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lunes, 8 de julio de 2013

Propuesta para hoy día 8 de julio. Shelley y compañía.



Asteriscos* responden a efemerísticas razones.

1
A las 9:20 subo al avión. A las 13:20 bajo y estoy, dicen, en Génova. Antes hemos parado no sé dónde. No recuerdo nada. En efecto, estoy en Génova: en el aeropuerto Cristóbal Colón con mi bolsa de las olimpiadas de México. He sido arrastrado por mi locura efemerística, que me va a costar la bolsa y la vida. Se suda. Me siento a una mesita, pido una grappa y pongo en orden mis propósitos. Miro mis notas: He venido, creo, a rememorar el fin de Shelley…
–¡Camarero!– y giro el índice de la mano derecha, señalando la copita. El paquistaní no entiende el signo. Tengo que acercarme a la barra. Me la pimplo de pie. Me dirijo a la estación de Cornigliano. Llego vivo, de milagro. No saben ustedes lo que son las obras en Italia. Italia es un buen ejemplo de aquello del desarrollo desigual y combinado. Quince minutos esquivando gilipollas motorizados. Un cercanías me lleva a la estación de Nervi. Salgo. Me acodo a una mesita inestable; aparto la macetita de rigor y espero. Pido un panini al prosciutto  y una cerveza. Cierro con un corretto de grappa. El camarero no encaja lo del fifti-fifti
Se suda, oigan, se suda. A las cinco y diez piso los andenes de la estación de Viareggio. Llevo 10 horas ausente y siendo transportado d’aquí pa’llá. Mis Ángeles, todo hay que decirlo, se han negado de todas todas: que si tengo que asumir mis excesos y tal y más cual. ¡Cabronas! Cuando me recupere…
Pregunto a una abuela por el monumento a Shelley, pues supongo que lo habrá. La abuela se encoge de hombros, frunce los labios y arquea las cejas. Sólo le falta pasarse el dorso de la mano por la sotabarba. Echo a andar hacia la playa. Lo adivino por los transeúntes: Se nota cuándo van o vienen, excepto si son gallegos.




En el cruce de Mazzini con IV de noviembre, flaneando, giro a la izquierda, al azar… y en cinco minutos, flaneando, estoy delante del busto del poeta, salvado de no sé qué barbarie por un comosellame héroe local. El inevitable Café Shelley se encuentra en una esquina de la plaza. Ambiente hortera, juvenil, bullanguero… como no podía ser de otra manera (¡!). Las solapas de los niquis se alzan como guillotinas. No quiero ni imaginarme cómo estará por las noches. Pido una cerveza en la terraza y espero que pase el calor. Según el calor amengua, va creciendo la sofocante ola-reguetón: son como vasos comunicantes.  
Para ir a la playa tiene usté que cruzar la plaza dedicada a D’Annunzio, atreverse con el viale Daniele Manin, y atravesar la espesa jungla de baños privados que cierran el paso. Si lo consigue, se abrirá ante usted un arenal sahariano sembrado de sombrillas como si fueran coles. En algún lugar de esta playa, o puede que en la arena que duerme bajo el asfalto de la plaza. O puede que, incluso, debajo mismo del café Shelley… 

2
Cuando aquella mañana de un día de finales de junio del año 1822, Shelley, entusiasta marinero de agua dulce, borró, decidido, el “Don Juan” que había escrito en la amura de babor y caligrafió “Ariel”, estaba firmando su sentencia de muerte.
Y es que, para dar velas a su inspiración, les dio por navegar y, como dinero no faltaba, encargaron dos veleros como el que encarga dos cafés. Los Shelley, para reposo de la nave, alquilaron una casa en la costa de Lerici. Byron lo aparcó en Livorno. Todos hacían vida en Pisa. Bueno, la verdad es que resulta difícil seguir el rastro de esta troupe que aumentaba día tras día. 

