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miércoles, 29 de mayo de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 29 de mayo. “Amour fou” Breton. SEGUNDA SERIE.





“… Ya la había visto entrar dos o tres veces en aquel lugar: en cada ocasión se me había anunciado, antes de ofrecerse a mi mirada, por no sé qué sensación de estremecimiento de hombro a hombro que llegaba ondulante hasta mí atravesando aquella sala del café desde la puerta. Ese movimiento, en la medida misma en que, tratándose de una presencia vulgar, adquiere rápidamente un carácter hostil, sea en la vida o en el arte, me ha advertido siempre de la presencia de lo bello. Y puedo decir que en este lugar, el 29 de mayo de 1934, esta mujer estaba escandalosamente bella…” (Breton: L’Amour fou”).

Sus compatriotas acababan de caer ante una poderosa Austria en el II campeonato mundial de fútbol. No pasaron a cuartos. España, prerrevolucionaria, fue masacrada literalmente por una Italia en pleno goce del fascismo, pese al lucimiento de Zamora y de Quincoces. No pasaron a semifinales. El árbitro, después se supo, fue condenado a perpetuidad.

Los Balkanes se balkanizaban y Méjico se mejicanizaba. En Alemania se afilaban los cuchillos y España puso, definitivamente, una bota (no cabían dos) en Ifni… Y es que ese año, febrero el loco, se había deslizado sin luna llena… y no pudo ser testigo de las matanzas obreras de Viena.

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Cuando entraban en rue Fontaine los amores se apagaban con el mismo frenesí que muestra el aceite hirviendo al contacto con una gota de agua fría.



Breton, tras una cadena interminable de amores predestinados y eternos, recaló en la jovencita Jacqueline. En este caso el autoanálisis lo dejó claro: era un amor que desde siempre estaba destinado a la eternidad, pero Breton no cambió de domicilio y las cosas siguieron el rumbo acostumbrado.

Hacía tres meses del juicio grotesco al grotesco Dalí, que, allí, aquel día, tuvo gracia: redujo al absurdo lo que ya, desde el inicio, era un verdadero absurdo.

La crisis llegaba por tierra, mar y aire. La situación se polarizaba a toda prisa. El PCF estaba todavía con aquello del “socialfascismo” mientras el fascismo ganaba la guerra, aunque perdiera algunas batallas… y Tanguy los dientes en una de las refriegas. “Appel a la lutte”, firmado por Breton, fue un paso más en su distanciamiento del Partido Comunista, que lo incluyó en el paquete de los “antifascistas prematuros”. Por entonces, hurgando en un charco de sangre obrera, tuvo lugar el último encuentro entre Aragon y Breton. Las puertas del surrealismo se hicieron completamente giratorias: uno entraba y salía; otro salía y entraba. Breton sólo encontró consuelo en Péret, en Ray, en el desdentado Tanguy, en Max Ernst y en el fugaz Eluard. Giacometti, entró y salió. Caillois, entró y salió; Dali, salió; Crevel, salió; Char, salió. El descomunal y polifacético Óscar Dominguez le abrió las puertas del paraíso. Y Duchamp, vuelto de América pareció (espejismo) que se sometería a la férula del “cadáver”. En el 35 tuvo lugar el Congreso de Escritores, el incidente con Erhenburg (ya les contaré) y la muerte de Crevel… todo en el mismo pack. Paralelamente: La expulsión de Trotsky de Francia y los juicios de Moscú. Breton había, definitivamente, tomado partido por el “profeta desarmado”. Y por ahí andaba Artaud, ido… y el priápico Picasso. España se encaminaba, sin remedio, hacia la guerra, pues así lo querían los militares.

Lo dicho es el marco en el que Breton escribió “Amour fou”, fin de la trilogía empezada con “Nadja” y continuada con “Los vasos comunicantes”.

   




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La fidelidad de Breton hacia rue Fontaine, no impidió que cambiaran continuamente de bar de concentración. Ahora ocupaban el Cafe de la Place Blanche, frente al “Moulin Rouge”. Yo les invitaría a Udes. a sentarse a la mesita que tengo pillada bajo la escasa marquesina del “Bufalo Grill”, muestra sublime del ingenio francés en esto de la toponimia, les invitaría…pero es que no cabemos. Prueben en la otra esquina, en el “Rouge Bis”. La otra mesita está ocupada por una venerable pareja de angloparlantes que, sin contemplaciones se están zampando sendos trozos de res que escapan de los porcelanosos límites del plato. Ella parecida, por lo varonil, a Calamity Jane y él, por lo cachazudo, a Toro Sentado.

 


Yo, fiel, tanto como Breton a rue Fontaine, sigo con mis caracoles (al grill). Una botella de vino “tranquilo” de Champagne da un poco de color  y hace de contrapeso plástico al rojo de la marquesina. Por suerte, o vaya Ud. a saber por qué, el camarero no ha puesto reparos a mi habitual pedido.

