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miércoles, 29 de mayo de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 29 de mayo. “Amour fou” Breton. SEGUNDA SERIE.





“… Ya la había visto entrar dos o tres veces en aquel lugar: en cada ocasión se me había anunciado, antes de ofrecerse a mi mirada, por no sé qué sensación de estremecimiento de hombro a hombro que llegaba ondulante hasta mí atravesando aquella sala del café desde la puerta. Ese movimiento, en la medida misma en que, tratándose de una presencia vulgar, adquiere rápidamente un carácter hostil, sea en la vida o en el arte, me ha advertido siempre de la presencia de lo bello. Y puedo decir que en este lugar, el 29 de mayo de 1934, esta mujer estaba escandalosamente bella…” (Breton: L’Amour fou”).

Sus compatriotas acababan de caer ante una poderosa Austria en el II campeonato mundial de fútbol. No pasaron a cuartos. España, prerrevolucionaria, fue masacrada literalmente por una Italia en pleno goce del fascismo, pese al lucimiento de Zamora y de Quincoces. No pasaron a semifinales. El árbitro, después se supo, fue condenado a perpetuidad.

Los Balkanes se balkanizaban y Méjico se mejicanizaba. En Alemania se afilaban los cuchillos y España puso, definitivamente, una bota (no cabían dos) en Ifni… Y es que ese año, febrero el loco, se había deslizado sin luna llena… y no pudo ser testigo de las matanzas obreras de Viena.

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Cuando entraban en rue Fontaine los amores se apagaban con el mismo frenesí que muestra el aceite hirviendo al contacto con una gota de agua fría.



Breton, tras una cadena interminable de amores predestinados y eternos, recaló en la jovencita Jacqueline. En este caso el autoanálisis lo dejó claro: era un amor que desde siempre estaba destinado a la eternidad, pero Breton no cambió de domicilio y las cosas siguieron el rumbo acostumbrado.

Hacía tres meses del juicio grotesco al grotesco Dalí, que, allí, aquel día, tuvo gracia: redujo al absurdo lo que ya, desde el inicio, era un verdadero absurdo.

La crisis llegaba por tierra, mar y aire. La situación se polarizaba a toda prisa. El PCF estaba todavía con aquello del “socialfascismo” mientras el fascismo ganaba la guerra, aunque perdiera algunas batallas… y Tanguy los dientes en una de las refriegas. “Appel a la lutte”, firmado por Breton, fue un paso más en su distanciamiento del Partido Comunista, que lo incluyó en el paquete de los “antifascistas prematuros”. Por entonces, hurgando en un charco de sangre obrera, tuvo lugar el último encuentro entre Aragon y Breton. Las puertas del surrealismo se hicieron completamente giratorias: uno entraba y salía; otro salía y entraba. Breton sólo encontró consuelo en Péret, en Ray, en el desdentado Tanguy, en Max Ernst y en el fugaz Eluard. Giacometti, entró y salió. Caillois, entró y salió; Dali, salió; Crevel, salió; Char, salió. El descomunal y polifacético Óscar Dominguez le abrió las puertas del paraíso. Y Duchamp, vuelto de América pareció (espejismo) que se sometería a la férula del “cadáver”. En el 35 tuvo lugar el Congreso de Escritores, el incidente con Erhenburg (ya les contaré) y la muerte de Crevel… todo en el mismo pack. Paralelamente: La expulsión de Trotsky de Francia y los juicios de Moscú. Breton había, definitivamente, tomado partido por el “profeta desarmado”. Y por ahí andaba Artaud, ido… y el priápico Picasso. España se encaminaba, sin remedio, hacia la guerra, pues así lo querían los militares.

Lo dicho es el marco en el que Breton escribió “Amour fou”, fin de la trilogía empezada con “Nadja” y continuada con “Los vasos comunicantes”.

   




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La fidelidad de Breton hacia rue Fontaine, no impidió que cambiaran continuamente de bar de concentración. Ahora ocupaban el Cafe de la Place Blanche, frente al “Moulin Rouge”. Yo les invitaría a Udes. a sentarse a la mesita que tengo pillada bajo la escasa marquesina del “Bufalo Grill”, muestra sublime del ingenio francés en esto de la toponimia, les invitaría…pero es que no cabemos. Prueben en la otra esquina, en el “Rouge Bis”. La otra mesita está ocupada por una venerable pareja de angloparlantes que, sin contemplaciones se están zampando sendos trozos de res que escapan de los porcelanosos límites del plato. Ella parecida, por lo varonil, a Calamity Jane y él, por lo cachazudo, a Toro Sentado.

 


Yo, fiel, tanto como Breton a rue Fontaine, sigo con mis caracoles (al grill). Una botella de vino “tranquilo” de Champagne da un poco de color  y hace de contrapeso plástico al rojo de la marquesina. Por suerte, o vaya Ud. a saber por qué, el camarero no ha puesto reparos a mi habitual pedido.

