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viernes, 7 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 7 de junio. Donut. Borges. Ödön von Horvärth. Roth.



Un país cuyos ciudadanos (incluida la recia policía, y las secretarias de sheriff) empiezan el día con donuts y batidos de vainilla no tiene futuro. Se gastará el presupuesto en insulina, papel higiénico, ortodoncias y dietas adelgazantes. El dulce, además, debilita el carácter y fortalece el capricho. Baja el umbral de frustración. No es de extrañar, pues, que en los USA las matanzas caprichosas se cuenten por docenas y  que el comportamiento infantil se prolongue hasta los 80 años (para dar paso a  la adolescencia). Por el contrario, el cordero, asado al aire libre, enriquece la sangre y agiganta las expectativas. Dota a quien lo come frecuentemente de una veeeeeehemencia cornúpeta que lo empuja a cornear al primero que se le ponga por delante. 




 
No hay un “Día Internacional del Cordero” (DIC). Está la “Fiesta del cordero”, la “Siesta del Borrego” “la del Carnero” y el “Silencio de los Corderos”. Pero un Día Internacional… ¡no!  Quienes la celebran, celebran la sumisión de Abraham y la resignación de Ismael. ¡¡Dios es grande!! Y por él soy capaz de matar hasta a mi propio hijo. Al final, ya saben Vds., apareció un cordero y tal y más cual.

Todo esto para decir que hoy se celebra el “Día Internacional del Donut”, en cualquiera de sus variantes…Incluso los churros (su complementario), creo, podrían incluirse en una definición generosa. Aunque el churro produce otra caracterología (en la que no entraré). Yo sigo con mi inveterada costumbre del pan tostado con aceite y orégano griegos, rematado con un carajillo fifti-fifti y (según días) remolque de aguardiente.

Hay autores que hacen difícil el trabajo de buscar efemérides. No es el caso de Borges, que trufa sus escritos con fechas exactas…como anclas que impiden que la “ficción” se disuelva euridicianamente en la estratosfera.

No sé por qué, sin embargo, tengo anotado en el día 7 de junio:

“Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
Como si esta ya fuera ceniza en la memoria”.

En realidad podría ir bien cualquier día. Y sigue la efeméride:

“En las arrebatadas noches del sufí
Eres la cimitarra, la rosa y el rubí
(…)
Vino del mutuo amor o la roja pelea,
Alguna vez te llamaré. Que así sea”



“En una de las noches del Missisipi, Huckleberry Finn se despierta; la balsa, perdida en la tiniebla parcial, prosigue río abajo; hace tal vez un poco de frío. Huckleberry Finn reconoce el manso ruido infatigable del agua; abre con negligencia los ojos; ve un número vago de estrellas, ve una raya indistinta que son los árboles; luego, se hunde en el sueño inmemorable como en un agua oscura.”

Eso ocurría un 7 de junio de (pongamos) 1883. Y si lo dice Borges… ¡Sea! 




Sólo decirle a Borges que la noche era oscura, de “boca de lobo”. La luna no apareció en toda la noche. Había empezado la fase de “luna nueva”. La “tiniebla parcial” sería oscuridad absoluta. Observen Vds. la exactitud de Borges: no menciona a la luna; con lo que evita incurrir en un posible doble error. De esta manera el error sólo puede ser simple: que estuviera nublado.
No importa, ya que Borges utiliza esa escena no en sí misma, sino como soporte de una argumentación que quiere ir más allá de la negación berkeliana de la materia y de la humeana disolución del YO. Borges quiere negar el tiempo mismo, la sucesión temporal: proclamar un presente eterno.

El idealismo es rico en sugerencias “poéticas”. Alimenta fantasmagorías y alucinaciones. Sin embargo no puede dar cuenta de “lo que es”, sino reduciéndolo a apariencia, representación. Llámenle Vds. “X” pero que se acerca la muerte es un hecho ineluctable. Si todo resuelve en impresiones… ¿Es la muerte una impresión o más bien la ausencia de toda impresión? Ambas preguntas implican paradojas. El idealismo no puede explicar el hecho de la muerte. Berkeley, conduce su estricta consecuencia, a un supuesto no percibido: Dios. Puesto que dios existe y todo lo percibe, el mundo y lo que lo compone existe, es. Dios como garantía de la continuidad de la existencia de las sustancias.  Sin Dios no podríamos asegurar que lo que no es percibido por nadie, exista. Dios, el espectador…no le quita ojo al mundo. Si se le olvidara mirar, nuestra existencia se hundiría en la nada… se disolvería euridicianamente




Por lo demás, a mí, como Vds. saben, el tiempo y el espacio me la refanfinflan.