Aquí, en esta condensación de lo cutre tuvo lugar, hace ahora 70 años, el encuentro que paso a contarles… ¡cómo empeoran las cosas!

Bueno. El inestable grupo estaba reunido en el interior de lo que antes era el Café de la Place Blanche y, ahora, como habrán intuido, dedicado a un piel roja. Sobre las siete y media del 29 de mayo del año 1934 entró por la puerta (como es natural) una mujer rubia brillante y “escandalosamente bella” que de inmediato captó la atención del jefe de filas que giró su enorme cabeza como un girasol. No era cosa difícil. Breton prestaba su atención con frecuencia. Su pluma estilográfica, nunca.

La rubia se sentó a una mesa apartada del grupo, pidió un café y se puso a escribir. Breton miraba por las ranuras que el grupo compacto dejaba sin cerrar. Lanzaba miradas como el camaleón la lengua… ¡Qué ilusión si escribiera para mí! Estaba sensibilizado con el tema de la “predestinación” y los “hallazgos fortuitos”. Hacía una década que había escrito “Girasol”, un poema que, en ese preciso momento, estaba a punto de vaciar todo su contenido profético.

Y, sí, en efecto, el escrito-carta iba destinado a Él. Lo supo porque la encontró (Bretón cuando vio que abandonaba el local, salió corriendo tras la estela, al encuentro de lo fortuito) a la salida del bar y, tras presentarse como Jacqueline Lamba, se extrañó de que el camarero no le hubiera entregado la carta. Bretón resollaba por el esfuerzo, pero lo atribuyó, le dijo, a la emoción. En realidad, después se supo, la chica acudía exprofeso con la neta intención de conocer al jefe de filas. Breton ya la había visto otras veces… pero sólo ese día, digo yo, estaría en disposición. La mediadora fue la admirable Dora Maar a quienes sus respectivas aficiones habían reunido. Tiempo después Dora y Picasso protagonizarían un encuentro igualmente memorable.

Quedaron para verse a medianoche y se retiraron. Él a orear su eterno traje verde manzana y ella a nadar desnuda en el espectáculo del Coliseum. A Breton nunca le importó que Jacqueline utilizara su desnudez sólo de forma provisional y que deseara seguir su verdadera vocación: la pintura… él siempre la llamó su Ondina y la presentaba como una náyade. Sus pinturas desaparecieron. Pues Breton, sépanlo Udes., siempre vio lo que quiso ver y de la forma como quiso verlo, en el terreno, naturalmente, que estamos tratando. Vio musas donde había mujeres, vio amas de casa… vio secretarias… Tampoco, en honor de la verdad, fue un Picasso.



foto de Dora Maar

Marcelle, que también tenía sus presentimientos, observaría desde la ventana de la cercana rue Fontaine.

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Amour fou” se compone, ya saben Udes., de siete capítulos, algunos de los cuales habían sido publicados antes de aparecer todos juntos en forma de libro (1937). Abunda en lo desarrollado en Nadja: la flanêrie, como acto de creación poética, doble de la escritura automática, puede provocar voluntariamente el “azar” iluminador y catalizador, que Bretón entiende, a la manera de Engels, como una forma de manifestación de la necesidad interior que se abre camino en el inconsciente humano… y que ha de coincidir con una necesidad interior. Como el zapatito de Cenicienta.

La analogía sustituye a la lógica. La lógica, deduce; la analogía, “revela” la vida “ausente”, la realidad aún no descubierta; descubre vínculos insospechados y reconcilia, aunque sea por un instante fugaz, la realidad con el deseo. Este es también el sentido de los “objetos encontrados” que, en eso, se diferencian de los “objetos elegidos” de Duchamp.

Pero, que se me entienda, todo lo dicho tiene un campo preferente: el del amor… o de aquello que haga sus veces. El amor, lejos de cerrarse sobre sí mismo, opera como un crisol capaz de iluminar correspondencias inéditas. La mujer como ranura por donde el sentido se manifiesta al mundo.

Lo patético es lo que resta una vez volatizada su capacidad iluminadora.

Sobre todo si el otro, acodado en el antepecho del balcón, piensa que aún queda algo que rascar… Sí, queda… ¡la esperanza!

Las crónicas de “Amour fou” se ajustan a la propuesta metodológica surrealista, el modelo de observación médica como punto de partida para establecer las relaciones. Sólo esta observación y anotación minuciosa evidenciará la irracionalidad inmediata de ciertos acontecimientos.

Y así procede en su relato de aquella “noche de girasol”. Otra memorable noche que añadir a la ya larga lista de noches memorables, entre las que destaco la milagrosa “noche de los zapatos” que indicó a Robert y a Patti (Smith) que estaban en el camino correcto.