Aquí, en esta condensación de lo cutre tuvo lugar, hace ahora 70 años, el encuentro que paso a contarles… ¡cómo empeoran las cosas!

Bueno. El inestable grupo estaba reunido en el interior de lo que antes era el Café de la Place Blanche y, ahora, como habrán intuido, dedicado a un piel roja. Sobre las siete y media del 29 de mayo del año 1934 entró por la puerta (como es natural) una mujer rubia brillante y “escandalosamente bella” que de inmediato captó la atención del jefe de filas que giró su enorme cabeza como un girasol. No era cosa difícil. Breton prestaba su atención con frecuencia. Su pluma estilográfica, nunca.

La rubia se sentó a una mesa apartada del grupo, pidió un café y se puso a escribir. Breton miraba por las ranuras que el grupo compacto dejaba sin cerrar. Lanzaba miradas como el camaleón la lengua… ¡Qué ilusión si escribiera para mí! Estaba sensibilizado con el tema de la “predestinación” y los “hallazgos fortuitos”. Hacía una década que había escrito “Girasol”, un poema que, en ese preciso momento, estaba a punto de vaciar todo su contenido profético.

Y, sí, en efecto, el escrito-carta iba destinado a Él. Lo supo porque la encontró (Bretón cuando vio que abandonaba el local, salió corriendo tras la estela, al encuentro de lo fortuito) a la salida del bar y, tras presentarse como Jacqueline Lamba, se extrañó de que el camarero no le hubiera entregado la carta. Bretón resollaba por el esfuerzo, pero lo atribuyó, le dijo, a la emoción. En realidad, después se supo, la chica acudía exprofeso con la neta intención de conocer al jefe de filas. Breton ya la había visto otras veces… pero sólo ese día, digo yo, estaría en disposición. La mediadora fue la admirable Dora Maar a quienes sus respectivas aficiones habían reunido. Tiempo después Dora y Picasso protagonizarían un encuentro igualmente memorable.

Quedaron para verse a medianoche y se retiraron. Él a orear su eterno traje verde manzana y ella a nadar desnuda en el espectáculo del Coliseum. A Breton nunca le importó que Jacqueline utilizara su desnudez sólo de forma provisional y que deseara seguir su verdadera vocación: la pintura… él siempre la llamó su Ondina y la presentaba como una náyade. Sus pinturas desaparecieron. Pues Breton, sépanlo Udes., siempre vio lo que quiso ver y de la forma como quiso verlo, en el terreno, naturalmente, que estamos tratando. Vio musas donde había mujeres, vio amas de casa… vio secretarias… Tampoco, en honor de la verdad, fue un Picasso.



foto de Dora Maar

Marcelle, que también tenía sus presentimientos, observaría desde la ventana de la cercana rue Fontaine.

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Amour fou” se compone, ya saben Udes., de siete capítulos, algunos de los cuales habían sido publicados antes de aparecer todos juntos en forma de libro (1937). Abunda en lo desarrollado en Nadja: la flanêrie, como acto de creación poética, doble de la escritura automática, puede provocar voluntariamente el “azar” iluminador y catalizador, que Bretón entiende, a la manera de Engels, como una forma de manifestación de la necesidad interior que se abre camino en el inconsciente humano… y que ha de coincidir con una necesidad interior. Como el zapatito de Cenicienta.

La analogía sustituye a la lógica. La lógica, deduce; la analogía, “revela” la vida “ausente”, la realidad aún no descubierta; descubre vínculos insospechados y reconcilia, aunque sea por un instante fugaz, la realidad con el deseo. Este es también el sentido de los “objetos encontrados” que, en eso, se diferencian de los “objetos elegidos” de Duchamp.

Pero, que se me entienda, todo lo dicho tiene un campo preferente: el del amor… o de aquello que haga sus veces. El amor, lejos de cerrarse sobre sí mismo, opera como un crisol capaz de iluminar correspondencias inéditas. La mujer como ranura por donde el sentido se manifiesta al mundo.

Lo patético es lo que resta una vez volatizada su capacidad iluminadora.

Sobre todo si el otro, acodado en el antepecho del balcón, piensa que aún queda algo que rascar… Sí, queda… ¡la esperanza!

Las crónicas de “Amour fou” se ajustan a la propuesta metodológica surrealista, el modelo de observación médica como punto de partida para establecer las relaciones. Sólo esta observación y anotación minuciosa evidenciará la irracionalidad inmediata de ciertos acontecimientos.

Y así procede en su relato de aquella “noche de girasol”. Otra memorable noche que añadir a la ya larga lista de noches memorables, entre las que destaco la milagrosa “noche de los zapatos” que indicó a Robert y a Patti (Smith) que estaban en el camino correcto.

