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lunes, 25 de febrero de 2013

Propuesta “¡Quién pudiera!” para hoy, 25 de febrero. Paris, febrero 1848. Eliot. Mann.

(asteriscos * remiten a razones efemerísticas)


Seguiríamos en París, donde el frío continua; una ligera brisa del N.E. nos hiela el corazón. Bufanda y gorro “Ignatius. Naturalmente, hubiéramos traído ropa interior…...etc..etc. En el Hotel de la Régence, aunque no les hubiera parecido adecuado, tendrían que habernos servido dos calvados acompañando el desayuno continental. Y así, con el puntito cogido, nos dirigiríamos hacia L´Hôtel de la Ville.

Sin embargo estoy aquí, recién pensado lo dicho, acariciando la huesuda cabeza del perro que, ¡ya!, pide el paseo matutino...etc..etc

Bajaríamos a Rívoli y seguiríamos rectos hasta que nos diéramos de bruces con el magno e histórico edificio. Veríamos vitrinas repletas de mercancías de lujo...y pensaríamos en cómo el urbanismo ha sido un arma poderosa de desposesión de lo común en manos de nuestros enemigos.
A la altura del Louvre el airecillo habría vencido la resistencia de nuestras defensas y nos apetecería un fif-fifti para entrar en calor. En la barra, a lo Jean Marais, echaríamos (con muchísima delicadeza y precisión) un poquito de calvados en la tacita del petit creme y el resto (?) lo beberíamos de un trago. Un pequeño golpe al dejar la copita, limpiarnos con el dorso de la mano y... ¡a la calle! El bar: “Alter Ego”.

El 25 de febrero, aún sin proclamar la República, las carteras estaban repartidas y se preparaban para una partida eterna de ajedrez. Raspail se dirigió al Hotel de Ville y, en nombre de proletariado de París (y pistola en mano), dio jaque mate: ordenó al gobierno provisional que proclamase la República. Tenían un plazo de 2 horas, de lo contrario volvería con 20.000 hombres y no quedaría piedra sobre piedra. Les sobró tiempo. París se inundó de carteles que anunciaban la proclamación de la República. La exigencia de trabajo para todos se concretó en la creación de los Talleres Nacionales (de corta vida). Pero...incluso para esto hizo falta la presencia de los mentados 20.000 obreros que exigieron un ministerio propio de Trabajo.
El encargo recayó sobre Blanc y Albert, que, sin presupuesto, tendrían que encontrar los medios. Les dieron una “oficina” fuera del edificio... ¡Hasta tal punto les era odiosa su mera presencia!

Cerca de nuestro destino, en la rue Saint Martín, compraríamos un Gitanes y nos sentaríamos en la terraza, contigua, del “Inn”, bajo una tubería petroquímica: Cogeríamos cualquier periódico e intentaríamos el sudoku con la ayuda de un Dry, estilo Buñuel.

Confundieron lo que era la conquista del campo de batalla en el que luchar por su emancipación, con la emancipación misma. Detrás de la Corona se escondía el Capital: Así se puso de manifiesto, en su forma pura, la dominación de clase. ¡Otra ocasión perdida! El proletariado no podía tocar ni un pelo del orden burgués mientras no sublevara contra ese orden a la MASA (campesinos, pequeña burguesía) de la Nación, que se interponía entre las dos clases en pugna y hacía ineficaz la lucha del proletariado; mientras no obligara a esa masa a unirse a la causa proletaria. “Sólo al precio de la tremenda derrota de Junio podían los obreros comprar esa victoria” (K.M.).
El proletariado volvió a confiar en la burguesía (en algunos sectores “liberales”). Y volvió a pagarlo caro. Dio la cara por ellos y se lo pagaron como siempre: “¡Así paga el diablo a quien bien le ayuda”!
Hasta Junio fue una continua contraofensiva del capital y un desarme paulatino del proletariado: Elecciones, impuestos agrarios, encarcelamientos...maniobras con la deuda pública, retirada de fondos, huelga de capitales, “corralito” (conversión de depósitos en deuda...impagable) ¡En fin cosas que nos son, de sobras, conocidas!

¡¡París!!

Acabaríamos el Dry, pese a que nos apetecería escupirlo. Y dejaremos el sudoku a medias y lleno de tachadura para irritación del siguiente cliente.
No tendríamos ganas de seguir deambulando. Dejaríamos Paris, sumido en la fiesta, ciego a la matanza que se avecina.