Lo primero sería leer el poema “Girasol”, con el fin de ir contrastando lo que allí se vislumbra con lo que reamente está pasando esa noche (cosa que dejo a su albedrío).

Breton, oreada su eterna chaqueta verde, procedió a acicalarse. Se cambió la ropa interior por otra más lírica. Se puso una camisa vellutina color Burdeos, se anudó una corbata verde botella, se puso su eterno traje verde manzana, amansó su tremenda cabellera y, así, como una alegoría de la esperanza, salió bajando los escalones de tres en tres. Jacqueline, bien limpita tras su actuación en el acuarium, esperaba, pues fue idea suya, en la terraza del bar Les Oiseaux, (donde posteriormente recalarían los Goytisolo, Genet, Barthes o Severo Sarduy) en la, ahora, destartalada plaza de Anvers y entonces poblada de estatuas.


Eran las doce de la noche y pidió, impulsada por una súbita revelación, un pippermint con hielo. Cuando llegó el poeta, y pidió un Chartreuse, se completó toda la gama de los verdes.

Breton pensó: “Lo que vuela y la presa fundidos en un resplandor único…”

Salieron a las dos de la mañana del 30 de mayo. El domingo se había convertido en lunes y había luna llena… ¡suerte de los poetas!

Bajaron hasta Les Halles. Descargaban las carnes y las verduras de temporada. Breton, mimetizado, a punto estuvo de ser colocado en un puesto de lechugas. Se comía sopa de cebolla y Breton tuvo que contener su natural por mor de la lírica. Siguieron por la Torre de saint Jacques, el Ayuntamiento, cruzaron el pont d’Arcole, de hierro forjado, siguieron por el muelle de las flores y cruzaron por el puente au Double, de hierro fundido… hasta remansarse en las bulliciosas callejas del Barrio latino. Eran las cuatro de la mañana y todo se estaba desarrollando según por previsto. El poeta, presa de presentimientos y como si recordara algo nunca sucedido, pero anunciado, se paraba, recitaba alguna cosa y seguía. La chica intentaba retenerlo y recordarle la vida real, recordarle que eran las cuatro y que tal y más cual. A él, este paseo le parecía una síntesis de lo “real” y lo “imaginario”, un ejemplo consumado de “comportamiento lírico, en la medida en que éste le es indispensable a cualquiera así sea solo por una hora de amor, tal como el surrealismo ha tratado de sistematizarlo, con toda su posible fuerza predictiva”

Amanecía cuando Jacqueline, acompañada del poeta, llegaba a la puerta de su habitación en el hotel Médical de la calle du Faubourg-Saint Jacques. Habían andado nueve kilómetros, a una media de un kilómetro y medio por hora: Nada del otro mundo. Cuando se despertó le entregaron un mensaje:

“Bajé por la escalera blanca, temblando como si estuviera viendo cómo te recostabas y dormías”
  
Breton tomó un taxi... ¡ya estaba bien de hacer el imbécil! Desde la ventanilla, a la altura de les Halles, pudo distinguir tres siluetas destartaladas: Edwarda, Bataille y el taxista. Su noche había sido más salvaje. Si quieren Udes. apreciar la diferencia sustancial entre Bataille y Breton, lean Madame Edwarda y, a continuación, el capítulo de Amour Fou dedicado a la noche del girasol. Tiempo habrá para dedicarse a análisis más pormenorizados.

Días después lo vio todo claro. Le vino a la cabeza “Girasol” (“Claire de lune”1923) y descubrió, mediante un autoanálisis casi académico, que lo que había pasado aquella “noche del girasol” estaba poéticamente profetizado en aquel poema del que nunca estuvo completamente satisfecho.

Si Nadja se cierra con aquello de “la belleza será convulsa o no será”, ahora se explaya un poco más: “La belleza convulsiva será erótico-velada, explosiva-fija, mágica-circunstancial o no será”. 

“En Nadja había atacado la distinción entre cordura y demencia, en los vasos comunicantes, entre sueño y vigilia y en “Amour fou” intentó abolir las barreras entre la realidad objetiva y a subjetiva” (M.P.)

Me intriga el hecho de que Breton tenga la necesidad de presentar sus asuntos amorosos bajo la hégira de la predestinación; que todas sus mujeres fueran las adecuadas, las soñadas… y ninguna accediera a través sólo de sí misma.

En agosto se casaron y Marcelle, la otrora predestinada, fue desalojada de rue Fontaine. Giacometti y Eluard oficiaron de padrinos. Días más tarde, Breton le devolvía al segundo el dudoso honor.

Así sucedió. Breton lo contaría dos años y pico años más tarde.

4
Como ya se ha dicho, las puertas de surrealismo se hicieron completamente giratorias. Lo que más le dolió a Breton fue el distanciamiento de Crevel y de Char. El de Dalí estaba cantado. El de Giacometti, provocado. El de Tzara, le tranquilizó. En el fondo de su corazón sufría por el previsible alejamiento de Éluard. Sin embargo lo que sucedió fue el alejamiento de Jacqueline.