Lo primero sería leer el poema “Girasol”, con el fin de ir contrastando lo que allí se vislumbra con lo que reamente está pasando esa noche (cosa que dejo a su albedrío).

Breton, oreada su eterna chaqueta verde, procedió a acicalarse. Se cambió la ropa interior por otra más lírica. Se puso una camisa vellutina color Burdeos, se anudó una corbata verde botella, se puso su eterno traje verde manzana, amansó su tremenda cabellera y, así, como una alegoría de la esperanza, salió bajando los escalones de tres en tres. Jacqueline, bien limpita tras su actuación en el acuarium, esperaba, pues fue idea suya, en la terraza del bar Les Oiseaux, (donde posteriormente recalarían los Goytisolo, Genet, Barthes o Severo Sarduy) en la, ahora, destartalada plaza de Anvers y entonces poblada de estatuas.


Eran las doce de la noche y pidió, impulsada por una súbita revelación, un pippermint con hielo. Cuando llegó el poeta, y pidió un Chartreuse, se completó toda la gama de los verdes.

Breton pensó: “Lo que vuela y la presa fundidos en un resplandor único…”

Salieron a las dos de la mañana del 30 de mayo. El domingo se había convertido en lunes y había luna llena… ¡suerte de los poetas!

Bajaron hasta Les Halles. Descargaban las carnes y las verduras de temporada. Breton, mimetizado, a punto estuvo de ser colocado en un puesto de lechugas. Se comía sopa de cebolla y Breton tuvo que contener su natural por mor de la lírica. Siguieron por la Torre de saint Jacques, el Ayuntamiento, cruzaron el pont d’Arcole, de hierro forjado, siguieron por el muelle de las flores y cruzaron por el puente au Double, de hierro fundido… hasta remansarse en las bulliciosas callejas del Barrio latino. Eran las cuatro de la mañana y todo se estaba desarrollando según por previsto. El poeta, presa de presentimientos y como si recordara algo nunca sucedido, pero anunciado, se paraba, recitaba alguna cosa y seguía. La chica intentaba retenerlo y recordarle la vida real, recordarle que eran las cuatro y que tal y más cual. A él, este paseo le parecía una síntesis de lo “real” y lo “imaginario”, un ejemplo consumado de “comportamiento lírico, en la medida en que éste le es indispensable a cualquiera así sea solo por una hora de amor, tal como el surrealismo ha tratado de sistematizarlo, con toda su posible fuerza predictiva”

Amanecía cuando Jacqueline, acompañada del poeta, llegaba a la puerta de su habitación en el hotel Médical de la calle du Faubourg-Saint Jacques. Habían andado nueve kilómetros, a una media de un kilómetro y medio por hora: Nada del otro mundo. Cuando se despertó le entregaron un mensaje:

“Bajé por la escalera blanca, temblando como si estuviera viendo cómo te recostabas y dormías”
  
Breton tomó un taxi... ¡ya estaba bien de hacer el imbécil! Desde la ventanilla, a la altura de les Halles, pudo distinguir tres siluetas destartaladas: Edwarda, Bataille y el taxista. Su noche había sido más salvaje. Si quieren Udes. apreciar la diferencia sustancial entre Bataille y Breton, lean Madame Edwarda y, a continuación, el capítulo de Amour Fou dedicado a la noche del girasol. Tiempo habrá para dedicarse a análisis más pormenorizados.

Días después lo vio todo claro. Le vino a la cabeza “Girasol” (“Claire de lune”1923) y descubrió, mediante un autoanálisis casi académico, que lo que había pasado aquella “noche del girasol” estaba poéticamente profetizado en aquel poema del que nunca estuvo completamente satisfecho.

Si Nadja se cierra con aquello de “la belleza será convulsa o no será”, ahora se explaya un poco más: “La belleza convulsiva será erótico-velada, explosiva-fija, mágica-circunstancial o no será”. 

“En Nadja había atacado la distinción entre cordura y demencia, en los vasos comunicantes, entre sueño y vigilia y en “Amour fou” intentó abolir las barreras entre la realidad objetiva y a subjetiva” (M.P.)

Me intriga el hecho de que Breton tenga la necesidad de presentar sus asuntos amorosos bajo la hégira de la predestinación; que todas sus mujeres fueran las adecuadas, las soñadas… y ninguna accediera a través sólo de sí misma.

En agosto se casaron y Marcelle, la otrora predestinada, fue desalojada de rue Fontaine. Giacometti y Eluard oficiaron de padrinos. Días más tarde, Breton le devolvía al segundo el dudoso honor.

Así sucedió. Breton lo contaría dos años y pico años más tarde.

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Como ya se ha dicho, las puertas de surrealismo se hicieron completamente giratorias. Lo que más le dolió a Breton fue el distanciamiento de Crevel y de Char. El de Dalí estaba cantado. El de Giacometti, provocado. El de Tzara, le tranquilizó. En el fondo de su corazón sufría por el previsible alejamiento de Éluard. Sin embargo lo que sucedió fue el alejamiento de Jacqueline.

