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domingo, 23 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 23 de junio. “La vida instrucciones de uso (novelas)”. OULIPO. Boris Vian.


(Asteriscos* remiten a efemerísticas razones)

23 de junio, domingo. Una multitud de solitarios trota por el paseo marítimo.  Corren y miran el reloj-cronómetro. Nadie saluda a nadie. Todos van en pos de su récord personal. Mi vecino del 3º 2ª estrena chándal y en la elección ha vaciado todo su caudal creativo: pantalón negro con bandas amarillas y chaqueta amarilla con ribetes negros. Una ráfaga rosada la recorre veloz desde el hombro derecho hasta el michelín izquierdo. Las bambas, doradas, refulgen. Parece un insecto venenoso. Lo peor es que no desentona en absoluto. Sus hijitos deben estar desolados y su esposa… deseando la viudez*

Es un espectáculo digno de presenciar que debería ser declarado de interés turístico. Y, como lo sé, he madrugado para no perderme detalle. Y aquí estoy, ¡a las ocho de la mañana!, sentado bajo la higuera, que huele a infancia, del “último xiringuito”, tomando un fifti-fifti y contemplado a estos esforzados desnortados que corren sin saber bien bien si van y vienen o vienen y van. No seré yo quien se lo diga: ¡Que se pierdan por el horizonte! ¡Que olviden el camino de vuelta!... Líbranos, Virgen de los Caminos,  de esta muchedumbre, melancólica e irascible, amante del calzón corto.

Y es que hoy, 23 de junio, gozne, bisagra, pernio, chanela del año, ha sido declarado “Día Olímpico” y, con toda consecuencia, “día internacional de las viudas”. Aunque debería serlo “de los infartados”.

Obsérvese el uso fluido de “figuras literarias”: deprecación, acumulación redundante…Y este gracioso palíndromo: “Ese yo soy, ese”, debido a mi sólo ingenio.



“Es el veintitrés de junio de mil novecientos setenta y cinco y van a dar las ocho de la tarde. Sentado delante de su puzzle, Bartlebooth acaba de morir. Sobre el paño negro de la mesa, en algún punto del cielo crepuscular del puzzle cuatrocientos treinta y nueve, el hueco negro de la única pieza no colocada aún dibuja la figura casi perfecta de una X. Pero la pieza que tiene el muerto entre los dedos tiene la forma, previsible desde hacía tiempo en su ironía misma, de una W (…) Serge Valène murió a las pocas semanas, durante la fiesta de la Asunción”. (“La vida instrucciones de uso (novelas)”. Georges Perec).

Con la muerte de Bartlebooth y  de Valène se da por concluida, tras un recorrido rizomático, fractal, del siglo, la época mítica del 11 de la calle Simon-Crubellier de París, en Plain de Monceau, distrito XVII y empieza, es de suponer, la miseria contemporánea.

No cometan el error que yo cometí. La calle no existe y nunca existió… más que en el ingenio de Perec. El espacio que debería atravesar está ocupado por el Lycée Polyvalent Jean Drouant. Yo no daba crédito a esta ausencia. Recorrí Médéric, Leon Jost, Jardin y rue de Chazelles… y, como no encontré ni una miserable cantina, volvía a Médéric, frente a la escuela, dispuesto a comprar un kilo de chuches con tal de que me aclararan aquel misterio. Resultó ser un restaurante normal; así que me senté a una mesa pegada a la ventana y llamé al camarero. Me dijo que no tenía caracoles y que era el quinto de la mañana que le hacía la misma pregunta. Yo le contesté que cómo era posible que no tuvieran caracoles y que, para ahorrarse molestias, colgara un cartel en la fachada diciendo que la tal calle no existía. Aun así me quedé y me zampé lo que tuvo a bien ponerme que era, creo, un guiso de manos de borrego, típicos de los pueblos de la ruta Napoleón, de donde, me dijo, eran originarios los dueños del establecimiento. Y una botella de vino de la casa sin denominación de origen. El plato quedó lleno de huesecillos con los cuales quise recomponer, como si de un puzzle se tratara, el tarso, metatarso y todas las falanges del animal, el resultado fue una monstruosidad propia de un circo.

Sobre la barra había, lo recuerdo bien, una lámpara con una tulipa, más o menos esférica, de cristal azul cielo-de-Niza. Del portalámparas colgaba un hilo (o una cadenilla) dorado acabado en un arete. Y junto a la lámpara el periódico del día que proclamaban la pésima situación financiera de las cadenas públicas de televisión y una queja, compartida por todos los municipios de la nación, sobre la injusta distribución de las cargas fiscales... ¡lo de siempre y en todas partes! Se prepara el asalto a las instituciones públicas.




Si encaran Vds. la lectura de esta novela de novelas, de este conjunto de relatos y descripciones, en los que resuenan ecos de Verne, Jarry, Quenau, R. Russel (“Locus Solus”), B. Vian*, Duchamp… sepan que encierra múltiples posibilidades de lectura y cada una de ellas, fuente de fruición. También puede ser leída como si de una novela normal se tratara.

En 1960, Quenau y un matemático amigo, fundaron “OULIPO” (acrónimo de “Ouvroir de littérature potentielle”), complemento del Colegio de Patafísica. El concepto central del movimiento es el de “constricción”, limitaciones formales, estructuras… que una vez descubiertas y propuestas, cualquiera puede utilizar; de ahí surgen “sintoulipismos” y “anoulipismos”, como la obra que tenemos, con esfuerzo (650 páginas, que podrían ser infinitas) entre las manos. ¿Ejemplo de “constricción”? Pues escribir una novela sin que intervenga la vocal “e” (lipograma) o, por el contrario, que sólo contenga, p.ej. la “a”. Pero también la aplicación de un algoritmo o de una fórmula matemática. OULIPO odia el azar y no se lleva nada bien con Sartre (y compañía) ni demasiado bien con la ilusión surrealista-dadá. Sólo se es libre cuando se es consciente de los límites que se te imponen (libertad en la necesidad): contra el “compromiso”, la forma; contra el inconsciente, la conciencia sometida a “constricciones” liberadoras.



Además de las “constricciones”, es propio de OULIPO el uso múltiple de figuras literarias, con preferencia por los calembours de todo tipo (he aquí un ejemplo de calembour: “Telemadrid, espejo de lo que somos. / Telemadrid, "Espe" jode lo que somos”) anagramas, palíndromos, lipogramas. Poemas anagramáticos, poemas homófonos, hipertextualidad… Los “detournements” situacionistas y sus “derivas”.

Observen atentamente el diagrama que les adjunto y saquen sus propias conclusiones sobre la estructura de la novela (de novelas). Fíjense que resultan 99 cuadrados, que serán recorridos según el salto del caballo, tantos como ejercicios propone Quenau en su obra capital, dedicada a Perec, por cierto. Perec correspondió y le dedicó esta novela a su “mentor” (¿). Quenau y Vian* habían fundado el club más secreto de París, el Club des Savanturiers.