Tras el exitoso periplo por Checoslovaquia y el menos glorioso por Tenerife, constatan que la mujer está embarazada. ¡Que me pase esto a mí... que odio la familia y sus consecuencias! La “Antología de (H)umor negro” fue un trabajo de supervivencia. Jacqueline se quejaba de las estrecheces al tiempo que contemplaba la valiosa colección de arte que se alojaba en rue Fontaine.

En mayo se firmó el pacto franco-soviético. En junio vino lo de Congreso de París, el enfrentamiento con Ehrenburg y el suicidio de Crevel. Llegaron noticias de los juicios de Moscú y el caso Víctor Serge flotó como un cadáver. Todo se confabulaba para que Breton siguiera su camino, lejos de stalinismo. Añadan Udes. el asesinato de Kirov, la proclamación oficial del “Realismo Socialista” y la expulsión de Trotsky. En noviembre aparece “La posición política de surrealismo” (intento de unir a Marx con Rimbaud) y se estrecha a colaboración con Bataille (“Contre-Attaque”) que salía de una tórrida relación con Dora Maar.

Finalmente, el día 20 de diciembre de ese año (1935) nació una niña, concebida en primavera, a quien inscribieron con el hermoso nombre de Aube Solange. Desde entonces, Jacqueline añadió a los agravios sufridos, el de madre sacrificada y ensanchada. Fue el comienzo de un fin verdaderamente vulgar.


El libro se cierra con una carta dirigida al futuro:

“En la bella primavera de1952 cumplirás 16 años y quizá te sientas tentada a hojear este libro….
….Te deseo que seas locamente amada”

Y uniendo esas dos proposiciones todo un tratado sobre la Esperanza Poética.

Sobre la mesa del “Buffalo Grill” las conchas dextrógiras de los caracoles, una botella vacía, un vaso, una tacita de café y tres vasitos de aguardiente (vacíos, como es natural).



                                                                                                     obra de Aube Solange Breton.




martes, 7 de mayo de 2013

Propuesta para hoy, día 7 de mayo. SEGUNDA SERIE. “Historia del ojo” (por decir algo). Granero.


1

7 de mayo 2019: ¡¡50 Aniversario de mi primera comunión!! Se me saltan las lágrimas al recordar aquel trajecito de torero, dorado y marfil, que pareció eterno durante varias generaciones y cuyos jirones pueden verse rodar desorientados por los desiertos de Fortuna.
Vuelvo a Valencia. Paseo con el alma (¿?) encogida por la formidable fugacidad del tiempo... y empujado por el viento furioso de las efemérides que me arrastra de aquí para allá con la misma implacable fatalidad con que el viento arrastra aquel trajecito de torero… y al ángel novus.
A lo lejos vislumbro el enjambre metálico que busco. El sol se refleja en sus infinitas facetas y aquello parece la zarza ardiente. 


Delante de la sombrerería Albero decido comprarme un panamá. Aquel otro panamá (¡y la budiónovka!) que me acompañó durante años, desapareció de forma misteriosa dejándome la cabeza expuesta a las más vulgares influencias. Sólo la terrorífica vecindad de la sucursal de Gaes me hace desistir. Cruzo la avenida como alma que lleva el diablo y me veo en presencia del grumo metálico que podría pasar por una representación imaginativa del famoso nudo gordiano o, como he dicho, la zarza ardiente. Me acerco con aprensión. 

2

Granero, ese príncipe de los toreros (al decir de la Stein), actuó con la misma ligereza y fatuidad con que lo hizo Joselito ante las advertencias telúricas de su paisano Blanquet. Y es que cuando el gran Blanquet percibía, saliendo de las profundidades de la tierra, un olor a cera frita, era señal incontestable de la presencia de la muerte. No lo creyó Joselito… y ya ven. No lo creyó Granero… ¡y ya verán! Tampoco se lo creyó Sánchez Mejías y… ¡Ya vio Blanquet!


“… Lo que sucedió después se produjo sin transición y casi sin hilazón aparente, no porque las cosas no estuviesen ligadas sino porque mi atención ausente permaneció totalmente disociada. En pocos momentos vi primero a Simona mordiendo, para mi espanto, uno de los testículos crudos, luego, a Granero avanzar hasta el toro con un paño escarlata, y, más o menos al mismo tiempo, a Simona, acalorada con un impudor sofocante, descubrir sus largos muslos blancos hasta su vulva húmeda en la que hizo entrar, lenta y seguramente el otro globo pálido; a Granero, derribado, acosado contra la barrera, en la que los cuernos lo tocaron tres veces a voleo: una cornada atravesó el ojo derecho y toda la cabeza. El grito de terror inmenso coincidió con el orgasmo breve de Simona que, levantándose del asiento fue lanzada contra la baldosa, boca arriba, sangrando por la nariz y bajo un sol que la enceguecía. Varios hombres se precipitaron para transportar el cadáver de Granero, cuyo ojo derecho colgaba fuera de su órbita.” Era el 7 de mayo del portentoso año de 1922. 
Día de comuniones.