Hay más 7 de junio en Borges…

Haré los honores a Huck y me aparejaré una trucha. Yo la relleno de mejorana. Así me ahorro el extractor de humos y aromatizo la casa. Verdejo y la coda acostumbrada. Hoy con remolques de coñá…¡y unos vasitos de absenta!

Tal día como hoy, del año 1938, llevaron al cementerio de Saint Ouen (París) el cadáver de Ödön von Horváth. Había muerto el día 1 de junio. Había llegado a París el 28 de mayo.
Austrohúngaro, sin matices. Finalmente “apátrida” (Danilo Kis). Se había establecido en Berlín y lo abandonó en el 33. Se estableció en Viena.

En marzo del 38, Hitler llevo a cabo lo que reflexionaba ante la cabeza calva de Bruckner en el Walhalla: la anexión de Austria. El escritor abandonó Austria, pero antes quiso despedirse de todo y de todos. Hizo un periplo por la antigua geografía centroeuropea antes de recalar en Ámsterdam.  Y como atraído por la fatalidad (o viceversa) entró en la consulta de un vidente que prometía la revelación de los arcanos: “París será un completo final”. Aplazó el viaje a América y se pasó por París. Y como Edipo fue en busca de su destino.


                            


Mientras tanto el otro austrohúngaro, el “Santo bebedor”, fracasado su desorbitado intento monárquico de parar el “Ansschluss”, rota la relación con la “chica de seda artificial” (I. Keun), derribado el Hôtel Fayot e instalado en un cuchitril del Hôtel de la Poste, pasa las horas muertas (ya) en el “Café Tournon”, en los bajos del Hôtel, sito en la calle homónima, dando los últimos toques a la “La Cripta de los Capuchinos”…y a la suya propia. Vivía como los nonatos, envuelto en líquido amniótico de 60º. Cuando rompió aguas fue para morir.

Ödön se instaló en un hotel cerca de Odeón, no lejos de la buhardilla de Roth y se dedicó a disfrutar de París: Amaba las ferias, los circos, el cine.
Tenía prisa por escribir (tenía que ganarse la vida); antes de morir acaba: “Juventud sin dios” y “Un joven de nuestro tiempo” (las pueden encontrar en Austral): Vidas destinadas al nazismo. Pocas veces la clarividencia ha sido puesta al servicio del análisis del nacimiento del nazismo con tanta certeza: la desorientación, el paro, la inseguridad…como sala de espera del fascismo. La verborrea, el sentimentalismo, los tópicos; el uso, en fin, desconsiderado del lenguaje, como vía hacia el militarismo más violento.  Naturalmente sus obras fueron quemadas en la actual Bebelplaz de Barlin.

Roth había escrito “La tela de Araña”, adelantándose al fenómeno.

El “apátrida” se levantó animado el día 1 de junio. Tenía una prometedora entrevista con Robert Siodmak, director de cine de cierto éxito y antiguo guinista para a UFA. En el 33 también había dejado Alemania por París. Tenían intención de hablar sobre la posibilidad de llevar a la pantalla “Juventud sin dios”. Así que se levantó animado; almorzó abundantemente en el hotel y, por consejo de Robert, fue a un cine de los Campos Eliseos en el que proyectaban “Los siete enanitos”, estrenada el año anterior y considerada como el primer largo metraje de animación sonoro y en color. Me disculparán Vds., pero no voy a explicar el argumento. Sólo recordar la tormenta que se desata cuando, habiendo probado Blancanieves la manzana envenenada, la bruja se dispone a liquidarla. Los enanitos la persiguen. Ella huye. Sube a una “montaña” y con la ayuda-palanca de una rama intenta arrojar una roca sobre los enanos y su amada Blancanieves. Cuando está a punto de consumarse la matanza, un rayo etc…etc…acaba con la bruja. Por lo demás también en “Juventud sin dios” hay alguna fractura de cráneo.