Infórmense Vds. Infórmense.

Naturalmente Pérec también perteneció a OULIPO.

–Garçon!

–Ouí?

–No. Nada. Es que con tanta remembranza me está apeteciendo una nuez de tulipán.

–A todos les pasa lo mismo. Se sumen en un silencio hortera y cuando vuelven en sí piden esa chorrada más periclitada que Maurois… ¿no le sentaría mejor una copita de calvados?

–¡Gracias!, muy amable. Por supuesto. Ha sido una ocurrencia ridícula. Olvídela.

–Yo también soy admirador de Perec. Yo, me dije, puestos a trabajar casi de gratis, prefiero estar en plena geografía imaginaria de mi ídolo. Le voy a comentar algunas cosas que quizás Vd. ignore.

–Soy todo oídos.

–Y que lo diga…

–¿?

–Pues bien, como vd. sabe al ayuntamiento de París no se le escapa ni una. Así que, como no podía ser de otra manera (¡¡), le ha dedicado una calle a Perec. Y esa calle, en contra de las profundas inclinaciones del autor, rata de ciudad, que consideraba el campo un lugar de exilio, la ha encontrado en plena “Campagne de París” (en el XX), un recodo de calma en el bullicio ciudadano. A él, que había definido la calle como: “Un espacio bordeado, generalmente por los dos costados más largos, de casas; la calle es lo que separa las casas unas de otras y también lo que permite ir de una casa a otra, sea a lo largo o sea atravesándola”, a él, repito, le han dedicado una calle que sólo tiene un número… ¡el 13! Podían, digo yo, haber buscado en el XIX, por Ménilmontant, cerca de la desaparecida rue Vilin. Ni siquiera tiene el honor de ser la más corta de París, no, no, la de des Degrés, en la confluencia de Bauregard con Cléry, ¡mide 5’75 metros! Ni tampoco es la más estrecha: la rue du “Chat qui pêche”, por donde desemboca la rue Saint Jacques en el Quai des Grands Agustins, mide (si se le puede llamar “medir”) 1’80 metros. Y el impasse  de Salembrière, actual 
Elianne Divron, es aún más estrecho; nace entre el 4 y el 6 de Saint- Severine y nunca llegó a la rue de la Huchette.




Vamos que Vd. se desmaya allí y tendría que hacerlo a lo largo. 

–Quizás el ayuntamiento se haya contagiado de los juegos “perecianos”. ¿Ha dicho Vd. que en “su” calle sólo hay un número y que es el 13?

–Efectivamente.

–¡Coño! En mi pueblo existía, no sé si sigue existiendo, un TBO…

–¿TBO?

–Sí, un cómic.

–¡Vale!

–Se llamaba “Tío Vivo” y en la contraportada aparecía “13 Rue del Percebe” que reflejaba las circunstancias por las que pasaban cada uno de los vecinos del inmueble, que aparecía como una casa de muñecas, sin la pared-fachada. Vea Vd. la perspicacia del Ibáñez, el autor, que sin pretenderlo se adelantó a esa novela de novelas que es “La vida instrucciones de uso”.

–He de decirle que esa idea, y no olvide que soy un acérrimo de Perec, ya fue adelantada por Xauradó, por Eisner y por Vázquez, el de “Pulgarcito”.

–Y por el “Diablo Cojuelo”… Y digo yo… ¿ha dicho usted que la rue Chat qui pêche es la más corta de París?

–Sí, en efecto, lo he dicho.

–Y qué me dice del impasse de Salambrière.

–¿Al comienzo de Saint Severine, entre los restaurantes Saint Jacques y le Marmitón de Lutèce?

–Sí, sí… y la iglesia.

–Eso ya se ha convertido casi en un patio interior. Desde que se cerró ya no cuenta en el callejero. Ya sé que Umberto Eco lo cita…pero, en efecto, era aún más estrecho que la calle del gato ese.


Y así, pasaron las horas y  fue consumiéndose la botella de calvados. Volví a tener la impresión, que no me abandona, de que por las calles de nuestras ciudades circulan verdaderos sabios anónimos, mucho más interesantes que los académicos.

La novela (de novelas) no es mera sujeción a esquema, es, creo, entre otras cosas, una meditación sobre la naturaleza del arte y del artista. El arte es el proceso, no la obra. Y el ideal sería un “arte” que partiendo de la nada llegara a la nada, y en ese camino (laborioso) se desplegaría toda una acumulación de saber, de investigación, de prácticas, que serían ocultadas por la inexistencia del resultado. ¿Qué otra cosa hace Bartlebooth con sus puzzles? ¿No es esto una práctica Duchampiana, un arte que brilla, precisamente, por su ausencia? ¿No aparece el nombre de R. Mutt en la página 333? ¿No aparecen más molinillos de café de los que correspondería?


Como aquí en Francia se come tan temprano, cuando me levanté de la mesa eran las cuatro y yo me encontraba tan perdido como si fueran las 9 de la noche. Me despedí del camarero. El camarero se despidió de mí. Ambos, pues, nos despedimos mutuamente y salí con dirección a Saint- Germaine-des-Près con una idea fija, tan fija como el calvados me lo permitía. Crucé por el puente de le Carrousel. Seguí por rue Seine y me acordé de la “Maga” y de Cortázal que, naturlamente, había sido invitado a participar en las actividades de OULIPO, y me dirigí a la calle Dauphine. Allí, en el número 33 se encontraba el “Taboo”, un minúsculo local convertido en cava de jazz por B. Vian. Fue un año sensacional: Ellington, Charlie Parker, Miles Davis… y Vian tocando la “trompineta”. Era el primer año de la posguerra europea. Sartre (asiduo) tiene 40 años y frecuenta, con su compañera Simone, el Flore; Camus (esporádico), 32 y, ya, toda una figura literaria; Breton, recién llegado de América, reina en les deux Magots, tiene 49 años y conserva la cabellera leonina; Aragon, estalinista hasta la médula, 48; Tzara, 49; Quenau, 42; Gide, 76; Celine, 51; Duchamp, 58; Bernanos, 57; Maurois, 60; Althusser, 27… Juliette Gréco, cuyas actuaciones en el Taboo levantaban olas de erotismo existencial, 18; Boris Vian, 25; Perec, 9; François Hardy, 1… Yves Montand, 24; Edith Piaf, 30; Duras, 31; Malraux, 44; Rene Crevel, 45; Picasso, 64…  Fernandel, 42 y Luís Mariano, con 32,  triunfaba con la Bella de Cádiz… Acaban de enterrar a Valéry. El turbio e intermitente Erehburg, 46 y hacía exactamente 10 años que había encajado mal la bofetada que le propinó Breton. La guerra de Indochina da comienzo y cuando acabe tomará el relevo la de Argelia. París sigue, pese a todo, siendo una fiesta. Saint Germain toma el relevo a Montparnasse y el Barrio Latino empieza a destacarse. Boris Vian reina. Y pese a su mala salud, se multiplica en heterónimos. Murió tal día como hoy, del año 1959. Murió como Vernon Sullivan, pero todo el mundo supo que se trataba del “desertor” B. Vian. El año del Taboo, su verdadero año de gloria, publicó dos de las novelas más refrescantes (e intrigantes) de la segunda mitad del siglo XX (digo yo): “La espuma de los días” y “Un otoño en Pekin”, en donde no aparece ni el otoño ni Pekín.