Tras el exitoso periplo por Checoslovaquia y el menos glorioso por Tenerife, constatan que la mujer está embarazada. ¡Que me pase esto a mí... que odio la familia y sus consecuencias! La “Antología de (H)umor negro” fue un trabajo de supervivencia. Jacqueline se quejaba de las estrecheces al tiempo que contemplaba la valiosa colección de arte que se alojaba en rue Fontaine.

En mayo se firmó el pacto franco-soviético. En junio vino lo de Congreso de París, el enfrentamiento con Ehrenburg y el suicidio de Crevel. Llegaron noticias de los juicios de Moscú y el caso Víctor Serge flotó como un cadáver. Todo se confabulaba para que Breton siguiera su camino, lejos de stalinismo. Añadan Udes. el asesinato de Kirov, la proclamación oficial del “Realismo Socialista” y la expulsión de Trotsky. En noviembre aparece “La posición política de surrealismo” (intento de unir a Marx con Rimbaud) y se estrecha a colaboración con Bataille (“Contre-Attaque”) que salía de una tórrida relación con Dora Maar.

Finalmente, el día 20 de diciembre de ese año (1935) nació una niña, concebida en primavera, a quien inscribieron con el hermoso nombre de Aube Solange. Desde entonces, Jacqueline añadió a los agravios sufridos, el de madre sacrificada y ensanchada. Fue el comienzo de un fin verdaderamente vulgar.


El libro se cierra con una carta dirigida al futuro:

“En la bella primavera de1952 cumplirás 16 años y quizá te sientas tentada a hojear este libro….
….Te deseo que seas locamente amada”

Y uniendo esas dos proposiciones todo un tratado sobre la Esperanza Poética.

Sobre la mesa del “Buffalo Grill” las conchas dextrógiras de los caracoles, una botella vacía, un vaso, una tacita de café y tres vasitos de aguardiente (vacíos, como es natural).



                                                                                                     obra de Aube Solange Breton.




Propuesta para la mañana de hoy, día 29 de mayo. Caja de Pandora. Lodazal fin-de-siècle. SEGUNDA SERIE.



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1894. Strindberg y Frida Uhl, se despiden en la Gare du Nord. Será para siempre. A ella nunca le faltaron armas, en ningún sentido del término. Ya en territorio austriaco, tuvo una aventura y un hijo con Wedekind, que envió, junto con el que había tenido con Strindberg, a casa de los abuelos.  Antes había ayudado a su tercer amante oficial, Hanz Heinz Ewers, en la creación del primer Kabaret alemán (1901): el Buntes Theater (Überbrett, por Nietszche)… Llevaba la caja bien surtida. 
Schönberg ejerce de director musical de las revistas moralizantes que allí se ejecutaban. En 1903 la aventura había acabado y el músico está de rregreso en Viena.



Kraus admiraba a Strinberg… hasta que la final misoginia del nórdico se impuso sobre su inicial furor igualitario.


Mientras esto ocurría, Annie Kalmar, moría tuberculosa en un hospital de Hamburgo. Koch estaba a punto de recibir el premio Nobel y fueron cerrando, poco a poco, la multitud de sanatorios antituberculosos que salpicaban Europa.



Kraus iniciaba su cruzada, primero contra la prensa y enseguida contra todo bicho viviente. Pronto recaló en el terreno de la sexualidad y de la doble moral que lo cubría. Acabaría, ya en plena contienda, convirtiéndose, de forma confusa, en uno de los pocos pacifistas internacionalistas.

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Acababa de quitarse la banda negra de la manga, cuando se sintió atraído por otra actriz, Bertha María Denk. La perdió la pista y volvió a encontrarla en 1905 cuando Wedekind se la presentó como una de las aspirantes al papel estrella de “La Caja de Pandora”. No cuajó. Dijo que la cosa le superaba. Algo tendría, sin embargo cuando estuvo a punto de llevar al altar al mismísimo Wedekind que acababa su aventura con Frida. Fue Frida quien animó a Kraus para que convenciera a Wedekind en la puesta en escena de la obra citada, antes de desaparecer destino Londres.

Tal día como hoy del año 1905 tuvo lugar la representación, tal como puede leerse en el cartelito anunciador:



Wedekind siguió visitando a Bertha hasta a canícula. Como era de esperar, ella esperaba en un balneario antitísico de bohemia. Con la llegada del otoño las visitas fueron escaseando. El dramaturgo se había prendado de Tilly-Lulú, con quien volvió a coincidir, en Berlín, interpretando Erdgeist (1ª parte de la Caja de Pandora). Ya en Viena, cuando en su papel de Jack el destripador, tuvo que hundirle el puñal sintió como algo se removía en su interior; algo parecido a lo de Pentesilea con Aquiles, pero al revés.  Desde aquel 29 de mayo no pudo olvidar a su víctima.