Salió presagioso de la sala. Él era así: supersticioso. Y se dirigió hacia las cercanías del Teatro Marigny a tratar el asunto (Av. Marigny con Champs Élysées). Se levantó un viento huracanado gris plomo. Se abrieron las puertas del cielo. Los paraguas volaron como medusas aéreas. Los chubasqueros dibujaban siluetas de murciélago. Los relámpagos relampagueaban y los truenos aplaudían.  La gente se apelotonó bajo la copa de un viejo castaño que (todavía) resguardaba la entrada del Teatro. Una rama se desprendió y le partió el cráneo. El resto resultó absolutamente indemne. Así de sencilla y de inesperada le llegó la muerte.

Roth apuraba su segunda botella de coñá.

Lajos, su hermano, acudió desde Alemania para hacerse cargo del asunto. Los nazis habían establecido el límite para la “exportación” de divisas en 1.000 marcos…a todas luces insuficiente. Lajos se instalo en el hotel. Aún no había vaciado la maleta cuando se presento un empleado de pompas fúnebres. Se estableció un entierro de tercera clase. Lajos se quedó con lo imprescindible para poder regresar.
Al día siguiente se presentaron dos hombres compungidos, con levitas negras, para tratar el asunto del entierro. Lajos comprendió que había sido víctima de una estafa.

Pese a todo el entierro se celebró.

La noticia corrió entre los círculos de exiliados. Roth tardó días en saber de qué se trataba.  El coche fúnebre recorrió Magenta, cruzó República, se internó por Barbés, por el Bd. Ornano, salió por la Puerta de Clinancourt y se deslizó por Michelet. Allí se detuvo. Los bares se vaciaron y los clientes, que esperaban desde las primeras horas, se dispusieron detrás del catafalco, que giro a la derecha para enfilar la puerta del camposanto: “Un lamentable ejército de individuos desmelenados (…) entre ellos se tambaleaba Joseph Roth, el célebre escritor, totalmente ebrio, como solía estar por aquella época, con un traje lleno de lamparones, apoyado en dos jóvenes admiradores” (Carl Zucmayer). Lajos añadía a la natural pena, la preocupación por la pasta y la inseguridad por el desarrollo de la “despedida”. Una vez dentro ocurrió el milagro digno de Andreas Kartak: la ceremonia fue de primera categoría. Lajos ya se veía en chirona. Los empleados de los asuntos del más allá lo tranquilizaron y le dijeron que todo estaba pagado. A una cierta distancia un hombre seguía la escena principal. Lajos lo reconoció:

–¡Y yo que pensaba que era Vd. un estafador!
–¡Y lo soy! Pero cuando me enteré por el periódico de que el finado era un artista…¡a los artistas no se les puede estafar!

Años más tarde sus restos serían trasladados (50 aniversario) a Viena…donde reposan en paz.

Busquen Vds, la inevitable plaquita:



"Et les gens vont dire
Que dans un lointain avenir
On saura discerner
Le faux et le vrai

Que le faux disparaîtra
Alors qu'il est au pouvoir,
Que le vrai adviendra
Alors qu'il est au mouroir"
(1938)

Odon von Horvath, dramaturge et écrivain de langue allemande, né en 1901, mort le premier juin 1938 face au théâtre Marigny, tué par une branche de marronnier arrachée par la tempête.
Hommage de son éditeur Thomas Sessler Verlag, Vienne, le 3 juin 1998

A pesar de todo, Roth escribió una nota necrológica.

Casi en la esquina de Michelet (por la que dobló el coche fúnebre para dirigirse a la puerta de Saint Ouen) hay una Brasserie-Bar. Tiene unas mesas blancas de plástico y unas miserables sillas haciendo juego.  Hay dos tipos que desde tiempo inmemorial, uno vestido de blanco y sentado y el otro con ropa inapropiada, de pie, parecen discutir sobre la naturaleza de la sustancia. Al de la camiseta sin mangas le atribuyo el escepticismo humeano, más abarcador y radical. El que está sentado debe haberse quedado, por cansancio, en el cuestionamiento de, sólo, la sustancia material. El local se llama: “Le claire de lune”. Allí, a la sombra de esta discusión secular, podríamos haber esperado el cortejo: “¡Ya viene el cortejo!...”
Porque la esquina está ocupada por una funeraria. Díganle que van de mi parte y les regalarán media docena de epitafios, pergeñados por el dueño de la brasserie, poeta.