Su púbico aún estaba en P3.

Y no contento con esa producción se descolgó con “Escupiré sobre vuestra tumba”, un tremendo alegato contra el racismo que no dejó indiferentes a ningún miembro de la “Trinidad Social”: Dinero, Iglesia y Ejército. Rebajada, fue adaptada al cine. Boris Vian asistió de incógnito (¿) al preestreno y cuando, acabada la cinta, se encendieron las luces, observaron que un espectador seguía tan ricamente sentado y durmiendo. Era un sueño profundo, de esos que, de tan profundos, te hacen olvidar la vida. Tenía un rictus entre sarcástico y mortificado; sobre las rodillas, reposaba Le Monde del día siguiente (Boris era así, como Charlie Parker), en el que se daba cuenta de la muerte 534 rebeldes y de la incautación de diferentes piezas de armamento y, en letra pequeña: “Au cours de la même période trente-neuf militaires ont été tués”. La operación había tenido lugar en Kerrta, Ménaa, y Tablat.



El 33 de rue Dauphine está ocupado ahora por el bar-club de jazz del hotel d’Aubusson y en la esquina con rue Christine, una plaquita recuerda esta circunstancia.

Dieron las cinco de la tarde. El club de jazz estaba cerrado. En una pizarra se anunciaba la actuación de la noche; en otra, el precio de las consumiciones; y en una tercera, más grande, se advertía de que la primera consumición te costaría, ya que la entrada era libre, un ojo de la cara. La fachada del establecimiento parecía un aula de un centro escolar. Por suerte enfrente se encontraba (y se encuentra) la bar-brasserie Le Nesle. Pillé una mesa en la terracita y me pedí un cuartillo de calvados, pues, pensé: “mezclar no es bueno” (sic). Así que no mezclé. De no sé dónde se volcaba sobre la terracita la melancólica melodía del “desertor”: “Monsieu le président…” y después de todo un repaso a las desgracias familiares a causa de la guerra:

“Si vous me poursuivez
Prévenez vos gendarmes
Que je n’aurais pas d’arme
Et qu’ils pourrons tirer”

En realidad la versión original era un poco diferente; los dos últimos versos eran diferentes y cambiaban completamente el sentido de la cosa:

…”Que je possède une arme
Et que je sais tirer”

En ese momento me vino a las mientes Alfred Jarry y aquella forma, tan suya, de iniciar un flirt: “Señorita ahora que el hielo (glace) se ha roto, ya podemos hablar”, sobre la barra reposaba, hecho trizas el gran espejo de vidrio (glass), destrozado por dos tiros homofónicos… ¡y pedí un mondadientes!

Había anochecido cuando me levanté. Y lo hice con tanto ímpetu que derribé, según es mi costumbre, la mesita y su contenido. Como pude llegué a Porte de Lilas.

Bueno, visto el espectáculo, a casita… que esta noche se presenta ajetreada.
Cena monocroma:
Remolacha hervida con su toque de Módena. Cerezas pasaditas y media botella de morapio de Ribera.


“Boris Vian es un hombre instruido y bien educado, proviene de Centrale, lo que no es poco, pero eso no es todo:
Boris Vian tocó la trompeta como ninguno, fue uno de los renovadores de la cave en Francia; defendió el estilo Nueva Orleans, pero eso no es todo:
Boris Vian también defendió el bebop, pero eso no es todo:
Boris Vian pasó ante la justicia de los hombres por escribir “J'irai cracher sur vos tombes” bajo el nombre de Vernon Sullivan, pero eso no es todo:
Boris Vian ha escrito otros tres pseudoepígrafes, pero eso no es todo:
Boris Vian tradujo verdaderos textos americanos auténticos absolutamente, e incluso con las dificultades del idioma que son increíbles, pero eso no es todo:
Boris Vian escribió una obra de teatro, “L'Équarrissage pour tous”, que fue interpretada por verdaderos actores sobre una verdadera escena, sin embargo no contaba con las restricciones de la Q.I.R., pero eso no es todo:
Boris Vian fue uno de los fundadores de una de las sociedades más secretas de París, el Club des Savanturiers, pero eso no es todo:
Boris Vian escribió hermosos libros, extraños y patéticos, “L'Écume dels jours”, las más conmovedora de las novelas de amor contemporáneas; “Les Fourmis”, el más termitante de los relatos escritos sobre la guerra; “L'Automone à Pékin”, que es una obra difícil e infravalorada, pero eso no es todo:
Porque todo esto no es nada aún: Boris Vian se convertirá en Boris Vian”.
(Raymond Quenau)









sábado, 22 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 22 de junio. Fred Astaire-Austerlitz. VW. Cine y aura. Galileo.


(Asteriscos* remiten a efemerísticas razones)


Me desperté y no vi nada. Sin embargo hubiera jurado haber sido despertado por la mismísima mano de dios*, tierna y peluda como la de un perro (Dog = God). Y, así, con la emoción que dimanaba de ese contacto divino, puse el pie en tierra y abandoné la nave de los sueños…. Y me dirigí a la cocina, cabina de mando de la rutina (valga el rodolí).

He aquí un comienzo a la altura de “Ulisses”: “Introibo ad altare dei…”

1.
¿Han leído Vds. “Austerlitz” de Sebald?  ¿Sí? Pues entonces sabrán de la sorpresa de Dafydd Elias al saberse Jacques Austerlitz, ausente de las páginas amarillas de las principales ciudades del planeta. Un apellido en vías de extinción. Originado en una grandiosa catarata, se fue convirtiendo en un hilillo de agua y, finalmente en un estanque diminuto, absorbido (y eliminado) por el antagónico acaecer histórico. De vez en cuando, si se profundiza, aparece artesianamente en forma de “un hombrecito de piernas torcidas…” que circuncida al sobrino de Kafka, o se esconde debajo de apelaciones menos bruscas…Fred Astaire, por ejemplo, nacido Austerlitz, de austríaco y de americana de origen alemán. Sabrán, si lo han leído, del esfuerzo de Elias, ahora Austerlitz, por desescombrar hasta dar con el origen. Y en ese desescombrar presagioso traspasa estratos fatales hasta dar a parar en el campo “modelo” de Terezin (República Checa). Allí cree entrever, entre otros condenados al exterminio, la figura de Adele, su madre.