El barco de Shelley, en su primer viaje (de Génova a Lerici), ya había dado pruebas de su naturaleza inestable: Graves defectos de diseño le habían dotado de una fuerte querencia hacia las simas… Estaba claro que Percy era marinero de agua dulce… y un esteta.
Byron, entusiasta de la idea marinero corsario”, recibió en Livorno el suyo, al que bautizó con el revelador nombre de “Bolivar” que, por entonces, integrado definitivamente El Ecuador a la república de Colombia, se hacía cargo de la campaña del Perú. 
Byron prefería hacer los trayectos a nado–manifestó. 
Hagan el favor de poner en el sputofy la música que escribió Mahler para los niños muertos. Desde lo de Frankenstein ningún niño (y pocos adultos) había sobrevivido. Este que, ahora, acuna Mary, Percy Florence, parece la excepción sin la cual no hay regla que se precie. No hacía ni dos meses que Byron había embalsamado el cuerpecito de Allegra y lo había facturado para Inglaterra. Y sin embargo… Ahí estaban, dispuestos a circunnavegar el globo. Mientras, se entrenaban en estas estúpidas aguas. 
Este palíndromo: “In girum imus nocte et consumimur igni” sobrevolaba elegante.
Un negocio editorial forzó una reunión presencial en Pisa. Shelley y Williams navegaron desde Lerici y aparcaron en Livorno. En Lerici quedaron, cual Penélopes, Mary, Jane, compañera de Williams, por quien Percy bebía los vientos y los elementos (y sus retoños). ULTIMOS POEMAS.


El 8 de julio, o sea tal día como hoy, del año 1822, acabados los asuntos que los habían llevado a Pisa, Percy y Williams, ayudados por un pobre desgraciado, inician el viaje de vuelta. Antes pasan por el banco y compran regalos para las mujeres... que tejen en Lerici.
Las tres de la tarde. Todo estaba en calma. Hacía semanas y semanas que no llovía. Las rogativas se sucedían. Shelley pensó con emoción en Vasco de Gama poniendo rumbo a la India (*).
3

CALIBÁN. - ¡Que el maligno rocío que barría mi madre con una pluma de cuervo sobre el malsano aguazal os inunde a los dos!  ¡Que un viento Sudoeste sople sobre vosotros y os cubra la piel de úlceras!
(…  …)
VARIASVOCES: ¡Misericordia de nosotros!... ¡Zozobramos, zozobramos! ¡Adiós, esposa!  ¡Adiós, hijos!  ¡Adiós, hermano!  ¡Nos hundimos!  ¡Nos hundimos!
(...  …)
Y así fue como un viento nacido en Elba y envenenado en la isla Gorgona, se abatió sobre la nave, arrastrándola a su lugar natural: la sima.
El deseo de Calibán, como si de Próspero se tratara, fue una orden para el silfo Ariel… que disfrutó amb la feina ben feta. Shelley, sentado a proa, inclinado sobre un libro, leía / mientras, por popa, la nave se hundía.
“A quien en la ciudad estuvo largo tiempo
confinado, le es dulce contemplar la serena
y abierta faz del cielo, exhalar su plegaria
hacia la gran sonrisa del azul.”

En algún momento sintió nostalgia del perfume de las almendras amargas.
Como los viajeros no llegaban a destino…
Los guardacostas sólo pudieron confirmar que vieron el barco y que después no lo vieron: A la altura de Viareggio. Era lunes y ya se sabe: “En lunes ni te cases ni te embarques.”

4
Veo la luz, y oigo el sonido;
Navegaré sobre la corriente de la oscura tempestad
con la calma dentro y la luz alrededor
que convierte la noche en día:
Y tú, cuando la oscuridad sea completa,
contemplarás desde tu pálida tierra, atrapado en el sueño,
mi vuelo lunar, que entonces podrás señalar
en lo alto, muy lejos.