Tambien podríamos haber pasado la tarde en el “Café Tournon” (Rue Torunon, abundante en “efemérides”, con rue Vaugirard). 






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jueves, 6 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 6 de junio. Pepita Jiménez. Bruckner. Holderlin.



(Asteriscos * remiten a razones efemerísticas)

Hoy, día “tétrico” (*), paga la bebida Luís de Vargas.

“Nuestras manos seguían unidas aún. Ambos mudos. ¿Cómo decirle que yo no era para ella ni ella para mí; que importaba separarnos para siempre?
Sin embargo, aunque no se lo dije con palabras, se lo dije con los ojos. Mi severa mirada confirmó sus temores: la persuadió de la irrevocable sentencia.
De pronto se nublaron sus ojos; todo su rostro hermoso, pálido ya de una palidez translúcida, se contrajo con una bellísima expresión de melancolía. Parecía la madre de los dolores. Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas.
No sé lo que pasó en mí. ¿Ni cómo describirlo, aunque lo supiera?
Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso.
Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfalleció y la sostuve entre mis brazos.” (¡no la vas a dejar caer!)

¡Menos mal que entró el Vicario…!

                 


Esto ocurría el 6 de junio de (pongamos) 1872: Luis de Vargas besa por primera vez (¿y última?) a Pepita Jiménez. Brindemos con granadina…como hacía Lenin en su exilio parisino.

No menosprecien la novelita. En realidad fue como un chorro de aire fresco en la novela española de la época: ligera, algo costumbrista, sin cargar tintas en las luchas  psicológicas” e, incluso, creo, demasiado irónica para lo que se llevaba. Sin recurrir a la ironía no puede tomarse en serio esa trama tan manida: Viuda joven de un marido octogenario y curita inexperto. Y, para completar la tragicomedia: el padre, enamorado y “prometido” de Pepita. ¿Qué atractivo les encontrarían a los curas? ¿la sotana? ¿la halitosis?...Luis de Vargas no es Julián, ni Pepita es la señora de Renal, ni la Ozores. Tampoco es necesario: “Rojo y Negro” sólo hay una.

Todo acaba en una boda feliz y un futuro prometedor lleno de perdices, faisanes y codornices. El amor ideal (“Fedro”, “Cármides”, “El Banquete”…) y el amor terrenal se fusionan de manera envidiable. Venus Urania y Venus Pandemos se disuelven el uno en el otro como la ginebra en la tónica, para formar una pareja de “kikos”, que dios (¿) bendecirá con muchos hijos.

Todo digno de una ópera (Albéniz). En realidad le hubiera ido mejor el formato “género chico”. Las “pasiones” están esbozadas; la “culpa”, escorzada…Ahora que, en manos de Emilio “El indio” Fernández, puede convertirse en un dramón mejicano.
¿Sierras cordobesas? ¿Vega de Granada? El único indicio es que se pone el sol “tras las altas montañas”. Andalucía.

Sin duda Valera sabría de los dos “Luis de Vargas” “famosos”: El primero (XVI) un pintor sevillano, pecador y penitente. Acostumbraba a dormir en un ataúd (como el “salvaje” de “Moby-Dic”) y a fustigarse las carnes. Penitente y pecador. El segundo (XIX) el jefe de la banda de bandoleros patriotas “los siete niños de Écija” (lo de “niños” es como a la Niña de la Puebla, que le siguieron llamando “niña” hasta su muerte, a los 90 años. En realidad ni eran siete, ni eran niños, ni eran de Écija…La sintética imaginación popular ha hecho el resto). Y, sin duda, a ambos los tuvo presente (¿ironía?). Desarrollen vds. el tema.


“Diligencia de Carmona,                              
la que por la vega pasas
caminito de Sevilla
con siete mulas castañas,
cruza pronto los palmares,
no hagas alto en las posadas
mira que tus huellas huellan
siete ladrones de fama.

(…)
Siete caballos caretos,
siete retacos de plata
siete, cupas de caireles,
siete mantas jerezanas.
Siete pensamientos puestos
en siete locuras blancas.