Algo quedó claro en Febrero: El proletariado NO PUEDE esperar nada de su enemigo. La extensión (el triunfo) de la Revolución (“Primavera de los pueblos”) hubiera sido determinante: Internacionalismo y Revolución Permanente.

Pero estamos aquí. Hemos puesto orden en la casa y hemos cocinado (verdejo de Rueda) unos garbanzos con bacalao (adornado con guindillas de Tudela. ¡Can Roca!). Nos pimplamos una botella de vino “hors de série” y acabamos con fifti-fifti con remolque.

¡Que suene en el Esputifiaf la segunda* de Mahler! ¡Y después los últimos cuartetos* de Beetoven! Y después debería sonar Schönberg*, pero no sonará. Vds. me perdonarán, pero no estaré en condiciones.
Tal día como hoy, del año 1947, se publica “El doctor Fausto” (Th. Mann). Empezada el 27 de mayo de 1943 (Las cifras tienen su importancia!) en plena campaña de bombardeos aliados contra las ciudades alemanas.

Hace tiempo (¡demasiado!) escribí:

Las congojas del amor ejercen un curioso efecto en las naturalezas que, como la mía, son proclives a lo artístico, pero su fuerza creadora es escasa. Deben contentarse con roer la cáscara del sentido. Han, penosamente, de limitar su actividad a la pura mecánica quisquillosa de buscar relaciones y signos...” (¡Aún seguimos en esas!) (...) “Pues están imposibilitados para la verdadera creación” (...) “Un jugador compulsivo sólo busca el juego y perder el tiempo, que es en realidad lo que se juega. A veces parece (no le pongo convicción) como si las suertes se esforaran en mostrar la morada del noúmeno (...) Juego y Amor. Y Muerte: o sea: Mundo, Demonio y Carne.”

Esto lo escribía en el 30 aniversario de Mann (y del 44 anversario de Adrián L. El desgraciado personaje de la novela).
Conocemos el argumento de la novela. Yo pretendía entonces revelar la común estructura formal de la novela con la del Apocalipsis de San Juan. Quien haya leído la obra convendrá que la idea no es, en absoluto descabellada: En la novela se destilan, y confluyen tres Apocalipsis (en el sentido de “apocalíptico”):

1. La obra culmen del músico-protagonista (en realidad es un Nietzche-músico que ha tomado algo de Mahler...), que coincide con el colapso del artista sobre el piano (¿caballo de Turín?)

2. El derrumbe de Alemania

3. y el de todo el mundo civilizado.

Cada uno de estos tres desastres se va desarrollando en la novela siguiendo un juego numerológico diferente. Finalmente confluyen y se produce el derrumbe conjunto.
El 7, el 9, el 13 (y las combinaciones cuyos dígitos suman esas cifras)...Juegos demoníacos.

No daré más detalles. Pero mi intención última era demostrar que Mann, humanista reconocido, cayó en el error por excelencia de los humanistas: el formalismo. Mientras el autor reprocha a Adrián el haber vendido su alma al diablo (por el triunfo de su arte (dodecafonía) en unas circunstancias que hubieran exigido otra cosa.).¡ÉL está haciendo lo mismo!: se entrega a juegos formales, a numerologías, al establecimiento de relaciones formales que lo vuelven incapaz de comprender lo que está pasando. Y esa incapacidad es un granito de arena que añadir a la montaña del desastre.
Mann no es ajeno a esta constatación y, creo, que, en el fondo, la novela es una autocrítica por su (del humanismo liberal europeo de entreguerras) incapacidad prospectiva (e inactividad). Para muchos el dilema se presentó de forma clara: Socialismo o Barbarie. ¡Basta con lo dicho! ¡Lástima que los días sean tan cortos!

Un gin-tonic mientras concluye el último cuarteto de Beethoven.

Mientras aprovechamos el último sol de la tarde, paseamos al perro. Nos viene a las mientes aquellos versos de Eliot (“Cuatro Cuartetos”, publicados el 25 de febrero de 1943):

De agravio en agravio avanza el exasperado
espíritu, a no ser que lo restaure ese fuego purificado (r)
donde hay que moverse según medida, como un bailarín”. (...)
Pasado y futuro conquistados y reconciliados”.