La noticia llegó a Lerici, volvió a Livorno, regresó a Lerici, se expandió por Pisa y llegó, creo, hasta Massarossa, hermanada con Teià, desde donde escribo esto que escribo.  El “Bolivar” peinaba las olas. Los caballos, la tierra firme. Pasaron los días, les semanas… las rogativas, ampliadas para incluir el suceso, no surtían efecto. Empezó agosto. En la playa aparecieron restos compatibles con el caso… y, por fin, el día de la Virgen, Ferragosto, Trelawny encontró los restos de Shelley. A falta de perro, fue reconocido por los volúmenes de Sófocles y de Keats que se encontraron en sus bolsillos.
…Venid a estas arenas amarillas y cogeos las manos después de los saludos y los besos… (Canción de Ariel).
Sobre el destino del  cuerpo de Williams y, sobre todo, del infortunado tercero, Charles Vivian, merecedor de la categoría de mártir… del que sólo se encontró su esqueleto… ¡Infórmense Udes. Infórmense!
5

Pintura de Edouard Fournier… aunque mejor lo hubiera hecho Artemisa Gentilici (*).

El bueno de Trelawny intentó la repatriación de los cadáveres. La ley establecía que los cadáveres de ahogados en el mar, deberían ser cubiertos de cal viva y enterrados inmediatamente… como con el coronavirus, vamos. Consiguió, no obstante, aferrándose al efecto Pompeya y Herculano, permiso para reeditar una escena i(lia)dílica: Incinerar a lo grande el cuerpo aniquilado del poeta, cual Héctor de la poesía. Adujo, también, en favor de la causa, los méritos de Sclidemann (*) y Evans (*).
En París, Delacroix dibujaba ahogados, para la “Balsa de la Medusa”.
Consiguió un horno y unas parrillas… y lo que se preveía épico, resultó una barbacoa deshonrosa. Byron, se balanceaba sobre su pie renco, acumulando aventuras para su Don Juan, que avanzaba vertiginoso.
Nada que ver con la pira de Patroclo. Céfiro no acudió; ni Ariel.
El sol caía a plomo. Como no quemaba bien, arrojaron arrobas de vino de Toscana. El resultado, más pareció una liebre a la patagorrina que a una pira aquea. Sólo quedó la mandíbula, el cráneo, que un obrero había destrozado y algunos girones incombustibles. Byron, caprichoso, pensó que el cráneo podía servir como copa: No se molesten en repetir esto conmigo. Dejen que me pudra donde caiga. 
El ideador del evento, impulsado por el viento de la inmortalidad, metió las manos en las brasas y agarró lo que creyó el corazón fértil del poeta: Cogió el hígado (o el bazo) y lo envolvió en una hoja de las poesías de Keats… que, también, acababa de morir. Así lo recibió la viuda y así lo conservó:
Con la cabeza apoyada sobre el fecundante seno de mi hermoso amor,
Sentir para siempre su blanda caída y ondulación,
Despierto para siempre en una dulce vigilia,
Inmóvil, inmóvil para oír su tierna respiración
Y así vivir siempre.

Con esta dolorosa escena se puso punto y final a estos años de vértigo. Las vísceras, las cenizas (en “una urna griega”), los huesos y los objetos, siguieron su entrópica marcha por las salas de subasta. Algo fue a parar al cementerio protestante de Roma:
Nada de él se pierde
Pero el mar lo convierte
En algo rico y extraño
(W. Sh. “La Tempestad” Acto I, scena II)

La viuda dedicó sus años a la memoria de Shelley. 
Byron acabó sus días, como ustedes saben, en Mesolongi, importante zona palúdica: Su corazón… ¡Ay, su corazón!

“Entonces, ¿qué es la vida?, grité”
6
Dos playitas, ridículas y públicas, se extienden a la orilla del canal portuario. Precisamente en el vértice formado por la playa y el paseo del puerto, se levanta (es un decir) un quiosquillo, entre un tiovivo y una noria vicaria. He pedido un cuartillo de grappa y un platito de olivas. La playa está desierta. El coronavirus está en su apogeo. Y yo, como ustedes supondrán, estoy inmerso en el estrit viu.
Apago el ordenador y me ahorro el viaje de vuelta. 


