de cualquier ambulatorio de la Seguridad social? Claro, después salen de ese agujero con ganas de expansionarse y pasa lo que pasa.
Soy el único cliente, creo que en semanas. La ensaladilla parece engrudo. Los boquerones en vinagre, no hay dios (¿) que los despegue del plato, se han pegado como la venda a la herida. La especialidad son los cacaos y los quicos: imperecederos. Cuanto más se sequen más se acercan a su esencia: frutos secos.

Huyo de este ventorrillo. Quizás en el puerto esté la cosa un poco más animada.

Transito por la calle Fraga Iribarne, por la de la Constitución, por la de la Paz… ¡Dios (¿) mío, dame paciencia y húrtame la glándula de la lógica.



 El sol está en su cénit local. Las sombras se acortan, parecen querer huir del calor sofocante e introducirse en aquello que las produce. O, directamente, dejar de existir para siempre…aunque sea gratis. “Peter Schlemihl” (Von Chamisso (*)) la perdió por una bolsa de monedas de oro que nunca se acababan. Ya saben vds. el destino del héroe “desombrado”… hasta su final feliz en Tebas con su perro “Fígaro”. La simbología es neta: la pérdida de una parte esencial de nosotros mismos no se puede pagar con dinero. Otra versión de “pacto con el diablo”. La obra es uno de los cuentos más deliciosos (¡?) de la literatura universal, apropiado para todas las edades. Así que si tienen hijos léanle esa conmovedora e instructiva fábula.
La familia de Chamisso procedía de Francia. Huyó de la Revolución y de la guillotina, que fue implantada definitivamente en Francia tal día como hoy, del año 1792. Y ello por razones humanitarias y de igualdad. Sobre este artefacto ya he dicho algo en otra ocasión. No recuerdo cuándo. Pasan los días, se amontonan los acontecimientos sin orden ni concierto y, con ese amontonamiento, mi lucidez, si alguna vez la tuve, se va apagando.

Hablando de pactos diabólicos y tal, me viene a las mientes que tal día como hoy, del año 1798, nació Jules Michelet. “La Bruja”, que por estas tierras se tiene como obra de cabecera, puso a las claras, de forma imaginativa (que no histórica), la naturaleza de la “brujería” medieval.

De camino me encuentro con el bar ”El Puerto”. Tiene, en la acera, unas mesas metálicas, miserables y a temperatura de fusión. Un toldo a franjas azules y blancas, como una gigantesca camiseta del “Deportivo”, irradia calor. Unos mozalbetes de “La Safor” (los reconozco de lejos), casi en pelotas, acaban de pegarse un atracón de lo que ellos denominan marisco: mejillones y sardinas.  Amontonan las botellas de vino debajo de la mesa. Su risa es contagiosa: te contagia un odio irresistible por la raza humana.

Paso de largo.

“Cariño” mío, tendrás que conformarte con esta amargura, con este deambular sin sentido. Quise ofrecerte la excursión del día…pero más me hubiera valido ir a jugar al bingo (y al entierro).

En la cantina (¿cómo llamarlo?) del puerto pido un bocadillo de atún (¡que me abran la lata en mis narices!) con olivas rellenas de bote y un tercio de cerveza. Por suerte tienen “La voz de Galicia”: “Muere un niño de doce años atragantado por una salchicha”. Es la única noticia que, sin ser alegre, parece tener visos de verdad. Me salto las primaveras árabes, Siria y demás.

Infórmense vds. en sitios serios.

Resulta que el chaval que, digo yo, iría con hambre de semanas, cogió la salchicha que le ofrecían y la engulló, como engulliría una boa a un lepórido de monte. Con la envoltura incluida. No pudieron hacer nada por su vida. La salchicha taponó lo que tenía que taponar para matarlo. En Cádiz…Pero las noticias corren como la pólvora. A Schumann le pasó algo parecido (¿). Es lo que tiene ese dar generoso, ese ofrecer desprendido, ese obsequiar altruista…Por cierto, Schumann  puso música a algunas canciones (“lieder”) de von Chamisso.