Esos “Cuatro Cuartetos”, dedicados a los cuatro elementos naturales (el airoso Burnt Norton, la sólida East Coker, las líquidas The Dry salvages, y el ígneo pueblecito de Little Gidding) y puestos bajo la advocación de Heráclito (todo cambia), no pueden entenderse fuera del marco cristiano de la culpa y la redención...y quizás sin su condición de herniado.

«Hace días que cohabito con T.S.E. [es decir, T. S. Eliot] con gran placer por mi parte y con algo menos por parte de mi familia, que se ha revelado un tanto insensible a los encantos de la prosodia inglesa. Hablan de echarnos a los dos a la calle». (Gil de Biedma a Paco Mayáns. Ver documental de RTVE: “Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta)

"Está claro que mantuvo a lo largo de su vida puntos de vista claramente fascistas sobre cuestiones claves. Fue un tanto antisemita y sumamente clasista. Procedía de una élite de la sociedad norteamericana sumamente exquisita que ha desaparecido completamente del mundo" (Gilbert).

Pero, a veces, a los poetas, sin querer, les salen palabras inesperadas por la boca (quizá cuando duermen)... los versos anteriores podían haberse intercalado en las meditaciones de la mañana.

El perro, sin que le diga nada, se acerca a la (su) farola y me invita a un fifti-fifti. Volvemos a casa rumiando, yo lo del fuego purificado (r)...y el perro un hueso de ¡a saber!
¿Veis la vida?: se pasa recordando. Epicuro recomendaba llenarla de actos valerosos y felices para solaz de la “época de la tarjeta dorada”.

Espinacas del huerto (verdejo de Rueda) rociadas de piñones y pasas de Corinto. Medio de tintorro y fifti-fifti. En el esputifaif: Caruso (nacido tal día como hoy del año 1873).
Con Caruso la industria consiguió un hito importante: The Gramophone Company le persuadió para que grabara diez arias. Su voz era perfecta para el gramófono (la primera grabación eléctrica se realizaría 23 años después, un 25 de febrero): convertía sus defectos en virtudes. Le reportó 20.000 libras al año que, pronto, se multiplicarían por diez. Mientras Lenin se preguntaba “¿Qué hacer?”, Caruso lo tuvo claro.
Cantó en el teatro del Amazonas (Manaos) “Ernani” (Verdi)...(Fitzcarraldo).

Para concluir el día (DVD) tendremos que hacer una elección digna de Kierkegaard:
El crimen de Cuenca” (estrenada, con escándalo, en el festival de Berlín de 1980);
La naranja mecánica” (A. Burgess nació tal día como hoy del año 1917);
Alguna del gran (y un pelín facha) Alberto Sordi (muerto tal día como hoy de hace, exactamente 10 años).
Landrú” de Chabrol;
Monsieur Verdoux” de Chaplin (estas últimas inspiradas en Landrú, guillotinado en la cárcel de Versalles tal día como hoy del año 1922).

Me decido por “La Gran Guerra”: Un monumento a los antihéroes que fueron obligados a luchar en la primera guerra y, ni aún así, lo hicieron.

A soñar con las transparencias de Rothko (suicidado el 25 de febrero de 1970) espero que no aparezcan como cortinajes de “L’Hermitage”, mansión construida por Landrú: La guerra se lo puso fácil...abundaban las viudas...las desplumaba y las quemaba en el horno del hogar. Ni que aparezcan como sábanas del lecho mortuorio del pintor, que acabó su vida entre antidepresivos y alcohol.

El perro se acurruca junto a mi cama dispuesto a desgarrar cualquier atisbo de pesadilla.






domingo, 24 de febrero de 2013

Propuesta para hoy, 24 de febrero. Baudelaire y las barricadas. Orfeo.



Noche de “risillas” (Moderna). El “flaco” (Stan Laurel) con su tupé a lo Tin-tin y su mirada de miope desamparado, no ha parado de revolotear alrededor de la cama. También el perro parece más contento: un lametazo en la mano destapada: helado de carne.

Su loncha de jamón de york (hoy doble ración), bufanda siete leguas y, a la espera de la “budionovka”, apuro los últimos días de la gorra “Ignatius”. Sigue el frío. Paseamos despacio (no podría ser de otra manera): Es como mi sombra (blanca). El día que desaparezca el animal, pareceré  el personaje de von Chamisso.