Pueden leerlo también en Hemingway y en tantos otros que dejaron testimonio. Lo de Bataille es una fantasía de adolescente y macho. Ha pasado, sin embargo, como una reflexión, casi teológica, sobre los límites… y el exceso. 

Una línea une el ojo cacodilato de Picabia, el ojo rasgado del Buñuel, los de Magritte… y este otro de Bataille. Así como hubo una década malva, pude afirmarse la existencia de la década del ojo que cubrió los años veinte.

Se lo había advertido Blanquet: Maestro aquí huele a chamusquina.- ¡Ca!- respondió el diestro.

3

Por entonces Millán Astray, perdido medio cuerpo, pierde también el ojo derecho y se acoge a la moda instaurada por El Saltillense.
Tres días más tarde, Lenin sufriría su primer ataque. No hacía ni tres meses que habían guillotinado a Landrú. Los mismos que hacía que Joyce tenía en su poder el primer ejemplar de Ulises (donde, por cierto, se cita a Belmonte). En marzo se había estrenado Nosferatu

La Vanguardia de Barcelona se vuelca en las comuniones: alquiler de trajes, salones de banquetes (a pesar de la carestía de la carne de ternera), digestivos. Siguen los conflictos laborales y los rifi-rafes con los del sindicato libre y catalán. La Ciudad Blanca anuncia grande rebajas en lencería. La sombrerería Rius publicita sus panamás. En el Liceo, anunciada como una corrida de toros: Hoy cuarta de propiedad y abono, a las cuatro en punto… ¡Lohengrin!  En San Andrés de Palomares (sic): el Barbero de Sevilla y Rigoletto. En el Palau se anuncia el último concierto (día 9) de Rubinstein y en el Palace dirige Casals.

Alguien manifiesta la intención de comprar una guillotina, usada, con corte de 80 a 85 cms. Se ruega a los interesados que escriban con precio y condiciones a C/ H. Arolas, 5. Entresuelo. En el bien entendido que se rechazará la recientemente usada en el cuello de Landrú.

Se venden dos camas de enfermo (blancas, metálicas, supongo). Interesados: C/ Guillermo Telli, 2. Torre. San Gervasio. De 5 a 7 de la tarde. Se advierte que no se venderán a ningún ruso…

En el ABC de Madrid se anuncia el encuentro internacional de fútbol que tendrá lugar  entre el  (ya) Real Madrid y el Civil Service de Londres. En los locales se alinea Bernabeu, brusco pero eficaz delantero. Ser pichichi (avant la letre) no lo catapultó a la selección nacional. 

Por doquier se homenajea a Ramón y Cajal y por fin pudo ser entregada la Medalla de Echegaray. 

Un sargento licenciado en África busca colocación como escribiente, mecanógrafo o contable. Urgen criadas, institutrices, cocineras, lavanderas… ¡Católicas! y, a poder ser, con dominio de lenguas. También en la villa y corte se anuncian digestivos y remedios contra los desarreglos femeninos y los excesos masculinos. Andrés Segovia. Heno de Pravia. Elixires contra la alopecia y la halitosis. 

En Valencia escapan 28 leprosos del lazareto de Fontillez (sic). Son detenidos, al amanecer, en Oliva. Dijeron ir en busca de un curandero. Digno de una esquinita del Jardín de las Delicias.

4

El cuarto de la tarde (¡el fatídico!) era un bicho pegajoso y burriciego;  Pocapena le pusieron a priori, porque a posteriori sintió mucha pena por ese príncipe convertido en matarife. Se dejó hacer; admitió dos chicuelinas, recentísimamente introducidas en el toreo serio por Chicuelo, y se dijo entre cuernos: si intenta la tercera lo clavo en la barrera. Y tal como lo pensó, lo hizo. Granero, sin embargo, sumido todavía en los arreboles, ni se enteró de que Pocapena lo había sentado en el estribo de la barrera. Pensaba en su magnífica chicuelina cuando el cuerno, entrando por el ojo, atravesó sus pensamientos.


Como los lunes no había periódico, la noticia salió el martes, día 9 de mayo.

4.