En eso que aparece un ciego (¿) con gafas de sol de un negro absoluto. Lleva los “iguales” cogidos con una pinza al bolsillo de la camisa de manga corta. Tantea el terreno con el bastón extensible, como la araña evalúa su red. Se dirige a la barra y coge, sin vacilación, una banderilla que se zampa entre ácidas muecas. Tiene práctica el muy bribón. Se saca el palillo a la velocidad de la luz.  Y se queda impertérrito mirando al frente, según la proporción áurea. Ha sido como una operación taquigráfica. Un esquema de acción.

Este cabrón me va a dar suerte:

–Oiga vd. invidente…

–¿Es a mí?

–¿Ve vd. cualquier otro ciego, aquí entre nosotros?

–Pues no. No lo veo. Pero pudiera haber algún otro escondido o qué sé yo…

–¡Deme un “muerto”!

Escoge a ciegas un boleto, lo dobla en cuatro. Escupe en el boleto (y me cae en las “crocs” chinas), lo frota contra la madera de la barra y lo dirige, empapado en cerveza agria, hacia donde se supone que se encuentra el interlocutor: YO. Lo cojo y me lo guardo en el bolsillo (¿en cuál? ESO ¡no importa! Importa que compro un “ciego” y me lo guardo!).

–Cantinero…¡Póngale OTRA banderilla al lotero. Esta la pago yo!

EL CANTINERO: ¡¡¡¡¡

EL CIEGO: ¿Lo jugamos a los chinos?

Bueno ha pasado la mañana de esta forma tan nuestra. No puede dudarse de que estamos en tierras de “brujas”.

De vuelta a la ría. Ahora parece que está subiendo. Cojo otra hoja del “Diario de Galicia” y me preparo una Melita. Unos chupitos de “El Afilador”. La guillotina (*). El pobre Luís XVI introdujo un perfeccionamiento decisivo: la inclinación de la hoja. Sus últimas palabras, huérfanas de gestualidad mayestática, fueron: “¡Ven Vds. como YO tenía razón!

Pequeños cúmulos, en rebaño. 



 El sol produce “a través del húmedo velo de las nubes una luz tenue, casi submarina, con sombras prendidas que se disolvían como el humo. Era la luz que Leonardo prefería, porque daba, según él, un encanto particular a los rostros femeninos”. Y esta luz era filtrada artificialmente con un toldo desplegable, según el gusto o la necesidad. El toldo cubría un patio rectangular de 10 x 20 codos, pintado de negro. Leonardo había dispuesto la escena en la casa de Piero Basto-Martelli, comisario de la Señoría. Florencia, naturalmente. Y allí acudía la señora Lisa, de ascendencia napolitana y tercera esposa de Francesco de Giacondo.

Si se colocan vds. dándole la espalda al Baptisterio, se abrirá ante vds. la calle Martelli. La segunda casa a la izquierda. Allí fue retratada la Gioconda. Objeto de esperanzas incumplidas, caritativa, recatada, fiel, cariñosa madre (que no “madrastra”). En fin…todas aquellas virtudes que hacen de una mujer un monumento funerario. Leonardo alquilaba músicos y bufones para que las largas sesiones se hicieran más llevaderas. Le hablaba de Venus y tal… Pero ¡ni por esas! Un día de verano, tal como hoy, del año 1505, posó por última vez. La pintura quedó incompleta (Vasari). El pintor fue añadiendo toques impregnados de melancolía, hasta que decidió olvidarla, imbuido como estaba en el desvío del Arno y la “Batalla de Anghiari”. La obra pasó, con Leonardo, a la corte de Francisco I. Napoleón se enamoró de ella y la clavó en su dormitorio. En 1815 pudo ser contemplada en el Louvre.