“¡Sigamos así! Finalmente, mi querido y valiente amigo, resultará que somos un par de esforzados nadadores. Todo el mundo nos considera ahogados, pero de repente volvemos a emerger con algo procedente de las profundidades, algo que pensamos tiene cierto valor y que quizá terminará teniéndolo para los otros…” 
(8 de julio 1881. Aquella primera noche en Sils-María parece que el filósofo la pasó escribiendo cartas… esperando la Aurora.



viernes, 5 de julio de 2013

Propuesta para hoy, día 5 de Julio. Balsa de la medusa.




                                       
Tal día como hoy, del año 1816 (“el año sin verano”), la oficialidad de “La Medusa”, nave capitana de la flota del Senegal, decide el abandono del barco y dar comienzo a una de las tantas historias vergonzosas  de las que rebosa la historia militar.
 
La mañana del 17 de junio, mientras a las orillas del lago Leman se está gestando lo que será el paradigma del terror romántico (“Frankenstein”), se da inicio a la serie de acontecimientos que Guéricault condensará de forma escalofriante en “la balsa de la Medusa”: ejemplo de romanticismo pictórico (en la forma) y de deshonor (en el fondo).

Podemos ahorrarnos el contexto: restauración de los borbónidos…la aristocracia, que quiere aprovechar el tiempo perdido…Francia, hecha polvo, intentará exprimir lo poco que buenamente han tenido a bien dejarle sus vencedores.

Así pues, a las siete de la mañana del 17 de junio, se hace a la mar, desde la rada de la isla de Aix (en la bahía de La Rochelle y Rochefort) una flotilla con destino a Senegal. Objetivo: ver lo que se puede sacar de esa pequeña cuña que los ingleses, en su bondad, han querido mantener en poder de Francia.
Los 365 (y la tripulación necesaria) iba repartida entre:

·         Medusa” (nave almirante)
·         “Echo”
·         “Barkloire”
·         “Brigg Argus”

De los 365 (sin contar la tripulación necesaria), 240 viajaban en la “capitana”.
Tras franquear “Finisterre”… ¡hombre al agua!...que se ahogará sin remedio. Se limitaron a echarle un tonel y a aconsejarle que consiguiera atraparlo y se agarrara fuertemente. Visto lo que veremos esto no pasa de ser una broma de Gila…¡mal presagio!...





Los alisios soplan de lo lindo este verano. Y “La Medusa” se distancia. A los diez días bordean Madeira y se deleitan con la hermosa Funchal. Al amanecer del día siguiente divisan las islas Selvagens  y, con la luz del ocaso, se les aparece la majestuosa cima del Teide, completamente nevado (“año sin verano”). Reponen y abastecen en Santa Cruz.
 
Guéricault se ha informado de todos estos pormenores y esboza apuntes y estudios para ir entrando en calor y encontrar el punto.

El primero de Julio doblan el cabo Bojador y cruzan el “Trópico de Cáncer”…fiesta y “bautizo”…propinas…unas copitas. Viento en popa a toda vela. ¡Brindad por lo que se avecina!...Que dios se apiade de vuestras almas…porque vuestros cuerpos se diluirán como azucarillo en absenta.

El 2 de julio se encuentran en el cabo de Barbas y se dirigen hacia el golfo de san Cipriano…Van siguiendo las cartas elaboradas por el Ministerio de la Marina del Reino de Francia…bordean la costa entre un enjambre de rocas insospechadas…están a medio tiro de cañón de la costa. El capitán de “la Medusa” cree distinguir el cabo Blanco y se dirige hacia allá a toda vela. Pero no es el cabo Blanco, sino una nube negra, generadora de una tormenta terrorífica. Algunos oficiales intentan convencer al capitán de que está viendo visiones… Pero el capitán era, a todas luces, un inepto, y había alcanzado el cargo por designación graciosa. A la ineptitud, sumó la inhumanidad y la grosería. Del gobernador ni hablamos…

“El Echo”, lanza fuegos de artificios, hace sonar las sirenas y coloca una antorcha en el palo de mesana…”El Medusa” lo ignora y sigue a lo suyo: deslizarse poco a poco hacia un gran banco de tierra (santa). La plomada señala cada vez menos profundidad…las olas indicaban, por su lívido color, el poco fondo y arenoso.  La plomada marcaba 5 metros y medio de profundidad…
¡lastre fuera!...¡izar todas las velas!...¡abramos todas las bocas para coger el máximo viento posible que nos aleje de la desgracia!... 

