(Asteriscos * remiten a razones efemerísticas)
"Un eterno enigma quiero permanecer para mí y para los demás".
Y el enigma se tendió sobre él. Y no lo soltó ni siquiera cuando se ahogaba tal día como hoy del año 1886. De la
escena queda el enigma…el resto se ha desvanecido euridicianamente. Y quedan los pájaros que van (y vienen) a este
humedal protegido.
Subir al trono de Baviera y llamar
a Wagner fue todo uno. Dejó a sus amantes ocasionales, incluso a un “Thurm und Taxi” con el que el transporte
estaba asegurado ¡y barato!
Luís II: «Sin que vos lo supierais, erais la cuenta de todas mis alegrías. Vos
habéis sido mi mejor maestro, mi educador y un amigo que, como ningún otro, ha
sabido hablar a mi corazón. Haré cuanto esté en mi mano para haceros olvidar
vuestros sufrimientos, disiparé todas vuestras preocupaciones, os proporcionaré
el reposo a que aspiráis a fin de que despleguéis sin traba alguna, vuestro
genio maravilloso. Ahora que visto la púrpura, emplearé mi poder en endulzar
vuestra vida».
Wagner: «Lo increíble se ha vuelto realidad.
El cielo me ha enviado a este Rey, que es mi felicidad y mi patria... ¡Tan
bello es, tan magnífico, y está tan lleno de Alma, que temo que su vida se
desvanezca, en este mundo grosero, como un fugitivo ensueño de los dioses! Me
ama con el íntimo fervor y la fuerza del primer amor. Me conocía y sabe todo lo
que se relaciona conmigo, y me comprende como mi propia alma puede
comprenderme. Quiere que permanezca a su lado, que trabaje, que descanse. Me
dará cuanto se necesite para la representación de mis obras. Soy su dueño
absoluto. Ya no volveré a ser director de orquesta»
El
rey lo aposenta como a un príncipe: Una villa cercana a su residencia-castillo
en Berg, a orillas del Starnberg en la isla de las rosas. Una elegante casa en
Munich (Briennerstrasse). Cargos importantes para von Büllov. Visitas diarias.
Horas de intenso mirarse a los ojos. Wagner simula. Luís desfallece. Llega
Cósima, la nariguda, y todo empieza a mostrar su rostro verdadero.
Y
para celebrar este desvelamiento de la situación me pimplo (a ciegas un) “parfait amour” que tan bien combina con la nobleza. Y esto que no salga de
aquí: me juego la reputación.
Luís,
ya saben Vds., era el colmo de la timidez y de la misantropía (¡feliz él, que
pudo ejercerla!). Colocaba centros de mesa de metros de altura para no ver a
los reunidos. Exigía audiciones y representaciones para él sólo. Construía
castillos que permanecían vacíos. Se disfrazaba con ropajes sacados de la
sensibilidad wagneriana. Y ese mismo gusto, acrecentado por su pasión romántica
por las hadas y el Medievo, conformó la arquitectura que espolvoreó por los
valles del Rin. Sus castillos nacían en el aire y acababan reflejados en el
agua. La tierra era, sólo, una circunstancia necesaria. Pasaba en Munich el
tiempo imprescindible. Su reino no era de este mundo.
El
erario público, su fortuna personal y su reputación, se resentían. Wagner, no.
La
cosa no podía durar y no duró. El trío tuvo que abandonar Munich, pero por
partes: Primero lo hizo Wagner, después Cósima y por último el marido desolado.
La
pasión wagnerian del rey se acrecentó.
Luís
II: “¡Uno y todo! ¡Síntesis de mi
felicidad!... ¿Qué soy yo sin él? ¿Por qué no encuentro reposo? ¿Por qué estoy
torturado siempre? ¡Oh! ¿Cómo hacer florecer para él, sobre la tierra, la
tranquilidad, una paz eterna y una inmarcesible alegría? ¿por qué hay siempre
tanta tristeza al lado de tanta felicidad?... Amigo mío, ¿necesito volverlo a
decir? ¡Te seré fiel hasta la muerte! Eres, fuiste y serás toda mi vida, hasta
el último suspiro... Te amaba antes de haberte visto. Oír una obra del Amigo es
para mí una beatitud tan grande, que no puedo compararla con ninguna otra...»
Wagner
aseguraba no conocer mujer. Pero era evidente, por los hijos que nacían de
forma sistemática, que el compositor jugaba
al juego del amor imposible y desgarrado.
Buscaron
y encontraron: una magnífica residencia en el lago de los Cuatro Cantones,
Triebschen. A gastos pagados. Hicieron venir a la decoradora de siempre, que
les llenó las estancias de gasas, tules como encajes de Bruselas y telas de la
lejana Mosul.
Lean
vds. lo que escribía el desventurado Luís a la nariguda Cósima:
“Necesito deciros que me es
totalmente imposible vivir por más tiempo separado de quien lo es todo para mí.