El sexo en Historia del ojo, es un ritual atravesado por la muerte, enaltecido por la sangre, por la orina, por las heces, por los fluidos. Tal vez no haya una relación más recíproca que la que se da entre el erotismo y la religión. Bataille la señaló así: “El conocimiento del erotismo, o de la religión, requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, del interdicto y la transgresión”. La apuesta de Bataille fue establecer una paradoja definitiva entre prohibición y transgresión. Para crear un mito, hace falta un rito. Y para profanar el mito hay que perturbar el ritual, sobreponiéndole otro ritual desacralizador en su lugar. La leche, los ojos, la depravación encarnada en una virgen, la coprofilia, el orín como excitación, las corridas de toros, la iglesia de Don Juan, el confesor, la confesión, el vino, el cáliz, el copón de Bullas, el cuerpo de Cristo, el ojo vaciado, la vagina convertida en ojo voraz… todos son espacios y elementos rituales sometidos a un acto desacralizador. 


Bataille escribía para derrumbar un orden moral. Lo hizo desde el humor negro, desde el tabú sexual… o ese pensaba él… ¡Y yo pensando en mi primera comunión!

“Lo que es pornografía para un hombre es la risa del genio para otro”. (D.H.L.)

5

La historia del ojo se remonta hasta mediados del siglo XIX, cuando Manuel Domínguez, Desperdicios, tuvo a bien empezar la serie. Pasó a los libros como inventor del “farol”, esa semiverónica con vuelo. Y en esa gloria pensaba Manuel, aquella desgraciada tarde en el Puerto de Santa María, cuando el toro, Barrabás para más inri, le sacó con habilidad el ojo derecho. Manuel, que como el mismo Moisés, había establecido un duro decálogo del toreo, como después haría Chicuelo con más gracia, lo cogió al vuelo, tiró de él y lo arrojó a la arena: ¡Son sólo despedicios!, dijo. La facundia e ingenio del sur no necesitó más y clavó ese mote sobre la cruz del diestro.
Es mérito de “El Saltillense la introducción del parche en la indumentaria habitual de los toreros. Perdió el derecho, lo que no fue “óbice, obstáculo, cortapisa ni valladar” para dedicarse a la fotografía taurina.

Sandín perdió el ojo en el coso sevillano. “Santanero” se apodaba su enemigo. Ya en pleno postmodernismo. Su altruismo y perseverancia lo condujeron a la práctica de la oftalmología.

El niño de la Taurina”, Taurina en honor al bar de la familia, perdió el suyo en Algeciras. Una tarde de primavera del año 1988, un rehilete, adornado con rizos patrios, hizo lo propio.
El Domingo de Resurrección del año ¿1990? El fino estilista Luís de Pauloba (sic) pierde el ojo izquierdo. La singularidad está en que el pitón le entró por la boca. Y es que la técnica avanzaba imparable.

Javier Vázquez, en el hermoso mes de mayo (del 96), toreaba en Villanueva de Perales: “Ya no recuerdo si me buscaste o te busqué. Si me encontraste o te encontré. Se me olvidó. Si me llamaste o te llamé… Se me olvidó” Ese reciente éxito del gran Perales recorría fantasmalmente el circuito auditivo del maestro. Cuando entró a matar una banderilla le saltó el ojo izquierdo que quedó colgando creando irisaciones de canica.

Al año siguiente la ola llegó a México y le tocó a José Rubén Arroyo. La novedad estibó en que no fue el toro sino un derrote seco del manso. Fue el derecho. Globalización.

Leonardo Hernández, hijo de rejoneador y rejoneador él mismo, fue el siguiente. Perdió el derecho en un trance similar: ¡malditos rehiletes! Fue en Íscar, provincia de Valladolid. Durante la fiesta de los mártires de 2007. La fatalidad de tener, además, vago el ojo izquierdo, lo abocaban a la oscuridad más completa. No fue así y pudo seguir con la matanza.

7 de octubre del año 2011. Juan José Padilla. 4º toro de la tarde. Coso de la Misericordia de Zaragoza. Un bravo toro, aunque de nombre Marqués, le arrancó la cara, incluido el ojo izquierdo. Bah!, son gajes del oficio. 40 cornadas a cambio de miles de toros destruidos. Además lo del ojo ya es lo de menos, me falta medio hígado, me han extirpado un riñón, el pelo es peluca, tengo una cicatriz que me une el ombligo con el rosario de mi madre. No oigo. Dios es mi pastor ¡aleluya! ¡¡Soy el único torero con parche pirata!!... Ahí te equivocas, Juanito, El Saltillense se te adelantó. Y tampoco, para tu desesperación, eres el único fascista que circula por los cosos taurinos. Pero, vamos, que eres de lo más llamativo, tenlo por seguro. Es Vox populi.
Ofreció el ojo del culo, pero el toro no acudió al engaño. ¡”Por mi maere, dijo, rómpeme el culo pero no me dejes ciego!” El toro hizo caso omiso y le se lanzó a por ojo de la cara. El izquierdo. Era, como he dicho, en el Coso de la Misericordia. 


Poco antes de su retirada definitiva había actuado en Íscar, provincia de Valladolid.