Y allí estuvo hasta tal día como hoy del año 1911



 Era lunes, y como saben vds. el lunes es el día en que cierran todos los museos del mundo. A las siete de la mañana, Vincenzo Perugia, que había trabajado en el Museo y que conservaba llaves e indumentaria, se puso la gabardina blanca, propia del “staff”, entró como Perico por su casa, descolgó el cuadro, lo liberó del marco, lo enrolló y salió por donde había entrado, con el precioso botín oculto en la gabardina. En la pared dejó el vacío más famoso de la historia del arte. Frente a él, el vacío de I. Klein es una impostura… Aquel hueco batió el récord de visitantes. La gente hacía colas que llegaban hasta Vendôme, para ver ¡Nada! Fue de las primeras provocaciones artísticas, de un interminable y aburrido rosario de ellas. No nos olvidemos de Dorgelès.

Las peripecias que siguieron y el desenlace son conocidos por vds. Pero quizás no sepan lo que paso a relatarles.

Picasso, que había abandonado “Le Bateau Lavoir”, por un piso burgués en el Boulevard de Clichy, y que no sé por qué motivo le había dado por la comida sana y por el agua, se aburría sobremanera. Poco a poco, sin embargo, se fue acostumbrando a los fastos. Su único día divertido eran los domingos, cuando acudían los amigos: Salmon, Apollinaire, Max Jacob y, a veces, “Manolo”, que por entonces ya había “emigrado” a Céret.
Ya, “en cordada” con Braque, se había sumergido en la deconstrucción hermética de lo real. El verano anterior, en Cadaqués, había llegado al límite. Tocaba replantear el problema. Se decidió un regreso lento y cargado de experiencia, a la realidad. El verano de 1911, en Céret, se observarán los primeros detalles de este regreso (cubismo sintético)… ¡No digo más!

Picasso acude a la invitación de Manolo. Después acude Fernanda, Braque, su esposa y otros amigos. La estancia acabó de forma abrupta.



 El 22 de agosto los vespertinos anuncian el robo de “La Joconde”.  El 24, en “L’Intransigeant”, Apollinaire, olvidadizo, se queja de la poca vigilancia de los museos franceses (vox populi) y concluye “El Louvre está pero guardado que un museo español. Apollinaire ha cometido una imprudencia imperdonable.

Mientras tanto, Géry-Pieret, un “aventurero” belga, declara en las páginas del “Paris-Journal” que él había robado (1907) tres estatuillas ibéricas del Louvre (dos de las cuales fueron ofrecidas a Picasso que las compró por cincuenta francos y las “utilizó” para “Las señoritas de Aviñón”). Al mismo tiempo que publica su aventura, el “aventurero” ofrece la tercera estatuilla al diario, que la compra en vistas a la publicidad consiguiente y a posibles investigaciones posteriores.
Así las cosas es lógico que Picasso y Fernanda hicieran las maletas y se prepararan para lo peor.

Apollinaire, enemigo, en plan futurista, de los museos, e íntimo ex–amigo del “aventurero”, calibra exactamente el peligro: Son los sospechosos número uno del robo de la Monna Lisa. Va a recibirlos a la Estación y se dirigen raudos a Clichy. Los artistas tiemblan “como niños contritos y espantados”. Sólo Fernanda mantiene el tipo. ¿Qué hacer? Además, por si la cosa estuviera poco cargada, ¡son extranjeros! Y pueden ser expulsados del país.

B. Cendras lo cuenta de forma inmejorable: ¡léanlo!

Hacen planes para deshacerse de la mercancía. Fernanda (los artistas tiemblan de indecisión) les consigue una maleta grande y, amparados en la oscuridad de la noche, se dirigen al Sena, como descuartizadores peligrosos. Sus palpitaciones resuenan en un radio de 9 metros. Algunos cristales vibran, con vibración sospechosa. Sombras cruzan las calles. La pareja se pasa el fardo cada cinco minutos, con precisión asesina. Ya cerca de la corriente, oyen un ruido que sobrepasa el murmullo estable de la urbe. Espantados, vuelven a subir, con botas de siete leguas (*), hacia Clichy, con el fardo. Fernanda les sacó ropa interior limpia. Y volvieron al principio: ¿Qué hacer?...pero…¡peor!: había una solución menos. Los rosados dedos de la Aurora asomaban por Menilmontant. Fernanda les prepara una Melita con la página de “L’Intransigent”. Y fue entonces cuando les vino la idea definitiva (nada original): entregarían las estatuillas al “París-Journal” que, en beneficio de la publicidad, las devolverían sin citar nombres.