Habrán notado vds. el cambio de estilo. Me he cansado del “yo mayestático” y del futuro perfecto. La soledad ¡sin paliativos! Lo utilizaba para dar a entender ¡la multiplicidad de mi yo! (¿).  Ahora sólo para cuando estemos donde no estamos.
Ato al perro en la (su) farola. Fifti-fifti. En casa el aceite y orégano griegos y unas olivas de Kalamata que he encontrado en un rincón. ¡dios aprieta, pero no ahoga! (¿).

Volveríamos a París (mejor, nos habríamos quedado en el Hotel de la Régence donde tomaríamos un desayuno continental y dos calvados)... Pza de la Bastilla... Faubourg de Saint Antoine y, siguiendo los malecones...llegaríamos a las Tullerías. Aquí tuvo lugar el desenlace: el asalto de las Tullerías obligó al Borbón, sitiado, a abdicar (¡a favor de su nieto!) y a salir huyendo hacia Londres. Nunca volvería.

“¡Honor a los trabajadores de París!” (F.E.)











El París que veremos no tiene nada que ver con el que hubiéramos visto en 1848 (o incluso mucho después). Hubiéramos pasado, de camino a Châtelet y Tullerías, por la siniestra plaza de la Grève (ubicación de la guillotina y punto de reunión de la fuerza de trabajo a subastar), y por todo un laberinto inmundo de callejas que llegaban hasta las fétidas aguas del Sena. Tampoco el majestuoso decorado del Louvre, Rívoli, Tullerías. Entonces Le quartier du Carroussel...”Era una selva...habitada por una acumulación loca de pequeñas industrias” (...) “un campo de barracas” donde convivían hombres y animales. (E.H.).

En “Música en las Tullerías” (Manet, 1862)  se respira el aire de la Restauración Imperial. Baudelaire parece sentirse cómodo pese a que, como decíamos ayer, “he sentido pasar  sobre mí el viento del ala de la imbecilidad”. La sífilis va desplegando sus fases. 


 









Cruzaremos a la Rive Gauche por el puente de la Concordia. Nos pondremos nerviosos ante la ausencia de locales en los que poder tomarnos algo. Y un poco de agorafobia.

Frente a la salida del puente se encuentra, en el Quai d’Orsay, el Palacio Borbón. Tras la Revolución del 79 y ante la escasez de ingenieros, el decreto del 21 de Ventoso del año II puso las bases de lo que sería l’Ecole Polytechnique, inaugurada como “Escuela central de Trabajos Públicos”. Napoleón  le 
dio carácter militar. En Enero de 1817, añadió “Royal” a su nombre. Y después, naturalmente, “Imperial”. Se le conoce como la escuela “X” (dos cañones cruzados. Nada que ver con la X de Malcolm) para indicar la importancia de las matemáticas en su plan de estudios (una nueva Academia: “No entre nadie que no sepa geometría”. Pero no decía nada de cómo debían salir). Actualmente es un semillero del 1%.




En los días revolucionarios de febrero, el general Aupick (padrastro de Baudelaire, no lo olvidemos) era el director de la escuela y, según testigos, se comportó de forma comedida (pese a todo se libró de ser linchado gracias a la intervención de los estudiantes pro-republicanos). Siempre supo leer (releer) adecuada y favorablemente las circunstancias (Monarquía, República, Imperio) hasta su “honorable” retiro en los acantilados de Honnfleur, por entonces uno de los paisajes marinos preferidos por los pintores de la época.

Mientras Aupick daba muestras de prudencia, su hijastro se lanzó de cabeza en la revolución (¿) para solucionar de una vez por todas su problema edípico-financiero: “¡¡Hay que fusilar al general Aupick!!”.

Todo Saint Germain estaba lleno de barricadas. Tal día como hoy, del año 1848, Baudelaire fue visto (¿por la mañana? ¿por la tarde? ¿por la noche?) en la barricada de la calle Buci armado con una reluciente escopeta de caza de dos cañones “y una magnífica cartuchera de cuero amarillo igualmente inmaculada” (C.P.). “¡Acabo de disparar unos tiros!” “¡Muerte al general Aupick!”. Jules Vallés no tendrá compasión de él, ni después de muerto. Baudelaire ¡que jaleaba al municipal para que golpeara “al enemigo de las rosas y los perfumes”! (“Salón” de 1846), no había cambiado...ni cambiaría. En “Mi corazón puesto al desnudo”, donde recuerda estos acontecimientos y su actitud: “Gusto por la venganza...Placer natural por la demolición...Ebriedad literaria”... Su furor era metafísico y como toda metafísica vale  tanto para un roto como para un descosido.