A hurtadillas, Kraus también visitaba Bohemia. Lo suyo era, era evidente, las sábanas de hospital. El triángulo se deshizo cuando Wedekind, en mayo del año siguiente, se casó con la Tilly. Kraus siguió sólo (lo de sólo es un decir)… pues:

“La hetera como sueño del hombre. Pero la realidad debe convertirla en su sierva, como ama de casa o como amante, porque la necesidad de la honorabilidad social va más lejos para él que un hermoso sueño. De este modo, cada uno desea la mujer poliándrica para sí. En este deseo y nada más que en él ha de verse la fuente de toda tragedia de amor. Querer ser el elegido sin concederle a la mujer el derecho de elegir. Y los Oberones no quieren entender jamás que Titania pueda acariciar también a un asno, porque ellos, como corresponde a su mayor capacidad de reflexión y a su menor sexualidad, no estarían nunca en disposición de acariciar a una mula”.

La relación duró, a su manera, hasta el otoño de 1908, e incluyó la inolvidable erupción del Vesubio del 1906 que, en la mente de crítico se amalgamó con las efusiones de Bertha (¡Gran Bertha!). Bertha era mucha Bertha: añadía a la indudable belleza, una inteligencia propia de hombre. La cosa no casaba con su (de él) empeño público en demostrar la “insensatez de las mujeres”.



Por cierto, Bertha ya pudo beneficiarse de los descubrimientos de Koch, que recibió el codiciado premio en 1905. El de la paz se lo llevó otra Bertha, von Sutter. Hacía 16 años de su “¡Abajo las armas!”.



Sobre el recuerdo de Annie, la presencia de Bertha forzó un giro de “La Antorcha” desde la crítica social hasta focalizarse en la cuestión femenina. Siempre, a pesar de todo, bajo las influencias del mito de “Pandora-Lulú”: la víctima infantil convertida en femme fatale destructiva, y del negativo de Weininger.

¿Que por qué dedico tantas entradas a K.K.? Fácil. Se trata de una de las personalidades (inteligencias) más agudas y más influyentes de la primera mitad del siglo pasado. Lo extraño es que alguien me haga semejante pregunta.

Y sobre figuras geométricas no está todo dicho: Irma Karczewska, la Bob, Groom de la representación de 29 de mayo, sería el vértice privilegiado de la más escandalosa de todas: Kraus, Wedekind, Wittels… y hasta el mismo Freud… Ya volveremos sobre el tema. “Irma, la dulce” (¿no les suena?)



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La caja de Pandora, como Uds. saben, es un mito recogido por Hesíodo y modificado por una multitud. Hesíodo no fue descubierto en occidente hasta finales del siglo XV, o sea, que no busquen representaciones medievales del tema. Fue ¡¡Erasmo!! quien introdujo un detalle importante. Hesíodo habla de una tinaja, una orza y el de Rotterdam lo cambia por un delicado y femenil recipiente (pyxis). Los ingleses popularizaron lo de “caja”, dotando a la cosa de una femenidad inexistente en aquel cántaro inicial. Los italianos han preferido “vaso”. Así que lo que seguramente sería una orza repleta de magras, morcillas, lomos de cerdo, compendio, sin duda, de todos los males, aún con apariencia de delicias, se convirtió en un nudo psicológico.
¿Quién abrió el recipiente? ¿Fue Epimeteo, espoleado por la maligna curiosidad de Eva-Pandora? ¿Fue la misma Pandora dueña de una insaciable y connatural curiosidad? ¿Fue una apertura a cuatro manos?


¿Qué contenía el recipiente? ¿Todos los males de mundo o todas sus delicias? ¿Todos los adelantos o la ancestral desgracia? ¿La continuación de lo que Prometeo inició? Lo cierto es que, en el fondo, se escondía la esperanza… aquella que Rubén Darío cantaba por esas fechas.

La “caja” es la mujer misma y Pandora son todas las mujeres. Devoradoras, amenazantes, insaciables que, ¡ahí le ha dado!, ponen en evidencia la incapacidad masculina, precisamente en el terreno en el que pretende imperar. Kraus se distancia un poco del tono general: “No permitió en ningún momento que los temores  y traumas que atormentaban la experiencia sexual en su época ensombreciera su visión de una liberación de los sentidos” (E.T.). Piensen Udes. En el antagonismo elemental entre Lulú y Jack, en la pugna a muerte entre macho y hembra que se desprende de la obra de Weininger… o en la de Kokoschka. Piensen en la histérica Elektra, en la sádica  Salomé (la ópera sería estrenada en diciembre), en la vengativa “Blue Angel”, en las mujeres letales de Klimt, en las desafiantes niñas eróticas y desvalidas de Schiele, en fin en ese entramado que sexualidad y muerte van construyendo en la obra de Musil. 0, si quieren, en la afinidad fundamental entre Erso y Tanatos que se ha ido tejiendo en los escritos de Schnitzler y Freud, que era quien verdaderamente llevaba la batuta.