Y allí los tienes a las siete de la mañana, esperando a que abrieran las oficinas en las que trabajaba Salmon. Se hizo la entrega y ¡todo parecía concluido!
Pero…¡NO! El día 7 de septiembre fue detenido Apollinaire: Una semana en la “Santé” (no confundan vds. con “Une semaine de bonté”):

“Avant d’entrer dans ma cellule
Il a fallu me mettre un
Et quelle voix sinistre ulule
Guillaume qu’es-tu devenu”

También fueron a por Pablo. Y aquí vino lo imperdonable: Picasso renegó, por tres veces, de su compañero del alma: “Je ne connais pas de poète”. Finalmente todo se aclaró (pero la herida se había producido) y también Apollinaire, absolutamente inocente, fue sobreseído (Enero de 1912).  El “affaire” fue ocasión para que los fascistas de siempre, esta vez en la voz de Daudet, mostraran su desprecio por los judíos, extranjeros y “metecos”.

Apollinaire quiso hacer algo para ganarse el reconocimiento y la nacionalidad francesa: se fue a la guerra y volvió con la cabeza llena de metralla. Murió de la gripe “española”.



La Gioconda apareció en 1913: Convertida en mito.

Acabo la olla de grelos que me trajo Xosé y me dispongo a ver “La Banda Picasso” de Fernando Colomo. Bueno…¡entretenida!

Pongo el teletexto para comprobar el cupón. Lo saco. Lo despliego y… ¡está en blanco!

–¡Me cago en el ciego de los cojones!


                                                          Monna Lisa sigue sonriendo.












martes, 20 de agosto de 2013

Propuesta para hoy, 20 de agosto. Roth. Praga. Trotsky. Led Zeppelin.



Llámenme romo, “morón”, bordeline o, simplemente, estúpido…Pero no le veo la mordiente a la leyenda de Job. No capto su significado universal e imperecedero. Lo único que saco en claro es que de cada millón de desgraciados a los que la mala suerte persigue, noche y día, con insistencia de chacal, sólo UNO parece acabar bien. El resto, aturdido, recibe una tras otra todas las calamidades hasta que le llega la última (que, por serlo, parece un premio de la primitiva). Quizá carezca de la glándula de la transcendencia.

Dicho lo dicho:
“El veinte de agosto (pongamos de 1904: inicio de la guerra ruso-japonesa) llegó a la casa de los Singer un mensajero de Kapturak para llevarse a Schemarjah…”

(Y así empezaron las desgracias). Ya saben vds.,  me refiero a “Job” de J. Roth. La obra (1930) fue considerada por la crítica una obra maestra, aunque no se salvó de las inevitables puyas. Es evidente que el Job de Roth no es el Job de la leyenda bíblica. Éste lucha por su dios entre tantos infortunios. Aquél renuncia y, pese a todo, el “milagro” se consuma. Eso sí…un milagro que no compensa tanta pérdida. Creo (vds. tendrán su propia opinión) que Roth muestra su carencia de fe en la posibilidad de los hombres para cambiar su destino con sus propias fuerzas. El “milagro” (la “resurrección” de Menuchin) en manos de Benjamín se convierte en una súbita ruptura del tiempo por donde puede colarse el “Mesías”, que no es otro que la revolución posible y necesaria. Sin ella, la barbarie está servida.

Por desgracia “la canción de Menuchin” no existe. Pueden, sin embargo, enchufar el esputofaif y elegir entre el amplísimo repertorio de Jehudi Menuhin. Si no saben que oír, decídanse por la “danza rusa” del tercer acto del “Lago de los cisnes” de Chaikovski. Ni de largo es lo mejor. Pero es que tal día como hoy se estrenó en Moscú su “Obertura 1812”.  La cosa estaba planeada como la guinda de todo un cluster de celebraciones: Inauguración de la Catedral de Cristo Salvador (1881), 25 aniversario de la entronización de Alejandro II (1881) y la celebración de la Exhibición de Artes e Industria (1882), se fue al traste por la muerte en atentado del zar y por la complejidad de la obra. Se estrenó a puerta cerrada y sin estruendo de cañones ni volteo de campanas. Medio Moscú hubiera ardido y las campanas hubieran sonado como a rebato. Y lo pensado como fiesta de la victoria se hubiera convertido en una conflagración universal. El mismo autor quedó muy descontento y así se lo comunicó a su mecenas Nadezhda von Meck: “La he escrito sin cariño…”. 