Tomaremos la calle de la Universidad, que tras atravesar la Bonaparte se convierte en Jakob. Seguiremos hacia la rue Seine que nos conducirá, girando a  la izquierda, a la rue Buci. Nos sentaremos al arrimo de un cañón de gas y pediremos un Ricard. Nos resultará difícil imaginar el bullicio de la revuelta. Un bullicio animal y no mecánico;  gutural...gargantas que hubieran agradecido un buen trago de “vin de barrière”...un traguito de absenta o cualquier  otra bebida  que no fuera sangre.

La huída del rey forzó la creación de un gobierno provisional que, por fin, repartió el poder entre las diferentes clases que habían derrotado completamente a la monarquía de Julio. El “partido” obrero estaba representado por Louis Blanc y Albert. Como argamasa y símbolo de la falta de contenido: la imaginación sentimental de Lamartine y su “idealista” apelación a la mayoría de los franceses frente al proletariado en armas. Fraternité, amor, felicidad general; borrachera general de fraternidad en la que participó también el proletariado de París (aún confundido respecto a muchas cuestiones). El gobierno provisional es, (Lamartine dixit): “un gobierno que acaba con ese equívoco (¡!) terrible que existe entre las diferentes clases”.

No asustar a nadie: esa es la orden del día. Vivir y dejar vivir. La Revolución no encontró resistencia y esto la desarmó. “Fue una adaptación a las condiciones de la sociedad burguesa” (K.M.).

Mañana haremos el balance.
















Aquí hubiera nadado como pez en el agua, Picco della Mirándola, capaz de reconciliar lo irreconciliable y superar todos los cismas. (Nacido el 24 de febrero de 1463 “en una gran sala apenas calentada del castillo de la Mirándola...Emilia, a algunos kilómetros al oeste de Ferrara” (E.B.). Su defensa de la dignidad del Hombre (¡!) se basaba en su (don divino) carácter camaleónico: podría convertirse en lo que quisiera. Olvidó Picco las condiciones que determinan esas transformaciones. Pero... ¿Qué queremos? ¡Era el siglo XV!
Con estas divagaciones se nos habrá hecho la hora de comer. Nos dirigiremos al Café de Beaux Arts, en el Quaie Malaquais, frente al Louvre.

-¿Me río yo acaso de su (vuestra) ridícula carta-menú...
  Escargot: Le six...4’50 E....Le douze...8’50.?
 
-¿Me río yo acaso de su (del menú) sintaxis abrupta y de su contenido sentimental?

-¿Me río yo acaso de sus (vuestros) uniformes, sacados de la liquidación de la “Casa de las Mantas”?

-¿Me río yo acaso de sus (de los jefes) ridículas mesas y de sus flores de tela? ¿de sus velitas-velatorio?

-¿Os denuncio, acaso, por servir foie (salvajada donde las haya) y sólo foie?

DEBERÍAN VERME ¡Y ME VERÁN! CON MI NUEVA BUDINOVKA...

Nos sentaremos a pesar de las incontenibles explosiones de risa y codazos cómplices. Nos sentaremos y esperaremos la llegada de quien tenga a bien venir. Y cuando llegue, nos levantaremos (nos enrollaremos completamente con la bufanda blaugrana, nos encasquetaremos la gorra-orejera y, colocando la silla educadamente en su posición original, nos dirigiremos hacia la puerta de salida: “Au revoire, les copains”! “¡hay más bares que longanizas!”.

Aún podremos encontrar algún tunecino abierto. Pediremos un Gyros “complet” y el alcohol lo compraremos en un carrefour o algún sitio parecido.

Y...(Como el dinosaurio de Monterroso, o como la sopa en el país de los monstruos de Sendak): ¡el perro se encontrará con una comida maravillosa! (por desconocida, intempestiva y oriental). Teofanía  laica (si se me permite esta contradicción evidente): por una pequeña fisura del tiempo ha entrado en la vida del perro un milagro. Le parecerá normal. Diarrea asegurada.

Nosotros: espinacas del huerto y vino sin etiqueta y fifti-fifti. Paseo vespertino. ¡Lo dicho! (por lo del perro).

Durante toda la mañana, en el esputifaif: todo el repertorio de canciones históricas francesas y la “Sinfonía Fantástica” (1830), una verdadera revolución musical.