El barco hundió su quilla en la arena con fruición (frente a la isla de Arguin). Todos saltaron por los aires; cuando volvieron a caer, se dedicaron a desmontar lo desmontable y a tirarlo al mar. Dejaron el barco como una cáscara de nuez… ¡Pero los 44 cañones no fueron arrojados por la borda!, esperaban recuperarlos cuando todo hubiera pasado…Pero no hubo un después. Aquello fue el fin.

Como es norma, el barco no llevaba los suficientes botes de salvamento. Así que se pusieron a toda prisa a construir una balsa de 20m. x 7m. con cualquier material que sirviera:

“Las vergas de gavia se encontraban en los lados más largos, entre ellas se habían emplazado las vergas y los juanetes del trinquete y del palo mayor, que se había anudado por medio de una fuerte jarcia. Por encima de ello se había clavado en ángulo recto algunas tablas de cubierta, dividiéndolas en cinco partes con cinco tablones largos, los cuales asomaban dos, tres metros por los lados; en la proa dos vergas cruzadas formaban una especie de parapeto; de barandilla (así llamada por lo que mandaron construir la balsa, y que no se apoyarían en ella a echarse un cigarrillo), servía un entrelazamiento de maderas diversas, con apenas medio metro de altura.”  (Peter Weiss, tomado de las memorias de dos de los supervivientes)

A primera vista parecía apropiada para unas doscientas personas (¿). En cuanto subieron 50, les llegaba el agua a la cintura.

Así que tal día como hoy, del año 1816, de madrugada, se decide abandonar el barco a su mala suerte.

·       El mejor bote, de 14 remeros, se lo apropió el gobernador (al que descendieron con una polea, sentado en un sillón) y los altos funcionarios. Total: 35 hombres más la impedimenta y los remeros.

    Otro bote de 12 remeros fue ocupado, pistola en mano, por la oficialidad: 48 hombres, más los remeros.

·        Otro de doce remeros, fue ocupado por otros 28 oficiales y los remeros.

·        Una chalupa sin remeros: 30 personas.

·        En la pequeña yola, sin remeros, pero con vela: 15 personas.

·      Y en el último, de 8 remeros, se acomodaron 30 personas destinadas al servicio del puerto (más los remeros).

Este último bote arrastró la balsa con intención de remolcarla…Pero soltó la amarra y la dejó como juguete para el mar embravecido. Al cabo de diez minutos ya no se veía ninguna luz… De las otras fragatas no había ni rastro.

Echando cuentas, faltan 30 ó 40 hombres: serían los exploradores…los que van delante… para asegurar que el camino hacia la sima está expedito. 

Imaginen vds. la escena: Olas gigantescas saltaban por encima de la plataforma, sobre la que se instalaron FINALMENTE 149 personas (entre las cuales una mujer)…el mar rugiendo…los abandonados clamando ayuda a los cielos oscurecidos…

La balsa crujió y empezaron los primeros e  irreparables daños. 

Este era el contenido:

·         129 personas de la tropa.
·         29 marineros o pasajeros.
·         6 barriles de vino.
·         2 barriles de agua.
·         1 saco de bizcocho.

·         Algunos trozos de lona.

Ni mástiles, ni timón, ni cartas náuticas, ni instrumentos de navegación.

La corriente los arrastraba mar adentro…y las esperanzas enfilaban hacia la costa. Confiaban en la rápida vuelta de alguna de las fragatas… ¡Pero no volvieron!...Ni siquiera “Argos”, de mil ojos…
Al amanecer, el ponto se había tragado a diez infelices y otros doce yacían muertos, atrapados entre el desordenado maderamen de la plataforma. Una verga de gavia fue colocada como mástil y engancharon, como pudieron, los retales de lona que les habían sido entregados. Los muertos ascendieron a 65 antes de concluir las primeras 24 horas.