Precisamente hoy, no en su (de Roth) Galitzia natal, sino en la Galicia de Rosalía, he encontrado un trébol de cuatro hojas…en la orilla de la ría de Barqueiro. Un pequeño milagro que guardaré entre las páginas 48 y 49 de la novela. Y para celebrar el hallazgo me pimplaré una botella de mencía contemplando la locura de las aguas: suben y bajan con una lógica que no entiendo.
En el puerto de O Barqueiro, sentado en un taburete alrededor de una barca-bar y atendido por un amable mostachudo, continuo con las rememoraciones.

“Al final del verano, hacia el veinte  de agosto, recibí una carta en esloveno de Joseph Branco y aquella misma tarde se la traduje a mis amigos”.

Sigue siendo J. Roth. En este caso “La cripta de los capuchinos”, esa joya de la literatura mundial (perdonen al traductor tantos errores de toponimia…) y acompañante de la lenta agonía de su autor. Lo que destruyeron entonces, ya no sería posible nunca más: Un “Estado” supranacional. Un espacio de convivencia en donde los diferentes “pueblos” sintieran como propio lo que era propio también de otros “pueblos”.
Aquí Roth está tocado por la experiencia de la I. Keun y acariciado por los “huesudos dedos de la muerte”. 



–Sr. Mostachudo… ¡Póngame una cañita y unas anchoas! ¿Ha notado vd. que el otoño se intuye ya en este aire fresco que viene de Bares? ¿Ha percibido la melancolía de esta luz más amarilla de lo que debiera ser propio de la estación?

–Le pondré el pedido, caballero…pero no me venga con esa exacerbación de la emotividad.

–Perdón si he ofendido la suya. Pero es que presiento un fin. Y no me da pena, no. Me alegra: pues el fin que presiento es el de la causa de mis desconsuelos. ¡Y no diré más!

–Así… ¡calladito, que está más mono!

El 20 de agosto del año 1000 se creó el Reino de Hungría y su primer rey, Esteban I, y su hijo Emerico, fueron canonizados otro 20 de agosto (del año 1083). Roth no simpatizó nunca con estos territorios de K.K.
En fin, también un 20 de agosto del año 1968 tuvo lugar otra pérdida: La llamada “Primavera de Praga” tocó a su fin. Los contrafácticos sólo sirven como estimulantes para la imaginación. Nadie sabe cuál hubiera sido el destino del “socialismo con rostro humano”; aunque sin duda no hubiera acabado peor que la “Revolución de terciopelo”. La revolución, el cambio, ha de basarse en la voluntad y los intereses del “99%” de la población o no será posible.

Parecen títulos de canciones de Ives Montand.  














 Lean vds. (relean, que se dice) “La insoportable levedad del ser” de Kundera. Si no quieren no la lean. Pero se desarrolla en ese contexto.
 
Mientras los tanques rusos entraban en Checoslovaquia, Jimy Page, que había abandonado a los “Yardbirds”, cambiaba impresiones con Robert Plant (nacido el 20 de agosto del año 1948) en Birmignan (o como se diga) y de ahí saldrá “Led Zeppelin”. Les costó dios y ayuda convencer a Eva Von Zeppelin, sobrina del inventor del dirigible, para que accediera por las buenas al uso del nombre. La cosa se complicó cuando la buena señora vio el artefacto en llamas en la portada del disco.

Casi lloroso le imploro al mostachudo, que no ha resultado tan amable como pensaba, un bocadillo de atún con olivas y pimiento… y un tercio. Ya entrados en harina comeré aquí mismo.