Fred Astaire, muerto, nonagenario, tal día como hoy del año 1987, en efecto, se apellidaba Austerlitz y, además, su hermana, se llamaba Adele: Adele Austerlitz, exactamente como la madre de Elias. Desde que he encontrado esta relación, mi indiferencia por el bailarín se ha convertido en respeto y no puedo disfrutar, pese a todo (o precisamente por eso), de sus gracias elegantes. Ahora me conduce, irremediablemente, a las profundidades del infierno y me es extraño mirar sus coreografías, admirar su ligereza… sabiendo de esa relación que lleva a lo más penoso del siglo. Y más penoso aún, ver cómo intentaba “construir una escalera hacia el paraíso”, precisamente con su hermana Adele. Eran los comienzos.

Después vinieron sus colaboraciones con mi idolatrada Paulette Goddard, fértil en matrimonios, que ya, por entonces, había rodado con Charles Chaplin, “Tiempos Modernos”. Ch. Ch. dejó de ser “Charlot” ante la belleza de Paulette, con quien, por cierto, contrajo matrimonio privado y secreto. Acabó sus días como viuda de Erich Maria Remarque* (ver 3 de junio).




No quería dejar este mundo sin saber quién era mi sucesor, gracias Michael" (refiriéndose a Michael Jackson). Así se despidió Fred Astaire… ¡y no volvió!

2.
Mientras se rodaba “Tiempos Modernos”, tal día como hoy del año 1934, Hitler firmaba con Porsche el contrato que originaría el “VolkWagen”, también llamado “K. d. f.-wagen”: “Fuerza a través de la Alegría”. Más apropiado hubiera sido: “Alegría a través de la Fuerza”. El prototipo estaría listo en el 38 y su producción masiva (en cadena) tuvo que esperar, por necesidades de guerra, hasta finalizada la contienda… Y es que le faltaban “máquinas de comer mazorcas”.

El mismo Hitler dio los últimos retoques y puso en marcha la antigua idea de una red viaria que conectase todos los territorios de la nación, la vertebrara, por así decir. En el 37 ya había más de dos mil quilómetros de autopista. Cuando empezara la guerra habrían doblado el kilometraje. Sólo faltaban las masas, que pagaban ariamente su cuota para hacer posible el proyecto… y asegurarse un “escarabajo”… (que nunca les llegó).





La abundancia de siglas, los eufemismos, cuando no directamente la neolingua, es una de las características de los Tiempos Modernos. La KdF funcionó como organización política desde la toma del poder por los nazis hasta el final de la guerra. La española  “Educación y el Descanso” (EyD) fue un calco y ambas, de la italiana “Opera Nazionale Dopolavoro” (OND) Su objetivo, incluso declarado: estructurar, vigilar y uniformar el tiempo libre de los trabajadores. Dependía del “Frente Alemán del Trabajo”, sindicato único, como aquí dependió del Sindicato Vertical (CNS).


Organizaban excursiones, estadías vacacionales, deportes… todo con la clara intención de borrar la “conciencia de clase” (C C). Era la hostia. Todo el mundo riendo y haciendo fuerza. Multitudes recorriendo la meseta, las playas de levante, los arenales del Mar del Norte, la torre inclinada de Pisa (T I P)… Las carcajadas y el buen humor llegaban hasta las puertas de Auswitch. Allí, ante el “Arbeit mach frei” (A M F), se detenían, daban la vuelta, y seguían su periplo por Centro Europa (C E). Auswitch, como Vds. saben fue un clúster de campos, algunos de los cuales fue utilizado, directamente, como recinto de esclavitud al servicio de la  Interessen-Gemeinschaft Farbenindustrie (I G Farben), un clúster de empresas que, provenientes del campo de los tintes y los colores, se abocó en la fabricación del gas Zyclon y otros igualmente letales. Lean Vds. las páginas que dedica Remarque*  a los ingenios puesto de largo con ocasión de la matanza de Verdun. Ese clúster fue desgajado tras la segunda matanza y sobrevivió, disyectamente, habiendo recuperado, los componentes, sus nombre originales: BASF, Bayer, Hoechst y Agfa… por citar las más importantes e, incluso, los mismos directivos que, nazis confesos, superaron el proceso de “desnazificación” (¿?).

3.
Mientras se diseñaba el “coche del pueblo” (V.W.), se estrenaba “Tiempos Modernos”, Fred Astaire triunfaba con Ginger Rogers y Walter Benjamín teorizaba sobre los efectos de la modernidad en el arte, afirmando la perfecta adecuación del cine, nacido, ya, sin aura, a los nuevos tiempos, pues la posibilidad de reproducción técnica del producto no es una condición extrínseca de su difusión masiva, sino que se funda, de manera inmediata, en la técnica de su producción. Además, decía, posee la “capacidad aislativa” que permite el acceso al “inconsciente óptico” y, por si fuera poco, no exige el recogimiento contemplativo del arte de épocas pasadas. Su modo de percepción propio, la disipación, casa bien con el grado de dispersión propio de la época.

El cine transitaba hacia el sonoro y los grandes actores y directores de teatro probaban suerte en el nuevo medio. De Alemania y anexos seguía saliendo una enorme riada de exilados, entre los cuales algunos relacionados con el asunto. Peter Lorre y Willy Bilder (*n.), cuya madre había sido asesinada en Auswitch, no lejos de su pueblo natal, entraron juntos a Estados Unidos. El primero, famoso en Berlín por sus colaboraciones con B. Brecht y  por haber encarnado al “Vampiro de Duseldorf”, había hecho algunas películas con Hitchcock, entre ellas “Agente Secreto”, basado en una novela de Conrad, originario también de la zona de Cracovia y, en consecuencia, de Auswitch. El segundo, tal día como hoy, del año 1936, cumplía 30 años, exactamente el día en que un perturbado y nazi (valga la redundancia) Johann Nelböck, disparó sobre su antiguo profesor Moritz Sclick cuando éste subía corriendo las escaleras de la Universidad de Viena. Era lunes y llegaba tarde… ¡normal! Por entonces Austria, en general, y Viena en concreto, intentaban, por todos los medios, destruir las conquistas del movimiento obrero, incluyendo la destrucción física de la Karl Marx Hof. En cuanto al antisemitismo, no le iba a la zaga a la misma Alemania.



–¡Hijoputa comunista, judío maricón! ¡Te lo mereces!

No soy ni lo uno, ni lo otro, ni lo de más acá.

–… ¡Me quitaste la novia!