Tragabuches, Juan Repiso,
Satanás y Malafacha,
Jose Candio y el Cencerro
y el capitán Luís de Vargas,
de aquellos más naturales
de la vega de Granada.

Siete caballos caretos
los Siete Niños llevaban.

Echa vino, montañés,
que lo paga Luís de Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.

Ve y dile a los milicianos
que la posta está robada
y vamos con nuestras novias
hacia Ecija la llana.

Echa vino montañés,
que lo paga Luís de Vargas”.




No es de Lorca...es de Fernando de Villalón. Amigo de los del “27” y en especial de Alberti, a quien Lorca, nacido tal día como ayer, del año 1898, detestaba.  Sobre Lorca volveré el 25 de junio. Pero antes de asistir a la muerte del Amargo, recordar el nacimiento (1891) de Ignacio Sánchez Mejías (*)… ¡a las cinco en punto de la tarde! Alberti hizo alguna vez el paseíllo en su cuadrilla y, como saben Vds. los del  27” (¡y los del Betis!) sintieron su muerte. Lorca escribió la elegía más tremenda desde los tiempos de Jorge Manrique. Su muerte merece una recreación.

Y tal día como hoy de hace 7 siglos, año arriba año abajo, en Écija, “la llana”, unos cientos de parroquianos, encabezados por curas y obispos, irrumpieron (*) en la judería y enviaron al infierno a 4.000 judíos, dicen. Todavía andan las gargantas secas por allí… ¡paga Luís de Vargas!

¡A la salud de Luís de Vargas!:

¡Echa vino, tabernero...
Que acompañe al “salmorejo!”.

Hablando de matar judíos…y de la “cuadrillas de los 7 niños”, se imponen los “Fünf juden” (en referencia a los 5 directores de las cinco Óperas de Berlín). Y de ahí a lo que sigue.
Tal día como hoy, del año 1937, Hitler asistió a la colocación del busto de Anton Bruckner en ese Olimpo kitch de los dioses germánicos que es el Walhalla, a las orillas del Danubio, en las proximidades de Regensburg (Ratisbona). Luís I, antes de ser barrido por la “primavera de los pueblos” y por las faldas de Lola Montes, hizo construir este doble del Partenón, para mayor gloria de Alemania (y allegados). Actualmente son 130 las cabezas allí expuestas. El nazismo sólo colocó la de Bruckner (¡!). Hitler, vestido con uniforme del partido, depositó una gran corona de flores y se entretuvo un momento haciendo ver que meditaba. Quizás meditase. Nunca lo sabremos.




Ya el año anterior, tras derribar la estatua dedicada al judío Mendelssohn, frente a la Gewandhaus de Leipzig, en la calle que llevaba su nombre, rebautizaron la calle con el nombre de “Anton Bruckner Strasse”.

Y también habló y se supo, por aquellos que conocen la técnica de la lectura “entre líneas”, que algo grave y transcendental se estaba maquinando.
Bruckner era, desde los tiempos de Munich, junto con Wagner, uno de los ídolos del futuro führer (añadan Vds. a Lehár: “La viuda alegre”). Y su (de ellos) música acompañó los Congresos del Partido.

 Brucker, el pequeño campesino alemán (austríaco como Adolfo), objeto de burlas por parte del “modernismo” de Weimar, relegado a las últimas filas por el “medio judío” Brahms…ese “fenómeno de salón, elevado a los cielos por los judíos”. El alemán sencillo y puro que con su sólo esfuerzo consigue la plaza de organista de Linz, la ciudad amada por Hitler, para después ser objeto de mofa en la “judía Viena”. Ese hombre del pueblo, cuyo arte no se distanciaba ni un ápice de la sensibilidad (y ambición) campesina, ese alemán de pura cepa (y austríaco) fue el elegido por el corazón del “guía” para apaciguarse en la “Guarida del lobo” y como ejemplo a seguir.
El “leitmotiv” de la “burla” y el de la venganza sobre ella (que tanto utilizaría Hitler): “empezaron riéndose… ¡ahora…llorarán!”, encontró apoyo en el “caso Bruckner”.

Lo de Wagner es un caso aparte.