No lo soporto. El destino nos ha creado al uno para el otro; si vivo, es por
él. Cada día lo veo más claramente. Pero él no puede estar a mi lado, querida
amiga mía. Os aseguro que no me comprenden, ni me comprenderán nunca. Como Rey,
no puedo estar unido a él. Las estrellas no nos son favorables. Pero esto no
puede, de ninguna manera, continuar así, porque me faltarían fuerzas para
vivir. Sin él me siento solo y abandonado. Es preciso que nos reunamos para
siempre. Amiga queridísima, os lo suplico: preparad al Bien Amado para la
resolución que he tomado de renunciar a la corona. Que tenga misericordia de mí,
que no me exija que soporte por más tiempo estos tormentos infernales. Mi
misión divina es estar a su lado, como amigo fiel y amante... ¡Decídselo!
Hacedle ver que nuestros proyectos pueden realizarse y que me moriré si tengo
que vivir sin él. El amor hace milagros...”
Wagner
se puso a temblar. Dejar el trono ¡ni hablar! Intentaré seguir disimulando (¿)
otra temporadita…¿quién pagará, si no, todo este dispendio?
El
rey no quería dar crédito a los rumores:
“No puedo ni quiero creer que los
lazos existentes entre Wagner y la señora Bülow sobrepasen los límites de la
amistad. ¡Sería espantoso!”
Y
prepara un viaje sorpresa a la residencia suiza. El día 22 de mayo (las
efemérides wagnerianas están a rebosar de esta fecha) de 1866 se presentó como
un regalo. Era el 53 aniversario del compositor. Imagínense a Richard,
cambiando las sábanas, distribuyendo los útiles de aseo entre los diferentes
cuartos de baño (¿), y a Cósima tapándose los moratones del cuello. Luís II era
“lunático”, pero no imbécil. Mordió
la historia. Se distanció… pero no dejó de apoyarlo económicamente. En total le
daría unos 500.000 D.M. de la época y un préstamo de 400.000 para la
construcción del Teatro de Bayereuth, que se iría pagando con lo que dieran las
obras del artista. Fue la gran desilusión de su vida. Añádanle la derrota de
Baviera ante Prusia y la constitución del II Reich.
Al
año siguiente se juntaron en el castillo-residencia de Berg (¡¡) para celebrar
el cumpleaños del artista.
Tal día como hoy, del año 1869 Luis II de Baviera acude
a una representación privada de Lohengrin, dirigida por Hans von Bülow Y
Cernuda (“Luïs II de Baviera escucha Lohengrin”) “inmortaliza” el momento:
(…) “Ahora el rey está ahí, en su palco, y solitario escucha,
Joven y hermoso, como dios nimbado
Por esa gracia pura e intocable del mancebo,
Existiendo en el sueño imposible de una vida
Que queda sólo en música y que es como música,
Fundido con el mito al contemplarlo, forma ya de ese mito
De pureza rebelde que tierra apenas toca,
Del éter huésped desterrado. La melodía le ayuda a conocerse,
a enamorarse de lo que él mismo es. Y para siempre en la música
vive.”
Tópicos. Cernuda no
hace ningún esfuerzo para desmitificar el asunto. Para él, Luís II es la hermosura,
el sueño, la poesía, la incomprensión, la sensibilidad herida…olvidando que era
rey de Baviera y tenía sus obligaciones y sus intereses…así como su decidida
inclinación política (no precisamente progresista). Otra cosa es Visconti.
Su
índole misantrópica no le permitió asistir a la inauguración del teatro de
Bayreuth, pero tuvo el privilegio (real) de asistir a los ensayos íntegros… ¡y
solito! (Volveremos en su día).
Quien
sí asistió fue Tchaikovsky (¿cómo se escribe?).
Quien
huyó fue Nietzsche: cuando reapareció llevaba bajo el brazo, como una baguette: “Humano, demasiado humano”, que significó la ruptura con el maestro,
aunque lo hiciera más evidente con el “Caso
Wagner”. (Volveremos). El pobre creyó
las palabras de Wagner. Se quedó de piedra cuando vio a la clientela:
empresarios, prestamistas, y gente de la horteril
farándula.
Tarde
o temprano todos acababan descubriendo la sordidez del compositor, su vanidad y
su gusto echado a perder.
Se
promete con su prima Sofía. Rompe el compromiso. Se rumorea que mantiene
relaciones carnales con Sissi
(hermana de Sofía). Infundios. Con Elisabeth le une una tierna y profunda
amistad y con la primera, ya, nada. ¡Qué cantidad de desgracias por metro
cuadrado! Sofía morirá abrasada. Siisi, acuchillada. Su hijo y heredero se
matará por amor (¿). Un cuñado fusilado en Méjico… Su sobrino político (y
heredero) será balaceado… El fin de una saga…Como la de los Panero, inutilizada
por vertiginosas corrientes de alcohol y de desmesurada inteligencia.
Pero
Luiiiis…¿no se casó Lutero (*)? ¡y
con una monja! También tú podrías haberte casado y haber continuado la saga. Un
acuerdo diplomático y ¡hala!
“Cuatro años sirviendo
De espectáculo a las almas más
cansadas,
Y una cruz,
En el agua en el lugar donde murió
Luís II de Baviera–y me bendiga
Los muertos y los recuerdos–Y desde
este
Texto podrá nunca
Escapar ave ni insecto.”
(Leopoldo
María Panero)
De
perdidos al río (¡al lago!)…otro lingotazo de esta asquerosa bebida azul. Y a
seguir con el asunto. La cosa se pone rizomática.
Hasta
luego….