O en el látigo de Nietzsche.

Tampoco se dejó seducir por ese reino encantado de inocentes niñas de porcelana con que soñaba Altenberg.

Kraus se aparta de todo este lodazal: macho y hembra son principios complementarios, es el orden social quien genera el antagonismo. Y fue capaz de elevarse hasta la consideración de que los ataques a una moral represiva desafían los efectos aún más destructivos de la sociedad tecnocrática y pueden ser un buen comienzo para una crítica de la civilización en su conjunto (Freud).
Pero no busquen nada que tenga que ver con la mujer como objeto privilegiado de la explotación capitalista, ni siquiera con los sufrimientos que, día a día, tenían lugar en los suburbios de la gran ciudad. No busquen nada sobre la procreación-reproducción de la fuerza de trabajo.

“Él con su mente y ella con su belleza fueron obligados a separarse y a partir. “ELLO”, con su tecnología proporciona un sustituto de ambos”

“La sensualidad de la mujer es la fuente primera en que encuentra la intelectualidad del hombre su renovación”

“Los hombres han canalizado el torrente de la sensualidad femenina. Ahora ya no inunda a tierra. Pero tampoco la hace ya fructífera”

“La victoria del hombre reside en el principio puramente intelectual (…) ya que, en cuanto a sensualidad, se ve superado por la mujer, que responde con mucha mayor intensidad a las incitaciones de deseo, y que experimenta un placer sexual diez veces mayor.”

Pura mitología… ¡Y para mitos estamos! A no ser que se trate de Louise Brooks, que lanzó a la categoría de símbolo el pelo corto y azabache.





Contemplen estas representaciones del mito: Klee, Rossetti y Beckmann. Cubren todo el espectro interpretativo, desde el más directo y wedekindiano (Klee), hasta el más apocalípticamente Goethiano (Beckmann), pasando por la turbia ambigüedad de los prerrafaelistas.


     



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Mientras en Viena se debatían los sesos sobre el significado de la caja de Pandora, en Rusia la revolución seguía su curso, sin distinción de sexos. Gorki escribía La Madre. Isadora tuvo ocasión de presenciar alguna cosa. Einstein daba a conocer sus elucubraciones que posteriormente ampliaría hasta incluir esa aberrante curvatura del espacio-tempo y que, tal día como hoy del año 1919, Eddington confirmaría con sus análisis de las fotografía sacadas durante el eclipse total de sol en la Isla de Príncipe, entonces portuguesa y hoy consagrada como Santo Tomé y Príncipe, rica en sellos de correos y cacao. Max Weber relacionaba la ética protestante con el espíritu del capitalismo. Picasso estaba con los saltimbanquis en plena época rosa. Matisse y Derain pasaban la primavera en Colliure estableciendo las bases del fauvismo.

Y en París, precisamente tal día como hoy, de año 1913, se estrenaba La Consagración de la Primavera de Stravinsky. Naturalmente una doncella sería sacrificada para consagrar la estación florida. Un martirio a la altura de “los mil cortes” (*): bailar hasta morir. ¿Dónde está la gracia?

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Y en este centenario tan sonado el Cul d’Ocata está irreconocible. Quizás la incontenible presión de los medios culturales, unida a la íntima afición de los lugareños a la alta cultura, han forzado esta magna exposición de verduras y frutas que puede admirarse, cosa rara, en el Condis: cerezas, albaricoques color modigliani, calabacines como obuses, tomates, manzanas, peras, fresones y frutas del bosque, ciruelas color cárdeno, nísperos, el hamletiano hinojo, los guisantes, las judías verdes…Toda una consagración de la primavera. Y la gente revolotea como abejas alrededor de este impensado  homenaje primaveral a Archimboldo.



En París fue un día veraniego. A media tarde una multitud esperaba la apertura de recientemente inaugurado Teatro de los Campos Elíseos de Rue Montaigne. La cola llegaba hasta la Avenue de l’Alma (hoy George V). Ya la fachada, demasiado germánica para el gusto de París, levantaba oleadas de indignación. Después vendría la batalla campal. Hubiera hecho falta una nueva objetividad para dar cuenta de la escena… o quizás nos hubiera bastado con un dibujante de La Codorniz. No es que los escándalos fueran novedad, pero eran divertidos y bien valía la pena pagar por no perderse la efeméride. Testigos (Cocteau, la Stein, F. Schmitt, J. Mühfeld…) han intentado dar una idea de lo acontecido. Los menos acudían contagiados por el talante escéptico de quien daba nombre a la calle. Los más, armados con diccionarios de francés vulgar y manojos de verduras de temporada.