Moritz había llegado a la universidad de Viena en 1922 desde la de Kiel. En torno a él se fue formando un grupo de intelectuales interesados en lo que llamaría “positivismo lógico” que tomaría el nombre de “Círculo de Viena”, precisamente en el 29, mientras Remarque daba los últimos toques a “Sin novedad en el frente” y se ideaba el nombre (Autobahn) para designar a aquel clúster de vías rápidas que acogerían al “coche del pueblo”. Esta gente, un tanto quisquillosa, pretendía, armados con el “principio de verificabilidad”, eliminar la Metafísica del campo de las ciencias y convertir la Filosofía en una actividad dirigida al análisis del lenguaje con miras a esclarecer el significado de las proposiciones. La Verdad, es cosa de la Ciencia. A la Filosofía le corresponde el Significado. No puede saberse más que aquello que puede ser demostrado (lógica u operacionalmente). Tanta rigidez fue, poco a poco, corregida.

¿Qué quieres decir con “¡Te lo mereces!”? Murió añadiendo a la tristeza del adiós, la inquietud de ver cómo su agresor caía en la “falacia naturalista” y se saldría, supuso, de rositas… ¡y así fue!
Cuando Schlick (y sus colegas) afirmaba que los “juicios éticos” no eran “enunciados de hecho”, sino “imperativos disfrazados” (Carnap) que no describen nada en absoluto y que sólo expresan aprobación o desaprobación al tiempo que intentan persuadir al oyente a que comparta esa actitud (Stevenson), cuando ponían en acción el análisis aludido arriba y, en consecuencia, disolvían los discursos (típicos de los Tiempos Modernos) al uso y los evidenciaban como meras construcciones lingüísticas sin sentido, cuando… ¡eran juzgados como corruptores de la juventud! y, poco más o menos, puestos al nivel del judío y del homosexual. “KdF”… “VW”… “espacio vital”… “sangre y tierra”…


El grupo ya había empezado a dispersarse.

Por entonces empezó la colaboración de Losey* (+) con Brecht que culminó con la adaptación al gusto americano de “Galileo”, obra que había sido escrita por Brecht en el 38, con música incidental de Eisler. Galileo nos enseñó los diferentes niveles de significación de los textos bíblicos y estableció la prioridad de los hechos observados sobre lo transmitido por la tradición. Sólo la demostración matemática o la experimental pueden decidir acerca de la estructura del universo-mundo.





En la mañana de tal día como hoy, del año 1633, “Galileo Galilei, hijo de Vincenzo Galilei de Florencia, siendo juzgado a la edad de 70 años, y arrodillado ante vuestros Eminentísimos y Reverendísimos cardenales de toda la República Cristiana contra la herética probidad….Yo Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y me he sometido a todo lo dicho más arriba, y, teniendo fe en la verdad, he escrito de mi propia mano la presente cédula de mi abjuración, la cual he leído palabra por palabra en el Convento de Minerva de Roma, este 22 de junio de 1933”.

No lo gasearon en Auschwitz. El castigo físico fue menor. La humillación, máxima. No bastó, sin embargo. A los pocos años, Galileo, daría a luz un tratado en el que sentaba las bases para la comprensión físico-matemática del nuevo sistema del mundo, el Copernicano.

Y para acabar el día,  abran el frigorífico, tomen las acelgas que les sobraron de ayer, un paquete de Moritz y siéntense en el sofá (si tienen…). Busquen (y comparen) en Youtube “Galileo” de Losey y la homónima de Liliana Cavani.

Mañana quiero un estudio comparativo. Buenas noches.













viernes, 21 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 21 de junio. Buenas acciones. Gol de Marcelino. Moby Dick. Dobvlátov.


Lo de ayer fue por aquellos que creen que Murcia solo produce limones, salazones y algunos brócolis… además de equipos de segunda B.  Murcia ha producido santos a puñados. Sin ir más lejos, mi compañero de pupitre en los tiempos del queso americano, se llamaba Santos: cuando fue mayor y padre, mató a su mujer y a su hija.

Hay mucha leyenda negra sobre Murcia. Inmerecida… de más está decirlo.

No podía pasar a otro tema sin mentar esta injusticia (o esta realidad).

En aquellos años, la atracción más importante de la semana era el “ciego” que nos cantaba los horrores que ocurrían a nuestro alrededor y, de los cuales, parecía que estábamos a salvo. Desplegaba su fridesca orla (“auca”) y nos cantaba, con una melodía primitiva e insidiosa, las puñaladas (lo que variaba era la cantidad) que alguien había propinado a un prójimo.  Recuerdo la melodía como si la hubiera oído ayer en el esputofaif. Acabada su actuación vendía la letra, ilustrada, por “la voluntad”. El dinero conseguido lo gastaba en salazones (¡si lo sabré yo!). La escena tenía lugar los sábados, día de mercado.




Mi padre era suscriptor de “El Caso”, así que a mí aquello no me hacía mucha impresión. Lo de mi padre se explicaba porque su oficio tenía que ver con la criminalidad y era su obligación, decía, estar al corriente de las tendencias. Mi madre, ajena a este deber paterno, anunció un día un “auto de fe” al que fueron a parar todos los ejemplares de “El Caso”, y de paso, todos los tebeos del “Jabato” y de “Hazañas Bélicas”, todos los carteles de cine y todas las “filminas” que guardaba (yo) como un tesoro, entre las cuales Silvana Mangano en “Arroz Amargo” y los relatos del ciego. 

Los “autos de fe” eran la chifladura de mi madre. Pasaban los años como si no pasara nada y de golpe y porrazo sacaba al patio toneladas de papeles y los prendía con una furia propia de quien se quema por dentro y no sabe cómo poner remedio.


Esa costumbre la “heredó” mi primera mujer, que me quemó, por el morro, una colección de naipes “de categoría”: había una baraja editada en conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Stalin. Otra fabricada con ocasión de la llegada del hombre a la luna… Mi compañera actual, por suerte, no es incendiaria. Y por eso la quiero el doble.

Bueno, pues como les decía, en Murcia tenemos madera de santo. Yo mismo soy la prueba. En la edad “heroica”, en los años en que soñamos con hacer heroicidades y vivir aventuras extraordinarias, o sea sobre los 12-13 años, a mí me dio, como saben Vds., por ofrecerle al crucificado las heladas madrugadas de enero…a imitación de (Do)minguito Savio. Aquello acabó en urgencias. Una vez superada la incidencia el deseo de santidad se filtró por otras grietas y apareció disfrazado de “obras de caridad”. Y era con esa finalidad que guardaba la chocolatina diaria (roja y plana, de Nestlé que escondía un cromo dentro); con ese fin recorría como un vagabundo ansioso las calles de la Malvarrosa a la búsqueda de necesitados. Aquel 21 de marzo de 1964 fue rico en obras de caridad. Cayó en (Do)mingo. 

En Madrid estaba encapotado…acabaría lloviendo. En Valencia hacía el día típico de comienzo de verano: el día más largo en nuestro hemisferio.