Tal día como hoy, del año 1607, se estrenó en el palacio ducal de Mantua (el primer recinto dedicado especialmente para ópera data de 1635. Venecia) la que pasa por ser la primera ópera verdadera: “L’Orfeo” de Monteverdi y Striggio. Sonará la hermosísima obra en el Esputifaif durante todo lo que queda de tarde. Nos interesa Orfeo, no Monteverdi, ni las múltiples versiones que del mito se han hecho (hasta Cocteau). El mito es pre-homérico, Orfeo ya acompañó a los Argonautas: acompasando su remar y haciendo dulce el trayecto y el descanso. Hijo de Calíope, (musa de la poesía y del canto, y de Apolo el dios del arco y la lira, “el que mata de lejos”, “el matador de lobos”) se dedicaba al pastoreo en los campos floridos de Tracia. 


 












Enamorado de Eurídice, celebran los esponsales entre cantos y danzas bucólicas. Una víbora muerde a Eurídice y todo se viene abajo. Ella la primera, que es arrastrada al reino de Plutón y de Perséfone. Orfeo, inventor del alma inmortal, partícipe de la divinidad, incansable buscadora de destinos post-mortem (por la mezcla de maléfica sustancia carnal de los Titanes) se somete a la katábasis homérica para romper, desde dentro, lo establecido desde tiempo inmemorial. El Hades homérico es el olvido, el pasado pasivo, el amontonamiento indiscriminado de la historia. Orfeo pretende establecer la conexión entre el pasado y el presente. Desea recuperar a Eurídice. Su arma: la música. La Esperanza lo abandona en la misma entrada del antro. No hay esperanza en la lucha que se avecina, pero la esperanza nos ha guiado hasta aquí. No tendrá ningún Virgilio que lo guíe. Los amos del lugar son convencidos por el poder de su música (y por su secreta seguridad de que no conseguirá  devolver a su amada al mundo de los vivos).

La música acompaña el relato. Nos servimos un Dry. Al perro se le erizan los pelos. Pero cuando se le cuenta de qué va, en realidad, la historia, mueve el rabo y desea que Eurídice y Orfeo sean felices y coman perdices (y que le dejen los restos).

La condición: que no vuelva la vista atrás en el ascenso al mundo de los vivos. Si lo hace, perderá a Eurídice para siempre. ¡Volvió la cabeza para mirar! Y Eurídice, agarrándose vanamente al vacío, fue desvaneciéndose como el humo. Orfeo comprendió, de repente, la inutilidad de su esfuerzo. Difícil pintar esa ausencia.





Orfeo como “Ángelus Novus”: El pasado ha depositado en nosotros sus esperanzas. Nuestra tarea es darles cumplimiento. Pero sin nostalgia. Con la vista puesta en el futuro. ¿Fue Eurídice la que imploró una mirada amorosa? ¿Fue Orfeo quien quiso asegurarse? El resultado fue el mismo. Faltos de decisión, sobrados de sentimentalismo... ¡sucumbieron!: Una al olvido eterno y el otro, a la melancolía y, finalmente, a ser destrozado por las Bacantes (aunque Monteverdi, deus ex machina, lo ascienda a los cielos en el fulgurante carro de Apolo). No vale convertir una derrota en victoria. Las derrotas se asumen. Y “aprenderemos a equivocarnos mejor”.

Orfeo intentó romper el orden establecido: deseando lo imposible. Intentando lo imposible (¿). ¡Otra vez será!  Querría decir más cosas... Indicios, relámpagos...pero no acabo de establecer las conexiones. La música de Orfeo...uniendo el cielo y la tierra ¡Ahí está la clave!

Ya es noche cerrada. Tomaría granadina (símbolo del renacer, y bebida de los exilados rusos en París, cuando se reunían en torno a Lenin, allá por 1909 en Montparnasse). Pero en esta casa no hay de ese tipo de bebidas. O un “Parfait Amour”, la única bebida azul que conozco....Aquí tampoco se estila esas excentricidades. En su defecto, seguiremos con el vino. 

Huevos fritos rociados con aceite de trufas y un fifti-fifti. Paseo nocturno: el perro va como soñador, más lento que de costumbre. Me mira de vez en cuando y me sonríe. Dormiremos bien.


... Si quieren pueden escuchar "Orfeo en los infiernos" de Offenbach. Otra forma de ver la cosa.






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RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...