Cuando se abrió el telón y sonó ese “terror sagrado ante el sol del mediodía” en forma de sonidos agudos de fagot, la multitud se agitó como comida por las pulgas. Los “augurios de la primavera” hicieron mella hasta en el mismo Diaghilev. Sobre un fondo primitivamente pagano (Roerich), los bailarines, con Nijinsky a la cabeza, se agitaban como locos furiosos. Los de los palcos echaron mano al diccionario y los improperios llovieron sobre el escenario y sobre el patio de butacas. Apareció la lucha de clases en forma de “¡Fuera las putas!” (del decimosexto distrito), “¡Callaos, zorras!”, dirigido igualmente a las afortunadas moradoras de ese distrito privilegiado. Los bastones se agitaban y los sombreros de copa se deslomaban; las calvas salían a relucir. Los danzantes seguían a lo suyo. La música no se oía. A más de uno les recordó el escándalo reciente de Schönberg en Viena. Pero aquello era París y no llegó la sangre al río, pese a que sobre el escenario una mujer agonizaba exhausta y el suelo estaba resbaladizo de jugo de tomates primerizos. Ese escándalo fue el preludio de los éxitos posteriores.

Stravinsky perseguía sacar a la música de las esferas fáusticas e introducirlo en el mundo físico. El cuerpo habría de sobreponerse al espíritu. Había que imponer la crudeza de la vida real, pues, a fin de cuentas, la vida es breve*

Todo un programa que durante años sería la guerra contra el teutón continuada por otros medios.

Sí. Aquella Vida breve que Falla componía mientras los germanos se entretenían con la Pandora, estaba siendo estrenada, el mismo día, en el Casino de Niza: Breve, azarosa y con mal final: “Malhaya quien nace yunque, en vez de nacer martillo”.













martes, 28 de mayo de 2013

Propuesta para hoy, día 28 de mayo. "Muro ded los federados"




JULES VALLÈS

A las cinco de la mañana


Estamos en la gran barricada situada a un extremo de la calle de Belleville (…) hemos echado a suertes, con el tipo engalonado que me sustituyó, para ver quién iría a dormir unos instantes. Me ha tocado a mí, y me tiendo sobre una vieja cama, en el interior de un apartamento abandonado. He dormido mal. Algunos gusanos que se alimentaban del relleno del colchón, han reptado, de repente, sobre mi piel …¡realmente tienen mucha prisa!...













Voy a relevar a mi colega.
 
Hasta el presente he luchado más contra los federados que contra los de Versalles. Ahora que sólo queda ya libre este barrio, que no quedan ya traidores ni sospechosos para juzgar, la tarea es más fácil. Se trata, tan sólo de resistir por principio, y de colocarse cerca de la bandera, como los oficiales se acercan al palo mayor, cuando el barco se hunde…¡¡Yo estoy allí!!

Respondemos a tiros y cañonazos al terrible fuego que nos dirigen. En las ventanas de la Veilleuse, y en todas las casas de la esquina, los nuestros han colocado colchones que humean bajo el impacto de los proyectiles (…)

(hay un intento, por parte de los “gubernamentales, de parlamentar (a todas luces una treta) y mientras el intento se desarrolla…)

Se oyen gritos que vienen de Rebeval.

--¿Habrán atacado por detrás mientras el parlamentario nos distraía?...¡Vingtras…vaya vd. a ver!

--¿Qué sucede?

--Pues que un civil que está entre los nuestros se niega a hacer lo que le toca.

--Sí! ¡me niego!...¡Estoy en contra de la guerra! (…) estoy a favor de la paz y en contra de la guerra!...Ni a favor de ellos, ni a favor de vds….¡Y le reto a que me fuerce a luchar!...

( ¿Ven vds. a qué situaciones conduce lo de “Peace”?...¡Haz el amor, no la guerra!...Fue fácil convencerlo…Inmediatamente la barricada es tomada…¡¡Sálvese quien puede!!...y tú…¡vete con el cuento del pacifismo a los de la tricolor!)

(Vallès consigue salvarse gracias a una valerosa joven que lo hace pasar por enfermero. Tras muchas peripecias comprometidas, pena de muerte (en ausencia) incluída, consigue, a través de Bélgica, llegar a Londres, donde residirá hasta la amnistía de 1880. A su entierro (1885) acudieron más de 50.000 obreros que al grito de “¡Vive La Commune!” lo acompañaron hasta el Père Lachaise.