“Había yo estado haciendo no sé qué travesura: creo que tratando de trepar por dentro de la chimenea, como había visto hacer a un pequeño deshollinador unos días antes, y mi madrastra que, por una razón o por otra, todo el tiempo estaba dándome azotes o mandándome a la cama sin cenar, mi madrastra digo, me arrastró por las piernas sacándome de la chimenea y me mandó derecho a la cama, aunque eran sólo las dos de la tarde del 21 de junio el día más largo de nuestro hemisferio…”



Si han leído Vds. “Moby Dick” recordarán el pasaje en el que el azar junta al “salvaje” arponero Quiqueg y a Ismael (“Llamadme Ismael…”). Fue en la “Posada del Chorro” de New Bedford, en ruta hacia Nantucket.

Moby Dick” es una novelita deliciosa (si todo acabara en el capítulo XXV).

Bueno, pues como decía, aquel domingo fue rico en “obras de caridad”.

Aunque les pueda parecer extraño, dada la época en que vivimos, regida por reglas que derivan del fondo putrefacto de la familia menguante, entonces se nos dejaba salir del centro escolar y hacer lo que nos diera la gana…teníamos 12 años. Y con esa tierna edad yo, con autorización, me iba solo a la playa, o, como digo, a recorrer la geografía de la miseria y de la desgracia para, en ellas, hacer brillar mis “buenas obras”.  Si me permiten la comparación, era como D. Quijote a la búsqueda de ocasiones en las que poner de manifiesto mi capacidad para el bien. Y así salía yo: armado con chocolatinas y deseos de ayudar al prójimo.



A este día, ya de por sí distinguido, nosotros añadíamos la celebración de la onomástica del padre rector, Luís Carrión, neurálgico y poeta. Así empezábamos el verano: bajo el manto tórrido de san Luís Gonzaga y de su encarnación en la tierra, el dolorido poeta que, a más de neurálgico, el hábito de fumar le había tintado los dedos índice y corazón de la mano izquierda de un amarillo ocre parecido al colorante culinario. Cuando, en contadas ocasiones, lo veíamos celebrar misa y elevar la hostia en el momento álgido (valga la redundancia) el contraste entre la blancura de la oblea y el amarillo intenso de sus dedos era alarmante y daba a la escena un aire sacrílego.

El domingo 21 de junio de 1964, por la razón expuesta, desayunamos una taza de chocolate y unos cuantos melindres. Además se nos ofrecieron caramelos y doble ración de chocolatinas. Yo me conformé con la taza de chocolate. El resto lo guardé como medio para expresar mi desespero por el bien. Acabado el refrigerio nos dirigían hacia la sala de música que hacía las veces de sala de actos y allí dábamos rienda suelta a nuestra inspiración artística en honor del homenajeado. Normalmente el encargo poético recaía  siempre sobre A. El tal, con la costumbre, dominaba a la perfección las rimas asonantes en a-a: “Gonzaga”, “alba”, “mañana”, “esperanza”, “vaga” (en la acepción de “vaporosa”, “indefinida”…Resaltar que evitaba los imperfectos en “aba”) que combinaba con rimas en ó- : “Carrión”, “amor”, “corazón”, “Señor”, “gorrión”, formando cuartetas de octosílabos inseguros. El poeta y fumador oía la voz del bardo habitual con los ojos cerrados y echando espesas fumarolas azul plomizo. Cuando acababa el recitado, el “padre rector” analizaba el “poema” desde el punto de vista técnico, que incluía métrica y acentos y desde el punto de vista más elevado del uso de las figuras literarias y tropos, acabado lo cual pasaba a recitarnos su producción última que normalmente ocupaba varios centenares de versos. Aquello se hacía insoportable de verdad. Siempre acabábamos diciéndonos que preferíamos el aguachirle cotidiana. Pero antes de llegar a esa inexorable conclusión teníamos aún que sufrir unas interpretaciones pianísticas a cargo de los más avanzados de la clase. Normalmente todo giraba en torno a Schumann.

Sólo después de estos puyazos nos dejaban libres hasta la hora de comer. Unos se iban a la playa, otros a seguir durmiendo, los había que preferían jugar al fútbol. Yo era de los del fútbol. Pero aquel día me dirigí, lleno de amor al prójimo, al campamento de gitanos de la Patacona. Recuerden que yo tenía 12 años. Entré en aquel laberinto de chabolas con la seguridad que me daba mi inocencia. Aún no había andado ni cincuenta metros cuando una pareja de “churumbeles” se me acercó y sin preguntar ni me quitaron la caja de las dádivas y se marcharon corriendo divertidos. Describir el estado en el que me quedé es inútil y como es inútil no lo intentaré. Me di la vuelta y me marché. Algo entendí: era preferible arrebatar que esperar a que un imbécil como yo apareciera con su cargamento de chocolatinas y melindros.

La paella siempre me producía un amargo dolor de estómago y la esperaba con consternación. No fue diferente. Así que, ese día, tuve algo más que ofrecer por el bien de la humanidad en su conjunto.

Fue dejar los curas y desaparecer la dolencia. Y para demostrárselo a Vds. me haré una paella de costijellas y verduras. Una botellita de verdejo y unas copitas de Master Jager (¿) Mike Jaeger (¿)…¡el del ciervo! que acaban de traerme de Tubinga.

La siesta era ineludible. Y a eso de las seis y media nos dieron otras dos horas de paseo libre. Estaba a punto de acabar el día y yo no había conseguido anotar nada en mi HABER, salvo ese asqueroso dolor de estómago. Salí decidido. Borracho de bien. En cuanto dejé la Senda de la Carrasca y desemboqué en la Avenida vi una mujer mayor que llevaba un pesado bulto sobre sus espaldas. Me acerqué, se lo cogí y cargué con el fardo detrás de ella. La mujer reaccionó mal; pensó que iba a robárselo y me arreó un bofetón que se oyó hasta en la ermita de Vera. Le expliqué mis intenciones. Se calmó y creo que pensó que estaba en presencia de un niño loco capaz de cualquier cosa, así que me dejó hacer. No vivía lejos. El bulto era pesado de verdad, como las obras completas de Pérez Galdós y Pardo Bazán juntas. Aguanté y cuando llegamos a la meta me sentí ligero como un jilguero (¡!) y feliz como una perdiz (¡!). Estaba claro que me había impregnado del espíritu poético de la mañana. 

No contento con la proeza que acababa de realizar me dirigí al Hospital Infantil de san Juan de Dios a “visitar a los enfermos”. Pensé que el Cotolengo me pillaba demasiado lejos. No llevaba chocolatinas ni caramelos, sólo mis ansias de bien y de ayudar al prójimo. Les digo que entonces todo era más fácil que ahora: nadie me preguntó nada.