Un iluminado por Lucifer, se lanzó a las olas hambrientas en busca de ayuda: “¡Volveré!”, dijo…Uno menos, una ración más. También las raciones desaparecieron…

Cuando sólo quedó un barril de vino, sus devotos, pensaron que… ¡ahora sí!...había llegado el final...y se dejaron morir desalentados.

Pasó una semana y ya sólo quedaban 30. 

Guéricault repasaba el proceso buscando la máxima concentración…el momento que mejor sintetizara el desastre…Así como Mirón había plasmado todo el movimiento del lanzador de disco en un instante que concentraba el pasado y el futuro…así el pintor buscaba ese punto que nos explicara el antes y el negro después. Trabajaba día y noche…construyendo una maqueta de la balsa…dibujando muertos en la Morgue. (Sue, hijo de anatomista le facilitó cadáveres)... esbozando miembros disyectos…expresiones desesperadas (en asilos, cárceles, y casas de locos)…y sufría como un náufrago más…y se le iba yendo la vida…y la chaveta.





           











Alguien consiguió formular correctamente los pensamientos del resto y se atrevió a morder un muslo de muerto…Como Ugolino…tragó el trozo, que se desprendió con facilidad, como si tragara el alma negra de su padre. Todos se lanzaron a mordisquear la carne melosa y salada…Otros prefirieron, cortar y dejar secar al sol…Todos participaron del banquete pre-humano que les permitió conservar su humanidad.

¿Y la mujer?...los cronistas no dicen nada de ella. La imaginación se desboca. Guéricault pensó incluirla. ¿Sufriría doble sufrimiento?...Los que se sabían condenados ¿respetaron la desesperación de la mujer?... ¿añadirían vergüenza a la muerte asegurada?...Joarizti afirma que, fue arrojada al mar junto con otros catorce moribundos, que no merecían ya el vino que bebían.

El agua salada y el sol los dejó en carne viva y después los amojamó. Bebían la orina puesta a refrescar de un día para otro… ¡maldita suerte la nuestra!

12 días y 13 noches…que el pintor vivió muriéndose. Por fin encontró el centro de gravedad del proceso. Borró, veló, corrigió…hasta que dio con esa pirámide de la esperanza, ¡el negro!… ¡el africano!, agitando el trapo y los moribundos, espoleados por la esperanza, logran conformar esa cuña contra la desesperación…Los muertos siguieron muertos…”¡demasiado tarde!...¡demasiado tarde!”... (como diría el otro).
 
En la versión definitiva no se ve ningún barco salvador: en una obra anterior, “el Diluvio”… ¡tampoco aparece ningún arca protectora”.

El “Argos”, de mil ojos, los encontró por casualidad… ¡no iba en su búsqueda!

Observen la tensión entre el punto del que llegará la salvación y la  contraria de la vela. La cosa aún no está decidida. Puede que sea un suspiro pasajero…La composición piramidal al servicio de una salvación biológica, no al servicio de la Teología. El grandísimo formato, arrebatado a la nobleza y a la HISTORIA, al servicio de los humillados. Entramos en la historia…por la ranura de la desgracia… ¡pero entramos en la historia!...Delacroix continuará.

Miren los ácidos verdes…el negro de betún depositado en los recovecos. Comparen con la limpieza anterior y vean hacia donde van las cosas…Courbet…

Se salvaron: El geógrafo Corréard, el cirujano Savigny; el capitán Dupont; el teniente Hereus; el funcionario Bellay; el alférez Coudin; el marinero Coste; el práctico Thomás; el enfermero François.
Se salvaron, pero murieron en cuanto llegaron a tierra: el soldado colonial Charles; el suboficial Lozack; el también suboficial Clairet; el cañonero Larilette y un marinero desconocido de Tolón. El resto fue internado en el hospital de Saint Louis, bajo vigilancia de los militares ingleses, que no encontraban motivo para abandonar el lugar ya que no habían aparecido las tropas de ocupación francesas.