Lo ven vds. ¡lo ven! ¡Ahora sube la marea! No lo entiendo. Ayer a estas horas bajaba. Los andariegos-bañistas se apresuran en volver. Ahora se llenará de gente este cobertizo y no podré comerme el bocadillo con tranquilidad. Además el mostachudo se pondrá de más mala hostia y se enseñará conmigo, apacible visitante.
¿Qué les he dicho? El bocadillo, viene en un plato de plástico. Todo el atún se ha salido de su sitio. Las olivas ruedan por el plato. La tira reseca de pimiento morrón, pegada en el borde del plato, lucha por no despeñarse (como personaje de las “Puertas del Infierno”). Parece un fleco. No me ha traído servilleta ni vaso. Pero me voy a callar no sea que aún me quite la manduca. Por cierto ¿no tenía el Fary (*) una canción que se llamaba así? ¿O era “la Mandanga”? ¿O “el Mondongo”? ¿O “el Mandinga”? Si sonara en estos momentos una cancioncilla del Fary… algo marinero, algo vacacional… ¡sería la hostia!










Infórmense vds… ¡Infórmense! de cómo acabaron los diferentes intentos de crear un socialismo no burocrático y basado en una democracia real.

Infórmense Vds. y se enterarán de que tal día como hoy, del año 1940, Ramón Mercader, por orden de Stalin, que ya había hecho limpieza en la URSS, hundió un piolet de escalador en la cabeza cana del “profeta desarmado”. Eran las 5’30 del 20 de agosto. Hacía calor y Mercader apareció, con abrigo y con cara de haber pasado una mala noche. Tenía entrada libre. Pese al atentado de la primavera anterior en el que participó activamente Siqueiros, Mercader tenía libre acceso a la residencia de la calle Viena (hoy tomo huele a imperio austrohúngaro) de Cayoacán. Condenado, el asesino, a 20 años, acudió, cumplida la condena, a la URSS a recoger las condecoraciones y honores que le tenían reservados. Una historia sórdida, apestosa, cutre, digna de “El Caso” (si no fuera por lo que es). “Asaltar los cielos”.
Falleció de madrugada, cuando la luna, ya para menguante, se ocultaba en el horizonte. Cuando la noticia llegó a  Martigues Jacqueline leyó los titulares y le mostró el diario a su marido, Breton leyó estremecido y exclamó: "Los bastardos por fin lo alcanzaron". Al cabo de unos días embarcaron en Marsella rumbo a América.





Fueron indignos hasta en la elección del nombre de la “operación”: ¡”Pato”!

En fin…

Y ahora, con delicadeza, pediré el carajillo y remolque de “Afilador”.

Vean Vds. con qué presteza y agilidad acuden desde alta mar los desorientados bañistas. Acuden en tropel como los cristianos al llamado de Bernardo de Claraval (*). La segunda cruzada (declarada “guerra santa”), como sabrán, fue un desastre. Esperen un poco y verán a estos sedientos veraneantes intentando acercar el morro  a los mostradores. ¡Desbandada general!

Yo me largo. Eeeeh! ¡Aquí tenéis un sitio libre!...

La casa está justo al comienzo de la ría, es decir, donde el río se convierte en ría, produciendo un milagro que traspasa la gramática… para convertirse en episodio mítico. Justo donde lo masculino se trueca en femenino. Justo allí se encuentra la casa.

Mientras aso unas sardinas con fuego de mazorca y me pimplo el gintónic vespertino, conecto el esputofaif  para que suene el disco “debut” de Led Zeppelin. La voz de Robert Plant, el Janes Joplin masculino, es capaz de destrozarte la vajilla y hasta el cristalino de los ojos. Sin ir más lejos, Xosé, el vecino, dizque el porrón que se estaba empinando le ha pegado un crujío y ha estallado…¡Es una sublimación!, dice. Se ha quedado con el puño de la mano derecha cerrado sobre sí mismo, la cabeza levantada, los ojos expectantes dirigidos al puño y la boca abierta esperando el chorrito. Él está bien, dice.


















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...