Paco Ureña, de Murcia, figura del toreo en todo el sureste peninsular, recibió un pitonazo también en el ojo izquierdo… y siguió toreando. ¡Arrebatos de  psicópata! ¿Quién puede decir que Sade no amaba a sus víctimas? Sin duda es un amor desconocido para la mayoría de los mortales. Aman al toro con el mismo desprecio con que se aman a sí mismos. No les importa causar sufrimiento; ellos también sufren… y esa es la combinación perfecta que busca el sádico (masoquista). Fue en Albacete en septiembre de 2018 cuando pensábamos desaparecida ya la afición. 

El año anterior había triunfado en Ïscar, Valladolid.

6

Les adelanto la perentoria moraleja: Si se llama usted Serranito cuídese mucho el ojo del culo. 

La noche anterior a la apoteosis de Astorga, Serranito (al que llamaré Serranito I) y amigos departían en un colmado de Madrid. Y entre “machaquito” y “machaquito” se le advirtió que llevara cuidao en Astorga; del peligro de las mantecadas en plena canícula; de que se abstuviera del cocido maragato… que, en fin, los toros de Ángel Rivas tenían fama de viejos y que más sabía el diablo por viejo que por diablo. Recibidas las admoniciones, cogió un taxi, después el tren y se plantó en Asturica Augusta.  Era el domingo 23 de agosto del año 1908. Astorga celebraba las fiestas de su patrona Santa Marta. Sólo llevaba cuatro corridas en su haber y las cuatro como sobrero de cartel. No fue diferente en este caso. Sustituía a Conejito.

Serranito, apellidado Carpio, se enfrentó a Cazuco, un toro cárdeno, meano, corniapretado, grande y de mansa condición. El bueno de Serranito perdió pie y el toro se le vino encima, no hubo nadie que le echara un capote ni, menos, que lo sustituyera en esta hora postrera. El toro lo empitonó por el culo y, así, embolado, se paseó por el redondel. Fue entonces cuando pensó en lo bien que había en hecho al no almorzar cocido maragato. Murió como consecuencia.

Otro que tuvo a bien aceptar el apodo de Serranito, y al que llamaré Serranito II, fue cogido en la zona de influencia del ojo del culo. Era julio del año 1929 y el lugar, el Coso de los Tejares de Córdoba. Le cortaron la pierna, como a Rimbaud, y le repararon la cañería. Se convirtió en aguador y fue así, ejerciendo el oficio, como le pilló la muerte: una bomba de los fascistas le alcanzó a él y a su borriquilla… cerca del Coso de los Tejedores. Córdoba. Dios (¿?) los tenga en su gloria.

Paúl Abadía Serrano, Serranito para los entendidos, (y Serranito III para mí) cierra momentáneamente la lista. Fue en Huesca, el ano (perdón, año) pasado, creo. Vean la foto y así me ahorro la redacción.



Agapito García, Serranito (Serranito IV para mí), se escapó por suerte del destino de la saga; fue una cogida grave, pero no vergonzosa. Por cierto, nada que ver con el mayor moroso del Estado.

En fin, que hay más cornadas en el culo que rutas del vino. Les he presentado un florilegio.

7

A todo esto se me han ido las ganas de comer. Estoy en un miserable bar de la estación. Acaban de anunciar un cercanías con destino a Xátiva. Me he pedido un carajillo al cincuenta por ciento… Y me asalta la segunda parte de esta desgraciada propuesta. 

6.

Los consorcios público-privados han sido siempre muy efectivos, que le pregunten, si no, a H.H.Holmes, figura indiscutible de la Exposición Internacional Colombina de Chicago del año 1893. 

Chicago intentaba reponerse del tremendo incendio del 71 y de la conmoción de Haymarket… Así que se decidió por una Exposición Universal, tipo París. que conmemoraría los 400 (golpes) años del Descubrimiento. La denominarían Colombina (muchos fueron los detalles que lo corroboraron) y se desarrollaría en una nueva ciudad, Ciudad Blanca, que sería construida (y destruida) al efecto.

Se reconstruyeron las carabelas, Niña, Pinta y Santa María. La reconstrucción fue pagada por Estados Unidos y realizada en Barcelona las dos primeras, y en San Fernado, la tercera. Su destino siguió parejo al de mi trajecito de comunión. Aquella carabela del puerto de Barcelona, símbolo de la cutrez,  nido de ratas y fondo miserable de fotografías nupciales, era obra de atrezzo. Superó atentados sin cuento y yace en el fondo marino que se extiende entre Arenys y Canet. 


Se construyó una réplica exacta, dicen, del monasterio de San Carlos de la Rábida. Es claro que en Chicago no circulaban el Tinto ni el Odiel; sólo el Bourbon y desde no hacía mucho.

La casa de Alba cedió unos manuscritos del mismísimo Colón.