La “escuadrilla” fue dispersada…unos, llegaron a San Luis; otros, decenas de kilómetros más al norte, desierto mediante. Su travesía del desierto fue tan lamentable como el destino de los náufragos. Cuando FINALMENTE entraron en la ciudad, parecían el cortejo de la “santa compaña”.

Tras tres intentos en 40 días, pudieron llegar a la “Medusa”, donde encontraron un superviviente que enroscado como reptil, platicaba con fantasmas…cadáveres flotando y golpeándose contra el casco de la nave. Por lo demás, la nave había saqueada y no hallaron los miles de francos que habían venido a buscar. 

En San Luis, mientras tanto, los habitantes vestían ropas extrañas y adornaban sus cabezas con gorros, gorras, sombreros, tricornios…nunca vistos. Las mujeres usaron los catalejos como rulos para el pelo. La tricolor convertida en “pareo”…la ciudad olía a pólvora…había patios adornados con cañones… Aún pasarían muchos meses hasta que la madre patria decidiera repatriar a los desgraciados. Muchos habían enloquecido…como Guéricault, que, cuenta Delacroix, parecía un viejo a la edad de treinta y tantos. 

El artista tenía su estudio en el 23 de la rue des Martyrs, actualmente entre una tienda de maletas y una licorería, el edificio aún conserva su nobleza. Entras y un corredor desemboca en un patio adoquinado, seguido de un jardín…Antes había un pozo, dos acacias inmensas, el abrevadero para los caballos y, a mano izquierda, las cuadras. Allí en el tercero, esbozó (del otoño del 17 al otoño del 18) el cuadro. Las dimensiones de la obra le obligaron a tomar un estudio más grande en la rue Louis le Grand. Acabado en 1819, fue presentado en el Salón (Salón Carré del Louvre) de ese mismo año: Guéricault se paseaba, enloquecido y anónimo, entre la concurrencia. Sólo se consoló cuando vio y oyó el desprecio por el fondo y la forma. El cuadro estuvo prohibido algunos años y se convirtió en un símbolo de la corrupción de la monarquía, recientemente reinstaurada. Y en emblema del romanticismo naciente.

El infeliz artista amaba y susurraba a los caballos. Y ellos lo amaron ¡hasta la muerte!
















La rue des Martyrs (Montmartre), limitaba ya con las zonas campestres. Montmartre, era (entonces) un monte lleno de viñedos, granjas, molinos, granjas…Un sitio ideal para dar una vueltecita con el caballo. En la Place Blanche (por las canteras de cal) su caballo se espantó ante una barrera y lanzó al jinete por encima de sus orejas…lo sintió… ¡pero ya estaba hecho! La herida se infectó y siguió, ocultamente su curso. 

Unos días más tarde, Guéricault, participó en el Derby del Campo de Marte…volvió a caer y la infección ya no pudo seguir silenciosa….atacó la columna vertebral, los huesos de la espina dorsal empezaron a descomponerse…el artista se pudría en vida. Yacía en su pequeña habitación del nº 23 rodeado de lienzos y dibujos. “La balsa…” que no encontró comprador, yacía enrollado en un rincón. Se libró, por lo menos, del descuartizamiento (para ser vendido a trozos) propuesta de un perspicaz comerciante.
 
Cuando en diciembre de 1823 (un poco antes de morir) lo visitó Delacroix, “no pesaba más que un niño”. Seguía imaginando grandes composiciones contra los horrores de la esclavitud, contra la crueldad de la Inquisición…Murió el 26 de enero del año siguiente.

Fue enterrado en Père Lachaise. 


















El muerto sobre el que el anciano tocado de rojo parece posar para Rodin…es un retrato de Delacroix. Delacroix le devolvió el favor y lo colocó, como el muerto más evidente, en “Dante y Virgilio” (1822).
                                      
Sobre caídas de caballo y sus consecuencias habría mucho que hablar: Moravagine, Toulouse-Lautrec, Nietzsche, Tolstoi, el padre de Keats… ¡y hablaremos!



N.B.

Lean Vds. "Océano", de Baricco y "Revolución" de Traverso.











RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...