Cuando entré en la sala de enfermos “menos graves”, justo cuando abrí la puerta de aquella sala como de primera guerra mundial, todos los reunidos (que eran multitud) y muchos de los pacientes infantiles saltaron de alegría, lanzando alaridos de puro júbilo. 
Las almohadas volaban por los aires, los sombreros recorrían el espacio como platillos volantes. Los que estaban de pie saltaban enloquecidos y los que estaban en las camas, también. Pensé que de repente dios (¿) me había otorgado poder taumatúrgico; que mi sola presencia hacía andar a los cojos y hablar a los mudos. Avancé un poco por entre las filas de camas metálicas, me imaginé como el Señor entrando en Jerusalén y giré sobre mí mismo para ver el espectáculo que mi mera presencia estaba produciendo.

Sobre la puerta de entrada una televisión retransmitía un partido de fútbol. Marcelino, a falta de 8 minutos, acababa de marcar el 2 a 1 contra la URSS. Centró Pereda (¡no fue Amancio!) y remató de forma inverosímil Marcelino. Así ganó la Copa de Europa la “roja” en el año 64: ¡contra los “rojos”.


Como no había moviola no pude ver la jugada hasta muchos años después.

Les supongo enterados de todas las circunstancias que envolvieron ese enfrentamiento, si no… ¡Infórmense Vds. Infórmense! (Merece la pena).

El día no fue fructífero.

Por si fuera poco, por la noche “Ardía Misisipi”. Tanto esfuerzo por hacer el bien y con qué facilidad se extendía el mal.




                                                                 Nueva York, 21 de junio de 1982.

“¡Querido Ígor! (Su patronímico se perdió por los recovecos de nuestro viaje).
Se acabó. Los frenos de las últimas elipsis chirriarán otros diez párrafos.
Experimento una sensación de ligereza y vacío. Al fin y al cabo, llevo diecisiete años preparando este original para su publicación. ¡Es “el final de algo”!, como diría el Sr. Heminway (…)
Nací con los instintos de un boxeador profesional. Para convertirme en un joven capaz de reflexión, fueron necesarios esfuerzos literalmente sobrehumanos. Hubo de formarse una cadena de acontecimientos inverosímiles…y por lo tanto lógicos y convincentes. Uno de ellos fue la prisión. Obviamente, alguien deseaba fervientemente hacer de mí un escritor (…).

Así acaba “La zona” de Serguey Dovlátov. El estalinismo hizo trizas cualquier intento serio de “novelar” el mundo. Puso al descubierto las mentiras que sostienen la vida ordinaria. No hubo más salida que la ironía consoladora y recuperación de lo grotesco (de larga tradición en Rusia). Hubo que escoger entre el anticomunismo de Solzhenitsyn o el vodka. Muchos escogieron el vodka… y su forma espasmódica, convulsiva y temblorosa de relatar “lo que es”. A costa de sus propias vidas.

“Recuerda, viejo. Donde hay vodka, allá está la patria”.

¿Qué les voy a contar que Vds. no sepan?

Sólo queda recomendar fervorosamente la lectura de la obra de Dovlátov.











jueves, 20 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 20 de junio. “Jeu de paume”. Cioran. “Santos de Cartagena”.


 No le enmendaré la plana a Platón, ni tan siquiera a Luca Pacioli. Si ellos consideran que la esfera es el sólido regular perfecto… ¡sea! Por eso, dicen, nuestra parte pensante (quien la tenga) sobrevive en un receptáculo que tiende a lo esférico. Desconfíen, pues, de los cabezas cuadradas. De ahí que, también, el culo tienda a la esfera: algunos piensan con él.



Lo cierto es que la esfera (pelota) ejerce sobre la especie animal una atracción irresistible… sobre todo si se trata de la cabeza de nuestro enemigo. Es verla y liarnos a patadas con ella y someterla a un martirio inmerecido.

La “política” se ha montado sobre el modelo del “juego de pelota” y el “juego de pelota” sobre el imperecedero modelo de la trifulca. Que a qué viene todo esto… pues a que tal día como hoy, del año 1789 se “firmó” el juramento del “jeu de paume” (“Juramento del juego de la pelota”): los 577 diputados del tercer estado se comprometieron a dotar a la nación de una Constitución, dando comienzo, de esa manera, al proceso revolucionario. A los tales se les negó la entrada al salón de los Menus-Plaisirs y los dirigieron a la vulgar sala de diversión y espera (que querían desesperante) El tal salón no era una cancha de futbito, sino una especie de frontón a lo vasco, o un trinquete a lo valenciano. O si Vds. quieren, una gigantesca pista de pádel. Se golpeaba la pelota con la palma de la mano (“paume”)… hasta que alguien juró por sus muertos que no jugaba más sino inventaban unas “palas” que, en idea, ya estaban en la mente del malcarado quejica. Así, además, se dotaban de armas contundentes para subsanar discrepancias arbitrales.




Pues allí los metieron… ¡sin pelotas ni raquetas! Como he dicho eran 577. Difícil papeleta. 227 se conformaron, pero el resto se puso farruco y dijo que se les surtía de lo necesario para un “cuadrangular” o armaban la revolución. Se les negó esta mínima petición y la cosa pasó a mayores:

–Si no hay útiles, haremos una Constitución nueva y todo el Reino se va a enterar de lo que vale una “pala”. ¡Con nosotros no se juega! ¡Ni Luis XVI ni hostias!

La corte lo tomó a broma…hasta que les cortaron las cabezas.

Bueno, la cosa se fue calentando y llegó a un punto de no retorno. Robespièrre bramaba. Mirabeau disimulaba su poca afección agitando los puños. J.J.Mounier le echó una mano al abate E.J. Sieyès y se redactó la fórmula del célebre juramento:

“[...] De no separarse jamás, y reunirse siempre que las circunstancias lo exijan hasta que la constitución sea aprobada y consolidada sobre unas bases sólidas”.

El texto, después de una dura competencia, lo leyó Bailly. El único que no firmó fue un tal Martin d’Auch, a quien no le gustaba demasiado golpear la pelota y pensaba que el asunto no era para tanto. Así pues, la Asamblea Nacional se constituyó en Asamblea Constituyente. Y empezó la juerga… que incendiaría toda Europa y pondría las bases de una IDEA.

Vean Vds. el cuadro de David (¿sólo el esbozo?). Fue encargado por los
jacobinos para conmemorar la efeméride. Por entonces la cosa se había aclarado un poco y los campos se iban definiendo. Muchos de los presentes ya se habían pasado al bando contrario. Así que la obra, dicen, fue abandonada por David, fiel a los principios constituyentes, y continuada por un ayudante o por un aficionado.