Dejando aparte lo que después citaré, lo más interesante de la muestra fue la “Rueda de Chicago”, una enorme noria de 80 metros de altura en la que se podían acomodar ¡más de 2000 personas! Algo así como una plaza de toros puesta en vertical. Esta novedad estaba llamada a la inmortalidad ubicua. Así, hasta en las aldeas más remotas que rodean la villa de Fortuna, puede verse en las fiestas patronales un remedo de este magno ingenio, sólo superado por el cucurucho de helado, presentado en la Exposición de San Luís de 1904. 


Después vino la del Prater vienés que conmemoraba los 50 años del reinado de Francisco José, a quien le quedaba, todavía, la friolera de 20 años en el cargo.
Schnitzler. Orson Wells…
La tal noria evitó la bancarrota del evento, pues ni el espectáculo de Búfalo Bill ni el Holmes Castle, los más visitados, estaban incluidos en nómina.

Alemania, maestra en sutilezas, presentó un antecesor del Gran Berta que hizo las delicias del incipiente complejo político-militar.

Bueno… ¡a lo que voy!

Herman Webster Mudgett tenía 30 años cuando acudió a Chicago atraído por las posibilidades que se abrían. Conan Doyle acaba de cumplir los 32 y Sherlok Holmes, nacido en 1854, estaba “en la mitad del camino de vida”, aunque su vida pública empezara por entonces.

El proyecto vital y financiero de Herman necesitaba apertura de miras…y tierra virgen. Para dar más sentido a la cosa (y, de paso, homenajear a su admirado Holmes) pasó a llamarse Henry Howard Holmes (H.H.H.) que simplificó en un efectivo “Dr. Holmes”, aprovechando que había aprobado algunas asignaturas de medicina.

El tal Dr. Holmes, ducho, además, en ingeniería financiera y en pufos (si me permiten esta distinción), e inundado del espíritu de emprendeduría donde lo importante es, y sólo es, la buena marcha del negocio, construyó un edificio-hotel (Calle Wallace con la 63) que, salvando el estilo, podría haber sido, en la intención, atribuido al arquitecto de Bernhard: la muerte del morador. El plan era simple: atraer a jovencitas de buen ver (tenía, en realidad, manga ancha) que acudieran a la Exposición. A poder ser de lejanas tierras y solas, pero con posibles. Su imaginación (y don de profecía) fue portentosa. Una especie de Roger Bacon de fin de siècle.  Funcionó a tope mientras duró el evento.
Instalaciones eléctricas (la corriente alterna de Tesla  había ganado la batalla, a Edison, aunque al americano sólo le importara la buena marcha del negocio) que permitían seguir los movimientos de sus víctimas en un indicador instalado en su despacho; Grifos de gas manejados a distancia; montacargas y “toboganes”, ácido sulfúrico, horno, cal viva. Sala de tortura llena de innovaciones asombrosas como la máquina que mataba de risa. Y todo, todo, como Apolo: a distancia.  Todo un parque de atracciones. Locus Solus.


H.H.H. inauguró la serie de los asesinos en serie. ¡A él la gloria! Los 27 asesinatos que confesó se convirtieron en más de 200 tras las pertinentes investigaciones.
¿Qué cómo se descubrió todo? Pues… ¡Infórmense Uds.!

Murió tal día como hoy del año 1896. La comunidad científica del Reino Unido estaba sumida en debates, que llamaban éticos, sobre la vivisección de animales. G.H. Wells publicaba La Isla del doctor Moreau. La Ingeniería Genética, más limpia, aún no había nacido. Rodin esculpía la disyecta “Mano de Dios” y Cézanne estaba con “la mano de cartas”. En Estados Unidos se disfrutaba probando en perros la capacidad mortífera de la corriente alterna / continua. El éxito de los ensayos se proyectó en la silla eléctrica.

… Y a mí, creo, se me ha ido la mano.

Pago el carajillo y voy a comprarme el panamá. La zarza ardiente sigue en su sitio. Y los de Gaes, también.

INFORMACIÓN PLUS.
Toreros y demás que pagaron con su vida aquel pródigo año de 1896:
José Sevillano Mauricio, picador.
Pablo Moro, monosabio.
Severino Pérz , Titet, orellut, de Castelló. Cogido en Perpiñán.
Modesto García, Serranito (Serranito 0 para mí).
Frascuelito, maño, infeliz, huérfano y hojaletero… Dios (¿) lo tenga en su gloria.
Francisco Rodríguez, fugaz.
Espartero de Valencia.  Cogido en Nîmes.
Juan Gómez de Lesaca, Cogido en Guadalajara. Sustituía  a Lagartijo, herido en un ojo. Juan huía del toro, y cuando creía que estaba a salvo, la bestia lo engarzó por el culo y el diestro no pudo acabar de saltar la barrera.


El Manchado. Cogido en Durango, México. De los pocos toreros con bigote.
Rafael Rodríguez, banderillero de Guerrita. Cogido en Córdoba, en el Coso de los Tejedores, como al bueno de Serranito II.

RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...