Aquella mañana en el Walhalla, Hitler estaba descubriendo a las almas poéticas sus intenciones con respecto a la “Marca Oriental” (Austria). Así como Bucker (síntesis de lo alemán y lo “alto austríaco”) estaba siendo acogido por Alemania, así Austria sería introducida en el Reich. A los pocos meses se produjo la “Anexión”.

Su (de Hitler) afición a Bruckner era tal que patrocinó la “Orquesta Bruckner del Reich” en Linz y la elevó al rango de “clase extraordinaria”. Pensaba construir unos monumentales muelles sobre el Danubio, cuya, ya de por sí gigantesca, maqueta presidió los siniestros acontecimientos del búnker. Por sus arcadas y plaza central rebotaron los ecos de los últimos pistoletazos. En el centro de la gran plaza iría una torre “ýbrica”, coronada por un carillón que “en días determinados” descerrajaría algunos motivos de la 4º sinfonía (“Romántica”) del músico. Ironías de la historia (que se dice): mientras agonizaba en el búnker, en el bar de la Cancillería del Reich, los que esperaban la muerte lo hacían siguiendo los compases de música bailable. Nada de “Tristán e Isolda”. Nada de “Parsifal”. Esperaron la muerte bailando “foxtrot”. También dentro del antro subterráneo se oía música ligera. Se disparó directamente a los oídos. 

 

Lean Vds. las entrada del 7  y del 28 de mayo, segunda serie (Inéditas) y encontrarán una ampliación del tema.

Luís I de Baviera (cuya pasión por la causa griega había hecho que ofertara a su hijo Otón para rey del nuevo estado) había construido esa réplica del Partenón (con aquella finalidad) a las afueras de Regensburg, cuna de los Thurn und Taxis, algunos años después de que Hölderlin, ya tocado por la sombra de la locura, visitara la ciudad. La poesía de Hölderlin algo influiría en la admiración por lo griego que se extendió por toda Alemania. 




Tal día como hoy, moría, después de 36 años “recluido” en la torre del carpintero Zimmer (“habitación”), el autor de “Hiperión” (que siempre lo acompañó): “Scardanelli”. El otro quiso llamarse Dionisos o el Crucificado.
Una habitación-torre circular que da sobre una curva del Neckar. Estuve allí (como tantos otros) en el 89, leí fragmentos del Hiperión y algunas de sus últimas poesías y como sabía de la afición del poeta por el vino y los aguardientes, me pimplé en su honor media petaca de ¿Master Jager?  ¿Mike Jaeger?... ¡el del ciervo! Y también leí el grafitti: “H. no estaba loco”.
Le pasaban los “folios” y bosquejaba algunos versos. Le hacían firmar. Él trataba a los visitantes de “Señoría”, “Excelencia  y de ahí “pa’rriba”. 




Apoyó la idea de una Grecia liberada de los turcos, guiado por una concepción idealista de la historia. Quiso que Alemania fuera la Hélade contemporánea. Amonestó y despreció a los alemanes contemporáneos por su utilitarismo y su (¿o es lo mismo?)  especialización y servidumbre. Y más.

“En el pueblo alemán, los discípulos de las musas crecen llenos de amor, de espíritu y de esperanza; los ves siete años más tarde y andan errantes como sombras, silenciosos y fríos, son como un terreno que el enemigo ha sembrado de sal para que en él no crezca nunca más ni una brizna de hierba; y cuando hablan, ¡ay de aquél que les comprende, que en su titánicos asaltos y en sus tretas proteicas sólo ve la lucha desesperada que su hermoso espíritu destruido lleva a cabo contra los bárbaros con los que tiene que enfrentarse!”

“Siempre que el hombre ha querido hacer del estado su cielo, lo ha convertido en su infierno.”

“¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los templos, ¡que cambie todo en todas partes!.”

No es justo (por la intención), pero sí lógico (por el lenguaje), que los nazis aprovecharan esta llamada. “¡Despertad, alemanes!”…un nuevo mundo, el nuestro, nos espera. “Los maestros Cantores”.
Thomas Mann (*) (y Cortázal nos lo recuerda) lamentó que Marx no hubiera leído a Hölderlin.

Pon más vino, tabernero… ¡que paga Luís de Vargas!...y ¡olvídense de esta “propuesta” fallida!

















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...