Piensen Vds. que entonces no existía la prensa gráfica ni, a penas, la escrita. David y otros hacían de reporteros gráficos y ayudaban a la imaginación de los lectores. La composición es irreprochablemente académica: todas las líneas de fuerza se dirigen hacia el orador que está leyendo, a voz en grito, el “manifiesto”. Era un día ventoso: el viento de la Revolución. Fíjense en las ventanas: a una señora se le ha vuelto el parasol del revés. El pueblo llano, la chiquillería y la milicia contemplan con entusiasmo cómo se abrazan clérigos de diferentes credos y un representante de la burguesía ciudadana. Robespièrre se desgañita con las manos sobre el pecho. Un abuelo es sostenido en la silleta de la reina… Es evidente que  no puede ser Couthon, triunviro del “Reinado del Terror” (con Saint Just y Robespièrre) que por entonces estaría en la flor de la edad… (¡y ya cojo!), miembro de la municipalidad de Clermont-Ferrand. La historia de su “cojera” es francamente vergonzosa. Fue recogida por Lenôtre. Bunin la citó en sus “Días malditos” y yo se la tomo al ruso:

“Estaba pasando la noche con una amante, aprovechando que el marido de ésta se había ausentado de casa. Todo iba de perlas, cuando, de pronto, se oye un portazo y se escuchan los pasos del marido que había vuelto inesperadamente. Couthon saltó de la cama y se lanzó por una ventana…; y cayó en una fosa abierta en el patio. Tras pasar toda la noche allí, perdió para siempre las piernas, que le quedaron paralizadas de por vida”.



Lo único verdaderamente extraño de la representación es la ausencia del Burdeos. Raro que nadie esté pimplando a escondidas (o a las claras).

Pues por mí no va a quedar: abro una botella de Borgoña blanco (no me queda Burdeos) y me la soplo (¡poco a poco!) a la salud de estos esperanzados pre-ciudadanos.

Era el 2 de “Mesidor”, día de la avena. El futuro calendario republicano se estaba incubando. Fabre d’Eglantine (¡gloria al insigne poeta!) perdería la cabeza el “día de la abeja” (15 de “Germinal”). Sus ejecutores, entre los cuales Couthon, la perderían (¡ya saben Vds.) en “Thermidor”.

Fatídicamente (¿) las notas de I. Bunin sobre los días de Odessa se interrumpen el 20 de junio, tal día como hoy, del año 1919. Bunin viviría largos años. Recibiría el Nobel, que Stalin deseaba para Gorky.

Cada día que pasa me atrevo a juzgar menos. Quizás sea un indicio de la proximidad de la vejez. No niego los sufrimientos de Bunin y los “suyos”. El sufrimiento, la infelicidad, es mucho más variada que la felicidad. Ya lo decía Tolstoi (¿). No sé los motivos que tuvo Cioran (muerto tal día como hoy, del año 1995) para alcanzar las altas cotas de desprecio por todo y por todos. Me da que fue una acumulación insoportable de mala conciencia y una huida hacia adelante. Cuando tuvo oportunidad de no hacerlo se declaró ferviente “hitleriano” y amante de los aspectos más siniestros de la existencia. Después, cuando ya la edad iba entrando en el redil, convirtió aquel fervor claramente ultranacionalista, en asco generalizado. Así se redimen los fascistas: borran el sentido de cualquier acción; afirman la “idiotez” de cualquier propósito (pues el suyo, claramente, ha sido puesto en evidencia). Claro que a todos nos espera el mismo final y que, desde ese punto de vista, todo se iguala. Esa es una inteligencia elemental. Claro que el “hombre debe desaparecer” (¡y desaparecerá!)…pero él convierte ese imperativo biológico en imperativo moral y, en consecuencia, en categoría estética. Su afición a las contradicciones le ahorra tener que explicarse. 


Su “profundidad” tiene la profundidad de las fosas sépticas (no niego la utilidad de tales simas). A esto le suma un “elitismo” que coincide con sus gustos. Sólo admiro en él su desprecio del trabajo y su negarse a dejar descendencia (aunque aquí también tendría algo que decir su admirado Nietzsche: Todo pensamiento es fisiología).

“Es el suicidio lo que hace la vida posible” y por eso lo rechazó cayendo ( ¡otra vez!) en contradicción. Por lo demás es como si dijera: “Es la existencia lo que hace la vida posible”.
Sin embargo, su prosa envuelve, sugiere, te sume en una atmósfera baja en oxígeno…como de alta montaña… ¡pero sin vistas!

Resumiendo…. Cioran fue un mártir inverso: su castigo fue la vida. Los mártires de verdad reciben la muerte por su fidelidad. Él permaneció en la vida por su infidelidad.

Para dar una visión más equitativa de la variedad del mundo, me referiré a los famosos “Santos de Cartagena”. 




Aquella era zona minera. Los fértiles campos de melones eran todavía desiertos y los lamentos del sufrir aún no habían sido traducidos en “tarantos”. La Manga cerraba un hermoso mar pequeño adornado de islas del tamaño de las perlas. Un matrimonio hispanorromano, en la época del visigodo Arriano de Toledo, daba a luz niños santos, así…sin proponérselo. Todos le salían santos. Santos importantes…muy importantes… ¡Isidoro de Sevilla! (que, finalmente sabemos lo que ya sospechábamos, ¡que era murciano! Es como B. que sigue empeñado en su origen oscense, pese a que toda la evidencia apunta a su origen jumillano). Tuvieron cinco hijos: Leandro, Fulgencio, Florentina, Isidoro y Teodosia. Los varones llegaron a arzobispos (bueno, Fulgencio se quedó en obispo). Florentina se dedicó a fundar casas religiosas hasta que les fallaron las fuerzas y se recluyó bajo la regla de san Benito en Écija (o en Talavera: es una “Questio disputata”).

¿Y la 5ª hija, Teodosia? ¿Cómo es que no alcanzó la santidad? ¡Tuvo que hacerla gorda para no ascender a los altares! Su destino fue otro: Madre de Hermenegildo (santo), hermanastro (¿) de Recaredo. Su conversión al catolicismo fue el comienzo de su martirio. O sea, recapitulando: el matrimonio de Severino y Túrtura tuvieron cuatro santos y la madre de un santo y mártir. Es decir: San Isidoro de Sevilla (que era de Cartagena) era tío de San Hermeregildo, hermano de Recaredo… ¡El mundo es un pañuelo!

Eso es lo que se llama una familia feliz. ¡Pero ven que monotonía!: A la felicidad por el obispado. Sin embargo, Felícitas, bajo el emperador Antonio (¿) (según San Gregorio), fue infeliz y desgraciada de siete maneras diferentes, correspondientes a las siete formas de martirizar a sus hijos: Jenaro, Félix, Felipe, Silvano, Alejandro, Vidal y Marcial y como colofón también ella fue sacrificada: Así lo dispuso ella.
¡¡Siete hijos mártires!!

Se me olvidaba el motivo: Hoy la Iglesia Católica, Apostólica y Romana celebra el día de santa Florentina. Sus despojos están repartidos entre Plasencia, Murcia y algún que otro sitio. La verdad es que no son una atracción turística de primer orden. Antes al contrario.

Para arreglar el día, revisen: “Teléfono rojo…” (*) y disfruten. Ni era un teléfono, ni era rojo.








RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...