HAZAN

El domingo por la mañana (28 de mayo), la resistencia se reduce al pequeño cuadrado que forman las calles de Fauburg-du-Temple, la des Trois-Bornes, la des Trois-Couronnes y el boulevard de Belleville…¿Cuá fue la última barricada de París?...Para Lissagaray fue la de la calle Ramponeau. Para Louis Michel, la de Fontaine-au-Roi…

LISSAGARAY

“Durante un cuarto de hora, un solo federado la defiende (la de Ramponeau). Por tres veces rompe el asta de la bandera de los de Versalles, que ondeaba sobre la barricada de la calle  de París (Rue Belleville). Como premio a su coraje, el último soldado de la Comuna, consiguió escapar” (la leyenda afirma que fue el mismo Lissagaray)

LOUIS MICHEL

“Sobre la barricada ondea una inmensa bandera roja. Allí están los dos Ferré, están J.B. Clément, Cambon, Varlin, Vermorel, Champy…La barricada de la calle Saint-Maur acaba de morir, la de Fontaine-du-Rois se mantiene con obstinación…escupiendo metralla a la cara de los de Versalles. Se oye la banda furiosa de lobos que se acerca…Los únicos que, ahora que enmudece el cañón de Père Lachaise, aún se mantienen en pie son los de la Fontaine-du-Roi. En el momento en el que disparan los últimos cartuchos y se disponen a marchar… llega una joven de la barricada de Saint-Maur y ofrece sus servicios. Ellos querían alejarla de este lugar de muerte, pero ella permaneció a pesar de ellos. A la “ambulancière” de la última barricada y de la última hora, J-B. Clément dedicará, tiempo después, las canción de “les Cerises”.



 












ELISÉE RECLUS

Toda la mañana hemos oído tronar el cañón…aún se le oye…¡señal de que no todo está perdido! El cementerio de Père Lachaise, rodeado de muros altos y y dominando todo París…con sus múltiples tumbas y capillas es el último punto en el cual se mantiene la insurrección.


¡Insurrección!...¡Es el nombre oficial de la derrota…y nosotros mismo lo pronunciamos sin caer en la cuenta. ¡Todo vencido es fatalmente un insurrecto!


Se nos cuenta que en el boulevard Prince Eugène y de la plaza de Cateau d’Eau a la Bastille, la masacre ha sido escalofriante: después de haber tomado el cuartel los soldados arrojaban por las ventanas a los Guardias Nacionales muertos o moribundos. Los Ayuntamientos están atestados de cadáveres…¡yacen por todas las calles!...¡el aire atufa!...Ya se ven manadas de perros con cuartos de hombre entre sus fauces.

Es evidente, entre los muertos, la abundancia de viejos…Son los fieles del 48…aquellos que han resistido la influencia insufrible del Imperio y que lo han sobrevivido.

La edad legal para formar parte de la Guardia Nacional va de los 20 a los 40 años, pero en la mayor parte de los batallones, la élite, los más valerosos…están por debajo o por encima de esos límites. Frecuentemente se veía en las compañías hombres marchando entre su padre y su hijo. Los más ardientes, los más duros, casi siempre han sido el abuelo y el nieto…¡Un buen augurio para la Revolución que vendrá!...(en la que ya se piensa).

Por la noche.

Père Lachaise es atacado por los cuatro costados e inundado por las tropas rurales. Los últimos defensores de la Comuna han sido masacrados.

“Probablemente un periodo histórico acaba de cerrarse. Uno nuevo comienza. Todo ha acabado para nuestra generación…destinada, sin duda, a ser espectadora impotente, la víctima lamentable de una reacción furiosa.

¡Pobre Francia! (…) tus mejores hijos, los más valientes, los más inteligentes (…) ya no están . Los ociosos y los explotadores, coaligados, han matado a los trabajadores (…) ¡Qué ruina!

Tras la corrupción bonapartista vino la cobardía ante los prusianos, después la carnicería contra los revolucionarios…¿qué seguirá ahora?...¡Qué lúgubre futuro se presenta ante mis ojos!

(…) Pero no cederemos…¡Somos inmortales!...nuestros hijos traerán la victoria…y si nuestros hijos son aplastados, nuestros nietos triunfarán (…)

El viejo mundo está establecido sobre privilegios de la clase ociosa; el Nuevo se establecerá sobre los derechos del trabajo.”

(Así sigue E. Reclus…entre lamentos y esperanzas…¡Cómo profeta de lo inevitable!)
    
Es de bien nacidos el agradecimiento. Así que, siguiendo la Rue Roquette, entraremos en Père Lachaise y siguiendo el muro de la derecha, daremos con “el muro de los federados”, donde fueron fusilados por decenas los últimos resistentes. 

Agradecidos por haber abierto una brecha en el muro sólido de la historia.

De paso tomaremos una rosa esplendorosa de los federados, para depositarla en la losa de los brigadistas franceses en la revolución española. Se oye la música de “Ma liberté”… ¡entierran a Moustaki!.

Tocados (y casi hundidos) bajaremos hacia rue des Pirinées…de camino tomaremos alguna cosa para quitarnos el helor mortal que nos invadirá y nos dirigiremos a Port de Lilas.

¡Mañana será otro día!
                                               

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...